2. En el muelle de la bahía

 

 

ir al índice del libro

 

 

 


En la bahía: la mujer y el hombre apresado

 


 

Una gran bahía.

 

Poderosa metáfora plástica de lo femenino.

 


 

Y una mujer -no un hombre- que la atraviesa.

 


 

Una mujer, entonces, confrontada a lo femenino.

 

Pero, a la vez, asumiendo una posición masculina:

 


 

conduciendo una motora,

 


 

penetrando en la bahía, atravesándola.

 

Esta secuencia, la de la bahía, tiene un centro inequívoco, tanto espacial como temporal.

 


 

Se trata de la blanca pero oscura casa de la madre, hacia la que la protagonista, Melanie, avanza primero y se aleja después.

 


 

y en cuyo interior penetra, en el centro de la secuencia.

 

¿A qué va allí esta mujer con esa dorada jaula de pájaros?

 

Hay dos respuestas que no son incompatibles:

 


 

a buscar a un hombre, a seducirle, podríamos decir en primer lugar; pero podríamos decir igualmente que a rescatarle, a sacarle de allí.

 

Pues está atrapado en esa casa, y así su jersey es tan blanco como la casa misma,

 


 

esa casa gigantesca -los árboles que la rodean la hacen mucho más grande- ante la cual él es tan diminuto como un niño pequeño.

 

Como les decía, no hay incompatibilidad entre lo uno y lo otro: seducirle es obligarle a seguirla y, haciéndole seguirla, sacarle, liberarle de ahí.

 

¿De dónde? Del lugar donde su madre le tiene atrapado.

 

 

 

 


Un gesto alienado

volver al índice

 

Y parece que lo logra…

 


 

Quiero decir: ella cree que lo está logrando.

 








 

De hecho, él ha salido de la casa de la madre, ha llegado hasta el otro extremo de la bahía donde se encuentra la ciudad, y allí la aguarda.

 


 

Ella es feliz, está radiante, pues se acerca el momento del encuentro de los enamorados… sí, pero…

 


 

Pero hay algo de excesivo en el gesto que dispone para el encuentro, esa suerte de máscara por la que quiere seguir el juego de la seducción haciéndose la tonta…

 

Pues, ¿no les parece que hay, en ese gesto, algo que bordea la alienación? Seguramente están ustedes acostumbrados a utilizar esta palabra en el sentido sociológico, digamos marxista, pero no lo es caso; hago referencia al sentido psiquiátrico: hablo de alienación psíquica.

 

Y les recuerdo que eso, la alienación psíquica, es el punto de llegada del film:

 


 

¿Lo ven? Es obligado llamar la atención sobre ello porque lo que sucede de inmediato es el primer atisbo del surgimiento de la locura en el universo narrativo del film.

 

Una locura que comienza a manifestarse con el primer ataque de los pájaros.

 

 

 

 


El comienzo del fin del mundo

volver al índice

 


 

De los cielos desciende un ave

 


 

que agrede a la mujer en su cabeza.

 

Cuando lean los contenidos del año pasado verán hasta qué punto ello pone en juego uno de los temas mayores de la historia de la pintura occidental: el tema de la Anunciación, en el que, como supongo saben, un ave,

 


 

el Espíritu Santo,

 


Diego Velázquez: (1635-1636) La coronación de la Virgen, Museo del Prado, Madrid

 

visita a una mujer con el mensaje divino que depara su embarazo.

 


 

Ven ustedes ese rayo de luz especialmente intenso que desciende desde el Espíritu Santo, en línea recta, sobre la cabeza de la Virgen María.

 

Pero, como verán,

 


 

lo que tiene lugar aquí es una Anunciación invertida en términos siniestros: pues ese contacto no trae la palabra divina ni la divina concepción, sino todo lo contrario.

 

No hay palabra, sino ira y agresión.

 

Y, por supuesto, no hay embarazo, ni redención alguna, sino todo lo contrario. ¿Qué?

 


 

Ni más ni menos que el comienzo del fin del mundo.

 

Y les llamo la atención sobre el hecho de que el delirio del fin del mundo es un tema habitual de los cuadros psicóticos.

 

 

 

 


Las gaviotas de la madre

volver al índice

 

De manera que

 


 

el lugar de esa ave mitológica cristiana es ocupado aquí

 


 

por la gaviota que ataca a la mujer.

 

Una gaviota que procede de una diosa madre y que es la expresión directa de su ira.

 

Quizás les parezca que lo que les digo es un interpretación -en ese sentido del que les decía que se suele dar a esta palabra en los estudios culturales-, pero no, no lo es.

 

De hecho, no me gusta hacerlas. Es, sencillamente, una constatación textual:

 


 

Aquí la tienen, a la gaviota que va a atacar a Melanie.

 


 

Aprecian ustedes su parecido con aquella otra ave:

 


 

Y lo más notable es que, a estas alturas de la película -el fotograma que les presento del momento del ataque corresponde ya a su minuto 24- todavía no hemos visto a la madre, a pesar de que ella sea, junto a Melanie, la otra protagonista del film.

 

Es cierto que Mitch, el varón, ha sido hasta ahora, junto a Melanie, quien ocupaba ese lugar.

 


 

Pero eso era en San Francisco.

 

Porque -y esto es un hecho realmente notable- si Mitch era protagonista en San Francisco, deja de serlo en Bahía Bodega.

 

Es decir: en Bahía Bodega, Mitch se diluye,

 


 

en la misma media en que irrumpe esa presencia mayor que es la madre.

 

La verán pronto, y verán como Mitch queda casi escondido tras ella.

 

Pero es obligado decir que, en esta escena, ella ya está presente.

 

Pues, aunque no la hemos visto todavía, es un hecho que, en cierto modo, la estamos viendo ya, siquiera metafóricamente, a través de su casa y, metonímicamente, a través de las gaviotas de su ira.

 

De hecho, ese proceso, el de la transferencia del protagonismo de Mitch a la madre, se está manifestando ya con toda claridad.

 

Pues ven ustedes bien como, en este plano, Mitch es una figura diminuta frente a esa casa que le rodea con sus grandes raíces.

 

Y es también una figura diminuta si le comparamos con esa gaviota gris que es la que realmente va a producir efectos -ella y no él- en la mujer.

 

Una gaviota gris, porque el gris

 


 

-y es exactamente el mismo gris-, es el color de la madre -tanto el de su cabello como el de sus cejas y el de su abrigo.

 

¿Se dan cuenta de que concretos, de qué precisos son los hechos textuales? Netamente objetivables.

 

Y bien,

 


 

de ahí procede la gaviota, de la casa de la madre, como la expresión directa de su ira hacia esa mujer

 


 

que ha osado introducir en su casa un mensaje de amor.

 

 

 


Malestar en el muelle -una sangre desplazada

volver al índice

 






 

Nada hay de extraño en que la sangre acontezca en el territorio del encuentro sexual.

 

Pero deben anotar el desplazamiento que aquí tiene lugar, pues la sangre no aparece en los genitales,

 



 

sino en la cabeza.

 

Un desplazamiento verdaderamente notable.

 

Y uno que se sitúa en el eje

 


 

de la alienación que les señalaba hace un momento.

 


 

Les recuerdo que la experiencia sexual es uno de los momentos en los que un proceso psicótico puede desencadenarse.

 

El encuentro con el cuerpo real puede entonces invadir la psique del sujeto arrasándola.

 

Y bien, como veremos en seguida, es un preciso dibujo de eso lo que estos planos ofrecen: la sangre del sexo invade la psique, se manifiesta en la sien misma del personaje.

 

Así pues, algo va ciertamente mal entre esta pareja de enamorados.

 


 

Lo pueden ver también en el pasmo de Mitch.

 

Pero pueden leerlo igualmente, pues está escrito en pantalla: Fay Mar.

 

Fay puede ser traducido por duende, trasgo, elfo, hada. Y Mar por dañar, estropear, arruinar.

 

¿Duende dañado? En tal caso podría tratarse de Mitch. ¿Hada dañada? Entonces se trataría de Melanie. Pero, en todo caso, es la relación de ambos la dañada.

 

O más exactamente: el daño ha producido en el momento mismo de su encuentro.

 


 

La cámara se mueve bruscamente siguiendo los saltos de Mitch.

 

•Mitch: Are you all right?



•Melanie: Yes, I think so.



•Melanie: What do you suppose made it do that?


•Mitch: That’s the damnedest thing I ever saw. I don’t know. It seemed to swoop down at you

 

Todos son signos de malestar. La cámara se mueve bamboleante, como traduciendo la sensación de mareo de Melanie. Las carreras de sus medias vuelven a hacerse visibles y el nombre de la embarcación de al lado, Fay Mar resulta ahora especialmente legible, suspendido como está sobre la figura de ambos.

 

 

 

 


La presencia de la diosa

volver al índice

 

Atendamos al diálogo:

 



•Melanie: What do you suppose made it do that?

 

Melanie, aturdida, pregunta al varón por la causa del suceso, es decir, por la conducta del ave.

 

Pero ya no estamos ante el Mitch que, en San Francisco, pareciera saberlo todo sobre los pájaros.

 

Éste, el de Bahia Bodega, ya no sabe nada sobre ellos:

 


•Mitch: That’s the damnedest thing I ever saw. I don’t know. It seemed to swoop down at you deliberately.


 

Pero no deja por ello de decirnos lo fundamental: que hay algo deliberado en ello.

 

¿Han leído ustedes a Homero? Me temo que la mayoría no, pues tal es el desastre cultural que padece nuestro inane sistema educativo. En todo caso, debo invitarles a hacerlo, pues es un contexto de referencia en el que esta línea de diálogo resulta más fácilmente legible.

 

En el mundo de Homero, detrás de cada suceso está la voluntad de un dios de cuya presencia allí mismo, en cada escena, da cuenta el narrador con el mayor detenimiento.

 

Podríamos decir que algo semejante sucede aquí, pues, invisible para los humanos más no para Homero, se hace presente la diosa madre que rige los destinos de Bahia Bodega.

 

Como les decía, la cámara en mano transmite al espectador el malestar -y más concretamente la sensación de mareo- que invade a Melanie.

 




•Mitch: Oh, you’re bleeding, too. Let’s take care of that. Okay?



•Mitch: That’s a girl.


 

 

 

 


Magritte

volver al índice

 


 

Les decía que la sangre no mana de los genitales, sino de la sien.

 

Y por cierto que eso sugiere la presencia latente de un pintor, surrealista, por cierto, que en mi opinión tuvo una alta influencia en Hitchcock y, muy especialmente, en Los pájaros.

 


René Magritte: (1938) La memoria

 

Me refiero a René Magritte:

 


René Magritte: (1948) La memoria

René Magritte: (1938) Memoria 1

René Magritte (1954) La memoria IV

 

 

El título de esta serie es siempre Memoria y se prolonga al menos entre 1938 y 1954.

 


 

Los pájaros, por su parte, es de 1963.

 

Es palpable la estrecha semejanza: la mujer, el mar, la sangre que mana de una herida en la sien.

 

Un desgarro -quizás un vacío- en la memoria.

 

 


De las cartas a los alimentos -riesgo

volver al índice

 


•Mitch: Come on.



•-What happened, Mitch?

 

Lo ven, ¿verdad? Me refiero a lo que está escrito en el cartel del fondo. Un poco más adelante puede leerse mejor:

 



Riesgo.

 

Hay un riesgo evidente en visitar el muelle de la sexualidad.

 


•Mitch: Gull hit her.


•A gull?

 

Y, una vez más, aparece alguien mirando, señalando lo extraño, lo escandaloso que parece haber en Melanie.

 

Y ya es una larga serie:

 


 

Seis hombres que se asombran tanto como no entienden nada.

 

Y una mujer que lo entiende todo.

 



 

Ciertamente, proliferan las indicaciones escritas en esta parte del film.

 

Así, ahora, nuestros dos personajes se encuentran flanqueados por dos palabras que son riesgo y comida.

 

Cuando lean el análisis que realizamos el año pasado verán cómo, en la parte anterior del film, las cartas y las dificultades de su circulación constituían un hilo notable en su desarrollo que venía a concluir en la escena en la que Melanie accedía al interior de la casa de la madre de Mitch.

 

A partir de ahí, las cartas desaparecen totalmente, por más que asistamos una último eco amortiguado de ellas en un par de las escenas que siguen -pero tendremos ocasión de constatar que en ambos casos comparecerán como cartas ausentes y ya imposibles.

 

En su lugar, anticipaba yo entonces, va a ser la comida, el alimento, igualmente marcado por notables dificultades, el que va a constituir el nuevo hilo destinado a sustituir a aquel.

 

¿Quieren otra inmediata confirmación de ello? Aquí la tienen:

 


•Mitch: Let’s try up at the restaurant, all right?


 

Todo indica que la puerta cerrada que ha intentado franquear Mitch era la de los primeros auxilios del puerto.

 

El mensaje escrito en ella es preciso: he
salido para comer.

 

De modo que es en el restaurante donde quedan localizados esos primeros auxilios.

 

¿Y no fue siempre así en la vida del cineasta?

 

Escuchen lo que cuenta sobre el asunto su mejor biógrafo, Donald Spoto, a propósito de una anécdota que tuvo lugar a principios de los setenta:

 

«Un periodista que acudió a entrevistarlo lo halló tan afectado por el vodka que sus observaciones fueron desacostumbradamente personales: Hitchcock dijo que todos los hombres eran asesinos potenciales, pero que la mujer es siempre la figura dominante en una relación. «Así es en la vida real», dijo pausadamente, mirando de reojo hacia la habitación de Alma y no dejando la menor duda acerca de su significado. «Mire a la esposa del productor que hace que su marido cancele una serie de televisión porque a ella no le gusta. Parece una frágil rubita sin la menor fuerza. Pero ella es la que vence. Hurga y hurga de tal modo que él haría cualquier cosa, pero cualquier cosa, simplemente para detenerla. Esa pequeña cosita puede bajarle los pantalones en cualquier momento si lo desea. Quizá también a mí me ocurra eso. Quizá mi esposa me domine más de lo que yo creo.» Y entonces, en un raro momento de sinceridad fuera de la pantalla, habló de su celibato de casi toda su vida, y de la psicología, y de su psicología acerca de la comida y del sexo: «Ocurre que, después de cinco o seis años, en la mayoría de las parejas casadas, «esa vieja sensación» empieza a disiparse. Entonces la comida ocupa a menudo el lugar del sexo en las relaciones.» Y diciendo eso cruzó sus manos encima de su enorme barriga.»

[Spoto, Donald: (1983) Alfred Hitchcock. La cara oculta del genio, Ultramar, Barcelona, 1985, p. 510]

 

 

volver al índice del capítulo

 

 

ir al índice del libro

 

 

 

 

1. Psicoanálisis y Análisis Textual

 

 

ir al índice del libro

 

 

 


Psicoanálisis y Análisis Textual

volver al índice

 

El nombre de la materia de este seminario es Psicoanálisis y Análisis textual.

 

Creo que es oportuno comenzar este año explicando el significado de este nombre.

 

El psicoanálisis es una palabra que nombra dos cosas.

 

Por una parte, una disciplina científica que se ocupa de los procesos psíquicos inconscientes y del aparato psíquico en el que estos encuentran su marco y posibilidad.

 

Y, por otra, es, también, una técnica terapéutica: la técnica terapéutica que tiene su fundamento en esa disciplina científica.

 

Pues bien, pienso que la mejor manera de presentarles nuestra materia consiste en hacerles ver que, en ambos ámbitos, el análisis textual desempeña una función esencial.

 

Para comprobarlo no tienen más que leer cualquier obra de Freud. En todas ellas podrán comprobar que su modo de explorar los procesos psíquicos no es otro que el análisis textual.

 

Pues eso es precisamente lo específico del modo de análisis que Freud practica: reconoce como texto al paciente al que escucha, y no solo en lo que se refiere a su habla sino también en todo lo que tiene que ver con su gestualidad corporal.

 

No tienen más que asomarse a La interpretación de los sueños para comprobarlo. Hagámoslo:

 

«En las páginas que siguen demostraré que existe una técnica psicológica que permite interpretar sueños, y que, si se aplica este procedimiento, todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de sentido al que cabe asignar un puesto determinado dentro del ajetreo anímico de la vigilia.»

[Freud, Sigmund: La interpretación de los sueños, p. 29.]

 

 

 

 


Lo psíquico y el sentido

volver al índice

 

Como ven, Freud habla de una técnica -la del análisis- que aborda el sueño como un producto psíquico provisto de sentido.

 

Y les llamo la atención sobre el hecho de que lo psíquico y el sentido son, para Freud, dos conceptos esencialmente emparentados.

 

Pues para él, es psíquico todo aquello que está provisto de sentido. De modo que, para él, el sentido es el rasgo definitorio de lo psíquico.

 

Si esa técnica permite analizar los sueños -e, igualmente, los síntomas-, si permite interpretarlos, es decir, determinar su sentido, es porque los concibe como textos.

 

 

 

 

 


Interpretación, análisis y sentido

volver al índice

 

Y no entiendan aquí la palabra interpretación en el sentido dominante que tiene hoy en los estudios culturales, según el cual habría tantas interpretaciones posibles como sujetos interpretantes, con lo que los textos tendrían tantos sentidos como los sujetos quisieran darles.

 

Sin duda, todo lector hace su lectura, que es siempre una lectura subjetiva. Pero no es de eso de lo que se trata en la interpretación psicoanalítica, es decir, en el análisis.

 

Pues en el análisis de un sueño, como en el de un síntoma, solo un sentido -o unos pocos sentidos- importan, aquel, aquellos, que son los del paciente que lo ha soñado o que lo padece.

 

Pues es solo cuando éste da con ellos, cuando los reconoce, cuando se produce el efecto terapéutico.

 

Y ello, ese efecto terapéutico, es el que prueba que esos eran los sentidos verdaderos.

 

Verdaderos, claro está, para la subjetividad del paciente.

 

El sueño o el síntoma son entonces textos portadores de un sentido que puede ser desvelado.

 

Les llamo la atención sobre esto, porque lo otro más o menos les suena a todos, me refiero al hecho de que ese sentido del que el sueño o el síntoma es una expresión desfigurada y desplazada es un deseo prohibido e inconsciente.

 

Pero con todo, sobre esto que ya saben, deben retener el hecho de que existe una relación significante entre esa expresión desfigurada y desplazada que presenta el sueño manifiesto, y su contenido latente, el constituido por ese deseo inconsciente.

 

 

 


Determinismo psíquico y deletreo

volver al índice

 

Si luego comienzan a leer cualquier análisis concreto de un sueño, verán como Freud pone esa técnica en marcha por la vía de deletrear cada uno de los elementos, cada uno de los significantes de esa expresión, en la seguridad de que todos ellos tienen significado porque todos ellos participan de lo que Freud llamó el determinismo de los procesos psíquicos.

 

Vean como lo describe:

 

«el psicoanalista se distingue por una creencia particularmente rigurosa en el determinismo de la vida anímica. Para él no hay en las exteriorizaciones psíquicas nada insignificante, nada caprichoso ni contingente; espera hallar una motivación suficiente aun donde no se suele plantear tal exigencia.»

[Freud, Sigmund: (1909) Cinco conferencias sobre psicoanálisis, p. 32]

 

Puede parecerles esto algo excesivo, pero, si lo piensan bien, se darán cuenta de que es el resultado directo de esa idea previa que les señalaba antes: que, para Freud el sentido es la condición de lo psíquico.

 

Y bien, nuestra materia espero que pueda servirles para comprobar hasta qué punto esto es así.

 

 

 

 


Texto y subjetividad

volver al índice

 

Demos un paso más.

 

Lo que les digo de los sueños y los síntomas, podemos decirlo igualmente de los actos fallidos, de los chistes, de los mitos y de las obras de arte.

 

¿Ven ustedes lo que hay en común en todos estos fenómenos y lo que hace posible que el psicoanálisis pueda desplazarse con tal facilidad de unos a otros de sus respectivos territorios? Sencillamente, en que todos ellos son fenómenos de índole textual.

 

En todos esos ámbitos, lo específico del modo de análisis textual que Freud practica estriba en que orienta su análisis hacia la subjetividad que en ese texto se manifiesta.

 

Sea la subjetividad de un paciente, la del autor de una obra de arte o la de un determinado grupo cultural.

 

 

 


La singularidad de la terapia psicoanalítica

volver al índice

 

Sé que algunos de ustedes están interesados en el contacto más inmediato con el ejercicio de la técnica psicoanalítica.

 

Quiero llamarles la atención sobre el modo en el que esta materia puede responder también a esa demanda -dado que creo que para el resto, para aquellos a los que les interesa más el psicoanálisis como herramienta de análisis de los fenómenos culturales y sociales, ese interés les resultará evidente desde el primer momento.

 

Para hacérselo ver, permítanme una primera mirada a la técnica terapéutica psicoanalítica.

 

No sé si han reparado ustedes en el hecho de que es la menos intervencionista de las terapias existentes. Y ello es así porque es, precisamente, en el sentido literal del término, una técnica analítica.

 

Ciertamente, toda terapia contiene necesariamente una práctica analítica, por pequeña que ésta sea. Pero, por lo general, ésta es solo el expediente previo para una intervención -utilizaré ahora un término de moda más bien irritante- proactiva.

 

El psicoanálisis no.

 

La terapia psicoanalítica se desenvuelve toda ella como análisis, de modo que excluye por principio tales intervenciones proactivas.

 

El analista guía, favorece y acompaña un análisis que es el propio paciente quien realiza. Por lo tanto, lo nuclear de la terapia psicoanalítica -no digo que el resto no sea importante- consiste en el análisis mismo.

 

 

 


Análisis textual, arte e inconsciente

volver al índice

 

Que, como les digo, es un análisis textual. Un análisis de ese texto que es el paciente mismo.

 

Y tenemos la constancia de que los procedimientos de ese análisis no son diferentes de los que el propio Freud utilizó cuando se ocupó del estudio de las obras de arte.

 

A este propósito, les llamo la atención sobre una virtualidad que ofrece el análisis de textos artísticos y de la que carecen, por ejemplo, las presentaciones de casos clínicos.

 

Las obras de arte -este es, en mi opinión, el fundamento mismo del hecho artístico- conmueven a su lector, y lo hacen de manera inmediata, en tanto que tocan, movilizan, su inconsciente.

 

Porque han visto recientemente Los pájaros, tienen ustedes una bien próxima experiencia de ello.

 

La afección que han experimentado durante ese visionado les ha puesto, de inmediato, en contacto con su inconsciente.

 

Les ha permitido localizarlo, en la medida en que se han sentido tocados en un lugar de su psique que no es el de su conciencia.

 

Creo que esto es lo más urgente para ustedes a la hora de avanzar en su comprensión del psicoanálisis.

 

Más allá de las explicaciones teóricas, y para que estas puedan encontrar su auténtico sentido, es necesario que hagan esa primera experiencia de la presencia de su inconsciente de la única manera en que ésta puede tener lugar: como algo que actúa desplazado de su consciencia.

 

Como algo que reside en otro lugar.

 

Y bien, eso sucede en la experiencia artística.

 

Viendo la película han sentido que ésta tocaba algo en ustedes, algo que se sitúa en un lugar que escapa al territorio de lo que su conciencia gobierna y desde donde desencadena una sorprendentemente intensa experiencia emocional.

 

Y por más que la conciencia de ustedes les diga que eso no era más que una ficción, esa experiencia emocional que ustedes han hecho y que su consciencia no ha gobernado, no, al menos, del todo, es real.

 

Pues bien, ahí tienen: lo inconsciente.

 

En forma de la experiencia de una interrogación emocional que saben que está ahí y que, a la vez, sienten que se les escapa.

 

Procuren saborearlo -quiero decir: tomar conciencia de la experiencia de su sabor- antes de comenzar a analizarlo.

 

Pues es ese sabor el que debe guiar el análisis.

 

 

volver al índice del capítulo

 

 

ir al índice del libro

 

 

 

 

23. El paso al acto


 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 03/02/2017 (4)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


Acechando a los indios

 


 

Un desierto sin atisbo de vida, total, absoluto. Y esta vez pétreo.

 


•(Wlnd howling)



•(Barklng ln dlstance)




•(Whlstles quletly)

 

Una mirada absolutamente fría y letal.

 

La de la fiera que acecha a su presa. Pero la de una fiera humana, dotada de memoria.

 


 

¿Y qué decir de la impasibilidad del predicador?

 



•Ethan: We can get within a couple of hundred yards of them.

 

Les anuncié que llegaba la hora de que esas dos caras de Ford, hasta ahora siempre enfrentadas, aparecieran finalmente aunadas.

 


•Ethan: There’s a hub back off the left.

 

 


Martin toma la palabra

volver al índice

 


•Clayton: the state of Texas is paying you 12 Yankee dollars a month.


•Clayton: Now’s your chance to earn it.


•Clayton: Tighten up your cinches.We go charging in about sunup.


•Clayton: ow, make sure that–


•Martin: Just a minute, Reverend!

 

Martin interrumpe la arenga.

 


 

Y avanza hasta colocarse frente al capitán, quien forma ahora un bloque con Ethan.

 



•Martin: We go charging in, they’ll kill her, and you know it!

 

Retorna la danza de Ethan y Clayton.

 

Ethan avanza hasta ocupar el centro entre los dos perfiles enfrentados.

 


•Ethan: That’s what l’m counting on.


•Martin: l know you are!


•Martin: lt ain’t gonna be that way. She’s alive. She’s gonna stay alive.


•Ethan: Living with Comanches ain’t being alive.


•Martin: Better that than her brains bashed out!


•Clayton: Now, son, l know this is a bitter thing to say, but there’s more at stake here than your sister.


•Ethan: There sure is.

 

Como ven Ethan y el predicador se encuentran ahora netamente alineados frente Martin.

 


•Ethan: l’m gonna tell you something. Didn’t mean to speak of it, but l’m gonna tell you now. You remember that scalp strung on Scar’s lance? Long and wavy?


•Martin: l saw it. Don’t try to tell me it was Martha’s or Lucy’s!


•Martin: lt was your mother’s.

 

Todas las mujeres de Martin – Martha, Lucy, Debbie, su propia madre- en manos de Scar.

 

Tal es el significado del enigma destinado a Martin: Siete Dedos, en la encrucijada de todos los cañones, el lugar de una cita con su destino; allí donde reina Cicatriz, el padre de la Horda, el amo de todas las mujeres.

 

Aquel cuyo asesinato debe constituir el acto fundador de la ley.

 


•Clayton: Come on, son.


•Martin: But that don’t change it.


•Martin: That don’t change nothing!


 

Martin avanza para ocupar un lugar entre Clayton y Ethan.

 


•Martin: Give me a chance to sneak in and get her before you come charging in.

 

Y el grupo avanza hacia cámara a la vez que se centra en el encuadre.

 


•Clayton: What if you get caught?


•Martin: That don’t tell them nothing. Just one man alone.

•Ethan: l say no.


•Clayton: You go right ahead, son.

 

Es Clayton el que le autoriza.

 


•Clayton: But at the first sign of an alarm, we’re coming in.


•Clayton: And we ain’t gonna have no time to pick and choose our targets when we do.



•Ethan: lt’s your funeral.

 

Pero es también Ethan el que asiente.

 



 

 


El salto y el acto

volver al índice

 


 

Llegó el momento del acto.

 


 

Martin, en lo alto de la roca, se perfila entre Martin y Clayton -quien sigue vestido de predicador.

 


 

Ethan golpea dos veces el brazo de Martin en un gesto de afecto y asentimiento que constituye la sanción definitiva de su decisión.

 

Ha llegado para Martin el momento de actuar solo.

 

Y es que, en el momento del acto, uno está siempre solo.

 


 

Martin comienza a descolgase desde la alta roca.

 


 

Llegado el momento, solo la mano de Ethan le sujeta.

 

Pero el acto exige renunciar a toda sujeción externa -ya sólo queda, desde luego, pero solo si ha sido incorporada, la interna, en forma de identificación conformadora del superyó.

 

Y salta -el acto es siempre un salto en el vacío.

 


 

 


El rapto de la mujer

volver al índice

 


 

No hay dificultad en identificar la cabaña del jefe, pues las calaveras de toros la identifican a la perfección.

 

Martin está ya ahí, aunque no lograremos distinguirle hasta que se mueva.

 


 

Y es que está del todo mimetizado en el paisaje indio.

 


 

Está disfrazado de indio.

 


 

Y sin embargo, a la vez, cubierto con una de esas mantas azules del ejército que son el signo de la locura -Mose- y la muerte -las cautivas, Debbie.

 




 

Ya saben que Debbie es propiedad de Scar.

 

Y saben que también de Martin, como lo establece el testamento de Ethan. De modo que éste está en condiciones de reclamarla como propia.

 

Y así aquí, como en la secuencia de la boda, una mujer -esta vez no Laurie sino Debbie- aparece designada explícitamente como una propiedad en litigio entre dos hombres que recurren, para tratar de conquistarla, a la violencia.

 

Tal es la lucha de Martin,

 



 

en la que, en cierto modo, Laurie y Debbie se confunden como esos dos aspectos de lo femenino de los que les vengo hablando.

 

A un lado Laurie: la novia vestida de blanco, dada por sus padres y futura madre de sus hijos.

 

Al otro, Debbie: la india: lo prohibido, la encarnación misma de la transgresión.

 



•Martin: Debbie.

 

Llega así la hora de esa figura mayor de las más variadas tradiciones mitológicas que es el rapto de la mujer.

 



•Martin: Debbie. Don’t say anything, Debbie! lt’s your brother Marty, Debbie.

 

Y ella, la mujer, grita.

 


•Martin: l’m gonna take you away. l’m gonna get you out of here, Debbie.


•Debbie: Yes, Marty. Oh, yes, Marty.

 

Grita tanto como abraza.

 



 

Y abraza tanto como grita.

 


 

 


El centauro y la cabellera de Cicatriz

volver al índice

 


•Clayton: Brethren, leave us go amongst them!

 

Ethan y Clayton se funden en la hora del combate.

 


•Greenhill jr: Bugler!



 

Ethan, en la furia de su ataque, golpea con su caballo a una mujer india.

 


 

Detiene por unos instantes su caballo ante ese umbral de muerte realzado por las dos calaveras de toro de Scar.

 

Y luego entra en la tienda sin desmontar.

 


•Ethan: Get in there!


 

Dentro, se impone la presencia brutalmente corporal del pecho de su caballo.

 

Pueden entenderlo como una metáfora radical: el lado más bestial de Ethan arrasa violentamente el espacio interior de Scar -como Scar arrasara el de la familia de Ethan.

 

Por cierto que este plano obliga a recordar este otro:

 


 

el del lomo sin montura de Ethan,

 


 

cuando éste ya sabía de la muerte inevitable de Marta.

 

La pasividad de entonces se torna ahora en la actividad de la venganza:

 



 



 

Impresionante la salida de Ethan: ahora las calaveras de toro le encuadran a él.

 

Es talmente un centauro, esa figura mitológica que combina lo humano y lo animal -y que le emparenta con los indios tal y como él mismo los describiera cuando hablaba de la fusión de estos con sus caballos.

 

Cosa del todo coherente pues él es ahora la encarnación misma del crimen.

 


 

Exhibe en su mano la negra cabellera de Scar, como éste en su momento exhibiera la medalla que Ethan regaló a Debbie.

 

La exhibe como un trofeo que acredita que se ha bañado en la sangre de su enemigo.

 

Y que, en esa medida, se ha identificado plenamente con él.

 


 

 


La mujer, el hombre, la violencia y el homenaje

volver al índice

 




•Martin: Oh,


•Martin: Oh, no, Ethan! No, Ethan!


•Martin: Oh, no, Ethan! No, Ethan!


•Martin: No, Ethan! No, Ethan!






•Ethan: Debbie!

 

El umbral de una gruta.

 

Es decir: un umbral extremo, carente de toda investidura simbólica, pues carece de puerta, ese significante mayor que articula la dialéctica entre el interior y el exterior -y por tanto, también, entre lo masculino y lo femenino.

 

Narrativamente, les decía, el lugar de la barra significante que constituye el eje semántico es el del conflicto.

 

Pero puede ser también el de la prohibición.

 

Y el de la localización de un acto: el del atravesamiento, es decir, el de la transgresión.

 



•Martin: No, Ethan! No!


•Martin: No, Ethan! No!



 

Ante el umbral, la mujer, el hombre y la violencia.

 


 

La cadera y el brazo de Ethan en primer término cargan la imagen de una extrema tensión en la que resulta imposible discernir lo que en ella hay de sexualidad de lo que hay en ella de agresión.

 




 

Ethan agarra a Debbie por las axilas y la levanta en el aire.

 

Pero, contra todo lo previsible, cierto hiato ha tenido lugar.

 

En vez de un único plano, se han sucedido dos, ambos tomados desde la misma posición de cámara.

 


 

Aquí acaba el primero y comienza el segundo:

 


 

¿Se trata de un truco para dotar al personaje de Ethan de una fuerza de la que carece el actor, Wayne? Desde luego, así es en cierto modo.

 

Pero si no se tratara más que de eso, habría que decir que se habría escogido la peor solución.

 

Pues se podría haber resuelto la cosa mucho más elegantemente sustituyendo a Ethan -quien se encuentra ahora de espaldas- por un musculoso especialista.

 

O también cambiando de angulación en el momento del corte, es decir, rodando el ascenso en dos planos con dos angulaciones diferentes -como por lo demás mandan los cánones de los manuales de montaje-, con lo que se conseguiría incluso acentuar, por el efecto reforzante del raccord sobre el movimiento, la intensidad del ascenso.

 

¿Por qué no se ha optado por cualquiera de esas dos soluciones más convincentes? Sólo hay una respuesta posible: Ford ha optado por hacer visible el hiato.

 

Con lo que ha introducido, a la vez, una suspensión y un énfasis.

 

En primer lugar, una suspensión: el plano 2 repite algunas milésimas de segundo del tiempo del plano 1.

 

Un instante en que el movimiento parece congelarse: lo suficiente para que cuaje la incertidumbre: ¿la matará?

 

Y, junto a la suspensión, el enfasis, cuya aparente gratuidad, obliga a recordar el otro momento equivalente:

 



 


 

¿La matará?

 

Matarla, poseerla, salvarla…

 


 

Y también: volver a un instante del tiempo que quedó truncado:

 


•Ethan: Lucy . You ain’t much bigger than when l last saw you.

 


 

En la violencia del acto y en el énfasis discursivo que lo escande, se anota también la modulación del movimiento: de la violencia, al homenaje.

 

Así pues, en este clímax final del film todo se configura sobre la vibración entre la violencia -es decir, la agresión- y el homenaje.

 

Ahora bien, ¿no son esas las dos caras de la conducta del hombre con la mujer? -en tanto mujer, quiero decir: en tanto sexo otro.

 


•Ethan: Let’s go home, Debbie.


 

 


Ethan renuncia a ser el padre de la horda

volver al índice

 

Pero miren, finalmente, Ethan renuncia a ser el padre de la horda, para ser definitivamente lo que siempre ha sido: un padre simbólico.

 

De modo que sabe que la ley que acata le prohíbe poseer a su hija, que debe darla, reintroducirla, en tanto mujer, en el orden simbólico.

 


 

Aunque sea por la vía del bricolaje -que finalmente es siempre la única posible.

 



 

Y todos entran en la casa olvidando a Ethan quien permanece fuera, del otro lado de su umbral.

 


 

Pues, como han leído en Freud, nadie quiere recordar el crimen sobre el que se funda la cultura.

 


 

Y lo mismo sucede con Martin y Laurie, quienes solo tienen ojos el uno para el otro.

 


 

Pronto Ethan desaparecerá fundido con el viento del desierto.

 

Pero por obra de su crimen inmemorial, ahora hay, al menos, una puerta para Debbie.

 

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

22. Mose, Clayton, Ethan


 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 03/02/2017 (3)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


La ley jurídica y la realidad, la ley simbólica y lo real

 


•Clayton: Well, Sister Jorgensen, it was a nice wedding party…


•Clayton: considering nobody got married.


•Clayton: [Man nelghs]



•Clayton: Ethan, l gotta ask you and Martin to take a ride with me down to the state capital.

•Ethan: ls this an invite to a necktie party, Reverend?


•Clayton: No, l wouldn’t say that.


•Clayton: Likely you had your reasons for killing Futterman.

 

Anoten lo que sucede en el momento en el que Clayton nombra la muerte de Futterman: Ethan ha arrojado el puro a la chimenea y empieza a jugar con una moneda.

 


•Clayton: Probably needed killing.



•Clayton: l’m talking to you now as a Ranger, not as a preacher.


•Clayton: The fact that all three of them was shot in the back…

 

Tres hombres muertos por la espalda -y, como recordamos, solo tres balas- cifran la exclusión de Ethan del territorio de la ley jurídica.

 

Retomando la idea wittgensteiniana que afirma que los limites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje -esa idea, se lo he señalado a ustedes más de una vez, de la que procede, bien que en ausencia de reconocimiento de la deuda, la noción lacaniana de orden simbólico-… retomando esa idea, digo, añadiré que la ley jurídica es la ley que rige las relaciones con nuestro mundo, con el mundo en tanto ordenado, como una realidad vuelta inteligible y previsible por el lenguaje.

 

Pero ya saben la objeción que formulo a esa concepción del lenguaje: es en exceso restrictiva, tan solo nombra lo que en el lenguaje hay de logos, orden lógico, sistema de inteligibilidad.

 

Olvida toda esa otra dimensión del lenguaje que desborda los límites mismos del logos, es decir, insistamos en ello, del orden mismo de la inteligibilidad. Esa dimensión que afronta el más allá de las fronteras de nuestro mundo desafiando la exterioridad radical de lo real.

 

Pues bien, podemos decir entonces que ley simbólica es la ley que rige las relaciones con esa exterioridad radical.

 


•Clayton: …was the only thing that raised some question.


•Clayton: That…


•Clayton: and a missing gold piece that was known to have been on him…

 

Como ven, Ethan nada oculta:

 

ha estado todo el tiempo ostentando la moneda que le relaciona con la muerte de Futterman.

 



•Clayton: just prior to his demise.


•Clayton: Ethan, l have to ask you for your gun.


 

Lanza la moneda al aire mientras, en un alarde en el manejo de la pistola, encañona a Clayton antes de, finalmente, entregarle su arma.

 


 

 


Asunto de Martin

volver al índice

 


 

Dice con ello que no se rinde ante su fuerza, sino por su propio cansancio.

 

Si ella sigue viva y con los indios, eso ya es asunto de Martin.

 

Y todo parece indicar que Martin lo sabe y lo asume:

 


•Martin: Well, if it’s all the same to you, Reverend…


•Martin: l ain’t going to Austin.


•Greenhill jr: Good evening, ma’am. Captain Clayton.


•Greenhill jr: Excuse me, ma’am.


 

En el centro, Ethan, prefigurando la confusión que se va a producir en el joven oficial.

 


•Greenhill jr: Captain Clayton, sir.


•Ethan: No.

 

Ethan y Clayton intercambian entonces sus posiciones en el cuadro.

 


•Clayton: l’m Captain Clayton.


 

¿Como pueden pensar que este sea el capitán? ¿Quién te has creído que eres, usurpando mi papel? ¿Quién es el auténtico capitán? ¿Quién soy yo, después de todo? Parece preguntarse Ford.

 


•Greenhill jr: You’re Captain Clayton?


•Clayton: Yes, l’m Captain Clayton.

 

Pero lo que importa retener es esto otro: que a partir de ahora va a cesar todo enfrentamiento entre Ethan y Clayton, dándose comienzo a una notable danza por la que uno y otro intercambiarán su posición central en el cuadro.

 


•Greenhill jr: Colonel Greenhill’s compliments, sir.

 


•Greenhill jr: Colonel Greenhill’s


•Greenhill jr: compliments. The colonel wishes–


•Clayton: Hold on. Who is this colonel you’re talking about?


•Greenhill jr: Colonel Greenhill is Colonel Greenhill. Commanding–


•Clayton: And who are you?


•Greenhill jr: l’m Lieutenant Greenhill, sir.


•Clayton: What is it your pa wants to know?

 

Como ven, el asunto de la filiación está siempre en el centro de todo.

 


•Clayton: Well, go ahead.


•Greenhill jr: My pa wants to know– Colonel Greenhill wants to know how soon you


•Greenhill jr: can put a company–


•Ethan: urn around, sonny.

 

Ethan interrumpe la conversación con un comentario despectivo que hace presente el recuerdo de la otra guerra civil.

 


•Ethan: Yeah, he’s a Yankee cavalryman.


•Greenhill jr: Colonel Greenhill wants to know how soon you could–


 

pero resuelve el contencioso reanudando esa danza de la que les hablaba:

 


•Greenhill jr: l resent that, sir.


•Ethan: Just funning, son, just funning.

 

La cámara sigue a Ethan quien se cruza entre los otros dos hombres y corrige la composición

 


•Greenhill jr: He wants to know how soon you can put men in the field for joint punitive action against the Comanche.

 

que pasa a centrarse sobre Ethan.

 


•Clayton: Joint what?


•Greenhill jr: Joint punitive action.

 

 


Mose

volver al índice

 


•Greenhill jr: We received information about a band of Comanches under a chief named Scar.


 

Y bien: éste era ciertamente el motivo de la recomposición del encuadre-

 


•Ethan: What information?


•Greenhill jr: That he’s not far from here holed up somewhere.


•Clayton: What makes you think he’s not far?


•Greenhill jr: Yesterday, a patroller picked up a man claims he was Scar’s prisoner two days ago.


•Greenhill jr: Talks kind of crazy, but we brought him along.

 

Habla como un loco.

 


•Greenhill jr: Says he lives here. Keeps mentioning a rocking chair.

 

Y habla de una mecedora.

 

De modo que no puede ser otro que Mose.

 


•Ethan: Mose!

 

Mose, una vez.

 


•Ethan: Mose!

 

Mose dos veces.

 



•Ethan: Mose!

 

Mose por tercera vez, siempre en boca de Ethan.

 

Tres hombres muertos por la espalda, tres disparos.

 

Tres veces pronunciado el nombre de Moisés.

 


 

Y hay algo casi patético en cómo es mostrado Mose:

 

su cabeza tapada, su brazo y espalda desnudos.

 


•Clayton: Take his arms, Sam.



•Jorgensen: Old Mose.


•Mrs. Jorgensen: lt’s Mose!


 

Como los cadáveres de las cautivas o la propia Debbie, Mose va semicubierto con una manta azul del ejército.

 


•Mose: Evening, ma’am. Come for my rocking chair.

 

Mose no soporta por más tiempo el frío de las noches del desierto.

 


•Mrs. Jorgensen: Bring him to the fire.


•Watch him!

•Grab him!


 

Pero no puede tenerse en pie.

 

Se desmorona.

 

Ya les he mostrado como Ethan y Clayton eran dos caras diversas del propio Ford: una, la de Ethan, proveniente de la identificación con el hermano mayor que siempre focalizó el deseo de su madre; la otra, la de Clayton, esa imagen de sí mismo como director de escena que en el fondo de sí se siente un cobarde.

 

¿No les parece que este Moss podría devolvernos otra de las caras de Ford? Me refiero a la del Ford que se hundía, entre rodaje y rodaje, inundado de alcohol y refugiado en su saco de dormir, en sus crisis de melancolía.

 


•Clayton: Get him up.


•Ethan: Here, get him a chair.

 

Pidiendo desesperadamente una mecedora que le acoja.

 


•Take a drink.


•Drink that down. Make you feel better.

•That’s it.



•Ethan: Mose. Scar, where is he?

 

No puede extrañarnos entonces que sea esa cara melancólica de Ford, Mose, la que sabe del paradero de Debbie.

 

Y, más allá del drama personal de Ford, eso es lo que hace de él, junto con Look, el otro adyuvante, el otro auxiliar mágico del relato: uno más de esos secundarios fordianos cuyos actos, siempre anónimos, sostienen el tejido del mundo.

 


•Mose: My rocking chair. You promised me my rocking chair.


•Ethan: Where is Scar?


•Martin: Ask him about Debbie.

 

Scar y Debbie son dos nombres inseparables.

 


•Martin: ls Debbie all right, Mose?



•Mose: Made out l was crazy.

 

Mose, como todos los locos, cree que sabe hacerse pasar por loco.

 

También ese era el caso del prototipo teatral de los melancólicos, el príncipe Hamlet.

 



 

Mas no por ello deja de saber de su propia locura.

 


•Mose: You don’t think l’m crazy, do you, ma’am?

 

Pero en el centro del plano no está Mose, sino Ethan: confrontado a la locura que Mose encarna.

 


•Mrs. Jorgensen: No, Mose, you’re just sick and hurt.


•Mose: Thank you, ma’am. Mose, try and remember. You were at Scar’s camp.


•Mose: Ate dirt, chewed grass. l fooled them–


•Ethan: Where’s Scar holed up?


•Mose: Won’t tell you.

 

En todo caso, porque está loco, desde lo más hondo de su locura, Mose no solo sabe dónde está Debbie, sino que pareciera conocer el testamento de Ethan.

 



•Mose: Tell Marty.


•Mose: Seven Fingers, Marty.

 

Su respuesta tiene la forma de enigma.

 

Y es que el loco de Mose es el mensajero portador del enigma cuyo destinatario no es Ethan, sino Martin.

 



•Mose: Seven Fingers.

 

Siete dedos.

 

Y hay siete personajes en plano.

 


•Mrs. Jorgensen: That’s enough. Let’s get him to bed.


•Ethan: Wait a minute. Seven Fingers?


•Greenhill jr: Beg to report, sir. That’s what he told us…


•Greenhill jr: but there’s no such place on the maps.

 

Se trata de un lugar que no figura en los mapas -que está, en suma, fuera del mundo nombrado por el lenguaje.

 


•Martin: Say…


•Martin: Say, isn’t it the Caddo name for where all them canyons join under the Malpais?

 

Y sólo Martin es capaz de interpretarlo.

 

Pues él sabe de un lugar que existe dentro del mundo de lo indio.

 


El odio de Laurie

volver al índice

 


 

Laurie, sentada en su escalera, en stand by, espera a Martin a la vez que adivina ya su nueva partida.

 


•Laurie: Martin?

 

Al salir Martin de la casa por la puerta por la que Laurie se disponía a entrar en su propia boda, oscurece a la muchacha con una acentuada sombra que anuncia la separación.

 


•Laurie: You’re not going. Not this time.

 

Martin se centra en plano.

 

Notable la composición en diagonales.

 

A la derecha, la de la barandilla de la escalera que debería conducir al abrazo amoroso.

 

A la izquierda, en cambio, una muy visible sierra que señala en dirección opuesta y que es metáfora del corte de la relación que ha de producir la nueva partida.

 


•Martin: You crazy?


•Laurie: lt’s too late. She’s a woman grown now.

 

Se dan cuenta del dramatismo que encierran las palabras de Laurie: Debbie, siendo todavía una adolescente, ya es una mujer

 

Y Laurie, en cambio, siendo mucho más mayor que ella, sigue condenada a esa posición de soltera y virgen que hace de ella una todavía no del todo mujer.

 


•Martin: But l gotta go, Laurie. l gotta fetch her home.


•Laurie: Fetch what home?

 

¿A qué casa?, pregunta Laurie dando a entender que no hay tal casa para ella.

 


•Laurie: The leavings of Comanche bucks, sold to the highest bidder…

 

Los despojos de los comanches vendidos una y otra vez al mejor postor con…

 

Un despojo, un resto, una puta, en suma, es, al decir de Laurie, Debbie.

 


 

Pero ello no es objeción a nuestra fórmula.

 

Tan solo indica que de eso que hay en ella, ella misma no sabe.

 


•Laurie: …with brats of her own?


•Martin: Laurie, shut your mouth!

 

Martin hace por partir y entonces Laurie pasa a ocupar el centro del plano

 


•Laurie: Do you know what Ethan will do if he has a chance?

 

¿Cómo lograba Ford estos alardes interpretativos en sus actores?

 

Las sombras que al fondo rodean la cabeza de Vera Miles, junto al volumen que la luz lateral da a su rostro y el brillo de sus ojos, son también, desde luego, parte del asunto.

 

El caso es que el plano manifiesta la extrema violencia de la novia despechada el día de su boda -y doblemente despechada, primero por ella misma, que ha faltado a su compromiso en tanto prometida de Charly; y luego por la nueva partida de Martin.

 

Es toda ella electricidad cargada de un odio letal.

 



•Laurie: He’ll put a bullet in her brain.

 

Ojalá él la mate.

 

Y con qué violenta literalidad: ojalá le meta una bala en su cerebro.

 

Y ese acto del padre respondería incluso al deseo de la madre.

 


•Laurie: l tell you, Martha would want him to.


•Martin: Only if


•Martin: l’m dead.




 

Y la novia debe ascender una vez más sola hacia su dormitorio, mientras su imagen se diluye en el desierto…

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

21. Rituales – Fiesta, Boda, Pelea

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 03/02/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


Fiesta

 


•Men singing: One, two, three, four!

 

Empieza la fiesta.

 

El film se convierte, al modo fordiano, en un musical.

 

¿Por qué?

 


•Men singing: There’s a yellow girl in Texas / That I’m going down to see;


•Men singing: No other darkies know her / No darkey, only me; / She cried so when I left her

 

La comunidad se encuentra reunida en la fiesta, enlazada en el baile.

 


•Men singing: No darkey, only me;


•Men singing: She cried so when I left her / That it like to broke my heart, / And if I only find her, / we never more will part.

 

Bailando unida, la comunidad vive su fiesta al margen del drama de Ethan, Martin y Debbie.

 


 

Aunque podríamos decir, igualmente, que la puesta en escena ha dejado huella de su ausencia.

 

Ello ha sido así en primer lugar, de manera casi imperceptible, en el paso de una secuencia a otra.

 

No sé si han reparado en ello.

 


 

Fíjense en Ethan.

 


 

Donde él se encuentra aparece, en la imagen, al fondo, una mecedora vacía -la que él nunca tendrá, pero sí Mose- junto a la ventana cubierta por visillos que sugieren la noche exterior.

 

Y un quinqué encendido.

 


 

Y no sólo eso porque, ¿qué me dicen de la canción? Si atienden a su letra verán que es realmente la más apropiada para dibujar al fondo la ausencia de Debbie.

 

«There’s a yellow girl in Texas

That I’m going down to see;

No other darkies know her

No darkey, only me;

She cried so when I left her

That it like to broke my heart,

And if I only find her,

we never more will part.»

 

No piensen que una yellow girl es una chica rubia.

 

Es, bien por el contrario, así lo explica la Wikipedia, una mujer de piel clara hija de padres negros y blancos.

 

Al igual que el darkey que canta es un oscuro, es decir, un
negro.

 

De modo que, como ven, en cierto modo, Debbie se hace presente por vía de la canción que habla de una bella mujer mestiza.

 


 

Y a los dramáticos viajes en círculo de los buscadores replican ahora los joviales bailes circulares de la fiesta.

 


 

Reaparece incluso la cruz de vigas que tan densa presencia tuviera en la primera parte del film.

 


 


 

Pero ahora localizando el centro del circulo constituido por los varones de la comunidad, donde se reúnen sus manos en un gesto de cordial unidad.

 


•Men singing: She’s the sweetest girl of colour / That this darkey ever knew;

 

«She’s the sweetest girl of colour

That this darkey ever knew;

Her eyes are bright as diamonds,

And sparkle like the dew.

You may talk about your Dearest Mae,

And sing of Rosa Lee,

But the yellow Rose of Texas

Beats the belles of Tennessee.»

 


•(cheering)

•Men singing: Her eyes are bright as diamonds, / And sparkle like the dew. / You may talk about your Dearest Mae,


•Men singing: And sing of Rosa Lee, / But the yellow Rose of Texas / Beats the belles of Tennessee.

 

Y tratándose de círculos y de movimientos circulares, es lógico que las faldas impongan su protagonismo.

 

Máxime en la fiesta de una boda, donde todo conduce a cierto centro localizado en el cuerpo de la mujer.

 

Pero decir esto es apresurarse, porque todavía el espectador no sabe que se trata de eso. De hecho, no terminará de comprenderlo hasta que la imagen del altar venga a confirmarlo.

 



•Clayton: Evening,


•Clayton: everybody!

 

Que la pauta musical prosigue lo demuestra el hecho de que la entrada del capitán Clayton solo se produce en el momento en que el baile ha concluido.

 


•Clayton: Evening, sister. We made it! Hello!


•Jorgensen: Hello. Where’s Charlie?


•Charlie: Well, sister, here he is! All curried and combed and washed behind the ears.


•Mrs. Jorgensen: Charlie, you look right handsome! l’d hardly know you.


•Charlie: Yes, ma’am. l can’t hardly recognize myself.


•Clayton: Let it on, Luther!

 

En su calidad de director de escena, Clayton da orden de que la música continúe.

 

Y el baile se reinicia.

 


•Cantantes: iya, partner.


•Men singing: Well, howdy, Charlie.


•Men singing: How’s your guitar?



•Nesby: Won’t you have a drink, Reverend?

 

Y el capitán se convierte en reverendo.

 


•Clayton: No, Nesby…


•Clayton: … not till l’m finished my clergying. Bar’s closed. Right, Sister Jorgensen?

 

Aunque actúa también como el alcalde que determina cuando se debe o no cerrar el bar.

 


•Mrs. Jorgensen: Right.


•Clayton: All right, let’s go! Let’s get her going!


•Clayton: Charlie!


 

 

 


Ford, Clayton y Ethan

volver al índice

 


 

Y por cierto que nada se nos ahorra de esa transformación del capitán en predicador.

 


 

así el cambio del pañuelo vaquero por la pajarita ceremonial, del gabán por la levita,

 


•Clayton: Go ahead, Lars.

 

o la conversión de sus soldados en monaguillos.

 


•Clayton: Bible.

 

Y, finalmente, la Biblia viene a ocupar el lugar de la pistola.

 

Como ven, todo un juego de cambio de emblemas que insiste en el sincretismo de funciones que se da en Clayton, pero que simultáneamente hace más visible el ser diferencial y la autonomía de cada uno de ellos.

 

Así, Clayton -capitán y reverendo, alcalde y director de escena- encarna y resume todas las instituciones de cierta comunidad patriarcal ensoñada por Ford y que éste no solo puso en escena en su cine, sino que trató de materializar más allá de sus películas, tanto en su equipo de rodaje -se hablaba de la Compañía Estable de John Ford– como en el Memorial Home, suerte de club privado que él mismo fundó y financió para rendir homenaje a los hombres que, durante la guerra, murieron bajo su mando en la unidad de fotografía militar que comandaba, el –Field Phto-, tanto como para reunir y mantener vivos los lazos de camaradería entre los supervivientes.

 

Les invito con ello a que no dejen de ver en este personaje cierta imágen que Ford trató de construir siempre de sí mismo, sin que ello les impida reconocerlo igualmente en esa figura opuesta que es la de Ethan, ese outsider, excluido y proscrito, pero, a la vez, héroe imprescindible que resulta dibujado aún con mayor nitidez por su contraste con el sincretismo de funciones sociales que encarna Clayton.

 

¿Les extraña que el cineasta pueda localizarse en dos personajes tan opuestos? Si es así es que todavía no han leído La interpretación de los sueños, donde Freud explica que, en cierto modo, todos los personajes de un sueño representan aspectos diferenciables del que lo sueña.

 

Y nada se parece tanto a un sueño -insistiré en ello una vez más- como una buena película.

 

Por cierto: pronto aparecerá un tercer personaje que nos devolverá un tercer rostro del cineasta.

 


•Clayton: Get them spurs off.


•Lars: Yes, sir.


•Clayton: All right, line up to the side, boys.


 

 

 


Boda

volver al índice

 


 

Y, como si todo el mundo hubiera oído la última orden del capitán-predicador, el espacio se despeja.

 

Lo que queda subrayado por el sonido de los pasos apresurados de los miembros de la comunidad que toman sus posiciones dirigidos por los Rangers de Texas, quienes actúan igualmente como miembros del clero involucrados en el buen orden de la ceremonia.

 

Un sonido el de los pasos que, dicho sea de paso, es la antesala del nuevo número musical que comienza de inmediato en el film.

 

Es el Clayton director de escena el que, nuevamente, ordena la música:

 


•Clayton: Music.


•Men singing: Yes, we’ll gather at the river.

 

En el mismo momento en que el predicador comienza su avance, la cámara inicia un travelling de retroceso

 


 

que introduce en la escena algo que ha debido estar ahí todo el tiempo, pero que hasta ahora había permanecido oculto para la mirada del espectador.

 

Las velas encendidas en sus candelabros,

 


•Men singing: The beautiful

 

convirtiendo en un altar la mesa sobre la que se encuentran.

 

Pero un altar bien diferente a aquel otro donde fue sacrificada Lucy, pues sobre éste se encuentra la Biblia, ese texto que, como ya les expliqué, es el que introdujo en el mundo la prohibición de sacrificio humano.

 


 

De modo que ya no hay duda posible.

 

Se trata de una boda.

 

Es una conversión radical del espacio la que con la aparición de este altar se produce, pero es no menos notable la semejanza de posiciones entre las actuales de la ceremonia y las anteriores de la fiesta:

 


 

Lo que manifiesta la esencial continuidad entre amabas.

 

Pues, ¿acaso el baile y la ceremonia de boda no son dos formas de simbolizar el encuentro sexual?

 


•Men singing: the beautiful, river.

 

Es evidente, por lo demás, la satisfacción del sacerdote en su papel.

 

Es, de acuerdo con lo que acabo de señalarles, la satisfacción misma de Ford rodando la escena.

 


 

Y no pierdan de vista la cadencia de las repeticiones, pues hubo ya otra ocasión en la que el Clayton actuó de reverendo antes de volver a hacerlo de capitán:

 


 

Desde luego que aquella fue una boda silenciosa y escondida, tanto como esta es una musical y pública.

 

Pero hay algo esencial que ambas tienen en común.

 

¿Qué?

 

Que ninguna de ellas alcanza su consumación en el encuentro sexual.

 


•Men singing: Gather with the saints at the river, / That flows by the throne of God

 

Sólo falta la novia.

 

Pues, como ustedes saben, la novia es siempre la última en llegar, conducida por su padre, para ser entregada al que va a ser su esposo.

 

 


Shall we gather at the river

volver al índice

 


•Men singing: Shall we

 

Fuera -lejos del calor de la comunidad: ven ustedes salir el humo de la chimenea- hace frío,

 


•Men singing: gather at the river,

 

La letra de la canción, se atraviesa con la narración, el verso que acaban de escuchar nos devuelve su título: Shall we gather at the river, es decir, Nos reuniremos en el río.

 

Pues, de hecho, aunque no hay río aquí, sí hay reunión: no solo la de los que se encuentran dentro de la casa, sino también la que va a provocar la llegada de los que se acercan procedentes de territorio indio.

 


•Martin: You don’t suppose they’re throwing a party for us, do you?

•Men singing: Where bright

 

Así quiere interpretarlo Martin, aunque, una vez más,

 


•Martin: That’ll be the day.

•Men singing: Where bright angels

 

su optimismo es desmentido por Ethan.

 

La frase That’ll be the day, que en la escena del testamento traducíamos literalmente, tiene aquí un sentido irónico que viene a significar más bien todo lo contrario.

 

Los subtítulos lo traducen como “¡Cuando las ranas crien pelo!“. Creo que habría sido más apropiado optar por algo así como “ni lo sueñes“.

 

Pero no conviene perder de vista la ambivalencia que el significado literal introduce, pues tiene mucho que ver con lo que se dice en esa canción, Shall we gather at the river. Conviene que la conozcan, dado que es una de las más insistentemente presentes en el cine de Ford.

 

Aquí la tienen:

 


 

«Shall we gather at the river,

Where bright angels he has brought,

With it’s crystal tides forever

Flowing by the throne of God

Yes, we’ll gather at the river.

The beautiful, the beautiful, river.

Gather with the saints at the river,

That flows by the throne of God

Ere we reach the shining river

Lay we every burden down,

Praise our spirits will deliver

And provide our robe and crown.

Yes, we’ll gather at the river.

The beautiful, the beautiful, river.

Gather with the saints at the river,

That flows by the throne of God

Soon we’ll reach the shining river,

Soon our pilgimage will cease,

Soon our happy hearts will quiver

With the melody of peace.

Yes, we’ll gather at the river.

The beautiful, the beautiful, river.

Gather with the saints at the river,

That flows by the throne of God»

 

Es una canción religiosa, evangélica, compuesta quince años antes del año en el que el film fecha que el comienzo de la narración.

 

Canta, como pueden ver, la feliz reunión de los creyentes en Dios más allá de la muerte. Y visualiza el cielo prometido como un río que fluye del trono de Dios.

 

Buena imagen del cielo para dar ánimos a los que, como los personajes del film, habitan en el desierto.

 

Pero hay algo notable en el modo en el que el cineasta incorpora la canción.

 

Vean las partes que se escuchan en el film:

 


 

«Shall we gather at the river,

Where bright angels he has brought,

With it’s crystal tides forever

Flowing by the throne of God»

(…)

Yes, we’ll gather at the river.

The beautiful, the beautiful, river.

Gather with the saints at the river,

That flows by the throne of God»

 

Como ven, se trata del comienzo y del final de la canción.

 

Pero lo llamativo es que el orden está invertido:

 

en la escena anterior hemos escuchado la estrofa final mientras que ahora, en esta escena, escuchamos la del comienzo.

 

 


La novia desvía su trayecto

volver al índice

 


•Men singing: he has


•Men singing: brought,

 

Y ciertamente la cara de pasmo de Jorgensen anuncia la quiebra de la ceremonia que está a punto de comenzar.

 


•Men singing: With it’s


•Ethan: l’m all right.

•Men singing: crystal


•Men singing: tides


•Men singing: forever /


•Men singing: Flowing

 

Hay un camino de luz acogedora que invita a abandonar la frialdad de la noche y que podría ser el equivalente a ese bello río capaz de hacer posible la reconciliación.

 

Pero Jorgensen corre a interceptarles el paso.

 


 

Es un buen representante de la comunidad.

 

Buena persona, pero también débil, alguien que busca, siempre que sea posible, deshacerse de los problemas y, si ello es posible, ni siquiera verlos.

 


•Jorgensen: Ethan, Marty! No, no, you can’t come in!

•Men singing: by the


•Jorgensen: The Rangers is in there.

•Men singing: throne


•Ethan: What’s that got to do with us?

•Men singing: God


•Jorgensen: You been posted for murder, the both of you!

 

La mención de un asesinato pone punto final a la música.

 

Como pueden ver, Ethan y Martin están del lado oscuro, exterior.

 

Y ahí mismo, ante esa puerta que ahora escribe el umbral de acceso a la comunidad, se nombra su exclusión: de nuevo la sombra de un crimen pesa sobre Ethan.

 

Y esta vez alcanza también a Martin.

 


•Jorgensen: That trader fella, the late Mr. Futterman.



•Jorgensen: The reverend and the Rangers are in there now, waiting.


•Martin: Well, what’s going on anyway?

 

Pero es un hecho que ese crimen algo tiene que ver con el deseo de la mujer.

 

Doy por hecho que se dan ustedes cuenta de que la barandilla de la escalera por la que ha descendido Jorgensen se mantiene acentuadamente visualizada, bien iluminada, en la zona derecha de la imagen.

 


•Jorgensen: -Well, the–


 

Poderosa la entrada en cuadro la de Laurie.

 



 

Como ven, ante la puerta que debiera ser la de la entrada de la novia en la ceremonia de su boda, se produce la interferencia que la va a cortocircuitar.

 


•Ethan: Looks like you two will have a lot to talk about. Come on.


•Jorgensen: But, Ethan, hide in the barn–


•Ethan: What for?


•Laurie: Martin.


 

Y la novia desvía su trayecto.

 


 

 

 


La comunidad no se alegra de la llegada del héroe

volver al índice

 


•Jorgensen: Please! Look, everybody!



•Jorgensen: Look, Mama. Look who’s here.

 

Como ven, la comunidad no se alegra precisamente de la llegada del héroe.

 


•Ethan: Evening.


 

Ni siquiera responden a su saludo.

 

De nuevo, pues, la señalización del héroe como aquel que atraviesa los confines de la comunidad y su legalidad y al que, por ello mismo, esa comunidad, siempre que puede, olvida.

 

Mas no todos, en la comunidad, lo hacen.

 

¿Cuál es la excepción? Sin duda,

 


 

la mujer, en tanto que desea.

 

Pues es bien evidente que,


 

aunque Charlie es un buen chico que toca bien la guitarra y respeta escrupulosamente las leyes de la comunidad, el deseo de Laurie no apunta hacia él, sino hacia ese otro,

 


 

Martin, que se inscribe en la senda del héroe y que por eso está marcado por la sombra de un crimen.

 


 

No es menos notable que, en el momento en que nos encontramos, la única que se interese por Ethan sea otra mujer:

 


•Ethan: Bar open?

 

la señora Jorgensen, la única que a estas alturas parece acordarse de Debbie.

 


•Mrs. Jorgensen: Ethan…


•Mrs. Jorgensen: … any news of our little girl?


•Ethan: She’s not a little girl anymore.


•Mrs. Jorgensen: You’ve seen her? She’s alive?


•Ethan: l’ve seen her. She’s alive.

 

Ya no es una niña.

 

Y sí, está viva.

 

Como ven, está aquí presente, elidido, lo mismo que lo estaba en el diálogo de Debbie con Martin.

 

Si ya no es una niña, es que es una mujer -india.

 

Lo que significa que se ha convertido en la esposa de Cicatriz: el hombre que violó y asesinó a su madre y a su hernana. Lo que coloca a Debbie en una posición incestuosa extrema -si ustedes prefieren: radicalmente tabú.

 

 


La demanda de la mujer

volver al índice

 


 

Volvemos al lugar de las conversaciones entre Laurie y Martin, el mismo donde la primera leyó la carta del segundo.

 

Casi en el centro se encuentra ella, vestida de novia.

 

Y, con ella, su queja.

 


•Martin: But l wrote you one letter.

 

Estamos en el hogar: no solo la chimenea, sino todo un despliegue completo de utensilios de cocina rodean a Laurie -no así a Martin, pues la presencia de estos desaparece precisamente a partir del punto donde él se encuentra.

 


•Laurie: One letter in five years.


•Laurie: l read it till the paper dried up and the writing faded out.

 

La leí hasta que el papel se secó y las letras se borraron.

 

Bella expresión en la que se mezcla la humedad de las lágrimas que acabaron borrando las letras con la piel seca, amenazada de envejecimiento, que llegó cuando aquellas lágrimas se agotaron.

 


•Martin: Yeah, guess it wasn’t much of a letter, was it?

 


•Laurie: No, it wasn’t.

 

Ella se vuelve

 


 

Y avanza hacia cámara.

 


•Laurie: You might’ve at least said you loved me.

 

alcanzando así una centralidad absoluta en la imagen.

 

Literalmente, su queja pasa a primer plano. Si me hubieras escrito, si me hubieras dicho…

 



•Laurie: You might’ve asked me to wait for you. At least that would’ve been something.

 

Si me hubieras pedido…

 

Ven la cadencia de la queja: reclama ser pedida, dicha, escrita.

 

Reclama, en suma, ser inscrita por él en el campo simbólico.

 


•Laurie: lt isn’t fair, Martin Pawley.

 

La invocación por Laurie del apellido de él lo confirma: no es justo, tú eres el que debe sostener el apellido y, con él, el orden simbólico mismo; tu eres el que debe nombrarme, introducirme en el mundo del orden simbólico.

 

Quizás alguno de ustedes piense excesivo esto que les digo. Quizás piense que ella, en la familia en la que vive, tiene ya sobrada inscripción simbólica.

 

¿Qué puedo responder?

 

Que quien piensa eso desatiende la letra que les deletreo:

 


•Laurie: One letter in five years.

 

si me hubieses escrito…

 


•Laurie: You might’ve at least said you loved me.

 

si me hubieras dicho…

 


•Laurie: You might’ve asked me to wait for you. At least that would’ve been something.

 

si me hubieras pedido

 

Tal es la letra: ella reclama ser inscrita por él en el campo simbólico.

 

¿Por qué? Porque es mujer, es decir, porque es india.

 

Volvamos aquí:



 

Es hora de actualizar nuestra cifra visual:

 



 

¿No les parece que éste es el motivo central de la sucesión de estos dos bloques -el de la boda truncada y el del ataque al poblado indio- que conducen al cierre del film? Trataré de mostrarlo en lo que sigue.

 



•Martin: But l always loved you.


•Martin: l thought you knew that without me having to say it.

 

Excelente la formulación de él, pues niega en todos los términos la demanda de ella: yo pensé que tú sabías, de modo que yo no tenía nada que decir.

 


•Laurie: lt isn’t fair, and you know it!

 

Laurie abandona el centro y la posición erguida.

 

Se sienta.

 

Llora.

 


•Martin: l wish you wouldn’t cry, Laurie.


•Laurie: Who’s crying?

 

Llora y, a la vez, sin embargo, niega que llora.

 

Anótenlo.

 



•Martin: Well, l just reckon the best thing for me to do is go away.



•Laurie: You do, Martin Pawley, and l’ll just die!

 

Y Laurie invade el espacio de él, abrazándole para impedir su partida.

 

 


La propiedad de la mujer en litigio

volver al índice

 






•Charlie: l’ll thank you to unhand my fiancée.

 

Es la propiedad de Laurie lo que está en litigio.

 


 

Ahora es Martin quien queda en el centro.

 


•Martin: You don’t mean you’re gonna be marrying him?


•Martin: Charlie MacCorry?


•Charlie: She sure is!


•Charlie: And don’t think your coming back is gonna change it either.

 

¿Se dan cuenta de que ella está bien cómoda ahí, viéndole a Martin hablar por fin?

 


•Martin: Well, now, as to that, l just don’t know, Charlie.


•Martin: We hadn’t gotten around to talking about marriage.


•Charlie: What right have you got to be talking marriage to any decent woman?

•Martin: lf you’re referring to that murder charge– And other things.


•Charlie: Maybe you think you was getting away with being smart about that lndian wife you took.


•Charlie: l’ll bet she ain’t the first squaw you ever–


•Charlie: Why, you ornery, no-good son of a–



•Laurie: Oh, Marty, you’ve done it again!

 

Es ella ahora la que está en el centro.

 


•Martin: Get out of my way!



•Laurie: Marty, Charlie! l ain’t gonna have fighting in my house.

 

De nuevo, lo que Laurie dice no corresponde a la verdad.

 

De hecho, si hubiera querido evitar el choque entre los dos varones, hace un momento, cuando llegó Charlie,

 



 

se hubiera colocado en el centro, interponiéndose entre los dos jóvenes, en vez de deslizarse hacia la derecha

 


dejado a Martin en el centro, convertido en su escudo frente a Charlie.

 


•Laurie: Marty, Charlie! l ain’t gonna have fighting in my house.

 

Ella quiere que esa pelea tenga lugar, en su casa, delante de todos, y por eso se encuentra ahora en el centro de esa disputa por ella misma.

 

Y es que esa es, junto a la del comercio, la otra gran manera de sentirse valorada, en tanto objeto de lucha por su posesión.

 


•Martin: Well, then we’re just gonna fight outside, doggone it.

 

Quiere que Martin luche por ella, que se imponga sobre su propia palabra dada: quiere, en suma, que la haga suya con todas sus consecuencias.

 


•Charlie: l ain’t toting no firearms.


•Martin: Well, that sure ain’t gonna be no problem.


•Laurie: Ma! Pa!

 

Y la comedia se acelera hasta bordear el slapstick.

 


•Laurie: Reverend Clayton!


•Charlie: After you, Marty.


•Martin: After you, Charlie.


 

 


Pelea – las mujeres y la violencia

volver al índice

 


•Laurie: Pa! Reverend Clayton!

 

Una novia atraviesa corriendo un plano general especialmente centrado -hay un pozo en su centro- reclamando la presencia de las figuras de la autoridad paterna.

 


•Laurie: Pa!


 

Y dos jóvenes varones avanzan marcialmente.

 


•Charlie: Well, here.

 

Decididos a afrontar la prueba de su virilidad.

 



•Charlie: Thank you.


•Charlie: Spit over that piece of firewood.

 

Es un leño lo que ahora hace de barra del significante que acota dos territorios.

 

Pero de nuevo no tanto define dos entidades semánticas, sino que se densifica hasta marcar el lugar de un choque.

 

Pues escupir sobre el leño es reconocerlo como el lugar del combate.

 

¿Se dan cuenta de que en ello estriba la principal inflexión por la que los relatos desbordan los límites del orden semiótico? Pues el orden semiótico es un orden de significantes que constituyen entidades significativas que se afirman en su diferencia y contraste mutuo.

 

Los relatos, en cambio, son la localización, en el lugar de esa barra significante, de la presencia de lo real mismo que cobra la forma del lugar de un combate.

 

Lucha de machos por afirmar su territorio -y aquí la mujer aparece como elemento esencial de su territorialidad: de hecho está escrita al fondo por la via de ese pozo que se hunde hacia las entrañas acuosas de la tierra.

 

Y no pierdan de vista que eso, la lucha por la posesión de la mujer que aquí se despliega en clave de comedia, va a ser en seguida retomada, en clave dramática, en el combate con Cicatriz.

 



•(Screams)


•Charlie: Quit that, Marty! That ain’t fair!




•Clayton: Martin! Martin!


•Clayton: Martin! Martin!

 

Si de algo no hay duda es de que Laurie está entusiasmada.

 

Luchan por ella.

 


 

Y todos, incluso el capitán-predicador, lo ven.

 


•Laurie: Marty,


•Laurie: now you stop that. Marty!


•Clayton: Marty! Charlie! Marty!




•Clayton: Sergeant MacCorry! Sergeant!


•Charlie: Yes, sir?


•Clayton: this here altercation in the line of duty?



•Charlie: No, sir. lt’s more in the nature of a private fight.


•Clayton: Well, all right, then. Go ahead. But fight fair. No biting or gouging.

 

Y la comunidad entera participa en la canalización de la violencia que el deseo ha desencadenado.

 

Para ello, Clayton es capaz de ser también árbitro de boxeo.

 


•Clayton: And no


•Clayton: kicking either!


•Come on, Charlie. Give it to him.


•Laurie: Pa! Mr. Edwards, make them stop!


•Ethan: Why? You started it.


•Mrs. Jorgensen: Marty, watch


•Mrs. Jorgensen: his feet!


•Mrs. Jorgensen: Oh, Ethan, no!


•Ethan: Don’t forget you’re a lady.

 

¿Es o no es un espectáculo para una dama?

 


•Come on!


•Fight fair now.


•Fight fair!



•Alguno: Don’t let Charlie–

 

El caso es que es extremo el entusiasmo que manifiesta el rostro de novia, apoyada a la barandilla de la escalera por la que hace bien poco descendía camino de su boda.

 

¿Deberé recordarles que procedía de su dormitorio? De ese dormitorio al que, tras la boda, habría de volver acompañada de su esposo.

 

¿Cómo no reconocer en ello el atractivo erótico que, para la mujer, puede poseer la violencia? Martin lucha por ella.

 

Lo que no ha sabido decir por carta, es capaz de decirlo ahora con los puños.

 

La intensidad de esa pelea manifiesta el valor de Laurie como objeto de deseo.

 

Y esa violencia de la que ella participa ahora como espectadora es índice de la violencia de la que podrá participar más tarde como amante.

 


•Alguno: Come on, Charlie!


•Clayton: Charlie, you all right?


•Marty, Marty, come on.


•Charlie: l reckon so.


•Clayton: Now, come on. l want you boys to shake hands and make friends.


•Charlie: Sorry l bit your ear, Marty.


•Martin: Oh, it– lt don’t hurt none, Charlie.

 

El sacerdote, jefe militar, alcalde, árbitro de boxeo y director de escena da orden de que continúe la música:

 



•Clayton: Now, you boys get cleaned up and we’ll proceed with the wedding.

 

Shall we gather at the river, de nuevo.

 


•Clayton: Oh, where’s my Bible?


•Charlie: There ain’t gonna be no wedding.

 

Pero las palabras de Charly la interrumpen.

 



 

Y Laurie sigue ahí, con su inmaculado vestido blanco de novia, cubierto con los lazos suficientes que la acreditan como objeto dispuesto para el deseo.

 

Pero, a la vez, por lo que a Charlie se refiere, constituida en objeto inalcanzable, tan alta en plano, tan fría -mirándole despreciativa- y protegida por la barandilla de la escalera, cuyo dirección ascendente señala ese dormitorio donde ella finalmente habrá de entregarse.

 

Pero no a él.

 

Y al fondo, de nuevo inscribiendo por inversión de 180º la posición de la cámara, Ethan.

 


•Charlie: Not till we get a few things cleared up around here.

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

20. Testamento

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 03/02/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


La herida del mundo

 




 

Ni el menor atisbo de vegetación. Solo rocas, por todas partes.

 

Entre ellas Ethan, quien, a pesar de la debilidad de su cuerpo semidesnudo y herido, diríase que fuera una más entre ellas -de hecho, el color de su piel es ahora el mismo de la roca sobre la que se apoya.

 


 

Pero, cosa sorprendente en él, sostiene un cuaderno en su mano.

 


 

Martin le da de beber. Le cuida.

 


•Martin: Well…


 

Y desenfunda su cuchillo en un gesto lleno de ambivalencia, máxime cuando sigue a su enfrentamiento con Ethan a propósito de Debbie.

 


 


•Martin: … looks as though l’m gonna have to open that shoulder again…

 

Es necesario abrir la herida del hombro.

 

¿Y no es una herida del mundo la gran hendidura en la roca con la que ha comenzado la escena?

 


 


•Martin: …get the poison out.

 

Abrir la herida para sacar el veneno.

 

Se refiere, claro está, al veneno introducido por la flecha india, pero se trata, también, a la vez, el veneno de odio que le habita.

 

 


•Martin: Beats me how you could have stayed alive this long.

 

Martin manifiesta su asombro ante la la capacidad de Ethan para seguir vivo todavía.

 


•Ethan: l want you to….

 

 

 


La Creación de Adán

volver al índice

 


•Ethan: To read this.

 

El pequeño cuaderno de piel y la mano que lo sostiene se encuentran ahora en el centro del plano, brillando por la luz que recibe sobre las sombrías rocas del fondo.

 


 

Ethan entrega a Martin su testamento.

 


 

José Luis llamó la atención, en su momento, sobre la semejanza de esta imagen con ésta otra:

 



 

Y ciertamente, en el plano compositivo, es notable.

 

La piel desnuda de Ethan tiene un tono bien próximo al de las figuras de Miguel Angel.

 

Las posiciones en altura de Dios y Adán corresponden bien a las de Martin e Ethan. La inclinación de la pierna izquierda de Ethan mantiene cierta semejanza con la derecha de Adán. Y el paisaje rocoso de fondo de ambas composiciones -sin vegetación alguna en ambos casos- es también congruente.

 

Y luego hay cierto eco compositivo que funciona más bien por inversión. Así, las figuras de Dios y de Ethan están más centradas que las de Adán y Martin.

 

Y en el plano semántico no son menores las semejanzas.

 

Así las diferencias de edad: De una parte, dos figuras maduras, próximas a la ancianidad -las de Ethan y Dios-, ambas manifestando, a pesar de su poderoso vigor, signos inequívocos de debilidad -Ethan herido, con un brazo en cabestrillo, Dios diríase que cansado tras la creación del mundo, teniendo que ser soportado por todas esas figuras que, no sin esfuerzo, le rodean y sostienen.

 

De otra, dos figuras juveniles -las de Martin y Adan-, que se aproximan ya a la edad madura, pero a las que todavía falta el vigor suficiente -la languidez de la posición de Adán y de Martin se expresa igualmente en la inclinación de sus cabezas y en la disposición de sus hombros.

 

En el fresco de Miguel Ángel, Dios da la vida a Adán con el contacto de su dedo.

 

Pero siendo el dios de la palabra y poseyendo ya Adán una entidad corporal, no hay duda de que es la vida en la palabra lo que le da -es decir, la existencia espiritual, el alma.

 

Ethan, por su parte, también es algo del orden de la palabra lo que le da, y de manera bien literal: un cuadernito en el que ha escrito su testamento.

 



•Martin: “l…


 

 

 


El Moisés de Miguel Ángel

volver al índice

 

Y recuerden la otra imagen que les suscité a propósito de ésta:

 


 

Les señalé entonces las intensas semejanzas compositivas.

 

Hoy toca anotar las semánticas.

 

En Miguel Ángel, las tablas de la ley, que en cierto modo son el testamento de Moisés para su pueblo. En Ford, el testamento de Ethan, que constituye la ley que otorga a Martin.

 

Lamento dejar abierto este año el asunto del Moisés freudiano, con el que tendremos que seguir trabajando el año que viene, pero éste lo urgente es concluir con The Searchers.

 

Por tanto, centrémonos en lo esencial de esa ley que Ethan lega a Martin.

 


•Martin: … Ethan Edwards…


•Martin: … being of a sound mind…


•Martin: … and…


•Martin: …without any blood kin…


•Martin: …do hereby….”


•Ethan: “Bequeath.” Means “leave.”


•Martin: “Bequeath…


•Martin: … all my property…

 


Ethan en el lugar del padre simbólico

volver al índice

 


•Martin: …of any kind…


•Martin: …to…


•Martin: … Martin Pawley.”

 

Como ven, ninguna interpretación existía cuando, desde el principio del análisis del film, les decía que Ethan ocupaba el lugar de padre simbólico.

 

Todos sus requisitos afloran aquí llevados hasta el extremo.

 

Nombra a Martin su heredero absoluto a la vez que afirma carecer de lazo alguno de sangre con él –es Ethan Andrews el que nombra su heredero a Martin Pawley.

 

Y lo hace en su mismo testamento, es decir, al borde de la muerte y por escrito.

 

En suma: le escoge como su hijo -como Yavhé escogió al pueblo judío.

 

Y si la escritura de Ethan no lo es sobre la piedra sino en un pequeño cuaderno de bolsillo, las piedras rodean por todas partes el acto testamentario.

 


•Martin: What do you mean, you don’t have any blood kin?


•Martin: Why, Debbie’s your blood kin!

 

Debbie es tu pariente de sangre.

 


•Ethan: Not no more, she ain’t.

 

Ya no lo es, responde Ethan.

 

Una vez convertida en india, cesa todo parentesco.

 

Pero atiendan a la otra cara del asunto: en la misma medida en que le lega a Martin todas sus propiedades, le lega igualmente esa propiedad que es Debbie.

 


•Martin: Well, you can keep your will!


•Martin: l don’t want any of your property!

 

Martin se subleva: rechaza violentamente el testamento de Ethan.

 

Y, sin embargo…

 



•Martin: l ain’t forgetting you was getting all set to shoot her yourself. What kind of a man are you?


•Ethan: She’s been living with a buck!


•Ethan: She’s nothing but a–


•Martin: Shut your dirty mouth!


 

Con qué rapidez se pasa del cuchillo que cura al cuchillo que mata.

 


•Martin: l hope you die.

 

Martin verbaliza su odio al padre -ese deseo criminal que a él mismo habita.

 


•Ethan: That’ll be the day.

 

Llegará el día.

 

Sin duda: llegará el día en que Ethan esté muerto -es, ya se lo he señalado a ustedes más de una vez, desde después de ese día donde comienza la narración del film que Martin nos ofrece. Cuando ya comprende que en el núcleo de ese testamento esta el enunciado según el cual, a partir de ahora, Debbie es asunto suyo.

 



 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

19. Umbrales

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 20/01/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


La manta india que anuncia a Debbie

 



 

En primer término, una manta india.

 

Al fondo, arriba, un minúsculo punto: es la cabeza de Debbie. Por supuesto, ustedes todavía no reparan en ella, pero ya está ahí. -Ella es el desierto.

 


•Martin: You think old Scar means to kill us?


•Ethan: He’s got to.


•Ethan: We’ve been asking for it for five years.

 

Cinco años ha durado la búsqueda.

 

Y pueden tomarse lo dicho al pie de la letra: ellos llevan cinco años pidiendo a Scar que lo haga.

 

¿Qué? Lo que tiene que hacer: matarles.

 


 

Ethan arroja una piedra.

 



•Martin: Well, why didn’t he make his move back there?


 

Y luego se acerca a su manta india.

 


•Ethan: Hospitality, l guess. Comanche hospitality.


 

Entra en contacto con ella.

 

Y es justo en ese mismo momento vemos a Debbie emerger en lo alto de la duna.

 



•Ethan: Why? Do you wanna pull out too?

 

Es un pregunta retórica. Sabemos -Ethan también lo sabe- que Martin no va a retroceder.

 

Pero se trata de verbalizar ese paso decisivo con el que culmina la formación de Martin -el fin, si prefieren decirlo así, de su largo proceso de iniciación. Todo ello se resume en esto: en que Martin está dispuesto a morir.

 



•Martin: “Big Shoulders.”


 

Pueden adivinar dónde va a tener lugar el encuentro, porque está ya escrito en la imagen.

 

¿Dónde? En el límite de ese riachuelo que divide el espacio en dos territorios, a modo de frontera que los separa.

 


 

Es en ese límite donde se detiene Debbie, y es Martin -una vez más- quien intenta cruzar la lengua de tierra que podría conectar ambos territorios.

 

Hasta ahí, pues, llega Martin, decidido a intentar atraer a Debbie al otro lado.

 



•Martin: Debbie?


•Debbie: (speaks ln comanche)


 

Pero es otro el idioma que Debbie habla.


•Martin: Debbie. Debbie, don’t you remember? l’m Martin. l’m Martin, your brother.

 

Recuerda.

 

Encendamos el contador.

 


•Martin: Remember?

 

Recuerda. Dos.

 



•Martin: Debbie, remember back.

 

Recuerda el pasado. Tres.

 


•Martin: Do you remember how l used to let you ride my horse?

 

Recuerda. Cuatro.

 


•Martin: And tell you stories?


•Martin: Don’t you remember me, Debbie?

 

Recuerda. Cinco.

 


•Debbie: l remember.

 

Y finalmente 6: Debbie recuerda.

 


•Debbie: From always.

 

Pero lo que Debbie recuerda es sobre todo cómo olvidó.

 


•Debbie: At first, l prayed to you:


 

 


Acto de amor, acto de odio

volver al índice

 


•Debbie: …take me home.”

 

No está Ethan en principio, como pueden ver, decidido a matarla.

 

Si ella quisiera volver, si pudiera aceptar renunciar a ser india…

 


•Debbie: You didn’t come.

 

Y hay que añadir: fue Scar quien vino en tu lugar.

 

Se dan cuenta ustedes de que esto, no por no dicho, está menos presente. De hecho, es lo más presente de todo, probablemente no para Martin, pero desde luego sí para Ethan tanto como para la propia Debbie.


•Martin: But l’ve come now, Debbie.


 

Ya es tarde es la otra réplica implícita de Debbie que conduce a la única replica explícita, ya netamente conclusiva:

 


•Debbie: These are my people.

 

Pueden imaginar lo otro que resta implícito: ella, si no tiene ya un bebé indio, estará probablemente embarazada -de hecho, si no recuerdo mal, la cautiva real en la que se inspiró la historia llegó a tener dos o tres hijos indios con el jefe que la raptó.

 

Si ella se afirma ya como india es porque fueron los rituales, es decir, las ceremonias simbólicas comanches, las que la ayudaron a separarse de ese producto real que había emergido de su cuerpo -y ese es el otro aspecto determinante de lo mujer que hay en ella.

 

Y bien, es todo eso es lo que motiva la decisión de Ethan.

 

Pues ella misma ha afirmado pertenecer al pueblo -y al hombre- que mató a Martha.

 


•Debbie: (speaks ln comanche)


•Debbie: Go. Go, Martin. Please.



•Ethan: Stand aside, Martin.

 

Y es así como

 


 

el acto de amor que Ethan nunca pudo realizar con Martha está a punto de convertirse

 


 

en el acto de odio que se dispone a realizar con Debbie -y esa conexión da a ambos su magnitud eminentemente sexual.

 

Con ello, huelga decirlo, replica el dictado vengativo de Scar: por la mujer que nunca tuvo y perdió en manos de los indios, Ethan va ahora a arrebatar ahora una esposa a Scar.

 



•Martin: No, you don’t, Ethan.

 

Pero Martin se interpone:

 


•Martin: Ethan! No, you don’t!


 

Como ven, ha culminado su proceso formativo.

 


•Ethan: Stand aside!



 

Pero un milagro en forma de indio lo impide.

 

Y la escena invierte su dirección.

 



 

 


Umbrales

volver al índice

 




•(hooting)



•Martin: Debbie. Debbie.

 

¿Y Debbie? Ha desaparecido -en el interior mismo del desierto.

 


 

Sigue una persecución que conduce a una insólita configuración plástica:

 






 

Ven a lo que me refería.

 

La cámara, de pronto, se ha emplazado en el interior de una roca decidida a aguardar allí a los personajes.

 

Es una decisión llamativa, porque va a la contra de la tensión narrativa -del suspense si ustedes prefieren- de la escena: y es que prejuzga su desenlace. Lleva a dar por hecho que Ethan y Martin se van a refugiar allí.

 


 

En ese espacio interior se refugian hasta casi desaparecer de nuestra mirada si no fuera por lo claro de sus sombreros.

 


 

De modo que el umbral mismo, entonces, se impone sobre lo que muestra.

 

Lo que nos reenvía, sin duda, al comienzo del film, ya saben:

 


 

Y saben igualmente que desde el principio esos umbrales estaban directamente asociados a la mujer

 


 

y a su ambivalencia fundamental en el campo de la imagen.

 

Umbrales ardientes:

 


 

Más tarde, cuando el hombre se aproxima a un nuevo umbral,

 


 

no por ello ese umbral deja de estar esencialmente asociado a la mujer.

 


 

Y ello retorna luego,

 


 

con el paso del tiempo y las generaciones.

 


 

de modo que lo mujer comparece por esa vía como un dato que se sitúa fuera de lo narrativo y de lo histórico.

 

Y, ciertamente, los umbrales siguen presentes a lo largo del resto del film. Mas hay que anotar que, a partir un momento dado, eso umbrales cambian de aspecto.

 

El rectángulo desaparece en favor de formas menos rectilíneas,

 


 

mar curvadas y, digámoslo así, más semejantes a las orgánicas:

 


 

Hendiduras del mundo ante las que los varones manifiestan su perplejidad.

 



 

Y ante las que se tensan sus mayores conflictos:

 


 

-y recuerdan que dentro esperan las mujeres de Scar.

 

Lo que nos conduce aquí

 


 

donde las hendiduras del mundo ya se han desligado no solo del rectángulo, sino también de la casa, incluida la más primitiva, como es el caso de la tienda india.

 

Se trata ahora de una cavidad en el interior de la tierra misma.

 

Lo que se prolongará y acentuará en el comienzo de la escena que sigue

 




•Scar: (shouts ln comanche)













 

 

 

 


Testamento

volver al índice

 



 

Una inmensa hendidura, sin duda producida durante siglos por agua como la que hace un momento veíamos recoger a Martin en su cantimplora, desgarra dos gigantescas rocas.

 


 

Nos sorprende la pequeñez de Martin cuando le vemos avanzar por el interior de esa hendidura.

 


 


•Ethan: Move!

 

¿Recuerdan a Ethan adentrándose en un lugar parecido

 



 

mientras los muchachos, y la cámara con ellos, daban un rodeo que huía del lugar central hacia el que Ethan avanzaba?

 

 


 

¿Y recuerdan a Ethan saliendo de allí, de ese lugar central que los jóvenes habían rodeado y, así, evitado?

 

Les decía entonces que la interrogación del sujeto -que es siempre interrogación por lo real- se manifestaba entonces idéntica a la interrogación por el saber del padre.

 

Y bien, ¿cuál es el saber del padre sino el que este ha obtenido de la exploración de esa tierra incógnita que es el cuerpo de la madre?

 


 

 

 


La mujer y sus umbrales – Hable con ella

volver al índice

 

No sé hasta qué punto puede parecerles excesiva la conexión que les vengo señalando entre estos umbrales, progresivamente menos culturales y cada vez más telúricos, con la mujer -o, más exactamente, con eso que les he invitado a nombrar, sin duda que forzando el lenguaje, lo mujer.

 

Pronto encontraremos, en el film, una confirmación final.

 

Pero antes voy a recurrir a unas imágenes externas a The Searchers que nos permitirán localizar el asunto con toda precisión e inmediatez:

 









 

He usado más de una vez estas imágenes almodovarianas en este seminario, porque tienen la virtud de permitir hablar de algo que, sin su apoyo, resultaría con toda probabilidad rechazado.

 



 

Deberán reconocerme que la semejanza visual, plástica, se impone.

 

Y por cierto que lo que contrasta entre ambas escenas potencia aún más su relación: pues mientras Martin sale al exterior -y recuerden que lo que le aguarda son las palabras del padre en su manifestación más extrema: la del testamento, el protagonista de El hombre menguante, como el Benigno de Hable con ella, penetra en el interior para desaparecer definitivamente en él.

 

Y es que en el universo almodovariano -y esto lo hace extraordinariamente relevador de nuestro estado psico-cultural- no hay figura paterna alguna capaz de permitir esa construcción, necesariamente exterior, del sujeto.

 

Pero volvamos a lo que nos interesa ahora: Hable con ella hace literal lo que en The Searchers está presente como una insistente metáfora: me refiero a eso que -por proceder de la conformación misma del cuerpo real de la mujer- constituye una articulación simbólica primaria que aparece en la mayor parte de las culturas:

 


 

la que relaciona a la mujer con la tierra, la que -por ello mismo- relaciona sus aberturas con las aberturas de la tierra.

 

Y la que, por ello mismo, establece una ecuación de correspondencia entre todas ellas.

 



 


La mujer y sus umbrales: persiguiendo a Debbie

volver al índice

 

Volvamos a The Searchers:

 





•Martin: Oh,


•Martin: Oh, no, Ethan! No, Ethan!


•Martin: Oh, no, Ethan! No, Ethan!


•Martin: No, Ethan!


•Martin: No, Ethan!




 

Hay, llegado el momento, un movimiento de descenso, de caída de Debbie…

 

 

Que conduce hasta aquí:

 


•Ethan: Debbie!

 

¿Por qué la cámara se coloca en el interior de esta cueva en la que, sin embargo, nadie va a entrar? ¿Por qué se suscita la presencia de tal cueva en la que nada va a suceder? Es ahí, en todo caso, donde Ethan, en vez de matar a Debbie -pero esta posibilidad no deja de estar presente- la rescata.

 

Es decir: la rescata en el borde de ese umbral que se abre hacia el interior de la tierra.

 

Ahora bien, si la rescata en ese borde, y si ese borde está, como vengo de mostrarles, esencialmente asociado a lo mujer, entonces podemos decir que, en cierto modo, la rescata de sí misma.

 

Pero para comprender en profundidad todo esto resulta imprescindible dedicar la última sesión de este seminario a ese bloque narrativo que algunos -desorientados- tienden a pensar innecesario: el de la boda interrumpida de Laurie.

 


•Martin: No, Ethan! No!


•Martin: No, Ethan! No!



•Ethan: Let’s go home, Debbie.

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

18. En espejo – Ethan y Scar

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 20/01/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


El comercio prosigue en una taberna mexicana

 


 

Lo habíamos dejado aquí.

 


 

Sigue la escena en la que Laurie prosigue y concluye la lectura de la carta.

 

Pero la omitimos ahora, dado que nos ocupamos de ella en su momento, como lo hicimos con el encuentro

 


 

de Ethan y Martin con Mose en la cantina mexicana.

 

Pero sí deberemos ocuparnos de la segunda parte de esa escena, a partir del momento en que es introducido ese nuevo personaje que es Don Emilio Gabriel Fernández y Figueroa, a todas luces rico hacendado mexicano.

 


•Ethan: Who is this man?



•Fernández: l am this man, señor.

•Fernández: Emilio Gabriel Fernández y Figueroa.

 

Don Emilio ocupa el centro del cuadro y, de inmediato, suscita la cuestión del dinero.

 


•Fernández: At your service. For a price.

 

¿Qué sucede a continuación?

 


•Fernández: Always for a price.

 

Figueroa abandona el centro del cuadro, pero la cámara no corrige su angulación para seguirle.

 

Por el contrario, se mantiene estática, porque una mujer -esta vez una joven mexicana- viene a ocupar ese centro que ha dejado vacío.

 


•Fernández: (speaks ln spanlsh) Tequila para todos los señores.


•Fernández: ¡Carmen! Afuera a la cocina con tu tía. Vete.

 

Por supuesto, Figueroa la expulsa de inmediato -no debe distraer a los hombres cuando hablan de negocios- y el posadero, probablemente su padre, refrenda en seguida su expulsión.

 


•Posadero: ¡Lárgate, tarantana!

 

Pero eso no debe hacernos olvidar que su presencia se ha manifestado en conexión directa -por yuxtaposición inmediata- con la referencia al comercio -al precio y al dinero- realizada por el hacendado en el momento mismo de su presentación:

 


•Fernández: At your service. For a price.

 

En el centro del cuadro se habla del precio

 


•Fernández: Always for a price.


•Fernández: (speaks ln spanlsh) Tequila para todos los señores.


 

y ese centro del cuadro pasa a ser ocupado por una mujer joven que, además, por la vía del baile, exhibe los atractivos de su cuerpo.

 

De modo que es de nuevo el comercio a propósito de la mujer el que se suscita, en la que ya es la cuarta transacción -y la segunda relativa a Debbie.

 


•Fernández: ¡Carmen! Afuera a la cocina con tu tía. Vete.


•Posadero: ¡Lárgate, tarantana!



•Martin: Say, l think l’d like just–


•Ethan: Wait till you grow up.


 

Ethan no quiere perder el tiempo.

 

Pero esta vez no es Futterman quien se encuentra frente a él, sino un mexicano que considera que la buena negociación requiere de su liturgia.

 


•Fernández: (speaking ln spanish) Salud


•Ethan: (speaking ln spanish) Pesetas.

 

Y nos es recordado por segunda vez ahora aquel tiempo pasado, anterior al comienzo del film, en el que Ethan participó en la guerra méxico-estadounidense del lado de los mexicanos derrotados, pues sin duda allí aprendió las expresiones que ahora utiliza.

 

•Fernández: (speaking ln spanish) Y tiempo para gastarlas.


•Ethan: (speaking ln spanish) Siempre.



•Fernández: (speaking ln spanish) Tabacos para los señores.


•Posadero: (speaking ln spanish) El mejor tabaco del mundo,


•Posadero: (speaking ln spanish) señor, aquí…



•Fernández: (speaking ln spanish) ¿Otro, señor?


 

Ethan considera agotada su cuota de cortesía.

 


•Ethan: Let’s talk a little business.

 

Y la avaricia, el impulso compulsivo hacia el dinero, invade el rostro del mexicano.

 

Ciertamente, la cantina mexicana


 

es muy diferente de la taberna de Futterman.

 

En ella no hay lugar para el comercio descarnado de mujeres anónimas -la prostitución moderna-, sino solo el comercio simbólico y por eso ritualizado de mujeres que tienen nombre -lo han oído: Carmen.

 

Y Figueroa es un tipo bien diferente a Futterman.

 


 

Pero en cualquier caso comparte con aquel su avidez por el dinero.

 


 

Pasión esa que, como ven, Ethan desconoce absolutamente.

 


•Fernández: Why not.



 

Mientras, Carmen insiste en ser objeto de comercio.

 



•Martin: Mamacita, más frijoles, please.

 

Pero Martin tiene hambre y, por lo demás, está escarmentado.

 


•Carmen: Mamacita, más.

 

 


El fuego y la pulsión de Ethan

volver al índice

 


•Carmen: Eh, que bueno. Hum.


 

Hemos visto ya como esta escena conectaba con aquella otra del comercio con Futterman.

 

Toca ahora ver como conecta con la del comercio con los indios que concluyó con la boda de Look:

 


•Ethan: Let’s go.


•Martin: But l’m hungry.

 


•Ethan: Let’s go. l think l stumbled onto something.

 

En ambos casos Ethan avanza por el centro de cuadro

 


 

ordenando partir e interrumpiendo la actividad que ocupaba a Martin -en un caso comerciar, en otro comer.

 

Debo, pues, insistir: Ethan es todo él pulsión.

 

Pero pulsión unívoca, concentrada, absolutamente focalizada: nada que no sea encontrar a Debbie le distrae -ni el dinero, ni la comida, ni el alcohol, ni las mujeres…-

 

Y por otra parte, en ambos casos, se pronuncia, a continuación, el nombre de Scar.

 


•Martin: Scar? You found him?

 


•Ethan: Well, while you’re filling your belly l’m going out to meet a Comanche named Cicatriz.


•Martin: Never heard of him.


•Ethan: Cicatriz is Mexican for


•Ethan: “Scar.”

 

Y cuando se pronuncia ese nombre, salta el fuego.

 


 

¿Cómo no volver de nuevo a la escena en la taberna de Futterman que concluía igualmente con el fuego?

 


•Futterman: Said it belonged to a captive child of Chief Scar.


•Martin: Scar?


•Martin: We ain’t never heard of him, have we?


•Futterman: Me neither. But this buck claimed he was a big war chief with the Nawyecky Comanches.


•Ethan: Keep talking.


•Futterman: Scar’s band was headed north to winter in at Fort Wingate, eating agency beef.


•Futterman: That’s what this buck said. Maybe he lied.


•Ethan: Maybe you lie.

•Futterman: ln that case, my friend, you won’t find her and l won’t get my $ 1000.


•Futterman: Look, you can spend the night. Cards, a jug. And if you’d like to–


•Ethan: No, thanks.


•Futterman: Don’t forget to come back with


•Futterman: my $ 1000 .


•Ethan: lt ain’t yours yet.


 


 

¿Qué es lo que hay más allá de ese incesante comercio de mujeres?

 

El horizonte de un sacrificio en el que el fuego, como en los grandes sacrificios de las religiones arcaicas, es un componente esencial.

 

•Ethan: Well, while you’re filling your belly l’m going out to meet a Comanche named Cicatriz.


•Martin: Never heard of him.


•Ethan: Cicatriz is Mexican for


•Ethan: “Scar.”


 

¿Es el fuego de Cicatriz? Es, en todo caso, igualmente, el fuego de Ethan.

 


 

Y de hecho Ethan sale por el lado de ese fuego.

 


•Posadero: (speaklng ln spanish) Adiós señor que


•Posadero: le vaya a usted muy bien. Y regrese pronto. Aquí lo voy a a esperar. Voy a tener muy buenas cosas para usted adelante. Hasta luego, señor.


•Posadero: Vuelva pronto.

 

Y el pasillo por el que sale, dada su estrechez y unidireccionalidad, traduce muy bien esa focalización pulsional de Ethan de la que les hablo todo el tiempo, tanto como de su capacidad de arrastrar a Martin.

 


•Posadero: Adiós joven. Que les vaya a ustedes


•Posadero: muy bien.


 

 


Monument Valley una vez más

volver al índice

 



 

Volvemos a Monument Valley.

 

Y es obligado decir que esta vez el paisaje se manifiesta más indio que nunca.

 


 

Se oye al fondo el sonido del viento.

 



 

Sin embargo, el paisaje se muestra absolutamente estático, nada mueve la ahora en extremo fina arena del desierto.

 

Les llamo la atención sobre ello porque eso cambiará cuando el grupo llegue al campamento de cicatriz.

 

¿Cómo no recordar aquella otra escena anterior sucedida en paisaje tan semejante?:

 



 


 

De modo que todo se repite una y otra vez, por más que se vea modulado de ciertas pequeñas variaciones.

 

Pues el film está impregnado por la sugerencia de que los buscadores no cesan de dar vueltas, regresando una y otra vez a los mismos lugares.

 


 

Los indios a los que no pueden encontrar están sin embargo siempre ahí, aguardándoles, pues son la emanación misma del desierto.

 


 

Les insisto: por ahora, la única arena que se mueve es la que levantan los caballos a su paso.

 

De modo que es como si fueran ellos los que trajeran el viento al poblado.

 


 

Pues el poblado y sus habitantes están absolutamente quietos, como congelados.

 

Tan fuera del tiempo como el desierto mismo.

 


 

Y por cierto que los indios, en el cine de Ford, no son figurantes blancos disfrazados.

 


 

Son indios tan reales como las rocas que les rodean.

 

Son, de hecho, los indios que vivían en Monument Valley -no eran comanches, sino navajos- y que dieron a Ford el Nombre de Natani Nez -lo que puede traducirse como soldado alto, lider alto, jefe alto…-

 

Y por cierto que es en ellos, en sus cabellos, donde comienza a percibirse el viento del desierto.

 


 

Lo que parece incrementarse cuando nos son mostradas sus mujeres.

 



 

Y ahora ya sí el viento se visualiza en las nubes de arena que invaden el poblado.

 



 

Como ven, la presencia del viento en la imagen no cesa de crecer.

 


 

Y, llegado el momento, es nombrada por Ethan:

 


•Ethan: Medicine country, huh?

 

Un pueblo de hechiceros, traducen aquí los subtítulos.

 


•Figueroa: Bad medicine, l think.

 

Malos hechizos, añade el mexicano.

 



 

Hay, como ven, una tienda india cuya puerta se abre a un interior totalmente negro -un negro absoluto en un plano en extremo luminoso.

 


 

Y debo recordarles que dentro se encuentra Debbie.

 

Pero no solo ella.

 

Y siempre el talento compositivo de Ford:

 


 

esta vez decidido a integrar el campamento indio en el paisaje del desierto: la tienda del fondo se encuentra en línea con la alargada roca que se encuentra tras ella y que asemeja por su forma un tótem indio.

 

Y la forma de esa alargada roca, por lo demás, hace conjunto con las otras rocas alargadas que se encuentran a su izquierda y que se ordenan de en altura de menor a mayor iniciando una serie que integra, a su derecha, los alargados palos que constituyen la estructura de la tienda de Cicatriz.

 

 


En espejo – Ethan y Scar

volver al índice

 

Da la impresión de que el movimiento del viento que empuja la arena comenzara en ella.

 


 

La salida de Scar está acompasada a la detención del movimiento de los indios armados que avanzan en primer término.

 



 

Poderosa la figura del indio, de ojos tan inesperadamente azules como extraordinariamente fríos.

 

El triángulo truncado constituido por la tienda que se encuentras ahora tras él refuerza poderosamente su presencia -tanto más cuanto el marrón de su tela es muy semejante al de su piel.

 

Y los dos palos que se cruzan en X sobre su cabeza terminan de dar, a esa potencia, todo su realce, sugiriendo una potente cornamenta.

 

Pero no lo diríamos todo si no nos ocupáramos de la calavera de toro que se encuentra a la izquierda del plano.

 

Su color y textura, no hay ya ni que decirlo, participa de esa serie que tanto conocemos:

 


 

Los estudiosos de Ford han comentado lo chocante de escoger para el papel de cicatriz a un actor alemán de ojos azules -de nombre Henry Brandon-, no reparando en que hay, para ello, ese motivo del todo evidente que uno de ustedes anticipó el otro día:

 


 

Que son igualmente azules -y ahora igualmente fríos- los ojos de John Wayne.

 

Y, por supuesto, ambos hombres poseen una envergadura corporal semejante.

 


 

Hay, ciertamente, algo demoníaco en Scar.

 

Pero no lo hay menos en el propio Ethan.

 


 

El sombrero que lleva ahora -de factura sin duda mexicana- compensa, en la ecuación compositiva, a la tienda de Scar.

 

Y ambos llevan, en torno al cuello, prendas de color azul oscuro -y por eso semejante al de las mantas

 


 

que enmarcaban el púlpito y cubrían los cadáveres en la escena de la capilla.

 


 

Son dos potencias simétricas, en espejo: cada uno es el demonio del otro y por eso cada uno es la imagen del demonio que habita al otro.

 

Y ambos alcanzan por eso, para la mirada de Martin,

 


 

una misma titánica dignidad.

 

Su mirada es ahora, sin duda, nuestra mirada:

 



 

Pues frente a esos dos titanes, Martin es una figura menor -observen que mientras las cabezas de Ethan y Cicatriz rozan el límite superior del encuadre, la de Martin tiene mucho aire sobre ella.

 

Y Martin es también el espectador que percibe -que siente, aunque probablemente no llegue a conceptualizar- la identidad esencial de ambas potencias.

 


 

La calavera de toro muestra ahora la misma posición y la misma angulación, frente a los visitantes, que Scar.

 

De modo que es algo que se sitúa en el eje mismo de la muerte lo que Ethan reconoce en Scar.

 


•Fernández: Buenas tardes, jefe.

 

El mexicano hace entonces de embajador.

 

Anótenlo, porque en seguida deberemos volver sobre ello.

 


•Fernández: Caballero, This is the great Cicatriz, war chief–


•Ethan: Scar, huh?

 

El caso es que Ethan interrumpe la retórica de su embajada con el acento despectivo de su voz:

 


•Ethan: Plain to see how you got your name.

 

Hay desprecio, pero hay también reconocimiento: Ethan está poniendo, por fin, rostro a su pesadilla.

 


 

Con lo que, a la vez, se llama la atención sobre el nombre de esa pesadilla: Scar, cicatriz.

 

Es decir: un ser que es identificado por la herida que le constituye.

 

Y el indio, a su vez, igualmente, reconoce en él su propia pesadilla:

 


•Scar: You, Big Shoulders.

 

Te conozco, viene a decirle.

 

Eres Hombros grandes -que cerca de Natani Nez, ¿no les parece?

 


•Scar: Young one,


•Scar: He Who Follows.



•Ethan: You speak pretty good American for a Comanche.


•Ethan: Someone teach you?


•Scar: (speaklng ln comanche)


•Fernández: (speaklng ln comanche)


•Ethan: Right. We come to trade. Only, not out here.

 

Y el comercio, otra vez.

 

Esta es la última negociación -la quinta ya.

 


•Ethan: l don’t stand talking in the wind.


•Fernández: Dale un par de paseos para el jefe.

 

El objeto de trueque es, esta vez, un caballo.

 

-Y ya saben ustedes que la de montar es una de las expresiones mas conocidas paras designar el acto sexual.

 



•Scar: You speak good Comanche. Someone teach you?

 

Les señalé en su momento que estas frases que los dos hombres repiten en espejo –Ethan: You speak pretty good American for a Comanche. Someone teach you? / Scar: You speak good Comanche. Someone teach you?– son otra de las formas de dibujar su identidad esencial.

 

Pero no solo eso, pues a la vez ponen el acento en lo otro que les planteaba el último día: que aunque cada uno es el demonio del otro -otra de las maneras, dicho sea de paso, de nombrar lo real-, cada uno posee, sin embargo, su propia lengua -es decir, por tanto: su propia cultura.

 

Y algo más que aparece en la segunda parte de la expresión repetida: en ese ¿quién te ha enseñado? ¿no les parece que se localiza en ello la cuestión que nos planteaba Jaime el otro día cuando suscitaba la posibilidad de una cultura capaz de integrar las otras dos en su interior o al menos superar su colisión? Pues el que ha enseñado a uno o a otro es necesariamente alguien que conoce ambas lenguas.

 

Alguien, por ejemplo, como Figueroa.

 


 

¿No les parece que hay huella en ello de lo que podría haber pasado allí -recuerden que nos encontramos en Texas- si Estados Unidos no hubiera vencido en su guerra con México? Pues, contra todos los tópicos que los historiadores anglosajones forjaron, en el mundo hispano la mezcla -con todas sus contradicciones- triunfó sobre la colisión de las culturas.

 

Nada lo prueba de manera tan evidente como el hecho de que, a diferencia del norteamericano, el mejicano es un mundo dominantemente mestizo. En ello jugó un papel decisivo la decisión de la Corona española de afirmar que los indios eran seres humanos dotados de alma -lo que prueba, dicho sea de paso, que nunca hubo un imperio tan humanamente progresista.

 



 

Es, sin duda, la tienda de Scar.

 

Pero dado que reconocemos la forma de esa puerta que se abre hacia el interior de la tienda,

 


 

no podemos disociarla de la memoria de Look:

 



 

Y ciertamente también aquí es algo relacionado con la mujer lo que aguarda.

 

Pero algo, esta vez, todavía más íntimo para Martin.

 


•Ethan: You stay out of here.


•Martin: Not likely.


 

 

 

 

 

 


Debbie y la mante de la caballería

volver al índice

 


•Fernández: His sons are dead, so his wives sit on the honor side of his lodge.

 

Las palabras de Figueroa hacen presente, desde el inicio de la escena, la presencia de la muerte en el interior de esa tienda india.

 

Y ello la convierte en el equivalente indio de la capilla blanca que contenía los cadáveres de las cautivas.

 


 

Díganme: ¿cuál de las dos mujeres cubiertas es Debbie? La respuesta es perfectamente deducible, pero esperaremos para enunciarla a que sea el film el que responda.

 

•Ethan: Are all those his wives?

•Scar: Two sons killed by white men.

 

Insistamos en ello: el discurso de Scar es el discurso de Ethan. Ambos viven entre sus muertos y su pasión común es la de la venganza.

 

•Scar: For each son, l take many….



•Fernández: Scalps.


•Scar: (speaks in comanche)


•Scar: (speaks in comanche)

 

De las dos mujeres cubiertas, solo una de ellas es ahora visible.

 

 

Y es que la otra queda ahora cubierta por Martin.

 

 


 

Llega así la respuesta a la pregunta pendiente. No podía ser de otra manera:

 


 


 

Debbie,

 


 

que en su casa familiar aparecía próxima a una manta india,

 


 

aparece ahora, en la tienda india, cubierta por una manta del séptimo de caballería.

 

¿Se dan cuenta de que eso hace de ella, la mujer del film que se encuentra en el centro de todos los intentos de intercabio, un ser que se encuentra en el territorio de nadie, donde colisionan todas las culturas? Ahora bien, ¿y si diéramos un paso más para llegar a concluir que la mujer -aunque quizás fuera más apropiado decir lo mujer, de la misma manera que decimos lo real-, en tanto cuerpo real que constituye la residencia del goce, se sitúa precisamente ahí, como algo, una magnitud exterior, impermeable y, en el límite, refractaria a toda cultura?

 

Seguro que les incomoda oírlo decir así, lo mujer.

 

Les pido disculpas. Pero también debo decirles que hay un motivo para ello: y es evitar la confusión que se derivaría de pensar que de eso ellas, las mujeres, por serlo, entenderían más que los hombres. Cuando eso, por atañer al cuerpo interior y sus metamorfosis, escapa al entendimiento tanto de los hombres como de las mujeres.

 



 

Debbie está cubierta con una manta idéntica a las que cubrían los cadáveres de las mujeres depositadas en la capilla, tanto como la que enmarcaba el pulpito vacío.

 

Ahora bien, eso, ¿no la coloca decididamente del lado de la muerte? Y en esa misma media, las prendas azules que llevan junto al cuello Ethan y Scar, ¿no hacen de ellos sacerdotes de cierto culto mortífero que a estas alturas el film alcanza un especial protagonismo?

 

Y está también aquella otra idea que, desbordando el texto por el lado de la biografía del cineasta, impregna sin embargo el film con extrema intensidad:

 


 

me refiero a esa hermana del cineasta muerta y cuyo nombre Ford llego a recibir para sí.

 


 

¿No es ella la que, después de todo, da su sentido a lo que en The Searchers hay de descenso a los infernos? ¿Y acaso Debbie no ocupa el lugar de un hijo muerto de Scar como Ford vino a ocupar el lugar de una hija muerta de su madre?

 

Debemos añadir que había otro motivo para reconocer a Debbie tras esa manta cuando aparecía por primera vez. Si se fijan bien, verán que ella era la única mujer que en este plano no se movía ni un ápice:

 


 

Pueden atribuirlo a su tensión en este momento, pero hay también otro motivo más hondo:

 



•Ethan: Are all those his wives?


•Scar: Two sons killed by white men.

 

Lo ven, pues el asunto se formula de manera bien literal: ella ocupa el lugar de esos hijos muertos -de ahí la manta de la muerte tanto como su absoluto estatismo.

 

Cicatriz ha realizado, por su propia cuenta, una restitución simbólica: la ha arrebatado a ella, Debbie, a los blancos, a cambio de los hijos que estos le han quitado.

 

Y eso hace ahora ya definitivamente imposible todo comercio.

 


 

¿No les da la impresión que el viento que mueve la arena del fondo fuera provocado por las palabras de Cicatriz?

 


•Scar: For each son, l take many….


•Fernández: Scalps.

 

 


La lanza y la barra significante

volver al índice

 


•Scar: (speaks in comanche)


•Scar: (speaks in comanche)

 

Cuando Debbie se pone de pie, su cabeza queda fuera de cuadro.

 

Se trata, desde luego, de demorar su identificación -Natalie Wood era ya una actriz muy conocida, con lo que, con tan solo verla, el espectador la identificaría como Debbie.

 


 

Pero se trata también, y yo diría que sobre todo, de presentarla como un cuerpo directamente ligado a las cabelleras que sostiene y exhibe.

 


 

Como les anticipé el otro día, son todas ellas cabelleras largas, es decir, cabelleras de mujer.

 


 

La de la izquierda -no hay duda posible- ha de ser la de Lucy:

 

 


 

Impresionante el modo como la lanza atraviesa horizontalmente el plano.

 


 

Sorprende tanto la ausencia de la menor inclinación -dibuja una línea perfectamente paralela a las horizontales que definen el encuadre- como su absoluto estatismo, que tan acentuadamente contrasta con el movimiento de las cabelleras que cuelgan de ella.

 

Y por cierto que en ellas se da un rasgo típico de lo siniestro: la animación, el movimiento de algo que otrora estuviera vivo, pero ahora sabemos definitivamente muerto.

 

Y frente a ese movimiento, como les digo, la lanza, como antes la propia Debbie, tampoco se mueve ni un ápice:

 

Y bien, les decía, ahí tienen la expresión más precisa e intensa de la barra significante que opone a los indios y los blancos.

 


 

Situada, exactamente, entre Ethan y Scar.

 

Pero es una barra ciertamente espesa: cargada de restos de cadáveres de mujeres.

 

De modo que, como les anuncié, la barra del significante se espesa y abisma, manifestándose como todo lo contrario a una línea sin espesor -pura diferencialidad inmaterial- para cargarse de la más densa materia, en forma de esas cabelleras de mujeres asesinadas -aunque a estas alturas del film es más correcto decir: sacrificadas.

 

Pues no hay duda de que esas caballeras son las reliquias de los ritos en los que ellas fueron objeto de sacrificio.

 


 

Y Debbie es su portadora.

 

De modo que se ve convertida, en una sacerdotisa de ese culto de muerte.

 


 

Impresionante el plano, de nuevo. Además de sacerdotisa, podríamos reconocer en Debbie a una abanderada de esa bandera loca construida con las caballeras de todas las mujeres sacrificadas.

 



 

Debbie desaparece, de nuevo, tras Martin.

 


 

Fíjense en su rostro: es como si esa entrada de Debbie en su interior le helara por dentro.

 


•Ethan: We’ve seen scalps before.

 

Ethan ha visto cabelleras antes, ciertamente, pero no así Martin.

 

La ceremonia todavía no ha concluido:

 


 

Diríase que Scar hiciera mucho tiempo que esperara y deseara este momento:

 


•Scar: This before?

 

De nuevo nos vemos obligados a recordar, pero esta vez ya no en clave nostálgica, sino, nuevamente, siniestra.

 


•Martha: Debbie.

•Ethan: A gold locket.


•Ethan: Lucy , where are my saddlebags?


•Younger Debbie: Ooh!



•Younger Debbie: Look at my gold locket!

 

La medalla de una guerra que llegó a convertirse en broche que otorgaba a una niña el símbolo de su acceso a la feminidad, ha pasado a convertirse en trofeo de guerra tanto como en emblema del sacrificio sexual de esa misma niña.

 

Y en ese desgarrador circuito,


 

la mano de Scar, en tanto mano profanadora, viene ahora a ocupar el lugar de la mano destinadora de Ethan.

 


 

Se dan cuenta de hasta qué punto Scar es la cicatriz de Ethan:

 

 

•Ethan: l came to trade, not to admire his collection.


•Ethan: Tell him we’ll pitch camp the other side of the creek.


•Ethan: Talk tomorrow.

 

La entrevista concluye con una cita.

 

Pero una cita para hablar ya no el lenguaje del comercio, sino el de la muerte -como en seguida se lo oiremos decir al propio Ethan.

 


•Fernández: Tomorrow?


•Scar: (speaklng in comanche)


 


La imposible mediación

volver al índice

 


•Fernández: lt is not that l am afraid.

 

Figueroa tiene miedo.

 

Pero tiene razón cuando dice que si se retira del asunto no es porque tenga miedo.

 


•Ethan: Don’t apologize. You got well-paid.


•Fernández: (speaks ln spanlsh) ¡Madre mía! But he knows who you are. And why you’re here. This l did not know.

 

Pues, como les dije, Figueroa actuaba como embajador en lo que esperaba fuera un comercio pautado dentro de ciertas reglas de intercambio simbólico.

 

No sabía lo que ahora sabe: que no hay comercio posible, pues atañe a la esposa de Scar quien, además, ocupa el lugar de uno de sus hijos muertos.

 

Y por cierto que Figueroa no es Futterman.

 

Él es un caballero: tiene palabra, respeta sus compromisos.

 


•Fernández: Take it. l do not want blood money.

 

Por eso devuelve un dinero que sabe manchado de sangre.

 


•Fernández: (speaks ln spanlsh): Vaya con Dios.


•Fernández: (speaks ln spanish): Vamos, muchachos. Dios me perdone por haberme metido con los gringos.

 

Oyen a Figueroa: imposible mediar entre los gringos y los indios, imposible en los Estados Unidos de entonces la sociedad mestiza existente en México.

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

17. Las mujeres, el goce y lo real

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 13/01/2017
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


Un mismo escenario

 

 

Algo importante queda por decir de esta escena que es, recuérdenlo, donde más netamente se manifiesta la locura del padre.

 

¿Qué?

 

Es algo que tiene la misma cadencia que esto:

 


 

Es decir, que participa del mismo procedimiento consistente en rodar en un mismo escenario algo que, sin embargo, se sitúa diegéticamente en un espacio diferente y, en principio al menos, muy alejado.

 


 

Ven que, en lo fundamental, es el mismo lugar:

 

la misma llanura nevada, rodeada por el mismo fondo de bosque.

 




 

De nuevo, pues, un mismo lugar que sin embargo es presentado como uno diferente.

 


 

Pero a la vez, un lugar diferente que, finalmente, a pesar de todo, se intuye como un mismo lugar.

 


 

Alguien objetaba el otro día que el motivo de que la escena de la llegada a la casa de los Jorgensen


 

y la escena nocturna de Look se hubieran rodado en el mismo lugar podría haber sido tan solo causada por motivos prácticos, de simplificación del rodaje.

 

Sostenía yo entonces que era el análisis el que demostraba todo lo contrario: que el motivo esencial era textual, y que estaba relacionado con el modo en que ambas escenas contrastaban entre sí sobre ese eje mayor que a la vez identificaba y oponía a Laurie y a Look.

 

Y por cierto que va siendo hora de señalar que ello también se manifiesta en la parcial homofonía que introduce la L –Laurie, Look– con la que comienzan ambos nombres.

 

Pero miren, no hay mejor prueba que esta: si el motivo hubiera sido tan solo pragmático, el cineasta se hubiera molestado en disimular el hecho.

 

Y sin embargo Ford hace todo lo contrario: se toma la molestia de que las mismas montañas aparezcan prácticamente en el mismo lugar del cuadro:

 



 

La mujer -Laurie, Look-, el agua, y las montañas, de nuevo, en el mismo lugar.

 


 

Y bien, la repetición del procedimiento supone la mejor confirmación de todo ello.

 

Y ahora el asunto se hace todavía más indiscutible, dado el modo en el que contrastan los sucesos que tienen lugar en este mismo espacio que, diciéndose diferente, se descubre el mismo: es en el mismo lugar donde Ethan formuló la promesa que constituyó el punto de anclaje simbólico mayor de Martin, donde ahora Martin se ve obligado a chocar con la locura de Ethan.

 


 

La oposición es tan neta como el espacio es el mismo y son los mismos personajes: en el lugar donde Ethan dio su palabra, explota ahora una violencia que amenaza con aniquilar toda palabra.

 

 


La tarea del hijo

volver al índice

 

Quizás les parezca exagerado, pero en mi opinión resuena ahí algo semejante a lo que motivaba el lacerante Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lo entenderán mejor si usamos esta otra fórmula -que podemos justificar tanto en Freud como en el cristianismo, pues en ambos discursos Dios viene a ocupar el lugar del padre-: Padre, padre, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué te has hundido en la locura?

 

Les llamé en su momento la atención sobre el hecho de que la escena de la promesa era la continuación inmediata de la de la muerte de Brad

 


 

en la que veíamos como, bien literalmente, Ethan sujetaba -hacía sujeto- a Martin.

 

Así, esa sujeción que ahí se manifestaba físicamente, encontraba su formulación netamente simbólica en la escena siguiente en la que emergía como puro acto de palabra:

 


•Ethan: So we’ll find them in the end, l promise you.


•Ethan: We’ll find them.


•Ethan: Just as sure as the turning of the Earth.

 

Y recuerden que les insisto en que una palabra no es un signo, sino un acto: el acto de enunciación de un sujeto.

 

Así, veíamos como Ethan sujetaba a Martin.

 

Y, evidentemente, si podía sujetarle era porque él mismo, era -estaba- sujeto. De lo contrario, ¿cómo podría sujetarlo?

 

Pues bien,

 



•Martin: Ethan, don’t make no sense.

 

es todo lo contrario lo que vemos ahora.

 


•Ethan: Hunger! Empty bellies!


•Ethan: That’s the sense it makes, you blanket head!

 

Ethan ha perdido toda sujeción: está desbocado.

 


•Ethan: You need to stop it!

 

de modo que toca a Martin sujetarle.

 


•(trumpeting ln dlstance)


•Ethan: At least they won’t feed any Comanche this winter.


•Martin: Ethan,


•Martin: listen!



•Martin: Listen!

•Ethan: Killing buffaloes is like killing lnjuns.

 

Es decir: atraerle a la realidad.

 

Y subrayo: sacarle del abismo de lo real -la turbulencia de la estampida y los disparos- para hacerle retornar a esa realidad que cobra ahora la forma de la música del séptimo de caballería.

 


•Ethan: You just gotta–

•Martin: Listen!


 

Por más que -les llamaba la atención sobre ello el último día- hubiera algo ilusorio en esa realidad que sostenía la mirada esperanzada de Martin.

 

El asunto es que, ¿saben?, siempre hay algo ilusorio en la realidad.

 

Conviene tenerlo en cuenta.

 

Y conviene, igualmente, no descartarlo, pues puede orientar en sentido positivo -tanto como negativo, ciertamente- los esfuerzos del ser humano.

 

 


Tan solo porque

volver al índice

 

Y ahora permítanme una reflexión sobre el modo en que la objeción se planteaba:

 


 

eso es tan solo porque

 

Nada tan revelador como ese tan solo.

 

Quiero decir: nada tan revelador como su tensión por negar cualquier otro motivo, cualquier otra explicación, cualquier otro sentido.

 

Cerrémoslo, no avancemos por aquí, eso era tan solo porque

 

¿No oyen en ello la lógica de la censura? ¿Por qué tan solo, si, como sabemos, los procesos psíquicos se encuentran siembre sobredeterminados -el concepto es de Freud-, es decir, son objeto de causaciones múltiples e incluso, muchas veces, contradictorias?

 

Y es que miren, nada impediría que el propio Ford se hubiera dicho a sí mismo que por qué molestarse en ir a rodar a otro lugar si era más cómodo y más barato quedarse allí mismo a rodar otra escena…

 

¿Que importa, en cualquier caso, lo que Ford pudiera haber llegado a decirse a sí mismo? Porque, no lo olviden, no solo ustedes, también Ford tiene -tenía, porque está ya muerto- inconsciente.

 

Quiero decir: es perfectamente posible que él, su consciencia, se dijera eso, y que a la vez algo en él, desde su inconsciente, le empujara a quedarse allí y, además, contra toda lógica, a rodar la escena de modo que las montañas o las rocas aparecieran en el mismo lugar…

 

No sabemos si fue así o no, pero, en cualquier caso, si lo fue, creo que no hay duda de que hubo de tomar conciencia del asunto cuando, en la mesa de montaje, convertido ya en el primer espectador de su film, hubo de ver el resultado.

 

 


La muñeca de Debby

volver al índice

 


 

Ethan tiene su rifle.

 


 

Y no es que Martin no tenga el suyo,

 


 

pero es la muñeca de Debbie lo que, sobre todo, tiene.

 


 

Y la tiene, como ven, muy cerca de su corazón.

 


 

Se darán cuenta del espesor melodramático de esta muñeca que, en su retorno a lo largo del film, actúa como una suerte de condensador temporal:

 



 

La muñeca se mantiene idéntica mientras el tiempo pasa,

 


 

y, así, sigue siendo la muñeca de una niña -conserva cristalizada la edad de esa niña- que sin embargo ahora debe ser ya, inevitablemente, una mujer.

 

Y no solo ni tanto por lo que se refiere a su edad, sino por lo que se refiere a su experiencia de la sexualidad.

 

De modo que es la metáfora de la inocencia perdida lo que esa muñeca suscita.

 

Y es también por eso, en cierto modo, el trocito de tela que faltaba en el vestido de Debbie.

 

 


 

Constituyendo el lazo más íntimo entre Ethan, quien la recogiera del suelo tras la matanza,

 



 

y Martin, quien se ha convertido en su portador:

 


 


 

Y ya les he hablado del reparto de tareas entre ambos varones.

 

Ethan, volcado a la busqueda en el exterior, sitúa en Martin las emociones y los efectos que necesita mantener a la distancia suficiente para así evitar que nublen su eficacia letal.

 

 


Mujeres blancas y mantas indias

volver al índice

 

 

Y de nuevo nos situamos en el territorio fronterizo donde se encuentran y se refractan las dos comunidades enfrentadas.

 


 

Los indios, en ese territorio, anotan con su presencia una mirada otra, inaccesible y opaca:

 

 



 

¿Y qué me dicen del poderoso contraste que habita este plano? Me refiero al que se da entre las mujeres absolutamente estáticas, mirando hacia la izquierda en segundo plano, y los soldados avanzando a caballo, en primer plano, hacia la derecha.

 


 

Muchas veces ha rodado Ford la escena de las mujeres despidiendo o viendo llegar a los soldados. Si tuviera un tiempo del que este curso ya carezco, les mostraría una pequeña antología.

 

Pero como no dispongo de él, me conformaré con señalarles que hay en ésta, con respecto a todas las otras, una diferencia radical:

 


 

¿Se dan cuenta de en qué estriba?

 

Esta vez es patente que las mujeres han recibido la orden de mantenerse absolutamente quietas y, sobre todo, de no mirar a los soldados.

 

De modo que no solo se hace evidente que esos soldados no son sus hombres, sino que, su posición es la de quienes se ven obligadas a soportar el embate de su llegada.

 



 

Contraste éste entre las mujeres y los soldados que, en un segundo momento, cobra la forma de mujeres que avanzan dificultosamente a pie, acarreadas como ganado por los soldados.

 


•Come on, move along.

•Go on there. Go on up there.


•Come on, move along there.

•Hurry up, move along now.




 

Ante la atenta -y potencialmente hostil- mirada de los indios,

 


{}


•Come on, hurry up, get along.

•Go on, get up. Hurry up.


 

Así pues, entre los soldados y los indios, esas mujeres quedan localizadas en el vértice del choque, el conflicto y la mixtura, pues son mujeres blancas cubiertas, todas ellas, por mantas indias.

 

 


¿Son ellas mujeres blancas?

volver al índice

 


•Sargento: Evening.


•Oficial: Yes?


•Ethan: We’re looking for a girl. White girl, captive.


•Martin: Should be about 14 now.


•Oficial: Fourteen? We’ve got two about that age.


•Ethan: Where?


•Oficial: Sergeant?


•Sargento: All the white women are in the chapel.

 

Todas las mujeres blancas están en la capilla.

 

Me dirá alguno de ustedes que en algun sitio habia que ponerlas y que ¿por qué no en la capilla?

 

El caso es que el cineasta se ha tomado la molestia de atestiguar previamente la existencia de esa capilla.

 


 

Aquí la tienen, con un grupo de mujeres ante ella. Y una capilla, es decir, un templo, lo saben ustedes, es un lugar de lo sagrado.

 


•Sargento: All the white women are in the chapel.


•Oficial: What’s this girl to you?

 

La pregunta del oficial sobre el parentesco plantea la cuestión de la propiedad sobre la mujer reclamada.

 


•Martin: She’s my–


•Ethan: She’s my niece.

 

¿Quién está en condiciones de reclamarla? ¿A partir de qué relación de parentesco?

 


•Oficial: One moment.

•Woman at Fort: (humming)

•Oficial: White women?

 

La pregunta del oficial es ciertamente una pregunta sobre la localización de las mujeres blancas, en el sentido de ¿están aquí las mujeres blancas?

 

Pero es tambien una pregunta que, por el modo de su formulación, invita a ser leída a la vez como una pregunta sobre su identidad: ¿son ellas -todavía- mujeres blancas?

Y de hecho la escena completa se formula como el despliegue de esta interrogación, lo que quedará literalmente confirmado -y verbalizado- en su final:

 


•Oficial: lt’s hard to believe they’re white.


•Ethan: They ain’t white…


•Ethan: …anymore.


•Ethan: They’re Comanche.

 

Volveremos a ello en seguida. Pero, antes, retornemos aquí:

 


•Woman at Fort: (humming)

•Oficial: White women?


•Woman at Fort: (humming)
•Sargento: Yes, sir.

 

La imagen nos presenta a dos mujeres maduras.

 

Es decir: dos mujeres de la edad de Martha.

 

Una de ellas, la que se encuentra a la izquierda, es casi totalmente una sombra, quedando convertida en una inquietante figura negra.

 

Por contra la otra, la que se encuentra en el centro, está muy bien iluminada, acreditándose lo blanco de su piel tanto como lo claro de su cabellera y sus rasgos faciales netamente anglosajones -de modo que nada de sangre india hay en ella.

 

Canta una nana sin letra, pero cuya cadencia parece india, y lo hace mientras abraza un tronco de madera como si se tratara de su bebé.

 

Está, no hay duda de ello, loca.

 

Y su locura se sitúa en el eje mismo de lo femenino, pues se delira madre de un bebé inexistente.

 

Es brutal el contraste entre el bebé y el objeto que, aquí, comparece como su metáfora: un áspero tronco de madera.

 

Y uno cuyo color nos recuerda a los troncos calcinados por el paso del tiempo que aparecen -en conjunción con Ethan- a lo largo de la película:

 


 



 

¿Y no son así los viejos huesos de Ethan?

 


•Ethan: We might get a frost before morning.


•Ethan: Anyway, l’m getting like old Mose Harper.


•Ethan: My bones is cold tonight.

•Woman at Fort: (humming)

•Woman at Fort: (humming)


 

Con la entrada de los hombres, la nana se convierte en un aullido de pánico.

 

¿Pánico causado en una mujer que se siente india ante la presencia de hombres blancos? En todo caso, parece evidente que la mirada de la mujer se centra en la figura de Ethan, quien se encuentra enmarcado por una tela azul que cuelga al fondo tras él.

 


 

La mujer ha dejado su bebé-tronco sobre el suelo y aparece ahora fundida con la otra mujer, quien parece acogerla con gesto protector.

 


•Woman at Fort: (screams)

 

El sargento consigue calmarla con un paño del que cuelgan unos cascabeles.

 

Pero eso la convierte ahora a ella en el bebé en brazos de la otra mujer.

 

 


Las fronteras del tiempo de la sexualidad femenina

volver al índice

 


 

El sargento se retira

 


 

y Martin, avanzando, pasa a ocupar su lugar,

 


•(laughs)

 

terminando por ocultar la presencia de Ethan tras él.

 

Pero ello no debe hacernos olvidar el cuidado con el que Ethan se ocupa de Martin.

 

No sé si han observado cómo, cuando éste iniciaba su movimiento de avance hacia el primer término, Ethan se ha hecho cargo de su rifle.

 


•(laughs)

 

En todo caso, con ese avance, Martin pasa a constituirse en el protagonista de la escena.

 

¿No les parece que hay en esta escena algo de descenso a los infiernos, como un eslabón más del viaje formativo de Martin, siempre tutelado, a pesar de su emergente locura, por Ethan?

 

Y, por otra parte, esa locura, ¿no encuentra ahora su motivo y correlato en la de la mujer que contempla?

 

Aunque resulta obligado decir: en la de las mujeres, pues son dos parejas de mujeres de dos diferentes edades las que en esta escena ofrecen sus rostros locos a la mirada de Martin.

 

Primero las que, como ya les dije, tienen la edad que tendría ahora Martha. Luego, en seguida, las que son de la edad que debe tener ya Debbie.

 

Dos generaciones que, digámoslo de paso, marcan las fronteras del tiempo de la sexualidad femenina.

 


 

Así, tras detenerse a contemplar a las mujeres maduras, Martin gira su cuerpo hacia la derecha.

 


•Martin: Could you stand up?

 

La cámara sigue su movimiento panoramizando hacia la derecha hasta reconocer dos figuras femeninas cubiertas por una manta roja de modo que -también ellas- parecen configurar una única figura.

 


•Martin: Stand up, please.

 

Y por cierto que esta simetría encuentra su realce en los dos soldados que, puestos a ambos lados de las muchachas, las descubren levantando la manta intensamente roja con la que se cubren.

 

En la capilla, pues, tiene lugar cierta liturgia de desvelamiento.

 

Y por cierto que es el azul -de los soldados- el que descubre el rojo de la manta y los vestidos de las muchachas

 



 

que, como ya saben, siguien siendo rojos.

 

Sigue la simetría: cada una de ellas mira a uno de los soldados.

 

La de la izquierda con gesto de miedo. La de la derecha con uno opuesto, de entusiasmo maníaco.

 

Pero ambos gestos, en cualquier caso, poseen un acentuado matiz sexual que define los polos extremos del arco de la sexualidad: desde el miedo a la agresión a la invitación entusiasmada.

 

 


Dos caras de la adolescencia femenina rota

volver al índice

 

Dos caras de la adolescencia femenina rota que contienen y resumen las abrasiones sexuales que han padecido en manos de los indios.

 

Y podrían ser también, a la vez, los dos tiempos del trauma de la agresión sexual infantil: el miedo interesado al principio y, tras la fijación en el trauma, la sobreexcitación sexual producida tras él.

 

La segunda de las muchachas, la sobreexcitada, fija su mirada, de un entusiasmo febril, en Martin.

 


•Gemelas: (giggles)

 

Martin duda:

 


•Martin: Debbie?

 

¿Es posible el reconocimiento, la constancia de la identidad, en este universo desquiciado, totalmente fuera de las coordenadas del lenguaje?

 

Pues reparen, a este propósito, en que ninguna palabra se oye pronunciar a ninguna de estas cuatro mujeres; por contra, emiten todos los sonidos que dibujan el arco prelingüístico de la voz humana: desde el gemido a la risa y al alarido de pánico.

 

En lo que sigue, la niña acentúa el gesto de invitación sexual:

 


 

Martin saca entonces -ya saben: de su mismo corazón- la muñeca de Debbie.

 

Pero la muchacha la ignora, retornando a su gesto maníaco de invitación sexual.

 


 

El nuevo plano mantiene la simetría: las dos muchachas de espaldas, los dos soldados enmarcándolas de perfil.

 

Pero ahora, en el centro, no las muchachas, sino el joven varón que choca con la locura que ha hecho presa en ellas.

 

No menos relevante es la presencia, al fondo, tras él, de Ethan -totalmente frontal a cámara, definiendo, por inversión de 180 grados, el lugar de la cámara.

 


 

Martin, decepcionado, se aparta.

 

Y en ese mismo momento la mujer del tronco, dando un nuevo aullido, se abalanza sobre la muñeca:

 



•(screams)

 

Ella reconoce la muñeca que las jovencitas han ignorado.

 

Es decir: ella se refugia en el delirio de una infancia que las otras, las muchachas, acaban de perder. Y no hay manera de saber si para ella, ahora, la muñeca es una muñeca o una niña más convincente -al menos de tela- que el tronco que hace bien poco dejara caer al suelo.

 


•Oficial: lt’s hard to believe they’re white.

 

Según habla el oficial -poniendo palabras a la pregunta que late en la mirada extrañada de Martin- emerge Ethan al fondo, como saliendo del cuerpo de Martin, y verbalizando la respuesta que emerge del sentimiento de descorazonada perplejidad que invade a éste.

 


•Ethan: They ain’t white… anymore.


•Ethan: They’re Comanche.

 

Y ciertamente, las palabras de Ethan van más dirigidas a Martin que al oficial.

 

Ahora ya lo sabes, viene a decir, ahora ya sabes eso que antes te negabas a saber: lo sabes porque lo has visto.

 

Claro está, no puedes entenderlo, pero eso nada tiene que ver con ello, porque eso, ese estar arrasadas por lo real que es lo que a estas mujeres sucede, es algo que se sitúa fuera de lo que puede ser entendido.

 

Es un dato bruto, una emergencia inmediata de lo real.

 

La misma cosa en sí, para decirlo al modo kantiano.

 

Se dan cuenta de que eso era lo que latía en ese plano anterior

 

 

en el que les llamaba la atención sobre la posición atenta de Ethan.

 

Les decía que se encontraba a 180º de la posición de la cámara, en lo que podríamos identificar como un plano subjetivo inverso, como si ahí hubiera un espejo -como el célebre espejo de Las Meninas que devuelve la imagen y la mirada del propio Velázquez desde el interior de su cuadro.

 

 


Los indios, los blancos y lo real

volver al índice

 

•Oficial: lt’s hard to believe they’re white.

•Ethan: They ain’t white… anymore.


•Ethan: They’re Comanche.

 

Ellas ahora son comanches afirma Ethan a la vez que devuelve el rifle a Martin y puntúa su afirmación golpeando el suelo con su culata.

 

Ellas ahora son indias.

 

Están del todo en lo real.

 

Pero a la vez, desde otro punto de vista, igualmente suscitado en el film desde que nos ha sido dado acceder a la posición de Look, podríamos decir que el drama extremo de todas estas mujeres es que ya no parecen ni blancas ni comanches, pues se encuentran perdidas en ese ningún sitio, en ese abismo que se abre allí donde se rozan esas dos culturas enfrentadas.

 

Y de hecho, durante siglos y siglos ha sido así: las mujeres como botín de los vencedores en los choques entre las tribus, Y lugar, a la vez, de la mezcla que constituye la otra cara de la aniquilación.

 

Desde el principio vengo diciéndoles que los indios, en The Searchers, son, junto al desierto, la localización de lo real.

 

Pero también les he advertido que, llegado el momento, y tanto más se nos va dando acceso a su punto de vista, comenzamos a descubrir que, a su vez, de manera simétrica, los blancos aparecen igualmente, para los indios, como lo real.

 

Debemos por eso anotar ajora la nueva inflexión que, en este ámbito, se produce a estas alturas del film.

 

Pues una vez que los indios emergen en él ya no solo como eso que está más allá de los límites de nuestro mundo -para decirlo al modo de Wittgenstein-, sino como una cultura otra dotada, por ello mismo, de su propio mundo y con respecto a la cual los blancos constituyen su límite real, la focalización de lo real en el film se desplaza a ese abismo que se abre en el punto donde ambas culturas colisionan.

 

¿Y que nos presenta el film ahí, en ese abismo?

 

Precisamente a estas mujeres.

 


 

 


La barra significante y el abismo de lo real

volver al índice

 

Pues, les insisto, ellas, ahora, ya no son ni blancas ni indias, de modo que no pueden verse acogidas ni por una ni por otra cultura, les es ya imposible encontrar un lugar en uno de los lados de la barra significante que las opone entre sí.

 

Pero no entiendan esto al modo lacaniano, según el cual habría una barra que separaría al significante del significado, porque si estudian algo de lingüística -cosa que los lacanianos, lamentablemente, no suelen hacer- se darán cuenta de que ninguna barra separa al significante del significado, por el sencillo hecho de que el significado es la otra cara del significante y, en esa misma medida, el efecto mismo de la existencia de la red de significantes.

 

Entiéndanlo al modo lingüístico, tal y como lo explica la semántica: un eje semántico está constituido por dos términos opuestos y, como tales, situados cada uno de ellos a un lado de una barra que escribe su oposición.

 

Así blanco / negro,
alto / bajo,
masculino / femenino o, y es nuestro caso: blancos / indios.

 

Pues bien: estas mujeres víctimas

 


 

-incluida la propia Look, aferrada en su muerte al sombrero que le diera Martin- no encuentran su lugar en ninguno de los dos lados que esa barra delimita.

 

Por el contrario: están en el lugar mismo de la barra.

 

Ahora bien, ¿cómo es eso posible si la barra significante es tan fina que es la negación misma del lugar, ya que es tan solo la línea que, con su trazo, localiza los dos lugares que, en torno a ella, se oponen?

 

Ciertamente, ahí, en términos lingüísticos, no cabe nadie.

 

Y ahí, sin embargo, ahí están ellas.

 


 

De lo que se deduce que, en ese lugar que en semiótica es solo una barra -un trazo diferencial- puede haber -hay de hecho, en lo real-, un abismo.

 

El abismo mismo de lo real.

 

Doy por hecho que me siguen con dificultad e imagino que a la mayor parte de ustedes la introducción aquí de esa noción, la de la barra significante, puede parecerles una abstracción que hago irrumpir en el texto que analizamos sin justificación suficiente.

 

Y bien, sim embargo, debo decirles que es todo lo contrario: que en pocos lugares como aquí esa barra significante -y las paradojas que la compañan- encuentra una inscripción más evidente.

 

De modo que, para que no se desorienten demasiado, permítanme que se la anticipe a ustedes:

 


 

Y bien, ahí están ellas.

 

Es decir: ellas, esas mujeres, están del todo en lo real.

 

 

 

 

 


Las mujeres, el goce y lo real

volver al índice

 

Y, porque están en lo real, gozan.

 

Gozan hasta resultar arrasadas por ese goce que se anunciaba ya aquí:

 


•(screams)


•(screams)


 

Y cuyo eco se manifiesta más tarde aquí:

 


•Gemelas: (giggles)

 

como encontraba, aquí, su corolario:

 


 

Mujeres, por eso, arrasadas por el goce sin que nada las sujete: caídas, en suma, en el abismo de lo real.

 

Porque el goce, después de todo, no es otra cosa que -esa es, al menos, la definición que les propongo- el contacto con lo real.

 

¿Y por qué mujeres? ¿Por qué no hombres? se preguntarán ustedes.

 

Y ciertamente sí, podría ser así: los hombres también pueden ocupar el lugar del goce.

 

La historia del arte barroco lo acredita fehacientemente:

 


 

los mártires gozaban entregados a los suplicios que sus torturtadores les inflingían.

 


 

Pero no pierdan de vista que, si gozaban con tal intensidad, ello se debía a que, en el suplicio, la suya era una posición femenina, es decir, pasiva: se entregaban al goce.

 

Pues el asunto es que el goce no es algo que se ejerce, sino, muy exactamente, algo que se padece.

 

Lo que trato de decirles es que la mujer, en tanto adopta esa posición para la que es difícil encontrar mejor denominación que la de posición femenina,

 


 

es, en el campo de la experiencia sexual, el lugar, la residencia, del goce.

 

Ahora bien, por eso mismo, de eso, ellas nada pueden decir.

 

Pues sucede que ellas son ese saber. Un saber, al que, en el plano de la conciencia, sólo son ellos los que acceden

 


 

-como lo acredita el conjunto escultórico de la obra de Bernini que tiene a Santa Teresa por motivo y que la mayor parte de la gente suele desconocer.

 

Solo ellos pueden decir algo de ese goce -ven ustedes a los sabios teólogos discutiendo sobre el goce de la santa- precisamente porque su conciencia no cesa cuando lo contemplan.

 

Pero no pierdan de vista que les hablo de los sabios, de los teólogos, no de los místicos, pues estos, en tanto que ocupan ese lugar, tampoco pueden decir nada de ello -si lo dudan, no tienen más que leer a San Juan de la Cruz.

 

De modo que ellas -y cualquiera que ocupe esa oposición-, de ese goce -el suyo-, no pueden decir nada, -pues su conciencia, en tanto gozan, está anegada por ese saber.

 


 

 

No entiendan, con esto -como suele argumentarse en los discursos lacanianos-, que el goce conduzca necesariamente, a la aniquilación, ni que su experiencia sea necesariamente siniestra.

 

Pues hay otra vía para el goce,

 


 

como lo atestigua el gozoso goce de los místicos.

 


 

Y como habrá de sugerirlo nuestro film en el bloque que sigue -precisamente el que comenzará a dibujarse en la boda interrumpida de Laurie.

 



 

 

 

 

 

 


Odio y compasión, púlpito y capilla

volver al índice

 

Pero a eso no llegaremos hasta el próximo día.

 


•Ethan: Where are your casualties?

 

Ethan pregunta por los cadáveres.

 

La pregunta es pertinente: los muertos, también ellos, a partir de cierto momento, debajo de sus lápidas, retornan a la total indistinción: solo cadáveres que reingresan a la tierra común.

 


•(cooing)




 

Impresionante plano.

 

Impresionante la interpretación de Wayne.

 

E impresionante la manera de Ford de rodarlo.

 

Primero la cámara, que se encuentra en contrapicado con respecto a los personajes, se mantiene estática mientras Wayne alcanza el centro del plano,

 




 

 

Luego, en el momento en que se vuelve y queda estático, tiene lugar un rápido, casi violento travelling hacia su rostro

 

 

El odio más intenso, sin duda, pero no solo eso.

 

Pues hay un momento en el que la dureza de su mirada se quiebra por un instante en un gesto de dolida compasión.

 

Ello se manifiesta en un parpadeo y en un ligero estremecimiento de la mandíbula que coincide con el instante en el que se produce un breve y ligero desenfoque:

 


 

¿Desenfoque causado por un pequeño fallo en el proceso de reajuste manual del foco que obliga el rápido travelling de aproximación? Puede ser, pero personalmente lo dudo, porque algo semejante sucedía ya más de tres lustros antes en un plano semejante, también de John Wayne, en La diligencia.

 

Tampoco tengo tiempo de mostrárselo ahora, pero pueden encontrarlo referenciado en mi libro Clásico, manierista, postclásico.

 


 

Y hay algo más digno de ser anotado.

 

Se encuentra aquí:

 


 

Les llamé la atención sobre el hecho de que en el comienzo del plano aparecía, al fondo, una tela azul que enmarcaba a Ethan al comienzo de la escena.

 


 

Pues bien, ahí sigue esa tela -aunque pronto verán que se trata de una manta.

 


 

Pero, en este comienzo del plano, el cuerpo de Ethan, mostrado en escorzo, oculta algo que solo se hace visible cuando el propio Ethan alcanza el centro del cuadro.

 

¿Qué es?

 


 

Aquí lo tienen: Ese libro grueso y de canto dorado que solo puede ser una Biblia.

 

 

Cosa que queda confirmada cuando Ethan se vuelve, pues podemos ver ahora algo en lo que hasta este momento no habíamos podido reparar:

 

que esa Biblia se encuentra sobre lo que a todas luces es el púlpito de un predicador, lo que nos hacer recordar que nos encontramos en una capilla.

 

De hecho, el libro estaba ahí desde el comienzo:

 


•Woman at Fort: (humming)

•Oficial: White women?


•Woman at Fort: (humming)
•Sargento: Yes, sir.


•Woman at Fort: (humming)


•Woman at Fort: (humming)


•Woman at Fort: (humming)


 

Aquí lo tienen.

 


 

De modo que esa tela azul viene a enmarcar el púlpito vacío de un predicador.

 

Y hay que subrayarlo: se trata del púlpito sin predicador.

 

De modo que la escena configura una interrogación que alcanza a la divinidad: una suerte de ¿Dios mío, como es posible tanto horror,
tanta locura, tanto sufrimiento inutil…?

 

No hay predicador, pero hay, con todo, visión:

 




 

El contraplano muestra el gesto tembloroso, pero sobre todo alienado, de la cautiva que se resuelve en la emoción con la que abraza la muñeca como si fuera un niño real.

 


 

Es más, como si se sorprendiera al sentir el tacto de su piel y su calor.

 

 

Retrocedamos:

 


 

El horror de lo que ve.

 



 

El horror de lo que imagina y de la pérdida que recuerda…

 


 

Todo ello se resuelve en la final mirada torva del ave de presa que se impone en su voluntad de venganza.

 



Ethan sigue la dirección descendente

 


 

-de caída emocional- que le indican las vigas del techo.

 


 

Y le ven ustedes girar a la izquierda, lo que indica que va a pasar al espacio que se encuentra detrás de esa tela azul que enmarca el púlpito de la capilla.

 


Ethan y la muerte

volver al índice

 

 



•Oficial: Maybe you can help us identify them. All white. All captives.

 

Y bien, ya saben ustedes lo que hay ahí.

 

Dos cadáveres al fondo, ambos cubiertos por mantas azules.

 

Las palabras del oficial los identifica como cadáveres de mujeres.

 

Y dos barriles delante de ellos, uno por cada uno de los cadáveres.

 

Y en contracampo, en el lugar donde se encuentra la cámara, uno más que todavía no vemos, pero al que en seguida hace referencia el oficial:

 


•Oficial: There’s the white girl there.



 

Se dan cuenta: la manta que enmarcaba el púlpito vacío -pues ahora podemos identificarla como tal- anticipaba lo que había detrás de él: todos estos cadáveres de mujeres depositados tras ella y cubiertos con mantas idénticas.

 


 


•Ethan: No.

 

Y debemos anotarlo: Martin no ha entrado aquí.

 

Le imaginamos fuera, tratando de respirar el aire frío del exterior.

 

Pues es Ethan, siempre, el que termina cargando con todas las muertes del film.

 

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario

 

 

 

 

 

 

16. Look y Laurie

 

Jesús González Requena
Edipo III. La tarea del hijo
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2016/2017
sesión del 16/12/2016 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

 

 

ir al índice del seminario


Laurie no es tan pura víctima como Look

 


•Laurie: “There is one other thing l got to tell you…


•Laurie: …before you hear it from Ethan.

•Martin: How l got myself…



•Martin: …a wife.”



 

Brillante, ¿no les parece?, el contraplano que acusa el efecto de las palabras de Martin que Laurie acaba de oír.

 

Todo está en los ojos de cada personaje: en la madre vemos unos ojos que acusan casi con espanto el sufrimiento que debe ser ahora el de su hija; en Charly, en cambio, la alegre -y cínica- expectativa de la eliminación de un obstáculo para su deseo.

 


•Charlie: He did?


•Jorgensen: Good!

 

Y, en el padre, la posición neutral de quien parece incapaz de enterarse de nada.

 


•Jorgensen: A young man should get married early in life. Right, Mama?

 

Y sin embargo, lo que dice tampoco es una tontería.

 

Habla de los ciclos de los que él es testigo y a los que contribuye con su mejor esfuerzo e intención.

 



•Charly: (carcajadas)

 

Por más que se le escape ese particular sufrimiento que solo a su madre alcanza.

 


•Mrs. Jorgensen: Go ahead and read the letter, Laurie.

 

Literalmente la traducción es sigue leyendo, Laurie, aunque realmente lo que la madre dice es: termina ya de leer la carta, Laurie, acaba ya con este mal trago.

 

En este momento es posible que la madre haya apostado ya por Charly. Con lo que hace, después de todo, buenas las palabras de su marido: un joven debe casarse temprano en la vida.

 


•Jorgensen: Yeah.


•Laurie: “A little Comanche squaw–”


•Laurie: Squaw!


 

Casarse con una india: la mayor de las ofensas para Laurie.

 

¿Ven ahora hasta qué punto alcanza eso que les anunciaba al principio, es decir, que el motivo de que esta parte del relato monte en paralelo la lectura de la carta con los flashback que muestran los acontecimientos que narra viene determinada por el dibujo de una posición en espejo de Laurie y Look?

 

Pues Laurie, que ya había sido comprada en el marco de un bien pautado intercambio simbólico y, así, valorada, se ve rechazada, despreciada, sustituida por una india.

 

Pero ese va a ser, exactamente, el destino de Look que nos va a ser mostrado en el siguiente flashback.

 


•Jorgensen: -Laurie, you ought to be spanked!


•Mrs. Jorgensen: Laurie, you come back…

•Jorgensen: This is a shame.


•Mrs. Jorgensen: …and read the letter. Come on, now.


•Mrs. Jorgensen: Come on back and read it. Please.



•Jorgensen: Mama, here. You read the letter.


•Jorgensen: Charlie, my


•Jorgensen: wife, she was a schoolteacher. She reads good.


 

Impresionante -aunque siempre en segundo plano- la interpretación de Olive Carey, la actriz que interpreta a la señora Jorgensen.

 

Ella escribe el fondo dramático de una escena que todavía, en primer plano, mantiene el tono suave de la comedia.

 

Uno llega incluso a atisbar la posibilidad de que a ella le hubiera pasado lo mismo, que en su momento perdiera al joven que amara y que por eso acabara casándose con Jorgensen.

 

Ese podría ser el motivo de la mirada de espanto que vimos en ella hace un momento:

 


 

Como si recordara algo, como si percibiera en su hija algo que ella misma vivió una vez.

 


 

¿Y no fue semejante el caso de Martha, casada con el hermano del hombre al que realmente amaba?

 


•Laurie: l’ll read it.


•Charlie: So he married a Comanche squaw.


 

Y deberán reconocerme que -en ese tejido fino y casi imperceptible que liga esta escena con la que sigue de Look- la risa de Charlie anticipa la de Ethan.

 

 



•Jorgensen: By golly.


 

Pero hay que decir que Laurie no es tan ingenua, no es tan pura víctima como Look:

 

Permítanme que deletree los pensamientos de Laurie:

 

 

Sí, puedes reírte, imbécil.

 

 


 

No te faltan los motivos.

 

Ciertamente es ridícula -despreciable- mi posición.

 


 

Pero ya te arreglaré yo a tí las cuentas más tarde.

 


 

Hija de maestra, Laurie, además de mujer enamorada, es, especialmente cuando se ve despechada, una excelente máquina de cálculo.

 

Algo que nunca podrá ser Look.

 


 

Ve ante sí el horizonte que le aguarda, pero también el que diseña para hacerle frente.

 


 

¿No es eso precisamente lo que ahora preocupa a su madre? Y llega entonces el golpe de gracia:

 


•Laurie: “She wasn’t near as old as you.”

 

Resuena la fórmula del padre: un joven debe casarse pronto en la vida.

 


•Laurie: How old does he think l am?!


 

Si atienden al rostro de Laurie, es cierto que la escena se resuelve en clave de comedia.

 

Pero es diferente lo que sucede en el segundo plano, el de los padres.

 

A Jorgensen le ha alcanzado finalmente la emoción por la tristeza de su hija.

 

Y su esposa, ahora, está un paso más allá: a medias adivinando y a medias sintonizando con el cálculo mental que Laurie acaba de realizar.

 

 

 


Laurie y Look: mismo árbol, mismo paisaje

volver al índice

 

Y nada de comedia queda en la escena que sigue.

 


 

¿Reconocen el árbol? Es el árbol de la desolación y la muerte que reaparece periódicamente en el film: un árbol que, de hecho, estaba ahí desde el comienzo.

 


 

Luego presidió el desenterramiento del indio.

 




 

Para aparecer de nuevo anunciando la muerte de Brad.

 




 

Y bien,

 


 

aquí está de nuevo, en una escena no menos desolada que aquella, y sorprendentemente semejante en el tratamiento de su atmósfera visual.

 

 

¿Y qué más? Deberían, ahora que tienen ocasión de contemplarlo en imágenes congeladas, reconocer este espacio.

 

Por más que, diegéticamente, sea uno muy lejano de aquel donde se encuentra las casa de los Jorgensen, es el mismo donde se rodó la llegada de Ethan y Martin a esa casa.

 

Fíjense en las montañas de la esquina superior izquierda del cuadro:

 


 

Estamos en el mismo espacio real, por más que estemos en un espacio diegético diferente.

 

 

Solo ha cambiado la posición, el ángulo de cámara.

 

Cuando veían el film, ustedes, quiero decir, la consciencia de ustedes, no lo reconoció.

 

Pero eso no evita la consideración de que algo en ustedes que no sea su conciencia lo reconociera a pesar de todo, y que ese reconocimiento operara sobre la lunar extrañeza de esta segunda escena a la que ahora llegamos.

 

¿Por qué el retorno a este espacio de rodaje cuando se pretende situar a los personajes en un espacio diegético bien diferente?

 

Pienso que no hay duda sobre ello:

 


 

Es la mejor confirmación de la esencial relación, como dos reversos de una moneda, de los personajes de Laurie y de Look.

 



 

La luz viva de entonces ha sido sustituida por la de un atardecer oscuro,

 


 

cuya desolación viene dibujada por el árbol seco que se encuentra junto a Martin y el tronco aún más seco sobre el que se sienta Ethan -una pura osamenta arbórea, algo semejante, suponemos, a aquello en lo que se convertirá, mucho tiempo más tarde, el árbol seco todavía erguido que se encuentra junto al joven.

 

Y, también, por la acumulación de cantos puntiagudos, hostiles, en la zona inferior derecha del cuadro.

 


•Martin: Hey, look, coffee. Me, coffee.


 

 


Ganso Salvaje que Vuela en el Cielo Nocturno

volver al índice

 


•Ethan: Could l have a little, Mrs. Pawley?

 

Y claro está, en tan desolado espacio, la broma de Ethan solo puede escucharse como el más agrio sarcasmo.

 


•Ethan: Yes, sir.

•Ethan: Looks like Mrs. Pawley’s gonna make you a fine, dutiful wife.

 

Lo más desolador de todo es que el sarcasmo de Ethan nombra al pie de la letra el esfuerzo de Look por ser la mejor esposa posible.

 


•Martin: Oh, cut it out, will you?


 

¿Reconocen lo que resuena en este plano?

 


 

Como ven, estricto reverso la una de la otra, ambas pivotando sobre el mismo gran charco de agua, pero a la vez logrando -cosa realmente notable- que las montañas del fondo permanezcan exactamente en el mismo lugar.

 

Claro está, ahora el agua ha perdido toda luminosidad.

 


•Martin: Oh, look. l sure do wish l could make you understand.

 

Martin no es mal chico, le duele la situación, quisiera poder explicarle a ella la confusión en la que ha incurrido.

 

Pero solo logra, con ello, aumentar el esfuerzo amoroso de la muchacha.

 


•Look: Look?

 

Lo que la lleva al extremo de hacer suyo como nombre la palabra que él le dirige.

 


•Look: (speaks ln comanche)


•Look: Look.


•Ethan: She says her name is Wild Goose Flying in the Night Sky.

 

Y es un bello nombre el que sacrifica:

 

Ganso Salvaje que Vuela en el Cielo Nocturno

 


•Ethan: But she’ll answer to “Look”

 


•Ethan: if that pleases you.




 

Es ahora el punto de vista de Ethan el que se impone, anticipando con su risa la cruel escena que sigue.

 

El brillo blanco de sus dientes tiene el mismo tono que la osamenta asrbórea sobre la que se apoya.

 


 

Imposible imaginar una cama más inestable: en terreno inclinado, con esa tremenda piedra que podría aplastarles en su caída.

 

Martin se esconde como un niño: está asustado ante la inminencia de la llegada de Ganso Salvaje que Vuela en el Cielo Nocturno.

 

Ahora bien, ¿no les parece este un nombre apropiado para la mujer que goza?

 



 

Imposible, para Martin, ignorar su presencia.

 


 

De nuevo la mirada de Ethan preside la escena de cuya crueldad se dispone a gozar -¿sentirá quizás que le devuelve el reverso de lo que a Debbie le ha tocado vivir en manos de Scar?

 


 

Y del bueno de Martin, el que estaba decidido a contener la violencia de Ethan, sale la violencia más primaria y brutal.

 


•Ethan: (laughs)


•Ethan: You know, that’s grounds for divorce


•Ethan: in Texas.

 

Pero les insisto, la risa de Ethan no es en lo esencial diferente de la de Charly:

 


 

Y observen, por lo demás, con que precisión se encadenan los discursos de ambos:

 


•Charlie: So he married a Comanche squaw.

 


•Ethan: You know, that’s grounds for divorce



•Ethan: in Texas.

 

El se ha casado con una comanche squaw, eso es motivo de divorcio en Texas.

 

De la boda al divorcio, y, por el camino, dos mujeres despreciadas.

 

 


La flecha de Look

volver al índice

 




•Ethan: You’re really rough!

•Martin: Well, l don’t think it’s so dadburn funny.

 

Dadburn funny.

 

Notable expresión.

 

El Urban Dictionary propone como equivalentes palabrotas como fucking, damned o damn.

 

Pero lo notable es que la traducción literal del término es papá quemado o la quemadura de papá.

 

Y ciertamente Ethan es un padre quemado.

 




•Martin: Look, if you really wanna do some good, why don’t you ask her where Scar is?

 

Y así el padre quemado debe preguntar por el indio Cicatriz.

 



•Ethan: She heard you.




•Ethan: (speaks ln comanche)


 

Sin que se llegue a la violencia física, la violencia compositiva de la imagen es extrema.

 


•Ethan: You ask her.

 

Ethan, aunque es él quien sabe comanche y no Martin, le dice a éste que sea él el que pregunte.

 

Martin es su esposo, y quiere que haga valer ante ella ese privilegio.

 


•Martin: Look, Scar?

 

Y Martin lo hace, utilizando para ello el nombre que él mismo le ha dado.

 



•Martin: Do you know where he went?


•Martin: Did he have a girl with him? A white girl?



•Martin: (speaks ln comanche)

•Martin: No. No, not a woman. lt’s–


•Martin: Sister.


 

Look sale de cuadro por segunda vez.

 

Pero es extremo el contraste entre la primera y la segunda salida.

 



 

En aquella era todo entusiasmo enamorado: por fin era valorada como mujer, por fin era comprada.

 

 



 

Esta vez, en cambio, es todo lo contrario: huye asustada, pero también sintiéndose despreciada y utilizada.

 

Alcanzando, en suma, la misma posición en la que hemos dejado a Laurie.

 

Y sin embargo

 

 

Look les señala el camino.

 


•Ethan: Martin!





•Ethan: Look’s gone.

 

Las miradas de ambos localizan el lugar de la flecha dejada por Look: se encuentra ahora, en el plano, justo bajo ese órgano rocoso que, decíamos, tiene que ver con la muerte.

 

Pero entre lo uno y lo otro se encuentra al agua, lo que indica que se ha disuelto la oposición que enfrentaba esa montaña, como emblema de la muerte, con el agua como símbolo de la vida.

 


•Ethan: Pulled out in the night.


•Ethan: Well, she ain’t going back to her family, that’s for certain.

 

Lo cierto es que ella no ha vuelto con su familia.

 

Pero claro está: ¿cómo volver allí como mujer despreciada, totallmente desvalorizada?

 


•Ethan: She took off the way that arrow’s pointng.


•Martin: Well, think maybe we ought to follow her?


•Ethan: How should l know?


•Ethan: She’s your wife.

 

Pero lo sabe.

 

Sabe que ella, la buena de Look, está cumpliendo con sus obligaciones de esposa y que ha partido en busca de Debbie.

 



 

De modo que esa flecha es la respuesta de Look.

 

Ustedes que han visto El honmbre que mató a Liberty Valance, díganme: ¿cuál es el personaje que, allí, ocupa la posición equivalente a la que aquí ocupa Look?

 

Ciertamente: Pompei.

 


•Martin: Maybe she left other signs for us to follow…

 

Pero en un mundo tan incierto como éste, ningún camino está garantizado y todo signo está amenazado de quedar oculto bajo la nieve.

 


•Laurie: “–but we’ll never know…


•Laurie: …because it snowed that day and all the next week.”

 

 


La cruz de Laurie

volver al índice

 

Se dan cuenta de lo diferente que es ahora el plano de Laury con respecto al anterior.

 


 

Eliminados los padres, también la vis cómica del gesto de Laurie,

 


 

el actual es un plano mucho más aislado e íntimo.

 

Ella sóla, con su carta y su soledad, consolándose quizás con el hecho de que la situación de esa esposa de Martin -Look- sea ahora tan semejante a la suya.

 

Por lo demás, quizás recuerden ustedes el plano que, en el pasado del film,

 


 

recuerda a éste.

 


 

Se acuerdan de la cruz de Martha.

 

Pues bien, ahora se trata de la cruz de Laurie. Tan parecida, después de todo, a aquella.

 

Ahora la carta de Martin ocupa el mismo lugar que entonces ocupara el gabán de Ethan.

 

El tiempo pasa, las generaciones se suceden, y los anhelos y las fuentes del dolor retornan generación tras generación.

 

 

 

 


Matanzas en espejo

volver al índice

 



•Martin: We were heading north through buffalo country…


•Martin: …when something happened that ain’t got straight in my own mind yet.

 

El punto de vista de Martin, que como les digo se ha impuesto con la enunciación de la carta, se hace especialmente patente aquí, donde describe algo que, afirma, no ha podido entender.

 


•Martin: But on this day we sighted a small herd.


•Martin: See, we needed some meat so We circled round and come up on them afoot.

 

Retornamos al asunto de la inteligibilidad que, supongo, recordarán ya nos ocupó a propósito de esta escena:

 


 

Lo inteligible se sitúa bien aquí:

 


•Martin: See, we needed some meat so We circled round and come up on them afoot.

 

es decir, en el campo de los cálculos de la necesidad. Necesitan comer, y para ello necesitan cazar.

 


 

Admirable la elegancia cromática y compositiva del plano: todo él en blancos y grises, sin que ningún otro color disturbe la imagen.

 

Y luego el equilibrio compositivo entre las verticales -esos árboles sin hojas- y las horizontales -esa doble línea de horizonte: la de los búfalos primero y la del bosque del fondo.

 

Es una imagen evidentemente fría, si no gélida.

 

Los altos árboles del primer plano encuentran su equivalencia con los del fondo ciñendo una llanura posiblemente circular, vacía de árboles y solo ocupada por los bisontes.

 

Definen así esos árboles los límites de un círculo -de un circo, si ustedes quieren- al que se disponen a acceder los personajes para enfrentarse a las bestias que lo pueblan.

 


 

En un segundo momento, Ford elimina de la composición las líneas verticales y ubica las dos líneas horizontales, próximas pero separadas, en el centro vertical del plano.

 

Vistos desde más cerca, los bisontes obtienen un tono marrón que aumenta el efecto de profundidad del plano destacándose sobre la línea gris de los árboles del fondo.

 



 

En ese orden compositivo, la aparición de las figuras verticales de los dos hombres introduce un vector de tensión que anuncia la violencia que sigue.

 


 

Y algo notable en el campo cromático:

 

los abrigos de los dos hombres sintonizan con los dos aspectos del color de los búfalos: el de Martin, con la parte más clara de su zona superior y el de Ethan, con su parte oscura inferior.

 


•(gunshots)



{}


{}


 

Nuevamente, se dispara la violencia de Ethan con su habitual eficacia.

 


•Martin: Ethan, don’t make no sense.

 

Ethan, esto no tiene sentido -dice Martin, ocupando ahora el lugar del discurso razonable que en su momento desempeñara Clayton.

 

Pero se equivoca: no es razonable, pero tiene sentido.

 


•Ethan: Hunger! Empty bellies!


•Ethan: That’s the sense it makes, you blanket head!

 

Pero no solo eso.

 

Pues, en la economía especular de la violencia de los blancos y los indios, esta escena replica a otra anterior.

 

Supongo que recuerdan cuál, pues aquella ocurría también en un gran círculo, sólo que de montañas.

 



 

La diferencia, claro está, es temporal.

 

Podríamos decir -si obviáramos la diferencia entre blancos e indios- que esta escena fuera la continuación de la que acabamos de ver: si en ella hemos visto la matanza de animales de los enemigos, ahora vemos a los enemigos encontrando muertos a sus animales.

 

•Brad: Reverend!


•Brad: Look!

 

Y como les decía, éste, como aquel, es también un espacio circular -un gran círculo trágico- donde ha tenido o tiene lugar un sacrificio.

 

Y en esa economía especular entra bien el contraste: del árido desierto a la pradera helada.

 




•Ethan: Caddos or Kiowas, huh?




•Ethan: Ain’t but one


•Ethan: tribe uses a lance like that.



•Brad: Hey, Pa, your prize bull.

 

En cada caso, no sólo se ha intentado privar al enemigo de alimento, sino que se ha buscado aniquilar a su animal totémico.

 


•Brad: Killed every one of them.


•Brad: Not for food either. Why’d they do a thing like that?


•Ethan: Stealing the cattle was just to pull us out.



•Ethan: This is a murder raid.

 

Ha sido una razia asesina.

 

De modo que pueden deducir lo que sigue.

 

Pues si entonces a esto siguió el encuentro del cadáver de Martha…

 

 


La tarea del hijo

volver al índice

 


•Ethan: You need to stop it!

 

Tiene razón Martin: Ethan necesita frenar esa pulsión de aniquilación pues va a acabar aniquilándole a él mismo.

 


 

El caso es que Martin recibe por segunda vez un golpe de Ethan:

 


•Ethan: Don’t go in.

 

Pero el de ahora es un golpe del todo diferente a aquel:

 


•Martin: Let me in.


•Ethan: Don’t go in there, boy.


•Martin: I wanna see them. Let me in, I wanna–


•Ethan: Don’t go in.


 

Pues entonces fue el golpe medido y necesario del padre destinado a frenar la pulsión del hijo que podría aniquilarle.

 

-Lo que, digámoslo de paso, debería bastar para cuestionar esa moderna ley que prohíbe absolutamente toda bofetada paterna sin valorar ni su contexto, ni su intensidad, ni su oportunidad.

 


•Ethan: You need to stop it!


 

Ahora, en cambio, los papeles se han invertido: es Martin quien intenta contener la pulsión desbocada de Ethan, de modo que esta nueva bofetada ya no opera como una vía para contener la pulsión, sino como una forma suplementaria de su desbocamiento.

 

Llegamos así al momento en que se justifica el título del seminario de este año: la tarea del hijo.

 

Pues hay un momento inevitable en que el hijo debe tomar el relevo del padre: debe ser capaz, cuando el padre no puede más, cuando la presión de lo real se desboca en él -y no olviden que la pulsión es la presión de lo real proveniente del interior- debe ser capaz, digo, de afrontar su locura.

 



 

Y no piensen que Martin fracasa en su tarea

 


•(trumpeting in dlstance)


•Ethan: At least they won’t feed any Comanche this winter.

 

Pues es él quien está en condiciones de escuchar el sonido de la trompeta de la caballería -en suma: solo él ahora está en condiciones de atender al principio de realidad al que Ethan no puede escuchar, dado que se halla ensordecido por la turbulencia de su pulsión.

 


•Martin: Ethan, listen!



•Martin: Listen!

•Ethan: Killing buffaloes is like killing lnjuns.

 

Impresionante plano en el que los dos hombres parecen constituir una única figura dotada de dos cabezas.

 

Y una atada o fusionada por la funda india del rifle de Ethan.

 

Es difícil evitar la idea de que Ford haya dado a Jeffrey Hunter, el actor que interpreta a Martin, la instrucción de que, al levantarse y aproximarse a Wayne, introdujera su brazo por debajo de la funda del fusil de éste.

 

El odio y la esperanza, el anhelo de violencia y el anhelo de paz.

 


•Ethan: You just gotta–

•Martin: Listen!


 

Finalmente, Ethan escucha, retorna a la realidad.

 


 

Pero qué diferente es el modo en el que uno y otro personaje acusa esa realidad que tiene la forma de la aproximación del séptimo de caballería.

 

Frente a la esperanza anhelante de Martin, la desconfianza acerada de Ethan.

 

Y no sé si se dan cuenta de lo terrible de la situación.

 

Pues es Ethan, y no Martin, quien percibe mejor lo que esa llegada anuncia.

 

¿Qué?

 

¿No lo saben? Es fácil de deducir, con solo seguir la serie que hemos establecido de estos acontecimientos con los de la primera mitad del film, puestos, eso sí, en espejo, entre blancos e indios.

 

 


Matanzas en espejo

volver al índice

 



 

En principio, la imagen parece optimista.

 

No solo llega la caballería con su propia música, sino que el cielo se muestras luminoso, la nieve brillante, y el agua en movimiento anuncia el deshielo de la primavera.

 


•Oficial: Come on!





 

Y con el ejército, arropadas entre sus filas, mujeres cubiertas con mantas indias.

 

Sólo más tarde sabremos que se trata de blancas cautivas de los indios y recién rescatadas.

 


 

En la nieve más inmaculada -ni una nube en el cielo, ni el menor atisbo de vegetación, ninguna otra huella sobre la nieve que la que ellos mismos dejan a su paso- se destacan las figuras de Ethan y Martin.

 



 

Y sin embargo eso empieza a cambiar en lo que sigue.

 

La nieve se presenta ahora sucia y llena de huellas que anuncian un paisaje de cadáveres.

 

 

Comprendemos ahora por qué era tan impolutamente blanco el plano de Ethan y Martin descendiendo sobre la más radiante nieve.

 

Comprendemos igualmente por qué el suyo era un movimiento de descenso:

 



 

Esto por lo que se refiere al descenso.

 

Y esto otro, por lo que se refiere al blanco:

 


 

lo opuesto extremo el negro de entonces.

 


•Ethan: Martha! Martha!


 


•Martin: it was the Nawyecky Comanche, all right.


•Martin: The ones we’d been looking for all this time.

 

 


{}



 


Dos umbrales

volver al índice

 




 

Dos umbrales,

 


 

cada uno de los cuales se abre al cadáver de una mujer.

 



•Ethan: Marty.

 

Esta vez Marty ya sí puede mirar.

 







•Ethan: lt’s Look.


•Martin: Look?


•Martin: What did them soldiers have to kill her for? She never done nobody harm.

 

Acaban de ver con qué cuidado, casi amoroso, Ethan trataba de limpiar y de eliminar las abolladuras del sombrero de Look.

 

En cierto modo, ese sombrero

 


 

ocupa ahora un lugar semejante a la muñeca de Debbie.

 

Pero, prolongando la sistemática de la inversión en espejo,

 


 

si entonces la muñeca fue recogida del suelo,

 



 

ahora el sombrero es depositado en él.

 



•Martin: We gotta catch up with them. Maybe they’ve got Debbie.



•Ethan: Maybe they got that chief they call Scar.



•Martin: So we figured Debbie had been in the village.

•Martin: What Look was doing there, Whether she’d come to Warn him or maybe to find Debbie for me,



•Martin: there’s no way of knowing.

 

Se darán cuenta de que Martin se engaña -es una manera de distraer la culpa que a pesar de todo siente.

 

Sin duda Look había ido allí a buscar a Debbie para él.

 

La prueba es que ha muerto

 


 

aferrada al sombrero que él le regaló cuando pactó -aún sin saberlo- su casamiento.

 

Pero Ethan -con esa delicadeza afectiva que él siempre oculta tras sus gestos más rudos- ha tenido cuidado de retirar de sus manos el sombrero y cubrtir el cadáver con su manta roja antes de la llegada de Martin, haciendo así más fácil esa duda ficticia sobre el motivo de la presencia de Look allí.

 




•Ethan: lt’s Look.


•Martin: Look?


•Martin: What did them soldiers have to kill her for? She never done nobody harm.

 

Martin, en la más humana de las reacciones, busca alguien a quien echar la culpa.

 

Pero Ethan calla.

 

Está en otra cosa.

 

Si ha tratado de limpiar el sobrero y restaurar su forma, es porque ahora se dispone a colocarlo encima de la manta roja con la que ha cubierto a Look.

 



•Martin: We gotta catch up with them. Maybe they’ve got Debbie.

 

Tal es el breve pero intenso funeral que le dedica.

 

Que le dedica a quien, así despedida, con la manta y el sombrero de su compra nupcial, es despedida como la señora Pawley.

 

 

volver al índice

 

 

ir al índice del seminario