10. El espectáculo televisivo



 

 

 

Jesús González Requena

Análisis de Textos Audiovisuales, 2021

2021-03-22 (1)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

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  • Super rats y super cats
  • Amor, burla, odio
  • Realización fantásmática del deseo de Arthur
  • La fría y sádica mirada del espectáculo televisivo
  • recursos melodrmáticos
  • El punto de vista de Arthur
  • El deseo más intimo de Arthur
     

     

     

     


    Super rats y super cats

     

    Les recuerdo las dos preguntas que dejamos abiertas el último día.

     

    La primera, se la planteé en la primera mitad de la sesión. Era ésta: ¿Cuál es la forma mayor de violencia procedente de su madre que padece Arthur? La segunda, que les planteé en al final, es: ¿Por qué las super ratas de nuevo? ¿Cuál es el efecto de su presencia aquí?

     


    •Murray: We got a great-looking audience tonight.


    •Arthur: Yeah!


    •Murray: Wow. Thank you. Thank you.


    •Murray: So, everybody’s heard about the super rats that -are in Gotham now, right?


    •Audience: Yeah.


    •Murray: Well, today, the mayor said he has a solution. You ready for this?


    •Murray: Super cats.


    •[all laughing]

    •Arthur: [laughing]


     

    Yo diría que se trata, ni más ni menos, del motivo mayor -más allá de la fascinada mirada de que su madre dirige hacia él- de la admiración que Arthur experimenta por Murray.

     

    Ven lo que Murray ofrece: super gatos, gatos poderosos, capaces de mantener a raya a las super ratas.

     

    Creo que a estas alturas se darán cuenta de cómo eso puede resonar en el mundo psíquico de Arthur:

     


    •news anchor 1 on TV: but super rats, who are hard to kill.


     


    •Murray: Super cats.


    •[all laughing]

     

    ¿Qué mejor expresión, en el mundo loco de Arthur, de la figura de un varón tercero lo suficientemente enérgico como para interponerse entre él y su madre?

     

    Y no menos notable es el sincretismo que se produce aquí entre la figura de Murray y la del alcalde, quien todavía no es Wayne, desde luego, pero que va a serlo en breve plazo.

     

     

     

     

     


    Amor, burla, odio


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    Es bien evidente el narcisismo de Murray, que se alimenta de la veneración -en forma de risa- que recibe de su público.

     

    Ahora bien, ese es, simultáneamente, el motivo del amor

     


     

    y del odio

     


     

    que Arthur experimenta hacia él.


     

    Pues Murray es la figura brillante,

     


     

    que se baña en la luz de los focos, mientras que él es solo uno más entre los muchos espectadores que lo contemplan desde la oscuridad.

     

    Arthur proclama ahora su amor a voz en grito.

     


    •Murray: But in all seriousness, I mean, these rats are…


    •Arthur: I love you, Murray!

     

    Como más tarde, llegado el momento, habrá de proclamar su odio:

     


    •Arthur: You’re awful, Murray.


    •Murray: But in all seriousness, I mean, these rats are…


    •Arthur: I love you, Murray!

     

    Y Murray parece preguntarse ¿Quién será el idiota que me interrumpe? Pero, con su profesionalidad incuestionable -lo que está por analizar es la índole ética de esa profesionalidad- devuelve en seguida la declaración de amor:

     


    •Murray: I love you, too.


    •[all laughing]

     

    Se dan cuenta de la decisiva importancia de las risas del público en todo lo que sigue de esta escena.

     

    Por su mera presencia, el amor proclamado es declarado de inmediato objeto de burla.

     

    Y es el propio Murray el que inicia esa burla:

     

     


    •Murray: I love you, too.

    •[all laughing]


     

    Y ven, por lo demás, otra manifestación de esa estructura en abismo que, como les decía, es inherente al espectáculo televisivo.

     

    La imagen de Murray aparece ahí, entre el público, compartiendo su misma risa, en espejo.

     

    Es el espejo de una complicidad en la que se encuentran el conductor del programa y sus espectadores.

     

    Pero esa complicidad necesita, aquí como en el callejón del comienzo de la película, de un chivo expiatorio a costa del cual establecerla.

     

    En tanto el chivo expiatorio aparece, en torno a él se teje esa red de complicidades de la que les hablo y que tan claramente se manifiesta en los rostros de los espectadores que rodean a Arthur.

     

    Ríen felices, pues ellos no son como Arthur, dado que ellos son los que se burlan de él.

     

    De modo que se sienten más listos, tan listos como Murray, con quien comparten esa burla.

     

    ¿No es ese, por ejemplo, el esquema básico del programa de Jorge Javier Vázquez en Tele 5 o del de el Gran Wyoming en la Sexta?

     

     

     

     

     


    Realización fantásmática del deseo de Arthur

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    Pero sucede que, en lo que sigue, la fantasía -si no la alucinación- de Arthur va a ir imponiéndose progresivamente. Ahora bien, lo notable de la resolución de la escena es que eso, sin embargo, tarda en hacerse patente, pues nunca desaparecen del todo los elementos de esa burla cruel que constituye el formato básico del tipo de programa que nos ocupa.

     

    Así, en la ensoñación de Arthur, Murray aparece como ese padre capaz de ir en su busca y encontrarle que él anhela-

     


    •Murray: Hey, Bobby, would you


    •Murray: put the lights on?


     

    Murray le localiza, le mira, se interesa por él.

     

    Y, así, la luz de la escena le baña ahora también a él.

     

    Como ven, la realización fantasmática del deseo de Arthur ha comenzado.

     

    Y conviene no perder de vista que esa realización fantasmática se apoya sobre el mecanismo fundamental del espectáculo televisivo que ya les he señalado antes.

     

    De hecho, no es más que la intensificación, en la alucinación, de esa mirada atenta, del todo entregada, deseante y, en el límite, amorosa, que los espectadores de los espectáculos televisivos reciben incesantemente de los conductores de estos.

     

    Así, Murray pregunta por Arthur,

     


    •Murray: Who is that?


     

    le invita a ponerse de pie, a singularizarse entre esa masa anónima que es la audiencia.

     


    •Murray: Was that you? You wanna


    •Murray: stand up, please?


    •Murray: Stand up for me.

     

    Le hace levantar la cabeza y atrae hace él la mirada de todos.

     

    ¿Acaso no es ese, el motivo que lleva a tanta pobre gente a convertirse en material del espectáculo televisivo de lo real?

     

     


    •Murray: Go ahead.


     

    Y, así, Arthur emerge ante la mirada de todos.

     

    Está feliz, y presenta su mejor actitud de niño complaciente y sonriente -ya saben: ese modo de ser que la madre ha dictado para él.

     

    Por su parte, el resto de los espectadores están igualmente entusiasmados.

     

    Sobre todo los que se encuentran más cerca de Arthur.

     

    Por eso, incluso su burla de Arthur se dulcifica momentáneamente. En ello se manifiesta un pasajero agradecimiento. Gracias a Arthur, ahora ellos tambien se ven iluminados y pueden hacerse visibles en las pantallas televisivas -¿acaso no han ido hasta allí con esa oculta ambición? Nada lo manifiesta mejor que las radiantes sonrisas que ahora exhiben.

     

    Pero es éste un agradecimiento bien breve, pues las miradas de complicidad que algunos de ellos dirigen a Murray anticipan la burla de la que esperan que Arthur sea objeto.

     

    A partir de aquí, comienza una serie de travellings en planos sucesivos, tanto sobre Arthur como sobre Murray, destinados a traducir el entusiasmo casi flotante con el que el primero vive la escena.

     


     

    Por cierto, les hablé en su momento de la pintura de labios de Arthur.

     

     

    ¿No les parece que su gestualidad ahora es la de la colegiada aplicada cuando va a recibir la medalla en la ceremonia del final de curso?

    Pero sigue, en cualquier caso, la fantasía que realiza el deseo de Arthur:

     



    •Murray: What’s your name?


     

    Murray se interesa por su auténtico nombre –Arthur, no Happy- y, así, le brinda su reconocimiento, de modo que ahora Arthur puede al fin pronunciarlo con orgullo:

     


    •Arthur: Hi, Murray. Arthur.


    •Murray: Arthur?


    •Arthur: My name’s Arthur.



    •Murray: Oh, okay. Well, there’s something special about you,


    •Murray: Arthur, I could tell.

     

    Y le reconoce como un ser especial, diferenciado, otro que su madre.

     

    ¿No es eso lo que se espera de un padre?

     

    Como ven, Arthur fantasea -si no alucina- aquello que no tiene y que necesita desesperadamente: un padre que le nombre, le reconozca en su individualidad, y le permita sentirse ser algo más que el apéndice sonriente de su madre.

     

     

     

     

     


    La fría y sádica mirada del espectáculo televisivo

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    Pero, como les decía -y creo que en ello reside el acierto mayor de la escena- en ningún momento desaparece por ello lo otro, esa lógica descarnada del espectáculo televisivo en el que esa fantasía se inserta.

     

    Pues el delirio y el espectáculo televisivo se manifiestan fundidos aquí, de modo que los rasgos crueles del segundo no cesan de emerger cuarteando la ensoñación complaciente que la alucinación quisiera realizar.

     

    Así, el anhelo del padre que la alucinación busca realizar, ese anhelo de una figura varonil con la que poder identificarse para así diferenciarse de su madre, se ve sin embargo desmentido una y otra vez por las risas burlonas que estallan en el plató.

     

    Y eso es también lo que vemos ahora en el rostro de Murray:

     


     

    no solo el desprecio que siente por Arthur cuando le mira, sino también el frío cálculo sobre el rendimiento espectacular que puede llegar a obtener de él. -Ese es uno de los aspectos principales de esa profesionalidad de la que hablábamos antes.

     

    He aquí, por cierto, otro aspecto notable del espectáculo televisivo más descarnado: que no oculta, sino que exhibe, de modo abiertamente sádico, ese desprecio y ese cálculo.

     

    Y, en este sentido, lo más notable es el parecido de esa mirada, y de su brillo, con… esta otra:

     


     

    ¿Se dan cuenta? Es una muy semejante mirada fría, que no percibe ni concede humanidad alguna a lo que contempla.

     


    •Murray: Where are you from?

     

     

     

     


    recursos melodrmáticos

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    •Arthur: I live right here in the city


     

    Por lo demás, sucede que esa madre desde cuya cama, por la noche, Arthur ve la televisión, no puede dejar de infiltrarse en su fantasía hasta colonizarla:

     


    •Arthur: -with my [stammers] mother.


    •[audience laughing]

     

    La audiencia ríe.

     

    Sus risas, que no han dejado de escucharse todo el tiempo, se hacen oir ahora con mayor intensidad.

     

    Como vengo diciéndoles, la puesta en escena de la fantasía de Arthur coexiste con las propiedades mayores del reality-show, ese espectáculo que se alimenta sobre de escarnio y la burla de los más primarios desgarros de lo humano.

     

    Pero esta vez, inesperadamente, Murray cuestiona esa risa:

     


    •Murray: [Murray] Okay, hold on. Hold on. There’s nothing funny about that.


    •Murray: I lived with my mother before I made it. Just me and her.


    •Murray: I’m that kid whose father went out for a pack of cigarettes,


    •Murray: and he never came back.

    •Audience: Aww.

     

    ¿Les parece que este giro que acaba de introducir Murray obedece a la pura fantasía de Arthur o puede formar parte de los recursos escénicos de Murray?

     

    La respuesta no es fácil.

     

    Pero el simple hecho de que nos la planteemos dice mucho a favor del medido trabajo del cineasta en su capacidad de mantener abiertas todas las posibilidades por lo que se refiere al estatuto de realidad de la escena.

     

    Por mi parte, creo que no es necesario escoger, que ambas posibilidades están en juego.

     

    Pues un showman como Murray, si asienta su éxito en la burla mordaz, no por ello renuncia a los golpes de efecto melodramáticos.

     


    •Arthur: I know what that’s like, Murray. I’ve been the man of the house for as long as I can remember.

     

    Las cabezas de los volubles espectadores -observen la zona inferior de la imagen-, siempre obedientes a la guía de Murray, se vuelven ahora, interesadas y conmovidas, hacia Arthur.

     


    •Arthur: I take good care of my mother.

     

    El contrapicado que ahora se nos ofrece de Arthur corresponde bien a la fantasía del propio Arthur, sintiéndose reconocido por todos a causa del amor y la devoción con que cuida de su madre.

     


    •(clapping)

     

    Pero, como les digo, la escena cuadra igualmente bien con los recursos melodramáticos del género televisivo.

     

     

     

     

     

     


    El punto de vista de Arthur

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    El caso es que allí, en la escena pública del espectáculo televisivo, ante la mirada de todos, Arthur recibe el reconocimiento del padre vicario por la abnegación de su entrega a los cuidados de su madre.

     


    •Murray: All that sacrifice, she must love you very much.


    •Arthur: She does.


    •Arthur: She always tells me to smile and put on a happy face.


    •Arthur: She says I was put here to spread joy and laughter.



     

    Ven, como les vengo diciendo, donde reside la fuerza mayor de la escena.

     

    En que esta escena que tan meticulosamente despliega la fantasía de Arthur es, simultáneamente, totalmente convincente como programa televisivo.

     

    Y ello porque -y es éste el lado más oscuro de los departamentos de producción de estos programas- alguien tiene que buscar y conducir a la escena a seres trastornados, pues su rendimiento espectacular está -como aquí- garantizado.

     

    ¿Les parece exceso esto que ahora les digo? Si es así, es que han olvidado

     


     

    las palabras que se escucharán en boca de Arthur más tarde -en esa segunda escena en el plato que viene a completar estrechamente a ésta en ese juego de simetrías temporales de la que les he hablado más de una vez:

     


    •Arthur: Playing my video.


    •Arthur: Inviting me on this show.

    •Arthur: You just wanted to make fun of me.


    •Arthur: …when you cross a mentally-ill loner


    •Arthur: with a society that abandons him and treats him like trash?

     

    Se dan cuenta incluso de que la expresión telebasura se hace casi explícita aquí.

     


     

    Y, volviendo a nuestra escena de hoy, debemos añadir que forma parte del registro de la telebasura el gesto inmediato de aburrimiento despreciativo que manifiesta entones Murray:

     


    •Arthur: She says I was put here to spread joy and laughter.


    •Audience: Aww.


     

    Pues observen que el de este contraplano es un gesto para la cámara, no solo la cinematográfica, sino también la televisiva.

     

    Quizá alguno de ustedes pueda ver en ello una contradicción con respecto a algo que les dije en una sesión anterior sobre la presencia permanente del punto de vista de Arthur durante toda la narración.

     

    Pero no hay tal contradicción.

     

    O quizás sea mejor decir: existe tal contradicción, pero es una contradicción interior al propio Arthur:

     


     

    Pues Arthur lo sabe.

     

    Lo ha visto demasiadas veces en este programa de Murray con cuyos restos construye su propia fantasía, en la que no deja de filtrarse la realidad hostil determinada por el sadismo de su formato.

     

    Por lo demás, en lo que sigue, la enunciación del film se pronuncia sobre ello explícitamente:

     



     

    La cámara, en vez de seguir a Arthur, le busca en la pantalla televisiva.

     

    Esto es televisión, nos dice.

     


    •Murray: I like that. I like that a lot. Come on down.

     

     

     

     

     


    El deseo más intimo de Arthur

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    •Murray: Come on. For that, you gotta come down.


     

    Atiendan al modo de mover la cabeza y la mano: he aquí uno más de esos rasgos femeninos que, con su periódica aparición, recuerdan la identificación de Arthur con su madre.

     


    •[audience cheering]

    •Murray: Come on! Come on.

     

    Y llega, finalmente, la apoteosis: el ascenso a la escena.

     

    Un potente movimiento de grua que incluye un giro de 180 grados viene a visualizarlo.

     




    •[audience cheering loudly]


    •Murray: Okay, we got a big show tonight. Stay tuned.

     


    •Murray: We’ll be right back.

     

    Pero lo que sigue a partir de aquí tampoco se aparta de los procedimientos del espectáculo televisivo.

     


    •Murray: That was great, Arthur.


    •Murray: Thank you. I mean, I loved hearing what you had to say.



    •Murray: It made my day.


    •Arthur: Thanks, Murray.



    •Murray: You see all this, the lights, the show,


    •Murray: the audience, all that stuff? I’d give it all up in a heartbeat to have a kid like you.


     

    Y ello tiñe de artificialidad, de irrealidad, esta tan expresiva añoranza del padre que nunca tuvo y que constituye el deseo más íntimo de Arthur.

     

     

     

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