Jesús González Requena
(Universidad Complutense de Madrid)
Lorenzo J. Torres Hortelano
(Universidad Rey Juan Carlos)
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021
El presente texto ha sido rechazado por las siguientes revistas científicas:
Comunicar Revista Científica, Profesional de la Información, Political Communication, Politics, Journal of Women, Politics & Policy, Communication & Society, Revista Latina de Comunicación Social.
Motivos aducidos: incumplimiento de las reglas formales, en la mayor parte de los casos. Falta de rigor científico en algún otro.
Cabe otra posibilidad: la incorrección política de los datos presentados. (*)
Resumen
La semana del 16 al 24 de febrero de 2020 tuvo lugar una reunión internacional de la misión conjunta OMS-China en cuyo informe final (2020: 21) se recomendaba, a los países que empezaban a tener casos de infectados por la Covid-19, la activación de los protocolos de máxima emergencia sanitaria necesarios para su detección y cura, así como la información a la población de la gravedad de la situación. Ello sucedía tres semanas antes del 8 de marzo, fecha en la que habrían de tener lugar en España las manifestaciones feministas con ocasión del Día Internacional de la Mujer. (**)
El presente trabajo estudia el contexto informativo en el que el Gobierno español tomó la decisión de no suspender los actos públicos masivos convocados para el fin de semana en el que se habría de celebrar las citadas manifestaciones feministas y sostiene que ciertos intereses políticos ―del actual Gobierno de España―, así como ciertos presupuestos ideológicos ―predominantes en las citadas manifestaciones― pudieron determinar la no suspensión mencionada.
Para justificarlo, se procede en primer lugar a contrastar la información contenida en las portadas del diario progubernamental El País en las fechas decisivas de la crisis sanitaria con las declaraciones realizadas a TVE por el Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, el día 1 de junio de 2020, contempladas como ejemplares del discurso construido por el Gobierno para justificar su demora en la toma de las medidas señaladas en aquel momento. El resultado de este análisis comparado permite demostrar que el 8 de marzo de 2020 el Gobierno contaba con la suficiente información que aconsejaba la suspensión de las manifestaciones feministas, tanto como las del resto de los grandes actos públicos que tuvieron lugar en aquel fin de semana.
Todo ello hace del caso uno idóneo para el estudio de la relación entre la ideología y la percepción de la realidad, por lo que a continuación, se aborda el análisis de los factores políticos e ideológicos que demoraron la puesta en práctica de las mencionadas medidas sanitarias, y se propone la tesis de su relación directa con un tipo de ideología que es caracterizada como la propia de un clan identitario.
Las ideologías y lo real
De pronto lo real emerge como estallido de lo imprevisto, de lo que, por inesperado, hiende y quiebra la realidad, en tanto universo de lo previsible. Pues lo real es, por definición, lo que no se quiere ver. Y, así, los individuos se defienden aferrándose a la realidad que conocen, tratando de invisibilizar con ella, con lo que en ella están acostumbrados a prever, las hendiduras por las que lo real apunta.
En ese ámbito, las ideologías aparecen, por su carácter discursivo y sistemático, como pantallas a las que es tentador aferrarse para invisibilizar eso que no se quiere ver.
A este propósito presentamos, en lo que sigue, un estudio de caso.
La no suspensión de los actos públicos del 7 y 8 de marzo
Todo parece indicar ―en lo que sigue ofreceremos datos precisos sobre el asunto― que la no suspensión de los actos públicos previstos en España para el fin de semana del 7 y 8 de marzo de 2020 fue un grave error que facilitó considerablemente la expansión de la pandemia en España.
Actos deportivos, culturales, políticos y, sobre todo, las manifestaciones feministas del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, constituyeron eventos masivos que no solo congregaron a ingentes cantidades de personas en condiciones de apiñamiento, sino que, a la vez, para hacerlos posibles, provocaron la consiguiente saturación de los transportes públicos.
¿Fue un error evitable o inevitable? ¿Contaba el Gobierno de España, a la altura de aquel fin de semana, con datos suficientes que pudieran justificar la toma de tal decisión, medida que habría impedido la realización de esos eventos de masas y que, de hecho, fue tomada solo 3 días después ―el 11 de marzo?
El núcleo del debate, tal y como se ha abordado en España desde entonces, ha residido precisamente en esto: en si fue el interés del Gobierno en la celebración de las manifestaciones feministas ―manifestaciones que fueron muy activamente animadas por diversos miembros del gabinete― lo que motivó la no suspensión de los actos públicos de aquel fin de semana. De ser así, nos encontraríamos ante un caso casi puro de los efectos que puede llegar a producir una ideología ―en este caso la feminista― en la percepción de la realidad.
El posicionamiento a posteriori del Gobierno
Veamos cómo, a posteriori, se ha posicionado el Gobierno español sobre el asunto. Tomaremos para ello como referencia la declaraciones realizadas a TVE1 en el programa La Mañana por el Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, el 1 de junio de 2020, en el contexto de la discusión abierta por la revelación de unas palabras de la Ministra de Igualdad, Irene Montero, en las que, como resume el entrevistador, ésta reconocía que hubo menos participación en el 8M por el temor al coronavirus y añade que eso no iba a reconocerlo en público.
Veamos la respuesta del Ministro Ábalos:
En aquel momento, lo que no sabíamos exactamente era la dimensión del problema. Lo que teníamos eran unos datos de contagios e incidencia en el sistema hospitalario. En ese momento pensábamos además que todos las casos contagiados, por el rastreo que había, eran casos que venían de fuera. Por lo tanto, no había en aquel momento constancia de que hubiera una transmisión intracomunitaria. Pero el caso nos merecía, en todo caso, mucha responsabilidad. De hecho yo recuerdo perfectamente la primera semana de asumir las responsabilidades ministeriales ya tuvimos siempre, constituimos un comité dentro del gobierno para abordar el fenómeno del coronavirus que en ese momento se situaba exclusivamente en China, luego después se trasladó a Italia…
[Declaraciones de José Luis Ábalos en La Mañana, TVE1, 01/06/2020, 00:47:40.]
Ciertamente, resultaría incongruente tratar de juzgar estas afirmaciones a la luz de lo que sabemos hoy. Lo apropiado, en cambio, es contrastarlas con la información de la que se disponía entonces y que, en lo que sigue, restituiremos utilizando las portadas del más difundido periódico progubernamental español ―El País. Ello nos permitirá establecer los datos que ya entonces eran públicos y que, por tanto, no podía desconocer el Gobierno, máxime cuando procedían de un diarío amigo.
Datos y tiempos vs discurso del Gobierno
En aquel momento [podemos fijar los días en los que se decidía mantener la convocatoria de las manifestaciones en el 6 y 7 de marzo] lo que no sabíamos exactamente, era la dimensión del problema. Lo que teníamos eran unos datos de contagios e incidencia en el sistema hospitalario.
[Declaraciones de José Luis Ábalos en La Mañana, TVE1, 01/06/2020]
La vaga expresión del ministro contrasta con la información que El País publicaba una semana antes, el 28 de febrero, y en la que, en portada, informaba que la epidemia empieza a desbordar las emergencias.
En ese momento pensábamos además que todos las casos contagiados, por el rastreo que había, eran casos que venían de fuera.
[Declaraciones de José Luis Ábalos en La Mañana, TVE1, 01/06/2020]
Sin embargo, ocho días antes, el 27 de febrero, El País informaba en portada de que se había detectado el primer caso de contagio local del virus en España.
Por lo tanto, no había en aquel momento constancia de que hubiera una transmisión intracomunitaria.
[Declaraciones de José Luis Ábalos en La Mañana, TVE1, 01/06/2020]
Si no había tal constancia, ¿cómo es posible que el 3 de marzo, cinco días antes de las manifestaciones, El País publicara en portada la información de que Sanidad estudia limitar actos públicos en los focos de virus?
Evidentemente, si se estudiaba aislar los focos de virus ello indica que se contaba seriamente con la posibilidad de la transmisión intracomunitaria.
Y es obligado recordar que el 2 de marzo se sabía que Torrejón de Ardoz, población muy próxima a Madrid, era uno de los focos del virus a los que Sanidad concedía una extrema vigilancia.
Por lo demás, era del todo previsible que un número considerable de personas de esa población se desplazaran a la manifestación convocada en Madrid para el 8 de Marzo.
Pero el caso nos merecía, en todo caso, mucha responsabilidad. De hecho yo recuerdo perfectamente la primera semana de asumir las responsabilidades ministeriales ya tuvimos siempre… constituimos dentro del gobierno para abordar el fenómeno del coronavirus que en ese momento se situaba exclusivamente en China, luego después se trasladó a Italia…
[Declaraciones de José Luis Ábalos en La Mañana, TVE1, 01/06/2020]
El ministro afirma que su gobierno seguía el desarrollo de la epidemia primero en China y luego en Italia.
Y bien, porque llegó a Italia antes que a España, y porque ello a su vez anunciaba, dada la tan acentuada proximidad de toda índole entre ambas naciones, la llegada previsible de la Covid-19 a nuestro país, las fechas de las decisiones tomadas allí, puestas en relación con los índices entonces conocidos del desarrollo de la epidemia en número de fallecidos y contagiados, debía de haber constituido una referencia de primer orden para las autoridades españolas.
Dos fueron las medidas más relevantes tomadas contra la pandemia en aquel periodo: la suspensión de actos públicos y actividad escolar por una parte y, por otra, el inicio del confinamiento a gran escala.
Pues bien, Italia cerró las escuelas y canceló los actos públicos el 24 de febrero, cuando sabía de la existencia de 3 fallecidos y 152 contagiados.
El último balance cifra en 152 las personas contagiadas, contando los dos turistas chinos que siguen ingresados en un hospital de Roma y que contrajeron la enfermedad fuer de Italia. Además, ayer falleció una mujer anciana por el coronavirus en Cremona, en la region de Lombardía. Es la tercera víctima que se registra en el país.
[Daniel Verdú. El coronavirus paraliza el norte de Italia, El País, 24/0272020, p. 21.]
Si Italia era la referencia obligada para España, de ello podría deducirse que las autoridades españolas, atendiendo a la acelerada expansión de la pandemia allí a pesar de las medidas tomadas, hubiera debido abreviar los plazos. Pero no lo hizo. Por el contrario, los demoró considerablemente con respecto a los tiempos de Italia.
Pues si hubiera seguido los plazos transalpinos, habría tomado la medida de suspensión el 6 de marzo, cuando contábamos ya con 3 fallecidos y 261 contagiados.
Hasta la fecha, ninguno de los tres fallecidos en España había sido diagnosticado previamente del virus […]
Ante el crecimiento de casos -los últimos aportados ayer [2020-03-05] por el Ministerio de Sanidad los elevaba en Madrid a 90 infectados de los 261 de toda España […]
[Pablo Linde: Una muerte por coronavirus sin detectar destapa el mayor foco, El País, 6/3/2020.]
Sin embargo, no lo hizo hasta 5 días más tarde, el 11 de marzo, cuando se contaba ya con 47 fallecidos y 2002 contagiados.
De acuerdo con los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad, el número de casos notificados a nivel nacional asciende a 2.002, entre ellos 47 fallecidos.
[https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala-prensa/coronavirus-covid-19-11-marzo-2020]
De modo que el retraso en la adopción de la medida es, en este caso, del todo evidente.
Es obligado reconocer, igualmente, que, por lo que se refiere a la segunda gran medida, el confinamiento, el Gobierno español sí fue capaz de anticiparse a los tiempos de Italia.
Así, si el gobierno italiano no puso en funcionamiento el confinamiento general hasta el 9 de marzo, cuando reconocía ya 230 muertos y 6.000 contagiados, el español lo hizo poco después, el 14 de marzo, cuando contaba con 136 fallecidos y 5.753 contagiados.
Adelanto este, el del confinamiento, que sin duda fue acertado, pero que, como muestran las cifras posteriores de la evolución de la enfermedad en Italia y España, no logró compensar los efectos del retraso de la primera medida ―esa precisamente que afecta a nuestra discusión―, como lo prueba la mayor cifra de muertos y contagiados sobre el total de la población padecida por España en aquel periodo.
Probablemente nada resulta tan apropiado para testar el estado de información sobre la epidemia entonces como prestar atención a la portada del diario El País del 8 de marzo, el día mismo de la manifestación. Portada que, como es lo propio de la prensa escrita, hubo de ser confeccionada la noche anterior. De modo que esto es lo que sabía el Gobierno de España: que el virus bloquea el mundo. Que la expansión del coronavirus desafía a los estados. Pero sobre todo: que Italia se prepara para aislar en el norte del país a 16 millones de personas.
Tal es lo que se sabía ese día, por más que el ministro Ábalos pareciera, a fecha de 1 de junio, haberlo olvidado.
La ideología como pantalla encubridora
Pensamos que lo hasta aquí señalado confirma que el Gobierno de España tenía datos suficientes para decidir la suspensión de los actos públicos de aquel fin de semana, máxime sabiéndose que desde los últimos años venía produciéndose un crecimiento exponencial de la participación en la manifestación del 8 de marzo. (1)
Pero no debe entenderse con esto que sostengamos que los miembros del Gobierno y de su Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, los responsables de gestionar la protección pública ante una pandemia, quisieran que se produjera el incremento de la enfermedad que se habría evitado si se hubieran tomado a tiempo ―al menos al tiempo italiano― la medida de suspensión de los actos públicos. Por supuesto que no. Ciertamente, ellos no lo quisieron.
Pero lo que importa, en cualquier caso, en el mundo de lo real, no es lo que se quiere o no se quiere, sino lo que finalmente sucede. Y lo que sucedió entonces fue que, a pesar de los datos con los que el Gobierno contaba, no fue capaz de verlo venir. Por eso, el asunto que debe ocuparnos en lo que sigue es el análisis de las pantallas que facilitron la invisibilización de lo que, a pesar de todo, se manifestabsa ya como una bien evidente y contundente amenaza.
Ideología y distorsión de la percepción de la realidad
Probablemente, la ceguera comienza con la mirada alicorta de los políticos que solo perciben sus intereses en el corto plazo y que ni siquiera reconocen que su tarea consiste en gestionar bien la cosa pública en vez de organizar el aparato de propaganda con el que ganar las próximas elecciones.
Merecería la pena detenerse en el contexto mental en el que buena parte de los políticos contemporáneos han venido viviendo su actividad en tales marcos de cortoplacismo propagandista. Donald Trump como Pedro Sánchez, o Boris Johnson, pertenecen a una generación que llevaba mucho tiempo instalada en el nunca pasa nada. Queremos decir: en esa fantasía, puramente imaginaria, de que nuestro mundo, con todo el confort que había alcanzado en los últimos tiempos, estaba garantizado. De modo que ellos podían dedicarse a sus cálculos propagandísticos con el único riesgo de llegar a perder las siguientes elecciones. Eran, son, en suma, jugadores de fortuna. Y lo que mejor distingue a éstos es su capacidad de percibir los temas que pueden movilizar a los otros. A todos aquellos otros que, no esperando tanto de la fortuna, necesitan algo en lo que creer. Es aquí donde la ideología empieza a actuar. Trump y Johnson lo encontraron en la ideología nacionalista, esa tan pregnante combinación de afirmación narcisista y de odio al otro. Y Pedro Sánchez en una peculiar combinación de las ideologías antifranquista y feminista.
De ahí la importancia que el gobierno concedía a la convocatoria del 8 de marzo y su directa involucración en su promoción. El brillo que por anticipado esperaban obtener de ella constituyó, junto al ya mentado nunca pasa nada nada, el otro gran componente de la pantalla que contribuyó a invisibilizar la amenaza real. Así pues, una ideología ―en este caso la feminista― desempeñó un papel determinante en la configuración de esa pantalla.
Lo que nos brinda un caso idóneo para el estudio del poder que las ideologías ―en principio cualquier ideología― pueden llegar a alcanzar, en determinadas circunstancias, para distorsionar la percepción de la realidad. Nada lo expresa mejor que una de las consignas que se exhibieron y gritaron en aquella manifestación. Nos referimos a la que rezaba
El machismo mata más que el coronavirus.
BBC News 9/3/2020 Ideal 8/3/2020
RTVE 8/3/2020 eldiario.es 8/3/2020
Es este es un enunciado de hecho que, en cuanto tal, puede ser confrontado con los datos empíricos. Y resulta un hecho indiscutible que, en ese plano, ha quedado desmentido empíricamente. Es decir: es un hecho probado que el coronavirus mata más, muchísimo más, que el machismo, se entienda lo que se entienda por este tan confuso término. Es un hecho, en suma, la evidente falsedad de tal enunciado. Lo que hace de él un ejemplo puro de enunciado ideológico capaz de distorsionar la percepción de la realidad, es decir, de constituir una pantalla capaz de velar la realidad misma, con los efectos desastrosos que ese velando puede llegar ―y esta vez llegó― a alcanzar.
La posición de los medios de comunicación
Pero lo realmente notable es la resistencia de ese velado, su capacidad de prolongar su presencia a pesar de la contundencia con la que los hechos han venido a desmentirlo. Y no menos notable es la participación de tantos medios de comunicación en el mantenimiento de esa negación por la vía del silenciamiento, pues el asunto de la demora en la toma de las primeras medidas contra la pandemia ha quedado convertido para ellos en algo enojoso de lo que, parecen pensar, es mejor no hablar.
Todo parece indicar, en cualquier caso, que es el prestigio social adquirido por la ideología feminista en los últimos años el que ha facilitado la autocensura que tantos profesionales de la comunicación han llegado a aceptar en este asunto sin ni siquiera confesárselo a sí mismos.
En lo que, por lo demás, no deja de influir el hecho de que sus medios participaron activamente en la convocatoria de una manifestación que había terminado por convertirse en una suerte de manifestación oficial.
De la ideología a la concepción del mundo
Lo más notable sin embargo es el salto ilógico, nada racional, que en ello se manifiesta, pues, en principio, la valoración de la oportunidad de mantener o suspender esa convocatoria de la manifestación respondía a criterios sanitarios que, en principio, en nada afectaban al debate feminista en sí mismo. Por eso, pensamos que es en ese factor irracional en el que debe concentrarse el análisis.
Pues es un hecho que, contra toda razón, ese prestigio de la ideología feminista había llegado a impregnar, hasta distorsionarlo, un debate de política sanitaria en principio del todo independiente de aquella. El asunto, entonces, es, ¿cómo explicar tal poder de impregnación, en sí mismo, como decimos, netamente irracional?
Se detecta, en primer lugar, la conversión de la ideología ―que en sí misma no es más que un conjunto de ideas y creencias más o menos compactas y sistemáticas sobre determinado campo de la realidad― en concepción del mundo, pues es sabido que lo que caracteriza a una concepción del mundo es su capacidad de impregnar la realidad entera, reclamándose por esa vía autorizada a afectar a todos y cada uno de los aspectos de la experiencia del que participa.
Así, la ideología pasa de ser un conjunto de ideas y creencias del que se participa, a convertirse en algo que confiere identidad. Lo que se manifiesta bien a las claras por la vía de afirmaciones sustantivas de identidad del tipo yo soy cristiano, yo soy comunista, yo soy nacionalista, yo soy feminista, yo soy ecologista… De modo que el ser entero resulta finalmente afectado por esa determinación de esencia.
De la concepción del mundo al clan identitario
Pero aún esto es insuficiente para explicar el asunto que nos ocupa, pues alguien puede afirmar su identidad feminista y a la vez aceptar un juicio puramente sanitario, tanto más cuando ello puede afectar a la propia salud. Y seguramente ese podría haber sido el caso de la mayor parte de los participantes en el evento.
Sin embargo, en el caso que nos ocupa, es un hecho que esa contaminación tuvo lugar hasta llegar a invisibilizar la amenaza real. ¿Cuál fue la vía que hizo esto posible? Pensamos que actuó en ello un factor añadido por el cual ciertas concepciones del mundo, lejos de limitarse a constituir fundamento de identidad ―sobre el modelo yo soy… x―, pasan a ofrecer simultáneamente a sus partícipes la integración en lo que creemos oportuno denominar un clan dentitario. Via por la cual el yo soy x pasa a convertirse en un yo pertenezco a x. La diferencia gramatical que separa a uno de otro enunciado es capital, pues en el primero x es el atributo que confiere identidad al yo, pero sin que ello cuestione, al menos en principio, la autonomía de ese yo que es. En el segundo, en cambio, el lazo de pertenencia convierte a x en el factor capaz de determinar, si no de abolir, la autonomía misma del yo.
Es la diferencia que separa la identidad de lo identitario. El clan identitario aparece entonces como fundamento del ser, de modo semejante a como sucedía en las culturas tribales, en las que todavía no había aparecido el espacio autónomo del individuo como derecho inalienable del sujeto. Late en ello, sin duda, un sentimiento poderosamente religioso, pero de una religiosidad arcaica, del todo diferente a la que conocemos en las religiones modernas.
Y bien, suprimida la autonomía del yo propio, se suprime inevitablemente la posibilidad de pensar, de concebir incluso, la autonomía del yo del otro. Con ello, el mundo se simplifica extraordinariamente. O bien el otro participa de mi clan identitario o bien se convierte inevitablemente en mi enemigo. Pues el yo diferenciado al que se ha renunciado en uno mismo resulta necesariamente intolerable en el otro: ¿quién se ha creído que es ese otro para no renunciar a lo que yo he renunciado en mi acto sacrificial por el clan?
Lo que termina por manifestarse en el paradójico rechazo de aquellos cuyo yo no se deja absorber, por más que fueran en el origen miembros naturales de la misma comunidad. Ello cobró la forma, en la manifestación del 8 de marzo, de la expulsión de ésta de grupos de mujeres pertenecientes a partidos políticos a los que se repudiaba por no considerardos lo suficientemente feministas.
Tanto más diferente se muestra el otro, tanto más es odiado como enemigo que amenaza al ser mismo del clan. Con lo que quedan abiertas las puertas de la que es la forma más primaria de goce: el odio. Así, al enemigo, se le odia. Y ello dispara un mecanismo narcisista que deriva, de la intensidad de ese odio, una fantasía de invulnerabilidad que encuentra su más expresiva manifestación en el lema El machismo mata más que el coronavirus.
Y, así, es solo cuestión de tiempo que la ideología del clan identitario termine por poner en peligro al resto de población que no se identifica con ella. Lo que se atisba entonces en el horizonte es la deriva hacia esas identidades asesinas descritas por A. Maalouf que reducen la identidad a la pertenencia a una sola cosa e instalan a los hombres en una actitud parcial, sectaria, intolerante, dominadora, a veces suicida, y los transforma a menudo en gentes que matan o en partidarios de los que lo hacen. (2)
Cabe añadir que, por la vía de tal afirmación narcisista, el pensamiento mismo termina cesando, siendo considerado innecesario y, a la vez, peligroso ―dado que podría alejarme de esa fusión con el clan de la que deriva toda mi fuerza― y pasa a ser sustituido por la adhesión inquebrantable.
La adhesión amorosa al clan.
Atravesada esa línea, los hechos mismos pasan a ser irrelevantes, pues no hay ya otra verdad que la identidad misma del clan. Y la mentira puede, por esta vía, ser concebida como necesaria, como forma de defensa del clan de pertenencia en el que residiría la única -y ya metafísica- verdad.
Finalmente, en ese proceso la realidad misma se extingue, o se confunde con el clan mismo, con lo que todo concluye en un proceso de absorción propiamente totalitario.
Un dudoso escorar del movimiento feminista
¿Como es posible que el movimiento feminista, ese que naciera en el siglo XIX como un movimiento que reclamaba el pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres, en tanto individuos libres, en un plano de igualdad con los varones, y sin tener que renunciar por ello a su feminidad, haya podido llegar a tomar este sesgo?
Pues parece un hecho evidente que, a día de hoy, parece haber perdido el sentido de la feminidad que impregnó a las primeras sufragistas, dos de cuyos rasgos mayores eran el cuidado y la delicadeza. Dos tradicionales cualidades de lo femenino que, de haber estado presentes en la mente de las convocantes de la manifestación podrían haberse permitido asumir con orgullo su desconvocatoria, vivida entonces como un acto de cuidado hacia la comunidad. Pero el hecho es que lo impedía el actual escorado del movimiento feminista bajo el signo de la rabia
y del empoderamiento.
Y, se mire como se mire, empoderamiento no significa otra cosa que afirmación del propio poder.
Solo añadiremos, para concluir este trabajo, que creemos que la afirmación del poder como la referencia mayor, si no la única, de la corriente al parecer hoy dominante en el movimiento feminista actual se encuentra en las antípodas de lo que el primer -y femenino- feminismo quiso aportar al mundo moderno.
Conclusiones
Los resultados obtenidos tras el análisis comparado de las portadas del diario El País del 8 de marzo y de los días previos y de las declaraciones realizadas por el ministro Ábalos a TVE el 1 de junio ofrecen datos objetivos que vienen a contradecir de manera evidente el discurso que el Gobierno de España ha mantenido con posterioridad sobre la información con la que contaba cuando decidió no suspender la realización de la manifestación del 8 de mayo.
Así, queda demostrado que el 8 de marzo el gobierno contaba con suficiente información, proveniente de diversas fuentes, incluidas entre ellas las que daban cuenta de medidas tomadas esos mismos días tanto como los precedentes por el gobierno italiano, que aconsejaban la suspensión de las manifestaciones feministas tanto como del resto de los grandes actos públicos que tuvieron lugar en aquel fin de semana.
Pero, más allá de la comprobación de las múltiples contradicciones en las que ha incurrido y sigue incurriendo el gobierno español a propósito de esos hechos, nuestro estudio presenta un caso evidente de distorsión de la percepción de la realidad causado por una ideología ―en este caso la feminista―, a la vez que permite establecer que el grado de esa distorsión es considerablemente mayor cuando la ideología en cuestión se conforma como propia de lo que hemos propuesto denominar un clan identitario.
NOTAS
(*) En la versión que presentamos a continuación hemos eliminado algunos de los requisitos correspondientes a esas reglas formales que hoy en día lamentablemente se consideran como índices de cientificidad. La versión final presentada a esas publicaciones puede encontrarse aquí. Esa versión, en inglés, ha sido también la enviada a las publicaciones españolas, dado el habitual desinterés por nuestra lengua imperante en nuestro mundo académico-editorial.
(**) Los autores de este trabajo forman parte del grupo de investigación de la Universidad Complutense de Madrid «Análisis del texto audiovisual. Desarrollos teóricos y metodológicos» y participa del programa de Ayudas Económicas a Grupos UCM 2019/2020.
(1) La evolución de la asistencia creció exponencialmente desde 2017, cuando acudieron 40.000 personas; en 2018, 170.000; y en 2019, 350.000. Fuente: Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid. Las cifras reales fueron finalmente más bajas que las esperadas, pues según la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid, participaron 120.000 (50.000 en Barcelona). El dato es significativo, porque supone una bajada de un 70 % respecto de la participación de 2019, lo que indica que la sociedad civil poseía una conciencia de la amenaza de la pandemia mayor -y más realista- que el Gobierno. [Fuente] Las razones de la bajada en la participación no pueden achacarse a motivos meteorológicos, pues el 8 de marzo hubo una temperatura máxima de 15.2 ºC y mínima de 3.5 ºC, acorde con las fechas previas y con la estación y, sobre todo, no llovió, por lo que la bajada de participantes no se puede achacar en ninguna medida al clima, [Fuente] (basada en datos AEMET Open Data).
(2) Maalouf, Amin: (1998) Identidades asesinas, ePub r1.0, Alianza Editorial, 2014.