22.Juegos sadomasoquistas – La llamada de Mitch


 

 

 

Jesús González Requena

Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

2020-11-27 (3)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

  • El círculo en el que Annie está atrapada
  • Un combate narcisista
  • El goce perverso de Melanie
  • Angry y hungry
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    El círculo en el que Annie está atrapada


  •  



    •(phone ringing)


     

    Cuando suena la llamada de Mitch Annie repite su desplazamiento por la habitación hasta su mesa de trabajo:

     


     

    Buen recurso este de puesta en escena para dibujar el círculo en el que está atrapada la vida de Annie.

     

    Y por cierto que de nuevo Hitchcock utiliza este desplazamiento para mostrar la angustia en la que vive y que intenta disimular con su gesto impasible.

     


     

    Aquí lo tienen; podría echarse a llorar en cualquier momento.

     


    •Annie: Hello.



    •Annie: Hello.

     

    Su rostro se ilumina cuando escucha la voz de Mitch.

     

    Ciertamente, sigue prendada de él:

     


    •Annie: No,no,no, I wasn’t asleep.

     

    Ven su entusiasmo enamorado, solo un instante antes de recibir un nuevo golpe:

     


    •Annie: Yes, just a little while ago.

     

    Sí,
    hace solo un momento que ella ha llegado.

     

    Y el formato sadomasoquista de su relación con Mitch se vuelve ahora más patente que nunca.

     

    Pues es un gesto especialmente cruel el de Mitch de llamar a Annie para hablar con Melanie.

     


    •Annie: Sure. Hold on.


    •Annie: It’s Mitch.


     

    Y así, el tejido sadomasoquista de la escena se multiplica: humillada, maltratada por Mitch, Annie cumple la orden que ha recibido de ponerse al servicio de Melanie.

     


    •Annie: For you.

     

    A su vez, para Melanie, aceptar la llamada equivale a entrar en ese juego sadomasoquista.

     

    Y, más concretamente, participar en la humillación de Annie.

     

     

     

     


    Un combate narcisista

    volver al índice

     


    •Melanie: Hello?

     

    Han visto ese instante en el que por un momento se detenían ambas frente a frente:

     


     

    Vemos ahora, en la dureza de la mirada de Melanie, toda la arrolladora violencia que es capaz de desplegar.

     

    ¿Es un combate por un objeto o es un combate narcisista? ¿Y si para ellas, como para la propia Lydia, Mitch no fuera un objeto en sí -un objeto de amor- sino la coartada de un desafío narcisista, todo él desplegado en el campo de lo femenino?

     

    En un mínimo gesto de resistencia, Annie se interpone en el camino de Melanie hacia el teléfono obligando a ésta a rodearla.

     


     

    El caso es que, en lo que sigue, ambas mujeres, las dos Isoldas, se cruzan e intercambian sus posiciones.

     



    •Melanie: Hello?


    •Melanie: Oh, yes, this is Melanie.


     

    Melanie ocupa ahora el lugar en el que hace un instante se encontraba Annie.

     


     


     

    Supongo que se da cuenta de la ambivalencia de su nueva posición.

     

    Por una parte, se consuma su victoria sobre Annie -la ocupación de su territorio, la apropiación de su teléfono y, por esa vía, de Mitch.

     

    Pero conocemos la contrapartida de todo ello: la amenaza, para Melanie, de terminar ocupando esa posición hasta sus últimas consecuencias, acabando así por convertirse en otra mujer derrotada en Bahía Bodega.

     

    ¿No es ese el motivo por el que ahora, por primera vez, se hace visible la sombra Melanie en esta escena?

     



    •Melanie: Fine, thank you.

     

    Y, a su vez, Annie ocupa ahora el sillón en el que hace un momento estaba sentada Melanie.

     

    El intercambio de posiciones se ha consumado, por más que no resulte del todo evidente para el espectador, dada la diferencia del ángulo con el que ahora se muestra a Annie del anteriormente empleado para con Melanie.

     

    Lo que tiene dos efectos.

     

    El primero, evitar, en el plano de Annie, como ya les señalé antes, la presencia del disco al fondo. Y el segundo, visualizar la atenta escucha con la que ésta sigue la conversación telefónica.

     

    Es, digámoslo así, un plano de punto de vista auditivo de Annie.

     

     

     

     


    El goce perverso de Melanie


    volver al índice

     


    •Melanie: No, no trouble at all. I simply followed the road.


     

    ¿Dónde está el goce de Melanie? ¿Imaginando un futuro encuentro con Mitch o desplegándose ahora en el padecimiento de Annie -pues ven con que intensidad abre sus ojos cuando la mira?

     

    ¿Y no está el goce de Annie en el mismo lugar?

     

    Frente al punto de vista auditivo de Annie,

     


     

    el punto de vista visual de Melanie, a través de un plano subjetivo por el que contempla a la víctima de la conversación.

     

    Es pues mirando a Annie como Melanie dice con su voz más dulce:

     


    •Melanie: Well… there’s no need to apologize. I can understand.


     

    Sin duda, comprende perfectamente lo que ambos le están haciendo a Annie.

     

    Y, como ven, hay también raccord de mirada a posteriori.

     

     



     

    Well… there’s no need to apologize. I can understand.

     

    ¿No tiene nada de qué disculparse Mitch?

     

    Ciertamente, los tres están involucrados en el mismo juego sadomasoquista.

     

     

     


    Angry y hungry

    volver al índice

     



    •Melanie: That’s very kind of you. No, I’m not angry.

     

    Es por cierto notable lo cerca que en la lengua inglesa están las palabras enfadoangry– y hambre
    -hungry.

     

    Y debo recordarles que la envidia más primaria es la envidia hambrienta del niño pequeño que ve como se hermanito le arrebata el pecho materno.

     


    •Melanie: Well, I couldn’t. I have to get back to San Francisco.

     

    Melanie rechaza la nueva invitación, pero el modo en el que se aferra al cordón del teléfono indica que quiere quedarse -y ese cordón, a la vez, parece apresarla con tal profundidad que rodea visualmente su cuello -podría llegar a ahogarla.

     

    ¿Cómo no recordar que los pájaros han invadido ya los cables telefónicos de Bahia Bodega?

     


     


    •Melanie: No, I wouldn’t want to disappoint Cathy, but…


    •Melanie: I see.

     

    Melanie se sabe escuchada por aquella a la que la invitación que está recibiendo causa el más patente dolor.

     


     

    Melanie contempla -pues retorna su plano subjetivo- como Annie acusa su aceptación y esconde su mirada en un gesto de derrota.

     


    •Melanie: All right. Yes, I’ll be there.


     

    Sufrimiento y sometimiento, por parte de Annie -mientras que el humo que procede de su cigarrillo se hace visible sobre el fondo oscuro de la habitación, en una sugestiva metáfora de su eterno anhelo siempre defraudado.

     

    Ahora bien, díganme: ¿qué le ha dicho Mitch a Melanie para hacerla cambiar de opinión?


    •Melanie: No, I wouldn’t want to disappoint Cathy, but…


    •Melanie: I see.


    •Melanie: All right. Yes, I’ll be there.


     

    Aguardaremos hasta encontrar la respuesta.

     


    •Melanie: Good night, Mitch.




    •Melanie: He wants me to go to Cathy’s party tomorrow afternoon.


    •Melanie: I said I would.


     

    Perciben bien el punto de crueldad en Melanie -soy mucho más atractiva que tú, bonita, parece decirle a la otra con su actitud.

     



    •Annie: It should be fun.


     

    ¿Será divertido?

     


     

    Y ahí la tienen, a Melanie.

     

    ¿Dónde? Ocupando el lugar de la maestra de Bahia Bodega.

     

    Y recibiendo, ahí, la llamada de Mitch.

     


    •Annie: I’ll be there, too, to help.


    •Melanie: Oh, it seems so pointless.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    21. El fondo oscuro de Annie


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-27 (2)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • la frialdad de Lydia
  • No es una cuestión edípica
  • El fondo oscuro de Annie
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    la frialdad de Lydia


  •  


    •Annie: Of course, things may be different now.


    •Melanie: Different?


    •Annie: With Lydia.

     

    Se dan cuenta: lo que está en juego entre estas mujeres no es Mitch, sino Lydia.

     


    •Annie: Did she seem a trifle distant?


    •Melanie: A trifle.




    •Annie: Well, then perhaps things aren’t quite so different.

     

    Entonces, nada ha cambiado en lo esencial.

     

    Es la frialdad y la distancia de Lydia la que importa.

     

    No Mitch.

     

    Como ven, da la sensación de que Mitch es solo un expediente secundario en la relación de cada una de estas dos mujeres con la madre.

     


    •Annie: You know, her attitude nearly drove me crazy.

     

    Su actitud, la de ella, la de Lydia, no la de Mitch, casi la volvía Loca.

     

    Sabemos por qué; hemos visto el mecanismo en acción: en presencia de la madre, Melanie se volvía invisible para Mitch. A Annie hubo de sucederle lo mismo.

     

    Lo que significa que el propio Mitch se volvía también él invisible en presencia de la madre. De modo que la locura de la madre les impregna a todos.

     


    •Annie: When I got back to San Francisco,


    •Annie: I spent days trying to figure out exactly what I’d done to displease her.

     

     


    No es una cuestión edípica

    volver al índice

     


    •Melanie: Well, what had you done?


    •Annie: Nothing.


    •Annie: I simply existed. So what’s the answer? A jealous woman, right?


    •Annie: A clinging, possessive mother?

    •Annie: Wrong.

     

    Aquí tienen la negación explícita de esa idea equivocada de Spoto, que nos devolvía la imagen de una madre demasiado amorosa.

     

    Como les decía, Lydia es todo lo contrario a una madre pegajosa y posesiva. Es una madre fría y distante.

     



    •Annie: With all due respect to Oedipus, I don’t think that was the case.

     

    El espectador, cuando escucha todo esto, lo encuentra contradictorio.

     

    ¿Como no van a tratarse de celos edípicos?

     

    De hecho, les pasaba también a algunos de ustedes cuando yo les decía que no, que, sencillamente, el Edipo no había tenido lugar.

     

    Todo el drama del film se sitúa en un territorio esencialmente preedípico, pues la figura del padre no ocupa lugar alguno en esos celos.

     


    •Melanie: Then what was it?



    •Annie: Lydia liked me. That’s the strange part.


    •Annie: Now that I’m no longer a threat, we’re very good friends.

    •Melanie: Then why did she object to you?



    •Annie: Because she was afraid.


    •Melanie: Afraid you’d take Mitch?

    •Annie: Afraid I’d give Mitch.


    •Melanie: I don’t understand.


     

    Observen que el que Annie se ponga de pie ahora, sin que la cámara la siga en su ascenso y quedando por ello en un acentuado contrapicado, tiene por objeto dar todo su énfasis a las palabras que siguen:

     


    •Annie: Afraid of any woman who would give Mitch the one thing Lydia can´t give him, love.

     

    Exactamente de eso se trata.

     

    De la frialdad de la madre. De su incapacidad de dar amor.

     

    Pero también de que esa es una incapacidad de la que ella misma, Lydia, no quiere saber nada.

     

    •Melanie: That adds up to a jealous, possessive woman.


     

    Melanie no lo entiende.

     

    No lo entiende porque se empeña en pensar el asunto, precisamente, en términos edípicos.

     

    Pero, como vengo diciéndoles, esos no son los términos apropiados.

     


    •Annie: No, I don’t think so.


    •Annie: You see, she’s not afraid of losing Mitch.



    •Annie: She’s only afraid of being abandoned.

     

    Este seguro que les parecerá un enunciado contradictorio: si ella tiene miedo de ser abandonada, entonces tiene miedo de perder a Mitch.

     

    Pero es solo una contradicción aparente.

     

    No es Mitch, en tanto objeto, lo que le importa a Lydia.

     

    Es Lydia misma, es su narcisismo lo que está en juego.

     

    Es una mujer celosa y absorbente, sin duda, pero sólo cuando atisba que alguien pueda ofrecer a sus hijos lo que ella misma no les da. No tanto porque llegue a dárselo, sino porque eso le hace evidente, para ella misma, esa carencia de sí misma que no tolera conocer.

     


    El fondo oscuro de Annie

    volver al índice

     

    Es interesante este último desplazamiento de Annie.

     



    •Annie: No, I don’t think so.



    •Annie: You see, she’s not afraid of losing Mitch.



    •Annie: She’s only afraid of being abandoned.

     

    Sólo al final comprendemos su motivo: algo tan nimio como coger un cenicero.

     

    Pero claro está: ese es solo el motivo narrativo, en este caso meramente anecdótico. Hay otro de mayor alcance, que responde a exigencias de la puesta en escena

     


    •Annie: No, I don’t think so.



    •Annie: You see, she’s not afraid


     

    Lo sustancial es reintroducir ahora el fondo oscuro de Annie, ese espacio interior de sí misma que el interior oscuro de su casa, el que se encuentra tras ese marco, metaforiza.

     

    Nada lo confirma mejor que lo que sucede cuando vuelve de allí:

     


    •Annie: of losing Mitch.



    •Annie: She’s only afraid of being abandoned.

     

    Nunca como ahora la ecuación de igualdad entre Annie y el retrato de la mujer de rostro devastado -que por cierto solo ahora nos es mostrado de cerca y en su integridad- se hace tan patente.

     

    Pero atiendan a lo más notable del asunto: mientras habla del temor de Lydia a ser abandonada, es su propio abandono el que la imagen pone en escena.

     

    Ella es, pues, la realización del temor de la otra.

     

    En cierto modo, entonces, Annie se sacrifica por Lydia.

     

    Pero si introducimos a Mitch en la ecuación,deberemos decir: Annie es sacrificada a Lydia.

     



    •Melanie: Someone ought to tell her she’d be gaining a daughter.


     

    ¿Y qué decir de estas palabras de Melanie? ¿Acaso no nombran lo fundamental de la herida de Annie?

     

    Ciertamente, Annie lo niega:

     


    •Annie: (chuckles)


    •Annie: No. She already has a daughter.

     

    Pero, ¿qué puedo decirles? que la imagen lo desmiente:

     


    •Melanie: Someone ought to tell her she’d be gaining a daughter.


     

    Desmiente su risa con el cuadro del fondo.

     


    •Annie: (chuckles)


     

    Entonces, ahí está la cuestión: que Annie ha sido rechazada como hija.

     

    Es decir: que es la relación con la madre lo que está en juego en primer lugar para ella.

     

    ¿Que Lydia no es su madre? No lo es objetivamente, pero sí subjetivamente, vía transferencia. Como lo es también para Melannie.

     

    De modo que no hay, en en Bahía Bodega, Edipo alguno.

     

    Todas las relaciones pasan, exclusivamente, por la madre.

     



    •Melanie: Well, what about Mitch? Didn’t he have


    •Melanie: anything to say about this?

     

    ¿Qué pasa con Mitch? ¿No tiene nada que decir sobre eso?

     

    Exactamente: Mitch no tiene nada que decir sobre ello, sencillamente porque no tiene nada que decir -porque carece de discurso propio.

     



    •Annie: Well, I can understand his position.



    •Annie: He’d just been through a lot with Lydia after his father died. He didn’t want to risk going through it all again.

     

    Annie conoce a la perfección el pánico que Mitch siente ante las crisis de angustia de su madre.

     



    •Melanie: Oh, I see.


    •Annie: So itended.


    •Annie: Not right then, of course.


    •Annie: We went back to San Francisco, saw each other now and then,


    •Annie: but we both knew it was over.

     

    ¿Ven lo que les decía de la propuesta que Mitch le hacía a Melanie? Reducida a entretenimiento de escaso valor entre semana en San Francisco.

     



    •Melanie: Then what are you doing here in Bodega Bay?


    •Annie: I wanted to be near Mitch.


     

    Tal es la locura de Annie.

     

    Solo no sabe que es de Lydia de quien está prendada, en la misma medida en que es por ella por quien se sacrifica.

     


    •Annie: Oh, it was over and done with, and I knew it, but…



    •Annie: I still wanted to be near him.


    •Annie: You see,


    •Annie: I still like him a hell of a lot,

     

    Sigo apreciándole mucho, traducen aquí los dobladores.

     

    Pero es más conveniente una traducción al pie de la letra: todavia me gusta condenádamente.

     

    Es su infierno particular el que está en juego.

     

    Queda pues al desnudo su masoquismo, en todo correspondiente al sadismo que ya hemos reconocido en Mitch.

     

    Annie está dispuesta no solo a ser la otra, sino incluso a ser la otra de la otra.

     


     

    Melanie lo acusa casi asustada, hasta el punto de que queda por un instante paralizado el gesto de encender su cigarrillo.

     


    •Annie: and I don’t want to lose that friendship,


    •Annie: ever.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    20 Las dos Isoldas


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-27 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

     

  • Wagner: Tristán e Isolda
  • Tristán e Isolda, Los pájaros y Melacholia
  • Tristán, Isolda y el fin del mundo
  • Las dos Isoldas de la leyenda
  • Dos Isoldas: Annie y Melanie
  • Ingrid Bergman, Grace Kelly, Tippy Hedren… y Alma Hitchcock
  • Emma Hitchcock
  • Alma y la otra
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    Wagner: Tristán e Isolda


  •  

    El otro día les mostré esto:

     


     

    Podríamos decir, en cierto modo, que lza caracola se ha convertido en disco.

     

    Y con buen motivo, pues el primer acto de Tristan e Isolda se desarrolla en el mar.

     

    ¿Hasta qué punto pudo alcanzar la pasión wagneriana de Hitchcock? Creo que hoy voy a poder contarles alguna cosa sobre eso.

     


     

     



    Edmund Blair Leighton: (1902) Tristan and Isolde, Colección privada

     

    La ópera Tristán e Isolda de Wagner tiene su origen en la leyenda medieval del mismo nombre, perteneciente al ciclo artúrico, de la que el compositor y dramaturgo se apropia de la siguiente manera:

     



    Évrard d’Espinques: (1450-1500): Miniatura Isotta, Condé Museum

     

    Cuando la ópera comienza, Tristán viaja rumbo a Cornualles para entregar, a su tío el rey, la mujer que va a ser su esposa, Isolda la Bella, princesa de Irlanda.

     

    Pero Isolda está llena de ira porque ama a Tristán.

     

    Sabemos entonces que ella hubo de curarle una vez con sus pócimas mágicas, cuando él estaba malherido a causa del combate en el que había matado a Morold, el prometido de Isolda.

     

    Ella, que había jurado venganza por la muerte de éste, cuando supo que el herido que cuidaba era su asesino se dispuso a matarle con la espada de éste.

     

    Pero sucedió que el herido la miró a los ojos y ella quedó prendada de amor.

     

    Que ese mismo hombre quiera entregarla a otro es algo que ella no puede soportar.

     

    Se dice, de sí misma, desamada.

     

    Y es así como, humillada por ese desamor que siente, al ver aproximarse las costas de Cornualles, decide consumar su venganza.

     

    Para ello, reclama la presencia de Tristán ante ella.

     

    Pero éste, caballero fiel al servicio de su rey, anuncia que no se presentará ante ella hasta el momento de entregarla a aquel. Solo cuando el viaje ha concluido, negándose a desembarcar, Isolda logra hacer venir a Tristán y le reclama la deuda pendiente.

     

    De entre las pócimas mágicas que la madre de Isolda, también Isolda de nombre, hubo dispuesto para el viaje, existen dos filtros muy poderosos: uno de muerte y otro de amor.

     

    Isolda ordena a su doncella, Bragane, que prepare el filtro de muerte.

     



    John Duncan: (1912) Tristan and Isolde

     

    Pero por, un más o menos equívoco error, es la copa con el filtro de amor el que Bragane le entrega.

     

    Tristán e Isolda lo beben y el filtro desencadena en ellos el más apasionado encuentro amoroso.

     

    Y ello prosigue en Cornualles, manteniendo ambos una relación adúltera a espaldas al rey en la que no puedo detenerme ahora, pero que es una notable descripción de la fenomenología del enamoramiento más apasionado.

     

    Finalmente, un cortesano les delata al rey. Tristán es herido y conducido por un amigo a su tierra de origen.

     

    Allí su herida se agrava y, cuando se acerca la hora de su muerte, Isolda, que ha sido llamada en su socorro, llega en el instante de verle morir, para, poco después, morir también ella abrazada a su cadáver.

     

     


    Tristán e Isolda, Los pájaros y Melacholia

    volver al índice

     

    La pregunta es: ¿intersecta de alguna manera la obra de Wagner con Los pájaros? No es, en principio, fácil reconocerlo.

     

    Pero observen que es igualmente difícil localizar la intersección entre ella y Melancholia.

     

    Y, sin embargo, es un hecho que Tristán e Isolda está ahí, visualmente, en Los pájaros, tanto como invade la banda sonora de Melancholia.

     

    Y, por otra parte, Melancholia y Los pájaros versan sobre el fin del mundo, asunto, al menos aparentemente, no suscitado en Tristan e Isolda.

     

    A lo que hay que añadir, se lo señalaba a ustedes el otro día, que, en ambos casos, la potencia materna está al fondo de ese desencadenarse del fin del mundo.

     

    ¿Y en Wagner, hay potencia materna?

     

    La hay, siquiera porque Isolda es la prometida de la figura paterna de Tristán, su tío el rey de Cornualles.

     

    Y por cierto que ese ser potencia queda acreditado en las palabras con las que, al principio de la ópera, Isolda reclama la presencia de Tristán ante ella:

     

    «transmítele las palabras de su dueña:

    que se me acerque inmediatamente,

    dispuesto a servirme.»

    [Richard Wagner: Tristan e Isolda, Acto I, escena 2]

     

    «Lo que yo he ordenado

    a ese noble siervo

    es que tema a su dueña,

    ¡a mí, Isolda!»

    [Richard Wagner: Tristan e Isolda, Acto I, escena 2]

     

    Como ven, no duda en declararse temible Isolda la Bella.

     

    No lo pierdan de vista, porque son los poderes de la Dama del amor cortés lo que están en juego.

     

     


    Tristán, Isolda y el fin del mundo

    volver al índice

     

    Pero, además, cuando él llegó a ella por primera vez, herido e indefenso como un bebé, lo hizo en una pobre barca, lo que no deja de recordar la llegada de Moisés niño en el cesto.

     

    Y ella le curó y así le dio la vida, aun cuando pudo haberle matado.

     

    Decidió entre lo uno y lo otro la calidez del encuentro de las miradas de ambos que Isolda describe así:

     



    John William Waterhouse: (1916) Tristan and Isolde with the potion,

     

    «Con la espada desnuda

    estaba yo ante él

    para vengar en el gran insolente

    la muerte del señor Morold.

    Desde donde se hallaba tendido

    partió su mirada,

    no hacia la espada,

    no hacia mi mano,

    sino hacia mis ojos.

    ¡Su miseria

    me conmovió!

    ¡Dejé caer la espada de mis manos!»

    Acto I, Escena 3]

     

    Podría tratarse de la descripción de la primera mirada amorosa en la que se encuentran la madre y su bebé.

     

    Cabe añadir también cierta orfandad básica que es anotada a propósito de Tristán, de quien él mismo nos dice que su madre murió durante su propio parto.

     

    Y está también, finalmente, la otra Isolda, la reina madre que dispone los filtros que viajan con la princesa.

     

    ¿Y cómo no prestar atención a ese curioso filtro de amor, dado que los que lo beben estaban ya enamorados antes de tomarlo? Si es así, entonces, ¿qué es lo relevante de su efecto?

     

    Solo una cosa: que suprime, en Tristán, la fidelidad a su tío el Rey, esa que les decía es su evidente figura paterna.

     

    Así, podríamos decir que es bajo la égida de la reina madre Isolda -esa bruja donadora del filtro- como se desarrolla un amor tan apasionado como incestuoso.

     

    Yo diría, señalémoslo de paso, que esa Isolda madre tiene todo el aspecto de ser el eco de una diosa arcaica.

     

    El caso es que al filtro que beben los amantes le llaman el filtro de la reconciliación.

     

    Y, en cuanto tal, puede nombrar igualmente tanto al filtro de la muerte como al filtro del amor, de modo que así ambos de confunden y con ello anticipan el final de la obra.

     

    Les decía que en Tristán e Isolda no está el asunto del fin del mundo.

     

    Ahora bien, no dejo de darle vueltas al motivo por el que su música es, para von Trier, la música del fin del mundo.

     

    A este propósito, hay algo peculiar en Tristan e Isolda sobre lo que quiero llamarles la atención. Se trata de lo sorprendentemente estrecho del recorrido narrativo de Tristán.

     

    El solo ama a Isolda. Su resistencia -su fidelidad para con el rey- concluye con la bebida del filtro. A partir de ahí, no es ya más que el amante de Isolda.

     

    Y es por lo demás Isolda quien cierra la ópera con estas palabras:

     



    Rogelio de Egusquiza: (1910) Tristán e Isolda (La muerte),

     

    «En la crecida ondulante,

    en el sonido resonante,

    en el universo suspirante

    de la respiración del mundo,

    anegarse,

    abismarse,

    inconsciente,

    supremo

    deleite.»

    [Acto III, Escena 3.]

     

    ¿No hay en ello una suerte de abolición final de toda subjetividad? ¿Una suerte de absoluto fin del mundo del sujeto?

     

    Así, ese amor total, en la vida y en la muerte, por ser absoluto, es incestuoso y conduce a una suerte de fin del mundo: a un anegarse, a un disolverse en la respiración del mundo.

     

    Y, si así fuera, podríamos llegar a decir que después de todo el fin del mundo ligaría las tres obras, Tristán e Isolda, Los pájaros y Melancholia.

     

    Con la notable diferencia de que reina en la primera el fuego del amor, mientras que en las otras dos es la frialdad del desamor la que se impone.

     

     


    Las dos Isoldas de la leyenda

    volver al índice

     

    ¿Es eso todo?

     

    Les confesaré que eso me parecía poco.

     

    Y, sabedor de que el desplazamiento es a veces exterior al texto mismo, de modo que lo desplazado puede ser algo que se encontraba próximo a lo incluido en él, decidí prestar atención a la leyenda medieval en la que Wagner se había inspirado.

     

    Ello me ha conducido a ciertos interesantes aspectos de la leyenda que Wagner omite.

     

    El primero, que la princesa de Irlanda, Isolda, era también llamada Isolda la Rubia.

     


     

    Pero sobre todo esto otro: que, en la leyenda, a su retorno a Bretaña tras ser descubierto el adulterio por el Rey, pasan muchas cosas que Wagner omite.

     

    Así su matrimonio con la hija del rey de allí, también llamada Isolda, pero conocida como Isolda la de las Blancas Manos.

     

    Me hubiera gustado presentarles una imagen de esta otra Isolda tan interesante, esa cara oscura de la primera Isolda, que no es rubia y de la que se nombran sus blancas manos, pero sucede que no he encontrado pintura alguna para ello.

     

    En cualquier caso, anoten que ya tenemos a tres Isoldas en juego.

     

    El caso es que, a pesar de su boda, no termina el amor de Tristán por la primera Isolda.

     

    Hasta el punto de que ello impide al caballero consumar su matrimonio con la Isolda de las Blancas Manos, lo que ésta solo puede vivir como la más humillante de las afrentas. Una que habrá de reclamar venganza.

     

    Pasa el tiempo hasta que, en peligro de muerte a causa de una nueva herida, Tristán hace llamar a Isolda la Rubia para despedirse de ella. Y concierta con su mensajero que, si ésta accede a venir hasta él, utilice para anunciarlo una vela blanca en su navío.

     

    Pero la esposa de Tristán, Isolda la de las Blancas Manos, sabedora de la señal concertada, dice a su marido que la nave que se acerca porta una gran vela negra, lo que desencadena la muerte del héroe y, poco después, a su llegada, también la de Isolda la Rubia, quien muere de amor sobre el cadáver de su amado.

     

    ¿No les parece que ahora sí, que ahora la intersección que buscábamos alcanza su plena intensidad?

     

    Ciertamente, esta otra Isolda, la de las Blancas Manos, no es incluida por Wagner en su ópera.

     

    Más conviene señalar que sí lo estaba en el contexto de su creación.

     

    Wagner, por haber participado en la revolución de 1849, perdió el cargo en la Ópera de Dresde y se refugió en Zurich.

     

    Allí conoció a un rico comerciante, Otto Wesendonck, que le protegió y financió durante años.

     

    Pueden ver en él un trasunto del Rey Merke de Cornualles, pues Wagner tuvo una intensa historia de amor con su esposa, Mathilde.

     

    Pero sucedía que por entonces Wagner estaba ya casado con su primera esposa, Minna, quien llegó a saber del amor de su marido hacia Mathilde y se interpuso hasta malograr la relación de los amantes.

     

     


    Dos Isoldas: Annie y Melanie

    volver al índice

     

    Y bien, les he señalado ya que Isolda la de las Blancas Manos y las Velas Negras estaba presente, si no en la ópera de Wagner, si en el contexto de su creación.

     

    Creo fácilmente postulable que Hitchcock, tan apasionado wagneriano como era, conociera tanto la leyenda medieval como el contexto biográfico de la creación de la ópera.

     

    El hecho es que él sí dio el paso que Wagner omitió: el de introducir a la Isolda de las Blancas Manos en su film.

     

    Isolda la de las Blancas Manos Isolda la Rubia

     


     

    Hay dos mujeres jóvenes y enamoradas de un mismo hombre, en la leyenda medieval como en el film.

     

    Y en cierto modo, portadoras también ellas del mismo nombre:

     

    Annie

    Mel(ody)-Anie

     

    Una de ellas, la amada, es rubia, y está del lado de la música amorosa.

     

    Es evidente que el primero de esos dos rasgos, el ser rubia, no podría dejar indiferente a un cineasta que, como Hitchcock, tendía a escoger a actrices rubias como protagonistas de sus films de este periodo y, además, a mantener dentro y fuera del rodaje las más intensas y erotizadas relaciones con ellas, a pesar de que éstas no llegaran nunca a consumarse.

     

    Frente a la deseada Isolda la Rubia, está la otra Isolda que, necesariamente, no es rubia y a la que se conoce como la de las Blancas Manos.

     

    Isolda la de las Blancas Manos y, hay que añadir, de las Negras Velas.

     

    Y por cierto que es intensamente blanca en esta secuencia la bata que Annie viste y la sabemos no menos celosa -aunque sí más silenciosamente- que a la esposa de la leyenda.

     

    Por lo demás, su cabello y su sombra son acentuadamente negros -y observen que, por contra, Melanie, al menos hasta ahora, carece de sombra.

     

     


    Ingrid Bergman, Grace Kelly, Tippy Hedren… y Alma Hitchcock

    volver al índice

     

    Y si hemos hablado del contexto biográfico de Tristan e Isolda, hagámoslo también del de Los pájaros.

     

    Como saben, Hitchcock estaba casado con una mujer pequeña y morena

     


     

    -Alma Reville, luego Alma Hitchcock- a la que siguió unido durante toda su vida aun cuando interrumpiera casi en seguida y para siempre, como él mismo dio a conocer, toda relación sexual con ella -lo que la aproxima ya a la Isolda de las Blancas manos a la que Tristán nunca fue capaz de poseer.

     

     



     

    Sabemos también que, a través de su cine, aunque sólo a través de él, mantenía las relaciones imaginarias, intensamente erotizadas, con las más bellas, elegantes y refinadas actrices.

     

    Mujeres que, sin embargo, no le correspondían.

     

    Los casos más conocidos fueron los de Ingrid Bergman,

     


     

    Grace Kelly

     


     

    y Tippy Hedren.

     


     

    Díganme, ¿observan una cadencia de transformación en la serie? Yo diría que hay una pérdida progresiva de dulzura, y un correspondiente aumento de frialdad y dureza.

     

    Que coincide, por otra parte, con ese dato al que no paramos de darle vueltas: la semejanza entre Melanie y Lydia, la madre de Mitch.

     

     


    Emma Hitchcock

    volver al índice

     

    Una pregunta resulta, a estas alturas, obligada: ¿qué sabemos de la madre de Hitch? Son bien pocas las imágenes de la Emma Hitchcock que he logrado encontrar.

     


     

    Pero Spoto nos brinda una viva descripción de Emma debida a uno de sus parientes:

     

    «Según uno de sus primos, Emma Hitchcock era «una persona elegantemente vestida, tranquila, de hablar muy pausado y con unos modales aristocráticos. Era muy meticulosa en la preparación de las comidas, en cuyo menester era excelente. Jamás se aventuraba fuera de su habitación a menos que fuera pulcra y perfectamente vestida, y llevaba calmadamente sus asuntos de una forma muy digna.»

    [Spoto p. 28]

     

    Les hago notar que esta descripción es notablemente semejante a la imagen de sí que trataba siempre de ofrecer el propio Hitchcock ante la mirada de los otros. Siempre quiso vestir como un elegante caballero británico, por más que no lo consiguiera nunca.

     

    Pretendía aparentar un carácter tranquilo, de habla muy pausada y modales aristocráticos.

     

    Y ya sabemos que, por lo que se refiere a la comida, quería pasar por el más elegante gourmet.

     

    El primo al que se debe la descripción de Emma llama también la atención sobre la pulcritud en el vestido y la dignidad en el gesto que siempre quiso Hitchcock hacer suya.

     

    Y que con los años devino en una suerte de imagen autoparódica.

     

    Véanlo:

     



    •Hitchcock: Good evening, I’m Alfred Hitchcock


    •Hitchcock: and tonight I’m presenting a series of stories…


    •Hitchcock: of suspense and mystery called, oddly enough:…


    •Hitchcock: Alfred Hitchcock presents


     

    Curioso enunciado circular: Yo les presento una serie que se llama Alfred Hitchcock presenta.

     

    Pero no me detengo en ello, se trata solo de hacerles ver hasta que punto alcanzaba la identificación del cineasta con su madre, cuyos rasgos había llegado a incorporar de manera tan acentuada.

     

    Cabe añadir que ninguno de esos rasgos es atribuible a una identificación con el padre, dado que el perfil de este era del todo diferente al de aquella: hombre de clase media baja, dueño de un par de tiendas de frutas y verduras.

     

    Recordarán que hablamos de ello cuando analizamos la escena de la tienda-estafeta de correos de Bahía Bodega.

     

    Y bien, parece obligado concluir a este propósito que esa intensa identificación con la madre corresponde del todo a lo que hemos encontrado en Mitch, cuya identificación con su propia madre le lleva a modelar su discurso sobre el de ella, tanto en su contenido como en su tono compulsivo.

     


    Alma y la otra

    volver al índice

     

    Y hay que añadir: esos rasgos de la madre que hemos visto imitados en el cineasta pueden ser igualmente atribuidos a las actrices de las que llegó a enamorarse:

     


     

    Las tres mujeres elegantes y refinadas, como, al decir de la mitología familiar, era su propia madre.

     

    Y ciertamente, en este contexto, la insistente semejanza entre Melanie y la madre de Mitch puede ser entendida como una suerte de declaración inconsciente de que esas bellas actrices de las que Hitchcock se enamoraba -y sobre todo la última- se situaban en la estela de la madre.

     

    Ahora bien, ¿y Alma? Es evidente que una mujer tan inteligente como ella no podía por menos que darse cuenta de todo.

     

    No me refiero, claro, a que tuviera una conciencia clara de la identificación de su esposo con la madre de éste, aunque, ¿quién sabe? Pero sí, desde luego, de sus enamoramientos de sus actrices.

     

    Y por cierto que en el periodo del rodaje de Los Pájaros las relaciones entre el cineasta y su esposa atravesaron una especial crisis que se manifestaba en una espesa mezcla de dependencia y de larvada conflictividad, acentuada por la evidencia de la pasión amorosa que el cineasta sentía por Tippy Hedren, de la que eran sabedores todos los que les conocieron de cerca en esa época.

     

    Incluso llegó a estrenarse hace pocos años un biopic, eso sí, bastante malo, sobre el asunto.

     

    Isolda la de las Blancas Manos Isolda la Rubia

     


     

    ¿Cómo entonces podría no haberse reconocido la propia Alma Hitchcock en esa Annie Hayworth, maestra de escuela desatendida que en su caracterización tanto se parecía a la esposa del cineasta, siempre cualificada asesora cinematográfica de Hitchcock y, a la vez, mujer desairada por los enamoramientos de éste hacia sus actrices?

     

    Ciertamente, Alma quedaba situada en el lugar de la otra, en tanto la no deseada -la Isolda de las Blancas Manos y de las Velas Negras.

     

    Una figura que, por lo demás, reaparecía con frecuencia en el cine de su esposo.

     

    Recuerden, por ejemplo, a la Midge de Vértigo,

     


     

    tan poca cosa frente a la fascinante y enigmática Madelaine.

     


     

    De hecho, este asunto, allí, había llegado mucho más lejos.

     

    Pues, llegado el momento, incluso Judy,

     


     

    la mujer que había interpretado el papel de Madelaine en la farsa tendida al protagonista pasaba a ser situada en un lugar bien semejante al de la propia Midge.

     

    Vean otro ejemplo, que no sé si conocen: en Atrapa a un Ladrón, junto a la deslumbrante Grace Kelly

     


     

    Estaba la aprendiz de ladrona

     


     

    que, como Midge o Annie, estaba inútilmente enamorada del protagonista.

     

    No es posible excluir la idea un fondo de sadismo en la actitud del cineasta con respecto a su esposa, pues ésta, experta montadora y guionista, asesoraba siempre los guiones de su marido y no podía por menos que percibir el lugar que en ellos se le adjudicaba.

     

    Yo diría que esta imagen lo resume a la perfección:

     


     

    sintiéndose respaldado por ella, dirigía su deseo siempre en dirección opuesta.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    19. El juicio de Paris, Hamlet, Tristan e Isolda, Melancholia


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-20 (3)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • El juicio de Paris
  • Melanie confiesa su derrota
  • Hamlet
  • Los dos campos de Annie
  • Duelo de mujeres
  • Discos, caracolas, deseo
  • Tristan e Isolda, Wagner, Hitchcock
  • Melancholia
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    El juicio de Paris


  •  


    •Annie: Well,

     

    Cuando el plano termina, diríase que Suzanne Pleshette, la actriz que interpreta a Annie, hubiera recibido la orden de colocarse de manera que no interfiriera nada la visión completa de ese marco del fondo.

     

    Y así, entre las dos mujeres, las frutas.

     

    Como si un juicio de Paris estuviera pendiente.

     

    Peter Paul Rubens: (1638-1639) El juicio de Paris

     

    Puede parecerles esto ir demasiado lejos.

     

    Pero, si es así, es que no conocen suficientemente el contenido de esa historia.

     

    Piénsenlo un momento.

     

    ¿Acaso Mitch no está confrontado a escoger entre tres mujeres: Melanie, Annie y Lydia? Y observen que si en este trío hay mujeres de dos generaciones -Lydia es obviamente de una generación anterior a la de Melanie y Annie-, lo mismo sucede en el trío femenino del juicio de Paris, dado que una de las tres diosas es Hera, la esposa de Zeus, y por eso perteneciente a la generación anterior a la de Atenea y Afrodita.

     

    Y por cierto que, como supongo saben, la elección de Paris desencadenó una catástrofe: la guerra y el hundimiento de Troya, en la que las perdedoras en el juicio, Hera y Atenea, se confabularon para destruir Troya.

     

    Y ello a pesar de la voluntad de Zeus, quien amaba a los troyanos.

     

    Es éste, por cierto, un dato en el que nunca he entendido por qué no reparan los mitólogos: fue Hera quien, contra la voluntad de su esposo Zeus, impuso su criterio y otorgó la victoria a los griegos.

     

    Por eso, en mi opinión, la Ilíada rememora unos tiempos arcaicos en los que las divinidades matriarcales eran todavía más poderosas que las patriarcales.

     

    Y bien, en Los pájaros, la elección de Melanie

     


     

    -pues es a ella a quien Mitch ofrece su copa- desencadena el ataque de los pájaros.

     

     


    Melanie confiesa su derrota

    volver al índice

     


    •Annie: evening go?


     

    Melanie confiesa sin palabras su derrota.

     

    Sobre ese gesto resuena, procedente de fuera de campo, la más precisa pregunta de Annie,

     


    •Annie: Did you meet Lydia?


     

    Aquí tienen una confirmación suplementaria de lo que les decía hoy al comienzo retomando la discusión del último día. El nombre del malestar de Melanie no es Mitch, sino Lydia.

     

    No hay respuesta de Melanie en forma de palabra, pero todo, sin embargo, lo dice su mirada: el reconocimiento de su debilidad frente a Lydia, el larvado odio que de ahí procede y, también, ese otro odio surgido de la humillación de verse a sí misma derrotada en la mirada de Annie.

     

     


     

    Annie, desde lo alto del contrapicado en que nos es mostrada, no oculta la satisfacción que el inspira su victoria, por más que sea la suya una victoria bien pobre, dado que estriba en que la otra ha sido derrotada como lo fue ella misma.

     

    En todo caso, el cuadro, a la izquierda, sigue recordándonos su tristeza esencial.

     


    •Annie: Or would you rather I changed the subject?




    •Melanie: I think so.




    •Annie: Well, how do you like our little hamlet?


     

    Pero es imposible cambiar de tema, pues hablar del pueblo, de Bahía Bodega, es hablar de Lydia.

     

     

     

     


    Hamlet

    volver al índice

     

    No podemos pasar por alto que, para referirse al pueblo, Annie no ha utilizado la expresión village, sino hamlet -cuya traducción en español es aldea.

     

    No sé hasta qué punto es frecuente esta palabra en inglés, por es un hecho que lleva a nuestra mente, cuando nos detenemos en ella, una referencia a la tragedia de Shakespeare.

     

    ¿No les parece que, a estas alturas ya, esta escena en la casa de Anne se nos muestra poblada de referencias culturales? Pintura moderna, Tristan e Isolda, Hamlet

     

    ¿Por qué Hamlet? Yo diría que sobran los motivos.

     

    Hamlet es, de entre todas las tragedias de la historia del teatro, la que con más precisión habla de la melancolía.

     

    Y además…

     

    Además, no tienen más que recordar la historia del príncipe loco de Dinamarca: el padre de Hamlet, el rey de Dinamarca, ha sido asesinado por su hermano, con la complicidad de su propia madre, quien se ha convertido en esposa del asesino.

     

    De manera que, para comprender el motivo de la alusión a Hamlet aquí, solo tienen que despejar la figura de Claudio, el asesino y nuevo rey de Dinamarca, y retener la idea que constituye el foco central del sufrimiento de Hamlet: su ligazón con una madre asesina del padre.

     

    Y hay, por lo demás, un segundo motivo no menos relevante. Se trata de Ofelia, la novia de Hamlet, quien acaba por suicidarse cuando descubre que, a causa de su locura -es decir: a causa del crimen cometido por su madre- Hamlet ha dejado de amarla.

     

    De modo que si la Ofelia enamorada remite a Melanie, la Ofelia hundida en la melancolía señala a Annie.

     

     

     

     


    Los dos campos de Annie

    volver al índice

     


    •Annie: Well, how do you like our little hamlet?




    •Melanie: I despise it.


     

    Melanie dice que lo desprecia, cuando, de hecho, lo que le ha sucedido es que se ha sentido despreciada.

     

    Aunque es odio lo que se dibuja en su rostro, y quizás por eso los traductores han escogido esta palabra para su versión.

     


    •Annie: (chuckles)


    •Annie: Well, l suppose it doesn’t offer much to the casual visitor,


    •Annie: unless you’re thrilled by a collection of shacks on a hillside.


    •Annie: It takes a bit of getting used to.


    •Melanie: Where are you from originally, Annie?


    •Annie: San Francisco.

    •Melanie: How did you happen to come up here?

     

    ¿Si eres de San Francisco, como has podido acabar aquí? Se dan cuenta de cómo el desplazamiento de Annie y el movimiento de cámara que lo ha seguido han prefigurado y visualizado la pregunta de Melanie. Se trata de la distancia que va de aquí


     

    a aquí:

     


     

     

    Es decir: del salón de una sofisticada mujer urbana de clase cuando menos media-alta al despacho de una maestra de pueblo.

     

    Y es desde luego un hecho que esos cuadros de arte moderno que vemos en el primer plano casan muy mal con las cortinas del segundo.

     

    El punto de vista de Melanie se impone ahora.

     


    •Melanie: How did you happen to come up here?


     

    Annie se siente tocada en su herida más íntima.

     


    •Annie: Oh, a friend invited me up for a weekend


    •Annie: a long time ago.

     

     

     

     


    Duelo de mujeres

    volver al índice

     



    •Annie: Look, I see no reason for being coy about this.


    •Annie: It was Mitch Brenner. I guess you knew that anyway.


    •Melanie: I suspected as much.

     

    Retorna por un momento la habitual soberbia de Melanie.

     

    Es su manera de replicar a la sonrisa de superioridad de Annie de hace un momento.

     


     

    Ciertamente, esta es la escena de un duelo entre mujeres.

     

    Sus armas, como suele suceder entre ellas, no son los puños ni las pistolas, sino los gestos y las palabras.

     

    Y, desde luego,


     

    las tornas se han invertido y ahora Melanie puede contemplar displicente a esa pobre maestra de escuela abandonada, eternamente aferrada a un teléfono -lo ven ahí, en el centro inferior del cuadro, en contacto directo con sus manos- que nunca suena para ella.

     


    •Annie: Well, you needn’t worry.


    •Annie: It’s been over and done with a long time ago.



    •Melanie: Annie, there’s nothing between Mr. Brenner and me.


    •Annie: Isn’t there?

    •Annie: Well, maybe there isn’t.


    •Annie: Maybe there’s never been anything between Mitch and any girl.

     

    Es dura la luz que ilumina ahora a Annie.

     

    Nos ofrece su cara más desolada, también la más parecida al retrato sobre el que antes les llamaba la atención:

     



     

    Lateralizada, a la derecha del encuadre, todo son líneas descendentes, depresivas, como su misma posición corporal.

     

     

    Pero Annie ha pasado al contraataque en esta escena que, como les digo, tanto tiene de duelo entre mujeres:

     


    •Annie: Maybe there’s never been anything between Mitch and any girl.

     

    Es dura, de nuevo, la mirada que Annie dirige a Melanie.

     



    •Melanie: What do you mean?

     

    Quien no puede por menos que sentirse tocada.

     


    •Annie: I think I’ll have some of that.

     

    El alcohol de nuevo.

     



    •Annie: I was seeing a lot of him in San Francisco.


     

    ¿Han visto el nudo en la garganta que se produce en Annie cuando empieza su relato?

     


     

    Le falta el aliento.

     

    Es casi un desfallecimiento.

     

    De hecho, para contarlo, para confesarse, debe abandonar la zona de protección que le brinda su despacho de maestra y ubicarse bajo al retrato que declara su degradada imagen de sí.

     


    •Annie: I was seeing a lot of him in San Francisco.



    •Annie: Then one weekend, he invited me up to meet Lydia.


     

     

     

     

     


    Discos, caracolas, deseo

    volver al índice

     


    •Melanie: When was this?

     

    Observen el fondo de Melanie.

     

    Ahora el disco se muestra completo a la altura de su cabeza, que queda situada entre él y su carátula.

     

    Está ahí, bien dispuesto para ser escuchado.

     

    Pero nadie lo hace y por eso nunca llagará a sonar.

     

    El caso es que su posición no puede por menos que recordar las caracolas de la tienda de Bahia Bodega:

     


     

    La misma posición en relación con los oídos de Melanie.

     

    El oído, la música y el deseo, igualmente suscitados en ambos casos.

     

    Se trata pues, de nuevo, del anhelo del deseo.

     

    Que haya música para que su pulsión puede verse conducida por la melodía del deseo.

     

    Se dan cuenta de que eso nos remite, igualmente, al piano y al padre:

     



     

    Que está en juego una meticulosa asociación de Melanie con ese fondo musical, lo confirma por lo demás el hecho de que, cuando más tarde Annie esté sentada en ese mismo sillón, no se verá ese fondo musical:

     


     

    Siendo el mismo sillón, será del todo diferente su fondo.

     

    El disco de Tristan e Isolda es sustituido, ahora, para Annie, por un televisor -y no se si han reparado en ello, pero en el melodrama de los años cincuenta y sesenta la presencia del televisor apagado solía ser una indicación de la soledad y el abandono de un personaje.

     


     

    Ven hasta qué punto se quiere evitar la asociación de Annie con la música.

     

    Hay, incluso, un cambio de posición del sillón -en la que, por supuesto, el espectador no reparará- para forzar esa disociación.

     

    Se trata de que, cuando Annie se encuentre en él, ni el disco se vea con claridad ni resulte visible el título en su carátula.

     


     

    Y por cierto que la muerte del padre es suscitada de inmediato:

     


    •Annie: Oh, four years ago, shortly after his father died.

     

    Su muerte queda, así, fijada: cuatro años antes.

     

    ¿Qué elementos escenográficos ocupan el lugar, en el plano de Annie, del disco en el de Melanie? La botella a la izquierda y su sombra a la derecha.

     

    Y ciertamente ambos se inscriben en la serie que comenzó

     


     

    con el cuadro de la joven triste y siguió por el

     


     

    reencuadre de la mesa del comedor.

     

    Ciertamente, no hay melodía de amor alguna para Annie.

     


    •Annie: Of course, things may be different now.


    •Melanie: Different?

     

    El miedo de Melanie ahora es producto de su ya clara conciencia de que la otra podría estar anticipándole su propia historia.

     

     


    Tristan e Isolda, Wagner, Hitchcock

    volver al índice

     

    La inclinación de la cabeza de Melanie ahora cubre parte del título de la ópera de Wagner, ocultando su final, es decir, la palabra Isolda.

     

    Lo que también podríamos leer así: Melanie ocupa el lugar de Isolda en él.

     

     

    Llegados aquí, reconocida esta referencia intertextual, nos vemos obligados a escuchar la ópera y abrir su libreto.

     

    Obligados, les digo, porque eso está ahí. Máxime cuando no vemos el disco en su envoltorio, sino fuera de él. Como si estuviera sonando sin dejarse oír.

     

    Y aprovecho la ocasión para decirles que Richard Wagner era el compositor favorito de Hitchcock.

     


    Melancholia

    volver al índice

     

    Hay, por otra parte, un motivo cinematográfico posterior que da un interés suplementario a esta conexión.

     

    Se trata de Melancholia, esa película realizada 58 años más tarde, en 2011, por Lars von Trier y que, en cierto modo, tiene mucho que ver con ésta.

     



     

    Es la historia de una crisis psicótica asociada, como en Los pájaros, con el delirio del film del mundo.

     

    Pero esa cadena causal no se formula explícitamente en el film, como tampoco sucede así en la película de Hitchcock.

     

    Hay en ella, también, un niño.

     


     

    Pero esta vez la catástrofe final no viene producida por el ataque de las aves, sino por el impacto contra la tierra de un gigantesco meteorito.

     


     

    La protagonista es igualmente una mujer.

     


     

    Y su brote se desencadena cuando intenta casarse.

     





     

    Hamlet también se hace presente aquí, esta vez por la vía de esta imagen inspirada en el conocido cuadro Ofelia de John Everett Millais.

     




     

    Pero lo más asombroso es como Melancholia pone en escena ese impacto que provoca el fin del mundo.

     

    Véanlo:

     



     

    Impresionante, ¿no les parece?:

     


     

    En principio, no hay duda, es la imagen de un meteorito que choca con la tierra.

     

    Pero, a la vez, se nos impone, de modo casi alucinatorio, la imagen de un gigantesco pecho femenino.

     

    De modo que el impacto del fin del mundo se manifiesta, a la vez, como un pecho femenino que estalla.

     

    Es decir: como la metáfora de un pecho materno infinitamente destructivo.

     

    En mi opinión, es la imagen más convincente del pecho malo de Melanie Klein que se ha construido jamás en la historia del arte.

     



     

    (He dedicado un seminario a esta película que se encuentra disponible aquí.)

     

    Y supongo que se han dado cuenta del otro aspecto que relaciona tan intensamente Melancholia con Los pájaros: me refiero, claro está, al tema musical básico del Melancholia que es, como acaban de escuchar, el Preludio de Tristan e Isolda.

     

    ¿Se dan cuenta? Dos películas que ponen en escena el filn del mundo y que comparten una misma música, por más que en el primero comparezca muda y en el segundo empiece a sonar desde el primer momento.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    18. Annie y las metáforas de su desolación


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-20 (2)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

     

  • Dos escenas de mujeres
  • La herida de Melanie
  • Annie y la desolación
  • Annie y Mel-Annie
  • El marco de la desolación y el cuadro de la joven triste
  • Esa fruta rechazada que es Annie
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    Dos escenas de mujeres


  •  



    •Annie: Miss Daniels, is that you?


    •Melanie: Yes.


    •Annie: Hi.


     

    Antes de entrar en esta escena conviene prestar atención a aquella otra escena que, por muchos motivos, está en correspondencia directa con ella:

     


    •(Knocking)


    •Lydia: Mitch?


    •Melanie: No, it’s me, Mrs. Brenner.


    •Melanie: I thought you might like some tea.

    •Lydia: Oh.

     

     

    Dos conversaciones entre mujeres en las que se habla de lo mismo: menos de Mitch que de Lydia.

     

    Y en las que aflora la figura del padre.

     

     

     


    La herida de Melanie

    volver al índice

     


     

    Sólo ahora, en el tercer encuentro de Melanie con Annie, tenemos acceso al interior de su casa.

     

    Aunque, como constataremos pronto, sólo al espacio más abierto de ésta, su cuarto de estar.

     

    Lo primero que nos sorprende en ella es que nada tiene que ver con Bahía Bodega.

     

    Los cuadros que decoran sus paredes -todos ellos de arte moderno- sugieren más un apartamento lujoso de la gran ciudad que la casa de la maestra de un rústico pueblo pescador.

     

    Annie contempla la sección de mujer del periódico.

     

    Pero lo hace en una disposición interesada por la llegada de Melanie, como si hubiera estado esperándola expectante.

     


    •Annie: Miss Daniels, is that you?


    •Melanie: Yes.


    •Annie: Hi.


    •Annie: Is something wrong?


    •Annie: Is that cut beginning to bother you?


    •Melanie: No, it’s not the cut that’s bothering me.

     

    Podemos convertir la interrogación

     


    •Annie: Is something wrong?

     

    en afirmación: sin duda, algo va mal.

     

    Y podemos, igualmente, invertir, la negación en afirmación:

     


    •Annie: Is that cut beginning to bother you?


    •Melanie: No, it’s not the cut that’s bothering me.

     

    Sí, a fin de cuentas, es esa herida lo que le molesta.

     

    Las inversiones que realizo pienso que son obligadas, porque lo que Melanie dice -que no es el corte lo que la perturba- hace referencia al corte producido por la gaviota.

     


     

    Pero nosotros sabemos que esa gaviota es la ira misma de la madre.

     


     

    Y perciben la insistencia sobre la palabra corte, que aparece dos veces para nombrar la herida.

     

    Pero hay que añadir de inmediato: no es el corte simbólico que establece la condición femenina, sino un corte real, producto de una agresión destinada a cortocircuitar ese establecimiento.

     

    Permítanme que ensaye una definición mitológica del Espíritu Santo.

     

    Mitológica, digo, no teológica: el Espíritu Santo es la palabra del Dios Padre que penetra a la Virgen.

     

    Como les dije en su momento, la gaviota que atacó a Melanie no traía mensaje alguno, no era portadora de ninguna palabra, sino que constituía un puro acto de violencia.

     

    De modo que sí: es ese corte, esa agresión, la que la molesta.

     

     


    Annie y la desolación

    volver al índice

     


     

    Y qué mirada la de Annie.

     

    Poderosa imagen de la desolación de esta elegante mujer de clase alta que ha quedado atrapada en Bahia Bodega.

     

     



    •Annie: Would you like some brandy?


    •Melanie: If you have some, I’d love it.

     

    Hace falta brandy para hablar de Lydia, pues de eso se trata como constataremos de inmediato.

     


     

    Bella sonrisa la de Annie. Pero hay un rostro nada bello en ella:

     


    •Annie: I’ll get it. Why don’t you sit down, Miss Daniels?


     

    Lo ven, supongo.

     

    Me refiero al rostro del cuadro que hay tras la lámpara.

     

    De aspecto expresionista, muestra en primer plano la cara, profundamente triste, de una mujer joven y morena como ella.

     

    Su introducción en imagen es todavía contenida, pues por ahora la lámpara la cubre en parte. Llegará, sin embargo, el momento en que podremos verla al completo, pues constituirá un motivo importante a lo largo de esta larga secuencia que se encuentra todavía en su comienzo.

     

     

    Es, en suma, un elemento escenográfico que funcionará como una reiterada metáfora sobre la profunda tristeza interior -más propiamente: la melancolía- que anida en Annie.

     

    Por eso, sus reapariciones a lo largo de la secuencia estarán siempre ligadas a ella, pues nunca habrá de compartir plano con Melanie.

     

     

     

     


    Annie y Mel-Annie

    volver al índice

     


    •Annie: Oh, would you like a sweater or something,


    •Annie: a quilt?



    •Melanie: No. No, thank you.


     

    Ven ustedes lo que responde, por respecto a Melanie, el cuadro de la mujer triste de Annie.

     

    Se trata de esos discos desnudos, preparados para sonar, tanto como de la carátula de uno de ellos: Tristan e Isolda de Richard Wagner.

     

    Como ven, Melanie sigue del lado de la música y, patentemente, del lado del tema de amor.

     

    Pero es todavía pronto para ocuparnos de como funciona aquí esta referencia a la ópera de Wagner.

     

     

    Sí es buena ocasión, en cambio, para reparar en la semejanza sonora existente entre los nombres de las dos mujeres.

     

    Annie y Melanie.

     

    Es un hecho que el nombre de Melanie añade al de Annie,

     

    Annie

    Mel-anie

     

    a modo de prefijo, una sílaba -mel- que podría ser la primera de la palabra Melody.

     

    Annie

    Mel(ody)-Anie

     

    De modo que

     

     


     

    Annie es una Melanie sin música, del mismo modo que

     


     

    Melanie es una Annie con música -al menos todavía.

     

     

     

     


    El marco de la desolación y el cuadro de la joven triste

    volver al índice

     



    •Melanie: Won’t you call me Melanie?


     

    Si hemos visto llegar a Melanie desde el punto de vista de Annie, ahora vamos a ver a Annie retornar al salón desde el punto de vista de Melanie.

     


    •Annie: All right.

     

    La voz de Annie se escucha procedente de fuera de campo, lo que acentúa el interés del cineasta en que reparemos en lo que ese reencuadre ofrece a la mirada de Melanie tanto como a la nuestra.

     

    Es obligado por ello detenerse en este plano tan extrañamente simétrico como poderosamente vacío.

     

    Habla sin duda de la desolación de Annie, pues el cuadro de la joven melancólica no es la única referencia metafórica a su desolación interior. Esta es la otra: ese marco que encuadra una mesa de comer deprimente.

     

    Es, por lo demás, un doble reencuadre: no solo constituido por el marco de la puerta, sino también por las cortinas que enmarcan esas frutas que se encuentran en su centro.

     

    Observen como, tras ese marco, se apagan los colores del cuarto de estar. Sus colores son, por eso, bien semejantes a los del comedor de Lydia:


     


     

    Y sugieren, como les anunciaba al principio, que más allá de ese marco hay un espacio interior de Annie mucho más oscuro, solitario y frío.

     

    En cualquier caso, nunca atravesaremos este marco que da paso al espacio más íntimo de Annie.

     

    Del mismo modo que nadie comerá las frutas centradas por ese doble reencuadre.

     

    Pero díganme, ¿en qué lado se encuentra ahora Annie fuera de campo, en el izquierdo o en el derecho? Los elementos de la imagen nos ofrecen la respuesta: necesariamente del derecho, pues en el lado derecho se encuentra el cuadro de la joven triste.

     


    Esa fruta rechazada que es Annie

    volver al índice

     

    Véanlo.

     


     

    Por cierto, no hay duda, Annie bebe sola con frecuencia.

     


     

    Ven como la fruta y la bebida se encuentran ahora en el centro del plano.

     



    •Melanie: Thank you.


    •Annie: Gets a bit chilly here at night sometimes,


    •Annie: especially if you’re over near the bay.

     

    Como ven, el fondo frío que se encuentra tras ese marco encuentra su expresión en las palabras de la propia Annie.

     

    Y, por otra parte, no hay duda de que mencionar el frío de la bahía es el anticipo directo para hablar… ¿de qué?

     

    Claro está: de Lydia.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    17. Una cruz asediada por los pájaros


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-20 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • Mitch y el discurso de la madre
  • Una cruz asediada por los pájaros
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    Mitch y el discurso de la madre


  •  


    •Melanie: I want to go through life jumping into fountains naked. Good night.



     

    Permítanme que vuelva a la discusión final del último día que versaba sobre la actitud de Mitch en la escena que aquí acaba.

     

    ¿Es la de un varón que quiere domar a la mujer que desea? -creo que eso resume de manera directa la posición que Jose Luis sostenía.

     

    Mi opinión es que no.

     

    Ciertamente, en el cine clásico abunda la figura del varón que interpela a la mujer de modo agresivo y jugando a rebajarla.

     

    Pero el asunto es donde eso concluye. Y eso, en ese cine, concluye en el momento en que ella declara su deseo.

     

    Entonces, como les decía el otro día, él la besa. La besa, claro está, si es que en su discurso él está presente como sujeto que desea a la mujer.

     

    Pero el asunto es que eso no sucede aquí.

     

    Quiero llamarles la atención sobre la relevancia teórica de lo que está en juego: se trata de determinar cuál es el discurso que él le dirige.

     

    Si es un discurso en el que él se inscribe como sujeto de deseo o es, sin más, el discurso de su madre.

     

    Y, como les mostrabas el otro día, de tal se trata: el discurso que Mitch dirige a Melanie es el de su madre, tanto en su contenido como en su tono compulsivo.

     

    Mitch es incapaz de desplazarse de ahí.

     

    Voy a darles una prueba suplementaria de ello.

     

    Pues nada lo prueba mejor que el señalamiento crítico que hace ese guionista que no se entera de nada, Evan Hunter, de estas frases del film:

     


    •Melanie: Mitch, what’s happening?



    •Mitch: I don’t know. Do you have to go back to Annie’s?


    •Melanie: No. I have my things in the car.


    •Mitch: Stay and have something to eat before you start back. I’d feel a lot better.


     

    «Yo mismo escribí aquellas memorables frases para que las dijera el desafortunado actor, transformándole en un abrir y cerrar de ojos de un protagonista heroico en una madre judía preocupada. Son las peores frases de toda la película, aparte de la secuencia de la colina que escribió el propio Hitch.»

    [Hunter, Evan: (1997) Hitch y yo (Me and Hitch), p. 106]

     

    Ciertamente, a Hunter eso de me sentiré mejor si te quedas y comes algo antes de irte le chirría especialmente.

     

    Detesta a Hitchcock porque le llevó a escribir cosas como esas.

     

    Y sin embargo, tiene buena parte de razón cuando afirma que así el protagonista heroico se ve transformado en una madre judía preocupada. Sólo hierra, desde luego, en la primera parte, porque Mitch nunca ha llegado a ser un protagonista heroico.

     

    El problema es que no comprende nada del extremo que alcanza la identificación de Mitch con su madre.

     

    Eso no cabe en sus esquemas mentales, que son, por otra parte, los del cine clásico, por más que banalizados tal y como se encontraban ya a comienzos de los años sesenta.

     

    De ahí su desafortunada insistencia en referirse a Mitch como un protagonista heroico.

     

    El caso es que Mitch se encuentra ahora del todo satisfecho.

     

    Pero es un hecho que esa satisfacción tiene algo de hueca, que su gesto tiene algo de la impostura típica de los actores publicitarios. Lo que se ve acentuado por el modo como, a la vez que sonríe, mira directamente al objetivo de la cámara.

     

    Como si buscara nuestra complicidad, mostrándose del todo ignorante del poder de la madre que dicta su discurso.

     


     

     

     


    Una cruz asediada por los pájaros

    volver al índice

     



     

    Mitch no ve todavía las hileras de pájaros que han invadido ya los cables telefónicos y que se encuentran alineados en ellos con una regularidad propiamente loca.

     

    Pero nosotros sí.

     

    Entre otras cosas porque se recortan sobre la zona de mayor luz del plano, bajo y sobre esas nubes iluminadas por la última luz del atardecer.

     

    Así, vemos el orden de la comunicación invadido por esos alimentos persecutorios que son las aves y entendemos de la manera más plástica por qué los mensajes no llegan a su destino en Bahía Bodega.

     

    Pero incluso Mitch acaba por reparar en ello, pues los graznidos de fondo se hacen oír ahora con una considerable mayor intensidad.

     



    •(birds squawking)

     

    Y ello porque el inarmónico y violento ruido de los pájaos se intensifica consideráblemente.

     

    En todo caso, ese ha sido el sonido que ha acompañado a la escena entera y que, por eso mismo, ha punteado de manera constante el discurso que Mitch dirigía a Melanie.

     


    •(birds squawking)

    •(chirping)

     

    Es una imagen ciertamente siniestra: demasiados pájaros negros recortándose sobre el cielo.

     

    Podríamos decir también, dado que no estamos en San Francisco sino en Bahía Bodega, que nos encontramos ante una cruz asediada por los pájaros, que podrían ser también las llamas de un fuego negro que la hace arder.

     

    Puede parecer que me dejo llevar por una mal reprimida vena literaria, pero creo que no es así, no al menos del todo, dado que hay fuego negro en el film:

     



    •Melanie: Mitch



     

    Un fuego realmente negro, que procede de la chimenea misma de la casa.

     

    Los pájaros, esos alimentos vivos y persecutorios, han empezado a llenarlo todo.

     

    Y así,

     


    •(birds squawking)

    •(chirping)


     

    La interrogación alcanza finalmente incluso al propio Mitch.

     


     

    Les llamé el último día la atención sobre la presencia en la banda sonora, durante toda la escena de la conversación entre Mitch y Melanie que ahora acaba, de los graznidos de los pájaros al fondo que venían a ocupar el lugar del ausente tema de amor.

     

    De modo que las palabras de amor, lejos de ser moduladas por la música en la dirección del abrazo de los amantes, han comenzado a descomponerse en graznidos que a veces casi parecían eructos; las palabras, en suma, se descomponen en sonido corporal no articulado.

     

    Y que ese es otro de los hilos con los que trabaja el film es algo que puede comprobarse con la sola constatación de que en su última media hora -la que sigue a la discusión de todos en el restaurante- prácticamente ya no se habla nada en él: los graznidos de los pájaros dominarán entonces de manera omnímoda la banda sonora.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    16. Melanie y Mitch


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-13 (3)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

     

  • Lydia, fantasma omnipresente
  • La impostura de Mitch
  • Identificación con la madre
  • La madre-esposa y la otra-prostituta
  • La posición perversa de Mitch
  • la carta
  • la vía perversa de Mitch: el discurso del maltratador
  • La confesión y el juego sadomasoquista
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    Lydia, fantasma omnipresente


  •  

     

    A propósito de la escena que sigue, hay que realizar un primer señalamiento. Siendo la primera en la que Mitch y Melanie se encuentran solos, porque no hay en ella tema musical de amor, ninguna melodía acompaña su encuentro.

     

    En su lugar, en cambio, solo se escuchan de fondo poco agradables graznidos de aves.

     

    Cuando el encadenado concluye y el rostro de Lydia se desvanece,

     


    •Mitch: Be able to find your way back all right?


     

    ella permanece no obstante presente a través de esos árboles negros que rodean la casa y con los que hace un instante se fundía su cabeza.

     


     

    De modo que el inquietante abrazo de sus ramas procede de ella.

     

    Pues ella es el fantasma omnipresente que gravita y asfixia la relación que Melanie y Mitch tratan de establecer.

     

    Diríase que su mirada, vuelta hacia su interior, los viera paseando juntos en el exterior de la casa.

     

     

     

     


    La impostura de Mitch

    volver al índice

     


    •Mitch: Be able to find your way back all right?


     

    La actitud de Mitch ahora ¿no les resulta un tanto petulante?


    •Melanie: Oh, yes.




    •Mitch: Will I be seeing you again?


    •Melanie: San Francisco’s a long way from here.


     

    Es esta una angulación inusualmente vertical que anticipa una cierta rigidez que va a marcar toda la escena.

     


    •Mitch: I’m in San Francisco five days a week with a lot of time on my hands.



    •Mitch: I’d like to see you.


     

    Han oído como el sonido de los pájaros, desde fuera de campo, puntúa la propuesta de Mitch.

     

    Quien por cierto resulta acentuadamente impostado, hablando desde lo alto, con el cielo tras él.

     

    Atiendan a lo que le ofrece:

     


    •Mitch: I’m in San Francisco five days a week with a lot of time on my hands.


    •Mitch: I’d like to see you.

     

    Es todo un marco de relación.

     

    Verla entre semana, en San Francisco. No en fin de semana, porque los fines de semana están reservados para su madre.

     

    Ahora sabemos más de la historia de Annie. Sin duda ella fue la anterior amante entre semana de Mitch en San Francisco.

     

    No menos llamativo es el hecho de que Mitch le haya dicho que le sobra el tiempo: se ve obligado a rebajarla a la categoría de objeto de entretenimiento antes de poder decirle que quiere volver a verla.

     

    Y es que, para poder acercarse a ella, siente la necesidad de degradarla, pues solo degradada y, así, netamente diferenciada de su madre, mas fácil le resulta abordarla.

     

     

     

     


    Identificación con la madre

    volver al índice

     

    Esa madre que es, para él, es a la vez su objeto de veneración y su foco de pánico.

     

    Así, toda la impostura que contiene su actitud tiene por objeto esconder el pánico que ella, en tanto mujer -y, porque mujer, semejante a su madre-, le inspira.

     

     

    Pienso que este es el motivo mayor del parecido de las dos actrices del film, por lo demás tan reforzado por todo su vestuario y maquillaje: hacer visible en Melanie ese parecido con la madre que a la vez atrae y amenaza a Mitch.

     

    Es el suyo un pánico que, vía identificación con su propia madre, y de modo muy semejante al del Norman de Psicosis, fuerza la actitud agresiva, despreciativa, desde la que le dirige lo que es casi una soez interpelación sexual:

     


    •Mitch: Maybe we could go swimming or something.

     

    Pues se dan cuenta de que la mención al nadar es más que una metáfora, dado que se trata de nadar con ella desnuda.

     

    Pero lo que sigue es lo que más patentemente viene a violentar los usos del cortejo:

     


    •Mitch: Mother tells me you like to swim.

     

    Coloca a su madre ahí mismo, en el centro de la conversación.

     


    •Lydia: She is the one who jumped into a fountain in Rome last summer, isn’t she?

    •Lydia: Well, actually, the newspapers said she was naked.


     

    Ven la imagen casi felliniana que sale de la boca de Lydia -piensen que La Dolce Vita se había estrenado solo tres años antes, en 1960.

     

     


    La madre-esposa y la otra-prostituta

    volver al índice

     

    Melanie desnuda, bañándose en una fuente de Roma -es decir: a la vista de cualquiera.

     

    De modo que lo hace para llamarle puta

     



    •Mitch: Mother tells me you like to swim.

     

    Mi madre dice que te gusta nadar.

     

    Así, rebajada a tal condición, ocasionalmente, en el tiempo que le sobra, quiere nadar -tener citas- con ella.

     

    Constatamos así hasta qué punto es el discurso de su madre el que Mitch dirige a Melanie.

     

    De modo que entendemos ahora claramente a que se refería cuando decía aquello de:

     


    •Mitch: I think I can handle Melanie Daniels by myself.


     

    Les decía que probablemente empezó así la relación de Mitch con Annie.

     

    Annie debió sentir, cuando estaba con Mitch en San Francisco, que el no estaba del todo con ella.

     

    Y decidió entonces reclamar su derecho al fin de semana.

     

    Pues, si lo piensan bien, en términos bien realistas, en eso se cifra la diferencia entre ser la esposa o la otra -en el poder sobre el fin de semana.

     

    Y bien, recuerden que en la escena inmediatamente anterior, la de la cocina, hemos visto dibujarse una escena en la que Lydia ocupaba el lugar central de la esposa, mientras que Melanie quedaba reducida a la posición de la otra.

     

    Les propongo una definición precisa de la otra que cuadra a la perfección con lo que sucede en el film: la otra es aquella a la que no se puede mirar cuando está delante la esposa.

     


    •Melanie: How does Mother know what I like to do?


     

    Ven hasta qué extremo alcanza la omnipresencia de la madre.

     

     


    La posición perversa de Mitch

    volver al índice

     

    Insisto una vez más en la posición netamente perversa, y propiamente sádica, de Mitch.

     

    Necesita rebajarla, humillarla, para poder aproximarse a ella.

     


    •Mitch: I guess we read the same gossip column.


    •Melanie: Oh, that.


    •Melanie: Rome.


    •Mitch: Yeah, I really like to swim. I think we might get


    •Mitch: along very well.

     

    Y, así, Mitch insiste en su grosería. Pues viene a decirle algo así como estoy dispuesto a bañarme contigo si aceptas ser para mí la otra.

     

    Lo notable es que Melanie entre en ese juego. Parece incluso que quisiera hacerse disculpar:

     


    •Melanie: In case you’re interested, I was pushed into that fountain.

     

    Para entender esto, deben contar con la otra cara del viaje de Melanie: su posición en el juego sadomasoquista del que participan ambos puede también ligarse a su cuenta pendiente con su propia madre, con respecto a la cual ella fue siempre la otra, pues la madre debió rechazar toda identificación de su hija, hasta finalmente abandonarla.

     


    •Mitch: Without any clothes on?

     

    La escala de la grosería es verdaderamente alta, pues él suscita de nuevo la imagen de ella desnuda en las manos de otros.

     


    •Melanie: With all my clothes on.


    •Melanie: The newspaper that ran that story happens to be a rival of my father’s paper.


    •Mitch: You were just a poor, innocent victim


    •Mitch: of circumstances?


    •Melanie: I’m neither poor nor innocent,


    •Melanie: but the truth of that particular…


    •Mitch: The truth is, you’re running around with


    •Mitch: a pretty wild crowd, isn’t it?

     

    La rigidez de Mitch se dispara.

     

    Su aceleración compulsiva corresponde del todo a la de la madre durante su conversación telefónica.

     


    •Melanie: Yes, that’s the truth, but I was pushed into that fountain, and that’s the truth, too.



    •Mitch: Uh-huh.

     

    El interrogatorio prosigue y se estrecha en busca de una confesión.

     

    Y anoten que este estrecharse del interrogatorio sustituye al abrazo que Mitch no es capaz de darle.

     

    En todo caso, ese estrecharse se manifiesta en una proximidad mayor de sus cabezas en la superficie del plano.


    •Mitch: Do you really know Annie Hayworth?


    •Melanie: No. At least I didn’t until I came up here.



    •Mitch: So you didn’t go to school together?


    •Melanie: No.


    •Mitch: And you didn’t come up here to see her?


    •Melanie: No!

    El interrogatorio es cada vez más violento, especialmente en el plano visual: ven ustedes como la inclinación de la cabaza de él casi aplasta la de ella, al modo de las composiciones típicas de los films de interrogatorios policiales.

     


    •Mitch: You were lying!

     

    Mentiste.

     

    Eres una mentirosa.

     


    •Melanie: Yes, I was lying.



    •Mitch: What about the letter you wrote me? Is that a lie, too?

     

    Observan que el cineasta mantiene la misma inclinación absoluta de la cabeza de Mitch, reuniendo dos posiciones contradictorias entre sí


     

    -solo justificadas por los movimientos de cabeza del personaje.

     

     


    la carta

    volver al índice

     

    Y, finalmente, la carta:

     


    •Mitch: What about the letter you wrote me? Is that a lie, too?


    •Melanie: No, I wrote the letter.



    •Mitch: Well, what did it say?


     

    Observen que su contenido importa: su aparición viene acompañada tanto por el punteado sonoro del graznido de un pájaro como por la modificación del plano contraplano:

     


    •Melanie: No, I wrote the letter.



    •Mitch: Well, what did it say?

     

    Pasamos del primer plano con escorzo -plano de dos-,

     


     

    al gran primer plano individualizado:

     


     

    Y ya que anotamos esto, antes de escuchar el contenido de la carta, anotemos que en ambos pares de planos las dimensiones de Melanie son mayores que las de Mitch.

     

    Ese es parte del poder de ella que él trata de compensar -y el cineasta no deja de acentuar- con su grosería tanto como con la acentuada diferencia de posición entre ambos, acusada por los intensos contrapicados y picados de ambos.

     


    •Melanie: It said, “Dear Mr. Brenner.


    •Melanie: “I think you need these lovebirds after all.


    •Melanie: “They may help your personality.”

     

    El tono, mitad airado, mitad burlón, de Melanie, difícilmente enmascara la literalidad con la que enuncia su deseo: que él, ese hombre que irrumpiera en la pajarería de San Francisco cuando ella había demandado un pájaro que hablara, sea para ella el hombre que posee el pájaro del amor.

     

    De modo que ella confiesa su deseo por él, su deseo de poner a sus pies esa jaula con los pajaritos del amor que es el deseo de ella misma.

     

    Recuerden:

     



     

     


    la vía perversa de Mitch: el discurso del maltratador

    volver al índice

     


    •Melanie: It said, “Dear Mr. Brenner.


    •Melanie: “I think you need these lovebirds after all.

    •Melanie: “They may help your personality.”

     

    Y bien, si ella ha confesado su deseo hacia él con tal desnudez, ¿no correspondería ahora que él la abrazara y la besara?

     

    El que esto no suceda, el que Mitch quiera dar todavía un nuevo giro de tuerca a su violento interrogatorio viene a confirmar hasta qué punto es sádica su posición.

     

    Él no puede recibir eso -la confesión de su más íntimo deseo- sin degradarlo.

     

    Tal es, como les decía, el rasgo mayor de su sadismo.

     

    Y no olviden que, beso, haberlo lo ha habido, pero ha sido este otro:

     

     


    •Melanie: That’s what it said.


    •Mitch: But you tore it up?

     

    Pero la rompiste.

     


    •Melanie: Yes.


    •Mitch: Why?


    •Melanie: Because it seemed stupid and


    •Melanie: foolish.


     

    Una locura.

     

    Pero es de una locura amorosa de lo que habla ahora Melanie, a la vez que baja la mirada y trata de esconder el rostro.

     


     

    Es en cambio de una locura despreciable de lo que Mitch quiere hablar.

     


    •Melanie: Because it seemed stupid and


    •Melanie: foolish.


    •Mitch: Like jumping into


    •Mitch: a fountain in Rome.

     

    La rompiste porque no valía nada, porque eres una mentirosa, porque tú tampoco vales nada…

     

    ¿No les parece que nos encontramos ante el retrato robot del discurso del maltratador?

     

    Ahora bien, si eso es así, no es posible ignorar que su discurso no es el discurso del macho -como tan insistentemente proclaman los obsesionados por condenar al macho por la vía de la más confusa caracterización del machismo-, sino el discurso dictado por la madre castigadora.

     


    •Melanie: I told you what happened!


    •Mitch: You don’t expect me to believe that, do you?

     

    ¿Creías que te había creído? Eres una mentirosa, por tanto, te arrojaste desnuda en la fuente de Roma.

     

    Realmente, es notable hasta qué punto Mitch participa de la locura de Lydia.

     



     


    La confesión y el juego sadomasoquista

    volver al índice

     


    •Melanie: Oh, I don’t give a damn what you believe!



    •Mitch: I’d still like to see you.


    •Melanie: Why?


    •Mitch: I think it might be fun.


     

    La interpelación a Melanie como objeto sexual degradado, puro objeto de diversión, se repite una vez más.

     


    •Melanie: That might’ve been good enough in Rome, but it’s not good enough now.


    •Mitch: It is for me.


    •Melanie: Well, not for me.

     

    ¿Han entendido bien las palabras de Melanie que acaban de escuchar? Que eso que él le propone, ya no lo quiere.

     

    Les llamo la atención sobre ello porque, sin embargo, finalmente, Mitch le arranca la confesión contraria.

     



    •Mitch: What do you want?


    •Melanie: I thought you knew.


    •Melanie: I want to go through life jumping into fountains naked. Good night.

     

    Qué quieren que les diga. Ya anotamos, en su momento, en su modo de hablar por teléfono con el empleado de su padre, que ella conocía bien los juegos sadomasoquistas.

     

    Si no participara de ellos, si no quisiera explorar a fondo la posición de sumisión, rechazaría la invitación a la fiesta que va a recibir poco más tarde.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    15. Cathy y Melanie, Lydia y Mitch


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-13 (2)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • La petición de Cathy -y la textura de la pared
  • La sorpresa -y la textura de la pared
  • Lydia y Mitch
  • La ley, otra vez
  • El patrón de la relación: doble vínculo
  • Mitch orbita en torno a Lydia
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    La petición de Cathy -y la textura de la pared


  • volver al índice

     


     

    Nos detuvimos el último día en un punto en el que la escena de Melanie y Cathy cambia marcadamente tanto de tono como de asunto.

     

    Pues ahora Cathy formula con desasosegada emoción su petición a Melanie.

     

    Óiganla y díganme que contiene:

     


    •Cathy: Are you coming to my party tomorrow?


     

    Yo diría que contiene algo así como esto: ¿quieres ocupar para mí, el día de mi 11 cumpleaños, fecha formal de mi acceso a la adolescencia, el lugar de una madre otra que la mía, una femenina, cálida y amorosa, capaz de guiarme en el camino del deseo?

     

    )


    •Melanie: I don’t think so.


    •Melanie: I have to get back


    •Melanie: to San Francisco.


     

    ¿Localizan el nuevo, potente e inesperado factor que acaba de aparecer en la escenografía? ¿Alguno de ustedes podría localizarlo? Les daré una pista.

     

    Es algo que formalmente está en el mismo registro de la gravilla de la escena de la llegada de Melanie.

     

    Se trata de la rugosa textura de la pared que rodea a Cathy.

     

    Es un fondo áspero que visualiza el drama de esta niña que aspira a convertirse en jovencita.

     

    Un exceso de materia, una dificultad en la forma.

     

    Pero, caray, esos son los rasgos del drama adolescente que comienza con la salida de la fase de latencia.

     

    Un drama que en Cathy se manifiestan con un tono casi desgarrador:

     


    •Cathy: Don’t you like us?



    •Melanie: Oh, darling, of course I do.


    •Cathy: Don’t you like Bodega Bay?


     

    Se dan cuenta que aquí Bodega Bay es el nombre de la madre.

     

    O, para ser más exactos, del universo de la madre que todos ahora habitan.

     


    •Melanie: I don’t know yet.


    •Cathy: Mitch likes it very much. He comes up every weekend, you know,


     

    El asunto es que Mitch dice que le gusta mucho.

     

    Y Cathy parafrasea el discurso hueco con el que Mitch justifica sus constantes venidas.

     


    •Cathy: even though he has his own apartment in the city. He says San Francisco’s like an anthill at the foot of a bridge.


     

    Suena bien, al modo del discurso del joven varón vigoroso que prefiere la vida en el campo a la de la gran ciudad.

     

    Solo que el vigor no es una cualidad que parezca convenir a Mitch.

     

     

     

     


    La sorpresa -y la textura de la pared

    volver al índice

     



    •Melanie: I suppose it does get a little hectic at times.



    •Cathy: Well, if you do decide to come, don’t say I told you about it.


    •Cathy: It’s supposed to be a surprise party.

     

    ¿No les parece que es obligado levantar acta -el análisis textual, como el discurso del analista, tiene mucho de notarial- del retorno de un tema? ¿Cuál? Ciertamente, el de la sorpresa.

     


    •Melanie: You see, I want to surprise them.

     

    Reflexión metodológica.

     

    ¿Qué hay que hacer cuando se detecta algo como esto, el retorno inesperado de un tema, en este caso el de la sorpresa? Yo diría, una vez más, que lo que hay que hacer es primero de orden negativo: no querer buscarle un sentido de inmediato, sino dejar que el sentido emerja por la vía del deletreado.

     

    Melanie quería dar una sorpresa.

     

    ¿Y Cathy?

     

    •Cathy: It’s supposed to be a surprise party.

     

     

     

    Cathy disfruta con la idea de ser la protagonista de una fiesta sorpresa.

     

    Y está, por lo demás, la sorpresa que ambas van a experimentar.

     

    La sorpresa, ni que decirlo tiene, es la de la sexualidad que viene a poner fin a la fase de latencia.

     

    Pero si ambas esperaban controlarla -que fuera una sorpresa para los otros, no para ellas- se van a ver igualmente sorprendidas por ella, y de una manera brutal.

     

    Pues, aun teniendo que ver con la sexualidad, excluirá todo erotismo, dado que se trata -aqui como en la ducha de Psycho– de la sexualidad más arcaica -oral- y, en esa misma medida, totalmente mezclada con la agresividad.

     



    •Cathy: You see, they’ve got this whole complicated thing figured out,


    •Cathy: where I’m going over to Michele’s for the afternoon,


    •Cathy: and Michele’s mother will say that she has


    •Cathy: a headache.


    •Cathy: Would I mind very much if she took me home?


    •Cathy: Then when I get home here, all the kids will jump out!



     

    Cathy sonríe entusiasmada, pero, en seguida

     


     

    emerge en ella el temor ante la posibilidad de que nada de eso llegue a ser así:

     


    •Cathy: Oh, won’t you come?

     

    Se incrementa ahora poderosamente la presencia de la rugosidad de la pared, que traduce bien expresivamente la desolación de Cathy ante la posibilidad de que Melanie pueda no estar ahí, orientando su camino hacia la feminidad, el día de su 11 cumpleaños.

     


    •Cathy: Won’t you please come?



    •Melanie: I don’t think so.



     

    ¿Me vas a dejar sola con mi deseo?

     

    Pues no se trata solo de su pulsión, dado que se da ahí una escritura de su deseo: en esos labios pintados de rojo, del mismo rojo de su vestido, que tan inesperadamente descubrimos ahora.

     

     

     

     


    Lydia y Mitch

    volver al índice

     


     

    Y bien, en la escena que sigue, díganme, si se trata de poner en escena una conversación entre la madre y Mitch -una que por ello corresponde y se opone a la que acaba de tener lugar en torno al altar cultural del padre-, ¿qué lugar más apropiado que la cocina? Y una cocina que, como en la parte izquierda del plano, conduce directamente al comedor.

     

    Por cierto que hacia allí apuntan las líneas compositivas del plano -las de la puerta abierta, los visillos que cubren la ventana, la encimera de la cocina…

     


    •Lydia: She’s a charming girl, isn’t she, Mitch?


    •Mitch: Hmm? Yes.


    •Lydia: Certainly pretty.


    •Mitch: Mmm-hmm.


     

    Ella es encantadora y bonita, dice Lydia, mientras en la banda sonora Melanie se hace oír a través de la música que toca al piano.

     

    Una música que es para Lydia una amenazadora llamada a Mitch. Y, así, aunque éste responda a ella, Lydia intenta combatirla con sus palabras.

     

    ¿No encuentran ahora a Lydia sorprendentemente rejuvenecida?

     

    ¿Y no les parece, por otra parte, que ésta podría ser la conversación de dos esposos en la cocina, en la que ella, inquieta, con un atisbo de celos, le pregunta a él por una mujer a la que han conocido recientemente?

     

     


    La ley, otra vez

    volver al índice

     


    •Lydia: How long have you known her?


    •Mitch: Now, I told you, dear, we met yesterday.


     

    El caso es que se trata de una madre y su hijo.

     

    Y por cierto que esta es la única escena en la que aparecen juntos y solos en el film.

     

    Lo primero que en ella se acusa es la dificultad de la relación entre ambos: en ningún momento de la escena aparecen frente a frente y, aunque Mitch se aproximará a Lydia en varias ocasiones, esta permanecerá siempre de espaldas a él.

     


     

    ¿Se dan cuenta de lo que ve de Lydia Mitch cuando se dirige a ella? Su espalda y, más concretamente, su moño.

     


    •Lydia: In a bird shop.


    •Lydia: She was selling birds?


    •Mitch: No, no. I just led her into believing that I believed she was, and then…


    •Mitch: Well, it’s all very complicated.



    •Lydia: But she did buy the lovebirds,


    •Lydia: and then drove all the way out here.


    •Mitch: Mother.


    •Lydia: Yes?


    •Mitch: Where did you go to law school?


     

    Por enésima vez, la ley.

     

    Pues ella, viene a decirle su hijo, interroga como un fiscal.

     

    Si habíamos oído a Melanie decirle a Mitch que se comportaba como un fiscal, eso mismo viene a decirle éste ahora a su madre.

     

    Así pues, de ella procede el patrón del discurso que Mitch dirigirá a Melanie en la escena siguiente.

     

    Ven, por lo demás, el modo tan peculiar de relación entre hijo y madre.

     

    Casi no se miran a los ojos en toda la escena y, cuando lo hacen, eso sucede con tal dificultad que, sus cuerpos apuntan en la dirección opuesta.


     

     


    El patrón de la relación: doble vínculo

    volver al índice

     


     

    Y a la vez, sin embargo, emerge aquí en Lydia un del todo inesperado tono seductor.

     

    Con esos labios, por cierto, pintados de un rojo bien intenso.

     


    •Lydia: Forgive me.



    •Lydia: I suppose I’m just naturally curious about a girl like that.

     

    Lydia se disculpa, pero insiste.

     



    •Lydia: She’s very rich, isn’t she?


     


     

    Ven el patrón de la relación: hablan sin mirarse, dándose la espalda.

     

    Es evidente quien domina en la relación.

     

    Y no solo por la magnitud relativa de sus figuras.

     

    Ella es el centro de gravedad de la relación, lo que se manifiesta bien en como él orbita constantemente a su alrededor.

     


    •Mitch: Yeah, I suppose so.


    •Mitch: Her father’s part owner of one of the big newspapers in San Francisco.



    •Lydia: You’d think he could manage to keep her name out of print.


    •Lydia: She’s always mentioned in the columns, Mitch.


     

    Frente a la queja de la madre por la conducta escandalosa de Melanie, Mitch intenta mantenerse amable, afectivo y respetuoso hacia ella, siempre preocupado por sus reacciones emocionales.

     

    Lo que le conduce, una y otra vez, a verse confrontado con el moño de su madre.

     


    •Mitch: Yes, I know.


     

    La puerta, bien iluminada, tanto como la música, mantiene viva la presencia de Melanie en la escena.

     


    •Lydia: She is the one who jumped into a fountain in Rome last summer, isn’t she?


     

    La tensión aumenta, el rostro de Lydia se endurece.

     

    Y eso sucede tanto más cuanto él se le acerca para encontrarse de nuevo confrontado a su moño.

     

    Que lejos está este rostro de Lydia


     

    de este otro:

     


     

    ¿No les parece que estamos ante la escena de una relación de doble vínculo? Por una parte, la madre se queja de que él se interese por otra, de que no le dé suficiente amor, pero, a la vez, se muestra fría cada vez que él se le acerca.

     

     

    El seductor giro de cabeza de Lydia de hace un momento,

     



    •Lydia: Forgive me.


     

    ¿no era en cierto modo una invitación a que él se le acercara?

     

    Y, sin embargo, cuando él lo hace,

     


    •Lydia: She’s always mentioned in the columns, Mitch.

     

    su rostro se endurece.

     


    Mitch orbita en torno a Lydia

    volver al índice

     

    Y así, atraído y rechazado, Mitch orbita en torno a ella.

     


    •Mitch: Yes, I know.


    •Lydia: She is the one who jumped into a fountain in Rome last summer, isn’t she?


     

    Su frío gesto de indignación es ahora aún más tenso.

     

    Y observen -es el arte de la angulación cinematográfica- que la cabeza de ella es, en términos absolutos, el doble de grande que la de Mitch.

     


    •Mitch: Yes.



    •Lydia: Isupposed I’m old-fashioned.



    •Lydia: I know it was supposed to be very warm there, but…



    •Lydia: Well, actually, the newspapers said she was naked.

     

    Desnuda.

     

    Mitch recibe el impacto: la imagen del cuerpo desnudo de Melanie nombrada por la madre es algo que no puede soportar fácilmente.

     

    De modo que sale huyendo:

     


    •Mitch: Yes, I know, dear.


    •Lydia: Of course, it’s none of my business,


    •Lydia: but when you bring a girl like that…

     

    Pero vuelve enseguida:

     


    •Mitch: Darling?


    •Lydia: Yes?


    •Mitch: I think I can handle Melanie Daniels by myself.

     

    Una frase extraordinariamente ambigua: ¿sabe manejarla? ¿de qué modo? ¿en qué dirección? ¿En la de castigarla, a esa mujer escandalosa que se baña desnuda en las fuentes de Roma? De un modo, en todo caso -eso es lo que trata de decirle Mitch-, que a ella no debe preocuparla.

     



    •Lydia: Well, as long as you know what you want, Mitch.


     

    ¿Qué es lo que quiere Lydia? No, ciertamente, el beso de su hijo.

     

    Ven que cuando lo recibe su rostro se convierte en una fría máscara.

     

    Parece existir en ella una imposibilidad esencial a acoger -y responder- a esa muestra de afecto.

     


    •Mitch: I know exactly what I want.




     

    Impresionante encadenado final.

     

    ¿No les sugiere la presencia de una gigantesca bruja planeando sobre el paseo de Melanie y Mitch?

     

    Y bien, la Bruja, ¿acaso no es la imagen subrepticia de la Diosa en los tiempos cristianos en los que ésta había sido destituida por el Dios patriarcal?

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    14. El cuadro torcido del padre


     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-13 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

     

  • No hay violación en Psycho
  • Nietzsche y Hitchcock
  • El travestismo como defensa ante la máquina infernal
  • El cuadro torcido del padre
  • la forclusión no es el mecanismo de la psicosis
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    No hay violación en Psycho


  •  

    Uno de ustedes, José Luis Caballero, me insiste en la idea que yo descartaba a propósito de la escena de la ducha, diciéndome que él no logra dejar de verla como una violación.

     

    Yo, aunque desde luego no soy jurista, diría que jurídicamente, hay desde luego un crimen, pero no una violación.

     

    Y, psíquicamente, ámbito más de mi competencia, diría que hay desde luego un acto de índole sexual, pero que solo se puede considerar muy genéricamente, pero no específicamente, como una violación.

     

    Es, sin duda, un acto sexual, pero no como lo es el coito, sino como lo es el acto de forzar a un niño a ingerir violentamente alimentos contra su voluntad.

     

    Pues, como les decía, el asunto se sitúa en los tiempos arcaicos de las fases oral y anal, sin acceso alguno al mundo de la diferencia sexual que aparece con el Edipo.

     

    La cultura no ha entrado todavía en el campo del alimento.

    Pero, claro está, no deben entender con esto que no pueda entrar. Todo lo contrario. Basta con pensar en el arte culinario del chef, o en el de la madre amorosa.

    Pero si el narcisismo de la madre es tal que la vuelve fría como el hielo, entonces ya no hay acceso posible.

    Es ahí donde se inscribía esa expresión tan española que nos hizo recordar Tamara: la mala leche.

     

     

     

     


    Nietzsche y Hitchcock

    volver al índice

     

    Uno de ustedes, Antonio Ferrer, a propósito de la tan difícil posición del cuadro del padre en Los pájaros, me ha preguntado vía correo por Nietzsche, por la ausencia de padre en su vida -el padre de Nietzsche murió cuando el filósofo tenía solo cuatro años- y el papel preponderante -de dominio absoluto, dice él-, de su madre.

     

    Sin duda, es un hecho que eso es así, y en mi opinión es una buena vía para indagar en la psicosis final del filósofo.

     

    Y como, por otra parte, manifiesta algunas semejanzas con el caso de Hitchcock, me he decidido a introducir algunas pinceladas del asunto hoy.

     

    A este propósito, les traigo un par de citas bien expresivas de uno de sus últimos libros, Ecce homo.

     

    La primera versa sobre el padre:

     

    «Mi padre murió a los treinta y seis años: era delicado, amable y enfermizo, como un ser destinado tan sólo a pasar de largo, – más una bondadosa evocación de la vida que la vida misma. En el mismo año en que su vida se hundió, se hundió también la mía: en el año treinta y seis de mi existencia llegué al punto más bajo de mi vitalidad, – aún vivía, pero no veía tres pasos delante de mí. Entonces -era el año 1879- renuncié a mi cátedra de Basilea, sobreviví durante el verano cual a una sombra en St. Moritz, y el invierno siguiente, el invierno más pobre de sol de toda mi vida, lo pasé, siendo una sombra, en Naumburgo.

    [Friedrich Wilhelm: Ecce homo, p. 21-22]

     

    Como ven, un padre recordado con afecto -amable -, pero a la vez reconocido como enfermizo.

     

    Y la palabra delicado parece compartir ambos campos semánticos. Delicado en su ser amable, amoroso, o delicado en su ser enfermizo.

     

    Y observen que la enfermedad es un rasgo negativo para Nietzsche, opuesto al vitalismo de su voluntad de poder.

     

    Y así dice de él que era más una bondadosa evocación de la vida que la vida misma.

     

    Bondadoso, pero carente de auténtica vida. Desfalleciente -y las resonancias de impotente se dejan oír al fondo.

     

    Y, con todo, imprescindible para su equilibrio psíquico, como lo muestra el colapso que se produce en su vida cuando alcanza la edad que tuvo su padre al morir –En el mismo año en que su vida se hundió, se hundió también la mía…

     

    La palabra sombra aquí, es indicativa de ese sentimiento de pérdida de realidad que acompaña siempre, de una u otra manera, al proceso psicótico.

     

    Todo indica que, a sus treinta y seis años, Nietzsche hubo de rememorar la muerte de su padre cuando él solo contaba con cuatro años, como su primera gran crisis.

     

    ¿Producida por qué? Pienso que aquí es donde nos acercamos más claramente al caso que venimos dibujando a propósito de Hitchcock:

     

    la pérdida de un padre débil y amoroso le deja sin protección afectiva frente a su madre.

     

    Vean la segunda cita:

     

    Cuando busco la antítesis más profunda de mí mismo, la incalculable vulgaridad de los instintos, encuentro siempre a mi madre y a mi hermana, El trato que me dan mi madre y mi hermana, hasta este momento, me inspira un horror indecible: aquí trabaja una perfecta máquina infernal, que conoce con seguridad infalible el instante en que es posible herirme cruentamente, en mis instantes supremos, pues entonces falta toda fuerza para defenderse contra gusanos venenosos. La contigüidad fisiológica hace posible tal disharmonia praestabilita.

    [Friedrich Wilhelm: Ecce homo, p. 25]

     

    Lo que importa de esta cita no es la acusación de vulgaridad, sino ese horror indecible que experimenta ante ella y que viene a convertirla en una de esas máquinas omnipotentes tan presentes en los delirios psicóticos: una perfecta máquina infernal
    que conoce con seguridad infalible el instante en que es posible herirme cruentamente.

     

     


    El travestismo como defensa ante la máquina infernal

    volver al índice

     

    Creo que hemos dado finalmente con el motivo que empuja a Hitchcock a travestirse de mujer en este viaje que es el de Los pájaros.

     


    •Melanie: Is that your father?


     

    Creo que se trata de esto.

     

    De que, dado el pavor que le inspira esa perfecta máquina infernal, no osa formular la pregunta desde su condición de varón, quizás por miedo de acabar como su propio padre.

     

    De modo que solo así, travestido de mujer, asumiendo la condición sexual de su madre, encuentra manera de preguntar por el padre.

     

    O, quizás fuera más apropiado decirlo así, preguntárselo a sí mismo, pero en voz alta, delante de ella.

     

    De ahí la presencia de ese altar del padre que en buena medida resume un tenso vector mayor que preside la enunciación del film: el esfuerzo por introducirlo y el no poder hacerlo del todo.

     

     


    El cuadro torcido del padre

    volver al índice

     

    El caso es que, más adelante, volverá a aparecer:


    •Mitch: Well, all right, but we’ve got to do something about it!


    •Al: I don’t think


     

    Aquí lo tienen.

     

    Pero esta vez está torcido.

     

    Y la estatuilla masculina ha sucumbido ante el ataque de los pájaros -¿no son los ataques de los pájaros la manifestación de esa perfecta máquina infernal?

     


    •Al: I get you, Mitch. Do about what?


    •Mitch: Well, the birds invaded


    •Mitch: the house.


    •Al: What’s more likely,


    •Al: they got in the room


    •Al: and was just panicked. That’s all.


    •Mitch: All right, I’ll admit a bird will panic in an enclosed room,

     

    Por cierto, observen ese trozo de carne fría.

     


    •Mitch: but they didn’t just get in. They

    •Mitch: came in, right down the chimney.


    •Al: My wife found a bird in the back seat of her car once.


    •Lydia: Tell him about the party.


    •Mitch: That’s right. We had a party here this afternoon for Cathy, for her birthday.


    •Al: How old is she?


    •Mitch: Eleven!

     

    Once años.


    •Mitch: In the middle


    •Mitch: of the party, some seagulls came down at the children!


    •Mitch: Miss Daniels was attacked by a gull only yesterday.


    •Al: Yeah. Were the kids bothering the birds or something?


    •Al: ‘Cause if you make any kind of a disturbance near them, they’ll just come after you.


    •Al: Al, the children were playing a game.


    •Lydia: Those gulls attacked.


    •Al: Now, Lydia, “attack” is a pretty strong word,


    •Al: don’t you think?


    •Al: I mean, birds just don’t go around attacking people without no reason. You know what I mean?


    •Al: The kids probably scared them, that’s all.



    •Lydia: These birds attacked.



    •Al: You got quite a mess here, I


    •Al: ‘ll admit that.


    •Al: Maybe you ought to put some


     

    Aquí la tienen, ante el retrato del padre.

     

    Lydia intenta ponerlo recto,

     

    En rigor, no debe estar torcido el retrato de un padre,

    porque a él le corresponde ser lo recto, lo derecho. Tales son las exigencias de la ley.

    Y no pierdan de vista como en ello se localiza también la referencia fálica de la ley: pues la ley y el padre son rectos, como lo es el falo en la erección que lo constituye.

     


    •Al: screen on top of your chimney.


    •Al: You want some help cleaning up?


    •Mitch: No. I can handle it.

    •Lydia; (Gasps)

     

    Un pájaro muerto cae del retrato del padre, como está caída la estatuilla masculina: el derrumbe del padre es atestiguado con todos los ribetes de su castración.

     

    Pero observen que cosa tan notable: el cuadro, por casualidad, ha quedado recto.

     

    Y bien, que quieren que les diga, eso es imposible:

     


    •Mitch: It shouldn’t be too much of a job.


     

    ¿Lo ven? Tal es la dificultad.

     

    Si por un azar del rodaje el cuadro había quedado recto en el plano anterior, eso debe ser rectificado en el plano siguiente. Es necesario restaurar su torcimiento.

     


    la forclusión no es el mecanismo de la psicosis

    volver al índice

     

    Llevo tiempo invitándoles a contemplar este film no exactamente como un sueño, sino como un delirio.

    Y bien, el delirio -es esta una idea de Freud- es una construcción destinada a reconstruir el mundo de la realidad que, en el brote, se ha visto desintegrado.

     

    El delirio, por eso, intenta construir lo que falta.

     

    Y bien, ahí, en él, aparece el padre tanto como su radical inoperancia.

     

    Y volverá, todavía, a aparecer una vez más:

     


    •Lydia: What happens when you run out of wood?


    •Mitch: I don’t know! We’ll break up the furniture.


    •Lydia: You don’t know!


    •Lydia: You don’t know! When will you know?


    •Lydia: When we’re all


    •Lydia: dead!



    •Lydia: If only your father


    •Lydia: were here…


    •(Cathy sobbing)



    •Lydia: I’m sorry. I’m sorry, Mitch.


     

    ¿Han comprobado la extrañeza que asalta a todos, especialmente a Mitch y a la propia Lydia, cuando escuchan la palabra padre?

     

    Permítanme a estas alturas una referencia teórica para iniciados.

     

    Si esto es así, esto indica que es un error pensar, como lo hace Lacan, la forclusión como el mecanismo de la psicosis.

     

    Lacan la define como la ausencia del significante del nombre del padre. Y, sin embargo, está patentemente aquí. Patentemente presente en el delirio, aquí como también lo estaba en el caso Schreber.

     

    Insisto. Ese significante, como por otra parte todos los otros, están aquí.

     

    Pero habitado -él como los demás- por una cierta falla: la falla de la función simbólica.

     

    ¿No lo han visto? El significante es nombrado por la propia Lydia, pero todos lo escuchan como algo desconcertante, a la vez vacío e inaudito.

     


    •Lydia: If only your father


    •Lydia: were here…


    •(Cathy sobbing)




    •Lydia: I’m sorry. I’m sorry, Mitch.



     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro

     

     

     

     

    13. Ante el piano del padre


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-06 (3)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • Dos bloques
  • El deseo, en torno al cuadro del padre
  • La comida contra la cultura
  • La resistencia de Catty
  • El crimen
  • El altar del padre
  • El chiste
     

     

     

     

    ir al índice del libro


    Dos bloques


  •  


     

    Al fondo, Mitch y su madre recogen la mesa.

     

    En primer término, Cathy y Melanie charlan en torno al piano.

     

    Curioso, ¿no les parece? que la niña no participe en la tarea de recoger la mesa y sin embargo Mitch lo haga tan decididamente.

     

    ¿No resultaría más previsible que Mitch atendiera a su invitada mientras Cathy recogía la mesa con su madre?

     

    Pero es como si, tras esa comida irrepresentable, se hubieran delineado dos bloques: Lydia y su hijo por una parte, en torno a la mesa de comer territorio emblemático de su relación, y Melanie y Cathy por otra, aferradas al altar del padre tanto como a su común deseo de feminidad.

     

    Semejante contraste se da en la gama cromática: los colores más vivos se encuentran en primer término, en el área del piano, mientras son más apagados los del fondo.

     

    Así, la calidez de la luz del primer término contrasta con la frialdad de la del segundo. Por otra parte, el calor emocional de la música aparece así como el correlato del frío -y angustioso- silencio que ha debido presidir la cena.

     

    Tan estrecha se manifiesta ahora la relación entre Mitch y su madre que, como van a ver, el primero vuelve a la cocina sin dirigir una sola mirada a Melanie:

     


    •Cathy: I still don’t understand how you knew I wanted lovebirds.


    •Melanie: Your brother

     

     

     

     


    El deseo, en torno al cuadro del padre

    volver al índice

     

    El caso es que, en el primer término, en torno al cuadro del padre, en esta suerte de altar a éste que constituye el piano, suena la música por primera y única vez.

     

    Ahora bien, todo parece indicar que, en la medida en que el comedor ocupa una parte considerable del plano, la figura del padre no puede hacerse visible.

     

    En todo caso, no cabe duda de que la música que Melanie introduce en la película -pues es una música diegética, en una película que excluye toda música extradiegética- es la música del deseo femenino, tanto de ella misma como de Cathy.

     

    Para entender hasta qué punto alcanza esto conviene recordar que, en una larga tradición cinematográfica, la relación amorosa de los personajes se asocia casi preceptivamente a un tema musical, el tema de amor del film.

     

    Ven, entonces, de lo que se ahora trata: no hay posibilidad de tema de amor aquí, solo las breves frases musicales que introduce Melanie en esta escena y que no encontrarán continuidad alguna en todo lo que sigue.

     


    •Cathy: I still don’t understand how you knew I wanted lovebirds.

     

    No es la de Cathy, propiamente, una pregunta, pues es evidente que ha debido deducir que ha sido Mitch quien ha hablado a Melanie de su deseo de tener unos pájaros del amor.

     

    Es decir, de poder nombrar su deseo.

     

    Y eso es precisamente lo que ahora hace: hablar del deseo, allí donde lo atisba: en la relación entre su hermano y Melanie.

     

    Y hemos visto con claridad

     


     

    con que alegría Melanie acoge su pregunta, pues ciertamente ella también quiere hablar de eso -lo que nos indica, dicho sea de paso, que nada de ese orden ha cabido en la lóbrega cena que ha tenido lugar.

     

     

     


    La comida contra la cultura

    volver al índice

     


    •Melanie: Your brother


    •Melanie: told me.


     

    Pero, por ello mismo, Lydia acecha.

     

    Y no solo eso: interrumpe la conversación.

     


    •Lydia: Then you knew Mitch in San Francisco?

     

    Pues ésta tampoco es en rigor una pregunta, pues, ¿dónde si no habría podido Mitch conocer a Melanie?

     

    ¿Y qué decir del rostro que Lydia presenta ahora?

     

    Pero veámoslo primero en una ampliación:

     


     

    La angustia de antes de la cena ha sido sustituida por un extraño gesto de entusiasmo, marcado por no se sabe qué aroma de insólita alienación.

     

    Loa ojos muy abiertos, pero que parecen no mirar nada. Y una sonrisa que no le conocíamos.

     

    ¿La de su victoria una vez que el banquete siniestro ha concluido?

     

    Es notable el efecto de su interrupción: hace cesar la música de inmediato.

     


    •Lydia: Is that right?


    •Melanie: No, not exactly.

     

    La respuesta de Melanie no es tanto una mentira como una negativa a participar en la conversación que Lydia quiere iniciar.

     

    Es como si dijera -aunque de la manera más cortés- ¿y a ti que te importa?

     

    Obviamente, quiere proteger su espacio.

     

    Pero observen el antagonismo entre los dos campos de la escena:

     


     

    Marrones y grises -la gama cromática de Lydia y el interior de su casa- contra verdes, rojos y dorados.

     

    Pero no solo eso: ¿qué más? Les va a sorprender cuando lo reconozcan.

     

    La comida contra la cultura.

     

    Pues el plano de Cathy y Melanie está poblado de libros -literatura-, música -piano- escultura -las estatuillas- y pintura -el cuadro del padre.

     

    Del otro lado, solo está la madre y su mesa de comer.

     

     

     

     


    La resistencia de Catty

    volver al índice

     

    Cathy interviene en apoyo de Melanie y dirige la conversación hacia San Francisco y Mitch:

     



    •Cathy: Mitch knows a lot of people in San Francisco.


    •Cathy: Of course, they’re mostly hoods.


     

    Melanie se dispone a tocar de nuevo el piano, pero Lydia vuelve a interrumpirle, ésta vez para llamar la atención a su hija:

     



    •Lydia: Cathy!



    •Cathy: Well, Mom, he’s the first to admit it.


    •Cathy: He spends half his day in the detention cells at the Hall of Justice.

     

    ¿Ven como puede manifestarse la pulsión de una niña? Apasionada por el mundo de los crímenes.

     

    Y no pierdan de vista que el crimen es una de las metáforas posibles del acto sexual.

     

    Si esto que les digo les parece excesivo, les pido que esperen solo un poco para que puedan verlo confirmarse con toda claridad.

     



    •Lydia: In a democracy, Cathy, everyone is entitled to a fair trial.



    •Lydia: Your brother’s practice…

     

    Una vez más, irrumpe el tema de la ley.

     

    Les recuerdo lo que les decía el otro día. Que nadie que ha visto el film recuerda que en él se hable con tanta profusión de la ley y de la comida.

     

    Constatan los potentes efectos del deletrear.

     

    Esta vez ha sido Lydia la que lo ha introducido.

     

    Y esta vez a propósito de una ley que no es la suya.

     

    Sólo la de la democracia.

     

    ¿Que por qué les digo esto de solo la de la democracia? Porque eso es muy poco para Cathy.

     

    Óiganselo decir:

     


    •Cathy: Oh, Mom, please!


    •Cathy: I know all that democracy jazz.

     

    Ya lo ven, solo democracia jazzese rollo de la democracia, es como traduce la expresión el doblaje español del film.

     

    Cathy reclama una ley más real, una capaz de rebajar a la madre de su estatuto de Diosa y que por eso pueda servirle a ella para escapar de allí.

     

    Se dan cuenta de que habla a su madre protegida por el piano, por Melanie y el retrato del padre.

     


    •Cathy: They’re still hoods.


     

    Pero que cerrada está esa puerta principal de la casa ante la que se interpone la madre y su mesa de comer.

     


     

    Mitch retorna de la cocina cuando Lydia se dirige a ella. De modo que ambos comparten el contracampo del comedor, que se mantiene así enfrentado al campo del piano.

     


     

    Diríase que por obra de la resistencia de Cathy -¿se dan cuenta de que esta niña tiene mucho más carácter que su hermano mayor?- el espacio del piano se afianza y crece, cobrando mayor autonomía con respecto al comedor.

     

     


    El crimen

    volver al índice

     

    Escuchen ahora hasta qué punto el asunto del crimen interesa a Cathy:

     


    •Cathy: He has a client now who shot his wife in the head six times.


    •Cathy: Six times!

     

    Ven su entusiasmo al hablar de él, siendo como es un crimen cuya escena es acentuadamente sexual: la de un marido que dispara a su esposa.

     

    ¿Se dan cuenta de lo que acaba de nombrar Cathy? Sencillamente, una escena primaria, que se conforma, canónicamente, como una escena fantasmática en la que el padre agrede a la madre.

     

    Lo que ciertamente impresiona al niño, tanto como le abre una puerta: la de la confirmación de que existe una fuerza que puede llegar a dominar a la omnipotencia materna.

     

    Y se darán cuenta que aquí, en la casa de Lydia, sucede en cierto modo lo contrario: la esposa está viva y dominante, mientras el padre está muerto y, literalmente, descabezado -por el encuadre.

     


    •Cathy: Can you imagine it?

     

    Cathy quiere imaginarlo.

     

    Quiere poder localizar algo de eso en su universo.

     

    Le da vueltas al crimen, condenándolo, desde luego, pero prestándole a la vez el mayor interés.

     



    •Cathy: I mean, even twice would be overdoing it, don’t you think?


     

    Hasta llegar a reconocer su necesidad: ya lo han oído, dos disparos ya habrían sido demasiado.

     

    Es decir: hubiera bastado con uno.

     

     


    El altar del padre

    volver al índice

     

    Y constatamos como, a la vez, ha aumentado la presencia del padre en el cuadro.

     

    Aunque, como acabamos de anotar, cortado horizontalmente por la mitad de su cabeza.

     

    Como si fuera imposible que entrara entero en el encuadre.

     

    Esa tensión para excluirle es tanto más notable dado que reconocemos la tensión opuesta: la de levantar ese altar en torno a él, colocado en el vértice superior de un triángulo cuya base está constituida por el piano y sus vértices inferiores, dobles, vienen dados tanto por las dos estatuillas como por las dos mujeres que se disponen junto a ellas.

     

    Por lo demás, las líneas compositivas apuntan hacia él.

     

    Así, la inclinación de la cabeza de Melanie parece señalar hacia el padre, tanto como la línea inclinada del brazo de Cathy apunta directamente hacia él.

     

    Y se corresponden mutuamente, dos a dos, las estatuillas y las mujeres.

     

    A la derecha, del lado de Melanie, una mujer joven que se sabe deseable y expone su cuerpo provocativa.

     

    A la izquierda, la figura de un joven que indeciso y fascinado, la mira.

     

    Como ven, lo masculino y lo femenino a los pies del cuadro del padre.

     

    Cathy contempla a Melanie con el mismo interés fascinado con el que la estatuilla que le corresponde mira a la otra estatuilla.

     

    Pero no puede establecerse la misma relación de Melanie con respecto a la suya, pues cierta rigidez que la invade le impide alcanzar la actitud eróticamente desenvuelta de su estatuilla.

     


    El chiste

    volver al índice

     

    Melanie, se vuelve hacia Mitch y le pregunta por qué:

     


    •Melanie: Why did he shoot her? Concretamente:

     

    por qué él le disparó a ella.

     



    •Mitch: He was watching a ball game on television.


    •Melanie: What?


    •Mitch: His wife changed the channel.



     

    ¿Les ha parecido gracioso? De hecho, la gente suele reír aquí cuando ve esta escena.

     

    Pero ya saben, el territorio del chiste es también territorio del inconsciente.

     

    Él la disparó seis veces porque ella había cambiado de canal.

     

    Lo qué sin duda es un crimen.

     

    Pero el asunto es analizar de qué tipo de crimen se trata.

     

    El chiste aparece en la desproporción entre lo uno y lo otro: el acto mínimo de cambiar de canal en el televisor y el acto enorme de disparar seis veces sobre alguien. Pero al fondo apunta igualmente un poderoso fantasma materno, frente al cual el varón, impotente, no puede evitar ni siquiera que ella cambie de canal en el televisor.

     

    De modo que el acto criminal se descubre como una pésima metáfora sexual: sucede que la pistola no metaforiza, sino que mata, y mata desde la debilidad de un hombre que se siente impotente ante una mujer a la que vive como reencarnación de un fantasma de omnipotencia materna.

     

     

    volver al índice del capítulo

     

     

    ir al índice del libro