17. Una cruz asediada por los pájaros


 

 

 

Jesús González Requena

Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

2020-11-20 (1)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

  • Mitch y el discurso de la madre
  • Una cruz asediada por los pájaros
     

     

     

     

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    Mitch y el discurso de la madre


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    •Melanie: I want to go through life jumping into fountains naked. Good night.



     

    Permítanme que vuelva a la discusión final del último día que versaba sobre la actitud de Mitch en la escena que aquí acaba.

     

    ¿Es la de un varón que quiere domar a la mujer que desea? -creo que eso resume de manera directa la posición que Jose Luis sostenía.

     

    Mi opinión es que no.

     

    Ciertamente, en el cine clásico abunda la figura del varón que interpela a la mujer de modo agresivo y jugando a rebajarla.

     

    Pero el asunto es donde eso concluye. Y eso, en ese cine, concluye en el momento en que ella declara su deseo.

     

    Entonces, como les decía el otro día, él la besa. La besa, claro está, si es que en su discurso él está presente como sujeto que desea a la mujer.

     

    Pero el asunto es que eso no sucede aquí.

     

    Quiero llamarles la atención sobre la relevancia teórica de lo que está en juego: se trata de determinar cuál es el discurso que él le dirige.

     

    Si es un discurso en el que él se inscribe como sujeto de deseo o es, sin más, el discurso de su madre.

     

    Y, como les mostrabas el otro día, de tal se trata: el discurso que Mitch dirige a Melanie es el de su madre, tanto en su contenido como en su tono compulsivo.

     

    Mitch es incapaz de desplazarse de ahí.

     

    Voy a darles una prueba suplementaria de ello.

     

    Pues nada lo prueba mejor que el señalamiento crítico que hace ese guionista que no se entera de nada, Evan Hunter, de estas frases del film:

     


    •Melanie: Mitch, what’s happening?



    •Mitch: I don’t know. Do you have to go back to Annie’s?


    •Melanie: No. I have my things in the car.


    •Mitch: Stay and have something to eat before you start back. I’d feel a lot better.


     

    «Yo mismo escribí aquellas memorables frases para que las dijera el desafortunado actor, transformándole en un abrir y cerrar de ojos de un protagonista heroico en una madre judía preocupada. Son las peores frases de toda la película, aparte de la secuencia de la colina que escribió el propio Hitch.»

    [Hunter, Evan: (1997) Hitch y yo (Me and Hitch), p. 106]

     

    Ciertamente, a Hunter eso de me sentiré mejor si te quedas y comes algo antes de irte le chirría especialmente.

     

    Detesta a Hitchcock porque le llevó a escribir cosas como esas.

     

    Y sin embargo, tiene buena parte de razón cuando afirma que así el protagonista heroico se ve transformado en una madre judía preocupada. Sólo hierra, desde luego, en la primera parte, porque Mitch nunca ha llegado a ser un protagonista heroico.

     

    El problema es que no comprende nada del extremo que alcanza la identificación de Mitch con su madre.

     

    Eso no cabe en sus esquemas mentales, que son, por otra parte, los del cine clásico, por más que banalizados tal y como se encontraban ya a comienzos de los años sesenta.

     

    De ahí su desafortunada insistencia en referirse a Mitch como un protagonista heroico.

     

    El caso es que Mitch se encuentra ahora del todo satisfecho.

     

    Pero es un hecho que esa satisfacción tiene algo de hueca, que su gesto tiene algo de la impostura típica de los actores publicitarios. Lo que se ve acentuado por el modo como, a la vez que sonríe, mira directamente al objetivo de la cámara.

     

    Como si buscara nuestra complicidad, mostrándose del todo ignorante del poder de la madre que dicta su discurso.

     


     

     

     


    Una cruz asediada por los pájaros

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    Mitch no ve todavía las hileras de pájaros que han invadido ya los cables telefónicos y que se encuentran alineados en ellos con una regularidad propiamente loca.

     

    Pero nosotros sí.

     

    Entre otras cosas porque se recortan sobre la zona de mayor luz del plano, bajo y sobre esas nubes iluminadas por la última luz del atardecer.

     

    Así, vemos el orden de la comunicación invadido por esos alimentos persecutorios que son las aves y entendemos de la manera más plástica por qué los mensajes no llegan a su destino en Bahía Bodega.

     

    Pero incluso Mitch acaba por reparar en ello, pues los graznidos de fondo se hacen oír ahora con una considerable mayor intensidad.

     



    •(birds squawking)

     

    Y ello porque el inarmónico y violento ruido de los pájaos se intensifica consideráblemente.

     

    En todo caso, ese ha sido el sonido que ha acompañado a la escena entera y que, por eso mismo, ha punteado de manera constante el discurso que Mitch dirigía a Melanie.

     


    •(birds squawking)

    •(chirping)

     

    Es una imagen ciertamente siniestra: demasiados pájaros negros recortándose sobre el cielo.

     

    Podríamos decir también, dado que no estamos en San Francisco sino en Bahía Bodega, que nos encontramos ante una cruz asediada por los pájaros, que podrían ser también las llamas de un fuego negro que la hace arder.

     

    Puede parecer que me dejo llevar por una mal reprimida vena literaria, pero creo que no es así, no al menos del todo, dado que hay fuego negro en el film:

     



    •Melanie: Mitch



     

    Un fuego realmente negro, que procede de la chimenea misma de la casa.

     

    Los pájaros, esos alimentos vivos y persecutorios, han empezado a llenarlo todo.

     

    Y así,

     


    •(birds squawking)

    •(chirping)


     

    La interrogación alcanza finalmente incluso al propio Mitch.

     


     

    Les llamé el último día la atención sobre la presencia en la banda sonora, durante toda la escena de la conversación entre Mitch y Melanie que ahora acaba, de los graznidos de los pájaros al fondo que venían a ocupar el lugar del ausente tema de amor.

     

    De modo que las palabras de amor, lejos de ser moduladas por la música en la dirección del abrazo de los amantes, han comenzado a descomponerse en graznidos que a veces casi parecían eructos; las palabras, en suma, se descomponen en sonido corporal no articulado.

     

    Y que ese es otro de los hilos con los que trabaja el film es algo que puede comprobarse con la sola constatación de que en su última media hora -la que sigue a la discusión de todos en el restaurante- prácticamente ya no se habla nada en él: los graznidos de los pájaros dominarán entonces de manera omnímoda la banda sonora.

     

     

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