Relato, mito y rito

Giotto, Natividad de Jesus, Capilla Scrovegni, Padua

Jesús González Requena
Los 3 Reyes Magos. O la eficacia simbólica
1ª edición: Ediciones Akal, Madrid, 2002
ISBN: 84-460-1735-0
de esta edición: www.gonzalezrequena.com, 2018

 

 

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El relato

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Hugo Van der Goes, Adoración de los Reyes Magos,
Altar de Monforte, Gemäldegalerie de Berlín, sobre 1470

«Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén, y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta:

«Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los clanes de Judá, pues de ti saldrá un caudillo, que apacentará a mi pueblo Israel.

«Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, les dijo: Id e informaos exactamente sobre ese niño, y, cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya yo también a adorarle. Después de haber oído al rey, se fueron, y la estrella que había visto en oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, y, llegando a la casa, vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino.» (Mateo 2, 1-12) (2)

Así pues, tres Magos, tres hombres sabios, supieron por una estrella, como otros -los pastores de los que nos informa Lucas (3)– por un ángel, que el esperado había nacido y se dispusieron a honrarlo y obsequiarlo con sus presentes. Siguieron, para ello, la ruta que la estrella dibujaba; es decir, una huella trazada en el cielo que, por la intensidad y novedad de su brillo, definía un camino y garantizaba, en esa misma medida, un relato, al menos para esos hombres sabios de Oriente, capaces de descifrarlo. Y supieron cumplir su tarea: sin dejarse engañar por cierto canalla y rey llamado Herodes, vieron y adoraron al niño, le ofrecieron sus dones y, discretamente, salieron de cuadro.

El que siglos más tarde la tradición popular hiciera de ellos Reyes (4), no desdibujó en ningún caso su carácter de magos, es decir, de sabios, pero enfatizó lo que ya en el Evangelio de Mateo constituía su principal función: realzar el suceso, promoverlo al estatuto de acontecimiento sagrado; proclamar que ese nacimiento, y el niño que de él procedía, debía ser celebrado y adorado. Por eso ellos, reyes, sabios, magos de Oriente, al arrodillarse ante el recién nacido ofreciéndole sus regalos, convirtieron aquel espacio en una suerte de altar y, así, nombraron como sagrado lo que allí había sucedido y a aquel que así había nacido.

Piero della Francesca, La Natividad,
National Gallery, Londres, 1470-75


Texto mítico y texto ritual

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Francisco de Zurbarán, Adoración de los Magos,
Museo de Grenoble, 1638

En nuestro presente, la pervivencia de los Reyes Magos se manifiesta en forma de dos textos bien diferenciados a la vez que esencialmente ligados entre sí. El primero es ese relato mítico que, de generación en generación, se transmite de padres a hijos. Los primeros cuentan a los segundos que hubo una vez tres Reyes Magos que, siguiendo una estrella, llegaron a Belén para adorar al recién nacido niño Jesús… y que esos mismos Reyes Magos van a venir una noche, al final de la Navidad, para traer regalos al niño. Porque, como aquél, él mismo es un niño y por eso -pero esto ya no es enunciado explícitamente, sino que late implícito en el relato- debe ser celebrado.

Y, en segundo lugar, el rito, el texto ritual -encarnado, puesto en escena- en el que ese mito se prolonga y se realiza: una partitura que ejecutan minuciosamente los padres e hijos involucrados en la transmisión del mito.

De manera que, para esos regalos que van a llegar tras la noche de Reyes, para eso que ha a suceder, primera vez ya ha habido, y en cierto lugar. Pero en un lugar y en un tiempo que no es el del presente de nuestro mundo cotidiano porque -como diría Mircea Eliade (5)– pertenece a otra dimensión: propiamente, la del tiempo del origen. Una dimensión otra que, por ser la del mito, no tiene continuidad directa con nuestro presente. Corresponde por eso al rito reeditar, y, por esa vía, realizar, lo que el mito narra. Y así, a través de las figuras de esos Reyes Magos que estuvieron allí -en el tiempo del origen- y que han de hacerse presentes en el aquí y ahora del presente inmediato, el rito se ancla en el mito y ambos se abrochan constituyendo un texto global.

En todo caso, aquí como allí, los tres Reyes Magos comparecen como portadores de regalos. Pues, como hemos señalado, lo que en el rito ha de suceder realiza, reencarna, lo que el mito narra: los Magos traen, de esa dimensión a la que pertenecen, regalos a los niños, y lo hacen en el aniversario del día en que llevaron regalos al niño Jesús nacido en Belén.

Y por cierto que tal abrochamiento se hace especialmente explícito en una, no por colateral, menos relevante de las manifestaciones del rito. Nos referimos a ese tercer texto, propiamente escenográfico, que es el de la construcción y disposición, pieza a pieza, en un lugar relevante del espacio doméstico, del belén. En esa disposición participan, en meditada colaboración, padres e hijos, manifestando así su plena conciencia práctica -no, desde luego, necesariamente intelectual- de que la perpetuación del rito exige de su colaboración, a través del levantamiento de la escenografía del universo narrativo del propio mito. Y es notable que la evidencia de su artificio -ese artificio que, insistamos en ello, levantan con sus propias manos- en nada disminuye su pregnancia, su eficacia mítica. Hasta el punto de que ellos mismos, en los días que siguen, asumen disciplinadamente la tarea de su narrativización: la figura del niño Jesús no es colocada hasta la noche del 24 de diciembre; y desde ese día hasta el 6 de enero, poco a poco, van avanzando las figuras de los Reyes Magos hasta que alcanzan por fin, en esa fecha, su emplazamiento definitivo frente al portal.

De manera que los Reyes Magos, auténticos héroes del relato, en tanto que recibieron un determinado mandato, el de seguir la estrella que habría de conducirles hasta el lugar de la primera morada del recién nacido, constituyen el operador textual que, atravesando ambos textos, el del rito y el del mito, los abrocha para alcanzar el momento de su necesaria clausura.

Friedrich Johann Overbeck, Adoración de los Magos,
Hamburger KunsthalleHamburger Kunsthalle, 1813


Notas

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2 Mateo, 21-2,12, Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales, por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga Cueto, BAC, Madrid, 1973, p 1229-1230.

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3 Lucas 2, 8, Sagrada Biblia, op. cit., p.1301.

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4 Como tales comparecen en el Auto de los Reyes magos (finales del siglo XII), la mas antigua pieza teatral escrita en castellano que se conserva.

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5 Cfr.: Eliade, Mircea: Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1992.

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Introducción

Giotto, La adoración de los Magos, Capilla Scrovegni, Padua

Jesús González Requena
Los 3 Reyes Magos. O la eficacia simbólica
1ª edición: Ediciones Akal, Madrid, 2002
ISBN: 84-460-1735-0
de esta edición: www.gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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La supervivencia del rito

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La adoración de los Magos – Codex Egberti – Stadtbibliothek Trier

En un presente como el nuestro, configurado por los discursos de la modernidad y, en esa misma medida, seguro de haber superado los últimos vestigios del pensamiento mítico, es un lugar común responder, a quien afirma algo que se concibe como obviamente insostenible que, decir tal cosa, es como creer en los Reyes Magos. De suerte que esta expresión estigmatiza como ingenuo, infantil, incluso bobo, todo aquello donde las creencias anidan contra la contundencia de los hechos.

Debería deducirse de ello la desaparición definitiva del ritual que sobre esa creencia se sustenta. Y, sin embargo, es un hecho que el rito navideño de los Reyes Magos manifiesta una inesperada capacidad de supervivencia. Que se trata de una supervivencia real lo demuestra la carga emocional que acompaña a su celebración: los gestos, los signos y los actos que desempeñan en él padres e hijos son bien diferentes de los que acompañan a aquellos otros ritos que se ejecutan vacíos de todo afecto, no más que como una obligación que sólo se acata por respeto a los usos sociales; este, por el contrario, es vivido como emocionalmente denso, a la vez cargado de tensión y de afecto. Sin embargo es esta una supervivencia contradictoria. Pues los que lo practican, aun cuando se saben afectados por esa densidad emocional, no dudan, en la mayor parte de los casos, de proclamar su descreimiento. Afirman, por eso, que tampoco ellos creen en los Reyes Magos. Pues, ¿no son ellos, después de todo, quienes compran los regalos y los depositan cuidadosamente bajo la ventana, junto al Belén o al árbol de Navidad?

De manera que el rito sobrevive aun cuando el mito que lo funda -la historia de los Reyes Magos- es vivido como anacrónico y, en esa misma medida, insostenible. ¿Se reduciría entonces la supervivencia del rito no más que a una concesión al sentimentalismo, a un anacrónico resto del pasado destinado, como tantos otros, a su extinción?

El caso es que los que participan en el rito, aun cuando afirman no creer ya en los Reyes Magos, no quieren, a pesar de todo, al menos por lo que se refiere a sus propios hijos, prescindir de él. Recuerdan todavía la emoción con la que, en su propia infancia, aguardaran aquellos regalos y quieren que sus hijos, aunque sólo sea por unos pocos años, puedan participar de ella. De manera que, después de todo, su descreimiento no cuestiona finalmente la vigencia del rito, sino que, más bien, la confirma de una extraña manera: pues aunque afirman no creer en él, siguen, sin embargo, interviniendo en el ritual, haciendo posible su supervivencia. Diríase, por ello, que su participación termina probando que, a pesar de todo, algo en ellos mismos sabe de su utilidad, a la vez que su insistente afirmación en tal descreimiento indica que, desde luego, nada entienden de eso que saben.

Pues saben, sin entenderlo, que ese ritual posee una secreta eficacia -y en esa medida intuyen que nada sería igual, que algo, después de todo, faltaría, si el ritual mismo no tuviera lugar. Es decir: la conocen en el sentido más elemental del término, en ése, por ejemplo, que tan bien se manifiesta en la expresión conocer varón o conocer mujer -pues es de sobra evidente que tal conocimiento, tal saber que es el resultado de un acto de saborear, en nada se ve acompañado por el entendimiento: el hecho de la diferencia sexual no pierde, con ello, nada de su opacidad.

Ahora bien, ¿cuál podría ser la índole de esa eficacia que les conduce a participar en un rito del que afirman descreer?

Responder a esta pregunta es la intención del libro que el lector tiene ahora entre sus manos. Pero abordarla exige dejar en suspenso las ideas previas, los lugares comunes con los que habitualmente descartamos la cuestión: pues de ellos sólo podríamos deducir la ineficacia, el absoluto anacronismo de ese ritual en el que, sin embargo, se participa. Pues si son los hechos los que impulsan al hombre moderno a descartar toda verdad en el relato de los Reyes Magos, no es menos cierto que la supervivencia misma del rito en el que se encarna constituye a su vez un hecho que debe ser atendido.

En todo caso, acceder a la comprensión de esa eficacia exige tomar una cierta distancia frente a los prejuicios que la ciegan. Y, muy especialmente, frente a esa altiva incredulidad, tan característica del pensamiento de la modernidad, que nos empuja a descartar como mistificación todo lo que con los mitos tiene que ver.

Pues la supervivencia, en el mundo de la Modernidad, del rito de los Reyes Magos, manifiesta la coexistencia de, por decirlo así, dos formaciones culturales diferenciadas. De una parte, la que caracteriza a la cotidianeidad del mundo moderno, funcional y objetivo, en el que no parece haber lugar alguno posible para seres tan vagos, propiamente mitológicos, como los Reyes Magos. De otra, en cambio, esa excepción navideña, vacacional y festiva, en la que, con todo, los Reyes Magos manifiestan su presencia, constituidos en portadores de unos regalos cuyo color y densidad emocional procede, sin duda alguna, del universo del mito.

Y bien, si la contradicción es real, si dos series de hechos manifiestan su consistencia antagónica, nada puede ser tan inútil como intentar suprimir la contradicción imponiendo, a una de ellas, las categorías de la otra. Pues entonces sólo se logra enmascarar una contradicción que, por ser real, sigue presente en cualquier caso. Por eso, el expediente convencional, por el cual juzgamos la supervivencia del rito con las categorías y presupuestos que rigen nuestra vida cotidiana y que nos conducen a dictaminar lo ingenuo y finalmente absurdo de esa supervivencia, sólo sirven para hacernos inaccesible la lógica interna que preside ese tiempo de excepción en el que el rito, y con él el mito que lo preside, despliega su especial eficacia.

Los regalos que el niño recibe encuentran su valor en relación con los que recibiera un niño mítico recién nacido. Por eso es excepcional la noche que les precede: en ella se conectan, por mediación de los Magos, el universo cotidiano del niño que aguarda sus regalos con el universo del mito en el que nació el hijo de un dios. Y esos padres que alimentan la supervivencia del rito aun cuando afirman no creer en el mito que lo anima, cuentan en cualquier caso al niño ese relato mítico sin el cual el rito ya no tendría sentido. Y el niño, durante un tiempo al menos, cree en él. Sea cual sea la índole de su eficacia -esa que intuyen borrosamente los padres que sienten necesario suspender su incredulidad cuando hablan al niño, cuando le dicen que debe escribir no a cualquiera sino a los Reyes Magos, que estos le traerán regalos- está, en cualquier caso, ligada a la creencia del niño. Es decir: se alimenta de su aceptación -en ello independiente de la incredulidad de sus padres- de ese mito como un relato verdadero.

Juan Bautista Maino: Adoración de los Magos, detalle, Museo del Prado, Madrid


Una eficacia simbólica

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Juan Bautista Maino: Adoración de los Magos, Museo del Prado, Madrid

Tal es, sin duda, la condición primera del mito: que aquel que lo escucha lo reciba a la vez como verdadero y como perteneciente a un tiempo otro, esencialmente separado del cotidiano: un tiempo fundador y, en esa misma medida, sagrado. (1)

¿Por qué no, entonces, prestarle, cuando menos, una atención semejante a la que concedemos a los mitos de las culturas más alejadas de la nuestra? No es más que esto lo que pedimos al lector que quiera acompañarnos en la reflexión que proponemos. Pero hacerlo equivale a llamarle la atención sobre esa curiosa disonancia: la que opone el interés con el que escucha los mitos de las culturas más alejadas, al desprecio con el que rechaza los pertenecientes a la suya propia. Sabemos el motivo: la patrimonialización de esos mitos por ciertas instituciones religiosas de las que, por los más variados motivos históricos, se desconfía. Conducta en todo caso ella sí ingenua, pues olvida que siempre podría encontrar, en las otras culturas, motivos semejantes. Románticamente ingenuos, pues, ante los mitos de los otros, y ásperamente avisados, acremente desconfiados ante los propios tendemos a ser los modernos que, tocados por el malestar de nuestra contemporaneidad, aceptamos oír los primeros y rechazamos, compulsivamente, los segundos.

¿Por qué no entonces, con un mayor comedimiento, suspender durante el tiempo de lectura de este libro tanto nuestros perjuicios como nuestros prejuicios -pues nunca está claro donde acaban los unos y comienzan los otros- para prestar atención interesada a un mito que, contra viento y marea, muestra el especial poder de resistencia del rito que lo mantiene vivo?

Retornemos, entonces, a nuestro interrogante de partida. ¿Cuál podría ser la índole de esa eficacia que se despliega en el ritual de los Reyes Magos?

En todo caso, las palabras y los actos de los que en él intervienen tienen como efecto más inmediato convocar una presencia mítica: las de esas evanescentes figuras que son las de los tres Reyes Magos. Figuras, por eso, a las que nadie ve, y de las que sólo se sabe por sus efectos: esos regalos depositados junto a la ventana cuando el niño despierta. Y es un hecho que a nadie escapa que la aparición de esos regalos exige del trabajo silencioso de los padres: son ellos quienes, materialmente, los disponen ahí. Y, sin embargo, la especial eficacia del ritual estriba en que el niño, cuando los encuentre, los reconozca como regalos dados por los Reyes Magos. De manera que la contribución de los padres no se limita a su trabajo físico -comprar, disponer los regalos-: es también un trabajo específicamente verbal: son ellos los que dicen al niño que esos regalos proceden de los Reyes Magos.

De manera que esas figuras evanescentes, las de los Reyes Magos, son propiamente -y exclusivamente- figuras simbólicas; su presencia es el resultado de un acto verbal -el de los padres, que afirman su existencia, pero también del niño, que les escribe su carta- que adquiere, en esa misma medida, el carácter de una invocación. Su entidad, en suma, no es de otra índole que simbólica, pues tal es lo propio del ser de los mitos: la realidad de un mito no es otra que la de las palabras que lo narran y que, en esa misma medida, lo mantienen vivo en la memoria de la colectividad a la que pertenece.

Y si tal es la índole de su existencia, no puede ser otra la índole de su eficacia -si es que ésta, después de todo, existe-: una eficacia, en suma, simbólica.

Ahora bien, ¿cómo ceñirla? ¿en qué puede residir la eficacia de unos símbolos que carecen de correlato empírico alguno, es decir, que nombran cosas que carecen de toda materialidad, que agotan, en suma, su existencia en los signos que las nombran y en los efectos psíquicos que pueden provocar?


Masaccio, Adoración de los Reyes Magos, Gemäldegalerie, Berlín


Notas

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1. Eliade, Mircea: 1962: Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1992.

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Las aristas del padre

Antonio Máiquez Asunción
Las aristas del padre: simbólica del padre en True Detective
Trabajo de Fin de Máster
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

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Los títulos de crédito: un interrogante

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Comencemos por la localización de un interrogante, uno repetido un total de ocho veces a lo largo de la serie, en tanto que ocho veces ha antecedido en los títulos de crédito, idéntico, a cada capítulo.

Pero aplacemos de momento la sombra de ese interrogante, que no es otro que la pregunta sobre la identidad de la silueta que se encuentra en el centro de la cabeza de Cohle, el personaje que la enmarca.

Frame 3º ampliado.

Antes habremos de decir algo más sobre los títulos de crédito en los que se ancla.


Los títulos de crédito: trabajo de condensación

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Y es que lo primero que salta a la vista en ellos es la extraña e irreal constitución de sus imágenes, como si de una condensación del universo semántico de la serie se tratara; así, por ejemplo, lo fabril y la mujer se entrelazan.

Y en esa medida, atendemos a la semántica de dichas imágenes como reconocibles en la narración que anuncian. Reconociendo en lo fabril aquello que constituye el fondo del paisaje de la serie al que nunca accederemos, cuya actividad desconocemos, y que, no obstante, desempeña un papel notable en la creación de su atmósfera.

Ampliemos.

Frames ampliados.

Y reconocemos también la disposición de la primera presencia femenina de la serie: la de la escena del crimen.

Una presencia femenina que se presenta localizada al fondo del paisaje de este gran plano general, rozando el horizonte, hacia la cual nos dirigimos trazando una gran diagonal, como propulsados.

(…)


Siguiendo el desplazamiento en diagonal: ella está al fondo, ahora sí, en el horizonte mismo.

(…)

Así, en este acceso a la escena del crimen, precedidos por un primer plano de la cabeza de Cohle,

(Marty: Rust– now his Texas files were).

la figura de la mujer quedará grabada por este, al ser incroporada por su mirada.

(Marty: classified).

(Marty: or redacted).

(Marty: and he wasn’t big on talking).

Y en esta otra escena, un diagonal similiar,


a la de la escena del crimen,

nos proyecta, no hacia la presencia femenina, sino hacia ese fondo atmosférico de lo fabril.

Aquí, nuevamente Cohle nos lleva a ver el grabado de la mujer.

Cohle: Marty.

Cerrando la libreta en la que lo hiciera escenas atrás,

se acercará al dibujo de ella.

Y Marty tras él.

Cohle: But there were other times.

Por lo tanto, si anteriormente la mujer quedó grabada por Cohle en el acceso a ese fondo en el que se localizaba,

también asomará, literalmente grabada, sobre ese fondo de lo fabril al que también accedemos propulsados en diagonal.

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Llevándose a cabo un trabajo de condensación entre la mujer y lo fabril, cuyas formas tienen unas resonancias intensamente oníricas.


Los títulos de crédito: el contenido manifiesto

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Dada su condensación, estas imágenes son más escuetas y, sin embargo, a la vez más densas; por lo que más extenso será el deshilvanar sus múltiples trayectorias de sentido a la hora del análisis de la serie. Algo similar a lo que ocurre en el trabajo de condensación del sueño del que habla Freud:

«Lo primero que muestra al investigador la comparación entre contenido y pensamientos del sueño es que aquí se cumplió un vasto trabajo de condensación. El sueño es escueto, pobre, lacónico, si se lo compara con la extensión y la riqueza de los pensamientos oníricos. Puesto por escrito, el sueño ocupa media página; en cambio, si se quiere escribir el análisis que establece los pensamientos del sueño se requiere un espacio seis, ocho o doce veces mayor».

[FREUD, Sigmund, La interpretación de los sueños, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, 1991, Pág. 287.]

Unos pensamientos oníricos, extensos y ricos, en comparación con lo escueto y lacónico del sueño, y a los que Freud llamará por igual contenido latente.

«Para nosotros, entre el contenido onírico y los resultados de nuestro estudio se incluye un nuevo material psíquico: el contenido latente o pensamientos del sueño, despejados por nuestro procedimiento».

[FREUD, Sigmund, La interpretación de los sueños, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, 1991, Pág. 287.]

Sigue Freud diciendo:

«Desde ellos, y no desde el contenido manifiesto, desarrollamos la solución del sueño».

[FREUD, Sigmund, La interpretación de los sueños, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, 1991, Pág. 287.]

Tal y como desde la serie misma, en toda su extensión -mucho mayor, como es lógico, que la de los títulos de crédito-,

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podemos reconocer el trabajo de la condensación llevado a cabo en el contenido de la suerte de manifiesto de la serie que son sus títulos de crédito.

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De modo que en el interior del cuerpo de la mujer,

estaría literalmente condensado ese territorio de lo fabril que impregna la atmósfera de la serie y que se localiza al fondo de la misma como inaccesible.

Un trabajo de condensación de los títulos de crédito que comparecería,

respecto a la serie en toda su extensión,

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como el contenido manifiesto; mientra que esta se presentaría como los pensamientos oníricos o contenido latente. Siguiendo a González Requena:

«Les insisto en la profunda semejanza que existe entre una obra de arte y un sueño, con la sola salvedad de que la obra de arte es como el auténtico sueño, es decir, su contenido latente».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Psycho y la Psicosis, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 04/11/2011, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Contenido latente u obra de arte, cuyo análisis quedaría planteado como una restitución.

«(…) aunque use la palabra interpretación (Freud), ni siquiera hace realmente eso, interpretar (…) hay que tomarse absolutamente en serio su afirmación de que el objetivo de la interpretación de los sueños es restituir el contenido latente del sueño. La clave está en la palabra restituir».
[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2007/2008, Sesión del 18/01/2008, Universidad Complutense de Madrid, de esta edición: www.gonzalezrequena.com, 2014]

Esto es, la restitución de ese contenido latente que ha quedado condensado en nuestra interrogación.

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Y que lo extenso de la serie habrá de dar cuenta de ello.


Interrogación y Cruz: contigüidad

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Ahora sí, es el momento de retomar y aislar aquella interrogación del inicio.

Una interrogación que, además de ser de los elementos más repetidos de la serie -ocho veces en cada una de las cabeceras de los ocho capítulos-, comparece en esa repetición de manera doblemente central.

Primero, porque ocupa el centro del discurrir de todos los planos que conforman la cabecera.

Y segundo, porque ese interrogante ocupa el centro compositivo de ese plano que de por sí es central en el discurrir de los créditos.

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Un centro de plano en el que se conforma una silueta negra, inscrita en el interior de la cabeza de Rust Cohle, que nos lleva a preguntarnos por su identidad.

Dejemos de lado por el momento el asunto de la identidad de esa silueta negra, y aislemos primeramente los dos elementos fundamentales del plano: la cabeza de Cohle y la silueta negra. Los mismos serán repetidos en el plano inmediatamente posterior.

Por un lado, la presencia de la cabeza de Cohle. Y por otro, el recorte de dos siluetas negras. Ampliemos.

Frames ampliados.

Por lo tanto, tendríamos dos planos yuxtapuestos con dos cabezas, ambas de Cohle,

y dos siluetas negras en contigüidad.

Frames ampliados.

Participando entonces esta segunda silueta, en cuya parte superior se distingue la Cruz, de una suerte de operación de desplazamiento, metonímica, con esa otra figura central cuya identidad nos interroga.


La barra cromática

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Y serán precisamente estos dos planos contiguos de cabezas y siluetas negras, los que delimiten el más notable cambio cromático entre todos los planos que componen los títulos de crédito, primando generalmente el blanco en los planos que los preceden y su opuesto, el negro, en los sucesivos.

Siendo entonces dicha contigüidad un elemento significante, en lo que al plano formal se refiere; una barra que determina el acento cromático de los títulos de crédito, en una dialéctica blanco-negro.


Presencia visual de la Cruz

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Pero volvamos a nuestra interrogación.

Como ya hemos dicho, tenemos presente una composición que plantea una interrogación sobre una identidad, que estaría en relación contigua con la Cruz, en la medida que la cabeza de Rust Cohle, por un lado encuadra dicha interrogación,

y por otro, está en relación directa con la Cruz.

Bastaría entonces con ver el primer capítulo de la serie para certificar la latencia de ello.

En los lugares en los que Cohle sigue la pista del acto criminal, late una suerte de ligazón en segundo plano: una contigüidad entre la Cruz y la cabeza de Cohle. Y es que de los 1 min. 25 seg. 67 cs. en los que la Cruz tiene presencia visual en el capítulo, Cohle estará contiguo a Ella un total de 55 seg. 01 cs., esto es, el 64,21% del tiempo de la presencia visual de la Cruz.


Mirada, Subjetividad, Cruz

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Esta relación de contigüidad no quedaría restringida a la presencia visual conjunta de Cohle y la Cruz, dado que el único instante en el que la Cruz obtiene presencia visual única en toda la serie,

ha venido precedido por la dirección de la mirada de Cohle.

Conformándose así un plano de la Cruz en el que se enuncia la existencia de una clara subjetividad, al tratarse de un plano subjetivo del propio Cohle.


Crescendo en la mirada

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Un plano subjetivo que, atendiendo al recorte experimentado respecto al campo de la mirada de Cohle, que debiera abarcar todo el altar, y al progresivo y leve acercamiento vía travelling, bien podría ser considerado como hipersubjetivo.

Esto es, se produce un crescendo en la intensidad de la mirada; intensidad ésta que también se repite en el último plano subjetivo de Cohle, instantes antes de terminar el capítulo.

Una fotografía mostrada por Papania y Gilbough a Cohle, a la cual éste da carpetazo, para terminar el capítulo.

Será esta también la mirada a una extraña crucifixión.

Notablemente diferente a la otra, porque lo que primero llama la atención es que es una crucifixión sin Cruz.

Una crucifixión sin Cruz que, además, está abierta, sin el cerramiento de las paredes de un templo que la localicen y la guarden; por el contrario, el cuerpo real de la mujer sacrificado queda expuesto a la vasta naturaleza que se presenta como su fondo mismo.

Si ambos planos localizan, por lo tanto, el punto de vista subjetivo de Cohle con semejante intensidad,

algo de su subjetividad, y por ello, de su pulsión, sería arrastrado en ese crescendo en la mirada.


El tercer plano hipersubjetivo

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Pareciera que nos hubiéramos apartado de aquella interrogación con la que arrancábamos.

Frame 2º ampliado.

Cuya relación con la Cruz era contigua.

Frame 2º ampliado.

Todo lo contrario, si traemos el restante plano hipersubjetivo de Cohle durante el primer capítulo.

Con el cual experimentamos toda una iluminación.

Marie Fontenot: She married.

Marie Fontenot: another man.

Marie Fontenot: She married. Not the one she’s with when Marie.

Marie Fontenot: She was in Vegas, last we heard.

Nos encontramos en la casa de Marie Fontenot, una niña asesinada cinco años atrás y sobre la cual Marty y Cohle quieren recopilar pistas del crimen. Será este un plano hipersubjetivo en tanto que, nuevamente, atendemos a un especial recorte en el campo de visual de Cohle y a un constante acercamiento de zoom.

Un plano subjetivo cuya instancia de visión, esto es, Cohle,

está literalmente contigua a la Cruz, quedando su cabeza a la misma altura.

Frame ampliado.


Las tres cruces

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Por lo tanto, no queda más que levantar acta de la intensa relación existente entre los tres únicos planos hipersubjetivos de Cohle en el primer capítulo y lo real que late bajo la Cruz.

Frames 1º, 3º y 5º ampliados.

Quedando su mirada, y por ende, su cabeza, intensamente vinculada con la Cruz.

Frames ampliados.

Así, esta relación de cabeza y Cruz correspondería a aquella otra que ya condensara los títulos de crédito, donde la cabeza y la Cruz se estrechaban en contigüidad.

Podríamos extraer de esta ecuación que el interrogante del centro de la cabeza de Cohle en cierta medida queda incardinado con la misma Cruz.


Crucifixión y paternidad

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Y no será únicamente la mirada de Cohle la que nos devuelva la Cruz. Entrado el centro del último capítulo, Marty estará ahí para darnos a ver -esta vez en plano semisubjetivo- una particular crucifixión.

La del padre del autor del crimen con el que arranca la serie.

El padre de Errol.

Un padre que se encuentra con las extremidades atadas al somier de la cama y con la boca cosida. Visión esta que nos devuelve algo que late en el símbolo de la Cruz, y que por lo tanto lo ha estado haciendo en todas las Cruces tratadas con anterioridad, esto es, la paternidad.


Padre sin Cruz

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No obstante, será esta la crucifixión de un padre, como aquella que comentábamos anteriormente, en ausencia de la Cruz.

Tan opuesta a la Cruz como aquella crucifixión sin Cruz.


Oposición simbólica: padre / naturaleza

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Una oposición que alcanzaría a la topología de lo sagrado que construye la serie.

Así, la Cruz, centrada en el espacio del templo y flanqueada por Cohle, se opondría radicalmente a lo que se encuentra en frente: al fondo enmarañado de la naturaleza.

Un fondo enmarañado de la naturaleza, por cierto, bien semejante al de aquella mujer crucificada sin Cruz.

Frame 1º ampliado.

Un enmarañamiento, podríamos decir, cegador, al haber realmente sobreexpuesto, quemado, el registro mismo de la imagen: tanto del fondo de la mujer como del exterior más allá del umbral templo.

Se establecería, por lo tanto, una oposición en términos absolutos.

Dentro / fuera, plano / contraplano, luz / sombra, templo / naturaleza.

Y siguiendo estas oposiciones, pareciera ella, la mujer colgada en la naturaleza, compartir el mismo plano de la Cruz misma: el de lo sagrado.

Desvelando una oposición nuclear: Cruz / ella. Y así, frente a esa Cruz colgada en el centro del templo, pareciera levantarse, desde la Naturaleza misma, ella.

Una misma oposición nos llevará directamente al final del capítulo segundo. Oposición sobre la que González Requena señalará que es el templo del Padre,

el que finalmente ha sido invadido por esa naturaleza a la que se oponía en el primer capítulo.

Una invasión que ha dejado completamente abierto al exterior el lugar más sagrado del templo: la cabecera,

ahí donde habría de ubicarse, centrada, la Cruz.

Y así, dentro del templo derruido del Padre, entre la naturaleza invasora, ha irrumpido la figuración de una divinidad bien distinta: la de una diosa.

Frame 2º ampliado.

Una diosa que literalmente emana de una vegetación similar a aquella mujer colgada en la naturaleza, con la misma corona y maniatada, aunque ya soltada y de pie.

Ambas en oposición neta con la Cruz del templo del Padre.

Frames ampliados.


Restitución: la caída del padre

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Por lo tanto, estamos en disposición de restituir el proceso por el cual, ante el enmudecimiento, caída del la figura del padre y ausencia de la Cruz,

surge otro tipo de figura, por oposición,

Frame ampliado.

que viene a ocupar, dentro del templo derruido del padre, erigida en un “altar de la naturaleza”, su lugar como divinidad.

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, True Detective II: la diosa, Análisis de los Textos Audiovisuales 2016/2017, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Frame ampliado.


Cruz y paternidad

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Y si es el padre lo que resuena en la Cruz, tan intensamente contigua a Cohle,

Cruz que a su vez era contigua a nuestro interrogante que seguimos sin abandonar;

Frames ampliados.

algo de la paternidad cruzaría, en el inicio de cada capítulo, el título mismo: True Detective.

De este modo, la paternidad se cruzaría en los pasos más decisivos de la seire para los detectives; aquellos pasos en los que se juega el acceso al territorio del monstruo que aguarda al final. Así, el padre de Cohle –pop-, será invocado por este, en la antesala del primer monstruo, instantes antes de andentrarnos en su territorio.

Cohle: Man, that place… I never…

Cohle: That day, it reminded me of my pop talking about ‘Nam.

Cohle: and the jungle thing.

Como si estas palabras sobre el paso del padre de Cohle por Vietnam actuaran como el mensaje necesario para preveer y dar forma al encuentro con el monstruo que aguarda.

Y, como hemos visto a través de Marty, en la antesala del monstruo final, ahí también tendrá su presencia el padre.

Un padre ahora totalmente sometido. Ante el cual, la mirada de Marty expresa cuánto más será de angustioso y de imprevisible el encuentro con el monstruo final.

Porque es el monstruo mismo el que ha incapacitado a su padre hasta el extremo.


Cuantificación padre / madre

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Si queremos abrir la hipótesis de que el padre es un elemento nuclear en la cualidad de la serie, cuantifiquemos en primer lugar todo significante con el que sea nombrado, en cada uno de los parlamentos enunciados en la serie.

Y pongámoslo en relación con unos significantes bien distintos: los de la madre; pudiendo ver cómo, a lo largo de la serie, la presencia verbal del padre duplica a la de la madre.


Cohle y Marty: el padre y la elipsis

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Esta preponderancia del universo semántico del padre no solo nos llevaría a comprender mejor el acceso a la prueba final de los protagonistas de la seire, sino también el punto de llegada en el drama de los mismos.

Por un lado, la intensa abreacción de Marty, que dará pie a uno de los únicos cinco fundidos a negro de la serie,

estará marcada directamente por el reconocimiento de su paternidad.

Y por otro lado, la abreacción de Cohle, que se ancla en lo que será el último parlamento de la serie, estará determinada por la invocación de su hija y su padre.

Cohle: and I knew.

Cohle: I knew my daughter.

Cohle: waited for me there.

Cohle: So clear.

Cohle: I could feel her.

Cohle: I could feel…

Cohle: I could feel a piece of my… my pop, too.

Una invocación que localiza a Cohle como padre y lo enlaza emocionalmente en un eje de tres generaciones: hija, padre y padre del padre.

Cohle: the 3 of us, just… just fadin’ out.

Todo ello, a su vez, es ubicado en un momento del relato.

Cohle: There was a moment…

Bajo la osuridad: una sustancia profunda y cálida fue sentida.

Cohle: I know when I was under in the dark that something…

Cohle: It was… it was deeper,

Cohle: warm, you know, like a substance.

Cohle: I could feel, man,

Cohle: and I knew,

Ahí, Cohle sintió tanto a su hija como a su padre –pop.

Cohle: I knew my daughter.

(…)

Cohle: I could feel a piece of my… my pop, too.

Qué mejor momento para ubicar esta descripción que este.

Donde, bajo la oscuridad de la noche de Carcosa -la guarida última del monstruo-, con el infinito ardor de una herida mortal en el costado, Cohle se abisma a la porpia muerte.

(Flare hissing).

En este instante, por cierto, quedará conformada una Piedad,

en la que Cohle, postrado en el regazo de Marty, espera el momento de morir. Y qué mejor manera de visualizar ese abismarse ante la muerte que suspendiéndose la serie en un fundido a negro.

Fundido que literalmente es enunciado por Cohle –just fadin’ out– localizando ahí esas tres generaciones de la paternidad –the three of us.

Cohle: the 3 of us, just… just fadin’ out.

Por lo que podríamos decir que es ahí, en la elipsis del relato que procura el fundido a negro, donde los protagonistas tocan emocionalmente la paternidad.


La escena criminal

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Ocupémonos entondes del fundido cuya salida de negro da pie al inicio de la escena que acabamos de tratar.

Pero antes de detenernos en el arranque de dicho fundido a negro, repasemos la articulación que nos lleva hasta el mismo.

La figura de Cohle convaleciente del encuentro con el monstruo dará paso a una superposición de diferentes imágenes que en seguida relacionamos con espacios de la trama de la serie.

Siempre en un orden temporal decreciente al desarrollo de la misma.

Repitiéndose, por cierto, aquel vector de acercamiento que tratamos anteriormente: la diagonal.

Llegaremos así a la última imagen: la escena criminal.

Y sobre ella: el fundido a negro.

Desde el cual, como decíamos, arranca la última escena de la serie.

De este modo, Cohle habría dado pie al inicio de una superposición de imágenes en un orden decreciente al desarrollo de la trama, llegando hasta el final, a eso que se encuentra al fondo y parece no cesar: la escena criminal.

Cuya luz cálida del ocaso viene recordar lo ardiente de la noche del crimen.

Y sobre el fuego de esa escena criminal -primaria en el orden de escenas de la serie-, también tuvo lugar un fundido a negro.

Por lo que podemos afirmar que, ahí, cuando la escena del crimen arde, el fundido a negro irrumpe, y suspende el relato.


La escena sexual

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Habría que preguntarse ahora por el sentido de este retorno en Cohle a la escena criminal, primaria, del relato.

Ensayemos a colocar en paralelo otra escena, igual de criminal en su dimensión simbólica: el acto sexual con Maggie, la mujer de su compañero Marty.

Ciertamente una similar morbosidad, tan sexual como asesina, late en el fondo del asunto.

Donde Cohle entra en relación directa con el trasero de ambas mujeres y con la corona de cuernos de la escena del crimen.

Ampliemos.

Frame 2º ampliado.

Siendo también testigo de ella desde idéntico punto de vista.

Conformando todo ello una serie de resonancias donde escena sexual y la criminal parecieran abrazarse.

Algo que vendría precedido por los mismos títulos de crédito.

Donde la corona de la víctima y una cara de goce de mujer quedan condesadas por igual, siendo todo ello el blanco de un arma francotiradora.

¿Y cómo se coloca Cohle en esta escena tan sexual como criminal?

Litralmente, entre Maggie y Marie Fontenot. Entre una madre y esposa, y entre una niña desaparecida, especialmente central en la obsesión de Cohle con el crimen, al ser una niña muy parecida a su propia hija muerta. Algo que estrecharía aun más el acto sexual y el criminial.

Pudiera estar presente entonces, al fondo de esta escena, el fantasma de la esposa perdida y la hija desaparecida de Cohle. Algo que vendría arrastrando desde el capítulo primero, donde, ante la mirada de una esposa y unas niñas,

Cohle da apertura, por primera vez en la serie, a su drama.

Maggie: Children?

Cohle: One.

Cohle: She passed.

Cohle: Marriage didn’t last long after that.

Y así, entre la presencia del fantasma de la mujer perdida y la hija desaparecida, Cohle pareciera colocarse de manera siniestra en la imposible posición de marido y padre que ya no es.

Porque en el origen de todo padre real resuena una escena: la del encuentro sexual.


El fundido de Maggie

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Pasemos ahora al quinto y último fundido a negro que nos queda por tratar, el cual arranca precisamente de un primer plano de Maggie, en este momento de la serie, exmujer de Marty.

Pero antes de ver la imagen que presentará desde negro, habremos de localizar este fundido dentro de la trama: justo después del estallido de violencia de Marty hacia Cohle, tras saber Marty del crimen sexual entre Cohle y Maggie.

Marty: Fuck you!!

Marty: Cohle!!

Marty: Cohle!!

Toda una explosión de odio, netamente pulsional, de Marty hacia Cohle, en extremo difícil de contener.

Siendo el crimen sexual el punto de ignición desde donde estalla semejante violencia.

A modo de suplemento que constate la relación entre la escena sexual y la criminal, solo veremos una vez el rostro de Marty tan descompuesto, alucinado, como ahora: ante la visualización de la cinta en la que quedó grabado un crimen.

Ahora sí, superponiéndose a ella: el fundido a negro.

Y tras la elipsis que el fundido detenta, se abre un amplio paisaje lagunar de aguas estancadas.

Cuyo verde rima con el de la blusa de Maggie que daba pie al fundido.

Una carretera cruza la mitad inferior del plano; sobre ella, un coche avanza de izquierda a derecha, cuyo movimiento es seguido por la cámara.

Es Marty quien conduce, mirando por el retrovisor cómo alguien hace señas con los faros del coche.

Se trata de Cohle, cuya reclamación hacia Marty acaba cruzándose en el camino, apelándole.

Cohle: Marty.


El Eje de la Ley

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No será este un cruce menor en la serie, dado que a partir de este punto, el relato romperá con la narratividad circular y permanecerá en el presente narrativo hasta su final. Un final que estará estrechamente condicionado a que Marty en este preciso momento asuma la cuenta pendiente que se acaba de cruzar, con Cohle, en su camino. Quedaría conformando un Eje de Donación, como sostiene González Requena, en lo referente al desarrollo de la trama edípica:

«Pues sólo la presencia del eje de la Donación permite dotar al relato de una estructura simbólica en la que el acto narrativo se ve doblemente modalizado en relación a la Ley y a la Carencia y puede, en esa misma medida, responder a las exigencias simbolizantes del proceso edípico».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Clásico, Manierista Postclásico: los modos del relato en el cine de Hollywood, Castilla Ediciones, 3ª Ed., Valladolid, 2012, Pág. 553.]

Atendamos al esquema que lo sintetiza:

En él, el Destinador se cruza en el Eje del Deseo del Sujeto.

Un cruce que se da lugar, recordemos, en medio de ese vasto territorio de aguas estancadas que han aparecido tras el fundido de Maggie.

De este modo, instantes después -una vez entablen conversación en el bar- Marty será consciente de la Tarea que ha de asumir, que resonará en él, detrás de su cabeza, literalmente como una deuda pendiente.

Cohle: Because you have a debt.

Marty: (Sighs).

Una deuda de la que, en cierta medida, depende ser un hombre.

Cohle: A man remembers his debts.


Marty: ambivalencia

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No obstante, el alcance de la figura del Destinador no quedará ahí. Siguiendo con González Requena:

«constatamos la resonancia del Padre Simbólico en la función del Destinador».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Clásico, Manierista, Postclásico: los modos del relato en el cine de Hollywood, Castilla Ediciones, 3ª Ed., Valladolid, 2012, Pág. 557].

.

Quedará así desplegada otra arista de la paternidad que veníamos tratando, que estará también contigua a un fundido a negro.

Teniendo esto último presente, podemos retomar mejor aquella explosión odio, netamente pulsional, hacia Cohle. Preguntándonos así qué ha podido pasar entre este punto,

y este otro, instantes antes de finalizar la serie.

Esto es, entre el odio y la admiración hacia Cohle. A ello nos podrá responder con precisión la ambivalencia de sentimientos que, para Freud, coincide en el complejo paterno:

«Hemos tenido hartas veces oportunidad de pesquisar en la raíz de importantes formaciones culturales la ambivalencia de sentimientos en el sentido genuino, vale decir, la coincidencia de amor y odio en el mismo objeto (…) ella, ajena en su origen a la vida de los sentimientos, fuera adquirida por la humanidad en el complejo paterno, justamente ahí donde la exploración psicoanalítica del individuo pesquisa hoy su más intensa plasmación».

[FREUD, Sigmund, Tótem y Tabú, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, Vol. XIII, 1991, Pág. 158].

.

Comprendiendo mejor así que para Marty, Cohle, encarne esa figura compleja, odiada, y finalmente admirada.

Frames 1º y 3º ampliados.

Ambivalencia ésta que sin duda marcará la asunción en Marty de la Tarea del Destinador.

Así, ese golpe que Marty recibiera en el coche de Cohle, que acaba rompiendo el piloto trasero,

marcará el nuevo camino que ha de seguir, a la estela de Cohle.


Marty: The Searchers y el punto de vista

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Siguiendo con la exploración de estas aristas que conforman la constelación de la simbólica del complejo paterno, será notable como True Detective quedará cruzado intertextualmente con otro texto:

Ampliemos.

Nos referimos a The Searchers (Centauros del desierto, 1956), de John Ford. Ante esta escena de Marty cenando solo en su apartamento,

González Requena sostendrá lo siguiente:

«No es la pantalla lo que vemos, aunque la vemos con toda nitidez. Lo que vemos es su reflejo en ese gran espejo, casi imperceptible, que se encuentra tras Marty y que coloca las imágenes que éste contempla tras él mismo, como constituyendo su fondo, como sugiriendo que ese relato está instalado en el interior del personaje, más allá y más dentro que esa pantalla a la que llamamos conciencia».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Por lo que algo de The Searchers se instalará en el universo simbólico de True Detective, tanto en el interior de Marty como en el inconsciente de quien accede, con Marty, al relato: el espectador. Así, ambos personajes se llamarán Marty.

Y albergarán una similar ambivalencia de sentimientos frente a ese otro del que recibirán su tarea y que ahora viene a ocupar un lugar junto a la madre o esposa.

La tarea de llegar hasta el monstruo que aguarda al final, en ambos textos conocido por Scar, Cicatriz.

Frame 1º ampliado.

Un monstruo cuyo contacto deja idénticas secuelas de locura.

Frames ampliados.

Y ante las cuales, tanto Ethan como Cohle, tendrán que hacer un esfuerzo suplementario para sostener la mirada.

Precisamente, la huella más notable de The Searchers sobre True Detective, tendrá que ver con la mirada; en concreto, con la configuración del punto de vista de Marty. Según González Requena:

«El caso es que tenemos ahora a Ethan en pantalla. Es él quien, literalmente, hace levantar su mirada a Marty».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Frame 2º ampliado.

De este modo,

«cuando le mira, nosotros dejamos ya de verle en el espejo, como si cierto espacio fuera de campo radical llega con él».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Un fuera de campo radical, podríamos añadir, que se asemejaría a esas suspensiones en la narración que determinan los fundidos a negro, donde, como hemos visto, el complejo paterno quedaba localizado con toda su intensidad.

(…)

Así, en la medida que Ethan queda fuera de campo para nuestra mirada -que no para la de Marty- aparecerá Cohle como ocupando su lugar,

«(…) como quien ha hecho que Marty chocara con aquello que no quería ver».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Devolviéndonos la matriz de punto de vista que articula toda serie:

«la inaccesibilidad del punto de vista de Cohle, que sólo percibimos desde el punto de vista, éste sí más próximo y accesible, de Marty».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

De este modo, la tónica sería la siguiente: como espectadores, accedemos paulatinamente con el punto de vista de Marty a un saber de la narración que primeramente estará siempre del lado de Cohle.

Es esta la posición de la interrogación.

Salter: How’s it going?

Desde donde asumimos, junto a Marty, como espectadores, que Cohle lo consigue.

Marty: He is getting it.

Cohle: You should sign that.

Terminará González Requena diciendo,

«(…) se trata, en lo esencial, de la misma estructura de organización del punto de vista que encontráramos en The Searchers».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Finalmente, si,

«(…) la estructura del relato clásico –The Searchers– se nos descubre en lo esencial configurada por la estructura misma del proceso edípico»,

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Clásico, Manierista Postclásico: los modos del relato en el cine de Hollywood, Castilla Ediciones, 3ª Ed., Valladolid, 2012, Pág. 195].

.

su huella en True Detective habrá de colocarnos, junto a Marty, como espectadores, en el lugar del punto de vista del hijo, frente a esa opacidad en el punto de vista y en el saber narrativo que Cohle, en el lugar del padre, detenta.


Marty: identificación-padre

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Si tanto la ambivalencia de sentimientos freudiana,

Frames 1º y 3º ampliados.

como el punto de vista narrativo del hijo,

están desplegados sobre Marty en una dialéctica con el complejo paterno, y por lo tanto con la trama edípica; habremos de explorar otra arista de la misma, aquella que determina precisamente su resolución: la identificación-padre, tal y como la presenta Freud.

«(…) en la demolición del complejo de Edipo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre. Puede tener dos diversos reemplazos: o bien una identificación con la madre, o un refuerzo de la identificación-padre. Solemos considerar este último desenlace como el más normal».

[FREUD, Sigmund, El yo y el ello, Amorrortu Ediciones, Vol. XIX, 1991, Pág. 34].

.

Para validar dicha afirmación de Freud, podríamos decir que ese que ha odiado y admirado al padre,

Frames 1º y 3º ampliados.

organizando su punto de vista en torno a él,

habrá de acceder también al acto que le aguarda a través de la mediación del que actúa como padre. Cohle se lo enseña:

Cohle: Marty.

Cohle: But there were other times,

Sin olvidar, como hemos tratado anteriormente, que ese acto en True Detective es tanto un acto sexual como criminal. Así que, orbitando alrededor de la escena criminal, resonará la autoridad, la vigilancia y la la carga del padre.

Marty: (There can be a burden)

Marty: (in authority, in vigilance,)

Marty: (like a)

Marty: (father’s burden.

Veamos entonces dónde se dimensiona esa autoridad del padre en Freud:

«La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y, así, asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto».

[FREUD, Sigmund, El yo y el ello, Amorrortu Ediciones, Vol. XIX, 1991, Pág. 184].

.

Conformando esa autoridad del padre el núcleo del superyó, que es una vigilancia –in vigilance– y una carga –father’s burden.

Por lo que podríamos ensayar a afirmar en True Detective que esa prohibición del incesto no
es otra cosa que la prohibición del acceso, sin la mediación del padre, a esa escena criminal, o sexual, que está de fondo en todo incesto.

Cohle: This is gonna happen again,

Cohle: or it’s happened before.

Cohle: Both.

Tomando como referencia este acceso mediado al acto, podemos entender mejor cómo cristalizará esa identificación-padre de la que habla Freud. Así, los pasos de Marty serán idénticos a los trazados primeramente por Cohle a la hora de adentrarse en el laberinto de Carcosa, la guarida última del monstruo.

Primeramente Cohle,

Siguiéndole, Marty.

Para, desde donde el propio Cohle estaba, llamarle.

Marty: Rust?

Y que éste vuelva a indicar el camino a seguir.

Cohle: Yeah!

Unos pasos, por cierto, que les llevan a colocarse por igual sobre esa potencia cuya simbología emerge en True Detective: la diosa.

Frame 2º ampliado.

La cual anteriormente descubríamos de la mano de González Requena.

Frame ampliado.

En concreto, la inminente entrada en la guarida del monstruo conduce a colocarse sobre su hendidura, en tanto diosa, y no Dios.

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Cuyo interior alberga, en la cabaña en la que está representada, a aquel padre, sometido y crucificado sin Cruz.

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Una relación que recuerda cómo aquella diosa pareciera enfrentarse, por oposición directa, a la Cruz del padre.

Frames ampliados.

A la que habría que añadir la siguiente dialéctica de enfrentamiento.

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Un enfrentamiento en extremo desequilibrado, porque ella pareciera haberse tragado al padre.

Recapitulando, literalmente los pasos de Marty serán idénticos a los de Cohle, identificado con él.

Bajo el punto de vista de Marty, el espectador atravesará el umbral tras el cual el monstruo aguarda.

Para así, al final, disparar su arma por primera vez.

Cobrará, ahora sí, sentido esa escena de The Searchers que Marty viera en su apartamento, como apunta González Requena:

«No nos es mostrado en cualquier escena de The Searchers, sino precisamente en aquella en la que se dispone [Marty] a disparar un arma por primera vez en su vida».

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Frame 2º ampliado.

Y es que el cuestionamiento de que Marty no haya disparado aun su pistola no es asunto menor: viene arrastrando desde el primer capítulo, por boca de sus hijas.

Audrey: Dad’s never shot anybody.


Ahora la niña pregunta a Cohle, curiosa.

Audrey: Have you fired your gun?

Maggie irrumpe entre la pregunta y la respuesta.

Maggie: Audrey.

Y Cohle responde que sí lo hizo.

Cohle: Yes.


Cohle: Identificación-padre

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Y si son los mismos pasos los de Marty que los de Cohle a la ahora de adentrarse en lo monstruoso, digámonoslo de otra forma, de enfrentarse a lo real.

Habrá, por lo tanto, que preguntarse ¿qué es lo que guía al propio Cohle para enfrentarse a lo real? El recuerdo del propio Cohle en el momento que avanzamos por primera vez hacia la guarida del monstruo puede respondernos.

Cohle: Man, that place… I never…

Cohle: That day, it reminded me of my pop talking about ‘Nam

Cohle: and the jungle thing.

Nos referimos al padre de Cohle –pop. Un padre al que Marty también hará referencia, mientras sigue al propio Cohle.

Marty: Now, Rust’s dad taught him bowhunting.

Cuyas enseñanzas sobre caza –bowhunting-, ayudaron a Cohle a percatarse de ello: del peligro de lo real.

Para frenar, en el instante preciso, el empuje de Marty.

Permitiendo que pueda seguir caminando detrás suya. Es más, impidiendo que explote.

De modo que para Cohle sí habrá una referencia a la hora de guiar a Marty y enfrentarse a lo real: su padre. Pero es una referencia tan opaca que no se encuentra atisbo visual alguno de ella en toda la serie, tan solo las palabras que, desde el recuerdo, lo invocan.

Ello no debería extrañarnos porque, como vimos, era ahí, en el fundido a negro y en la suspensión del relato, donde las aristas que tocan al padre cobraban densidad.

Qué suplemento de sentido aportamos ahora a este plano, al ver a Marty y Cohle encaminarse al fundido juntos; ahí donde tenía lugar, para la experiencia Cohle, el encuentro con su padre.


El padre de Cohle

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El final del último capítulo estará marcado por el enfrentamiento contra el mosntruo.

Erol: Now, take off your mask..

Donde Cohle, herido en el costado, quedará suspendido en el abismo de la muerte.

(…)

Y tras volver a la vida, como si de un resucitado se tratara,

>

hará referencia a ese encuentro con el padre.


Cohle: waited for me there.

Cohle: So clear.

Cohle: I could feel her.

Cohle: I could feel…

Cohle: I could feel a piece of my… my pop, too.

Un encuentro que nos conecta con ese fundido a negro que suspendía dicho abismo de la muerte.

Acto seguido de la descripción de este encuentro con el padre y la consiguiente abreacción de Cohle, irrumpirá una asociación libre de Marty,

Marty: once, maybe, about you used to…

que preguntará por el relato sobre unas estrellas.

Marty: you used to make up stories about the stars?

Así, Cohle relatará a Marty la metáfora de las estrellas, que se constituirá como el último parlamento de la seire.

Cohle: It’s just one story.

Cohle: The oldest.

Marty: What’s that?

Cohle: Light versus dark.

Una metáfora que remite a un espacio concreto en la vida de Cohle: las noches estrelladas de Alaska.

Cohle: Yeah, that was–

Cohle: that was, um,

Cohle: in A… Alaska,


Cohle: under the… under the night skies.

Alaska es un territorio atribuible al padre porque es ahí donde pasó Cohle su juventud con él, hasta que lo abandonara, marchando a una región diametralmente opuesta de EE.UU: Luisiana. Región ésta, por lo demás, similar a aquella otra que localiza al padre y que también sería el opuesto a Alaska: Vietnam.

Gilbough: Cohle ever talk about his parents?

Marty: No. Little bit. About his dad.

Marty: Alaska, ‘Nam.

Será Alaska, por lo demás, un territorio al que solo Cohle retornará momentáneamente.

Cohle: Functional.

Cohle: but hammered.

Cohle: Went back to Alaska, spent 8 years working

Para luego regresar definitivamente al encuentro con el monstruo de Luisiana, que recuerda tanto a Vietnam, o mejor dicho, a lo que el padre Cohle le contó de Vietnam.

Cohle: That day, it reminded me of my pop talking about ‘Nam

Por lo que Lousiana es a Cohle lo que Vietnam es a su padre. Y Alaska, con sus noches estrelladas, el territorio del encuentro entre ambos; un lugar diametralmente opuesto tanto a la jungla de Vietman como al calor y a la naturaleza descontrolada de Luisiana. Esto es: un espacio opuesto a eso de la jungla: the jungle thingh.

Cohle: and the jungle thing.

Podríamos decir entonces que el cielo estrellado de Alaska comparece como un espacio completamente opuesto a la naturaleza invasora y violenta que, como hemos visto, se expande por toda la serie.

Y solo en este territorio del cielo estrellado de Alaska, bien lejano a la tierra de Luisiana, el padre comparece. Un espacio del que no hay registro visual en la serie; estaríamos hablando entonces de un espacio altamente idealizado, espiritual, si cabe. Estando ello en consonancia con esa Cruz del Padre que se oponía directamente a la jungle thingh o naturaleza de Luisiana.

Y solo en un espacio tan idealizado como Alaska puede cristalizar la conciencia de la deuda. De la que depende, por cierto, el ser o no ser un hombre.

Cohle: A man remembers his debts.

Y habrá un elemento nuclear de ese territorio idealizado de Cohle: sus estrellas.

Cohle: under the… under the night skies.

Tanto, que construirá una metáfora con ellas: la de que combaten, con su luz, a la oscuridad.

Cohle: Light versus dark.

Una luz que ocupará la última oración Cohle y de la serie, concluyendo la metáfora al decir que, a pesar de todo -a pesar del fondo oscuro del universo- la luz está ganando.

Cohle: If you ask me, the light’s winning.

Para así, mediante una paranorámica vertical ascendente, fundirse la serie con el cielo estrellado.

Hacia unas estrellas casi imperceptibles pero, sin embargo, presentes.

A estas alturas, podemos decir que en esta metáfora de las estrellas estaría la latencia de algo real en la experiencia de Cohle. Sobre todo si nos paramos frente al último plano de la serie, el de las estrellas, como decimos, casi imperceptibles pero presentes,

al cual llegamos como si la serie misma fundiera hacia negro.

Decimos, la latencia de algo inconsciente detrás de la metáfora de las estrellas, como aquello que se colocaba detrás de la cabeza de Marty que, según González Requena,

«se encuentra como constituyendo su fondo, como sugiriendo que ese relato está instalado en el interior del personaje, más allá y más dentro que esa pantalla a la que llamamos conciencia».

.

[GONZÁLEZ REQUENA, Jesús, Edipo II. Del odio a la promesa, Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual, Sesión del 09/10/2015, Seminario en línea, www.gonzalezrequena.com, Universidad Complutense de Madrid].

.

Algo que también se coloca literalmente detrás de la cabeza de Cohle, constituyendo su fondo: una estrella. Ampliemos.

Frames ampliados.

En el instante preciso que se enuncia que la luz -de las estrellas- está ganando.

Cohle: If you ask me, the light’s winning.

Esto es, una estrella del cielo estrellado de Alaska que penetra en la cabeza de Cohle y que, más allá y más dentro de esa pantalla que llamamos consciencia, sustituye y alberga una verdad subjetiva: su padre.

Despejándose finalmente la interrogación sobre la identidad de esa figura con la que iniciábamos el análisis.

Solo de esta manera podríamos hallar en este plano la localización más irrepresentable y espiritual de toda la serie: Alaska.

Frame ampliado.

De una atmósfera tan austera y fría, que pocas réplicas tiene en la Luisiana de la serie. Entra ellas, ésta.

Donde la Cruz vuelve a estar en esa contigüidad especial con la cabeza de Cohle que tratábamos al comienzo del análisis.

Frames 4º y 5º ampliados.

Una atmósfera, por lo tanto,

Frame ampliado.

toda ella desmaterializada, diríamos, sublimada, que conforma el fondo de la cabeza de Cohle.

Y en cuya figura recortada por ese fondo se anclan todas las aristas del padre.

Un padre tan opaco y con un punto de vista tan inaccesible como todas las figuraciones del padre que cruzan True Detective.

Frame 3º ampliado.

A través de las cuales podemos restituir el eje que articula todo el punto de vista en True Detective.

De Marty a Cohle,

y de este a su padre.

Frame 1º ampliado y volteado horizontalmente. Frame 2º ampliado.

10. Maggie

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 08/05/2017 (3)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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Gallina de mierda

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Resulta, pues, obligado, para concluir, volver a Maggie.

Esa esposa de Hart que -ya nos aproximamos a ello- posee esa estatura magnífica capaz de amedrentarlo y someterlo:

Poco más tarde, en casa, estallaba el conflicto entre ambos:

Marty: Okay, well, what do you want me to say?

Marty: You want me to talk about the woman, had antlers?

¿Quieres que te hable de la mujer que tenía la cornamenta?

Una vez más, Dora Lange se cruza con Maggie. Pero Maggie no es una víctima, sino, como vamos a ver en lo que sigue, la mujer que amedrenta a Hart hasta la parálisis.

Marty: Do you want me to tell you about the kids disappearing, and maybe you’ll stop with the “poor me” little whiny bullshit?

En principio, Hart cree gestionar la queja de su esposa localizándola en la posición de una débil víctima de su conducta que a todas luces ella no es.

Maggie: Is that what you’re saying, hmm? That I’m trying to make you feel bad for me?

Maggie: Is that really how you want to play this?

Marty: No, honey. I think you’re the greatest woman I ever met,

Escúchenlo: tú eres la mujer más grande que he conocido.

En principio, esta frase no es, desde luego, más que el prolegómeno amable de la crítica que Marty va a hacer a continuación a su esposa. Pero les invito a que la separen de ella y la tomen al pie de la letra, pues explica bien la conducta sexual de Hart: porque es la mujer más grande que ha conocido, porque es una mujer demasiado grande para él, él huye en jovencitas perversas ante las que se siente seguro,

como Lisa

o Beth.

Muchachas que, por su edad, se encuentran más cerca de sus hijas que de su esposa.

Marty: and you’re the greatest thing that ever happened to me. But, yeah, you know, sometimes

Marty: I think you

Marty: might have a penchant for self-pity.

Marty acusa a Maggie de sentir autocompasión, y sin embargo eso es precisamente lo que él siente hacia sí mismo.

Marty: And right now I need you to be strong

Marty: so that I can do my job.

Maggie: You have developed some sort of selective deafness.

Sordera selectiva, es decir, solo oyes lo que quieres oír.

Maggie: You used to not be such a chicken shit, I swear.

No solías ser un quejica, traducen los subtítulos españoles, pero lo que se dice en inglés es Gallina de mierda.



Medusa

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Llegado el momento, Hart se ve confrontado con esa hiperestimulación sexual de su hija Audrey de la que no quisiera saber nada aun cuando, como ya hemos anotado, es en buena medida el efecto directo de su propio deseo en tanto éste le conduce fuera del hogar familiar.

Pronto oiremos como la escena misma lo declara. Pero antes de ello conviene anotar algo en estos primeros cuatro dibujos. Tres de ellos presentan el coito. El cuarto, en cambio, parece dibujar un momento anterior que lo precede.

Y bien, sobre esa oposición se dibuja otra: si el varón es más grande en ese dibujo que precede al acto sexual, en los otros tres, en cambio, es dibujado como más pequeño, como disminuido.

De modo que ese varón podría ser Hart, tanto como esa mujer podría ser Maggie.

Pero queda un quinto dibujo:

en él el varón aparece de nuevo con mayor dimensión, pero enmascarado, al modo de los practicantes de los cultos criminales.


Hart lo ve sin verlo realmente, mientras Maggie atraviesa el plano tras él


para, a continuación, aparecer en el interior del espejo y luego entrar en cuadro por la derecha, completando ese movimiento por el que lo rodea de todas las maneras posibles.

Maggie: That’s the extent of your concern?

Hart: Well, no.

Hart: I just don’t know what looking at it any more is gonna do.

Maggie: It’s her.

Maggie: It’s her. I’m concerned.

Hart: Well, she’s just

Hart: trying to get attention, and the other girls–

Hart, todo el tiempo, sabe sin saber; es, en cierto modo, un artista del autoengaño: reconoce que Audrey quiere llamar la atención, pero ignora que es su atención la que quiere llamar.

Hart: Jesus, how do they even know about that stuff yet?

Maggie: Girls

Maggie: always know before boys.

Hart: Why is that?

Maggie: Because they have to. Listen to me. She’s withdrawn. She asks about you,

Maggie: and she wants to know why you’re working so much now.

Aquí lo tienen. Audrey se pregunta, en suma, por el deseo de su padre: por el deseo que se encuentra en el fondo de su trabajo.

Hart: Well, I should be working less.

Hart: Task force is gonna take that case, and I’ll be around more.

Maggie: Last week?

Evidentemente, Maggie sabe que Hart la engaña.

Hart: I’m sorry about that. I should’ve begged off. We were having a good night.

Maggie: Don’t stop me. Talk.

Maggie: I’m close, Marty.

Maggie: Do you hear me? I’m close.

Intensa, temible, amenazante, se nos presenta esta Maggie de la que Hart huye tartamudeando.

Hart: Um, they’re gonna pull that case from us,

Hart: and I’ll be around more, and we’ll do things.

Maggie: Why is there all this

Maggie: space between us, Marty?

Hart: I don’t know what you mean.

Maggie: You do know what I mean,

Maggie: and you won’t say, and that’s it. That’s what I’m talking about. This last

Maggie: year, you’ve been a sulky teenager. You know it.

Ciertamente, como un adolescente malhumorado corre detrás de las jovencitas.

Maggie: I’m trying to be your friend, Marty.

Hart huye hacia la cama, con lo que Maggie queda centrada en el espejo.

Hart: I’m just not good at… you know, expressing.

Ella, de nuevo, le rodea a la vez que él declara carecer de palabras.

Hart: We change, don’t we, and sometimes not for long.

Maggie: And here I’m thinking people don’t really change at all,

Y todavía una vez más Maggie vuelve a rodear a Hart.

Maggie: not who they are at heart.

Se coloca frente a él.

Maggie: You know, I try to remember things because I feel like I should, like it’s my job or something, you know, early days,

Ocupando ahora, delante del espejo, el mismo lugar que hace un momento ocupaba dentro de él.

Maggie: and I’m tired of trying to remember.

Hart: Part of this– and

Hart: I’m not talking about the part that’s all my fault– but

Hart: part of it, it’s just life.

Interesante composición vía espejo: Maggie, siempre más elevada que él en plano, a la vez le mira y -en el espejo- le da la espalda.

Hart: We –

Hart: We used to spend weekends without leaving my room.

Maggie: That’s not what I mean.

Hart: Remember that?

Maggie: Of course

Maggie: we don’t screw like we’re 19.

Maggie: God, you want low expectations.You know,

Maggie: you put a ceiling on your life, on everything, because you won’t change.

Maggie: You were so much smarter when I met you,

Es duro lo que le dice. Y él ora la mira en contrapicado, ora agacha la cabeza sintiéndose culpable como un niño.

La curva del cabecero de la cama rodea su cabeza. Algo semejante a lo que sucede en el contraplano, con la curva equivalente del espejo que enmarca a Maggie.

Maggie: you know?

Hart: I’m sorry, Maggie.

Acorralado, se disculpa como un colegial.

Hart: I’m

Hart: sorry for everything– for not being here, for

Hart: taking all this for granted.

Pero el interrogatorio prosigue:

Maggie: What have you been doing, Marty?

Hart: I–

Y Hart se deshace como un niño

Hart: Work, home, cases.

incapaz de resistir la fría, desencantada mirada de Maggie.

Hart: Just– I —

Hart: I get to feeling like– Look. I can see 40… and it’s like I’m that coyote in the cartoons, like I’m running off a cliff,

Hart: and if I don’t look down and keep running, I might be fine,

Hart: but, um… I think

Según ella se acerca, la angulación de la mirada de Hart se acentúa,

Hart: I’m all fucked up.

en lo que tiene el aspecto de una rendición total.

Como es total su debilidad y su indefensión ante ella.

Maggie: You are. Yes. You are.


Entregado, sometido…

ella le abraza.

Y entonces:


Emerge la medusa que hay en ella.

¿No es después de todo eso, ese poder aterrorizante y paralizante, lo que caracteriza a la medusa en la mitología griega?


La violación de Cohle

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Episodio seis:

El mundo entero parece encontrarse bajo el reinado de la diosa.

Es el propio Cohle quien ilumina el mapa trufado de fotos de víctimas, mientras la sombra de la corona de esa diosa parece a la vez ceñir y amenazar al entero territorio.

Y esa corona ciñe igualmente su cuerpo amenazando con apresarlo como hace un momento veíamos que apresaba el mapa del territorio.

A la derecha puede verse ahora el que sin duda es su propio dibujo de la imagen de la diosa que descubrieran los detectives en el final del segundo episodio en la iglesia quemada y abandonada.

Pero si a la derecha se encuentra esa figura demoníaca, a la izquierda está presente el crucifijo.

De modo que el plano invita a ser leído así: es el crucifijo que late en el interior de Cohle -que está tras él, constituyendo el fundamento de su fuerza-, aquello en lo que se apoya para hacer frente al mundo demoníaco.

Nada lo hace tan patente como la decisión del cineasta de introducir ambas figuras a la vez. Retrocedamos:


Como ven, ambas, presentes en la escena pero hasta ahora ocultas, afloran a la vez en la imagen.

Es en este momento, en la encrucijada entre esas dos referencias religiosas -la cruz a la izquierda, la diosa a la derecha- cuyo combate constituye el fondo del relato, cuando va a comenzar la escena de la seducción de Cohle por Maggie.

Y bien: si la cruz está ligada desde el comienzo a Cohle, resulta obligado colocar a la diosa cornamentada del lado de Maggie.


Por de pronto, el cambio de plano introduce al fondo la puerta por la que ella va a llegar.


Y antes de que ello suceda, Cohle dirige el foco de su linterna hacia la gran cornamenta que tiene sobre su mesa. Dado que esa mesa se encuentra en el centro de la habitación, resulta obligado deducir que la corona es lo que ocupa ahora el centro del espacio de Cohle.

Cohle se ensimisma en ella.


(Knock on door)

Llega incluso a arrodillarse ante ella en lo que podría parecer un gesto de devoción.

El caso es que eso, esa genuflexión, ha sucedido en el mismo momento en que escuchábamos los golpes a la puerta de Maggie.

(Knock on door)

Cohle: What?

Maggie: He’s

Maggie: doing it again. He’s been doing it.

Es, en principio, una mujer desvalida la que llama a su puerta, pero…

Maggie: I can’t live with it.

Maggie: I can’t live with it.

Una vez allí, se adueña del espacio.

Maggie: again. Did you know?

Y, así situada en el centro de la habitación, un tan inquietante como sensual halo de luz la rodea.

Maggie: Did you know?

Cohle: No.

Ella se centra en el espacio mientras se deja oír una música de vagas resonancias litúrgicas.

A su vez Cohle se ha colocado en el centro de esa suerte de panel de fotos de víctimas que se encuentran sobre su cocina.

¿Será porque ese es ahora su lugar?

Y la foto central es la de la pequeña Marie Fontenot.

Maggie: are you doing in here? What happened?

¿Qué sucedió?

Cohle: I’m off the job.

Que ha perdido su trabajo.

Pero no solo eso, no eso esencialmente.

Retrocedamos.

Cohle: I’m off

Ha perdido, antes que nada, a su hija, una niña de la edad de esa pequeña Marie Fontenot asesinada cuya foto se encuentra ahora precisamente detrás -o dentro- de su cabeza.

Cohle: the job.

Como clavada en su centro mismo.

Maggie: That’s not what I mean.


La mujer que no tiene, la hija que ha perdido, todo ello en el contexto más hogareño, el de la cocina.

Y la niña justo en el centro, entre ambos.

Maggie: You can’t live like this.

Cohle: You know, people that give me advice, I reckon they’re talking to themselves. What are you doing?

Maggie: Some people, no matter where they look, they see themselves.

De nuevo esa calculada composición: la familia que no tiene, cruelmente suscitada por esa hechicera maligna en que se ha convertido ahora Maggie.

Para que no haya duda posible sobre ello, en primer término se encuentra la extraña escultura y la corona cuyos cuernos parecen estrechar las caderas de ambos.


Lo tortuoso de la escena encuentra una apropiada expresión en la manera escogida para rodarla. El mueble superior de la cocina parece encajonarlos a la vez que oculta sus rostros.

Maggie: Be honest… with me now.

Es una escena de una crueldad extraordinaria. Pues cuando ella reclama la sinceridad de él, lo que reclama realmente es la declaración y la rendición de su deseo. En suma: él, Cohle, es la víctima de una violación.

No tanto de su cuerpo como de sus emociones más íntimas.

Y la pequeña Marie no cesa de contemplarlo todo.


No se les debería escapar, a este propósito, la sugerencia de agresión vampírica en el modo en el que ella le besa.

La niña, de nuevo.

Y el resto de las fotos completan el paisaje necrofílico de la escena.

Pero es la foto de la niña la que, insisto, preside y contempla la escena.


Y el vestido de ella, es un vestido de flores:

(Moaning)

Maggie: Ah… Ah…

Maggie: Ah!

Maggie: Ah!

Maggie: Ahhh.

Cohle: Yeah.

Maggie: Ahh.

Ni que decirlo tiene: la posición en la que realizan el acto remite a la posición de la Dora Lange ante el árbol.

Maggie: Ahh. Ahh. Uhh Uhh.

La cámara toma de nuevo distancia para mostrar la desangelada escena colocando en primer término, de nuevo, en el centro, la escultura demoníaca y la corona cornamenta que ahora parece rodear la cadera de Cohle.

Maggie: Uhh Uhh.

Por lo demás, el cineasta saca un buen partido de la cornisa de la cocina para romper el rostro de Maggie y visualizar la desabrida sensualidad de la escena.

Maggie: Ahhh.

Desolación, sin duda.

Y también, de nuevo, crueldad.

Pues es igualmente cruel la rapidez con la que ella le expulsa de sí,

(Stumbles into table)

proyectándole contra la mesa -oímos su choque con ella- en la que podría haberse clavado los cuernos de la corona.

Cohle: What the fuck are you doing here?

Cohle: Huh?

Maggie: I’m sorry.

Hay algo ahora en ella extraordinariamente puntiagudo, en la misma medida en que el afilado cuerno parece fundirse con su cuerpo.

Por lo demás, el conjunto de las fotos de las víctimas de los crímenes la rodean y encuadran simétricamente.

Maggie: You know… it wasn’t you.

Algo de altar tiene la imagen.

Y en ese altar reina Maggie, rodeada de las víctimas de los crímenes.

Lo que en ningun caso evita que aquí, ahora, la víctima sea Cohle.

Maggie: Really. I… I wasn’t even sure I could do it, ’cause seventeen years is a long

Cohle: Huh?

Maggie: You know. I almost went with a… with a stranger, a bar.

Maggie: I’m sorry, Rust.

Maggie: He’ll have to go, you see, because

Maggie: this

Cohle: Fuck

Maggie: he won’t live with.

Supongo que perciben la crueldad de la escena, pero, por si acaso, se la deletreo: Maggie, sabiendo que Cohle la ama, le utiliza para deshacerse de su marido, Hart, sin ignorar que eso equivale a arrebatar a Cohle el único amigo que tiene.

De modo que les está abandonando a los dos.

Cohle: Get the fuck out of here.

Ella sale de la casa como entró, convertida en una víctima sufriente.

Y sin embargo, mientras ha estado ahí, ha sido más bien la victimaria.

Maggie: This…

Cohle: You get the fuck.

Maggie: This will hurt him.

Cohle: Get the fuck out of here right now.

Maggie: I’m sorry, but thank you.

Cohle: You get the fuck out of here.

Maggie: I’m…

Cohle: Get the fuck out of here!


Cohle huele en la muñeca el olor de la mujer a la que ama y que sin embargo se aleja de él para siempre.

No menos terrible es la frialdad de la propia Maggie cuando, ejerciendo de narradora, omite esta escena.

(Papania: Do you know what was going on with Cohle around that time?)

Mientras que Cohle queda atrapado para siempre por un olor que ya no podrá olvidar.

Maggie: No. I knew that he got suspended and that he quit

Maggie: after he and Marty had his… they had their thing.

Por cierto, ¿cuál es ahora el color escogido para el vestido de Maggie?

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Freud / Lacan

Ética: Lacan / Freud

Jesús González Requena
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

Las líneas que siguen tienen por objeto mostrar hasta que punto la concepción de la ética de Jacques Lacan -lo que él denomina la ética del psicoanálisis- contradice de manera directa y total la concepción de Sigmund Freud, por más que el autor francés pretenda, a lo largo de su Seminario 7 atribuir al fundador del psicoanálisis los fundamentos de su reflexión sobre este asunto.

«Si hay una ética del psicoanálisis -la pregunta se formula-, es en la medida en que de alguna manera, por mínima que sea, el análisis aporta algo que se plantea como medida de nuestra acción -o simplemente lo pretende.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis (1959 – 1960), texto establecido por Jacques-Alain Miller, Traducción de Diana S. Rabinovich. Unica edición autorizada. Responsables de la edición en castellano de el seminario: Jacques-Alain Miller y Diana S. Rabinovich, Ediciones Paidós, p. 370.]

La fórmula condicional de este enunciado -si hay una ética del psicoanálisis…- da al mismo el carácter de una pregunta, a la vez que sugiere una respuesta positiva que va a ser aportada solo tres páginas más adelante. -Y debe tenerse en cuenta que nos encontramos en el último capítulo, el de llegada, por decirlo así, de ese seminario:

«porque sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo (…), un juicio ético es posible, que representa esta pregunta con su valor de Juicio Final -¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita? Esta es una pregunta que no es fácil sostener. Pretendo que nunca fue formulada en otra parte con esta pureza y que sólo puede serlo en el contexto analítico.

«A ese polo del deseo se opone la ética tradicional.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis, p. 373]

Como puede verse, Lacan afirma que hay una ética del psicoanálisis porque hay, desde el punto de vista del éste, un juicio ético es posible: el que se establece a partir de una pregunda a la que se da el carácter de definitiva -dado el valor de Juicio Final que se postula para ella-: ¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?

De modo que la conducta ética sería aquella en la que el acto fuera conforme con el deseo del sujeto, es decir, que apuntara a su realización.

Y ciertamente, tal es lo explícitamente afirmado pocas páginas más tarde con toda rotundidad:

«Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis, p. 379.]

Y por cierto que en esta nueva afirmación que viene a confirmar la anterior, se incluye el asunto de la culpa, compañero inevitable de la reflexión ética.

De modo que, sostiene Lacan, el acto ético es aquel que es conforme con el deseo del sujeto tanto como el acto no ético, el acto culpable, es aquel en el que el sujeto cede -es decir: renuncia- a su deseo.

Veamos ahora cual es la definición freudiana del acto ético:

«Ético es quien reacciona ya frente a la tentación interiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos éticos, se expone al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda. No ha realizado lo esencial de la eticidad, la renuncia, pues la vida ética es un interés práctico de la humanidad.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, traducción de José Luis Etcheverry, Obras Completas, Vol. 21, Ed. Amorrortu, p. 175.]

Conducta ética es para Freud la que no cede a la tentación interiormente sentida, es decir, la que no cede al deseo, la que resiste la exigencia pulsional.

De modo que el rasgo mayor, esencial, definitorio de la conducta ética es, para Freud, la renuncia.

Que lo contenido este esté párrafo constituía una firme convicción freudiana es algo que resulta indiscutible por como el propio Freud se reafirmó en ello en una carta de contestación que escribió a una reseña que Theodor Reik, uno de sus discípulos, publicara sobre este texto y en la que éste ponía en cuestión la concepción de la eticidad sostenida por Freud

«Mantengo mi creencia en una norma social de ética científicamente objetiva y por eso no discuto el derecho del excelente filisteo a que su conducta sea considerada buena y moral, aunque le haya exigido muy escasa conquista de sí.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 174]

James Strachey introduce aquí una nota explicativa:

«Reik había escrito: “La renuncia fue otrora el único criterio de la moralidad; hoy es uno entre muchos. Si fuera el único, el excelente ciudadano y filisteo de torpe sensibilidad que se somete a las autoridades, y cuya falta de imaginación torna mucho más sencilla su renuncia, sería éticamente muy superior a Dostoievski”.»

Por lo demás, lo aquí expresado es del todo congruente con lo poco después afirmado en El malestar en la cultura sobre las dificultades de ésta para contener la pulsión de destrucción de los hombres y del papel de la ética en esa tarea:

«El superyó de la cultura ha plasmado sus ideales y plantea sus reclamos. Entre estos, los que atañen a los vínculos recíprocos entre los seres humanos se resumen bajo el nombre de ética. En todos los tiempos se atribuyó el máximo valor a esta ética, como si se esperara justamente de ella unos logros de particular importancia. Y en efecto, la ética se dirige a aquel punto que fácilmente se reconoce como la desolladura de toda cultura. La ética ha de concebirse entonces como un ensayo terapéutico, como un empeño de alcanzar por mandamiento del superyó lo que hasta ese momento el restante trabajo cultural no había conseguido.»

[Freud: (1929): El malestar en la cultura, p. 137-138]

Volvamos aquí:

«Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p 379]

«Ético es quien reacciona ya frente a la tentación interiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos éticos, se expone al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda. No ha realizado lo esencial de la eticidad, la renuncia, pues la vida ética es un interés práctico de la humanidad.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 175]

Lo neto de la oposición entre lo afirmado por Freud y lo afirmado por Lacan sobre la ética resulta especialmente patente en el uso, en sentido opuesto, de una misma palabra: la palabra ceder.

Para Freud, la conducta ética exige no ceder al deseo, mientras que para Lacan consiste no ceder en el deseo.

O en otros términos: renunciar -Freud- o no renunciar -Lacan- en el campo del deseo.

Y algo del todo semejante sucede, por tanto, por lo que se refiere a la culpa.

Si en Freud la culpa aparece por la presión del super-yo cuando el yo ha renunciado a cumplir uno de sus mandatos, en Lacan, en cambio, la culpa aparece en el caso opuesto: cuando el yo renuncia a cumplir su deseo.

Pero es evidente que eso supone, en la práctica, negar la culpa, rechazarla totalmente, cosa que sin duda habría de entusiasmar a buena parte del mundo intelectual europeo de esa década de los sesenta que acababa de comenzar cuando Lacan terminaba de impartir su seminario sobre la ética.

Una pregunta, a este propósito, es obligada: ¿por qué no reconoce Lacan que su posición sobre la ética es exactamente la opuesta a la de Freud, en vez de presentarla como una deducción lógica de los presupuestos freudianos?

Pues, como es sabido, Lacan siempre se presentó a sí mismo como el directo heredero teórico de Freud, como su mejor y más fiel intérprete.

¿Desconocía el texto de Freud Dostoiewski y el parricidio?

Si lo conocía -y es bien probable, dada la insistencia con la que retorna una y otra vez al tema del parricidio a lo largo de sus seminarios- mentía cuando presentaba su reflexión ética como heredera directa del psicoanálisis freudiano. Y si no lo conocía, eso diría bien poco de su autopresentación como el mejor especialista en la obra de Freud.

En cualquier caso, ya hemos mostrado como la misma noción de la ética está presente en El malestar en la cultura, texto insistentemente citado por Lacan, tanto en el seminario La Ética del psicoanálisis como en tantos otros.

Pero el asunto más notable ya no es que Lacan lo supiera o no lo supiera, asumiera conscientemente su impostura o se deslizara en ella sin darse cuenta del todo. Lo realmente llamativo, dado que su seminario sobre la Ética es uno de los más conocidos y citados, es que nadie, en el mundo lacaniano, se haya dado por enterado de la existencia de esta abultada contradicción.

Y ello, sobre todo, porque esta cuestión de la ética no puede para nada ser considerada marginal, dado que afecta de manera central a esa estructura teórica mayor del psicoanálisis que es el Edipo.

No solo porque la ética llega con el superyo en esa su fase final que es la del sepultamiento del complejo de Edipo, sino también porque se encuentra implícitamente implicada desde su comienzo mismo.

Pues, si la máxima ética lacaniana reclama no ceder en el deseo, ¿no entra en contradicción directa con esa primera ley que es la prohibición del incesto?

Ese ley que prohíbe precisamente ese mayor deseo que es el originario deseo incestuoso…

¿No late en la posición lacaniana, tal y como se manifiesta en el seminario sobre la ética, aquella interpretación ingenua del psicoanálisis que hicieran los surrealistas según la cual toda represión era impugnada en nombre de la libertad absoluta del deseo?

En rigor, lo máxima mayor de la ética del psicoanálisis lacaniana, en tanto que desafía toda represión, incluida por tanto esa primera represión que introduce el Edipo, parece más bien una invitación a la psicosis.

Por lo demás, conviene tener en cuenta que Freud no hubiera aceptado nunca la existencia de una ética del psicoanálisis. El motivo para ello es obvio: para él el psicoanálisis era una ciencia. Y del mismo modo que no tiene sentido hablar de la ética de la física o de la ética de la química, carece de sentido hablar de una ética del psicoanálisis.

Tiene sentido, en cambio, hablar de ética estoica, de ética cristiana o de ética comunista. ¿Por qué? Porque la proposición de un sistema ético -no digo de una teoría de la ética, sino de un conjunto sistematizado de principios éticos- es algo característico de toda concepción del mundo.

Conviene, a este propósito, leer la última de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1932), la treinta y cinco, que lleva por título En torno a una cosmovisión.

«el psicoanálisis. Como ciencia especial, una rama de la psicología -psicología de lo profundo o psicología de lo inconciente-, es por completo inepta para formar una cosmovisión propia; debe aceptar la de la ciencia.»

[Freud (1932): Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis]

Allí explica por qué el psicoanálisis, en tanto disciplina científica, no puede ser ni contener una concepción del mundo y que debe limitarse a hacer suya la concepción científica del mundo.

Pero, añade de inmediato, como concepción del mundo, la científica es netamente decepcionante, pues, por su propio caracter científico, no puede dar lo que las concepciones del mundo dan: explicaciones completas del mundo, de su origen y su sentido, y, por ende, una fundamentación totalizante de la conducta humana.

De modo que postular la existencia de una ética del psicoanálisis equivale a comenzar a dejar de pensar al psicoanálisis como una ciencia para comenzar a pensarlo como una concepción del mundo.

Y claro está; donde hay concepciones del mundo hay también, siempre, profetas.

Tal es lo es lo que sucede progresivamente a lo largo de la obra de Lacan, quien comenzó siendo el abanderado de la reivindicación del psicoanálisis como ciencia para ir cuestionando cada vez más acentuadamente este presupuesto hasta llegar a impugnar totalmente el carácter científico del psicoanálisis. -por lo que a ese historial se refiere, remitimos a El punto de quiebra del discurso lacaniano

(disponible en www.gonzalezrequena.com).

 

9. Contaminaciones

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 08/05/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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La pista amarilla

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¿Recuerdan lo que condujo a los detectives hasta esa iglesia de la Diosa?

Sabemos que el texto que esa pista contiene supone un punto extremo de contaminación entre el cristianismo y el culto satánico que perpetra los crímenes.

Aunque es Jesucristo el en ella nombrado, el color intensamente amarillo del papel remite a ese Rey Amarillo que podría ejercer como el supremo sacerdote de la diosa.

Y si los brazos abiertos de la figura pueden rememorar la cruz, el gran círculo llameante que hay tras ella parece estar más cerca de la espiral.

De modo que la imaginería del cristianismo se ha convertido en la pantalla que oculta el culto satánico.

Es evidente en que medida Cohle se ha de sentir, en ello, concernido:

Pues las llamas se encuentran tanto en torno a la cabeza de Cohle como a la de Jesucristo.

De nuevo, pues, la contaminación: dado que las propias llamas son amarillas, como el Rey amarillo mismo.

Pero sabemos con qué hace frente Cohle a esas llamas:

Cohle: Days like lost dogs.


Se dan cuenta, supongo, de la neta oposición de temperaturas cromáticas.

Frente al intenso amarillo de las llamas, el crucifijo de Cohle viene a enfriar ese ardor. No es que excluya toda pasión, pero sí que apunta a sublimarla, es decir, a espiritualizarla.

En rigor, la imagen del Jesucristo amarillo presenta una constelación visual mucho más cercana a esta:

Especialmente si hacemos abstracción de la figura de Cohle:

En ella, los cuernos tienen algo de llamas y, en cualquier caso, tal y como son mostrados ahora, parecen dibujar una forma circular.

Pero, en rigor, no podemos obviar la presencia de Cohle aquí:

Es un hecho que él, para combatirlo, se introduce en profundidad en ese culto al que busca hacer frente.

Diríase que incluso ensayara ocupar el lugar de su supremo sacerdote.

El suyo es un viaje de exploración y de combate: propiamente de descenso a los infiernos.


El bosque y el prostíbulo

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Ahora bien, ¿de dónde han obtenido esa pista?

Del interior de un frondoso, salvaje y oscuro bosque.

Marty: That it?


habitado por prostitutas que podrían ser también oscuros ángeles, uno de los cuales reina en el lugar:

Marty: Hello, ma’am.

Marty: Martin Han, Rustin Cohle. State CID.

Marty: This your place?

Por supuesto, no piensen que ignoro la voluntad realista en la descripción de este degradado burdel de la Luisiana.

Solo les llamo la atención sobre el hecho de que esa mirada realista para nada es incompatible con la estilización que introduce ciertas connotaciones mitológicas.

La primera de todas, el bosque,

tan asociado a los primeros cultos religiosos ensayados por los hombres como a los sacrificios que en ellos tenían lugar.

¿Y cómo no recordar aquí, por lo demás, el árbol de la escena del crimen?

Es pues de un sórdido bosque asociado con el sexo prostituido de donde procede esa pista que podría ser también un mensaje.

Cohle: That a down payment?

Como saben, el comentario de Cohle tiene por objeto el dinero que hace un momento Hart ha entregado, en un gesto de compasión, a la joven prostituta amiga de la asesinada.

Y saben también el largo alcance narrativo que este comentario, dicho como de pasada en este segundo episodio, tiene en la serie: aunque Hart no lo sabe, ciertamente está dando un pago por adelantado a la prostituta que años más tarde -a la altura del capítulo 6- convertirá en su amante -esa misma, ya lo hemos advertido, a la que terminará por parecerse su propia hija.

Y es que -también lo señalamos- los árboles de este bosque alcanzan incluso a la casa de Hart.


Cohle: That a down payment?

Hart, claro está, se da por ofendido por el comentario:

Marty: Is shitting on any moment of decency part of your job description?

Tiene su parte de razón. No hay duda de que lo ha hecho con buena intención. Le gustaría redimir a la chica, tanto como se ha apiadado de su condición de prostituta prematura.

De hecho, buenos sentimientos como estos afloran en Hart continuamente paralizándole como detective -nublándole los ojos de piedad, impidiéndole ver-: así sucedía también en el interrogatorio de los Fontenot o en el de la madre le la víctima.

Son buenos sentimientos, pero son también la máscara que oculta sus deseos más oscuros, como cumplidamente sucederá con esta joven prostituta a la que, como acabo de recordarles, convertirá en su amante y a la que, también sin saberlo, buscará parecerse su propia hija…

Les llamo la atención ahora sobre todo esto por la semejanza que ello mantiene con el modo en que el cristianismo ambiental, blando y sentimental del que el propio Hart participa, aparece en la serie como máscara de los cultos satánicos. Y ciertamente, en ello pueden reconocerse aspectos de la crítica nietzscheana al cristianismo. Pero la diferencia radical estriba en que Nietzsche reduce a eso al cristianismo -no en balde fue el filósofo del eterno retorno- mientras que en True Detective, por contra, un cristianismo más puro e intenso aparece opuesto a tal mistificación.

O en otros términos: en el combate entre

la cruz

y la espiral

queda situado ese falso, blando y sentimental cristianismo, como una pantalla de confusión y de mistificación.

Cohle: “I closed

Cohle: my eyes and saw The King

Cohle: in Yellow moving through the forest.”

Y, ciertamente, el rey amarillo es un rey del bosque.

Pero en ello sólo repara Cohle,

Cohle: This is her diary, Marty.

Marty: A girl that young?

porque Hart sigue instalado en su particular ceguera.

Marty: You know the sheriff has got a stake in this place, too.

Como pueden ver, sigue todavía del todo enceguecido por esos buenos sentimientos que enmascaran sus deseos más oscuros…

Cohle es todo lo contrario, él mantiene los ojos bien abiertos; nada nubla su mirada, pues no se oculta a sí mismo que esos deseos violentos y crueles que combate existen en él mismo -de hecho, los usa como guía para aproximarse a los criminales.

Marty: Fucking Christ.

Cohle: “The King’s children were marked. “They became his angels.”

¿Ven por qué les decía hace un momento que las prostitutas de este bosque tenían algo de ángeles caídos?


Estrellas

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Cohle: The Yellow King, Carcosa.

Y por cierto, ¿se dan cuenta que esa sistemática red de conexiones contaminantes alcanza incluso a ese ámbito en el que Cohle localiza la expresión más pura de su ideal?

Me refiero, claro está, a las estrellas: pues en principio están del lado más noble de Cohle. Las estrellas de Alaska,

Marty: didn’t you tell me one time at dinner once, maybe, about you used to… you used to make up stories about the stars?

Cohle: Yeah, that was–

Cohle: that was, um, in A-Alaska, under the– under the night skies.

como la que él mismo encarna, a través de su cerveza, como estrella solitaria.

Si es cierto que las estrellas comparecen como la metáfora misma de su ideal -de ese ideal que él mismo encarna, contra viento y marea, a costa de la soledad más absoluta-, no es menos cierto que las estrellas aparecen también aquí:

Estrellas negras como las que invocará Reginald Ledoux hastas tres veces:

Ledoux: It´s time, isn´t it?

Ledoux: The black stars.

(…)

Ledoux: The black stars

Ledoux: rise.

Cohle: Why the antlers?

Y que por eso, en cierto modo, constituirán la respuesta a la pregunta nunca respondida que hace Cohle por el sentido de la cornamenta:

Ledoux: Black star.

Episodio 5:

Una virgen en actitud piadosa se encuentra en el colegio abandonado que Cohle descubrirá repleto de las trampas siniestras.

Y tras la Virgen, San Juan, el hijo amantísimo

convertido en guardián de los infiernos.


Un ángel de mirada malévola -más bien un súcubo- que sangra por la sien.

Anoten aquí, una vez más, eso que la serie nunca dice verbalmente, pero sí de manera insistente en el plano visual: su sexo es femenino.

Como sucede igualmente con el de esta otra figura.

O con el de esta tercera.

Nos aproximamos, pues, al reino de la diosa.

Recuerdan que aquí Cohle encuentra un bosque de esculturas infernales -un modelo reducido del que luego encontrará en Carcosa-


pero lo que quizás no recuerden es lo que el espectador ve -aunque no el propio Cohle- cuando la escena -y el episodio- acaba:

Estrellas pintadas sobre el cristal.


Pero también en las paredes…


Y esas estrellas aparecen también aquí,

Donde, sin embargo, anotémoslo porque volveremos a ello más tarde, parecen ser a la vez flores.


Contaminación del espacio de Cohle

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Como les digo, a diferencia de Hart, quien no quiere ver nada, a diferencia de su cristianismo sentimental con el que enmascara tanto la crueldad del mundo como la violencia que en él mismo habita, Cohle, y ese otro cristianismo existencial que él encarna, sabe del fuego que late en su interior y lo usa como guía en su lucha contra el crimen.

Lo que supone necesariamente, como les he señalado ya, un descenso a los infiernos.

Y, así, su espacio,


Hart: Don’t mention it. I, uh– I can’t stay.

en principio límpido y ascético, va contaminándose progresivamente de aquello a lo que combate.

El comienzo de ese proceso es localizado por la mirada de Hart antes de que haya comenzado su eclosión: Practical Homnicide Investigation. Tactics, procedures, and forensic techniques, Serial Jillers, The Encyclopedia of Forensic Science.

Y, encima de todos, Sex Crimes, de Alice Vrchss.

Marty: Yeah, I’ll tell you guys–

A la altura del episodio tres, el apartamento de Cohle ha cambiado profundamente de aspecto, hasta llegar a aproximarse a éste:

Tanto por lo que se refiere al aspecto como al color.

Y ello irá en crescendo.

De modo que las formas de la religión combatida parecerán reinar absolutamente en el mundo de Cohle.

(Cohle: Yeah. So while we were grilling B&E)

De hecho, Cohle había comenzado muy pronto a abismarse en los sótanos policiales donde se acumulaban las huellas de infinidad de crímenes anónimos.

Cohle: jerkoffs and burn victims, I decided to put insomnia to good use.

En cierto modo, los archivos policiales anticipan ya los oscuros pasillos de Carcosa: un espacio recóndito y subterráneo donde se acumulan las huellas de crímenes de los que nadie quiere saber nada.


(…)

(Cohle: young, old.)

(Cohle: Each one)

(Cohle: is so sure)

(Cohle: of their realness, that their sensory )

(Cohle: experience constituted a unique individual)

Como les digo, eso lo invade, lo contamina todo.

Y, así, todo se mezcla:

Cohle: You look in their eyes, even in a picture.Doesn’t matter if they’re dead or alive. You can still read them,

(Cohle: and you know what you see?)

(…)

(Cohle: how easy it was to just let go,)

(Cohle: and they saw– In that last nanosecond, they saw what they were,)

(Cohle: that you, yourself, this whole big drama, it was never anything but a jerry-rig of presumption and dumb will)

(Cohle: and you could just let go finally now that you didn’t have to hold on so tight…)

¿Lo han visto?

¿No les parece que podría tratarse de la misma mujer?

Y por cierto, retrocedamos por un momento:

¿Recuerdan de quien es la llamada que recibe ahora Cohle?

Cohle: This is Cohle.

Maggie: Rust, you’re home. It’s me.

Cohle: What’s wrong?

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8. La Diosa

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 08/05/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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Dos religiones frente a frente

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Cohle: Marty.

Les decía el otro día que lo primero que se hace visible de la figura oculta tras el follaje es su pecho netamente femenino.

Es digno de anotar, también, que el plano se divide verticalmente en dos términos. A la derecha se encuentran las palabras del Evangelio de Marcos que hablan de Jesucristo y de su compasión, de su capacidad de limpiar y sanar. A la izquierda, esa figura femenina y animal a la vez que, rodeada de vegetación en vez de palabras, presenta un aspecto a la vez sucio y brutal.

¿No les parece, entonces, que nos encontramos ante dos religiones, frente a frente?

En su vértice, que parte el plano por la mitad, entre lo uno y lo otro, ambos detectives.

Y si los detectives son apropiada figuración de investigadores, es decir, de pensadores, y en el límite de filósofos, True Detective, más allá de la reflexión dramatizada de un debate filosófico, se proyecta hacia el origen mitológico-religioso mismo de la filosofía.

Nada facilita mejor comprender en qué ha devenido esta iglesia destruida que contraponerla a la mostrada en el primer episodio:

Ciertamente, aquella parecía ya amenazada por la naturaleza, en forma de ese gran árbol del bosque que la rodeaba con sus grandes ramas. Pero era con todo, todavía, un templo intacto, por oposición al otro:

La una se afirma como templo, la otra, devastada por el fuego -y fue un fuego lo que el asesino provocó la noche del crimen con el que se inició la serie-

y, arrasada por él, posee ahora el aspecto de un ave.

La diferencia se hace tanto más palpable cuanto el cineasta ha buscado formas semejantes de mostrar el acceso de Cohle a cada una de ellas:

En una el altar está ocupado por la cruz, mientras en la otra es la naturaleza, el bosque y el agua, lo que lo ocupa.

La primera es, propiamente, un templo: un espacio cerrado, protegido del mundo -y en primer lugar de la naturaleza exterior. La otra, en cambio, es ya solo un templo desmoronado, invadido por la naturaleza exterior.

Como si se anotara una regresión extrema a los tiempos más arcaicos en los que no había todavía templos y los ritos, como en el caso de los druidas, se realizaban en el bosque mismo. -Y no por casualidad, porque la naturaleza era para ellos lo sagrado mismo.


La diosa Naturaleza

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Así sucede aquí: es la diosa naturaleza la que se ha adueñado de este espacio. Una diosa cuya potencia de transformación, caos y violencia se manifiesta bien en las ruinas del templo cristiano que ha conquistado y derruido.

¿No les parece ésta una imaginería apropiada para unos tiempos como los nuestros en los que se ha dado por confirmada la muerte del Dios patriarcal?

Pero, claro está, siempre que anotemos, simultáneamente, que su trono no ha quedado vacío, pues ha venido a ser ocupado por una diosa materna más arcaica y poderosa: la naturaleza.

Cohle: But there were other times,

La figura crece y se centra en la misma medida en que la cámara se aproxima.

Es, desde luego, más grande y parece más poderosa que los hombres que la contemplan.

Ante ella, Marty se ve obligado finalmente a quitarse sus gafas de sol, con lo que participa también él de la visión:

Algo más, por cierto, podría decirse de ese tamaño: es también el de los psicópatas que le rinden culto y a los que los detectives deberán combatir:

¿No sería entonces oportuno reconocerlos como titanes, quizás incluso como poderosos seres arbóreos?

Por lo demás, resulta evidente que el Errol del dibujo posee el aspecto de uno de esos satiros a través de los que se manifestaba el Baco romano o el Dionisio griego.

Ahora, en cierto modo, Cohle la está tocando.

Pero de tocar hablan las palabras escritas al fondo. Destaca especialmente la palabra compasión, colocada justo sobre la cabeza de Cohle.

¿Hacia dónde se dirige ahora la mirada de ambos?

Es sin duda el pecho de la figura el que captura sus miradas provocando en ellos -como en el espectador- el más extrañado desconcierto.

Sobran los motivos: ello traduce bien el giro sorprendente que aporta este final del segundo episodio con respecto a lo que ocupaba el centro del primero.

¿Qué?

No hay duda:

la figura femenina cornuda se ha puesto de pie.

De modo que pervive como lo que ya es: una manifestación de la diosa a la que ha sido sacrificada.

(Cohle: I thought I was mainlining the secret truth of the universe.)

Me sentía alineado -conectado- con la verdad secreta del universo.

Ahora bien, ¿será esa verdad secreta del universo con la que se halla conectado esa diosa ante la que ahora se encuentran?



Hart repite el gesto de desvelamiento que hace un instante realizara Cohle.

Y éste, a su vez, pasa a ocupar el lugar en el que entonces se encontraba Hart.

Algo más debe ser añadido: no solo la figura femenina cornuda se ha puesto de pie. El enunciado completo es: se ha puesto de pie y amenaza a la cruz.


Su potencia visual se verá incluso incrementada en el comienzo del tercer episodio:


En el que, como se puede apreciar, la presencia de la cruz ha quedado totalmente difuminada.


Los focos y las cámaras ahora presentes parecen casi un comentario sobre el estado actual del espectáculo cinematográfico contemporáneo, fascinado por la emergencia de las fuerzas del mal.


(Theriot: You were as blind to Him as your footprints in the ashes, but He saw you.)

Les decía hace un momento que era como si la figura de la escena del crimen se hubiera levantado.

Ahora esa idea resulta especialmente evidente, pues las hierbas que trepan por la pared y que han sido apartadas para facilitar la toma de fotografías recuerdan la forma del árbol de la escena del crimen.


El vídeo del horror

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Pero en cierto sentido esta figura

se había levantado ya antes:

¿Cuál será su próxima aparición?

Bajo la forma de la versión moderna del Rey Amarillo. Pues El Rey Amarillo (1895) es un relato de Robert William Chambers (1865-1933) cuya idea principal es la de la existencia de un libro terrible a cuyo horroroso hechizo no puede escapar quien llega a leerlo.

True Detective reactualiza esta idea en forma de vídeo: un insoportable vídeo snuff que marca indeleblemente a todo el que lo ve.

Y bien, ahí la tienen, de pie, esta vez en forma de niña.

Pero igualmente coronada.

Y ascendiendo a lo que a todas luces es un trono.

Esta nueva versión del libro del horror en forma de vídeo es una evidente referencia al abismamiento de nuestra cultura contemporánea en el espectáculo pornográfico.

Y por cierto que el propio televisor exhibe ahora la corona cornamentada como lo hace la pequeña niña que vemos en el vídeo avanzar hacia su inmolación.


Y luego siendo dispuesta para ser sacrificada

por figuras disfrazadas de animales.

Como ven, es la misma ambivalencia de la que venimos hablando todo el tiempo: reina coronada y víctima sacrificial.

Pero sucede que eso, tal y como lo atestigua Frazer en La rama dorada, era frecuente en las mitologías agrarias primitivas donde se realizaban sacrificios humanos en los que las víctimas eran representaciones de los dioses a los que esos mismos sacrificios se destinaban.


Apoteosis final

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Y, finalmente,

Errol: Them flies are gettin’ thick.


aquí la tienen de nuevo.

Escondida tras un arbusto, a la izquierda. Luego hacia el centro, bajo la figura de un árbol negro. Y, finalmente, corriendo entre las estrellas y las flores.

Indiscutible, inconfundible tanto su corona cornuda como su sexo femenino.

La veremos mejor más adelante:


Aquí la tienen, de nuevo.

Pero la van a ver con mucha mayor precisión de inmediato.



No hay duda de que es una diosa la que idolatran los criminales de True Detective. De modo que el Rey Amarillo no es el dios de esta religión loca y arcaica, sino solo su supremo sacerdote.

Aunque nunca se dice verbalmente en la serie, sí se dice, como ustedes están viendo, visualmente, con total explicitud. De hecho, en este momento es la mirada de Cohle la que conduce nuestra mirada al sexo de la figura.

Vuelve a aparecer después, cuando Marty sale de la cabaña en la que el criminal tiene atado a su padre.

Aquí tienen de nuevo, mucho más nítidas ahora, las tres figuras cornudas que veíamos al comienzo del episodio.

La que está debajo del árbol se encuentra arrodillada, como lo estaba el cadáver de la víctima al comienzo de la serie.


Marty: Rust?

Y el cineasta nos devuelve, a propósito de Marty, la misma combinación visual con la imagen de esa diosa que ya construyó a propósito de Cohle.

Cohle: Yeah!

Marty: Rust!

Cohle: Here!

Es una figura poderosa y amenazante, la que extiende sus brazos en torno a la cabeza de los dos detectives:

Y es la figura femenina que se encarna una y otra vez en las víctimas de la serie:

Es, en suma, la diosa naturaleza,

la que ha apresado y sometido al padre

a sus ciclos de lujuria y sometimiento.

Hasta aquí la presencia explícita de esta diosa arcaica.

Pero resulta obligado ahora preguntarse hasta donde alcanza su presencia implícita a lo largo de la serie.

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7. El altar de la naturaleza

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 24/04/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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    La cuestión del sentido

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    Marty: It don’t make sense. There is nothing out here.

    La cuestión del sentido: no tiene sentido que estemos aquí, que busquemos aquí, pues aquí no hay nada.

    Estamos ante uno más de los espacios degradados, mitad industriales mitad naturales, que reaparecen constantemente en la serie.

    Esa connotación, la de la degradación, afecta directamente a la cuestión planteada: la del sentido. Pero lo notable es cómo, más allá de ello, se despliega visualmente la cuestión del sentido en la escena.

    Recuerden que sentido significa, antes que nada, dirección. Y aquí dos direcciones son suscitadas. Una, la rectilínea de las vías del tren que pasan por ese viaducto. Otra, la sinuosa del camino que atraviesa el coche y que le lleva a cruzarse con ese viaducto por debajo.

    Como ven, el viaducto y su direccionamiento cobra en seguida una acentuada visibilidad:

    Cohle: There’s no date on this flyer, which is strange.

    Apunta hacia el conglomerado fabril del fondo.

    Por cierto que ahora se hace especialmente visible cómo la dirección del coche se cruza perpendicularmente, atravesando la dirección de esas vías.

    Pero la lógica de ese atravesamiento solo cristaliza cuando nos damos cuenta de que ese viaducto no solo apunta hacia el conglomerado fabril, sino también, a la vez, hacia la iglesia derruida.

    De modo que esa iglesia se encuentra frente a frente de ese conglomerado:

    Y así dos mundos opuestos -el de la industria moderna y el de las religiones antiguas- se encuentran confrontados -uno frente a otro-, separados por los canales de agua y, a la vez, conectados por el viaducto del ferrocarril.

    Y los protagonistas del relato se encuentran, precisamente, en la travesía, en la encrucijada de esos dos mundos.

    Podríamos decir que uno es el mundo de la racionalidad y el otro el del mito. Pero habría que añadir en seguida: esa racionalidad se ha vuelto turbia y sucia -como lo son las densas nubes de humo que emite el gigantesco conglomerado industrial-, a la vez que el mito se manifiesta devastado -como está quemada la iglesia.

    Retrocedamos:

    Marty: It don’t make sense. There is nothing out here.

    Notable encrucijada, que se manifiesta igualmente en el eje de verticalidad, pues los personajes se encuentran a la vez debajo del viaducto y, visualmente, desplazándose entre las nubes.

    Ya saben lo que les digo siempre que constituye la clave que hace bueno un diálogo: no tanto como él mismo dice lo que dice, sino como el cineasta ha escrito previamente eso que luego es declarado verbalmente.

    Cohle: According to this map, it should be within these few miles.

    Están desorientados, perdidos, a pesar de que tienen un mapa.

    Y es que también en este campo, el de los mapas, se manifiesta la encrucijada entre dos dimensiones opuestas.

    Está el mapa, pero está también la hoja amarilla.

    De nuevo, el primero pertenece al mundo de la racionalidad contemporánea como el segundo pertenece al de la antigua mitología.

    Y este segundo es, desde luego, un mapa en sí mismo enigmático, pues, ¿se trata de Jesucristo o del Rey Amarillo?

    Todo parece indicar que se trata del Rey Amarillo enmascarado tras la imagen de Jesucristo, usurpando su lugar.

    Ahora bien, ¿se dan cuenta de que eso mismo es lo que va a suceder dentro de un momento en la iglesia?

    Marty: Well, ahem, I guess if it’s one of those tent

    Marty: revival places, they move around.

    Cohle: Yeah. Tents usually do.

    Una poderosa diagonal emerge progresivamente en plano.

    Cohle: There’s no date on this flyer, which is strange.

    La hoja no tiene fecha.

    Ello es extraño.

    Son los términos del impasse en el que se encuentran los buscadores.

    Y esos términos configuran una manera de decir que es algo fuera del tiempo lo que va a emerger.

    La diagonal, ahora invertida y curvada, prosigue en plano.

    Atiendan a este juego de la inversión de diagonales, pues se prolongará en lo que sigue.


    Un ave oscura y gigantesca

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    Marty: There’s something up there.

    La primera aparición de la iglesia derruida sólo sugiere su presencia, pues se encuentra escondida entre los árboles, diríase agazapada como un animal al acecho.

    ¿Ven lo que les decía?

    La diagonal del viaducto del ferrocarril encuentra su equivalente inverso en la parte derrumbada del techo de la iglesia.

    Anotemos que en esta segunda imagen, por oposición a lo que sucedía con la primera, la iglesia adquiere un aspecto contundente, casi desafiante.

    Es, sin duda, una iglesia abandonada y semidestruida por un incendio, pero lo notable es el aspecto de esa semidestrucción. Erguida su fachada y la primera mitad de su nave, la segunda mitad, en cambio, se halla desplomada, pero con sus vigas quemadas enteras y en posición diagonal, al modo como se disponen las plumas de las alas de ciertas aves, dando al conjunto la forma de un ave oscura y gigantesca -así lo acredita la pequeña dimensión del coche frente a ella.

    La cámara se comporta, ante ella, de la misma manera como lo hizo ante el árbol del cadáver, desplazándose lentamente en travelling paralelo.

    La tercera imagen muestra el edificio en escorzo, enfrentado a la gran fábrica del fondo.

    Su aspecto de ave mitológica se incrementa si cabe -especialmente por el brillo de la luz que ilumina la viga inclinada superior, pero también por los canales de agua que se interponen entre la iglesia y la factoría del fondo, dibujando un entorno natural húmedo apropiado para la morada de las aves.

    Por cierto que ese agua ha aparecido inesperadamente, pues nada anticipaba su presencia en el plano anterior:

    Dada su posición, pareciera como si la iglesia mirara a ese conjunto fabril del fondo, al que pareciera amenazar y desafiar con su presencia.

    El agua se hace más visible, confirmando al lugar como un entorno ecológico idóneo para las aves -idóneo y, sin embargo, contaminado.

    Episodio uno:

    Cohle: I get a bad taste in my mouth out here.

    Cohle: Aluminum, ash, like you can smell the psychosphere.

    Pero estamos bien lejos de un discurso acomodadamente ecologista.

    Pues si la naturaleza se manifiesta contaminada por la maquinaria de una razón acumulativa y loca, ello hace emerger, a su vez, lo más oscuro y letal de la naturaleza misma.

    Y así son algo tan natural como las aves lo que viene a expresar esa locura:

    El plano se reconfigura como semisubjetivo: esas aves que han levantado vuelo parecen ligadas a la cabeza de Cohle.

    La cámara una vez más se mueve semicircularmente para centrar al conjunto de las aves en el momento en que dibujan una espiral ante su mirada.

    Cohle piensa. Y sus pensamientos están del todo ligados a ellas.

    Luego se vuelve lentamente hacia la iglesia derruida

    con -literalmente- las aves en su cabeza.

    Lo que viene a confirmar que es un ave -tan negra como ellas- la que le aguarda, en contracampo.


    [Papania: Wait, wait, back up. Are you saying you hallucinated on the job?]

    Alto ahí, dice Papania, ¿estás diciendo que tenías alucinaciones en el trabajo?

    ¿Y no constituye todo lo que sigue -todo lo que se va a ser encontrado en el interior de esa iglesia- una suerte de alucinación?

    Por lo demás, todo parece indicar que esta interrupción de Papania acredita lo que el flash-back cuenta como, al menos por esta vez, un fiel relato ofrecido a los interrogadores.

    Cohle: Mmm. No. I mean, I could always tell what was real or what wasn’t, you know. So when I’d see things, fuck, man, I’d just roll with it.

    Gilbough: You still see things?

    Cohle: No.

    Cohle: No, they stopped altogether after I was clean a couple years.

    Antes se dijo que no había fecha:

    Cohle: There’s no date on this flyer, which is strange.

    -fuera del tiempo, añadíamos.

    Ahora se dice que no hay número:

    Marty: No numbers on this place.

    Fuera del espacio, entonces, al margen de toda localización en el mapa de la realidad.

    De modo que salimos de la realidad para entrar en el tiempo fuera del tiempo y en el espacio fuera del espacio del mito. -Lo que ya fue anticipado por la manera en la que la hoja amarilla venía a ocupar el lugar del mapa de la región:

    Pues estaba ahí el mapa -un buen modelo de concepción racional del espacio-, pero su lugar vino a ser ocupado por la hoja amarilla.

    Por lo demás, es bien evidente que esa hoja amarilla llama literalmente –Are you lost?- a los que se han perdido.

    Lo que también, en cierto modo, se traduce así:

    Marty: No numbers on this place.

    El movimiento de aproximarse a esa iglesia-ave es el inverso al del tren que vemos pasar al fondo y que, siendo emblema de los comienzos de la modernidad, se dirige hacia el conglomerado industrial.

    Ese movimiento -el de avanzar hacia la iglesia- no solo lo es de los personajes, sino también de la cámara, pero sólo a partir del momento en que Cohle comienza a avanzar hacia ella.

    Ese estar fuera del tiempo y del espacio que acabamos de anotar viene a continuación a ser confirmado por las palabras de Marty:

    Marty: Fire must have happened a long time ago.

    El incendio debió haber ocurrido hace mucho tiempo.

    ¿En el tiempo originario del mito?

    Por otra parte, ese incendio, ¿no estaba dibujado ya en la hoja amarilla?

    Justo emergiendo de la cabeza de Jesucristo -del mismo modo que, en los créditos, emergía de la cabeza de Cohle.



    El altar de la naturaleza

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    Marty abre la puerta haciéndose ya visible la cruz que hay en ella.

    Insistamos en que la fachada, con su puerta incluida, ha sobrevivido, cuando, sin embargo, el edificio está totalmente abierto por la parte posterior.

    Lo que de esto se deduce: esa puerta se abre no al interior de un templo cerrado, sino hacia la naturaleza caótica que ha venido a invadirlo.

    Notable raccord el que sigue, pues es, por decirlo así, un raccord sobre la cruz.

    Pero esa cruz se haya rodeada por los signos de la devastación. Como acabo de señalarles, la naturaleza salvaje ha penetrado en este templo por lo demás totalmente devastado.

    Y si la cruz es lo primero que se impone a nuestra mirada -no solo por su acentuada visibilidad, sino también por el raccord que acabamos de señalar- no es, sin embargo, lo que ocupa el centro del cuadro. Pues en ese centro se encuentra ya una figura todavía irreconocible, escondida, como agazapada acechando a la cruz.

    Marty va por delante, pero no parece capaz de ver nada, pues sus grandes gafas de sol ciegan su mirada, por oposición a la atenta mirada de Cohle que avanza tras él.

    Y de hecho, se adopta su punto de vista cuando se dispone a cruzar el umbral enmarcado por dos grandes cruces paralelas.

    ¿Qué es lo más distintivo de esta iglesia? Podríamos decirlo así: que en ella ya no hay altar. Que en el lugar de su altar hay una gran abertura a la naturaleza exterior.

    Pero, por eso mismo, también podemos decirlo de esta otra manera: que la naturaleza ha ocupado el altar. Es decir: que es la naturaleza lo que constituye ahora el centro del culto.

    Por eso nada cierra el espacio ni por el fondo ni por la parte de arriba. El búho que se encuentra en la viga superior, sobre la cabeza de Marty, viene a confirmarlo. Como animal de la locura y de los cultos oscuros, ha venido a aposentarse en este espacio.

    Es necesario detenerse en ello para prestar la justa atención antropológica a lo que late en esta transformación.

    Deben tener en cuenta que el templo cristiano es un templo que excluye la naturaleza y se opone a ella. Esto puede resultarle extraño al hombre moderno, acostumbrado, al modo ecologista, a percibir la naturaleza como armonía, bondad y salud. Es decir, como una suerte de amable parque temático.

    Por eso, para que puedan comprender el asunto mejor, es necesario que se alejen de esa idea y tengan en cuenta que las primeras religiones estaban asociadas a la naturaleza, a la tierra y a la vegetación, a los ciclos naturales y a las grandes bestias.

    Eran, en suma, religiones de lo real.

    El judaísmo y luego el cristianismo constituyeron una forma de religiosidad opuesta: una religión que se afirmaba contra la naturaleza. Por eso sus templos se cerraron a ella: la excluyeron tanto más se afirmaban como espacios de espiritualidad.

    Es en este contexto en el que encuentra toda su relevancia -y su potencia simbólica- la escenografía de esta iglesia a la vez devastada e invadida por la naturaleza.

    La apertura del espacio de la que les hablo se hace tanto más patente cuando Cohle se dispone a cruzar su umbral,


    bajo la atenta mirada del búho.

    La inclinación diagonal de las vigas quemadas del techo visualiza nítidamente la idea del derrumbe.

    >

    Diríase que hubiéramos entrado en el interior de la osamenta de un gigantesco animal prehistórico. Estas grandes vigas inclinadas asemejan ora plumas gigantescas, ora huesos desnudos, pero manteniendo siempre su carácter puntiagudo y amenazante.

    La cámara se mueve lentamente hacia la derecha,

    Marty: Okay. Place is trashed.

    haciendo pronto bien visible el arbusto -cuidadosamente iluminado- que ha crecido en el interior de la iglesia y que tiene una forma semejante a la de una llama.

    Marty: This ain’t no kind of anything.

    Al final del plano ese arbusto -siempre bien iluminado- se encuentra entre Marty y Cohle, a la vez que ambos le vuelven la espalda.

    Bien iluminado, ocupa el lugar de la figura que se oculta tras él -si aguzamos la mirada vemos ya emerger tras él uno de los cuernos gigantes.

    Ese arbusto, sorprendentemente verde en este espacio quemado, tiene ahora, de nuevo, una plena visibilidad.

    Está, por lo demás, bien vivo, pues no cesa de moverse mecido por el viento.

    ¿Y qué decir del patente fallo de raccord que acaba de tener lugar? Observen que en este plano el arbusto se encuentra detrás de Cohle:

    Y sin embargo ahora se encuentra delante.

    (Cohle: Yeah, back then, the visions.)

    (Cohle: Yeah, most of the time, I was convinced, shit, Yd lost it.)

    Cohle: Marty.

    ¿Es un fallo -de raccord? En rigor no, si ustedes no lo han percibido. En todo caso, lo que nos importa es constatar que lo notable aquí no es la continuidad realista, sino la eficacia simbólica.

    Pues, si no hay una continuidad realista, sí la hay en cambio en el plano simbólico: la figura que Cohle va a descubrir está escondida por la naturaleza, cubierta por su verde manto.

    No es casualidad que el criminal se caracterice no solo porque su rostro es el resultado de una llama ardiente, sino también por sus verdes orejas.

    Y esta vez es el mismo verde.

    (Cohle: Yeah, back then, the visions.)

    Cohle habla de sus visiones, declarando el carácter de visión de lo que sigue.

    Por cierto: en el lugar del altar, no solo se encuentra la naturaleza salvaje, sino también una gran masa de agua.

    (Cohle: Yeah, most of the time, I was convinced, shit, Yd lost it.)

    Cohle ha visto algo.

    Cohle: Marty.

    La presencia del arbusto crece.

    Es decir: crece la presencia de algo vivo en el interior de este templo arrasado.

    Una vez más, Cohle ya ha visto, pero nosotros todavía no, pues solo lo haremos compartiendo la mirada de Marty -esta estructura del punto de vista solo será modificada en el centro del relato, cuando sea Marty el que vea antes que Cohle y que nosotros mismos a los niños cautivos y luego en el final, cuando repare -lo hemos visto ya- en la casa pintada de verde.

    Las vigas inclinadas en diagonal que antes sugerían una dirección descendente, ahora que Marty avanza hacia Cohle imponen una dirección inversa, netamente ascendente. Como señalando, anticipando y magnificando la visión que va a tener lugar.

    Cohle: But there were other times,

    Es realmente notable lo medido de los tiempos del plano: Cohle descubre la figura en el mismo instante en el que la zona que ocupa queda visible en cuadro.

    La descubre para la mirada de Marty tanto como para la nuestra.

    Y, en esa misma medida, actúa como sacerdote del oscuro rito que ha invadido este templo.

    Y bien, ¿que es lo primero que se hace visible de esa figura?

    No hay duda: su pecho acentuadamente femenino.

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6. La Cruz y la Espiral

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 24/04/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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La mujer y el crimen. La espiral que abole el tiempo

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Cohle: Back then, not sleeping, I’d la y awake thinking about women. My daughter, my wife.

Así arranca el segundo episodio.

Sobre fondo negro -el de una noche total, totalmente negra- se escucha la voz de Cohle formulando uno de los dos enigmas de la serie.

Pues si uno consiste en los crímenes locos y crueles que motivan la intriga policial, el otro -directamente asociado a éste- es el de la mujer.

Y es realmente notable el modo de su formulación: pues, cuando un hombre dice pensar en mujeres –Back then, not sleeping, I’d la y awake thinking about women-, el campo semántico que se suscita es por lo general el de la sexualidad, no el de la familia.

Puede entrar en ello la esposa, en tanto objeto de relación sexual, mas no la hija.

Cohle: I mean, it’s like somethings just got your name on it, like a bullet

Es algo que tiene que ver, dice Cohle, con el destino –algo que lleva escrito tu nombre– y la violencia –como una bala.

Cohle: or a nail in the road.

Y es algo que escapa a lo que puede ser entendido, pues tiene que ver con lo que rompe el orden lógico de las cosas.

Como un bache en la carretera, traducen la frase los subtítulos españoles de que disponemos, pero se trata de algo mucho más aleatorio: pues un bache está siempre ahí, en un punto determinado de la carretera, de modo que, aunque suponga un elemento de desorden en el buen orden lógico de esa carretera, puede ser localizado y vuelto previsible.

No sucede lo mismo con a nail in the road. Un clavo perdido que puede estar o no estar y que, de estar, en su absoluta imprevisibilidad e invisibilidad para el que conduce, puede perforar la rueda y desbaratar el viaje sin que nada logre evitarlo.

Y bien, que ese asunto, el de las mujeres, está directamente conectado con el otro, el de los crímenes, es algo que la serie establece por relación directa de contigüidad:

Cohle: Shit. Sorry. I drift.

El propio personaje declara que ha sido una asociación de ideas la que le ha llevado de lo uno a lo otro.

Una asociación de ideas inconsciente y -como añade a continuación- favorecida por el alcohol:

Cohle: Sometimes when I’ve had a few of this. That’s why I like to drink alone. One reason, anyway.

Papania: About that sculpture thing.

Cohle: Hmm.

Es Papania quien pregunta por la extraña escultura que apareció en la escena del crimen y que Cohle y Hart encontraron también en la caseta del jardín de los Fontenot.

Cohle: Kind of strange it turns up like that, years later. Yeah, nobody knew why that thing was in the playhouse.

Esa extraña escultura es también como un clavo en la carretera del pensamiento lógico. Su presencia en la límpida y transparente sala de detectives de la comisaría es un factor de desorden capaz de absorber la mente de los personajes.

Por lo demás, los dibujos que la acompañan hacen bien evidente su relación de semejanza con el árbol al pie del cual ha sido encontrado el cadáver de Dora Lange.

Es decir, el cadáver de una mujer.

El movimiento cenital y en espiral con el que esa escultura absorbe la mente de Cohle es el mismo que está dibujado en la espalda de la mujer asesinada:

Cohle: I mean, the aunt reckoned maybe it was something she made in school, you know.


Es, literalmente, el enigma de Cohle, por más que, progresivamente, invada también a Hart.

Cohle: To me, it was like someone was having a conversation, you know.

Ante eso, ante ese enigma donde la mujer y el crimen se encuentran, parece suspenderse el tiempo -y ahora es la cámara lenta el más apropiado modo de expresión de esa suspensión.

Ciertamente, la mente entera de Cohle está totalmente suspendida ahí,

en el ahora del interrogatorio como veinte años antes, cuando comenzó su contacto con el caso.

Se trata, por tanto, de algo que se sitúa fuera de la historia, algo que -como la fotografía de aquella otra víctima de la que ya nos ocupamos- abole toda temporalidad.

Y por cierto que esta sugerencia de suspensión del tiempo es uno de los grandes atractivos de la serie, pero lo es solo en la medida en que la penetra en su totalidad manifestándose con especial precisión en su misma estructura narrativa.

Pues la estructura de flash-backs en que se organiza traduce a la perfección el motivo de esa suspensión cuya figura es la espiral,

por oposición a la línea recta de un tiempo lineal direccionado hacia el futuro.

Lo que, por cierto, queda anotado desde el comienzo, en el cuerpo mismo de la víctima:

Y es, como saben, un plano subjetivo de Cohle el que primero lo acusa:


Uno en el que la mirada va de esa espiral escrita sobre la espalda de la víctima a la cornamenta que tiene colocada sobre la cabeza: la cámara asciende lentamente a la vez que el foco cambia, con la misma lentitud, de lo uno a lo otro.

Ya hemos hablado de la extrema ambivalencia que se manifiesta en el hecho de que la víctima aparezca coronada con esa cornamenta, lo que hace de ella una bestia, una reina o una diosa, todo lo contrario, en suma, de lo que constituye su condición de víctima.

Cohle: What about this stuff?

DiCillo: Well, the crown, for lack of a better word,

El propio forense se refiere a ella como una corona, dado que, lo dice literalmente, no encuentra una palabra mejor.

DiCillo: rose thorns, early cane, switchgrass

Y, además, rodeada de elementos de la floresta.

DiCillo: wrapped around a bent branch, and the horns are deer antlers.

No menos notable es que oigamos esto en el minuto 00:28:55, es decir, ocho minutos más tarde de que escucháramos a Cohle utilizar también la palabra corona para referirse a la cornamenta de la víctima:

Un hombre: She had antlers? What does that mean?

Cohle: It was a crown.

El caso es que Cohle queda apresado por ese enigma, como hipnotizado por él,

Marty: Rust– now his Texas files were

y así lo manifiesta el plano semisubjetivo que sigue:

Marty: classified

Marty: or redacted, and he wasn’t big on talking

Marty: except when you wanted him to shut up,

Marty: but he was smart.

Se dan cuenta de hasta que punto la cámara anticipa el movimiento del propio Cohle en su dibujo:

Un movimiento que, con la excusa de buscar el dibujo que Cohle realiza, nos conduce de la espiral

Marty: classified

Marty: or redacted,

al trasero de la víctima -como ven, no hemos abandonado el hilo que seguíamos el otro día, a propósito de la zona erógena privilegiada por el satanismo.

Marty: and he wasn’t big on talking

Luego, en relación directa con él, la corona.

Y, a continuación, como les decía,

la mirada y la mano de Cohle que nos conduce, de la espiral

Marty: except when you wanted him to shut up,

al sexo.

Nos encontramos, en suma, ante un jeroglífico que conecta tres pictogramas:

El plano, en su punto de llegada, se hace más intensamente semisubjetivo, reuniendo todos los términos del enigma que ha invadido a Cohle: la mujer, a la vez víctima del crimen y diosa cornamentada, constituida en el lugar central de la espiral.

Y por cierto que la ambivalencia que da forma a ese enigma tiene un alto alcance plástico y simbólico en el film:

Dora Lange está ahora en el centro absoluto del plano.

Es este un plano, por lo demás, absolutamente centrado y casi totalmente simétrico, pues su simetría solo se ve quebrada por la presencia de Cohle y Marty, asistiendo a la vez perplejos y respetuosos a un rito que no entienden pero que parece afectarles profundamente.

Y bien, como les decía, ella está en el centro absoluto: ¿arrodillada, en posición orante ante el árbol gigantesco?

Cabe, simultáneamente, otra posibilidad: que los grandes troncos y ramas de ese árbol sean la prolongación misma de su corona-cornamenta.

De modo que ella sería, simultáneamente, tanto la encarnación de la diosa como la víctima a ella sacrificada. Es ahí, en todo caso, donde la línea del tiempo se enrosca en espiral.

Retrocedamos al comienzo de este plano para constatar cómo ello es verbalizado en esta misma escena:

Siempre Cohle está más cerca ello, y siempre es Hart el que se aproxima con más lentitud.

Cohle: This is gonna happen again,

Esto va a volver a suceder.

Cohle: or it’s happened before.

O ha sucedido antes.

Cohle: Both.

Ambas cosas.

El eterno retorno, en suma: la repetición como condena.

Se habrán dado cuenta de que el momento en que se ha producido el corte que da paso al cambio de plano es precisamente cuando la disyunción, esto This is gonna happen againo esto -or it’s happened before-, se resuelve en conjunción –Both.

Las dos cosas: esto y esto.

Pero entonces el vector del tiempo se abisma en una espiral sin solución alguna.

De modo que el corte tiene por objeto volver visible, en ese instante, la espiral dibujada en la espalda de la mujer.

Marty: Go on.

Cohle: It’s fantasy enactment, ritual,

Enactment tiene un doble sentido: por una parte uno escénico, teatral, que puede ser traducido por puesta en escena o representación.

Por otra, uno jurídico: el de promulgación.

Es pues la puesta en escena de una fantasía o, más exactamente, la realización de una escena fantasmática.

Pero de una que reclama el estatuto de proclamación de una -muy oscura- ley.


La Cruz contra la Espiral

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Quinto episodio:

Cohle: Set it down.

Ledoux: I know what happens next.

Se lo que va a suceder.

Y habría que añadir: lo sé porque ya ha sucedido.

Ledoux: I saw you in my dream.

Es la pesadilla de un tiempo que se enrosca eternamente sobre sí mismo.

Ledoux: You’re in Carcosa now, with

Eso es entonces Carcosa: esa pesadilla hecha de espacio sin tiempo, donde todo se repite indefinidamente sin que exista escapatoria alguna.

Ledoux: me.

Un lugar, en suma, donde el tiempo queda abolido. Episodio siete:

Miss Delores: You know Carcosa?

Cohle: What is it?

Miss Delores: Him… who eats time.

Retornemos al episodio cinco:

Ledoux: You´ll do this again.

Ledoux: Time is a flat circle.

Diríase que esta idea hubiera penetrado en Cohle hasta lo más hondo:

Cohle: Why should I live in history, huh? Fuck, I don´t want to know anything anymore. This is a world where nothing is solved.

Cohle: Someone once told me, “Time is a flat circle”.]

(Cohle: Everything we´ve ever done or will do we´re gonna do over and over and and over again…)

(Cohle: and that little boy and that little girl, they´re gonna be in that room)

Cohle: again…

Cohle: and again…

Cohle: and again…

Cohle: forever.

Lo satánico está evidentemente presente, pero el auténtico rostro de Satán no es esa figura diabólica antropomórfica que nos mira desde la espalda de Ledoux, sino la espiral hecha de carne todavía casi imperceptible y que por eso sólo se esboza sobre ella.

(…)

Marty: Down your knees. Go on.


Está ahí, aun cuando se la ve con dificultad.

Ledoux: It´s time, isn´t it?

(…)

Marty: Put your hands on your head.


Ahora es cuando mejor puede verse, un instante antes de que absorba a Marty haciéndole perder los estribos y matar a su mejor testigo.

Octavo episodio:

Errol: Somebody ought to give you a good hosin’.

Errol: Hmm. Heat ain’t helpin’.

Errol: Eh, reckon you’ll keep another day.

De modo que la espiral es la figura mayor de la pesadilla diabólica que impone su estructura a la serie. Por eso, sus residencias mayores son las espaldas de los criminales, tanto como la de la víctima coronada.

Ledoux: You´ll do this again.

Ledoux: Time is a flat circle.

Pero sucede que Cohle -quien, contra lo que piensan muchos, tiene bien poco de nietzscheano- quiere salir de esa pesadilla y le espeta lo que sigue a este siniestro predicador de la espiral diabólica:

Cohle: Listen, Nietzsche.

Cohle: Shut the fuck up.

Literalmente: cállate, Nietzsche.

Y de hecho existe en la serie otra figura mayor que le es antagónica, y que caracteriza al héroe en igual medida que la espiral determina al criminal:

Cohle: Days like lost dogs.

Como ven, protagonista y antagonista son simétricamente presentados en conexión inmediata con su respectiva figura -y la intensidad de la relación de cada uno de ellos con esa figura encuentra su mejor expresión en su presencia en relación a sus respectivos cuerpos desnudos.

La figura de cada uno de ellos aparece, además, situada con respecto al cuerpo en una posición equivalente: por detrás, asociada a su nuca, como el motor mayor de sus actos más allá de su conciencia.

Existe, eso sí, una diferencia notable: Errol la lleva inscrita en su cuerpo, lo que traduce de manera inmediata la carnalidad de su religión, mientras que la de Cohle se encuentra separada del suya, por encima de él, lo que traduce la espiritualidad de la suyo.

Y en el mismo registro se encuentra el contraste cromático y figurativo del espacio de cada uno de ellos.

Frío, limpio y despojado el de Cohle -tal y como es presentado en el primer episodio-,

cálido, sucio y enmarañado el de Errol -simétricamente dado a conocer en el último.

Merece la pena contemplar simultáneamente las dos escenas que, en los extremos de la serie, presentan los espacios, de rasgos opuestos, del protagonista y de su antagonista.

Una escena abre de blanco, la otra de negro.

La primera se abre a un espacio interior, limpio, recogido y ascético. La segunda, en cambio, a una selva enmarañada, donde se imponen los ritmos de una vitalidad caótica e incesante.

Y, claro está, la espiral frente al crucifijo.

Hay, también, otra diferencia. Contemplamos a Cohle desde el punto de vista de Hart, en plano semisubjetivo de éste, mientras que a Errol es la cámara misma la que lo muestra, y una cámara que para ello se ha hecho visible en su movimiento de aproximación al monstruo.

Con Hart, contemplamos los libros que Cohle lee: son libros sobre el mal, cuyo nombre moderno es la locura.

Frente a ellos, en la otra escena, su encarnación, y quizás también su motivo: la caída, la humillación y la aniquilación del padre.

Pues, ¿no es acaso esa la constatación que Marty habrá de realizar al final?

Con Hart, finalmente, llegamos aquí, al lugar, a la posición de Errol:

Pues esto era lo que Errol miraba al comienzo del episodio.

Errol: Bye, Daddy.

Un lugar donde es difícil aguantar, pues, ahí, huele a podrido.

He usado la palabra religión a propósito de la serie y de la caracterización de estos dos personajes con la voluntad de llamarles la atención sobre un fenómeno de sociología cultural realmente notable: me refiero al hecho de que, en una sociedad que se piensa descreída, totalmente separada de toda religión, pueda tener un éxito extraordinario una serie como ésta, en la que el conflicto central tiene una directa expresión religiosa.

Detengámonos por un momento para reflexionar en lo que esta paradoja manifiesta.

Nuestra sociedad contemporánea se piensa a través de discursos racionales, objetivos, que excluyen por infantiles las formas de discursividad religiosas o, si se prefiere, mitológicas.

Así, los hombres modernos, cuando nos pensamos, nos pensamos al margen de toda mitología: nos concebimos como máquinas tan objetivas y racionales como las que nosotros mismos construimos. Y, sin embargo, es un hecho que, en el campo del arte, o, si se prefiere, en el campo de la narrativa de ficción, consumimos discursos de una índole opuesta.

En este otro campo, al que dedicamos un porcentaje considerable del tiempo de nuestras vidas, aunque solo sea por la vía del cine y la televisión, la mitología se hace presente como una dimensión real de nuestra subjetividad que se manifiesta extraordinariamente activa.

Con la coartada de la palabra ficción, dedicamos horas enteras a explorar universos de fondo mitológico, como lo hacían esos antepasados a los que sin embargo solemos acusar de ingenuos por creer en religiones que nosotros damos por superadas.

Ahora bien, si realmente lo fueran, ¿tendrían tanto atractivo para nosotros relatos como estos que versan de una o de otra manera sobre ellas?

Inevitable poner una vez más en juego la presencia del inconsciente en nuestra relación con el cine, dado que nuestra consciencia descarta esas creencias y, sin embargo, no por ello, mientras dura el visionado, dejan de manifestarse eficaces en algún lugar interior de nosotros mismos.

En este contexto, resulta extraordinariamente reveladora la serie que nos ocupa. Pues se inscribe, en su punto de partida, en el género que ha sido el dominante en el cine contemporáneo desde los años ochenta: el psycho-thriller. Un género en el que la psicosis y las mitologías demoníacas se confunden sin límites precisos.

En él, la subjetividad de ese mismo hombre moderno que cree no creer en nada, manifiesta creer a pesar de todo en mitologías oscuras, arcaicas y diabólicas.

La novedad con respecto a ello -y es ésta una novedad francamente notable- estriba en que, partiendo de ese contexto mitológico, True Detective presenta a un héroe que lo desafía. Y que lo desafía desde… el cristianismo.

Nada hay de gratuito en esta caracterización de Cohle como héroe cristiano, dado que su combate lo es contra la espiral que absorbe el tiempo hasta aniquilarlo conduciendo al reinado del circulo plano del eterno retorno.

Pues precisamente en este punto reside la novedad histórica de la mitología cristiana, que ya no es una mitología de la repetición y del retorno a los orígenes, sino la primera que localiza su utopía en el futuro y que, por eso mismo, pone las bases del pensamiento histórico.

Probablemente quieran objetarme la respuesta de Cohle a la pregunta de Hart:

Marty: Ask you something? You’re a Christian, yeah?

Cohle: No.

Hart: Well, then what do you got the cross for in your apartment?

Ciertamente, la pregunta resulta obligada, pues ese crucifijo es sin duda un dato esencial del ser de Cohle, por más que no le emparente con el cristianismo convencional -ese que profesa por ejemplo Hart sin creer realmente en él, pero creyendo con todo lo suficiente para así ocultarse muchas cosas que, en su ausencia, vendrían a incomodarle. Me refiero al cristianismo convertido en una suerte de ideología con la que invisibilizar la crueldad de lo real.

Cohle: That’s a form of meditation.

En todo caso, el crucifijo de Cohle participa de una experiencia religiosa.

Marty: How’s that?

Cohle: I contemplate the moment in the garden, the idea of allowing your own crucifixion.

Es el tema del autosacrificio el que Cohle localiza en el símbolo de la cruz.

Y esto traza una línea mayor que a la vez vincula y opone a Cohle frente a los seguidores de la espiral: pues como estos, y con no menor sentimiento religioso, se encuentra profundamente interesado en el sacrificio; pero, por oposición a ellos, que realizan sacrificios en los que son siempre otros los sacrificados, él piensa en el autosacrificio -y esa fue, por cierto, otra de las novedades mayores que el cristianismo introdujo en la historia de la mitología.

Cohle: Look. I consider myself a realist, all right, but in philosophical terms, I’m what’s called a pessimist.

Sucede que el cristianismo de Cohle no es idealista, sino materialista. O, si ustedes prefieren, existencial.

Un cristianismo que no cree poseer la verdad del mundo, sino uno que se rebela contra su crueldad, contra el sinsentido de lo real que no duda en reconocer en él.

Cohle: I think human consciousness was a tragic misstep in evolution.

La consciencia humana está esencialmente desajustada con respecto al mundo -¿no ven ahí ese clavo en la carretera por el que hemos comenzado hoy?

Cohle: We became too self-aware. Nature

Cohle: created an aspect of nature separate from itself. We are creatures that should not exist by natural law.

Literalmente: la consciencia enfrenta al ser humano con las leyes de la naturaleza. Le conduce a aspiraciones que en nada responden a los designios de ésta.

Marty: Huh. That sounds god-fucking-awful, Rust.

¿Ven lo que les decía a propósito de la banal creencia religiosa de Hart? Le sirve para tapar todo lo que tiene que ver con ese radical desajuste.

Cohle: We are things that labor under the illusion of having a self,

Cohle: this accretion of sensory experience and feeling, programmed with total assurance that we are each somebody when, in fact, everybody’s nobody.

(…)

Cohle: I think the honorable

Cohle: thing for species to do is deny our programming, stop reproducing,

Cohle: walk hand in hand into extinction, one last midnight,

Cohle: brothers and sisters

Se oye sin duda al fondo de estas reflexiones a Schopenhauer y a Nietzsche.

¿Es una ilusión el ser? ¿Es la única salida cesar la reproducción, romper con la cadena de la ilusión?

Cohle: opting out of a raw deal.

Y no cesamos de ver cruces al fondo de los personajes mientras mantienen este diálogo metafísico sobre el ser del mundo.

Cruces, eso sí, siempre más próximas a Cohle que a Hart, pero que en cualquier caso ciñen el diálogo entre ambos.

El diálogo sobre el injusto contrato que parece regir nuestro ser en el mundo.

Marty: So what’s the point of getting out bed in the morning?

Hay que reconocer que la pregunta de Hart tiene toda su pertinencia.

Cohle: I tell myself I bear witness,

Cohle: but the real answer is that it’s obviously my programming, and I lack the constitution for suicide.

¿Es una mera y absurda programación o es una voluntad de dar testimonio?

La respuesta correcta, en términos lógicos, es que eso es tan solo efecto de una programación sin sentido. Pero hay otra respuesta, que ya no es lógica sino voluntarista -pero no pierdan de vista que eso es lo propio de la fe-: la de que lo verdaderamente humano consiste en dar testimonio de la voluntad de combatir el absurdo del mundo.

Será Maggie quien, en otro momento de la serie, venga a confirmarlo:

Maggie: I mean, Rust knew exactly who he was…

Se dan cuenta de que cuando oímos estas palabras de Maggie ya la mesa sobre la que se apoya Cohle ha salido de cuadro, de modo que quedan en imagen tan solo él y la cruz de su autosacrificio.

Puede parecerles sorprendente lo que les digo, pero es un dato del todo evidente en la construcción visual de la serie:

Minister: 5 or 6 years back.

Cohle está confrontado, polarizado por la cruz.

Minister: Is that the girl? Oh, Lord.

Marty: No, sir, it’s not.

Magnetizado por ella.

Cohle: Excuse me.

Minister: I want to ask y’all something.

Minister: Y’all think maybe this have something to do with those cats?

Para Hart, en cambio, la cruz no significa mucho más que una convención social de la que participa mecánicamente. El encarna el punto de vista, digámoslo así, normal, moderno, descreído. Pero a la vez, según la serie avanza, se va viendo cada vez más tocado por eso en lo que cree no creer.

Cohle: What cats?

Minister: Two of ’em– one, and a couple of weeks later, another.

Minister: Somebody cut ’em up,

Son visibles los términos del conflicto.

Fuera, la selva, ardiente, cegadora, pero contenida por esas cruces que flanquean la puerta de entrada.

Minister: turned their insides out, then nailed them turned their insides out, then nailed them

El ministro lo dice: en esa puerta, el horror se manifiesta en formas grotescas y gratuitas.

Minister: Now, I called and told the police,

Pero Cohle sigue avanzando hacia esa cruz en la que reconoce -es inevitable decirlo así- lo más íntimo de su ser.

Minister: but we’re predominantly African American congregation.

Minister: I asked for it to be investigated.

Ven hasta que punto son visualmente opuestas las posiciones de Cohle y de Hart.

Marty: We’re not those type of police, sir.

Minister: Well, who is, then?

Cohle: Can I ask you something?

Es aquí donde Cohle formula su pregunta.

Y por el lugar donde lo hace, por a quien se la hace y por el modo como el cineasta la visualiza, ésta queda formulada como una pregunta teológica.

Cohle: Any of these look familiar to you?

Cohle: Seen them anywheres?

Pregunta al sacerdote, desde luego, por la espiral que han encontrado dibujada sobre el cuerpo de la víctima.

Pero por cómo hace la pregunta y, sobre todo, por dónde la hace resuena como una pregunta por el ser mismo del mal.

Resulta pues bien palpable que la cruz y la espiral definen los términos del conflicto.

Minister: No. No, they

Minister: look like something that might be carved into a tree or something. Mm-hmm.

Cohle: How about these?

Minister: Now, that look like something my old auntie taught us how to make when I was a tyke.

Marty: What are they?

Minister: Some folks call them bird traps.

Minister: Old Auntie told us that they were devil nets.

¿Atrapa demonios?

O todo lo contrario, porque Cohle y Marty serán atrapados por formas como esas que habrán crecido de forma desmesurada -último episodio-:

Errol: You know what they did to me? Hmm? What I will do to all the sons and daughters of man.

Esas estructuras crecerán gigantescas y ellos habrán de penetrar en ellas.

Errol: You blessed Reggie…

Errol: Dewall.

Errol: Acolytes.

Marty: That’s interesting.

Cohle: Hmm.

Minister: She was a wonderful woman.

Minister: Loved her some Jesus, but had a bit of that Santeria in her, you know? I always just thought it was something for children to do, keep ’em busy,

Minister: tell them stories why they’re tying sticks together.

Y bien, también esta cruz está construida con palitos atados juntos.

Por otra parte, la imagen final de los créditos está muy cerca de ella:

Un hombre: will be your eyes

Aunque allí cobraba la forma del acero ardiente.

Como ven, el auténtico detective es el de la cruz ardiente.

Una suerte de nuevo caballero templario dedicado a proteger a los desvalidos del mundo.

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5. Pasiones anales

Jesús González Requena
True Detective II. La Diosa
Análisis de Textos Audiovisuales 2016/2017
sesión del 03/04/2017
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2017

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La casa de Dora

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Antes Dora no era así,

sino así:

Pero siempre pesó sobre ella una amenaza más o menos difusa:

Y digo difusa porque así es visualizada por el cineasta: observen la imagen desenfocada, difusa, de la izquierda.

Mrs. Kelly: Rolled over near Rowan, Oklahoma.

¿La llevaría su padre a esa fiesta loca donde ella estaba situada ya en el lugar de la víctima indefensa?

Retrocedamos lo justo para ver como se introduce esta escena en la que contemplamos la imagen de Dora niña:

Un pequeño ejército de niñas como la propia Dora estaban ahí, al borde de la carretera, como pequeñas prostitutas con sus cigarrillos, víctimas plausibles de cualquier agresión.

(Marty: Do you remember the last time you saw your daughter Dora?)

La pregunta -que pertenece ya a la escena siguiente- va dirigida a la madre de Dora, y hace sugerir que esa madre debió desocuparse bien pronto de su hija, como lo han hecho las madres de esas otras niñas que ahora muestra la imagen.

Cosa que, por lo demás, la respuesta de la madre confirma implícitamente.

Mrs. Kelly: It was a

Mrs. Kelly: horrible, horrible thing.

Horrible, horrible.

Pero ¿qué?

¿Que esas niñas estén solas y expuestas ahí, en el borde de la carretera? ¿O que la madre sea incapaz de responder sobre cuando vio a su hija por última vez y solo hable de la noticia de su muerte como de una noticia televisiva que no podría tener que ver con ella?

Mrs. Kelly: We saw it on TV. What we were in the clutches of. And I prayed, I prayed for that woman’s family.

El fondo de la psicosis se hace presente de inmediato en esta mujer que habla de sí misma como si fuera otra.

Mrs. Kelly: And it’s me.

Era por ella misma por la que yo rezaba sin saberlo.

Mrs. Kelly: H’s me.

Marty hace un gesto compasivo. Cohle, en cambio, hace la pregunta precisa. Esa pregunta que, ya lo hemos dicho, reaparece, de una u otra manera, una y otra vez a lo largo de la serie.

Cohle: Mrs. Kelly, what about her father?

¿Y el padre?

¿Qué pasa con el padre?

¿Dónde estaba el padre?

Cohle: Did they have a relationship?

Y la pregunta lo es, también, por el incesto, como lo confirma de inmediato el modo de escucharla de la madre:

Mrs. Kelly: Why?

Mrs. Kelly: What have you heard?

¿Qué ha oído?

Algo debe haber oído, porque todos hablaban de ello. ¿De qué?

Cohle: I heard he passed. Is that correct?

Cohle dice haber oído sobre la muerte de ese padre.

Pero lo que responde la madre -esta mujer patentemente loca- es que su marido abusaba de su hija con su implícito beneplácito:

Mrs. Kelly: Why wouldn’t a father bathe his own child?


Marty se desconcierta: ¿hacia esa mujer había manifestado él su compasión?

Marty: Ahem.

Cohle, en cambio, lo daba por descontado. Y busca, en la casa, los indicios de la historia sumergida.

Marty: We, uh, were just wondering how

Marty: they got on, ma’am.

Así, una religiosidad que nunca fue mucho más que una mera tapadera sentimental menos eficaz que los barbitúricos que consume esa madre.

Mrs. Kelly: He died on the road.

Mrs. Kelly: He drove a Peterbilt,

Y todo ello mientras habla de la muerte de ese padre incestuoso.

Mrs. Kelly: and he took an exit too fast.


Es entonces cuando nos es mostrada la fotografía de la Dora niña.

Una niña que debió de dejar de serlo demasiado pronto, por efecto de esa excesiva velocidad con la que el padre era conducido por su violenta pulsión.

¿No es la muñeca que acompaña a la niña sonriente la que declara la tristeza de ese acceso prematuro a la edad adulta?

Y por cierto, hablando de muñecas, ¿cómo no colocarla en la serie de las que aparecerán en el episodio 8?:

Y hablando de madres. ¿No es sorprendente el parecido entre la vieja dama cuya imagen aparecerá en ese mismo episodio junto a esas muñecas y la madre de Dora Lange?

Como ven, en algún lugar totalmente inconsciente para el espectador, es percibida la eterna pesadilla de la repetición.

Mrs. Kelly: Rolled over near Rowan, Oklahoma.

¿A qué extrañas fiestas llevaba el padre de Dora a su hijita?

Hagamos una ampliación:

El mismo gesto triste y desconcertado, también un cabello y un peinado muy semejante.

Mrs. Kelly: May 11th,

Mrs. Kelly: 1984.

Cohle: When was the last time you talked to her?

Cohle repite la pregunta del inicio. Pero es una pregunta a la que nunca responderá esta madre, pues ni siquiera lo recuerda.

Mrs. Kelly: You know, she’s always been in some

Mrs. Kelly: kind of trouble. I thought things were getting better.

Mrs. Kelly: Got away from Charlie.

Mrs. Kelly: She came by not too long ago, maybe a month.

Cohle, por su parte, lo ve todo,

Mrs. Kelly: She didn’t talk about her daddy none.

Mrs. Kelly: Said shed been going to church.

Es un círculo vicioso: alejándose del padre incestuoso, Dora buscó refugio en la iglesia, donde, sin embargo, acabó convertida en víctima sacrificial de una religión prepatriarcal.

Y ese círculo vicioso está por todas partes y podría llegar a contaminarlo todo.


Las chicas de Hart

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A Hart le gustan jovencitas de aspecto casi colegial.

Segundo episodio:

Sexto episodio:

Beth: to see you. I’ve been thinking about something all week.

Marty: Don’t.

Beth: Ever since last time.

Marty: Don’t, OK? I just…

Beth: Haven’t been able to think of anything else, tell you the truth.


Episodio dos:

Marty: Mmm.

Episodio seis:

Beth: Ahh! Ahh!

Marty: Ahh!

Beth: Ahh! Ahh!

Marty: Oh Yeah.

Beth: Ahh! Ahh!

Marty: Oh Yeah.

Beth: Ahh! Ahh!

Beth: Ahh! Ahh! Ahh! Ahh! Ahh!

Marty: Ahh!

Beth: Ahh!

Marty: Arg!

Beth: Ahh! Ahh! Ahh!


(Papania: What happened in 20…)


Hart y Lisa: la niña y las esposas

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Veamos a continuación la escena del diálogo entre Hart y Lisa que sigue a la realización del acto sexual y reparemos en los dos elementos escenográficos de los que se sirve el cineasta para caracterizar al personaje femenino.

Ambos están presentes desde el comienzo.

El primero es, desde luego, las esposas sobre las que llama la atención explícitamente la narración -ella se las está quitando, es decir, el acto ha concluido.

Pero el otro elemento, que carece de presencia propiamente narrativa -nadie hace nada con él, nadie lo señala ni lo nombra-, que es, por tanto, meramente escenográfico, se encuentra bien cerca de esas esposas. Se trata de la fotografía que se encuentra sobre la encimera de la cocina.

Aun cuando, como les digo, carece de presencia propiamente narrativa, es evidente que el cineasta se toma buen cuidado en hacernosla ver: está muy cerca de los dos personajes e incluso del acto narrativo que protagoniza en este momento la imagen -la apertura de la esposa que encadena la mano derecha de Hart.

Y, a la vez, es igualmente notable que, a pesar de esa proximidad, Lisa no la tapa en ningún momento. De modo que la vemos, pero la vemos sin verla, es decir, sin que lleguemos a hacer una constatación cognitiva de su presencia, pues, estando ahí, esa presencia no es en ningún momento subrayada.

De modo que, si al final del visionado del episodio, se preguntara a los espectadores si la recuerdan, contestaríán con toda probabilidad que no.

Marty: What’d you do last night? I called up here late.

¿Qué vemos en esa fotografía?

Aunque por ahora se nos muestra borrosa, todo parece indicar que presenta a dos adolescentes -un chico y una chica- y a una niña pequeña.

Lisa: What were you doing?

Aquí la tienen. Sigue estando desenfocada, pero es a la vez bien visible. Se trata, patentemente, de una niña. Su brazo está extendido hacia la izquierda como los brazos de Lisa lo están hacia la derecha.

En lo que sigue vamos a verla desaparecer y aparecer tras ellos.

Marty: Working.

Marty: Was thinking about dropping by. Where were you?

Pero, finalmente, no hay duda de que la vemos muy bien.

Le sigue un primer plano de Lisa.

La deducción es obvia: esa niña es Lisa de pequeña. Se encuentra -veamos una ampliación- acompañada de sus hermanos mayores.

Pero, de hecho, la presencia de estos es irrelevante: no tiene otra función que hacer plausible que esa foto de ella misma se encuentre ahí.

Lisa: I was out with girlfriends.

Marty: Uh-huh. Well, I don’t like that.

Lisa: What, you’re jealous?

Se dan cuenta ahora de hasta que punto es notable la presencia de esa foto que ahora podemos ver mejor. El lento travelling semicircular que sigue va a mejorar su visualización.

Marty: Don’t be stupid.

Marty: I just mean that there’s a crazy man out there,

¿Y no les parece que ese movimiento del brazo de Lisa podría tener por motivo conducir nuestra mirada hacia esa foto? Del mismo modo que el brazo de la niña de la foto pareciera apuntar ahora hacia Lisa.

En todo caso, reparen en que ahora ambos elementos están nítidamente reunidos en la imagen y claramente ligados a los dos personajes.

Una ampliación lo mostrará mejor:

Si lo piensan en términos de altura, comprobarán que la foto está más ligada a Lisa, tanto como la cadena de las esposas lo está a Hart.

Ahora bien, no hay que considerar menos el hecho de que la foto mantiene una especial relación con Hart: se encuentra justo sobre su cabeza, tanto como las esposas se encuentras tras ella.

Marty: and, uh, he’s killing women.

Lisa: Wait, you mean that girl again, that Satanic thing?

Lisa: Everyone’s still talking about that at the courthouse.

En lo que sigue, la escena va a pasar a organizarse en un sistema de plano / contraplano, con respecto al cual éste podría ser considerado el plano máster.

Veamos como juegan, en la reordenación plástica de ese sistema, la foto y las esposas.

Marty: It’s not just her.

Marty: There’s more.

Lisa: There’s more? Really?

Aquí tienen las esposas.

De su posición podemos decir dos cosas, ambas relevantes: la primera, que se encuentran entre ambos, como elemento que media -y caracteriza- su relación.

La segunda, que se encuentran justo detrás de la cabeza de Marty y su cadena pareciera que le atrapara por el cuello.

Marty: Yeah, well, we’re not saying, keeping it out of the press,

Marty: but we’re thinking that he’s been doing this awhile.

Lisa: Wow.

Marty: Yeah, so no need to go out. You just have a drink here.

Contraplano.

Lisa: I can’t meet a nice man at home.

No hay duda ya de que la niña de la foto es ella misma; pero no solo eso: ambas presentan la misma posición de la cabeza, la misma inclinación hacia la derecha y muy semejante mirada ensoñadora.

De modo que entre ambos están las esposas y la foto infantil.

Las esposas ya son en sí mismas un elemento perverso -no hago juicio alguno, es la descripción literal del tipo de juego erótico que ellos han practicado-, pero ese componente perverso se multiplica desde el momento en que combinamos las esposas con la niña. Con esa niña que en cierto modo ella es, o ella es para Marty, o ambas cosas.

Como ven, los dos elementos escenográficos señalados son los idóneos para visualizar y a la vez profundizar en aquello que se hace oír en el diálogo.

De modo que ocupémonos ahora de él:

Hart: What’d you do last night? I called up here late.

Hart le pregunta a ella por lo que hizo la noche anterior: ¿la trata como lo haría un amante celoso o como un padre preocupado?

Lisa: What were you doing?

Hart: Working. Was thinking about dropping by. Where were you?

Y por cierto que ella da la que podría ser la respuesta de una hija adolescente.

Lisa: I was out with girlfriends.

Hart: Uh-huh. Well, I don’t like that.

Hart: What, you’re jealous?

Él está ciertamente celoso, aunque lo niega.

Marty: Don’t be stupid.

Y hace el discurso de un padre preocupado por la seguridad de su hija.

Hart: I just mean that there’s a crazy man out there, and, uh, he’s killing women.

Pero, claro está, eso no excluye los celos.

Precisamente la presencia de esa niña ahí insinúa la vía de la combinación: un padre preocupado y celoso de las salidas de casa de su hija.

Ciertamente la niña de la foto no es una adolescente: se encuentra por su edad más cerca de las hijas del propio Hart:

Como ven, ese es el alcance mayor de la foto de Lisa niña: establece su conexión con las otras niñas de True Detective.

Que no son, claro está, tan solo estas tres, pues hay que añadir sin duda a Marie Fontenot, y al fantasma de la hija de Cohle.

Lo podríamos formular así: ¿a quién ve Hart cuando mira así a Lisa? -pues éste es un plano semisubjetivo.

Lisa: Wait, you mean that girl again, that Satanic thing?

Ciertamente, la cosa satánica está en juego.


Beth y el diablo

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Lisa: Wait, you mean that girl again, that Satanic thing?

Ciertamente, algo satánico atrapa a Hart.

Ello será literal y expresivamente anotado en el episodio seis:

El foco cambia del ángel al diablo,

mientras ambas figuras se mueven al ritmo de las vibraciones provocadas por el acto sexual que está desarrollándose fuera de campo.

Pero sería más exacto decir que se trata de una diablesa de aspecto infantil. El registro perverso se concreta: de lo infantilmente angelical a lo infantilmente diabólico.

Queda, sin embargo, una tercera figura que solo al final de la escena obtendrá el foco.

Marty: Mmm.

Es desde luego infantil el mundo de Beth.

Beth: (moaning)

Marty: Oh!

Beth: Ah! Ahh! Ahh! Ahh!

Beth: Ahh! Ahh!

Marty: Ahh!

Beth: Ahh! Ahh!

Marty: Oh Yeah.

Beth: Ahh!

Beth: Ahh!

Marty: Oh Yeah.

Beth: Ahh! Ahh!

Beth: Ahh! Ahh! Ahh! Ahh! Ahh!

Marty: Ahh! Arg!

Beth: Ahh! Ahh! Ahh!

En la caída que sigue al final del acto, en ese momento en que la imago del deseo se desvanece, Hart lo ve.

La imagen se enfoca progresivamente. La diablesa sigue en el centro, pero el foco se localiza en la figura en primer término, con alas, pero sin rostro.

Papania: What happened in 20…]


La escena de Audrey

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Y bien, los muñequitos de Beth tienen algo que ver con los de las hijas de Hart:

Aquellos muñecos que desconcertaban a Hart pero que este lograba olvidar enseguida:

Audrey: You don’t have a mommy or daddy anymore.

Ya no tienes mamá ni papá.

Audrey: Yeah, they just died in an accident.

Maisie: How?

¿Qué hay tras el más ingenuo rostro infantil, como el que presenta el dibujo que cubre la puerta que ahora Hart está abriendo?

Audrey: In a car accident.

¿Por qué un accidente de coche?

Piénsenlo.

Audrey: Someone…

Marty: Dinner-time, kids. Go to the kitchen.

Audrey: Are

Audrey: you coming?

En la pregunta de Audrey late la queja ante las reiteradas ausencias de Hart.

Marty: Yeah, of course. I’m starving.

¿Y que me dicen de la respuesta de Hart?

¿No nombra el motivo de su ausencia?: esa hambre suya que le empuja hacia sus amantes.

Audrey: Really?

¿Realmente?

Audrey no termina de creérselo.

Marty: Yeah, really.

Maisie: Good.


El rostro del dibujo infantil y el rostro de Hart se encuentran ahora en sintonía.

Ciertamente no es la escena de un accidente de coche, sino la de una violación colectiva.

(Cohle: You know, I think about my daughter now.)

Resuenan sobre el final de esta escena las palabras de Cohle que conviene volver a oír, esta vez desde el punto de vista de su relación con la historia de Hart.


Cohle: And what… What she was spared.

Su hija, viene a decirnos, se ha librado de eso que ya padecen las hijas de Hart.

Cohle: Sometimes I feel grateful. Doctors said she didn’t feel a thing, went straight into a coma. And then, somewhere in that blackness, she slipped off into another deeper kind.

Cohle: Isn’t that a beautiful way to go out? Painlessly. As a happy child.

Es evidente que Audrey ya no es una niña feliz.

Cohle: Hmm.

Cohle: Yeah, trouble with dying later is you’ve already grown up. Damage is done. It’s too late.

Como ven, todo viene a nombrar el drama de Audrey.

Cohle: You got kids?

Cohle: Mmm.

Cohle: I think of the hubris it must take to yank a soul out of nonexistence into this meat. And to force a life into this thresher.

Audrey ya está en la trituradora.

Cohle: And as for my daughter, she, uh… she spared me the sin of being a father.

Es entonces del pecado de ser padre de Hart de lo que también se trata.

Sigue, en todo caso, abierta la pregunta: ¿por qué un accidente de coche?

La respuesta viene también por boca de Cohle, en el comienzo de este mismo episodio dos.

Cohle: Back then, not sleeping, I’d la y awake thinking about women. My daughter, my wife.

Cohle: I mean, it’s like somethings just got your name on it, like a bullet or a nail in the road.

Aquí lo tienen: es ese clavo en la carretera el que provoca el accidente de coche.

No me detengo en ello porque ya analizamos estas palabras, basta ahora, por tanto, con anotar su conexión con la escena de Audrey.


El deseo de Audrey

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Audrey crece:

Marty: Oh.

Audrey: That is your team, Daddy?

Marty: Yeah, baby. That– I want them to win.

(Marty: You know the good years when in them,)

Hart no estuvo ahí.

Episodio cinco:

Marty: or you just wait for them until you get ass cancer and realize that the good years came and went?

Marty: Because there´s a feeling– you might notice it sometimes–

Marty: this feeling like life has slipped through your fingers…

Marty: like the future is behind you, like it´s always bee behind you.

Audrey se siente sola.

(Hart: You know, I cleaned up)

Pareciera estar escuchando a su padre.

Marty: but maybe I didn´t change, not the way I needed to.

Quizás no cambié.

Lo que pueden oír en el sentido de: fue lo mismo lo que siempre deseé.

(Maisie: Give it back.)

Audrey arrebata la corona a su hermana.

Quiere ser deseada.

A cualquier precio.

Maisie: Give it back!

(Marty: Rememeber what I said about)

(Marty: the detective´s curse?)

La maldición del detective se descubre entonces como una maldición de alcanza a su hija,

Marty: Solution to my whole life was right under muy nose– that woman those kids–

Entonces, ¿por qué no dio con ella?

Marty: and I was watching everything else.

Mirando en otra dirección, sí, pero sobre todo en el sentido de buscando cualquier otro objeto.

Es expresiva la metáfora del paso del tiempo que sigue.


El tiempo se escapa como la corona de Maisie.

(Hart: See, infidelity is one kind of sin, but my)

Un movimiento en espiral de la cámara muestra como la corona queda atrapada en una alta rama del árbol que se encuentra junto a la casa de los Hart.

Pero lo terrible no es solo eso, sino que en el lugar de la corona de Maisie aparece la corona de Dora:

Marty: true failure was inattention.

Falta de atención.

Si Audrey robó la corona, no pudo conservarla. No consiguió atraer el deseo del padre.

Marty: I understand that now.

La corona quedó prendida de un árbol.

Como la corona de Dora.

Y ello se traduce bien en la metamorfosis que sigue:

Con el paso del tiempo, la corona se ha ennegrecido.

En un primer momento se nos invita a pensar que Audrey fuera esta niña.

Pero nos damos cuenta de que no.


Aun cuando la ambigüedad retorna por unos instantes…

Pero de lo que se trata es de mostrar cómo se transforman los juegos infantiles.

De hecho, el erotismo apunta ya en el baile de estas niñas que van a salir de cuadro cada una por uno de sus extremos para ceder el espacio a la auténtica Audrey.

Ha pasado el tiempo y la cosa es más grave. Audrey, ahora con atuendo gótico -ennegrecida como la misma corona-, llega a su casa.


(Amigos de Audrey: Hey, Audrey… Audrey.)


¿Qué les parece el gesto de despedida que utilizan las chicas de su tribu y con el que ella misma responde?

¿No les parece en extremo revelador de lo que en esta serie sucede y, más concretamente, de lo que le sucede a la propia Audrey?

(Papania: So when do you think things started to,)

Lisa.

Beth.

Audrey.

Lisa

Audrey.

Encadenamiento de semejanzas: ¿No les parece que la rebeldía de Audrey es su particular manera de atraer la atención, el deseo del padre?

¿No les parece que su prematura sexualidad estuvo siempre ligada a un esfuerzo por localizar ese deseo del padre que siempre apuntaba hacia fuera y lejos de su propia casa?


La escena se cierra en bucle

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(Lisa: Wait, you mean that girl again, that Satanic thing?)

Como confirmándolo, la mención de esa cosa satánica parece disparar algo en Hart que le hace lanzarse hacia la botella.

Lisa: Everyone’s still talking about that at the courthouse.

Marty: It’s not just her.

Hart: There’s more.

Lisa: There’s more? Really?

Hart: Yeah, well, we’re not saying, keeping it out of the press, but we’re thinking that he’s been doing this awhile.

Lisa: Wow.

Hart: Yeah, so no need to go out. You just have a drink here.

De modo que Hart la quiere en casa, como una niña buena perversa -una Lolita, en suma- siempre esperándole y siempre preparada para él.

La quiere, en cierto modo, encadenada en la casa. Pero eso no evita ni elimina el enunciado visual: es él el que está encadenado a ese deseo donde el padre se confunde con el amante.

Ella entonces formula su demanda:

Lisa: I can’t meet a nice man at home.

Marty: That hurts me

Marty: when you speak to me in a passive-aggressive way. I always talk straight to you.

Lisa: Excuse me. I meant that since you’re married,

No hay duda de que ella sabe lo que quiere. Quiere un marido.

Lisa: I need to be considering my options as a young woman. I want things, Marty.

Marty: I want things, too.

Y reparen en esto último:

Lisa: Yeah, you just want your cake and to eat it, too.

Ella que se ofrece como una niña perversa, le considera a él como un niño caprichoso y manejable.


Pareciera que estuviera quitándole la botella, pero no es eso exactamente lo que hace.

Es del todo evidente que podía haberse servido el whisky sentada.

De modo que es parte del juego erótico al que le arrastra:

Marty: The hell good is cake if you can’t eat it?

Pues es del todo evidente que ella sabe muy bien cómo manejarle.

Lisa: Mmm.

El asunto es que la escena se cierra en un bucle que conduce al comienzo de la escena erótica inmediatamente anterior.

Disculpen la explicitud, pero es nuestra obligación localizar los motivos y los procedimientos donde la serie alcanza a su espectador.

Y se trata de un dato que retorna de varias maneras a lo largo de la serie.


El culo de Beth

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Episodio 6:

Beth: to see you. I’ve been thinking about something all week.

¿En qué ha estado pensando Beth toda la semana?

Pero mírenlo desde otro punto de vista: ¿no está Beth atrayendo a Hart de la misma manera que Lisa?

Es decir: ¿no va a poner palabras a aquello en lo que podría estar pensando Hart toda la semana?

Marty: Don’t.

Beth: Ever since last time.

Hart: Don’t, OK? I just…

Beth: Haven’t been able to think of anything else, tell you the truth.

Insisto: proyecten estas palabras en Hart.

Marty: Ohh… like what?

¿Lo ven?

Se trata de algo que está ya en la mente de Hart.

Algo que, más que probablemente, él mismo pidió en la última cita.

Beth: I’ve been thinking.

Así, una voz diabólica resuena en la mente de Hart.

Beth: I think…

Beth: I want you to fuck me in my ass.

Cuando esto dice mira fijamente al objetivo de la cámara -como si estuviera diciéndolo a nosotros.

Y no deben perder de vista que Hart es el personaje que ancla nuestro punto de vista en la narración.

Marty: Uh, Beth. I’ve never done that before, but

Beth: I think I want you to do it to me.

Beth: I want you to feel better.

Una voz irrumpe entonces:

(Salter: You out of your goddamn mind, hmm?)

¿Has perdido la maldita cabeza?

Ciertamente: goddamn se traduce por maldita.

Pero no olviden que goddamn se descompone en god-damn: y que la maldición incluye una referencia a dios.

Salter: hum?

Se trata del jefe, gritándole a Cohle, y sin embargo es Hart quien aparece en escorzo en plano.

El gesto del jefe encuentra su eco salvaje en el animal disecado que hay junto a él -y que es, por cierto, el que ocupa el lugar del jefe, dado que se encuentra justo sobre su sillón.

Salter: What’d I tell you? you’re

Salter: fuckin’ unbelievable, boy.

¿Recuerdan cuál es el motivo de la bronca?

Salter: You know about this?

Marty: Uh, I’m not

Marty: sure what we’re talking about here.

Salter: Your partner here, he braced Billy Lee Tuttle.

Dios y maldición. La corrupción de la cruz.

¿No les parece un buen tema para abordar después de semana Santa, el de la relación de Cohle y la cruz?

Porque la cruz no está solo del lado de Tutle:

Menos evidente, pero más sólida y auténtica -pues es de madera- es la cruz de Cohle.

Pero dejemos eso para entonces.

Ahora quiero llamarles la atención sobre lo que sigue a la escena en la que nos encontramos ahora. Vayamos pues a su final:

Salter: I got to kick you in the fuckin’ head.

Cohle: I’m the person least in need of counseling in this entire fuckin’ state.

Salter: You ain’t acting right, you don’t sound right. You’re up my ass, and you were warned.


Se trata de la escena en la que Maggie seduce a Cohle.

Tendremos que ocuparnos de ella, pero ahora basta con que anotemos que se conecta con la escena de la seducción de Hart de la que venimos:

Beth: I want you to fuck me in my ass.

Marty: Uh, Beth. I’ve never done that before, but

Beth: I think I want you to do it to me.

Beth: I want you to feel better.

¿Se dan cuenta de dónde se encuentra Hart?

Delante de la entrada de su casa, visualmente incluso bajo su porche.

De modo que está también aquí, implícitamente, Maggie.

(Salter: You out of your goddamn mind, hmm?)

Evidentemente, es de cierto fondo de locura presente en Hart de lo que se trata.

Ahora bien, ¿no les parece que este coche podría estar detenido en el mismo lugar o en uno muy próximo a aquel en el que se detuvo éste otro?:

-Es decir: bajo la corona que se encuentra prendida en lo alto del árbol.

Y si deletrean el gesto de Audrey –a tomar por culo

¿Recuerdan la fotografía de Hart?:

(Hart: He had this big ledger. Looked funny walking door to door with it)

(Marty: like the tax man,)

El uno dibuja y el otro fotografía. Pero es una misma cosa la que concita el esfuerzo de aprehensión de ambos.


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