Relato, mito y rito

Giotto, Natividad de Jesus, Capilla Scrovegni, Padua

Jesús González Requena
Los 3 Reyes Magos. O la eficacia simbólica
1ª edición: Ediciones Akal, Madrid, 2002
ISBN: 84-460-1735-0
de esta edición: www.gonzalezrequena.com, 2018

 

 

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El relato

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Hugo Van der Goes, Adoración de los Reyes Magos,
Altar de Monforte, Gemäldegalerie de Berlín, sobre 1470

«Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén, y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta:

«Y tú, Belén, tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los clanes de Judá, pues de ti saldrá un caudillo, que apacentará a mi pueblo Israel.

«Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, les dijo: Id e informaos exactamente sobre ese niño, y, cuando le halléis, comunicádmelo, para que vaya yo también a adorarle. Después de haber oído al rey, se fueron, y la estrella que había visto en oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella sintieron grandísimo gozo, y, llegando a la casa, vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino.» (Mateo 2, 1-12) (2)

Así pues, tres Magos, tres hombres sabios, supieron por una estrella, como otros -los pastores de los que nos informa Lucas (3)– por un ángel, que el esperado había nacido y se dispusieron a honrarlo y obsequiarlo con sus presentes. Siguieron, para ello, la ruta que la estrella dibujaba; es decir, una huella trazada en el cielo que, por la intensidad y novedad de su brillo, definía un camino y garantizaba, en esa misma medida, un relato, al menos para esos hombres sabios de Oriente, capaces de descifrarlo. Y supieron cumplir su tarea: sin dejarse engañar por cierto canalla y rey llamado Herodes, vieron y adoraron al niño, le ofrecieron sus dones y, discretamente, salieron de cuadro.

El que siglos más tarde la tradición popular hiciera de ellos Reyes (4), no desdibujó en ningún caso su carácter de magos, es decir, de sabios, pero enfatizó lo que ya en el Evangelio de Mateo constituía su principal función: realzar el suceso, promoverlo al estatuto de acontecimiento sagrado; proclamar que ese nacimiento, y el niño que de él procedía, debía ser celebrado y adorado. Por eso ellos, reyes, sabios, magos de Oriente, al arrodillarse ante el recién nacido ofreciéndole sus regalos, convirtieron aquel espacio en una suerte de altar y, así, nombraron como sagrado lo que allí había sucedido y a aquel que así había nacido.

Piero della Francesca, La Natividad,
National Gallery, Londres, 1470-75


Texto mítico y texto ritual

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Francisco de Zurbarán, Adoración de los Magos,
Museo de Grenoble, 1638

En nuestro presente, la pervivencia de los Reyes Magos se manifiesta en forma de dos textos bien diferenciados a la vez que esencialmente ligados entre sí. El primero es ese relato mítico que, de generación en generación, se transmite de padres a hijos. Los primeros cuentan a los segundos que hubo una vez tres Reyes Magos que, siguiendo una estrella, llegaron a Belén para adorar al recién nacido niño Jesús… y que esos mismos Reyes Magos van a venir una noche, al final de la Navidad, para traer regalos al niño. Porque, como aquél, él mismo es un niño y por eso -pero esto ya no es enunciado explícitamente, sino que late implícito en el relato- debe ser celebrado.

Y, en segundo lugar, el rito, el texto ritual -encarnado, puesto en escena- en el que ese mito se prolonga y se realiza: una partitura que ejecutan minuciosamente los padres e hijos involucrados en la transmisión del mito.

De manera que, para esos regalos que van a llegar tras la noche de Reyes, para eso que ha a suceder, primera vez ya ha habido, y en cierto lugar. Pero en un lugar y en un tiempo que no es el del presente de nuestro mundo cotidiano porque -como diría Mircea Eliade (5)– pertenece a otra dimensión: propiamente, la del tiempo del origen. Una dimensión otra que, por ser la del mito, no tiene continuidad directa con nuestro presente. Corresponde por eso al rito reeditar, y, por esa vía, realizar, lo que el mito narra. Y así, a través de las figuras de esos Reyes Magos que estuvieron allí -en el tiempo del origen- y que han de hacerse presentes en el aquí y ahora del presente inmediato, el rito se ancla en el mito y ambos se abrochan constituyendo un texto global.

En todo caso, aquí como allí, los tres Reyes Magos comparecen como portadores de regalos. Pues, como hemos señalado, lo que en el rito ha de suceder realiza, reencarna, lo que el mito narra: los Magos traen, de esa dimensión a la que pertenecen, regalos a los niños, y lo hacen en el aniversario del día en que llevaron regalos al niño Jesús nacido en Belén.

Y por cierto que tal abrochamiento se hace especialmente explícito en una, no por colateral, menos relevante de las manifestaciones del rito. Nos referimos a ese tercer texto, propiamente escenográfico, que es el de la construcción y disposición, pieza a pieza, en un lugar relevante del espacio doméstico, del belén. En esa disposición participan, en meditada colaboración, padres e hijos, manifestando así su plena conciencia práctica -no, desde luego, necesariamente intelectual- de que la perpetuación del rito exige de su colaboración, a través del levantamiento de la escenografía del universo narrativo del propio mito. Y es notable que la evidencia de su artificio -ese artificio que, insistamos en ello, levantan con sus propias manos- en nada disminuye su pregnancia, su eficacia mítica. Hasta el punto de que ellos mismos, en los días que siguen, asumen disciplinadamente la tarea de su narrativización: la figura del niño Jesús no es colocada hasta la noche del 24 de diciembre; y desde ese día hasta el 6 de enero, poco a poco, van avanzando las figuras de los Reyes Magos hasta que alcanzan por fin, en esa fecha, su emplazamiento definitivo frente al portal.

De manera que los Reyes Magos, auténticos héroes del relato, en tanto que recibieron un determinado mandato, el de seguir la estrella que habría de conducirles hasta el lugar de la primera morada del recién nacido, constituyen el operador textual que, atravesando ambos textos, el del rito y el del mito, los abrocha para alcanzar el momento de su necesaria clausura.

Friedrich Johann Overbeck, Adoración de los Magos,
Hamburger KunsthalleHamburger Kunsthalle, 1813


Notas

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2 Mateo, 21-2,12, Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales, por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga Cueto, BAC, Madrid, 1973, p 1229-1230.

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3 Lucas 2, 8, Sagrada Biblia, op. cit., p.1301.

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4 Como tales comparecen en el Auto de los Reyes magos (finales del siglo XII), la mas antigua pieza teatral escrita en castellano que se conserva.

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5 Cfr.: Eliade, Mircea: Mito y realidad, Labor, Barcelona, 1992.

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