15. El fluir de los encadenados y lo que les pone fin

 

 

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 15/12/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

 

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Rick, Ilsa, Laszlo

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La lámpara y ella.

 

Rick y Laszlo.

 

Tres copas.

 

Laszlo: We’ll come again.

Rick: Anytime.

Ilsa: Say good night to Sam.

Rick: I will.

 

Hay algo interesante en el raccord que acabamos de contemplar.

 

 

Es un raccord de mirada en extremo inusual.

 

Pues, en el final del primer plano, Rick mira a Ilsa. Y sin embargo en el segundo plano el foco, como les señalé el último día, no está en Ilsa, sino en Laszlo. De modo que ahí se produce un desajuste entre nuestra mirada y la de Rick.

 

Pues mientras Rock mira a Ilsa, nosotros, los espectadores, somos conducidos a mirar a Laszlo. Y, por lo demás, ese ligero desenfoque de Ilsa no se corrige en lo que sigue.

 

Esta difracción de la mirada -llamémosla así- no cesará de aumentar cuando nos introduzcamos en el flashback que está ya próximo a llegar.

 

Ilsa: There’s still nobody in the world who can play “As Time Goes By” like Sam.

 

El contenido rostro de Laszlo no deja de anotar cierta preocupación.

 

Incluso un vago punto de tristeza.

 

 

El contraplano que sigue es doblemente semisubjetivo.

 

Pues lo es, desde luego, de Ilsa, a quien vemos en primer término en escorzo. Pero lo es igualmente, por raccord de mirada, de Laszlo.

 

Cosa ciertamente notable, pues esta es la primera vez que el film activa el punto de vista de éste.

 

 

De modo que la presencia y la mirada de Laszlo gravita sobre la relación de Rick e Ilsa, por más que Rick tienda a desconocer, a ignorar, esa gravitación.

 

¿Qué es lo que el espectador desea en este momento? Ciertamente, lo mismo que Rick.

 

Pero, a la vez, ve eso que Rick trata de ignorar.

 

Pues Rick quisiera no saber nada de Laszlo, borrar su presencia, ignorar esa ley que hace de ella una mujer prohibida.

 

Rick: He hasn’t played it in a long time.

 

Un ligero temblor se esboza en el rostro de Laszlo. Solo se alivia cuando ella dice:

 

Ilsa: Good night.

Laszlo: Good night.

 

Y qué notable el desconcierto de Rick.

 

Literalmente, se queda con la boca abierta y la mirada perdida.

 

¿Cómo es posible que ella me diga adiós y parta?

 

 

Y parta, es obligado añadir, con él.

 

Rick: Night.


 


El guardián de la puerta de Rick

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Me reconocerán que ella sale del café como una auténtica estrella de Hollywood, recibiendo la luz del gran foco de la torre de control del aeropuerto.

 

 

Y porque salen del café de Rick y les vemos alejarse de él, constatamos que el dormitorio de Ilsa y Laszlo se encuentra fuera del perímetro del yo realidad de Rick.

 

Laszlo: A very puzzling fellow. What sort is he?

Ilsa: I really can’t say, though I saw him quite often in Paris.

 

Ilsa, esta vez, miente. Oculta a Laszlo el grado de intensidad de su conocimiento de Rick.

 

¿Han visto, por cierto, los pequeños detalles en los que se vale el arte de un buen cineasta?

 

Ilsa: I really can’t say, though

 

En el momento de la mentira el rostro de Ilsa se ve casi totalmente oscurecido.

 

Ilsa: I saw him quite often in Paris.

 

Y, cuando retorna a la luz, está ya ahí Renault sorprendiendo en ella esa mentira, pues ciertamente eso es lo que observa en su rostro:

 

Renault: Tomorrow at 10 at the prefect office.

 

las huellas de la turbación provocada por el encuentro con Rick.

 

Laszlo: We’ll be there.

Renault: Good night.

 

Ven como la mira, y como ella mantiene la sonrisa en un gesto de disimulo que concluye en el momento en que su rostro queda fuera de la mirada tanto de Renault como de Laszlo.

 

Laszlo: Good night.

 

Uno pensaría que la escena fuera a acabar aquí. Pero no, se prolonga.

 

 

La cámara se mueve para reencontrar a Renault.

 

Y sobre todo para mostrarle como…

 

 

El guardián de la puerta de Rick.

 


 

Las luces se apagan.

 

El plano se vacía.

 

Es hora de dormir.

 


 

Pero el foco sigue buscando la puerta del Café de Rick.

 

Y qué notable el encadenado que sigue:

 

 

Coincidiendo su inicio con la salida de la luz del foco, parece prolongar el movimiento de ésta arrancando por la botella que Rick mueve mientras se sirve un vaso de whisky.

 

Estos dos encadenados sucesivos son también notables por un motivo externo a ellos mismos: y es que hacía mucho tiempo que no se había producido ninguno.

 

De hecho, el primero ha comenzado en 00-36-05, mientras que el anterior había concluido en 00-06-28:

 

Strasser: I’ve already heard about this café. Also about Mr. Rick

Strasser: himself.


 

Como ven, el film ha proseguido desde aquí durante largos 30 minutos sin introducir ningún encadenado hasta llegar a la escena en la que nos encontramos ahora y que nos devuelve un plano prácticamente idéntico:

 


 


El tiempo de la pérdida y el de la esperanza del retorno

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Rick y su botella. Bebe, se emborracha mientras la cámara se aleja de él.

 

¿Cuál es la pregunta pertinente a hacer aquí?

 

 

La pregunta es, evidentemente, si hay lámpara en esa mesa.

 

La respuesta es, ciertamente, no.

 

No la hay. No puede haberla una vez que ella ha partido.

 

Esta solo él, su botella y… otra cosa que ha venido, en cierto modo, a ocupar su lugar en el interior del piano: los salvoconductos.

 

De modo que podríamos decir que los salvoconductos vienen a ocupar el lugar de la lámpara que ahora no está.

 

 

Como una emanación de su piano, entra en escena Sam.

 

¿Les parecerá mal si les digo que es tan negro como la noche? Por cierto: ya se encuentra en el centro del plano, al fondo, la puerta por la que, tras el flashback, habrá de reaparecer Ilsa más tarde.

 

Sam: Boss?

 

Y según Sam avanza, esa puerta se ve intensamente iluminada por la luz del foco de la torre de control del aeropuerto.

 

Sam: Boss?

 

Es como les digo, la puerta por la que habrá de aparecer ella más tarde, pero antes que nada, ahora, es la puerta por la que ella ha salido y es por tanto la indicación metonímica de su ausencia.

 

Rick: Yeah?

Sam: Ain’t you going to bed?

Rick: Not right now.

 

Rick no puede dormir.

 

No puede conciliar el sueño porque la angustia de la pérdida se impone en él impidiéndoselo.

 

Sam: Ain’t you planning on going to bed in the near future?

Rick: No!

 

No.

 

Rick: You ever going to bed?

Rick: No!

 

No, otra vez, y ya van tres.

 

¿No es la puerta cerrada la traducción física, espacial, de la palabra no, y tanto más cuanto ese no es un no al deseo del sujeto? De modo que ese no que él repite es el eco del no que ha recibido su deseo y que se manifiesta en la puerta cerrada por la que ella ha partido.

 

Y con ese mismo no proclama airado su imposibilidad de dormir.

 

Sam: I ain’t sleepy either.

Rick: Then have a drink.

Sam: Not me.

Rick: Well, don’t have a drink.

Sam: Boss, let’s get out of here.

 

Y llega un nuevo no:

 

Rick: No, sir. I’m waiting for a lady.

 

Estoy esperando a una dama, responde Rick.

 

Y, ciertamente, está esperando a la dama.

 

Pues el tiempo, que es la dimensión de la pérdida, puede declinarse también como el de la esperanza del retorno.

 

Palpan ustedes aquí, ampliada a la edad adulta, la dialéctica primitiva del fort y el da cuyo concepto nació en Freud de la observación de su nietecito.

 

Es así como el tiempo nace, por la cadencia de la presencia y la ausencia, y es así como se tensa en la expectativa del retorno, de la restauración de la presencia originaria.

 

Sam: Please, boss. Let’s go. Ain’t nothing but trouble for you here.

Rick: I know she’s coming back.

 

Y se dan cuenta de que, en esa dialéctica, muchas veces el sujeto trata de posicionarse por la vía de la invocación mágica.

 

Sam: We’ll drive all night.

Sam: We’ll get drunk and stay away till she’s gone.

Rick: Shut up and go home, will you?

 

Ven hasta qué punto la puerta, ahora intensamente iluminada, se asocia en el plano con esa cabeza de Rick que no puede dormir.

 

Sam: No, sir. I’m staying right here.

 

Por corte de plano, la cámara se aproxima a Rick.

 

Rick: They grab Ugarte, then she walks in.

 

Se llevan a Ugarte y ella aparece.

 

Rick: That’s the way it goes. One in, one out.

 

Así son las cosas, unos que vienen y otros que se van.

 

 

Y la puerta del fondo vuelve una y otra vez a iluminarse, como si las llamas del goce inalcanzable de Ilsa se manifestaran más allá de ella.

 

Rick: Sam.

Sam: Yes, boss.

Rick: If it’s December, 1941, in Casablanca, what time is it in New York?

 

Pero el intento de exorcismo no logra evitar el abismo que se abre en el tiempo cuando se atisba la imposibilidad absoluta del retorno.

 

Sam: What…? My watch stopped.

 

El reloj se ha parado.

 

Rick: I bet they’re asleep in New York.

 

Esta vez no hay justificación alguna en el modo como se pasa del drama sentimental de Rick a la denuncia de la pasividad de América dormida ante la amenaza nazi.

 

Lo que de incoherencia puede haber en ello, queda suturado por la eficacia de su conexión metafórica: la pérdida de ella es para el sujeto la destrucción del mundo -es decir: la destrucción de su mundo.

 

Rick: I bet they’re asleep all over America.

Rick: Of all the gin joints in all the towns in all the world she walks into mine.

 

Imposible olvidar, no hay espacio alguno que pueda ser percibido como algo diferente a la ausencia de ella.

 

 

Su dolor de cabeza está en relación directa con las llamas de Ilsa.

 

Rick: What are you playing?

Sam: A little something of my own.

Rick: Stop it. You know what I wanna hear.

 

Si es imposible olvidar, queda la opción opuesta, entregarse del todo al recuerdo en el anhelo de restituirlo, aunque sea por la vía del delirio.

 

Sam: No. I don’t.

Rick: You played it for her, you can play it for me.

 

Si lo tocaste para ella, puedes tocarlo para mí.

 

El sentido de esta frase solo cristaliza en la siguiente:

 

Sam: I don’t remember…

Rick: lf she can stand it, I can.

 

Si ella pudo soportarlo, yo también puedo hacerlo.

 

Un sentido, en principio, un tanto absurdo porque, ¿por qué habría de haber una medida común en lo que uno y otra pueden soportar? Pero la postulación de esa medida común tiene que ver con una confusión generada por la identificación, en el anhelo de la fusión, aunque ésta solo llegue, como les decía, por la vía del delirio.

 

Rick: Play it!

 

Toca: quiero enloquecer.

 

Sam: Yes, boss.

 

Y vuelve a sonar As Time Goes By.

 

Pero observen la notable diferencia con la que ese tema musical se presenta por segunda vez.

 

 

Ahora es solo la música lo que oímos, sin letra alguna.

 

De modo que desaparece esa letra que habla del tiempo de la pérdida y la música se manifiesta, en su dimensión más pura, como ámbito del retorno de la emoción procedente del pasado.

 


El fluir de los encadenados y lo que les pone fin

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Van a ver a continuación la parte que aquí comienza y espero que observen hasta qué punto está organizada como un notable fluir de encadenados.

 

Y, hecha la observación, atiendan a lo que les pone fin.

 

Pero para que puedan plantearse la cuestión con los datos necesarios, tengan en cuenta que en el cine clásico de Hollywood de la época el encadenado era el procedimiento convencional con los que se anotaban los saltos en el tiempo, es decir, las elipsis temporales.

 

Y así ha sido en el film hasta aquí.

 

Cada vez que ha tenido lugar un salto en el tiempo, ha comparecido el encadenado.

 

Strasser: himself.

 

En ese ámbito encontraban su lugar en lo que se ha dado en llamar collages, es decir, esos fragmentos destinados a condensar un gran paso del tiempo o un proceso de gran envergadura a través de una serie continua de encadenados.

 

En el segmento inicial, en ese que, acompañado por la voz narradora, describía el proceso de la emigración y el exilio, han podido contemplar un típico collage de la época:

 

Narrador: And so a torturous, roundabout refugee trail sprang up.

Narrador: Paris to Marseilles.

Narrador: Across the

Narrador: Then by train or auto or foot across the rim of

Narrador: Africa to Casablanca in French Morocco.

Narrador: Here, the fortunate ones, through money or influence or luck…

 

16 encadenados, 2 fundidos y una larga superposición se han sucedido en apenas 50 segundos. Así el collage ha condensado un masivo y prolongado éxodo migratorio por el que parece desmoronarse Europa.

 

Un tercer uso del encadenado tampoco ausente en el cine del periodo va a tener lugar ahora.

 

Esta vez, una serie de breves escenas van a sucederse vía encadenados para describir el estado de una relación y su fluir sin conflictos.

 

Véanlo:

 


Rick: Who are you really? And what were you before?

Rick: What did you do and what did you think?

Ilsa: We said no questions.

Rick: Here’s looking at you, kid.

Ilsa: A franc for your thoughts.

Rick: In America they’d bring only a penny. I guess that’s about all they’re worth.

Ilsa: I’m willing to be overcharged. Tell me.

Rick: Well, I was wondering…

Ilsa: Yes.

Rick: …why I’m so lucky, why I should find you waiting for me to come along?

Ilsa: Why there is no other man in my life?

Rick: Hmm.

Ilsa: That’s easy. There was.

Ilsa: He’s dead.

Rick: I’m sorry for asking. I forgot we said no questions.

Ilsa: Only one answer can take care of all our questions.


 

Han visto fluir la relación feliz de los encadenados en ausencia total de palabras: solo música e imágenes que se transformaban unas en otras sin solución de continuidad.

 

Hasta que llegaron las palabras.

 

Y, tras ellas, un explosivo encadenado que vino a dar paso al duro montaje -que ha excluido todo encadenado- de las imágenes de la invasión nazi.

 

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CC1809118337478, 2018

 

 

14. La cifra de Edipo

 

 

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 01/12/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

 

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Rick frente a Ilsa

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El caso es que la canción hace salir a Rick de su refugio.

 


 

El gran arco sobre él visualiza y expande esa travesía desde el cierre narcisista en su espacio interior hacia su encuentro con el objeto de su deseo que ha venido a invadir su realidad con todo el poder de su brillo y de su música.

 

Sam: No matter what the future

Sam: brings

Sam: As time

 

Impresionante este plano, del que hay que decir que es el primer primer plano de Sam.

 

De este personaje del que hasta ahora solo hemos dicho que es negro, lo que por contraste venía a acentuar el brillar múltiple de Ilsa.

 

Pero va siendo hora de decir algo más.

 

¿No les parece que canta como cantaría un ciego? Y así le vemos cuando nombra el tiempo. Es, en cierto modo, Tiresias.

 

Lo podemos decir también así: Sam es el saber mismo de la inexorable necesidad de la ley.

 

Sam: goes by

Rick: Sam, I thought I told you never to play…

 

Rick no quiere la canción: su cierre narcisista le hace repudiar tanto su música como su letra.

 

 

Atiendan a los tiempos de este plano, seguramente uno de los mejores de Humphrey Bogart.

 

 

Primero asombro.

 

El labio inferior despegado del superior como signo de una mandíbula distendida por la sorpresa, y al igual los ojos, con el iris abierto, como deslumbrados por la visión que tiene frente a sí.

 

 

Pero luego el iris se cierra y la mandíbula comienza a contraerse.

 

 

La boca esboza una sonrisa de desprecio

 

 

que termina en una mueca más próxima al odio.

 

 


El corte significante: masculino / femenino

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¿Y qué me dicen del notable cuidado con el que la fotografía trata ahora de manera en extremo diferencial los rostros de Bogart y de Bergman?

 

Ya que hemos hablado antes del corte significante, tienen ahora una buena ocasión de ver cómo actúa, cómo se hace presente en cine por la vía del montaje: el plano y el contraplano se oponen y, al hacerlo, abren una campo de significación.

 

La diferencia no solo está en el contraste de luz, sino en el dibujo de los rostros: preciso, definido, el de él, cuyas arrugas y asperezas de la piel se hacen del todo visibles, frente a la suavidad del casi difuminado –sfumato se diría en pintura- del rostro de ella, en el que, como ya hemos señalado, no se hace visible arruga alguna que pueda inscribirlo en el tiempo.

 

Se dan cuenta de que este contraste resume -a la vez que lleva al extremo- una manera de codificar la diferencia sexual entre lo masculino y lo femenino de largo alcance y duración en la historia de la cultura: lo duro frente a lo suave, lo tenso frente a lo dulce, lo fuerte frente a lo bello, lo activo frente a lo pasivo.

 

Y así sucede en la diferencia de las miradas: aguda, intensa, la de él, fija, activamente centrada en el objeto de su mirada; la de ella, en cambio, no es tanto una que mira como una que se sabe mirada, que se da a la mirada del otro a la vez que se reserva de ella.

 

Lo que sin duda se ve reforzado por la diferente angulación sobre cada rostro.

 

La cámara está más sesgada, más perfilada, algo lateralizada en el caso de Rick, y es más frontal, en cambio, en el caso de Ilsa.

 

¿Les parecerá excesivo si les digo, además, que él está mostrado como alguien orientado al acto tanto como ella nos es mostrada como objeto posible de ese acto?

 

He aquí esos otros componentes de la dialéctica de la diferencia sexual que son los de lo activo y lo pasivo.

 

Unos que hoy en día suele ser muy mal entendidos a causa de cierto prejuicio activista de nuestra sociedad autodenominada moderna, empeñada en desvalorizar el valor -y en desconocer el poder- de la pasividad. Uno de los motivos de ese malentendido tiene que ver con su disociación de ese otro componente de la dialéctica de la diferencia sexual que es, con mucho, el más motivado y, quizás por ello mismo, el más olvidado: me refiero al que opone lo exterior a lo interior.

 

El más motivado, les digo, porque bien evidentemente suscita ese dato real que es el de la cópula, indisociable del acto de penetración.

 

Esta codificación, ¿es arbitraria o está motivada?

 

Es, desde luego, en parte, arbitraria, pues es codificación.

 

Pero no lo es totalmente, pues está, en parte, motivada por dos datos que proceden de lo real: el primero -acabamos de nombrarlo- es esa geografía corporal -el cuerpo es el destino, decía Freud- que determina el acto de la penetración; el segundo, el hecho de que, para el hombre como para la mujer, fue una mujer la que, en el origen, sostuvo la imago primordial.

 

Y la imago primordial, como saben, es lo que se rememora inconscientemente en el enamoramiento.

 

El la ve en ella.

 

¿Y ella?

 

Ella la ve en ella misma a través de la mirada de él.

 

Ese es seguramente el motivo de la extrema densidad, casi inmanejable -basta para saber de ello con leer la obra de Melanie Klein y contrastarla con su biografía-, de la relación de las mujeres con sus madres.

 

Y en ello encontrarán también el motivo de manifestaciones culturales de muy larga data que hoy en día nos negamos a pensar recubriéndolas con esa palabra tan de moda como inútil que es la de estereotipo.

 

Tanto más cuando el estereotipo se alinea en el campo de estereotipias de eso que se da en llamar el
machismo.

 

Me refiero, por ejemplo, a algo que ya les señalé el último día: la mala relación de la mujer con la edad, es decir, con el paso del tiempo. Y que se manifiesta en esa costumbre que lleva a considerar como una indelicadeza preguntar a una mujer por su edad.

 

O su combate contra las arrugas. Ese su deseo de dar la imagen de la plenitud de la juventud que la lleva a convertirse en artista del maquillaje.

 

Por supuesto, no digo con esto que las mujeres queden necesariamente atrapadas ahí, en ese espacio imaginario -aunque a algunas, desde luego, les sucede. Pues sin duda ellas también pueden saber madurar. Pero su maduración no las conduce necesariamente a la negación de eso, sino a una capacidad más lúcida de contar con ello reconociéndolo como una de las piezas de la dialéctica del deseo.

 

La más imaginaria, sin duda -mas no por ello ineficaz dada la importante contribución de la imago primordial en ese desencadenamiento emocional que llamamos enamoramiento.

 

En mi opinión, el circuito del deseo no acaba ahí.

 

Por el contrario: el deseo, configurado simbólicamente, apunta a atravesar la imago -lo que es lo mismo que constatar que la imago primordial no está ahí-: a saber de lo real, es decir, a gozar.

 

Pues el goce -es la definición que les propongo- es el contacto con lo real.

-Y no pierdan de vista que hay tanto un buen goce como un mal goce.

 


El gran primer y la mujer

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Pero volvamos al punto en el que nos encontrábamos.

 

Que no es el de ese deseo que va más allá, sino el del deseo en su manifestación primera, todavía en el circuito imaginario, el de la rememoración de la imago primordial.

 

 

Y bien, ¿no les parece que ese es el motivo de que, en la historia del cine, al menos en la historia de ese cine de masas que fue el cine clásico de Hollywood, el gran primer plano esté preferentemente asociado con el rostro de la mujer?

 

Esto que les digo es, desde luego, una hipótesis que se confirma en Casablanca.

 


 

Y muy concretamente en esta escena

 

 

en la que hay un 13,21% de grandes primeros planos, distribuidos en un 11,46% de grandes primeros planos de ella, contra solo un 1% de grandes primeros planos del resto de los personajes, en este caso Rick.

 

Dirán ustedes: pero Rick solo aparece al final. Es cierto, pero antes estaba Sam. Y no hubo ningún gran primer plano suyo. Creo que ésta es una hipótesis que podría demostrarse empírica, cuantitativamente, en el conjunto del cine de Hollywood.

 

Y por lo demás incluso aquí,

 

 

dado que esa diferente angulación de la que les hablaba antes hace que el rostro de ella venga a ocupar una superficie mucho mayor de la pantalla que la ocupada por el rostro de él.

 


La cifra de Edipo

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Esa tensión en la que se combinaban el deseo, el odio y el desprecio, encuentra una salida con la llegada de Renault y de Lazlo tras él.

 

Renault: You were asking about Rick and here he is. May I present…

 

Cuatro personajes.

 

Pero sería más exacto decir: tres más uno.

 

Pues este último uno -Renault- tiene por función identificar las posiciones de los otros tres.

 

De hecho nos invita a contarlos: pues Renault señala a cada uno de los otros tres.

 

Primero A Rick.

 

Rick: Hello, llsa.

 

Luego A Ilsa.

 

Ilsa: Hello, Rick.

 

Y finalmente a Lazlo.

 

Renault: You’ve already met Rick? Then perhaps you also…

 

Como ven, ante ellos tres, formula una interrogación sobre su enigmática relación, que es la relación de los elementos de ese triángulo mayor que es el edípico.

 

A la izquierda, el sujeto deseante y, frente a él, a la derecha, el objeto deseado y prohibido.

 

Y en el centro, única figura frontal, la del que encarna la ley y, por tanto, la prohibición.

 

Ilsa: This is Mr. Laszlo.

 

Y entre ellos tres, Renault, un yo atribulado entre su deseo, su objeto y la prohibición.

 

Pero es necesario añadir: Laszlo se encuentra entre Rick y ese conjunto que constituyen Ilsa y su lámpara, cuya forma de medusa suscita su genitalidad, diría incluso que la escribe simbólicamente.

 

 

¿No es ese asunto, el del del abordaje del sexo de ella, el que en ese otro plano que no es el de la política daba cuenta de la cicatriz de Laszlo -es decir: de la cicatriz del padre?

 

Observen que, a propósito de esta cicatriz, les hablo de la cicatriz del padre, no de la cicatriz del superyó.

 

Y ello porque conviene no confundir a uno con otro, por más que Lazlo venga a inscribir a ambos en el film. Es obligado diferenciar al padre -origen del superyó-, del superyó mismo que se construye por identificación con él y con su ley.

 

Pues el superyó, en sí mismo, en tanto instancia interior de la ley, no tiene cicatrices. Eso es, por cierto, lo que lo vuelve tan peligroso cuando no ha habido la presencia de un padre cuya densidad, la densidad misma de sus cicatrices, haya sido capaz de gravar sobre él y humanizarlo.

 

Pero bueno: les hablaba de que la cicatriz del padre está en relación con su capacidad de haberlo hecho -de haber afrontado el sexo de la mujer.

 

Como ven, les doy una definición del padre en todo opuesta a la lacaniana: el padre es el que ha sido capaz de hacerlo.

 

Ha sido capaz de afrontar eso que el film escribe por la vía de esa lámpara:

 

 

De modo que en el film esa lámpara constituye un componente escenográfico mayor que encuentra su réplica, por lo que al orden de la diferencia sexual se refiere, ¿dónde? Sin duda aquí:

 

 

Laszlo: How do you do?

Rick: How do you do?

Laszlo: One hears a great deal about Rick in Casablanca.

Rick: And about Victor Laszlo everywhere.

 

Mutuo reconocimiento.

 

Y perfectamente escalado.

 

Lazlo, el padre, es quien cuenta con el reconocimiento exterior -es quien encarna al mundo exterior, social, cultural.

 

En cambio Rick, el yo, es muy conocido, pero solo en casa.

 

Laszlo: Join us for a drink?

Renault: Rick never…

 

Es la función de Renault señalar lo excepcional del momento.

 

La novedad de la cifra que está escribiéndose.

 

Rick: Thanks, I will.

Renault: Well! A precedentis being broken. Emil?

 

Por cierto, si la lámpara simboliza lo que les digo, ¿no les parece que es el asunto central de esta asamblea?

 

Y por cierto, nota a pie de página. Cuando les digo que la lámpara simboliza algo aquí, no les estoy diciendo que alguien, el cineasta por ejemplo, o el escenógrafo, hayan decidido que la lámpara simbolice algo.

 

Esa es una idea del todo ingenua y escolar de lo que es un símbolo. Como dice Freud, los símbolos están ahí, forman parte de cierto lenguaje mayor de la cultura con independencia de las intenciones de los sujetos.

 

Laszlo: A very interesting café. I congratulate you.

 

Y bien, la lámpara, les digo, en el centro. Pero también junto a Ilsa, del lado de Rick, se encuentra la copa del deseo. Una ampliación nos permitirá apreciarla mejor:

 

 

De modo que hay dos centros en interacción: el centro de la asamblea -la lámpara- y el centro de la imagen -la copa.

 

Rick: I congratulate you.

 

Mutuo reconocimiento, nuevamente.

 

Laszlo: What for?

Rick: Your work.

Laszlo: Thank you. I try.

Rick: We all try. You succeed.

 

Nosotros, todos los demás, lo intentamos.
Usted lo consigue.

 

Rick habla a Laszlo, pero el cineasta le hace compartir plano con Ilsa, mostrándole desde el punto de vista de ésta.

 

Y una vez más la ambigüedad: Nosotros lo intentamos,
usted lo consigue. Luchar contra los nazis, sí, pero también -y yo diría: sobre todo- poseerla a ella.

 

 

¿No es eso lo que señala la mirada de Renault?

 

Renault: She was asking about you earlier, Rick.

Renault: …in a way that made me extremely jealous.

 

Y Renault se declara celoso.

 

Ven en acción, en esas dos caras del yo, Rick y Renault, nombrados los dos diapasones mayores de la ambivalencia hacia el padre: admiración de su potencia, tanto como celos -y por tanto odio- por esa misma potencia.

 

Ilsa: I wasn’t sure you were the same.

 

Realmente notable la asimetría entre el plano y el contraplano:

 

 

Ilsa le aísla de los demás tanto más cuanto le mira.

 

Ilsa: The last time we met…

Rick: Was La Belle Aurore.

 

La última vez que se encontraron fue en el comienzo de todo, en la más bella de las auroras.

 

Ilsa: How nice. You remembered.

Ilsa: That was the day the Germans marched into Paris.

 

Notable plano este de Ilsa por el contraste que contiene entre sus dos mitades. La primera es en extremo risueña:

 

Ilsa: How nice. You remembered.

 

Traducir esto, sin más, como Lo recuerdas, que es lo que hacen los subtítulos españoles, es dejarlo en la mitad, y así omitir lo que de seductor hay ahora en las palabras de ella –Que agradable, lo recuerdas.

 

Y qué intenso el cambio que sigue:

 

Ilsa: That was the day the Germans marched into Paris.

 

Eso, Ello, se desbocó y arrasó el paraíso original de Paris.

 

Rick: Not an easy day to forget.

Rick: I remember every detail. The Germans wore gray, you wore blue.

 

Tiempos aquellos, en el Hollywood clásico, donde se hacían diálogos tan excepcionales como estos.

 

Es tanto más impresionante esta invocación cromática, cuanto que irrumpe en un film en blanco y negro. Y el azul es, sin duda, el color de la melancolía.

 

Ilsa: Yes. I put that dress away.

Ilsa: When the Germans march out, I’ll wear it again.


Renault: You’re becoming quite human. I suppose we have to thank you for that.

Laszlo: Ilsa, I don’t wish to be the one to say it, but it’s late.

 

Humano… bueno, no tanto, vale ya, viene a decir Laszlo.

 

Y dice: Ilsa; es tarde, hora de irse a la cama.

 

Renault: So it is. We have a curfew here in Casablanca.

 

Hay toque de queda.

 

Cada cual a su dormitorio.

 

Renault: It wouldn’t do for the chief

Renault: of police to be drinking after hours.

 

Buena anticipación, en el diálogo, de lo que Rick va a hacer fuera de horas.

 

En la noche, cuando el principio de realidad se amortigua.

 

Y mientras Ilsa se va a la cama con Laszlo.

 

Laszlo: I hope we didn’t overstay our welcome.

 

No es mala actriz Ingrid Bergman cuando tiene ocasión.

 

Retrocedamos:

 

 

Ella piensa en él.

 

Laszlo: I hope we didn’t overstay our welcome.

 

Luego, levanta la mirada, reconociendo e incitando el deseo de Rick.

 


Waiters: Your check, sir.

Rick: My party.

Renault: Another precedent gone. This has been a very interesting evening.

 

De nuevo Renault nombra lo notable de la situación.

 

Ahora ella y su lámpara se encuentran entre Rick y Laszlo.

 


Renault: I’ll call you a cab. Gasoline rationing, time of night…

Laszlo: We’ll come again.

Rick: Anytime.

Ilsa: Say good night to Sam.

 

Y por cierto que ahora que ella se ha puesto de pie, la lámpara viene a encontrar su justa ubicación anatómica -exactamente tras su cadera, y por eso oculta tras ella.

 

Ilsa ocupa el centro del plano, pero se encuentra más próxima a Rick que a Laszlo. Lo que no evita que, tras ella, pesando sobre su relación con Rick, esté Laszlo.

 

Y eso es precisamente lo que viene a escribir el plano contraplano que sigue:

 

Rick: I will.

Ilsa: There’s still nobody in the world who can play “As Time Goes By” like Sam.

Rick: He hasn’t played it in a long time.

Ilsa: Good night.

Laszlo: Good night.


 

Tres copas, la lámpara y Rick.

 

Pero volvamos al plano contraplano que desplegaba y articulaba esta composición:

 

 

Supongo que se dan cuenta: ella está en primer término, pero el foco se concentra en Laszlo. De modo que la imagen de ella se ve tocada de evanescencia y la de Lazlo, en cambio, de gravidez.

 

Por cierto, ven aquí de nuevo hacerse presente en cine el corte de la barra significante tanto en los rectilíneos límites del encuadre como en el corte de montaje.

 

El centro es ella, en un conjunto de tres.

 

Rick la mira a ella, y solo a ella quiere ver, pero tras ella se encuentra Laszlo, su dueño.

 

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13. La música y el lenguaje. Nietzsche y Saussure

 

 

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 01/12/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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La música y el tiempo: rememoración / simbolización

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Esta es la paradoja notable del tema musical central de Casablanca, As Time Goes By: a la vez que su música rememora, es decir, suscita la memoria del pasado -el mundo sonoro de la imago primordial, o si prefieren: la imagen sonora de la imago primordial-, su letra simboliza el tiempo como ámbito de la pérdida de lo ya pasado.

 

Comenzaremos por lo segundo.

 

Es un hecho que la letra de la canción habla con toda precisión del tiempo como dimensión de la pérdida.

 

Sam: You must remember this

 

Fíjense qué notable: empieza formulando algo que se expresa como un mandato: tú debes.

 

Tú debes recordar.

 

Pero lo más notable del uso de la palabra recordar aquí, en esta canción que habla sobre el recuerdo, es que eso que debe ser recordado no es lo perdido, sino el hecho mismo de su pérdida y la necesidad de aceptarlo.

 

Sam: A kiss is just a kiss

 

Un beso es solo un beso -subrayen el solo.

 

Y atiendan sobre todo al hecho de que no se invita a recordar cierto beso, aquel beso inolvidable, si ustedes quieren, sino que habla de un beso, y es posible poner ahí cualquier beso singular: es sobre la palabra beso, sobre la categoría de los besos, sobre la que la letra llama la atención.

 

De modo que aquel beso queda rebajado a la categoría de un beso, como una de sus manifestaciones efímeras e insuficientes -un beso es solo un beso.

 

Sam: A sigh is just a sigh

 

Y lo mismo se dice de los suspiros.

 

Un suspiro es solo un suspiro.

 

Un beso no es todo, como tampoco lo es un suspiro. Todo es efímero, todo pasará.

 

Sam: The fundamental things apply

 

Lo fundamental a tener en cuenta -lo fundamental a aplicar,

 

Sam: As time goes by

 

es que el tiempo pasará.

 

Es decir, aquí: que el tiempo ha pasado ya.

 

Sam: And when two lovers woo

 

Cuando dos amantes se cortejan

 

Sam: They still say, “I love you”

 

se dicen te amo.

 

Sam: On that you can rely

 

Aquí el desafortunado subtitulado español vuelve incomprensible la canción, pues traduce: Eso es verdad, dando a entender que eso que es verdad es lo que ya ha sido dicho, y que versa sobre lo que se han dicho los enamorados: te quiero.

 

Cuando lo que dice la letra es más bien: Esto es en lo que puedes confiar, o esto es lo que puedes esperar, y ello remite a lo que se va a decir a continuación.

 


Sam: No matter what the future

Sam: brings

 

No importa lo que nos traiga el futuro

 

Sam: As time goes by

 

El tiempo pasará.

 

Y, por tanto, nada retornará.

 

Eso es lo que dice la letra.

 

Pero la música, tanto como la imagen, dice todo lo contrario. Recomencemos:

 

Sam: You must remember this

Sam: A kiss is just a kiss

Sam: A sigh is just a sigh

 

La música, como emoción modulada, revive el pasado y así lo niega convirtiéndolo en presente.

 

Ella está ahí.

 

Miren su rostro: no hay en él la menor arruga -las arrugas son las formas menores de las cicatrices.

 

No conoce el tiempo.

 

Está aquí.

 

Y es éste un plano de una longitud extraordinaria: más de 26 segundos.

 

Sam: The fundamental things apply

Sam: As time goes by

 

¿Ella piensa ahora en lo que perdió? Da igual. Pues ella es la presencia misma de lo perdido y, por tanto, la negación misma de la pérdida.

 

Sam: And when two lovers woo

Sam: They still say, “I love you”

Sam: On that you can rely

 


La música y el lenguaje. Nietzsche y Saussure

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Para que se den cuenta de la intensidad de lo que está en juego, creo que conviene que dediquemos un tiempo de reflexión teórica al poder de la música.

 

Comencemos por una pregunta que no es obvia: ¿Es La música un lenguaje?

 

De hecho, hablamos con frecuencia del lenguaje de la música, pero, si eso existe, no está nada claro que nombre lo esencial de lo que la música es.

 

Creo que nadie ha entendido mejor el asunto que Nietzsche cuando asocia la música con lo dionisíaco y la narración -y entonces también la letra de la canción- con lo apolíneo.

 

Pues bien, si hay lenguaje en música, tiene que ver con lo poco que en ella hay de apolíneo.

 

Permítanme que ensaye a traducirles esa percepción nietzscheana desde los términos de la teoría del lenguaje saussuriana y de la teoría de lo simbólico que, en estado práctico, les invito a encontrar en Freud.

 

Diríamos que el lenguaje es el orden del signo y de la palabra, ambos productos de lo que el significante, por lo que tiene de corte, introduce en el mundo de lo real: la barra significante.

 

Les hablo de dos de los rasgos fundamentales que, según Saussure, definen al signo lingüístico: su carácter discreto y arbitrario.

 

El significante es discreto: tiene comienzo y fin, está cortado, separado del resto del mundo.

 

Lo que hace de su pieza elemental, el fonema, un hecho lingüístico es de hecho, dice Saussure, es el puro rasgo diferencial que permite discriminarlo. Vale entonces, como hecho lingüístico, no por su sonido mismo -los sonidos son tantos como los cuerpos que los profieren-, sino por lo que le diferencia de todos los otros fonemas.

 

El significante es arbitrario, es decir, no está motivado por semejanza alguna con lo que viene a significar.

 

Esa arbitrariedad es la condición que hace posible la abstracción -es decir: que un mismo signo designe a muchos objetos diferentes. Que la palabra casa, por ejemplo, pueda nombrar a todas las cosas que llamamos casas -y tengan en cuenta la cantidad de casas tan diferentes que hay, desde las chozas a los rascacielos.

 

Como ven, esa es la condición básica del pensamiento, pero es a la vez lo que separa, a todo signo, de lo real mismo.

 

Pues lo real, en cambio, es continuo y amorfo.

 

Les parecerá esta una idea abstracta, pero es sin embargo una extraordinariamente concreta, pues nos la aportan las ciencias duras cuando corrigen los equívocos de nuestra percepción. Piensen tan solo en esa máquina que es el microscopio: cuanto más amplía nuestra visión, más confirma que en ningún rincón de lo real hay líneas que separen una cosas de otras, unos cuerpos de otros.

 

Les diré, por lo demás, que esa percepción de lo real, extraordinariamente más precisa que la lacaniana, -pues ésta es una derivada confusa de aquella y tanto más confusa como que jamás declara su origen-, se encuentra ya en el temprano libro El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, donde Nietzsche habla del abismo del ser, eso que nombra como lo uno-primordial -y que describe como un mar eterno, un cambiante mecerse, un ardiente vivir- donde reina la desmesura y queda excluida toda individuación. Y eso no cesará de profundizarse en los momentos finales y más intensos de su voluntad de poder.

 

Frente a ello está el mundo de lo apolíneo, organizado por las líneas que trazan límites y por las imágenes que, ceñidas por ellas, dan forma a los objetos.

 

De hecho, lo apolíneo nietzscheano reúne por ello el orden semiótico y el orden imaginario.

 

Lo que no tiene cabida en su mapa conceptual es lo simbólico tal y como les insisto opera en el texto freudiano.

 

Pues el modo en que el Nietzsche de esta época entiende lo simbólico es de una índole metafísica que será la que se abrirá paso después en Jung y Mircea Eliade, en una senda opuesta a la freudiana que asocia directamente el símbolo al orden de la palabra.

 

Pero volvamos al orden semiótico.

 

La línea, en sí misma, es ya la barra significante.

 

Nuestra realidad -y tomen nota que les defino a ésta por oposición a lo real- está construida por sus efectos: los objetos que la malla significante delimita y que resultan investidos de las cargas de deseo que proceden de la Imago Primordial.

 

Esto lo han leído ya (Lo Real, en Trama y Fondo nº 28, 2010), por eso voy con cierta velocidad, pero si les suscita dudas no dejen de formularlas.

 

En la música, ¿hay línea?, ¿hay barra significante?

 

Bueno, podemos decir que la hay en ese ámbito que es el de lo que podemos reconocer como lenguaje de la música, allí donde se miden tiempos y se calculan ritmos.

 

Pero, en lo esencial, más bien no la hay. Pues, de hecho, la música es continuidad.

 

Escandida rítmicamente y modulada, desde luego, pero continuidad.

 

De ello habla Nietzsche cuando se refiere a

«la violencia estremecedora del sonido, la corriente unitaria de la melodía y el mundo completamente incomparable de la armonía. »

[Nietzsche (1872): El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música]

 

y cuando añade que

«la música misma, en su completa soberanía, no necesita ni de la imagen ni del concepto, sino que únicamente los soporta a su lado»

[Nietzsche (1872): El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música]

 

Ciertamente, la música, en su ser más esencial, es independiente del concepto.

 

Por mi parte, no estoy tan seguro de que excluya la imagen, aunque claro está, Nietzsche está pensando en la imagen visual, ignorando la sonora.

 

Por mi parte, pienso que difícilmente podemos hablar de armonía y melodía excluyendo lo imaginario. Pero, en cualquier caso, eso nada tiene que ver con el ámbito de lo semiótico -creo que por eso la semiótica no ha podido hacer nada relevante con la música.

 

Después de todo, si insistimos en decir que existe un lenguaje de la música es porque decimos que ésta expresa emociones. Pero creo que nos equivocamos cuando lo decimos así. Pienso que probablemente sea más exacto decir que la música no es un lenguaje, sino emoción dotada de forma.

 

Vean lo que sobre ello puede leerse en Nietzsche:

«irrumpió el extático sonido de la fiesta dionisiaca, con melodías mágicas cada vez más seductoras, (…) en esas melodías la desmesura entera de la naturaleza se daba a conocer en placer, dolor y conocimiento, hasta llegar al grito estridente: ¡imaginémonos qué podía significar, comparado con este demoníaco canto popular, el salmodiante artista de Apolo, con el sonido espectral del arpa! Las musas de las artes de la “apariencia” palidecieron ante un arte que en su embriaguez decía la verdad (…) El individuo, con todos sus límites y medidas, se sumergió aquí en el olvido de sí, propio de los estados dionisíacos, y olvidó los preceptos apolíneos. La desmesura se desveló como verdad, la contradicción, la delicia nacida de los dolores hablaron acerca de sí desde el corazón de la naturaleza.»

[Nietzsche (1872): El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música]<

 

Sumergido el individuo -es decir: el yo- en el olvido de sí, desvelados como ilusorios los preceptos y las apariencias apolíneas, emerge la desmesura entera de la naturaleza, es decir, la desmesura misma
de lo real.

 

Eso, lo real de la naturaleza en su desmesura -y en esa naturaleza podemos reconocer tanto lo real exterior como el cuerpo mismo y con él lo real interior, el Ello-, eso, lo real, es finalmente la única verdad que Nietzsche reconoce.

 

Y en ello le siguió, pero claro, a su modo, afirmando que era una idea solo suya, Lacan. No creo que haga falta recordarles que, por mi parte, no estoy de acuerdo con ello, que para mí la verdad está en otro lugar -del lado de la palabra.

 

Pero lo que nos interesa ahora es la brillante percepción nietzscheana de la música, que lleva a su autor a afirmar que la música nos pone en contacto con el dolor primordial y con el eco primordial de tal dolor.

«El músico dionisíaco, sin ninguna imagen, es total y únicamente dolor primordial y eco primordial de tal dolor»

[Nietzsche (1872): El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música]

 

O dicho en otros términos: la música está muy cerca de la pulsión, es en sí misma pulsión dotada de forma -de ahí su poder de pregnancia emocional.

 

Cuando ustedes la escuchan, escuchan sus emociones y se entregan a ellas.

 

Y la emoción no conoce otro tiempo que el presente.

 

En rigor, las emociones no se recuerdan, lo que se recuerda son los hechos ligados a ellas, pero las emociones no, las emociones se viven y se reviven.

 

Todo lo contrario a lo que con la palabra sucede.

 

Y ello porque la palabra no es emoción -no es, en sí misma, pulsión.

 

La palabra nombra. Y aquello que nombra no está en ella.

 

Así sucede, por ejemplo, en esa que es su dimensión más radical, la de la promesa. Pues la promesa nombra un acto que no es, pero que deberá ser.

 


La imago primordial y su imposible ubicación

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Escuchen la canción de nuevo, solo que esta vez sin prestar atención a la letra.

 

Pero no me entiendan mal: no se desentiendan de la voz que canta, solo ignoren lo que dice. Atiendan, en suma, a la música, uno de cuyos instrumentos, entre otros, es el cuerpo de la voz de Sam.

(…)

 

Espero que ahora puedan darse cuenta cabal de la notable disociación de esos dos planos de los que les he hablado: el presente de la pulsión tal y como se manifiesta en la presencia de Ilsa, y el pasado de la pérdida que es nombrado como un tiempo irrecuperable.

 

Edipo, pues, en su versión de drama musical.

 

Es decir, de melo-drama.

 

Melodrama que alcanza su mayor esplendor

 

 

en este gran primer plano sobre cuya prolongada duración ya les he llamado la atención.

 

Sam: A sigh is just a sigh

 

Cuando lo ven con la música que lo acompaña, ¿acaso no se dejan mecer por la melodía emocional de la imago primordial?

 

Sam: The fundamental things apply

 

Quiero decir: ustedes reviven ahí su propia imago primordial, a la vez que la oyen nombrar -no sin perplejidad- como definitivamente perdida.

 

Y la imago primordial no puede ser fácilmente localizada en el espacio.

 

Pues localizar algo en el espacio equivale a limitarlo, a determinar los lugares donde no está.

 

¿Hay ubicación precisa de Ilsa?

 

Ciertamente no.

 

Porque díganme, ¿dónde está ella ahora?

 

Diríase que estuviera cerca de la pared, con unas continas tras ella.

 

Y sin embargo…

 

 

Sin embargo cuando se sentó vimos que tras ella había mucho espacio, como también lo había a su derecha.

 

 

¿Lo ven?

 

Pero claro, si ella se ha sentado ahí,

 

 

esta imagen no es espacialmente congruente. Lo percibirán mejor si atienden a la posición de la lámpara en relación con su rostro.

 

Cuando llega Berger volvemos a constatar que hay bastante espacio a la derecha de ella.

 

 

Aquí, por cierto, aparece una nueva incongruencia espacial:

 

 

La ventana de este plano

 

 

no podría estar ahí con respecto al espacio definido en este otro plano:

 

 

Y luego,

 

 

¿cómo es posible esto?

 

Es, desde luego, del todo incongruente con esto:

 

 

Sus posiciones, en un plano, están invertidas con respecto a las del otro.

 

 

¿Y esta posición?

 

 

La ventana del fondo no puede estar en los dos sitios.

 

 

¿Y esto?

 

 

Ella no se ha movido.

 

No se mueve de su silla ni una sola vez en toda esta larga secuencia.

 

Y sin embargo unas veces hay tras ella mucho espacio y otras ninguno.

 

Y luego esto:

 

 

 

Se dan cuenta.

 

No hay manera de que cuadre.

 

Ella, aunque no se levanta de su silla en ningún momento, no está nunca en el mismo sitio.

 

Y fíjense dónde aparece luego:

 


 

¿No debería estar sentada donde se encuentra ahora Renault?

 

 

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12. El tiempo y su negación. El deseo y la pérdida

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 24/11/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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Strasser y Laszlo, el Ello y el Superyó, frente a frente

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Renaud: Captain Renault, prefect of police.

Laszlo: What do you want?

Renaud: To welcome you to Casablanca and to wish you a pleasant stay.

 

No debe extrañarnos la amabilidad de Renault hacia Laszlo.

 

Es la primera amabilidad superficial del yo hacia el superyó, en la que, por lo demás, como les decía hace un momento, late constantemente un gesto burlón.

 

Así, le saluda como a un distinguido visitante:

 

Renaud: It isn’t often we have so distinguished a visitor.

Laszlo: Thank you.

Laszlo: I hope you’ll forgive me, captain.

Laszlo: The present French administration hasn’t always been so cordial.

Laszlo: May I present Miss llsa Lund?

Renaud: I was told you were the most beautiful woman to visit Casablanca.

 

Tómenlo al pie de la letra pues, si todo ha ido bien, ella, aquella mujer sobre la que se posa el halo de la imago primordial, es la mujer más hermosa que ha visitado Casablanca.

 

Renaud: That was a gross understatement.

 

Se quedaron cortos.

 

¿Ven hasta qué punto es de la imago primordial de lo que se habla? Si le dijeron que era la mujer más hermosa que ha visitado Casablanca y se quedaron cortos, entonces es que no hay palabras para su belleza.

 

Y ya saben que ese estar más allá de las palabras es lo propio de la imago primordial.

 

Aunque para expresarlo con rigor habría que decirlo al revés: pues no es un más allá, sino un más acá.

 

Ella, la imago primordial, está más acá de las palabras.

 

Eso es lo que se manifiesta en los más cándidos enamorados que, cuando ver a la mujer a la que creen amar, pierden el don de la palabra.

 

Pero tampoco es muy preciso hablar de cuando ven a la mujer a la que creen aman, porque no es su cuerpo entero de mujer lo que suscita ese enmudecimiento, sino propiamente su rostro en tanto que es en él donde se posa la imago primordial.

 

Ilsa: You’re very kind.

 

Deslumbrante, por lo demás, su sonrisa.

 

 

En un eje de miradas y deseo que es interrumpido por la ahora bien visible cicatriz de la frente de Laszlo.

 

Laszlo: Won’t you join us?

Renaud: f you’ll permit me.

 

Renaud: Emil, please. A bottle of your best champagne. Put it on my bill.

 

Y el dinero de nuevo.

 

Se pague o no se pague, siempre está presente -ya hemos anotado, por lo demás, lo que Renault tiene de caja registradora.

 

Renaud: It’s a little game

Renaud: we play. They put it on the bill, I tear it up. Very convenient.


Ilsa: Captain, the boy who’s playing the piano…

 

La música introduce el pasado.

 

Pero ella es, precisamente, ese pasado siempre vivo. Pues ella es la encarnación del placer originario, constantemente vivo y constantemente perdido.

 

Se dan cuenta, supongo, de hasta qué punto el tiempo aparece para el ser humano como la dimensión de la pérdida.

 

Ilsa: Somewhere I’ve seen him.

 

Y, con el tiempo, otro lugar. El lugar de esa plenitud originaria -donde nada hacía obstáculo a la pulsión.

 

Renaud: Sam?

Ilsa: Yes.

Renaud: He came from Paris with Rick.

 

Ya saben ustedes hasta qué punto para los norteamericanos Paris es la ciudad del amor -los españoles somos más realistas, pues decimos que de Paris vienen las cigüeñas que traen a los niños.

 

Ilsa: Rick? Who’s he?

 

¿Quién es Rick? -pregunta Ilsa.

 

Pero esa pregunta, formulada en el café de Rick, resuena en el espectador que lo explora como esa otra inevitable -¿Quién soy yo?- que nace en el estremecimiento provocado por la pérdida de ese soporte del yo originario que es la imago primordial.

 

Renaud: Mademoiselle, you are in Rick’s. Rick is…

Ilsa: Is what?

 

Francamente notable la respuesta que sigue:

 

Renault: Mademoiselle, he’s the kind of man… If I were a woman…

Renault: …and I weren’t around, I’d be in love with Rick.

 

Podemos sintetizarla así:

 

Rick es el tipo de hombre del que yo me enamoraría si yo fuera mujer y si yo no existiera.

 

¿No les parece una respuesta absurda, descabellada, loca?

 

Y sin embargo describe a la perfección la lógica narcisista del yo y de sus relaciones de deseo e identificación en el campo de los objetos.

 

Renault se ama, tanto como ama a sus objetos -y por cierto que ahora Rick está en pleno cierre narcisista-. Y en todo momento se postula intercambiable con ellos.

 

Renault: But what a fool I am talking to a beautiful woman about another man.

Renault: Excuse me.

 

Tras Renault, Strasser.

 

Renaud: Major.

Renaud: Mademoiselle and monsieur, may I present Maj. Strasser?

 

Me reconocerán ustedes que es difícil imaginar una representación más precisa de las gestiones y mediaciones del yo en su relación con el Ello y con el Superyó.

 

Strasser: How do you do?

Strasser: This is a pleasure I’ve looked forward to.

 

El Ello proclama agresivamente su demanda de goce

 

Laszlo: I’m sure you’ll excuse me if I’m not gracious.

 

Y el superyó lo recibe enrocándose en sus posiciones.

 

Laszlo: But you see,Major Strasser, I am a Czechoslovakian.

Strasser: You were a Czechoslovakian. Now you’re a subject of the German Reich.

 

El Ello solo acepta súbditos.

 

Laszlo: I’ve never accepted that privilege.

Laszlo: And I’m now on French soil.

 

Como ven, dotados de una misma estatura. Son dos titanes frente a frente.

 

Strasser: I’d like to discuss some matters arising from your presence on French soil.

Laszlo: This is hardly the time or the place.

Strasser: Then we’ll state another time and place. Tomorrow at 10 in the prefect’s office.

Strasser: With mademoiselle.

 

Y Ilsa aparece como la prenda de ese enfrentamiento.

 

Laszlo: Capt. Renault, I am under your authority.

 

Es, en principio, el yo el que decide.

 

Pero lo realista es reconocer que el yo hace lo que puede, gestionando las presiones opuestas que recibe.

 

Renaud: Is it your order we come to your office?

Renaud: Let us say it is my request. That is a much more pleasant word.

Laszlo: Very well.

Renaud: A very clever tactical retreat, major.

 

Como ven, el pobre del yo hace lo que puede, halaga a unos y a otros, buscando sobrevivir a sus opuestas requisitorias.

 

Laszlo: This time, they really mean to stop me.

Ilsa: Victor, I’m afraid for you.

Laszlo: We’ve been in difficult places before, haven’t we?


 


El tango de la rosa

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Una mujer, acompañándose de su guitarra, canta el Tango de la rosa.

 

Y es que Casablanca tiene mucho de película musical.

 

Singer: …crecen.

Singer: El amor comenzó

Singer: y fueron besos, dulce caricia

Singer: después locura

 

Lazlo la mira sin prestarle especial atención

 

Singer: de la pasión.

 

pues está preocupado por la siguiente jugada de Strasser.

 

 

Quien a su vez le observa a él, en un juego cruzado de miradas acechantes.

 

Singer: Háblame.

Singer: Bésame

Singer: con amor

 

Del que participa igualmente Berger, esperando su momento para reanudar la conversación con Laszlo.

 

 

Pero hay que añadir: ese juego se despliega en torno a Ilsa, quien sin embargo lo ignora.

 

A diferencia de Laszlo, Ilsa, que se encuentra frente a la cantante, no la mira, pues está del todo ensimismada en su historia de amor.

 

Que es precisamente lo que la canción canta.

 

Singer: El amor comenzó y fueron besos, dulce caricia

Singer: después locura

Singer: de la pasión.

 

Ella encarna, pues, la locura de la pasión.

 

Singer: Ámame.

Singer: Bésame

Singer: con amor

Laszlo: I must find out what Berger knows.

Ilsa: Be careful.

 

Y así contesta sin entusiasmo, pero con cariño, a Laszlo.

 

Laszlo: I will. Don’t worry.


 

Y la cámara se concentra en ella

 

Singer: quiéreme con ardor

 

quien busca con la mirada cualquier signo de la presencia de Rick, a la vez que su rostro se oscurece.

 

Hay, en su mirada, tanto temor como deseo.

 

 

No es posible no atender, pues, al hecho de que Ilsa pone en escena constantemente la culpa que acompaña al deseo que ella encarna, en la misma medida en que en ella ha quedado fijado.

 

Singer: Mi vida es como una flor

Singer: Florece

 

Sam, a su vez, la busca con la mirada.

 

Singer: pronto

 

Y así nos es dado verla en un plano semisubjetivo de Sam, lo que sucede por segunda vez:

 

 

La primera fue un plano semisubjetivo interno, mientras que ahora se trata de uno externo:

 

 

¿Qué hay de significativo en ello?

 

Que, por lo que se refiere a Rick -a través de ese representante suyo que es Sam-, no hay punto de vista de Ilsa: ella es el objeto del punto de vista de los otros.

 

No sucede así, en cambio, por lo que tiene que ver con Laszlo:

 

 

 

 

Pues -y ello es también en todo acorde con el Edipo canónico- Laszlo es en todo momento introducido por el punto de vista de ella, sin que se adopte en ningún momento su propio punto de vista.

 

Singer: y pronto muere

Laszlo: Mr. Berger, the ring. Could I see it again?

Berger: Yes.

Sascha: ¿Monsieur?

Laszlo: Champagne cocktail, please.

Berger: I recognize you from the news photographs.

 

Laszlo es famoso.

 

Laszlo: In a concentration camp, one is apt to lose a little weight.

 

Y ciertamente, hay algo de petulante en él.

 

No es algo que debe extrañarles: hay sin duda una carga narcisista investida en el superyó que tiene que ver con el orgullo de quien se demuestra capaz de dominar sus pulsiones -Freud habla de ello en varias ocasiones.

 

Berger: I read five times that you were killed in five places.

 

Ha muerto cinco veces.

 

¿Mentira o verdad?

 

Laszlo: As you see, it was true every single time.

 

Verdad, dice Laszlo.

 

Y ciertamente, toda renuncia tiene algo de pequeña muerte.

 

Laszlo: Thank heaven I found you, Berger.

Laszlo: I’m looking for a man named Ugarte. He’s supposed to help me.

Berger: Ugarte cannot even help himself. He’s under arrest for murder.

 

Es decir: Ugarte está muerto.

 

 

Se hace visible, de nuevo, la cicatriz.

 

Les decía en su momento que el yo maduro era un yo hecho por sus cicatrices.

 

Las cicatrices son las huellas de sus pérdidas y, por eso, del paso del tiempo,

 

Berger: He was arrested here tonight.

Laszlo: I see.

Berger: But we, who are still free, will do all we can. We are organized. Underground, like everywhere else.

Berger: Tomorrow night, there is a meeting at the Café du Roi.

Berger: If you’ll come…

 


Ilsa y Sam: el tiempo y su negación, el deseo y la pérdida

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Ella es designada como el objeto del deseo

 

Ilsa: Will you ask the piano player to come over here, please?

Waiter: Very well, mademoiselle.

 

por una figuración netamente fálica que hacia ella señala -doy por hecho que se dan cuenta de que me refiero a esa botella de champagne que se encuentra en primer término.

 

 

Y el plano está tan composicionalmente medido que la inclinación de esa botella coincide con la del rostro de ella.

 

Renaud: How’s the jewelry business, Mr. Berger?

 

Dos caras de Rick se ponen en funcionamiento en paralelo: Sam para Ilsa y Renault para Laszlo.

 

Renault contiene, vigila a Laszlo. Y, como siempre, habla de dinero.

 

Berger: Not so good. Check, please.

 

¿Qué hay al fondo?

 

Las escaleras que suben a la caja fuerte de Rick.

 

Renaud: Too bad you weren’t here earlier. We had quite a bit of excitement, right?

Laszlo: Yes. Excuse me, gentlemen. My bill.

Renaud: No. Two champagne coktails. Please.

Sascha: Yes, sir.

 

Y mientras Renault entretiene y contiene a Laszlo,

 

 

Sam va a tratar de contenerla a ella.

 

Va a tratar, concretamente, de contenerla en el pasado, de evitar que se presentifique en el presente de Rick.

 

Imposible subestimar esta relación de Sam con el tiempo -con la toma de conciencia del tiempo perdido, es decir, como les decía antes, del tiempo en tanto dimensión de la pérdida.

 

No puede extrañarnos por tanto que vaya a cantar ahora la canción por antonomasia del film: El tiempo pasará.

 

Y, así, Sam llega con su piano. Por lo que, a la vez, se acercan a ella también los salvoconductos que el piano esconde.

 

Ilsa: Hello, Sam.

 

Y esta vez ya sí -es decir: solo ahora- es adoptado el punto de vista de ella.

 

Sam: Hello, Miss llsa.

Sam: I never expected to see you again.

 

Como les decía, mientras Renault frena a Laszlo, Sam trata de proteger a Rick de Ilsa.

 

Ilsa: It’s been a long time.

 

Ha pasado mucho tiempo.

 

Como ven, ese tiempo mucho que ha pasado ya es el tema de esta escena en la que ella brilla ante la mirada de Sam.

 

Pero brilla con tal intensidad, con tal juventud y con tal pureza, que niega, con su presencia risueña, precisamente eso: que el tiempo haya pasado.

 

En esta dialéctica entre la aceptación del pasado como pasado y el rechazo del tiempo en un presente invasivo se juega todo lo que sigue.

 

Sam: Yes, ma’am.

Sam: A lot of water under the bridge.

 

Los subtítulos españoles traducen esto como Han pasado muchas cosas.

 

Y así se pierde toda esa agua que ha pasado bajo el puente -y tal es el deseo de Sam, dejarlo correr, alejarse. Pero a la vez, ¿cómo no recordar los puentes de París sobre el Sena?

 

Ilsa: Some of the old songs, Sam.

 

Ella es todo brillo del deseo: sus ojos, su sonrisa, sus pendientes, su broche.

 

Sam: Yes, ma’am.


 

Y con la música llega el cambio de plano.

 


Ilsa: Where is Rick?

 

¿Quién es Rick?, preguntaba antes.

 

¿Dónde está Rick?, pregunta ahora.

 

Detengámonos en esto por un momento y preguntémonos: ¿cuál puede ser el anhelo máximo del deseo del yo, sino verse reconocido como alguien perdido que es recordado y deseado?

 

Ilsa: Rick? Who’s he?

 

Ilsa: Where is Rick?

 

Ilsa es pues el objeto del deseo en su versión más esplendorosa, capaz de devolver en espejo el propio deseo.

 

Sam: I don’t know. I ain’t seen him all night.

Ilsa: When will he be back?

 

Y así ella enuncia la pregunta que tantas veces se ha hecho Rick por el retorno del objeto perdido del deseo.

 

Sam: Not tonight no more. He ain’t coming…

Sam: He went home.

Ilsa: Does he always leave so early?

 

Ella brilla con la seguridad absoluta del deseo que encarna.

 

Sam: Oh, he never… He’s got a girl up at the Blue Parrot. Goes up there all the time.

Ilsa: You used to be a much better liar, Sam.

 

Y ella es también la copa del deseo que se bebe a sí misma sin que por ello quede nunca vacía.

 

Todas las defensas que Sam encarna se desmoronan ante su brillo.

 

Sam: Leave him alone, Miss llsa. You’re bad luck to him.

 

De pronto, la letra de aquella canción anterior –toca madera– cobra un sentido suplementario e inesperado.

 

No me devuelvas a la dialéctica extrema del todo y la nada.

 

 

El plano la aísla de todo el resto de la gente que llena el local.

 

Y el fondo se desvanece en flou, como un fondo casi invisible sobre el que ella brilla.

 

Ilsa: Play it once, Sam. For old time’s sake.

 

Tocarla, cantarla de nuevo, ¿es reconocer el tiempo de la pérdida o negar la pérdida anulando el tiempo?

 

Solo es posible reconocer que ambas cosas, a pesar de su contradicción, están aquí en juego.

 

Ilsa: I don’t know what you mean, Miss llsa.

 

¿Se dan cuenta de este eje mayor de tensión del film?

 

Quiero decir: el que va de aquí a aquí:

 

 

Este, espero que lo reconozcan, es un fotograma de uno de los planos finales del film, en el aeropuerto, una vez que el avión se ha alejado definitivamente.

 

Y es mucho lo que el film pretende: conducirnos hasta el desvanecimiento del objeto de deseo y, con él, a la emergencia del fondo después de habernos hecho experimentar la aparición, sobre ese fondo, ocultándolo, del objeto en su mayor esplendor:

 

 

Lo que nos ha sido presentado, hasta ahora, así:

 

 

Ilsa: Play it, Sam.

Ilsa: Play “As Time Goes By.”

 

El tiempo pasará.

 

El tiempo ha pasado.

 

Ilsa: I can’t remember it. I’m a little rusty on it.

Ilsa: I’ll hum it for you.

 

Y ella la tararea.

 

Y es que es su propia música la que canta.

 

Así, aunque la canción no ha sonado nunca hasta aquí, ella nos la hace conocerla antes de que la escuchemos en el piano de Sam.

 

Ilsa: (tararea la canción)

 

Y así reconocemos la música de ella cuando, a través del piano de Sam, se hace oír en todo el café de Rick.

 

Es exactamente de eso de lo que se trata: de reconocer, de reencontrar.

 

 

Ningún plano había alcanzado hasta ahora esta escala: es el primer gran primer plano del film.

 

Y, con él, la apoteosis de la figura.

 

Ilsa: Sing it, Sam.

 

Su pendiente nos deslumbra con su brillo.

 

Pero escuchen y piensen la letra de la canción:

 

Sam: You must remember this

Sam: A kiss is just a kiss

Sam: A sigh is just a sigh

Sam: The fundamental things apply

Sam: As time goes by

Sam: And when two lovers woo

Sam: They still say, “I love you”

Sam: On that you can rely


Sam: No matter what the future

Sam: No matter what the future brings

Sam: As time goes by

 

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11. Llegada de Ilsa. El anillo y la culpa

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 24/11/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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¿Es científico el psicoanálisis?

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Permítanme retomar un asunto que quedó planteado el otro día.

 

Algunos de ustedes dudaban de que el psicoanálisis pudiera ser considerado como una disciplina científica.

 

¿Me permiten que les diga que no es cuestión de opinar sobre el asunto? -Se opina demasiado. Es cuestión de probarlo. Y bien, no sé si se han dado cuenta de que en este seminario lo estamos haciendo.

 

Basta con que atiendan a los siguientes tres factores.

 

Primero. Los que hicieron la película, sus guionistas, su director, su escenógrafo, su director de fotografía…, no pensaban para nada en el psicoanálisis cuando la hicieron.

 

Segundo. La película, realizada pues al margen del psicoanálisis, alcanzó un intenso y duradero efecto emocional en los espectadores –Casablanca es sin duda una de las películas más famosas de todos los tiempos.

 

Tercero. Podemos reconocer en ella -muy concretamente en su café- tanto la segunda topología freudiana al completo -el ello, el yo, el superyó- como el desarrollo al completo del complejo de Edipo canónico.

 

De ello se deduce, me reconocerán ustedes, una buena explicación -diría yo que científica- de su poderoso efecto emocional sobre los públicos.

 

La película les devuelve la escena de los conflictos que habitan su propio inconsciente, tanto como la trama de su configuración edípica.

 

Lo que, a la vez, prueba la solidez de esa teoría, al reconocer en ella la presencia de esas instancias y de esos procesos que constituyen el núcleo de su edificio teórico, una presencia de la que, por lo demás, nunca supo la conciencia de los que la realizaron.

 

Y sobre todo -ésta es la cuestión fundamental que el análisis textual puede aportar- eso se encuentra presente ahí, en el texto que es nuestro objeto de análisis.

 

¿Se dan cuenta? Eso está ahí, en el texto, empírica, materialmente.

 

Así pues, esta es la aseveración que les propongo: que el análisis textual permite probar la cientificidad del psicoanálisis.

 


La entrada en escena de Ilsa. El arte del montaje interno

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Maître 2: Yes, monsieur?

Laszlo: I reserved a table. Victor Laszlo.

Maître 2: Yes, monsieur Laszlo. Right this way.

 

Excelente plano.

 

Notable, en primer lugar, por su calculado montaje interno, en el que la primera cuestión a anotar es la gestión del centro de la imagen.

 

 

El centro es pronto ocupado por Laszlo.

 

 

Y su centralidad se hace absoluta hasta que la cámara se detiene en Sam.

 

 

Pero un instante antes de eso,

 

 

Laszlo está todavía en el centro cuando Ilsa localiza a Sam en fuera de campo.

 

Y eso le da a la mirada de ella, desde el primer momento, un componente furtivo, ya que es una mirada que se esconde de la mirada de Laszlo.

 

 

Y así las miradas de Sam y Ilsa se encuentran sin que Laszlo se dé cuenta de ello.

 

Por un instante, el plano se torna semisubjetivo, de modo que la vemos con la mirada de Sam.

 

Y la de Sam es ya la mirada de Rick -pero en su manifestación más defensiva, a la vez cautivada y asustada-, que la ve como mujer de Laszlo.

 

 

La cámara se detiene entonces en Sam, quien sigue mirándola, mientras que Ilsa ha retirado la mirada ya.

 

¿Dónde está ahora Ilsa?

 

Ni con Sam ni con Rick, en un indeterminado lugar intermedio.

 

Disimula, pero sobre todo piensa. A la vez que recuerda.

 


 

Recuerda, y el reverso de su rostro recordando es la cabeza de Sam, de espaldas, recordando también él.

 

Sólo en el momento en el que Ilsa sale de cuadro, Sam gira la cabeza haciendo visible su rostro.

 



 

Raccord de mirada.

 

 

Este es el orden temporal de los planos.

 

Y este otro es el orden espacial:

 

 

Es evidente el doble raccord de mirada, de Sam hacia Ilsa, desde luego, pero también de Ilsa hacia Sam, al que no mira, pero al que localiza en el espacio.

 

Ella es pues presentada como culpable, vista como incitadora.

 

Sam, por su parte -ese aspecto más defensivo de Rick-, la mira asustado. Asustado de lo que Rick puede llegar a hacer, tanto como del odio que puede llegar a emerger en él si no logra hacerlo.

 


 

Ella piensa tanto como siente. Y piensa cómo manejar ese sentimiento y como ocultárselo a Laszlo.

 

Laszlo, por su parte, también piensa, aunque en cosas bien diferentes, como son las dificultades más inmediatas de su combate.

 


 

Así, divergen totalmente las direcciones de las miradas de ambos.

 

 

Claro está: el plano acaba cuando ella alcanza el centro del plano.

 

 

¿Recuerdan cómo es el plano que sigue?

 

Es un plano en el espejo especialmente notable

 


El arte del montaje interno: el espejo, el deseo y la ley

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El plano que comienza en el espejo concluye con el hombre de la resistencia que observa a los recién llegados.

 

Veamos como comienza:

 


 

Esto ya es interesante, ¿no les parece?

 

Es notable la decisión de montaje: no comenzar el plano con ella en imagen, sino, por el contrario, comenzar en un momento en el que ella está oculta en el interior del plano.

 

¿Por qué? La mejor manera de responder no es buscar una interpretación, sino constatar lo que sucede, deletreándolo.

 

 

No hay duda: se trata, por tercera vez, de verla aparecer.

 

Recuerden:

 

 

Primera vez.

 

 

Segunda vez.

 

 

Y tercera vez.

 

Bien, ¿y qué más?

 

Para verla aparecer, esta vez, en un espejo.

 

Y así algo de lo ilusorio de todo espejismo se introduce en la atmósfera del café con su llegada. Tanto más si reparamos en como esa aparición resulta enmarcada por todos los brillos de la profusa cristalería que rodea el espejo.

 

¿Es eso todo?

 

No. Hay más.

 

 

Lo tienen tan delante de los ojos que no lo ven.

 

Piensen en la copa vacía de Rick.

 

 

¿No les parece que ahora está llenándose, precisamente, de ella?

 

 

Es como si ella, con su paso flotante sobre las copas, las fuera llenando.

 

Y eso ¿a qué les recuerda?

 

Rick: I’m a drunkard.

 

Pues bien, eso estaba presente desde el comienzo del plano. Lo que pasa es que no lo habíamos deletreado suficientemente. Pues están las copas y las bebidas, desde luego, pero está también la caja registradora.

 

 

Podríamos ponerle cara a esos dos elementos:

 

 

Oigan hablar a la caja registradora:

 

Renault: Personally, major, I will take what comes.

 

Y ahora oigan de nuevo hablar a las copas y las botellas del bar.

 

Rick: I’m a drunkard.

 

Y ciertamente, la evolución del plano, hacia la izquierda, hacia el pasado,

 


 

nos separa de la caja registradora y nos conduce con las copas hacia las bebidas del borracho… -La capacidad de emborrachar es pues uno de los rasgos de la Imago Primordial.

 


 

Pero ese trayecto se trunca con la aspereza de la mirada del miembro de la resistencia que reintroduce, nuevamente, el conflicto político y la sombra de la ley.

 

 

Se dan cuenta de con qué manera constante se van contrapunteando ambos planos, el del deseo y el de la ley.

 


El anillo y la ley

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Y bien, como sabemos, la mesa reservada es la de ella.

 

 

Pero ahora tiene, además, un nombre: es la mesa de Victor Laszlo.

 

Y Laszlo es quien, en ella, se centra.

 

Bajo la mirada acechante de Strasser.

 

 

Y nuevamente el arco es para Strasser, recordando una vez más su dominio sobre Renault, ese yo destinado a gestionar su potencia.

 

Laszlo: Two Cointreaux, please.

Laszlo: I saw no one of Ugarte’s description.

Ilsa: Victor, I feel somehow we shouldn’t stay here.

 

Igual que resultaba ambigua la referencia de Strasser sobre el amado París de Rick, lo resulta ahora la preocupación de Ilsa por la presencia de Laszlo en el café: ¿preocupación por la vida de Laszlo o porque Laszlo pueda llegar a saber de su relación con Rick?

 

No hay por qué escoger. Ciertamente ambas cosas están presentes.

 

Laszlo: If we’d walk out so soon it’d only call attention to us. Perhaps he’s in some other part of the café.

Berger: Excuse me, but

 

El talento compositivo de Curtiz sigue sacando partido a los arcos de la escenografía de lo local.

 

Para Laszlo, a la izquierda, uno ascendente como la inclinación de su rostro, para Berger, el hombre de la resistencia, a la derecha, uno más cerrado y en todo coincidente con su respetuosa inclinación hacia el líder.

 

Berger: but you look like a couple who are on their way to America.

 

Y en medio, entre ambos ¿Ilsa?

 

Más exactamente el conjunto constituido por Ilsa y esa lámpara de mesa cuya forma no deja de tener cierto parecido con el de la medusa.

 

 

Berger: You’ll find a market for this ring.

 

La cámara adopta el punto de vista de Laszlo por lo que se refiere a Berger, pero a la vez nos invita a contemplar a Ilsa al margen de su mirada.

 

Su rostro brilla con la misma suavidad de la tela que cumbre la lámpara, y su brillante broche se encuentra del todo sintonizado con los pequeños cristales que cuelgan de ésta.

 

Berger: I must sell it at a great sacrifice.

 

Berger dice tener que venderlo. De nuevo, pues, el dinero.

 

Pero ven el motivo por el que es siempre preferible utilizar los subtítulos originales. Los españoles ignoran algo tan importante como el sacrificio al que hace alusión Berger, y lo reducen todo a un simple tengo que venderlo, con lo que se pierde esa palabra, sacrificio, que es determinante para ver como prosigue eso que comenzamos a anotar el último día: como el dinero, esa referencia universal del mundo de la mercancía y, por extensión, del orden semiótico, da paso al orden de la palabra y la ley.

 

Laszlo: Thank you, but I don’t…

Berger: Perhaps for the lady.

Berger: The ring is quite unique.

 

Un primer plano de ella es el escogido para introducir la presencia del anillo.

 


 

Pero el anillo no la mira a ella, sino a Laszlo.

 

 

Y es sólo ahora, como contrapunto a la contraseña contenida en el anillo, que nos es dado saber de la cicatriz que cubre la frente de éste.

 

 

El símbolo que el anillo contiene ya nos es conocido, pues lo habíamos visto

 

 

en el panfleto que los policías encontraron en los bolsillos del resistente muerto bajo sus disparos y a los pies de Pétain.

 

 

Si Pétain ignoró a su portador muerto a sus pies, Laszlo, en cambio, presta toda su atención al que, retomando su tarea, se presenta ahora como nuevo portador del símbolo prohibido.

 


Laszlo: Oh, yes, I’m very interested.

 

Como ven, Laszlo viene a ocupar el lugar dejado vacante por Pétain.

 

Él es, pues, quien cumple sus promesas.

 

Y no pierdan de vista que Laszlo es checo, no francés: la unidad europea está ya aquí esbozada -es notable que los norteamericanos la percibieran existente antes que nosotros, los propios europeos-, dejando estrecho el marco nacional francés.

 


El anillo y la culpa

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Todo esto es así, desde luego, pero si nos limitaramos a ello se nos escaparía el otro cincuenta por ciento de la escena.

 

¿A qué me refiero?

 

A lo que responde a la pregunta: ¿por qué entonces se ha introducido, en el momento de la emergencia de este anillo, el punto de vista de Ilsa?

 

Berger: You’ll find a market for this ring.

 

Una respuesta plausible es que a las mujeres les interesan más los anillos que a los hombres.

 

Berger: I must sell it at a great sacrifice.

Laszlo: Thank you, but I don’t…

Berger: Perhaps for the lady.

 

Tal es, por lo demás, lo que opina Berger.

 

Berger: The ring is quite unique.

 

Pero lo fundamental aquí es que también el anillo entre en el campo de ambivalencias que impregna toda esta parte del relato.

 

Es un anillo clandestino, y como tal, desde luego, una contraseña y un símbolo de la resistencia.

 

Pero como tal -quiero decir: como clandestino- es también metáfora del anillo de matrimonio de Ilsa, que ella se ve obligada a ocultar a la mirada de los nazis.

 

Pues recordaran que, aunque en principio va a ser presentada como soltera

 

Laszlo: May I present Miss llsa Lund?

 

Llegado el momento sabremos que es la esposa de Laszlo, por más que lo oculte por motivos de seguridad.

 

Ilsa: No. You see, Victor Laszlo is my husband.

Ilsa: And was, even when I knew you in Paris.

 

Sólo lo sabremos, como ven, mucho más tarde.

 

Nada menos que en el minuto 58 del film, cuando todavía nos encontramos tan solo en el 26.

 

Berger: The ring is quite unique.

 

Ella mira el anillo.

 


 

Y el anillo mira a Laszlo.

 

 

 

Impresionante, ¿no les parece?, el modo como se asocian los dos ejes del relato.

 

El del deseo y el de la ley.

 

Pues ambos ejes se atraviesan a la perfección en este anillo que se manifiesta, así, como su encrucijada.

 

Ella es la mujer de Laszlo, está atada a él, obligada por el compromiso de él con la causa de la ley. Y ciertamente, la cicatriz de él, resultado de sus arduos combates contra la pulsión, vienen a anotarlo con extrema expresividad.

 

Así, la presencia de ese anillo, que es pues a la vez anillo de compromiso y de sacrificio, la localiza de nuevo como culpable.

 

Pero hay que manejar esta palabra, culpable, con mucho cuidado aquí. Pues muchas de las connotaciones que suelen acompañarla -dramáticas, oscuras, tensas…- están de más aquí. Casi antes deberíamos decir que ella es maravillosamente culpable.

 

Diría incluso: a la vez culpable y pura. ¿Les parece ésta una combinación absurda?

 

Bueno, para contestar con rigor a esta pregunta deberíamos antes preguntar a los niños en su travesía por el Edipo.

 

Laszlo: Oh, yes, I’m very interested.

Berger: Good.

Laszlo: Your name?

Berger, Norwegian. At your service.

 

La resistencia, como ven, es presentada como un fenómeno europeo. De modo que, les insisto de nuevo, ellos, los americanos, percibieron la unidad europea antes que nosotros, los europeos.

 

Ilsa: Victor.

 

¿Ven lo que les decía a propósito de la culpa?

 

Hay una sombra ya tras ella que centra y acentúa su presencia en el plano siguiente, mucho más abierto.

 

Laszlo: I’ll meet you at the bar later.

 

Lo notable es que esa sombra se localiza en ella.

 

Laszlo: We don’t want the ring, but thank you for showing it to us.

 

Es, desde luego, la sombra de Renault.

 

Y es también por eso, precisamente, la sombra de la culpa.

 

Pues, siendo con Ferrari la encarnación más cínica y calculadora del yo, es también la que se ve tentada a burlarse de Laszlo.

 

Berger: Such a bargain. That is your decision?

Laszlo: I’m sorry, It is.

 

Porque la policía vigila, el mensaje está invertido: su decisión es, en suma, sí.

 

Pero el asunto latente es, ¿cuál es la decisión de ella?

 

Pues saben hasta qué punto ella va a dudar entre los dos hombres durante toda la película.

 

Y esa duda devuelve bien la percepción que tiene el niño de la madre como ambivalente, pues presta sus sonrisas tanto al padre como a él mismo.

 

Renaud: Monsieur Laszlo, is it not?

Laszlo: Yes.

 

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10. Rick, Renault, Strasser, Lazlo. El Yo y el Ello

 

 

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 17/11/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

 

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Rick, Renault, Laszlo. El Yo y el Ello

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Rick: What’s his name?

Renault: Victor Laszlo.

 

Les decía: Victor Laszlo es alguien cuyo nombre impresiona tanto a Rick que se ve obligado a repetirlo.

 

Rick: Victor Laszlo?

Renault: That’s the first time I’ve seen you impressed.

 

Y que con ello reaparecía el tema de la impresión.

 

Rick: I am a little more impressed with you.

 

Les decía también que cada una de esas impresiones señalaban en una dirección: del lado de la de Ugarte, los salvoconductos, y del lado de Renault, Victor Laszlo. Y que sabemos, porque conocemos el relato completo, que la conjunción de esos dos elementos es lo que tiene lugar en el desenlace del film.

 

A lo que hay que añadir: que ese final es algo que el espectador vivencia como emocionalmente necesario.

 

Rick: He’s succeeded in impressing half the world.

 

¿Pero no percibe así el niño al padre del Edipo canónico?

 

Quiero decir: alguien capaz de impresionar a su mundo entero, dado que su mundo entero, coincidente en el origen con su propio yo, es la imago primordial misma.

 

Renault: It’s my duty to see he doesn’t impress the other half.

 

Y el yo, por boca de Renault, se moviliza, para contener esa impresión, para defenderse de ella, para, si es posible, suprimirla.

 

Renault: Rick, Laszlo must never reach America. He stays in Casablanca.

 

Ahora bien, ¿qué motiva esa reacción defensiva del yo? Recuerden:

 

Renault: We’ll have an important guest tonight. Maj. Strasser, of the Third Reich.

 

Evidentemente: la presión del Mayor Strasser, del Tercer Reich.

 

Es hora de que nos detengamos a pensar el papel que el nazismo, encarnado en la figura, sin duda soberbia, del Mayor Strasser, ocupa en el tablero del texto.

 

¿Qué les parece? ¿No ven en él una espléndida expresión de la pulsión procedente del interior, del Ello en su manifestación más extrema y letal?

 

¿Eros, Tánatos? Discúlpenme que no haga diferenciación alguna. Sencillamente porque creo que los esfuerzos de Freud por diferenciar en esa dirección no dieron nunca grandes resultados. De hecho, El malestar en la cultura que ustedes han leído es, en primer término, la crónica de la victoria de la pulsión de muerte sobre Eros.

 


El circuito del dinero. Orden semiótico y orden simbólico

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Renault: Rick, Laszlo must never reach America. He stays in Casablanca.

Rick: It’ll be interesting to see how he manages.

 

No hay duda de que Rick admira a Laszlo. Pero a la vez trata de disimular su impresión dirigiéndose a abrir la ventana, lo que le permite dar la espalda a Renault.

 

Renault: Manages what?

Rick: His escape.

 

como si necesitara algo de aire para contener el sofoco que esa impresión le ha causado.

 

Renault: But I just told you…

Rick: Stop it.

 

Le concede, desde el primer momento, una autoridad capaz de hacer callar a Renault.

 

Rick: He escaped the concentration camp. Nazis have chased him through Europe.

 

Y es que Laszlo ha escapado de un campo de concentración nazi. Es decir: no se ha dejado domeñar por la pulsión, ha demostrado ser capaz de escapar a su dictado.

 

Renault: This is the end of the chase.

 

Y, como les anunciaba el otro día, Rick apuesta por él.

 

Rick: Twenty thousand francs says it isn’t.

 

Con lo que su dinero entra en otro circuito.

 

Recuerden que el protagonismo del dinero ha sido notable hasta aquí:

 

 

Rick lo tiene y lo maneja.

 


 

Y eso es parte de su prestigio.

 

Rick: Here you are.

Emil: It won’t happen again.

Rick: That’s all right.

 

Ugarte: That’s not so bad. Through ways of my own, I provide them with exit visas.

Rick: For a price, Ugarte. For a price.

Ugarte: Think of the poor devils who can’t meet Renault’s price.

Ugarte: I get it for them for half. Is that so parasitic?

 

Y es que el dinero determina el valor de los objetos y su accesibilidad.

 

Ugarte: Tonight, I’ll be selling those for more money than even I ever dreamed of.

 

Ferrari: Fine, but I’d like to buy your café.

 

Y, como veíamos el otro día, el primer enunciado ético del film es aquel que excluye a los seres humanos de su circuito de valorización.

 

Ferrari: What do you want for Sam?

Rick: I don’t buy or sell human beings.

 

Sam: He’ll double what I pay you.

Sam: But I ain’t got time to spend money.

 

Rick: Your cash is good at the bar.

 

Sascha: Some Germans gave this check. Is it all right?


 

Como ven, el dinero aparece por todas partes, como criterio de valor tanto como criterio de desvalorización.

 

Hasta que llegamos a ese punto en el que nos encontramos ahora, en el que, pronunciado el nombre de Laszlo, el dinero encuentra un horizonte simbólico que lo trasciende.

 

Anotemos lo que está en el fondo de la cuestión. Pues si el dinero nos devuelve la lógica misma del mercado -ya saben lo que decía Marx: que es el mediador universal que permite establecer el valor de las mercancías-, nos devuelve igualmente, por ello, la lógica del orden semiótico mismo. Y lo que se pone en juego ahora, con la apuesta por Laszlo, es el salto de ese orden, el semiótico, a ese otro orden, condición misma de la constitución de la subjetividad, que es el orden simbólico.

 

Rick: Twenty thousand francs says it isn’t.

Renault: Is that a serious offer?

Rick: I just paid 20. I’d like to get it back.

Renault: Make it 10. I’m only a poor, corrupt official.

Rick: Okay.

Renault: Done.

Renault: No matter how clever he is, he still needs a visa. Or, I should say, two.

 

Él necesita una visa. O, debería decir, dos.

 

De modo que, en relación con ese nombre prestigioso, Viktor Laszlo, aparece una segunda figura.

 

Cómo, dicho sea de paso, hay dos lámparas ahora en escena.

 

En primer término, la que ilumina a Renault. En segundo término, y bajo esa primera en la superficie de la imagen, la que ilumina a Rick.

 

A diferencia de la primera, esta segunda es una lámpara sofisticada, brillante y sensual.

 


 

Y diríase que el movimiento de cabeza de Rick cuando pregunta por esa segunda figura estuviera destinado a llamarnos la atención sobre su presencia:

 

Rick: Why two?

Renault: He is traveling with a lady.


Rick: He’ll take one.

 

Rick, en principio, descarta el valor de esa figura.

 

Renault: I think not. I’ve seen her.

Renault: If he did not leave her in Marseilles or in Oran, he won’t leave her in Casablanca.

Rick: Maybe he’s not quite as romantic as you are.

 

En el modo como Rick la descarta percibimos el sesgo de su identificación con Laszlo.

 

Una identificación en masculino, que desvaloriza lo femenino. Laszlo podrá abandonar a esa dama -parece pensar- como él mismo ha abandonado a Yvonne. En esa desvalorización late la desvalorización de la mujer que resulta de la caída de la imago primordial.

 

Renault: It doesn’t matter. There is no exit visa for him.

Rick: What ever gave you the impression that I might help Laszlo escape?

 

La palabra impression aparece por tercera vez.

 

Es una pregunta dirigida a sí mismo tanto como a Renault -por lo demás, ya saben, Renault es su propio yo realidad con el que prosigue su diálogo interior.

 

En suma: Rick se pregunta por el poder de impresión de Laszlo sobre él.

 

Renault: Because my dear Rick, I suspect that under that cynical shell you’re at heart a sentimentalist.

 

¿Quién es el cínico, quien el sentimental?

 

Es notable hasta qué punto lo que escuchamos confirma lo que les digo a propósito de este diálogo interior.

 

Porque Renault, que se ha declarado cínico y sentimental, y que sin duda pone el rostro cínico al diálogo, utiliza ahora esos mismos dos adjetivos para Rick.

 

Renault: Laugh if you will. I’m familiar with your record.

 

Y Renault nos informa del historial de Rick: un pasado que manifiesta sus tempranos rasgos de identificación con Laszlo.

 

Renault: Let me point out just two items.

Renault: In 1935, you ran guns to Ethiopia. In 1936, you fought in Spain on the loyalist side.

Rick: And got well paid on both occasions.

 

El dinero aparece aquí de nuevo, esta vez como una justificación de Rick para descartar esa identificación.

 

Pero con ella reaparece lo que les decía hace un momento: esa reconversión del valor del campo del dinero al campo simbólico.

 

Renault: The winning side would’ve paid much better.

 

La respuesta reintroduce el tema del algo -el cálculo- pero esta vez determinado como lugar de inscripción de una renuncia, al menos parcial: no más, sino menos, por un motivo que estaría fuera de la economía de los objetos.

 

Rick: Maybe.

 

Rick asiente.

 

Rick: It seems you’re determined to keep Laszlo here.

Renault: I have my orders.

 

Ya saben: las órdenes del Ello:

 

Rick: I see. Gestapo spank.

Renault: You overestimate the influence of the Gestapo.

 

Es la presión del Ello la que rige la conducta de Renault, como es la presión del superyó la que rige ahora la conducta de Rick.

 

Renault: I don’t interfere with them and they don’t interfere with me.

 

Renault se da por ofendido.

 

Renault: In Casablanca, I am master of my fate.

 

El yo se afirma a la vez que se confiesa lo precario de su posición.

 

Renault: I am…

Casselle: Maj. Strasser is here, sir.

 

Y, desde luego, la reclamación del Ello se impone.

 

Rick: You were saying?

 

Y la solidez de la posición de Rick se debe a… la caja fuerte que se encuentra exactamente tras él.

 

 

Renault: Excuse me.


 


El café de Rick rodeado por las fuerzas del ello

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Todo empieza a llenarse de policías.

 

Pero es la policía del Ello. Vean su inmediata confirmación:

 

Renault: Carl, see that the major gets a good table, close to the ladies.

 

La mejor mesa para él es la que está más cerca de las mujeres.

 

professor: I’ve already given him the best, knowing he is German and would take it anyway.

 

Y nada tiene que ver con la ley. Por el contrario, en el Ello todo tienen que ver con el poder.

 

Renaud: Take him quietly. Two guards at every door.

 

De modo que el café de Rick es asediado por las fuerzas del Ello. El yo, acosado por ellas, gestiona como puede el asedio.

 

Policia frances: .Everything is ready, sir.

Casselle: Go ahead.

Renault: Good evening, gentlemen.

 

Observen el modo de funcionar del arte de composición clásico.

 

En principio, es mayor y más elevada la presencia en cuadro de Renault que la de Strasser.

 

Pero como la cosa no puede ser así, se construye una composición que permite invertir esos términos.

 

¿Cómo? Con ese arco que enmarca a Strasser y que, en cierto modo, le hace brillar.

 

Strasser: Good evening, captain.

Heinze: Won’t you join us?

Renault: Thank you.

Renault: It’s a pleasure to have you here, major.

Renault: Champagne and a tin of caviar.

 

Champagne y caviar. Strasser no se priva de nada. Renault se manifiesta del todo a su servicio.

 

Renault: May I recommend Veuve Clicquot ’26? A good French wine.

Maître: Very well, sir.

 

Ven hasta qué punto ese arco magnifica la posición de dominio de Strasser.

 

Y tanto más cuando, como va a suceder ahora, la cámara se aproxima hacia él en travelling:

 

Strasser: A very interesting club.

Renault: Especially so tonight major.

Renault: You’ll see the arrest of the man who murdered your couriers.

Strasser: I expected no less, captain.

 

Los salvoconductos son suyos, viene a decir Renault.

 

Policia francés: Monsieur Ugarte.

 

Las fuerzas del ello irrumpen en la sala de juego -allí donde Ugarte mantuvo su conversación con Rick.

 

Policia francés: Will you please come with us?

Ugarte: Certainly.

Ugarte: May I first cash my chips?

 

El dinero nada importa para ellas.

 

Ugarte: Very lucky. Two thousand, please.

Cajero: Two thousand.

Ugarte: Thank you.


 

Notable el modo de huida de Ugarte: dejar encerradas a esas fuerzas en la sala de juego.

 

 

Trata de bloquearlas allí, buscando auxilio en la realidad.

 

 

Ahora esta puerta alcanza su mayor magnitud.

 

 

La recuerdan.

 

 

Un estallido de violencia se produce en esa puerta, es decir, en la articulación de los dos espacios del Café de Rick.

 

 

Rick, help me!

 

Rick: Don’t be a fool. You can’t get away.

 

Pero la realidad del yo reclama la expulsión de Ugarte.

 

Ugarte: Rick, hide me! You must help me!


Ugarte: Do something!

 

Al reclamo de Ugarte hacia Rick, sólo responde la pasividad de éste.

 

Ugarte: Rick!


 

Una pasividad que encuentra su espejo en la del hombre que se encuentra tras él.

 

Strasser: Excellent, captain.

 

Se afirma la centralidad de Strasser.

 

American friend: When they come to get me, I hope you’ll be more help.

 

Y la voz de la culpa se hace oír.

 

Rick: I stick my neck out for nobody.

 

Pero Rick insiste: no se juega su cuello por nadie.

 

Rick: I’m sorry there was a disturbance, folks, but it’s all over now.

Rick: Sit down and have a good time. Enjoy yourselves. All right, Sam.

 

Y la música sigue.

 


Ante el Ello: el discurso cínico del Yo

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Renault: This is Maj. Heinrich Strasser of the Third Reich.

Rick: How do you do, Mr. Rich?

 

Y Rick se ve confrontado con Strasser.

 

Strasser: How do you do?

 

Se impone la notable envergadura física de éste, considerablemente más alto que Rick.

 

Renaud: You know Herr

Renaud: Heinz of the Third Reich.

Strasser: Please join us, Mr. Rick.

Renault: We are very honored tonight, Rick.

Renaud: Maj. Strasser is one reason the Third Reich enjoys its reputation.

Strasser: You say “Third Reich” as though you expect there to be others.

 

Renault y Rick en línea, confrontados a esa otra línea que es la del Tercer Reich.

 

Renault: Personally, major, I will take what comes.

 

Se hace oír el discurso cínico de Renault, que en buena medida es a estas alturas también el de Rick.

 

Strasser: Do you mind if I ask a few questions?

Strasser: Unofficially, of course.

Rick: Make it official if you like.

Strasser: What is your nationality?

Rick: I’m a drunkard.

 

Lo oyen, Rick y Renault están en la línea de un común cinismo.

 

Con la salvedad que el ser borracho de Rick introduce un rasgo que no garantiza la sumisión al mundo del cálculo.

 


Renaud: That makes Rick a citizen of the world.

Rick: I was born in New York City, if that’ll help you any.

Strasser: I understand you came here from Paris during the occupation.

Rick: There seems to be no secret about that.

Strasser: Are you one of those who can’t imagine Germans in their beloved Paris?

 

Notable la pregunta de Strasser: su amado París; ¿Rick toleraría a los nazis allí?

 


Rick: It’s not particularly my beloved Paris.

 

Ya no es -pero fue y sigue siendo- su amado Paris.

 

El amor caído se dibuja de manera notable. ¿Ven con que delicadeza la sombra del dibujo de la lámpara decora la zona superior izquierda de la imagen hasta alcanzar la cabeza dolida de Rick?

 

Heinze: Can you imagine us in London?

Rick: When you get there, ask me.

Renault: Diplomatist!

 

Es, como les vengo diciendo, la diplomacia del yo, en su gestión de la presión del Ello.

 

 

Strasser: How about New York?

 

Rick: There are sections of New York major that I wouldn’t advise you to try to invade.

Strasser: Who will win the war?

Rick: I haven’t the slightest idea.

Renault: Rick is neutral about everything. And that takes in…

Renault: …the field of women too.

 

Neutral en todo, las mujeres incluidas.

 

Strasser: You weren’t always so carefully neutral.

 

La afirmación de Strasser resulta ambivalente: va a nombrar las actividades políticas anteriores de Rick, pero podría nombrar igualmente su relación con una mujer.

 

Strasser: We have a complete dossier on you.

Strasser: “Richard Blaine, American. Age, 37. Cannot return to his country.”

 

Rick, como Edipo, es un exiliado que no puede regresar a su tierra.

 

Strasser: The reason is vague. We know what you did in Paris…mr. Blaine

Strasser: …and why you left Paris. Don’t worry, we won’t broadcast it.

Rick: Are my eyes really brown?

Strasser: You will forgive my curiosity, mr. Blaine.

Strasser: The point is, an enemy of the Reich has come to Casablanca and we are checking up on anyone who can be of any help to us.

Rick: My interest in whether Laszlo stays or goes is purely a sporting one.

 

Rick, no sin atrevimiento, se adelanta a nombrar a Laszlo.

 

Pero a la vez insiste en su neutralidad, esta vez por vía de la metáfora deportiva.

 

Strasser: In this case, you have no sympathy for the fox?

Rick: Not particularly. I understand the hound’s point of view too.

 

El sabueso y el zorro.

 

El Ello y el Superyó, y, entre medias, el yo, por vía de esa doble figura que es Rick-Renault.

 

Strasser: Laszlo published the foulest lies in the Prague newspapers till we marched in.

 

Retengan lo fundamental: Laszlo habla y el Tercer Reich quiere silenciar su palabra.

 

Strasser: And even after that, he continued to print scandal sheets in a cellar.

Renault: Of course, one must admit he has great courage.

 

Ven lo que les digo: el discurso de Rick-Renault está del todo sintonizado.

 

Strasser: He’s clever. Three times he slipped through our fingers. In Paris, he continued his activities. We intend not to let it happen again.

 

Como ven, el arco del fondo sigue siendo para Strasser, a la vez enmarcado por las figuras de Rick y Renault.

 

Rick: Excuse me. Your business is politics, mine is running a saloon.

Strasser: Good evening, Mr. Blaine.

Renault: You see, major? You have nothing to worry about Rick.

 

Renault prosigue el discurso de la neutralidad.

 

Strasser: Perhaps.

 

Pero Strasser desconfía.

 


Entrada de Ilsa en escena

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Ya les he hablado de los tiempos de la entrada en escena de Ilsa: primero ella sola, brillando como la lámpara que, a la izquierda, la recibe.

 

¿La reconocen?

 

 

Es esta misma lámpara,

 

 

o al menos una muy semejante.

 

De modo que en cierto modo Ilsa ya estaba presente cuando Rick apostaba por Laszlo.

 

De hecho estuvo presente algo antes todavía: como uno de los elementos que acompañaron a la impresión de Rick:

 

Renault: Victor Laszlo.

Rick: Victor Laszlo?

Renault: That’s the first time I’ve seen you impressed.

Rick: He’s succeeded in impressing half the world.

Renault: It’s my duty to see he doesn’t impress the other half.


 

Aquí la tienen.

 

Esa lámpara es entonces el ensueño de Ilsa, que separa a Rick de Renault.

 

Les insisto: estamos ante el Edipo canónico y en él el prestigio del padre es efecto de la mirada de la madre, es decir, algo de ella, de su brillo y de su delicadeza, una vez constituida en objeto prohibido, retorna sobre el sujeto, mediado simbólicamente, a través de la palabra del padre.

 

Renault: Rick, Laszlo must never reach America. He stays in Casablanca.

Rick: It’ll be interesting to see how he manages.

Renault: Manages what?

Rick: His escape.

Renault: But I just told you…

 

Los personajes se desplazan, y la lámpara vuelve a quedar del lado de Rick.

 

Rick: Stop it.

 

Por unos instantes va a quedar fuera de cuadro.

 

Rick: He escaped the concentration camp. Nazis have chased him through Europe.

Renault: This is the end of the chase.

Rick: Twenty thousand francs says it isn’t.

Renault: Is that a serious offer?

 

Pero reaparece en el momento mismo en que Rick confirma la seriedad de su apuesta.

 

Rick: I just paid 20. I’d like to get it back.

 

Y bien, les decía, primero aparece Ilsa sola, y luego, en seguida,

 

 

Laszlo tras ella.

 

De manera que Ilsa entra en la escena del café de Rick gravada por la figura de Laszlo.

 


 

Pero en seguida se hace presente ahí un biombo que la oculta para que esa entrada en escena se desdoble,

 


 

reapareciendo de nuevo tras él, esta vez enmarcada por la atención del maître, que la recibe como el espectador mismo.

 

 

Pero esta vez la fusión de ella con Laszlo es más neta.

 

Maître 2: Yes, monsieur?

Laszlo: I reserved a table. Victor Laszlo.

 

Este es el problema: la mesa reservada

 

tiene un nombre: Victor Laszlo.

 

Un solo nombre: Laszlo,

 

 

que la nombra a ella, simbólicamente, como la señora Laszlo.

 

Maître 2: Yes, monsieur Laszlo. Right this way.


 

La mirada de Sam la localiza y reconoce.

 

 

Sabemos, pues, que es la amada de Rick.

 

 

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Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0
CC1809118337478, 2018

 

 

9. Ética: Freud vs Lacan

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 17/11/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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El ideal de la formación ética

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Quisiera comenzar hoy fijando algunas ideas que no sé si quedaron suficientemente claras el último día.

 

La primera tiene que ver con la relación entre la inversión de la canción de Sam y la llegada de Ferrari.

 

Les decía que la canción se organizaba sobre la lógica más primaria, la del todo y el nada de la relación dual.

 

Pues bien, con la llegada de Ferrari -figura emblemática del yo realidad- viene a introducirse una dialéctica que da salida a esa relación tan extrema:

 

Sam: Who ‘s got nothing?

Público: We got nothing

Sam: How much nothing

Público: Too much nothing

Sam: Say nothing’s not a awful lot But knock on wood.

 

Y el tocar madera de la letra coincide con el momento en que Ferrari se sienta en su silla.

 

Sam: Now who’s happy

Público: We’re all happy

Sam: Just How happy

Público: Very happy

 

Con Ferrari se asienta el yo del principio de realidad. El que calcula las vías para alcanzar el placer dentro del mapa de la realidad.

 

Con ello, se dan cuenta, salimos de la dialéctica extrema, y potencialmente letal, del todo / nada, para introducir el algo, el quizás luego, el cerca y el lejos, el aquí y el allí...

 

 

Pero frente a la complacencia de Ferrari, se encuentra la amargura de Rick, tanto como un fondo de desprecio que le alcanza a él mismo en espejo.

 

¿A qué se debe esa amargura?

 

¿A la pérdida de ese mundo anterior al algo y sus cálculos, donde solo reinaba la exigencia del principio del placer, o a cierto juicio moral dictado por el superyó?

 

Lo notable es que en la prosecución de la escena se nos presentan como actuantes ambas causas.

 

Ferrari: What do you want for Sam?

 

Por una parte, es evidente que Rick formula un enunciado ético

 

Rick: I don’t buy or sell human beings.

 

que, en cuanto tal, exige una renuncia pulsional: la renuncia a mercadear con seres humanos.

 

Ferrari: That’s Casablanca’s leading commodity.

 

Seres humanos y/o mercancías.

 

La diferencia de posición entre Ferreri y Rick es la del que pone a ambos términos en una ecuación de igualdad frente a quien los pone en términos de oposición.

 

Pero tampoco debemos perder de vista que, tras el enunciado universal, late uno singular, dado que ese enunciado universal responde a una pregunta formulada en singular:

 

Ferrari: What do you want for Sam?

 

Y Sam, ya saben, es para Rick el aroma sonoro de su relación con Ilsa.

 

Así pues, en el rechazo de Rick, también en la amargura que emerge en él cuando se reconoce partícipe de los modos de Ferrari, se manifiestan a la vez tanto el anhelo del todo originario como la ley que reclama la renuncia pulsional.

 

Esa sorprendente conexión de ambos planos es la que se escucha en la respuesta de Sam:

 

Rick: Ferrari wants you to work for him at the Blue Parrot.

Sam: I like it fine here.

Sam: He’ll double what I pay you.

Sam: But I ain’t got time to spend money.

 

Como ven, la memoria del placer originario que Sam encarna desconoce totalmente los cálculos del yo realidad.

 

Ahora bien, ¿no consistiría en eso el ideal de la formación ética de los individuos?

 

Quiero decir, que el enunciado ético que supone una renuncia pulsional pueda permanecer bañado por la impronta del placer originario.

 


El principio de realidad y el goce perverso

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Por otra parte, esa amargura de Rick llama nuestra atención sobre cierto lado perverso del rostro de Ferrari, que no deja de estar relacionado con la economía objetual que practica: busca un placer dosificado de acuerdo con los límites -las precauciones- que el principio de realidad establece.

 

Por eso su goce es limitado, parcial, perverso -oigan esta expresión en sentido técnico.

 

Está atrapado por la dialéctica de los objetos, no puede aceptar ese atravesamiento central y radical del objeto que constituye el acto sexual.

 

 

Por otra parte, como les decía, la amargura de Rick viene provocada porque se reconoce a sí mismo en los cálculos de Ferrari.

 

Y es que, como les decía, cosas de ese orden son algo que hace con frecuencia Rick. Así, por ejemplo, con Yvonne.

 

 

Uno de ustedes suscitaba el último día muy oportunamente su semejanza con

 

 

Ilsa.

 

Es cierta.

 

Como no es menos cierto que Yvonne no puede dar la talla de Ilsa.

 

 

Ahora bien, sin duda ese vago parecido no ha escapado a Rick.

 

 

Rick ha jugado con él: ha utilizado a Yvonne como un objeto que ha tratado de poner en el lugar de Ilsa.

 

Pero no pongan el acento en el hecho de que la haya tratado como a un objeto, porque perderían de vista lo que en el film sucede.

 

El problema estriba más bien en que la ha tratado como a un objeto degradado y, en cuanto tal, en su degradación, incapaz de ocupar el lugar del objeto originario.

 

Recuerden, por lo demás, que esa posición de objeto degradado era algo que experimentaba en directo el espectador: ese espectador que había entrado en el cine en cuya fachada se encontraba pintado el bello rostro de Ingrid Bergman en tamaño gigante.

 


Freud vs Lacan: la ética y la renuncia pulsional

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Y ahora una consideración teórica.

 

Les he llamado la atención sobre el carácter ético de este enunciado:

 

Rick: I don’t buy or sell human beings.

 

argumentándoles que es tal porque contiene la exigencia de una renuncia pulsional: la que reclama renunciar a convertir a los seres humanos en mercancías para así obtener beneficio de ellos o a costa de ellos.

 

¿Qué les parece esta idea, quiero decir, la de definir la conducta ética como la que impone una renuncia pulsional para realizar un principio ético?

 

¿Les parece coherente con la teoría psicoanalítica?

 

Pero habría que preguntar más bien, ¿con qué teoría psicoanalítica?

 

Pues es del todo contradictoria con lo que Jacques Lacan denomina la ética del psicoanálisis en su Seminario 7:

«Si hay una ética del psicoanálisis -la pregunta se formula-, es en la medida en que, de alguna manera, por mínima que sea, el análisis aporta algo que se plantea como medida de nuestra acción -o simplemente lo pretende.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p 370]

 

La fórmula condicional de este enunciado –si hay una ética del psicoanálisis…- da al mismo el carácter de una pregunta, a la vez que sugiere una respuesta positiva que va a ser aportada solo tres páginas más adelante -Y tengan en cuenta que nos encontramos en el último capítulo, el de llegada, por decirlo así, de ese seminario:

«porque sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo (…), un juicio ético es posible, que representa esta pregunta con su valor de Juicio Final -¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita? Esta es una pregunta que no es fácil sostener. Pretendo que nunca fue formulada en otra parte con esta pureza y que sólo puede serlo en el contexto analítico.

 

A ese polo del deseo se opone la ética tradicional.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p. 373]

 

Como ven, Lacan afirma que hay una ética del psicoanálisis porque hay, desde el punto de vista de éste, un juicio ético posible: el que se establece a partir de una pregunta a la que da el carácter de definitiva, dado el valor de Juicio Final que se postula para ella-¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?

 

De modo que la conducta ética sería aquella en la que el acto fuera conforme con el deseo del sujeto, es decir, el que apuntara a su realización. Y ciertamente, tal es lo explícitamente afirmado pocas páginas más tarde con toda rotundidad:

«Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p 379]

 

Y por cierto que en esta nueva afirmación que viene a confirmar la anterior, se incluye el asunto de la culpa, compañero inevitable de la reflexión ética.

 

De modo que, sostiene Lacan, el acto ético es aquel que es conforme con el deseo del sujeto, tanto como el acto no ético, el acto culpable, es aquel en el que el sujeto cede -es decir: renuncia- a su deseo.

 

Se habrán dado cuenta, supongo, de la neta contradicción existente entre la definición del acto ético que les he propuesto antes -uno que, en aras de una mejora cultural, reclama una renuncia pulsional- y la que ofrece Lacan.

 

Debo añadir ahora que la que yo les he propuesto a ustedes es, estrictamente, la definición freudiana:

«Ético es quien reacciona ya frente a la tentación interiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos éticos, se expone al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda. No ha realizado lo esencial de la eticidad, la renuncia, pues la vida ética es un interés práctico de la humanidad.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 175]

 

Conducta ética es para Freud la que no cede a la tentación interiormente sentida, es decir, la que no cede al deseo, la que resiste la exigencia pulsional.

 

De modo que el rasgo mayor, esencial, definitorio de la conducta ética es la renuncia.

 

Que lo contenido de este párrafo constituía una firme convicción freudiana es algo que resulta indiscutible por como el propio Freud se reafirmó en ello en una carta de contestación que escribió a una reseña que Theodor Reik, uno de sus discípulos, publicara sobre este texto y en la que ponía en cuestión la concepción de la eticidad sostenida por Freud:

«Mantengo mi creencia en una norma social de ética científicamente objetiva y por eso no discuto el derecho del excelente filisteo a que su conducta sea considerada buena y moral, aunque le haya exigido muy escasa conquista de sí.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 174]

 

Por una nota de James Strachey conocemos el comentario de Reik:

«Reik había escrito: “La renuncia fue otrora el único criterio de la moralidad; hoy es uno entre muchos. Si fuera el único, el excelente ciudadano y filisteo de torpe sensibilidad que se somete a las autoridades, y cuya falta de imaginación torna mucho más sencilla su renuncia, sería éticamente muy superior a Dostoievski”.»

 

En todo caso, lo aquí expresado por Freud es del todo congruente con lo que afirmará podo después en El malestar en la cultura sobre las dificultades de la cultura para contener la pulsión de destrucción de los hombres y del papel de la ética en esa tarea:

«El superyó de la cultura ha plasmado sus ideales y plantea sus reclamos. Entre estos, los que atañen a los vínculos recíprocos entre los seres humanos se resumen bajo el nombre de ética. En todos los tiempos se atribuyó el máximo valor a esta ética, como si se esperara justamente de ella unos logros de particular importancia. Y en efecto, la ética se dirige a aquel punto que fácilmente se reconoce como la desolladura de toda cultura. La ética ha de concebirse entonces como un ensayo terapéutico, como un empeño de alcanzar por mandamiento del superyó lo que hasta ese momento el restante trabajo cultural no había conseguido.»

[Freud: (1929): El malestar en la cultura, p. 137-138]

 

Rick: I don’t buy or sell human beings.

 

Presentemos juntas las citas de uno y otro autor para hacer más palpable la oposición entre sus posiciones respectivas:

 

«porque sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo (…), un juicio ético es posible, que representa esta pregunta con su valor de Juicio Final -¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita? Esta es una pregunta que no es fácil sostener. Pretendo que nunca fue formulada en otra parte con esta pureza y que sólo puede serlo en el contexto analítico.
A ese polo del deseo se opone la ética tradicional.»

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p 373]

«Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo

[Lacan (06/07/1960): La ética del psicoanálisis p 379]

«Ético es quien reacciona ya frente a la tentación interiormente sentida, sin ceder a ella. Pero quien alternativamente peca, y luego, en su arrepentimiento, formula elevados reclamos éticos, se expone al reproche de que arregla las cosas de manera harto cómoda. No ha realizado lo esencial de la eticidad, la renuncia, pues la vida ética es un interés práctico de la humanidad.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 175]

 

Es un hecho que lo neto de la oposición entre lo afirmado por Freud y lo afirmado por Lacan sobre la ética resulta especialmente patente en el uso, en sentido opuesto, de una misma palabra: la palabra ceder.

 

Para Freud, la conducta ética exige no ceder al deseo, mientras que para Lacan consiste en no ceder en el deseo.

 

O en otros términos: renunciar -Freud- o no renunciar -Lacan- en el campo del deseo.

 

Y lo mismo supone, por tanto, por lo que se refiere a la culpa.

 

Si en Freud la culpa aparece por la presión del superyó cuando el yo ha renunciado a cumplir uno de sus mandatos, en Lacan, en cambio, la culpa aparece en el caso opuesto: cuando el yo renuncia a cumplir su deseo.

 

Y supongo que se darán cuenta de que eso supone, sencillamente, negar la culpa, rechazarla totalmente, cosa que sin duda habría de entusiasmar a buena parte del mundo intelectual europeo de esa década de los sesenta que acababa de comenzar cuando Lacan terminaba de impartir su seminario.

 

No entiendan que les esté presentando a Freud como una fuente incuestionable desde la que descalificar otras.

 

En ciencia no existen las fuentes incuestionables. Por principio, todas son cuestionables. Pero para poder comprender y apreciar una y otra propuesta es necesario delimitar cada una de ellas, poder comprenderlas en su diferencialidad.

 

Una pregunta, a este propósito, es obligada: ¿por qué no reconoce Lacan que su posición sobre la ética es exactamente la opuesta a la de Freud, en vez de presentarla como una deducción lógica de los presupuestos freudianos?

 

Pues, como ustedes saben, Lacan siempre se presentó como el directo heredero teórico de Freud, como su mejor y más fiel intérprete.

 

¿Desconocía el texto de Freud Dostoievski y el parricidio?

 

Si lo conocía -y es bien probable, dada la insistencia con la que retorna una y otra vez al tema del parricidio a lo largo de sus seminarios-, mentía cuando presentaba su reflexión ética como heredera directa del psicoanálisis freudiano. Si no lo conocía, eso diría bien poco de su autopresentación como el mejor especialista en la obra de Freud.

 

En cualquier caso, ya hemos mostrado en qué medida la misma noción de la ética está presente en El malestar en la cultura, texto insistentemente citado por Lacan, tanto en el seminario La Ética del psicoanálisis como en tantos otros.

 

Pero miren, el asunto más notable ya no es que Lacan lo supiera o no lo supiera, asumiera conscientemente su impostura o se deslizara en ella sin darse cuenta. Lo realmente llamativo, dado que su seminario sobre la ética es uno de los más conocidos y citados, es que nadie, en el mundo lacaniano, se haya dado por enterado de la existencia de esta abultada contradicción.

 

Y ello, sobre todo, porque esta cuestión de la ética no puede para nada ser considerada marginal, dado que afecta de manera central a esa estructura teórica mayor del psicoanálisis que es el Edipo. No solo porque la ética llega con el superyó en esa su fase final que es la del sepultamiento del complejo de Edipo, sino también porque se encuentra implícitamente implicada en él desde su comienzo mismo.

 

Pues díganme: si la máxima ética lacaniana reclama no ceder en el deseo ¿no entra en contradicción directa con esa primera ley que es la prohibición del incesto? Esa ley que prohíbe precisamente ese mayor deseo que es el originario deseo incestuoso…

 

¿No late en la posición lacaniana, tal y como se manifiesta en el seminario sobre la ética, aquella interpretación ingenua del psicoanálisis que hicieran los surrealistas y según la cual toda represión era impugnada en nombre de la libertad absoluta del deseo?

 

En rigor, lo máxima mayor de la ética del psicoanálisis lacaniana, en tanto que desafía toda represión, incluida por tanto esa primera represión que introduce el Edipo, parece más bien una invitación a la psicosis.

 


Ética y concepción del mundo

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Por lo demás, permítanme que les diga que Freud no hubiera aceptado nunca la existencia de una ética del psicoanálisis.

 

El motivo para ello es obvio: para él el psicoanálisis era una ciencia.

 

Y del mismo modo que no tiene sentido hablar de la ética de la física o
de la ética de la química, carece de sentido hablar de la ética del psicoanálisis.

 

Tiene sentido, en cambio, hablar de ética estoica, de ética cristiana o de ética comunista.

 

¿Por qué?

 

Porque la proposición de un sistema ético -no digo de una teoría de la ética, sino de un conjunto sistematizado de principios éticos- es algo característico de una concepción del mundo.

 

Les invito, a este propósito a que lean la última de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1932), la treinta y cinco, que lleva por título En torno a una cosmovisión.

 

Allí explica Freud por qué el psicoanálisis, en tanto disciplina científica, no puede ser una concepción del mundo y que debe limitarse a hacer suya la concepción científica del mundo.

«el psicoanálisis. Como ciencia especial, una rama de la psicología -psicología de lo profundo o psicología de lo inconciente-, es por completo inepta para formar una cosmovisión propia; debe aceptar la de la ciencia.»

[Freud (1932): Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis]

 

Pero, añade de inmediato, como concepción del mundo, la científica es netamente decepcionante, pues, por su propio carácter científico, no puede dar lo que las concepciones del mundo dan: explicaciones completas del mundo, de su origen y su sentido, y, por ende, una fundamentación totalizante de la condición y de la conducta humana.

 

De modo que postular la existencia de una ética del psicoanálisis equivale a dejar de pensar al psicoanálisis como una ciencia para comenzar a pensarlo como una concepción del mundo.

 

Y claro está; donde hay concepciones del mundo hay también, siempre, profetas.

 

Tal es lo que sucede progresivamente a lo largo de la obra de Lacan, quien comenzó siendo el abanderado de la reivindicación del psicoanálisis como ciencia para ir cuestionando cada vez más acentuadamente este presupuesto hasta concluir en una impugnación radical del carácter científico del psicoanálisis.

 

Pero no voy a detenerme en ello ahora: si les interesa ese historial, no tienen más que descargar en mi web un artículo que se llama El punto de quiebra del discurso lacaniano. Disponible aquí

 

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8. Principio de placer, principio de realidad, mercancías e ideales -el Superyó

 

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 10/11/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

 

 

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Ferrari y la nada

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El momento más notable de la canción que canta Sam, es decir, Dooley Wilson, viene ahora:

 

Sam: Who’s got nothing?

 

¿Quién no tiene nada?

 

Público: We got nothing

 

Nosotros no tenemos nada.

 

Sam: How much nothing?

 

Esta vez faltan los subtítulos en el momento más interesante -he tenido que añadirlos yo:

 

¿Cuánto de nada?

 

O si prefieren: ¿Cuánto de nada no tenéis?

 

Es realmente llamativa esta cuantificación de la nada que coincide con la entrada de Ferrari en el café de Rick.

 

Y no menos notable es la respuesta:

 

Público: Too much nothing

 

Demasiada nada.

 

Infelicidad o felicidad, suerte o desgracia, todo o nada.

 

Como ven, la letra nos devuelve la dialéctica de lo imaginario: todo o nada, presencia o ausencia de la imago primordial, plenitud o desintegración.

 

Sam: Say nothing’s not a awful lot But knock on wood

 

Decir nada no es muchísimo, pero toca madera

 

Aunque una traducción más literal sería:

 

Decir nada no es un horrible mucho, pero toca madera.

 

 

Y de pronto se invierte la letra:

 

Sam: Now who’s happy

Público: We’re all happy

 

¿Ha tenido que ver con la llegada de este nuevo personaje?

 

Pero formular esta pregunta, en cierto modo, confunde.

 

Porque estamos ante un hecho textual: el momento en que se invierte la letra, en que la falta de felicidad se convierte en felicidad, coincide, exactamente -los buenos textos tienen siempre algo de ecuaciones- con la llegada, con la entrada en escena, diré más, con la cómoda instalación de Ferreri ahí -véanle, vean lo cómodo que se encuentra en el Café de Rick.

 

Sam: Just How happy?

 

¿Cuanto feliz?

 

Público: Very happy

 

Muy feliz.

 

¿Y quién es este Ferrari?

 

Todo parece indicar que otro aspecto de Rick:

 

 

O para ser más exactos: otra de las imágenes en las que Rick se ve.

 

Atiendan a la tristeza desencantada de su mirada.

 

Sam: That’s the way

Sam: were going to stay so knock on

Sam: wood

 

Así estaremos si tocamos madera.

 

Sam: Now who’s lucky?

Público: We’re all lucky

Sam: Just how lucky?

Sam: Very lucky

Sam: Well, smile up, then And once again

Sam: Let’s knock on wood

 

Bien, sonriamos y una vez más toquemos madera.

 

El azar, pues, reina en esta canción.

 


Principio de Placer, Principio de realidad, mercancías e ideales -el superyo

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Ferrari: Hello, Rick.

Rick: Hello, Ferrari.

Rick: How’s business at the Blue Parrot?

 

La equivalencia entre ambos es evidente: el uno dueño del Café de Rick el otro del Café el Loro Azul.

 

Ferrari: Fine, but I’d like to buy your café.

 

Estamos en el territorio de los negocios.

 

Rick: It’s not for sale.

Ferrari: You haven’t heard my offer.

Rick: It’s not for sale at any price.

Ferrari: What do you want for Sam?

Rick: I don’t buy or sell human beings.

 

No compro ni vendo seres humanos.

 

Oímos por primera vez a Rick defender un ideal.

 

Un ideal del que nada sabe ni quiere saber Ferrari:

 

Ferrari: That’s Casablanca’s leading commodity.

 

Esa es la mercancía principal en Casablanca.

 

Ferrari: In refugees alone, we can make a fortune together in the black market.

 

Solo con los refugiados, nosotros juntos podríamos hacer una fortuna en el mercando negro.

 

Si lo piensan bien, el de Ferrari es el discurso propio del yo, pues no solo busca su placer, sino que lo busca de acuerdo con el principio de realidad: hace cálculo de riesgos y beneficios y actúa en consecuencia.

Ferrari: What do you want for Sam?

Rick: I don’t buy or sell human beings.

Ferrari: That’s Casablanca’s leading commodity.

 

Como ven, el mundo de Ferrari está hecho de mercancías, es decir, de los objetos que pueden comprarse, venderse, intercambiarse.

 

Tales son las ecuaciones en las que se desenvuelve el yo, buscando su placer a través de los vericuetos del principio de realidad

 

Y por cierto que se darán cuenta de que eso, la búsqueda del placer ordenada por el principio de realidad, encuentra su mejor espacio en el mercado, donde los objetos definen su valor, de modo que el acceso a ellos pasa por su compra y su venta.

 

La otra posición, en cambio, la de Rick, se sitúa fuera del sistema del yo. Su lógica ahora es ya la del super-yo, como todo aquello que se sitúa del lado de los ideales, es decir, como todo lo que está del lado de la ley simbólica.

 

Rick: Suppose you run your business and let me run mine.

 

Pero Rick no combate, se mantiene al margen.

 

Ferrari: Suppose we ask Sam. Maybe he’d like to make a change.

Rick: Suppose we do.

Ferrari: When will you realize that in this world isolationism is not a practical policy?

 

Fíjense de que notable manera -propiamente paradójica- se introduce el asunto del aislacionismo, esa posición que llevaba a tantos norteamericanos a querer mantenerse al margen de la guerra en Europa y que el film trataba de remover.

 

Rick: Ferrari wants you to work for him at the Blue Parrot.

 

Rick toca madera.

 

Y se apoya en los salvoconductos.

 

Sam: I like it fine here.

 

Sam, por su parte, dice estar a gusto donde está.

 

Sam: He’ll double what I pay you.

Sam: But I ain’t got time to spend money.

Rick: Sorry.

 

Sam, quien como les decía es la expresión musical de la relación de Rick con Ilsa, no entiende de esas ecuaciones.

 

 

De modo que Ferrari se retira.

 

Ahora bien, un problema queda abierto: ¿de dónde ha salido esa referencia simbólica que ha mantenido a Rick fuera de la esfera del cálculo de los objetos que representa Ferrari?

 

¿Cómo es posible que hayamos oído hablar en él la voz del superyó?

 


Yvonne. Copas vacías, asientos reservados

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Sascha: The boss’s private stock. Because, Yvonne, I love you.

 

Sascha, el barman del café de Rick, a su peculiar manera, está enamorado de Yvonne. Pero es evidente, desde el primer momento, que ella está dolidamente enamorada de otro.

 

Como ven, todo el mundo está enamorado de Rick.

 

¿Por qué? Porque Rick no está enamorado de nadie.

 

Y es que, en el mundo de los objetos, cuya lógica no es tan diversa de la del mundo de las mercancías, el objeto más deseado es el objeto más inaccesible.

 

Yvonne: Shut up.

 

Yvonne, por su parte, trata tan mal a Sascha como aquel al que ama la trata a ella misma.

 

Sascha: All right. For you, I shut up. Because, Yvonne, I love you.

Y bien, Rick está ya ahí, en espacio fuera de campo.

Sascha: Monsieur Rick. Monsieur Rick.

 

Es el jefe, y es el hombre al que Yvonne desea.

 

Sascha: Some Germans gave this check. Is it all right?

 

Pero Rick la ignora, dándole ostensiblemente la espalda.

 

Ella se aproxima,

 

 

primero enfadada,

 

 

luego suplicante.

 

Yvonne: Where were you last night?

 

Se dan cuenta de lo que esta pregunta significa: que hace dos noches Rick se acostó con ella y que ella entendió que volverían a verse a la noche siguiente.

 

Rick: That’s so long ago, I don’t remember.

 

La respuesta de Rick es de notable crueldad –Hace tanto tiempo de eso que no lo recuerdo.

 

Sascha pone el oído: cómo le gustaría tener el gancho de Rick para con las mujeres.

 

Y tras la pregunta, la súplica:

 

Yvonne: Will I see you tonight?

Rick: I never make plans that far ahead.

 

No hago planes con tanta antelación: más allá del desprecio que Rick muestra hacia ella, interesa anotar el desmembramiento del tiempo en el que vive Rick: un presente desencadenado del pasado e indiferente al futuro.

 

En suma: Rick vive fuera de todo relato.

 

Yvonne: Give me another.

 

Yvonne amenaza con emborracharse y montar un escándalo.

 

Yvonne: She’s had enough.

 

Pero Rick no lo permite.

 

Aunque no solo es eso lo que se oye en sus palabras: no solo que ya ha bebido bastante, sino también que ya ha tenido bastante -si no demasiado- de él mismo.

 

Y la botella aparece perfectamente definida en el centro de los tres personajes.

 

Yvonne: Don’t listen to him. Fill it up.

 

No le hagas caso, llénala.

 

Como ven, las copas vacías tienen toda su importancia en el film.

 

 

Y por cierto que es desagradable el sonido de la copa vacía de Yvonne:

 

Yvonne: Give me another.

Yvonne: She’s had enough.

Yvonne: Don’t listen to him

Sascha: Yvonne, I love you, but he pays me.

Yvonne: Rick, I’m tired of having you…

 

Y a la queja de ella Rick responde no sin cierta brutalidad.

 

Rick: Sascha, call a cab.

Rick: We’ll get your coat.

Yvonne: Take your hands off me!

 

Suéltame.

 

O más exactamente: Quita tus manos de mí.

 

Y sin embargo, ya saben que el deseo de ella es exactamente el contrario: pon tus manos sobre mí.

 

Rick: You’re going home. You’ve had too much to drink.


 

Ven ustedes el cartelito que hay sobre la mesa: reservado.

 

Y justo tras él una silla vacía.

 

Que podría ser ésta.

 


 

Reconocen ahí ese mismo cartel, aunque ciertamente no es la misma mesa.

 

 

No es la misma mesa, pero, ¿cuál es esta mesa?

 

 

Porque es posible que sea más de una. Pero ya habrá ocasión de ocuparnos de ello.

 

Sascha: Hey, taxi!

 

El yo expulsa un objeto de su mundo.

 

¿Cuál?

 

Yvonne.

 

Yvonne: Who do you think you are, pushing me?

 

¿Quién te has creído que eres para empujarme así? –para maltratarme así.

 

Yvonne: What a fool I was to fall for a man like you.

 

¿Por qué me enamoré de ti? Traducen aquí los subtítulos españoles.

 

Con lo que se pierden todos los matices de la letra original: Qué loca he sido para caer por un hombre como tú.

 

Pero sucede que ese lugar está reservado en el yo de Rick:

 

 

Lo que nos lleva, de nuevo,

 

 

a la copa vacía.

 

 

Vacía como la silla que se encuentra en la mesa reservada.

 

Rick: Go with her. Be sure she gets home.

 

Rick no le contesta, solo se deshace de ella.

 

Y ésta ella devuelve el temor de toda mujer ante el acto sexual: ser rechazada cuando ha concluido.

 

Es decir: no lograr ocupar el lugar de esa silla reservada.

 

 

 

Sascha: Yes, boss.


 


El foco, la torre y el aeropuerto: la escena primordial

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Rick: Come right back.

Sascha: Yes, boss.


 

El foco de la torre del aeropuerto busca a Rick.

 


 

Podríamos decir que le señala.

 


 

Resulta obligado reparar en el abultado fallo de raccord que tiene lugar entre estos dos planos:

 

 

¿Como podría la luz de ese foco iluminar a Rick si éste se haya a ras de suelo, en la puerta de su café, mientras que el foco apunta hacia arriba?

 

 

Y no se trata de que el café de Rick se encuentre en una zona alta de la ciudad, pues, como tendremos ocasión de constatar dentro de un momento

 

 

se encuentras a ras del suelo.

 

Renault: The plane to Lisbon.

 

Y por cierto que ahora la luz de la torre está inclinada hacia abajo, como señalando al avión que alza el vuelo.

 

 

Toda incongruencia -toda aspereza en el despliegue verosímil del texto- es relevante para el análisis:

 

 

La ruptura del buen orden del raccord, del discurso verosímil, pulido, prefigurado, dicho ya tantas veces por tantos, es la marca misma del sujeto.

 

De modo que, contra la verosimilitud, se impone la metáfora: Rick y la torre, Rick una torre como la torre.

 

Lorenzo Torres, viejo amigo que ha vuelto últimamente por aquí, interesado en lo que hablamos el otro día sobre Ugarte y la torre, ha recordado que por ser torre del aeropuerto esa torre es torre de control.

 

Lo que entra del todo en el campo de algo que ya habíamos anotado, como era el ser esta torre, a la vez, faro.

 

¿Qué, en términos de pensar psicoanalítico, escuchan cuando atendemos a estos aspectos de la torre, los de ser control y faro?

 

¿No les parece que estamos ante rasgos propios del superyó?: la necesidad de control, el buen camino a seguir.

 

Y si recordamos que, para expulsar a Yvonne de su café, Rick ha debido asomarse al exterior y allí ha sido señalado por ese poderoso falo que es a la vez torre de control y faro, ¿cómo no constatar que la referencia prefiguradora del superyó, el padre, está ya ahí?

 

Y no debe extrañarles que comparezca como falo, pues como tal ha sido descubierto allí donde señalaba la mirada de la imago primordial un instante antes de desvanecerse.

 

Renault: Hello, Rick.

Rick: Hello, Louis.

 

Tras Ugarte, Louis -anoten la familiaridad con la que se dirige al capitán Renault.

 

Renault: How extravagant, throwing away women like that.

Renault: Someday, they may be scarce.

 

Discurso sensato, típicamente yoico, el de Louis Renault, que viene a situarse en la estela del de Ferrari: de nuevo vemos al yo introduciendo en el principio de placer los cálculos propios del principio de realidad.

 

Ciertamente, cualquier día esas mujeres hermosas pueden dejar de estar a tiro. No habría que desaprovecharlas.

 

Renault: I think I shall pay a call on Yvonne. Maybe get her on the rebound.

Rick: When it comes to women, you’re a true democrat.

 

No deja de ser interesante la respuesta de Rick, pues ciertamente también hoy se hace cualquier cosa con la palabra democracia.

 


Renault: If he gets a word in, it’ll be a major Italian victory.


 

Y bien, ya hemos llegado aquí.

 

Se dan cuenta de hasta qué punto es inverosímil el espacio del drama.

 

¿Cómo creer que este café

 

 

puede tener en frente

 

 

este aeropuerto?

 

 

No hay manera, no cuadra.

 

Y sin embargo, cuando ustedes veían la película ni repararon en ello.

 

¿Cómo es posible que no experimentaran tal incongruencia?

 

Sólo una explicación parece razonable: que se dé una congruencia más densa en otro plano. Y sin duda así sucede: más allá del recinto del yo, justo detrás de esa valla del aeropuerto, está el mundo exterior al que Rick se halla ahora asomado.

 

Renault: The plane to Lisbon.

 

Hay dos elementos: en el centro, el avión, a la derecha, la torre.

 

Y el foco de la torre señala ese avión que se encuentra del otro lado de la valla que separa a los personajes del recinto del aeropuerto.

 

No creo que les choque si les digo que el avión es metáfora de Ilsa como la torre lo es de Laszlo.

 

Y si lo aceptan, no es difícil ver en el avión -y en su vuelo- la metáfora de ese goce que se asocia a la imago primordial, tanto como en la torre una imagen de ese tercero, el padre, que guía con su faro su vuelo a la vez que levanta una valla que cierra el acceso al sujeto.

 

De manera que nos encontramos ante una cumplida metáfora del sujeto asomado a su escena primordial.

 

 

Ahí le tienen, anhelando el objeto perdido.

 

Renault pone nombre a su deseo:

 

Renault: You would like to be on it?


 


Edipo

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Rick: Why? What’s in Lisbon?

Renault: The clipper to America.

Renault: I’ve speculated on why you don’t return to America.

Renault: Did you abscond with the church funds? Run off with a senator’s wife?

Renault: I like to think you killed a man. It’s the romantic in me.

Rick: It’s a combination of all three.

 

Una combinación de las tres, responde Rick.

 

Deletreemos entonces esas tres causas del exilio de Rick:

Renault: Did you abscond with the church funds?

 

Robar los fondos de la iglesia.

 

Y la iglesia, no lo olviden, es la casa de Dios. Es decir, del Dios Padre. Y dado que Renault, además de romántico es francés, es decir, católico, es la Virgen, la madre iglesia, la robada.

Renault: Run off with a senator’s wife?

 

Escaparse con la esposa del senador. Pero claro está, un senador es un padre de la patria. Por tanto: escaparse con la esposa del padre, es decir, poseerla.

Renault: I like to think you killed a man. It’s the romantic in me.

 

Matar a un hombre. Sólo tienen que invertir el orden de exposición: matar a ese hombre que es el padre y apropiarse de su objeto más valioso.

 

Como ven, Rick encarna a Edipo.

 

Renault: What brought you to Casablanca?

Rick: My health. I came to Casablanca for the waters.

 

No es ninguna broma ni ninguna chulería: Rick se encuentra en Casablanca tratando de curar sus heridas.

 

Renault: The waters? What waters? We’re in the desert.

Rick: I was misinformed.

Emil: Excuse me, Monsieur Rick.

Emil: A gentleman inside has won 20.000 francs…

Emil: …and the cashier would like some money.

 

El croupier está avergonzado: han fallado las trampas de la ruleta de Rick.

 


Rick: I’ll get it from the safe.

 

Saben lo que sigue: el fallo del croupier exige abrir la caja fuerte de Rick.

 

El asunto, entonces, es: ¿qué hay en ella?

 


Emil: I’m so upset, Monsieur Rick. You know…

Rick: Forget it, Emil. Mistakes happen all the time.

 

El yo, realista, lo sabe: la presión exterior produce inevitablemente errores en el funcionamiento del fortín de Rick.

 

Emil: I’m awfully sorry.


 


Laszlo y La caja fuerte de Ricky

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Renault: There’ll be some excitement tonight. An arrest in your café.

Rick: Again?

Renault: This is no ordinary arrest.

Renault: A murderer, no less.

Renault: If you’re thinking of warning him, don’t. He cannot escape.

Rick: I stick my neck out for nobody.

 

De nuevo la imparcialidad, la no intervención de Rick: él no arriesga su cuello por nadie.

 

Renault: A wise foreign policy.

Renault: We could’ve arrested him at the Blue Parrot.

 

¿Qué está sucediendo ahora?

 

Sucede que estamos subiendo a lo que se encuentra en la parte de arriba del Café de Rick. Y bien, ¿no les parece el lugar ideal para ubicar al super-yo?

 

Renault: Out of my regard for you, we’re staging it here.

Renault: It will amuse your customers.

 

Es por eso notable que, estando el lugar en el que ahora entramos arriba y teniendo su propia puerta, sin embargo está a la vez abierto a lo que abajo sucede.

 

Rick: Our entertainment’s enough.

Renault: We’ll have an important guest tonight. Maj. Strasser, of the Third Reich.

 

Rick se encuentra ahora fuera de campo, pero su negra sombra protagoniza la zona derecha del plano tanto como la figura de Renault protagoniza la izquierda mientras anuncia la presencia del Mayor Strasser, del Tercer Reich.

 

Pero hay que añadir: hay un fuera de campo más fuera de campo todavía, pues si vemos la sombra de Rick no vemos su caja fuerte.

 

 

Por un momento, la sombra de la puerta de esa gran caja que oculta la casi totalidad de la sombra de Rick.

 

O en otros términos: se hace extraordinario el peso compositivo de la caja fuerte.

 

Renault: We want him to see the arrest as a demonstration of our efficiency.

Rick: I see. What’s Strasser doing here?

Rick: He didn’t come here to witness a demonstration of your efficiency.

Renault: Perhaps not.

Rick: Here you are.

 

Sin duda, de la caja ha salido dinero.

 

Pero a la vez ha quedado localizado, en este espacio que se encuentra en la parte superior del café de Rick, cierto espacio interior de él, en extremo diferente al de sala de juego, que es designado por esa caja fuerte.

 

Emil: It won’t happen again.

Rick: That’s all right.

Rick: Louis, there’s something on your mind.

Rick: Why don’t you spill it?

Renault: How observant you are.

 

Ahí la tienen, la gran caja fuerte de Rick.

 

Presten atención a como prosigue el plano.

 

Renault: I wanted to give you a word of advice.

Rick: Yeah?

Rick: Have a brandy?

Renault: Thank you.

Renault: There are exit visas sold in this café, but we know you’ve never sold one.

 

Si me han hecho caso, se habrán dado cuenta. ¿De qué? De que la caja fuerte está justo detrás -pero podríamos decir dentro- de Rick.

 

Renault: That’s why we let you remain open.

Rick: I thought it was because I let you win at roulette.


Renault: That is another reason.

Renault: There’s a man arrived here on his way to America.

Renault: He’ll offer a fortune to anyone who’ll get him a visa.

Rick: What’s his name?

Renault: Victor Laszlo.

 

¿Quién es Victor Laszlo?

 

Alguien cuyo nombre impresiona tanto a Rick que se ve obligado a repetirlo.

 

Rick: Victor Laszlo?

Renault: That’s the first time I’ve seen you impressed.

 

Reaparece, pues, el tema de la impresión:

 

Rick: I am a little more impressed with you.

 

Y observen que si juntamos narrativamente los dos motivos de la impresión -los salvoconductos y Victor Laszlo- obtenemos el desenlace del relato.

 

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7. El Edipo canónico y las dos salas del Yo

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 10/11/2017 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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El Edipo canónico

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«La relación del muchacho con el padre es, como nosotros decimos, ambivalente. Junto al odio, que querría eliminar al padre como rival, ha estado presente por lo común cierto grado de ternura. Ambas actitudes se conjugan en la identificación-padre; uno querría estar en el lugar del padre porque lo admira (le gustaría ser como él) y porque quiere eliminarlo. Ahora bien, todo este desarrollo tropieza con un poderoso obstáculo. En cierto momento el niño comprende que el intento de eliminar al padre como rival sería castigado por él mediante la castración. Por angustia de castración, vale decir, en interés de la conservación de su virilidad, resigna entonces el deseo de poseer a la madre y de eliminar al padre. Y es este deseo, en la medida en que se conserva en lo inconciente, el que forma la base del sentimiento de culpa. Creemos haber descrito con ello procesos normales, el destino normal del llamado complejo de Edipo; todavía habremos de agregar un importante complemento.»

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 181]

 

Les he venido hablando del Edipo canónico, que ciertamente es una expresión que no habían oído nunca.

 

La cita que les propongo hoy para comenzar la sesión viene a justificar la elección de esta expresión.

 

Como les dije, utilizo la palabra canónico allí donde Freud emplea la palabra normalCreemos haber descrito con ello procesos normales, el destino normal del llamado complejo de Edipo-, para evitar las confusiones producidas por la extraordinaria distancia que opone el modo freudiano de emplear esta palabra del que domina en la actualidad.

 

Pues, como les decía, hoy en día cuando se dice que algo es normal se entiende que es lo que sucede de manera mayoritaria.

 

Para Freud, en cambio, lo normal es lo que está de acuerdo con la norma, lo que a ella responde y se amolda -una medida más alta de normalidad y de corrección anímicas.

 

Como ven, el suyo es un uso etimológicamente irreprochable.

 

Y no debemos perder de vista que la caída en desuso de esta significación de la palabra normal es coincidente con la desvalorización de la norma, es decir, de la ley simbólica, en el mundo contemporáneo.

 

Por lo que se refiere a ese importante complemento al que hace referencia Freud en este texto es, ya lo habrán adivinado ustedes, el que tiene que ver con la constitución del superyó.

 

Y vean en el párrafo que sigue a éste la confirmación de algo que le contesté a uno de ustedes en su momento cuando les señalaba que la posición femenina ante el padre no era un componente del Edipo canónico:

«Otra complicación sobreviene cuando en el niño se ha plasmado con intensidad mayor aquel factor constitucional que llamamos bisexualidad. Amenazada la virilidad por la castración, se vigorizará en tal caso la inclinación a buscar escapatoria por el lado de la feminidad, a ponerse más bien en el lugar de la madre y adoptar su papel de objeto de amor ante el padre. Sólo que la angustia de castración imposibilita también esta solución. Uno comprende que sería preciso admitir la castración si quisiera ser amado por el padre como una mujer. Así caen bajo la represión ambas mociones, odio al padre y enamoramiento de él. (…)

«La angustia frente al padre es lo que vuelve inadmisible el odio a él; la castración es terrorífica, tanto en su condición de castigo como en la de precio del amor. De los dos factores que reprimen el odio al padre, el primero, la angustia directa frente al castigo y la castración, ha de llamarse normal; el refuerzo patógeno parece venir sólo del otro factor: la angustia ante la actitud femenina.

[Freud (1927): Dostoievski y el parricidio, p. 181-182]

 

Y bien, porque Casablanca nos devuelve el trazado narrativo del Edipo canónico, no encontraremos en ella esa posición femenina ante el padre.

 


Lo simbólico / lo jurídico

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Trato de hablarles de lo simbólico como esa dimensión del lenguaje donde se producen los efectos que son propios del psicoanálisis.

 

Les decía que lo simbólico no es el lenguaje de Wittgenstein, ni el de la psicología cognitiva, ni el de la semiótica, que es ese del que habla Lacan y su escuela.

 

Y ciertamente es evidente la dificultad de abordarlo en el mundo moderno.

 

Vean esto, por ejemplo.

 

Es una noticia de ayer:

 

Léanlo mejor:

«La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ha acatado este jueves expresamente ante el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena el artículo 155 de la Constitución, que interviene la autonomía de Cataluña tras la declaración unilateral de independencia del pasado 27 de octubre, y ha manifestado que esta declaración tiene un carácter simbólico, según fuentes jurídicas.»

 

Observen el valor que da a lo simbólico Carme Forcadell, pero también sus abogados, y los periodistas que transmiten su mensaje. Se dan cuenta de que esa es su línea de defensa: que esa declaración ha sido un acto simbólico, es decir, un no acto, un acto que no vale nada.

 

Y aunque demuestra con ello no saber nada del valor de lo simbólico -pero entonces, ¿cómo pretende ser la heroína de una nueva nación?-, al menos percibe bien que lo simbólico es una dimensión bien diferente a la de lo jurídico, que no es más que una de las formas de lo semiótico.

 


Los salvoconductos: la pulsión y el deseo

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Rick: You’re right, Ugarte.

Rick: I am a little more impressed with you.

 

 

Rick se reconoce impresionado.

 

Algo le ha tocado con la fuerza suficiente para hacerle salir del recinto más cerrado de su yo.

 

Y es que les decía: piensen el café de Rick como el yo. Un yo instalado en su pedestal narcisista, herméticamente defendido.

 

Y bien, lo que lo ha tocado es eso que se ha deslizado en su reducto narcisista

 

 

y que es nombrado como los salvoconductos:

 

Ugarte: Look, Rick.

Ugarte: You know what this is?


 

Los salvoconductos que, sean lo que sean, signifiquen lo que signifiquen, se encuentran ahora exactamente sobre las piezas negras de Rick.

 

Y dentro de un instante desaparecerán bajo ellas.

 


Ugarte: Something that even you have never seen.

 

¿No les parece notable que cuando Ugarte habla de eso que Rick nunca había visto, los salvoconductos ya han quedado escondidos bajo las piezas?

 

Por cierto, ¿cuál es el color de las piezas blancas?

 

No exactamente blanco, más bien marfil, ¿no?

 

Un color bien parecido al del sobre que contiene los salvoconductos

 

 

y al del traje mismo de Ugarte -un color bien diferente al de la chaqueta netamente blanca de Rick, que, eso sí, se ve contrastada por una pajarita tan negra como sus piezas.

 

Las blancas, entonces, han movido: han puesto en el tablero los salvoconductos.

 

Y esos salvoconductos, sumergidos bajo las piezas negras de Rick, se convierten en el desencadenante de la energía que va a impulsar su primer movimiento.

 

Ugarte: Letters of transit signed by General de Gaulle.

Cannot be rescinded. Not even questioned.

 

Curiosa esa cosa que son los salvoconductos. Ya es hora de que nos paremos a pensarlos.

 

Son papeles que abren el paso a cualquier sitio, que eliminan todo límite y toda frontera, y que nadie puede rescindir ni cuestionar. Papeles que permiten, en suma, rechazar, atravesar, violar cualquier ley.

 

En cuanto tales, están del lado de la pulsión, pues la pulsión en sí misma es energía interior que presiona. Y ciertamente, con su llegada Rick se ve empujado a salir de su fortín interior.

 


 

Pero no pierdan de vista la otra cara de estos salvoconductos:

 

 

son unos documentos, es decir, papeles con cosas escritas en ellos. Están, por eso, del lado del lenguaje.

 

Han llegado desde el exterior, se han cargado de la energía de Rick -la de sus piezas negras de ajedrez- y empujan hacia el exterior.

 

De modo que en ellos se encuentran dos factores tan diversos como la pulsión y el lenguaje.

 

Del lado de la pulsión, son vehículos energéticos.

 

Del lado del lenguaje, son la posibilidad de la articulación de esa energía pulsional.

 

Son pues operadores del deseo, si aceptan ustedes la definición del deseo que voy a proponerles: el deseo es la articulación de la pulsión por las vías del lenguaje.

 

Esta es una definición que no está en Freud ni, que yo sepa, en ningún psicoanalista posterior, pero es congruente con una diferencia conceptual establecida por Freud: la que distingue la pulsión ligada a un objeto de la pulsión libre o desligada.

 

El deseo sería, pues, pulsión ligada a un objeto, y el lenguaje sería la vía de esa ligazón.

 

Pues bien, podemos decir que el protagonismo de los salvoconductos en el relato tiene que ver con ello: ubicados todo el tiempo en el centro de éste, están incompletos, en tanto que está en blanco el lugar donde debe escribirse el nombre de aquellos que pueden llegar a usarlos.

 

Sólo cuando esos nombres sean escritos, esa articulación de la pulsión en deseo por vía del lenguaje se verá realizada.

 


Las dos salas del yo

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Les decía que los salvoconductos empujan a Rick a salir de su fortín interior.

 

Pero no entiendan que este fortín defina los confines del yo, pues sólo delimita su reducto más interior.

 

Su yo abarca igualmente esa segunda zona, menos cerrada -pues ya no hay guardia en ella- que es el bar del café.

 


 

Al igual que nos hemos detenido en los salvoconductos, debemos hacerlo ahora en las dos salas del café de Rick.

 

Son ciertamente dos y cada una tiene su propia puerta.

 

 

Pero son dos puertas ciertamente diferentes. La primera es exterior, da a la calle, y ante ella no hay portero alguno. La segunda, en cambio, es interior, sin acceso directo a la calle, y se encuentra guardada por un portero de tamaño considerable.

 

La principal diferencia de esas dos salas se hace evidente:

 

 

una,

 

 

el bar,

 

 

tiene dos puertas. Una puerta exterior

 

 

y otra interior, que se abre a la segunda sala, la sala de juego.

 

 

Esta segunda sala, en cambio, solo tiene una puerta, esa misma que la comunica con el bar, pues, recuérdenlo,

 

 

tras el lugar elevado donde se sienta Rick

 

 

solo hay una pared sin puerta alguna.

 

De manera que lo sensato es invertir la posición de nuestras dos puertas:

 

 

Lo que además corresponde bien a la dirección en la que se ha desplazado la cámara hasta encontrar a Rick.

 

Un desplazamiento, decíamos, hacia lo más interior que es también hacia lo más antiguo, hacia lo que está más atrás en el pasado.

 

¿Que hay ahí?

 

Ya lo saben:

 

 

una copa vacía y una parálisis en el lugar del acto que viene metaforizada por el tablero de ajedrez y por el cigarrillo en el cenicero.

 

Y también saben esto: que esa copa vacía es la metáfora de la Imago Primordial que ya no está, pues está vacía, pero que está a pesar de todo, pues, vacía, está como el continente mismo de lo que el yo de Rick es.

 

Al menos hasta que un acto de escritura, es decir, de palabra, un acto propiamente simbólico, venga a constituirle en otra dimensión que no sea la de lo imaginario.

 

¿Y qué es lo que no hay ahí, en esa sala de juego?

 

Díganme: ¿han reparado en lo que no hay en ella?

 

No hay música, ni canciones.

 

Solo el rumor sordo de los jugadores.

 


 

Sala de juego, ruleta, naipes, los torbellinos del azar y, sobre ellos, Rick, quien, como saben, manipula la ruleta:

 

Emil: Do you wish to place another bet, sir?


Brandel: No, No, I guess not.

Rick: Have you tried 22 tonight?

 

Manipula la ruleta para hacerla coincidir con sus deseos.

 


El bar: la realidad del yo

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Aquí en cambio, en la sala del bar, hay música.

 

Y bien, dado que hemos aprendido del error del capitán Renault –Serves me right for not being musical-, veamos como la letra de esa música define el espacio.

 

Sam: Say, who ‘s got trouble?

Público: We got trouble

 

Porque esta sala es menos interior, porque no tiene portero, a ella llegan los problemas.

 

Sam: How much trouble?

 

Y todos tienen problemas porque, aunque a ustedes les han engañado en el sistema educativo desde la infancia diciéndoles que es posible un mundo feliz y sin problemas, es un hecho que el mundo no está hecho para que los hombres sean felices y carezcan de problemas.

 

Es más, no ha sido hecho para algo.

 

Simplemente está ahí.

 

Es real.

 

Y bien, estamos en esa parte del yo, más abierta, donde los problemas se presentan.

 

En la realidad, en suma.

 

En la realidad del yo, tal y como se configura para éste en esa pantalla que es la de la conciencia.

 

Público: Too much trouble

 

Muchos problemas, que llegan tanto del exterior como del interior.

 

¿Acaso no acaba Rick de llegar desde el interior portando los salvoconductos?

 

Sam: Well now, don ‘t you frown Just knuckle down and knock

Sam: on wood

 

Bueno, y ya saben cómo se comporta el yo con sus problemas; hace lo que puede, procede por ensayo y error, lo prueba todo, incluso el tocar madera.

 

Sam: Who ‘s unhappy?

 

¿Y quién es el sujeto?

 

Público: We’re unhappy

 

¿Ese sujeto que acaba de aparecer en el centro del plano?

 

 

No hay duda: alguien que es infeliz.

 

Sam: How unhappy?

Público: Too unhappy

 

Y por cierto que Rick llega deslumbrante con su chaqueta blanca -observen que no es blanco, sino gris plateado el traje que se ha escogido para Sam.

 

Y llega con dos cosas: su infelicidad -pues en esta sala ya no es posible olvidarse de ella- y los salvoconductos.

 

Sam: That won ‘t do When you are blue, just knock on wood

 

Rick toca madera y coloca los salvoconductos en el interior del piano,

 

Sam: Who’s unlucky?

 

en el centro de la sala del bar. Ahí permanecerán hasta casi el final del relato. De modo que, como les decía hace un momento, casi todo lo que sigue va a suceder en torno a esos salvoconductos que estarán en el centro de todo.

 

Insistamos en ello: ese objeto que está en el centro de la narración y que todos desean se encuentra en el centro del espacio en el que casi todo lo principal de la narración sucede.

 

Público: We’re unlucky


Sam: How unlucky?

Público: Too unlucky

 

Se dan cuenta de hasta qué punto queman los salvoconductos.

 

La mirada de Rick, preocupada, casi asustada, así lo atestigua.

 

Sam: But your luck’ll change If you’ll arrange to knock on wood

 

Los salvoconductos, ese objeto que parece ser el comodín perfecto, ¿puede llegar a cambiar la suerte?

 

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CC1809118337478, 2018

 

6. La copa vacía y los salvoconductos

 

 

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2017/2018
sesión del 04/11/2017 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2018

 

 

 

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Desvalorización, deseo y azar

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Y el desplazamiento hacia la izquierda sigue, insistente.

 

No podemos dudar que conduce -que está buscando- a Rick.

 

Por el camino debemos tomar nota de que nos encontramos ahora en una clandestina sala de juego presidida por una gran ruleta.

 


Women Playing Cards: Waiter?

Professor: Yes, madame?

Women Playing Cards: Will you ask Rick if he’ll have a drink with us?

 

También esta mujer pregunta por Rick, a la vez que, como era previsible, le localiza a la izquierda con su mirada excitada: no hay duda de que eso coloca a Rick en el lugar del objeto del deseo.

 

Cosa que, por lo demás, ya sabíamos.

 

 

Pero la lexicalización más precisa del asunto obligaría a decir: en el lugar del portador del objeto parcial del deseo, pues ciertamente eso es el falo: el objeto parcial por antonomasia del deseo.

 

Recuérdenlo: ese objeto parcial ha quedado investido como tal por la mirada de quien fue el objeto total del deseo -la imago primordial- en el momento mismo en que declaraba, con su mirada, su imposibilidad de ser tal.

 

Professor: Madame, he never drinks with customers. Never. I’ve never seen it.

 

La respuesta del camarero -hay que tomarla en serio, porque, además de camarero, es conocido como el profesor -habla de la inasequibilidad de Rick.

 

Women Playing Cards 2: What makes saloonkeepers so snobbish?

Dutch Banker: Perhaps if you told him I ran the second-largest bank in Amsterdam.

Professor: The second largest? That wouldn’t impress Rick.

 

El dinero, decíamos, aparecía como el criterio de valor.

 

Pero es el suyo un valor dudoso en un mundo movedizo donde todo -incluso el poder del dinero- se ha visto desvalorizado. -Tal fue, por lo demás, el efecto de la turbulenta inflación de aquella época.

 

De manera que ni siquiera la lógica del dinero rige: y, así, es la ilógica del azar -la ruleta- la que se impone.

 

professor: The leading banker in Amsterdam is now the pastry chef here.

Dutch Banker: We have something to look forward to.

Professor: And his father is the bellboy.

 

Como ven, todo ha caído, los banqueros, el valor del dinero, pero también el lugar el padre que ha quedado relegado a la posición del aprendiz y del niño -pues tal es la posición tradicional del botones.

 


Rick, la copa vacía, el ajedrez

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Professor: Good!

 

Y llega por fin el último desplazamiento hacia la izquierda.

 

Entra en cuadro, por primera vez, Rick, aunque solo parcialmente, a través de su brazo extendido hacia adelante.

 

De modo que el héroe -pero seamos exactos: el que habrá de llegar a serlo, el que alcanzará ese estatuto cuando haya recibido el oportuno mandato y haya superado las pruebas necesarias, es decir, cuando logre abandonar la situación de retraída pasividad en la que ahora le encontramos recluido- comparece, en principio, de modo parcial, en lo que no deja de resonar la cuestión sobre la que les llamaba la atención hace un momento: el carácter de objeto parcial de aquello de lo que es portador.

 

Se dan cuenta, por lo demás, de que será opuesta la presentación de ella

 

 

que emergerá en cambio, por contra, como un objeto total.

 

 

Y, así, caracterizado, antes de la mostración de su rostro, por los objetos que le rodean y que a la vez le separan del resto de las gentes que llenan su café/casino.

 

Recordémoslo: hemos llegado hasta él recorriendo un incesante movimiento hacia la izquierda que comenzó con la entrada en el café desde la calle.

 

De modo que al fondo de todo, totalmente a la izquierda, es decir, en el pasado, es donde se encuentra instalado Rick.

 

Y retraído, fortificado por esos objetos, les decía, que le separan de todos los otros: un tablero de ajedrez en primer lugar. Rick juega con las negras. ¿Contra quién? Todo parece indicar que juega solo. Pero eso podría ser igualmente una manera de decir que juega contra todo y contra todos los demás.

 

Y, porque juega con las negras, la suya es una posición reactiva, dado que, como saben, en ajedrez el primer movimiento es siempre el de las piezas blancas.

 

Y está también la copa, casi totalmente centrada en cuadro

 

 

-en seguida lo estará del todo- y patentemente vacía.

 

Y si es copa de champagne y el champagne es la bebida del amor, es evidente que es el vacío, la perdida en el campo del amor, lo que más intensamente caracteriza al personaje al que pertenece.

 

Hay algo más que decir de la posición en la que Rick se encuentra. Antes de llegar junto a él, el camarero ha debido ascender un escalón:

 

 

De modo que la mesa de Rick no solo se encuentra a la izquierda del local, sino también elevada con respecto al resto de las mesas y, por ello, es necesario ascender para llegar hasta él.

 

Lo que se aprecia especialmente si prestan atención al desplazamiento -de nuevo hacia la izquierda- del profesor al fondo:

 


 

Resulta obligado contrastar el largo desplazamiento hacia la izquierda de la cámara y los personajes que aquí concluye con el opuesto que tendrá lugar en el desenlace del film.

 

Renault: It might be good for you to disappear from Casablanca for a while.

Renault: There’s a Free French garrison at Brazzaville. I could arrange passage.

Rick: My letter of transit? I could use a trip.

Rick: But it doesn’t change our bet.

Rick: You still owe me 10,000 francs.

Renault: And that 10,000 francs should pay our expenses.

Rick: “Our” expenses? Louis…

Rick: …I think this is the beginning of a beautiful friendship.

 

Rick, el deseable

 

•Women Playing Cards: Will you ask Rick if he’ll have a drink with us?

 

portador del falo,

 

 

se encuentra sobre su pedestal.

 

 

El espectador cuenta con ver por fin el rostro de Rick, pero su aparición en pantalla se demora una vez más,

 

 

pues un plano detalle nos muestra la acción de su mano.

 

Desde allí, Rick gobierna su mundo, genera y valida sus propios documentos, por más que sean estos documentos de corto recorrido, dado que no poseen otro significado que el valor abstracto del dinero.

 

Y por cierto que el relato se fecha: 2 de diciembre de 1941, es decir, a cinco días antes del 7 de diciembre de 1941, fecha, como les recordaba el otro día, del ataque japonés a Pear Harbour que forzó la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

 


 

Y todavía una nueva demora.

 

Como les anuncié, la centralidad de la copa vacía es ahora absoluta.

 

 

No es posible dudar de lo que hay en ella de operador a la vez metonímico y metafórico. Basta, para confirmarlo, con echar un vistazo a esta escena posterior -perteneciente al flashback de Paris-:

 

Ilsa: We said no questions.

 

en la que opera como metonimia de su relación con Ilsa.

 

Rick: Here’s looking at you, kid.

 

Pero, además de operador metonímico, lo es también metafórico:

 


 

pues la copa está, por decirlo así, vacía de ella.

 

 

Se confirma ahora lo que he venido diciéndoles sobre la disposición del espacio de esta segunda sala, la más interior, del Café de Rick.

 

Ciertamente, Rick se encuentra al fondo, en el extremo opuesto a la puerta que da a la calle.

 

Estudia la disposición de las piezas en el tablero de ajedrez, examina la posibilidad de comer un caballo…

 


 

Medita su jugada.

 


 

toma su cigarrillo.

 


La llegada de los salvoconductos

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Y entonces…

 

Se abre la puerta de ese espacio clausurado donde él se encuentra refugiado y, a la vez, reina.

 


 

Su poder, en ese espacio, es reafirmado.

 

Él es quien decide quien entra o no entra en su mundo.

 


 

Estos sí.

 

Abdul: Excuse me.


 

Este no -Rick niega con la cabeza.

 

Abdul: I’m sorry, sir. This is a private room.

German Banker: Of all the nerve! Who do you think…

German Banker: I know there is gambling in there!

 

Evidentemente, es el fuerte acento alemán del personaje el que viene a motivar el rechazo de Rick.

 

German Banker: You dare not keep me out!

Rick: What’s the trouble?

have been in every gambling room from Honolulu to Berlin.

 

Lo que queda confirmado en seguida por sus propias palabras.

 

German Banker: If you think I’ll be kept out of a saloon like this, you’re mistaken.

Ugarte: Excuse me, please.

Ugarte: Hello, Rick.

Rick: Your cash is good at the bar.

 

Rick defiende su fortín, el fortín de su yo, en el que se ha amurallado mientras espera, espera, espera…

 

German Banker: What? Do you know who I am?

Rick: I do. You’re lucky the bar is open to you.

German Banker: This is outrageous! I shall report it to the angriff!

 

El alemán se va enfadado.

 

Pero por el camino, como quien no quiere la cosa, se ha deslizado en el interior del espacio interior de Rick un tercero que no es

 

 

ni la pareja admitida,

 

 

ni el alemán rechazado.

 

 

Ugarte.

 

Y, con él, llegan nada menos que los salvoconductos.

 

Como ven, entre lo admitido y lo rechazado, algo se desliza al interior colándose sin ser propiamente ni admitido ni rechazado, sino precisamente así, deslizándose en la ambigüedad, entre lo uno y lo otro.

 


Amores sadomasoquistas

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Ugarte: Watching you now, one would think you’ve been doing this all your life.

Rick: What makes you think I haven’t?

 

Es evidente el desprecio que Rick siente hacia Ugarte.

 

Pero el suyo es un desprecio que le alcanza a él mismo, dado que permite su acceso a su espacio interior.

 

Ugarte: Nothing.

Ugarte: But when you first came to Casablanca, I thought…

Rick: You thought what?

Ugarte: What right do I have to think?

Ugarte: May I?

 

La cámara se aproxima lo justo

 

Ugarte: Too bad about those two German couriers.

 

para que el arco árabe enmarque la conversación entre los dos hombres cuando las palabras de Ugarte anuncian la llegada de los salvoconductos por la vía metonímica de la designación de los dos correos alemanes que, como sabemos, son dos correos muertos.

 

Y aunque lo sabemos, ello se nos va a recordar una vez más:

 

Rick: They got lucky. Yesterday, they were just clerks.

 

Ayer no eran más que unos mandados

 

Rick: Today, they’re the honored dead.

 

y hoy se honra su muerte.

 

No podemos pues ignorar esta insistente conexión entre los salvoconductos y la muerte, por vía de la condición de muertos de sus portadores.

 

Y todo ello, mientras que las miradas de ambos personajes señalan a ese tablero de ajedrez en el que Rick sigue pensando su próximo movimiento.

 

Ugarte: You’re a very cynical person. Forgive me for saying so.

Rick: I forgive you.

 

Le perdona, claro está, pues sin duda se reconoce instalado en ese cinismo.

 

En cierto modo, Ugarte devuelve bien una de las voces que se escuchan en el interior de su yo.

 

Ugarte: Will you have a drink with me?

Rick: No.

 

Es un no categórico.

 

Pero observen como, a la vez que Rick lo profiere mientras que sigue pensando en su próxima jugada, toca su copa vacía.

 

Ya saben que Rick no bebe con nadie, y que eso solo cambiará con la llegada de Ilsa.

 

Ugarte: I forgot you never drink with… I’ll have another, please.

 

Y, en cierto modo, esa copa está también sobre el tablero del ajedrez, metáfora sobre la jugada pendiente, es decir, del acto que aguarda.

 

Ugarte: You despise me, don’t you?

 

El nuevo plano separa totalmente a los personajes del resto y de la sala en su conjunto.

 

Es, por decirlo así, un plano íntimo, recogido, donde accedemos al diálogo interior de Rick.

 

¿Acaso la lampara que hay entre los dos personajes no parece tener dos ojos estrábicos, cada uno de los cuales apuntaría a uno de ellos?

 

Rick: If I gave you any thought, I probably would.

Ugarte: But why?

 

Ciertamente, Rick se desprecia, aunque prefiere no pensar en ello.

 

Ugarte: You object to the kind of business I do, huh?

 

Quizás piensen ustedes que esto que dice ahora Ugarte desmiente lo que acabo de señalarles, dado que el propio Ugarte reconoce que a Rick no pueden gustarle el tipo de negocios que es el suyo.

 

Ugarte: But think of all those poor refugees who must rot here if I didn’t help them.

Ugarte: That’s not so bad. Through ways of my own, I provide them with exit visas.

 

 

Se hace evidente la diferencia de peso visual entre ambos personajes.

 

A la solidez de Rick a la izquierda -bien asentado sobre la mesa, sus brazos dibujando un sólido triángulo cuyo vértice se encuentra en su cabeza-, responde un contraplano en el que Ugarte aparece disminuido ante él, de quien además se halla separado por el arco que le enmarca.

 

Rick: For a price, Ugarte. For a price.

 

Y ciertamente Rick echa en cara a Ugarte especular con el sufrimiento de los refugiados vendiéndoles las visas que les facilita.

 

Pero volvamos al asunto del monólogo interior a dos voces: si escuchan atentamente, se darán cuenta de lo que justifica lo que les digo:

 

Ugarte: Think of the poor devils who can’t meet Renault’s price.

 

Pues es un hecho -lo comprobaremos en una escena bien próxima- que es mucho más fluida y respetuosa la relación de Rick con Renault. -Y bien, ¿por qué, si la conducta de este es incluso más inmoral que la de Ugarte?

 

Ugarte: I get it for them for half. Is that so parasitic?

Rick: I don’t mind a parasite. I object to a cut-rate one.

 

No me molesta que seas un parásito. Lo que objeto es que seas un parásito barato.

 

No es pues la ley ética la que motiva el desprecio de Rick hacia Ugarte, sino el narcisismo que le lleva a rechazar su mediocridad.

 

Y, de hecho, eso quedará bien establecido más tarde, cuando se muestre decidido a cobrar el precio más alto por los salvoconductos que ahora va a recibir:

 

Laszlo: Are you enough of a businessman to appreciate 100,000 francs?

Rick: I appreciate it, but I don’t accept it.

Laszlo: I’ll raise it to 200,000.

Rick: My friend, make it a million francs or three. My answer would still be the same.

Laszlo: There’s a reason you won’t let me have them.

Rick: There is. I suggest that you ask your wife.

Laszlo: I beg your pardon?

Rick: I said, ask your wife.

Laszlo: My wife?

Rick: Yes.

 

Ese es el precio.

 

Como ven, el más alto imaginable.

 

Ni más ni menos que la mujer del padre.

 

Ugarte: Well, Rick, after tonight, I’ll be through with the whole business.

 

Y por cierto que Ugarte aparece fundido con el tablero de ajedrez: sin duda con él se va a realizar la primera jugada.

 

Ugarte: And I’m leaving, finally, this Casablanca.

Rick: Who’d you bribe for your visa? Renault or yourself?

Ugarte: Myself. I found myself much more reasonable.

 

Supongo que se habrán dado cuenta de que Ugarte, cuyos ademanes homosexuales no se les escapan, está enamorado de Rick y desea impresionarle.

 

Ugarte: Look, Rick.

 

Mira lo que tengo, Rick.

 

 

La partida va a comenzar después de todo.

 

Ugarte: You know what this is?

Ugarte: Something that even you have never seen.

 

¿Han visto como los salvoconductos quedan ocultos justo detrás de las negras fichas de ajedrez de Rick?

 

Y por cierto que esos salvoconductos son excepcionales:

 

Ugarte: Letters of transit signed by General de Gaulle.

 

Llegan firmados por alguien más respetable que Pétain, el mismísimo General de Gaulle -ignoremos, como lo hace el mismo film, la notable incoherencia histórica que ello supone-,

 

Ugarte: Cannot be rescinded. Not even questioned.

 

Y no pueden ser rescindidos ni cuestionados.

 

¿Se dan cuenta?

 

El más valioso de los objetos mágicos llega a las manos de Rick y, sin embargo, él carece de la tarea que pueda permitirle hacer un buen uso de ello.

 

Y el asunto es que ese objeto mágico puede ser, a la vez, un objeto endemoniado, pues, de hecho, parece que con ellos podría hacerse cualquier cosa, desde la más noble a la más canalla.

 

Y ello porque están en blanco: todo depende de los nombres que lleguen a escribirse sobre ellos.

 

Anoten como, desde el inicio mismo del film, queda establecido que el acto decisivo del film pasa por la palabra: queda anunciado desde ahora como un acto de nominación.

 

Ugarte: One moment.

Ugarte: Tonight, I’ll be selling those for more money than even I ever dreamed of.

Ugarte: And then, addio, Casablanca.

Ugarte: No, Rick, I have many a friend in Casablanca, but just because you despise me…

Rick: …you are the only one I trust.

 

Como ven, es netamente masoquista el amor de Ugarte hacia Rick.

 

Ugarte: Will you keep these for me, please?

 

Y tampoco hay duda de que Rick se deja querer.

 

¿Acaso no le hemos visto todo el tiempo desplegando una actitud sádica hacia Ugarte?

 

Las figuras de la perversión pueblan el universo cerrado del yo de Rick.

 

Rick: For how long?

Ugarte: An hour. Perhaps a little longer.

Rick: I don’t want them overnight.

Ugarte: Don’t be afraid of that. Please keep them for me. Thank you. I knew I could trust you.

Ugarte: Waiter,

Ugarte: I’ll be expecting some people. If anybody asks for me, I’ll be right here.

Ugarte: Rick…

Ugarte: …I hope you’re more impressed with me now. I’ll share my good luck with your roulette wheel.

Rick: Just a moment.

 

Comienza el movimiento de Rick.

 

Rick: I heard a rumor those German couriers were carrying letters of transit.


Ugarte: I’ve heard that rumor too.

Ugarte: Poor devils.

Rick: You’re right, Ugarte.

Rick: I am a little more impressed with you.

 

Ciertamente, Ugarte le ama.

 


 


“Tocar madera”

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Sam: Say, who’s got trouble?

 

Espléndida letra la de esta canción.

 

Público: We got trouble

Sam: How much trouble?

Público: Too much trouble

Sam: Well now, don ‘t you frown Just knuckle down and knock

Sam: on wood

 

Y esa es precisamente una de las cosas que Rick va a hacer: tocar madera.

 

La misma madera que toca Sam, la madera del piano.

 

Sam: Who ‘s unhappy?

Público: We’re unhappy

 

Todos somos infelices.

 

Sam: How unhappy?

Público: Too unhappy

Sam: That won ‘t do When you are blue, just knock on wood

 

¿Ven lo que les decía?

 

Rick está tocando madera.

 

Y es que los salvoconductos, con ese vacío extraordinario que hay en su interior -dado que están en blanco- le abrasan.

 

Sam: How unlucky?

 

El caso es que los deposita ahí, en el centro de su local, allí hacia donde miran todos y donde más ruido se produce.

 

De modo que, en lo que sigue, todo va a girar en torno a ellos.

 

Público: Too unlucky

 

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