27. La instancia que observa desde el exterior


 

 

 

Jesús González Requena

Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

2020-12-11 (1)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

  • Magritte
  • formaciones delirantes y alucinaciones
  • Psicosis
  • La descomposición de la personalidad psíquica
  • El delirio de ser observado
  • la instancia que observa desde el exterior en Los pájaros
     

     

     

     

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    Magritte


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    A propósito de la escena del ataque en la fiesta infantil les hablaba de Magritte, pero luego he pensado que, en ausencia de imágenes, eso resultaba muy abstracto.

     

    De modo que recuerden:

     


    René Magritte: (1938) La memoria

     

    Esta imagen basta, desde luego, para poner en relación Los pájaros con Magritte.

     

    Pero hay muchas otras.

     

    Por ejemplo:

     


    René Magritte (1939) The present

     

    Magritte es especialmente sensible a lo que de ave, es decir,

     


    René Magritte (1948) Prince Charming


     

    de pulsional,

     


    René Magritte: (1963) la grande famille

     

    hay en el hombre.

     


    René Magritte (1964) Man in a Bowler Hat

     

    con la mujer. Y está también el asunto de la relación del ave

     


    René Magritte: (1946) La magie noire

     

    Todo parece indicar que en esta disociación de frialdad -en la parte superior- y de ardor -en la inferior de la figura- tuvo que verse retratado Hitchcock.

     

    «creo que las mujeres más interesantes, sexualmente hablando, son las mujeres británicas. Creo que las mujeres inglesas, las suecas, las alemanas del Norte y las escandinavas son más interesantes que las latinas, las italianas o las francesas. El sexo no debe ostentarse. Una muchacha inglesa, con su aspecto de institutriz, es capaz de montar en un taxi con usted y, ante su sorpresa, desabrocharle la bragueta.»

    [Hitchcock, Alfred; Truffaut, François: (1966) El cine según Hitchcock, Alianza Editorial, 1974.]

     

    Pero, sobre todo, esta:

     


    René Magritte: (1927) Placer

     

    Impresionante, ¿no les parece? La relación oral más primara, caníbal, con el alimento.

     

    Es la niña la que devora al pájaro, pero las aves que la rodean podrían también devorarla a ella en cualquier momento.

     

    Y observen el estado de extrema melancolía del rostro adulto de esa niña.

     

    No es lejano del del cuadro de la joven del salón de Annie.

     

     


    formaciones delirantes y alucinaciones

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    «(…) en tantas formas y casos de psicosis los espejismos del recuerdo, las formaciones delirantes y alucinaciones presentan un carácter penosísimo y van unidas a un desarrollo de angustia (…)»

    [Sigmund Freud: (1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 196.]

     

    ¿No les parece que son estas palabras apropiadas para iniciar la sesión de hoy?

     

    Pues podríamos decir que

     


     

    las formaciones delirantes y las alucinaciones invaden el film,

     


     

    presentando un carácter penosísimo

     


     

    y unidas a la más intensa angustia.

     

    Eso ha empezado ya y, en lo que sigue, no va a cesar de intensificarse.

     

    Es una pena que contemos solo con un cuatrimestre -por más que la pasión eufemística del progresismo contemporáneo se empeñe en llamarle semestre- para poder desplegar toda su potencia de expansión.

     

     


    Psicosis

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    No sé si alguno de ustedes piensa que la inmersión en el análisis del film nos aleja del psicoanálisis.

     

    Hoy toca mostrarles por qué no es el caso.

     

    Escuchen la segunda cita de Freud que les he escogido para hoy:



     

    «Hace poco tiempo indiqué como uno de los rasgos diferenciales entre neurosis y psicosis que en la primera el yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del ello (vida pulsional), mientras que en la psicosis ese mismo yo, al servicio del ello, se retira de un fragmento de la realidad [Realitat, «contenido objetivo»]. Por lo tanto, lo decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia del influjo objetivo [Realeinflusses], y para la psicosis, la hiperpotencia del ello.»

    [(1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 193]

     

    ¿Se dan cuenta de lo que, en opinión de Freud, diferencia esencialmente las neurosis de las psicosis? En la neurosis, la realidad se impone en el yo contra el ello. En la psicosis, el ello se impone en el yo contra la realidad.

     

    Y bien, digámoslo de paso, eso eso lo que sucede en los pájaros.

     

    El ello, en forma de pájaros, arrasa la realidad.

     

    Ahora bien, Como ven, la diferencia entre neurosis y psicosis se establece utilizando los tres mismos conceptos –Yo, Ello y Realidad- pero modificando sus relaciones.

     

    Podríamos esquematizarlo así:

     

    Neurosis: yo + realidad ello

    Psicosis: yo + ello realidad

     

    Ahora bien, les llamo la atención sobre el diferente estatus de los tres conceptos escogidos.

     

    Dos de ellos corresponden a dos instancias psíquicas: el yo y el ello.

     

    Pero, ¿qué sucede con la realidad? Es decir: ¿cómo se materializa la fuera de la realidad para convertirse en aliado del yo contra el ello?

     

    Pues bien, sucede que los agentes de esa realidad son los padres, hasta que se construye en el niño esa instancia psíquica que es el superyó.

     

    Aunque esto pueda extrañarles, aunque les parezca inaudito a muchos psicoanalistas, debe decirles que me atengo estrictamente a la letra de Freud -y a una letra freudiana tan tardía como 1932:

     

    «Volvamos al superyó. Le hemos adjudicado la observación de sí, la conciencia moral y la función de ideal. De nuestras puntualizaciones sobre su génesis se desprende que tiene por premisas un hecho biológico de importancia sin igual y un hecho psicológico ineluctable; la prolongada dependencia de la criatura humana de sus progenitores, y el complejo de Edipo; a su vez, ambos hechos se enlazan estrechamente entre sí.»

    [Sigmund Freud: (1932 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 62

     

    Como ven, un hecho biológico de importancia sin igual determina la importancia de los padres en el acceso normalizado del niño a la realidad:

     

    la prolongada dependencia de la criatura humana de sus progenitores, que determina que dependa de estos la supervivencia misma del niño.

     

    Tal es el punto de partida de la configuración del superyó, que por eso se constituye simultáneamente en el fundamento del principio de realidad y en la instancia encargada de la represión, las dos condiciones que determinan el sometimiento del ello.

     

    Véanlo

     

    «A lo reprimido tenemos que atribuirle más bien una intensa pulsión aflorante, un esfuerzo por penetrar en la conciencia. La resistencia sólo puede ser una exteriorización del yo que en su tiempo llevó a cabo la represión y ahora quiere mantenerla. Desde siempre lo hemos concebido así. Puesto que suponemos en el yo una instancia particular que subroga los reclamos de limitación y rechazo, el superyó, podemos afirmar que la represión es la obra de ese superyó, el mismo la lleva a cabo, o lo hace por encargo suyo el yo que le obedece.»

    [Sigmund Freud: (1932) 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 64.]

     

    Aquí lo tienen: escrito con todas sus letras: la represión es la obra de ese superyó.

     

     

     


    La descomposición de la personalidad psíquica

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    Supongo que se habrán dado cuenta de que las dos últimas citas que acaba de presentarles proceden del texto de Freud que, a principio de curso, les invité a leer: la 31ª de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis: La descomposición de la personalidad psíquica.

     

    Les decía entonces que el título de este trabajo parecía nombrar lo que sucede en Los pájaros: una descomposición de la personalidad psíquica propia de la psicosis.

     

    Pues lo que sucede en la psicosis es, propiamente, eso: una desintegración de la personalidad psíquica.

     

    Es necesario añadir, para que no se desorienten con el texto, que Freud utiliza la palabra descomposición presente en su título de manera ambivalente, pues la emplea tanto para nombrar el proceso de desintegración psicótica como el poceso de análisis la personalidad psíquica.

     

    Y es por cierto este el sentido que va a dominar en el texto cuya parte central se ocupa de analizar la personalidad psíquica, el aparato psíquico, en los tres sistemas que lo conforman: Ello, Yo, Superyó.

     

    Lo que hace de este texto una excelente introducción a la segunda teoría del aparato psíquico -la segunda tópica, como se la suele denominar.

     

    En cualquier caso, sucede que existe una estrecha relación entre lo uno y lo otro, como se manifiesta en el siguiente párrafo de ese mismo texto:

     

    «Si arrojamos un cristal al suelo se hace añicos, pero no caprichosamente, sino que se fragmenta siguiendo líneas de escisión cuyo deslinde, aunque invisible, estaba comandado ya por la estructura del cristal. Unas tales estructuras desgarradas y hechas añicos son también los enfermos mentales. Tampoco nosotros podemos denegarles algo del horror reverencial que los pueblos antiguos testimoniaban a los locos. Ellos se han extrañado de la realidad exterior, pero justamente por eso saben más de la realidad interior, psíquica, y pueden revelarnos muchas cosas que de otra manera nos resultarían inaccesibles.»

    [Sigmund Freud: (1932 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 54-55.]

     

    Como ven, el párrafo comienza hablando de desintegración en vez de análisis.

     

    A la vez que señala la utilidad de ese proceso de desintegración para facilitar la comprensión y el análisis del aparato psíquico.

     

    Y se dan cuenta de que aquí el cristal aparece como la metáfora de la personalidad psíquica, que se manifiesta desintegrada –desgarrada y hecha añicos– en la psicosis.

     

    De modo que si el texto va a versar sobre el análisis del aparato psíquico, ello se encuentra en relación directa con el hecho de que la desintegración propia de la psicosis ofrece una luz especial para la comprensión de esa composición.

     

    Así, sucede que, si el aparato psíquico se hace añicos, no se hace añicos de cualquier manera, sino que se fragmenta siguiendo líneas de escisión cuyo deslinde,
    aunque invisible,
    estaba determinado ya por la estructura del aparato psíquico mismo.

     

    Y observen, de paso, que, contra la opción lacaniana de hablar de la psicosis como una estructura psíquica, Freud, por el contrario, habla de descomposición, es decir, de desintegración y, por tanto, de ausencia de estructura.

    En todo caso, ¿cuáles son las líneas de escisión del cristal fragmentado?

     

    Freud responde introduciendo la temática del delirio de ser observado.

     

     


    El delirio de ser observado

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    «De un grupo de estos enfermos decimos que padecen el delirio de ser observados. Se nos quejan de que sin cesar, y hasta en su obrar más íntimo, son fastidiados por la observación de unos poderes desconocidos, aunque probablemente se trata de personas; y por vía alucinatoria oyen cómo esas personas anuncian los resultados de su observación: «Ahora va a decir eso, se viste para salir, etc.». Esa observación no es por cierto idéntica a una persecución, pero no está muy lejos de esta; presupone que se desconfía de ellos, que se espera sorprenderlos en acciones prohibidas por las que deben ser castigados. ¿Qué tal si estos locos tuvieran razón, si en todos nosotros estuviera presente dentro del yo una instancia así, que observa y amenaza con castigos, con la sola diferencia de que en ellos se habría separado más tajantemente del yo y desplazado de manera errónea a la realidad exterior?»

    [Sigmund Freud (1932) 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 55.]

     

    Y bien, esa instancia que así se manifiesta en la psicosis como una que observa, enjuicia y castiga es el superyó: el superyó, del que Freud dice que es una instancia situada en el interior del yo.

     

    Solo que, por tratarse de la psicosis, eso superyó aparece desplazado de su lugar natural y, así, erróneamente localizado en la realidad exterior.

     

     

     


    la instancia que observa desde el exterior en Los pájaros

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    Y bien, esa instancia que observa y vigila desde el exterior está en Los pájaros.

     


     

    Eso trataba de sugerirles cuando les decía que la cámara se quedaba arriba para desde allí mostrar a los personajes en su descenso.

     


    •Annie: All right. Here we go. One…



     

    Observen que las sombras en la parte inferior de la imagen, en primer término, vienen a subrayar, a hacer más visible esa posición de cámara en lo alto de la colina.

     

    De hecho, cuando ascendían la colina, la cámara les contemplaba ya desde arriba:

     




     

    Una posición de cámara no idéntica a ésta, pero sí bastante semejante será empleada dos veces más.

     

    Vean la primera:

     


     

    Y la segunda:

     



     

    Observen que en ambas imágenes la mesa de la tarta se encuentra en el centro del plano, de modo que esa instancia que observa pone la comida en el centro de su foco.

     

    Y les recuerdo que la cosa no concluye aquí.

     

    Todo lo contrario, llegará a su apoteosis mucho más tarde:

     


     

    en forma de plano subjetivo de los pájaros.

     

    ¿Quiere esto decir que hay superyó en la psicosis? En rigor no, y ello por una cuestión topológica: porque lo que está en el fundamento de esa instancia no aparece en su lugar, es decir, en el interior del yo como una instancia separada, sino desplazado, ubicado en la realidad exterior.

     

    ¿Qué es lo que está en el fundamento de esa instancia? Sin duda, las figuras paternas.

     

    Y bien, estás están desde luego presentes en Los pájaros, en forma de esas aves que son los alimentos persecutorios de la madre.

     

    Está, pues, presente la madre como una potencia.

     

    Y por cierto que como una potencia omnipotente.

     

    Pero no hay en rigor superyó porque esa potencia no ha sido incorporada al yo, no ha tenido lugar la identificación fundadora del superyó.

     

    ¿Cómo puedo decir esto, si no paramos de encontrar manifestaciones de identificación de todo tipo a lo largo del film?

     

    Porque la que funda el superyó no es cualquier identificación. Es una identificación con la figura tercera en tanto encarnación de la ley.

     

    Dos cosas estas -figura tercera y encarnación de la ley- esencialmente ligadas: solo en calidad de tercero, el padre puede ser portador de la ley, pues se trata de una ley que prohíbe al objeto materno.

     

    Y bien, ya hemos visto como ese tercero paterno no encuentra lugar en Los pájaros.

     

    No hay pues, propiamente, acceso a la realidad, sino relación de ello a ello entre la madre y el niño.

     

    Creo que, a la luz de este texto de 1932, podemos corregir el enunciado de 1924:

    «Hace poco tiempo indiqué como uno de los rasgos diferenciales entre neurosis y psicosis que en la primera el yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del ello (vida pulsional), mientras que en la psicosis ese mismo yo, al servicio del ello, se retira de un fragmento de la realidad [Realitat, «contenido objetivo»]. Por lo tanto, lo decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia del influjo objetivo [Realeinflusses], y para la psicosis, la hiperpotencia del ello.»

    [(1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 193]

     

    Pues no se trata tanto de la exclusión de un fragmento de la realidad, sino, más bien, de una falla en la construcción de la realidad misma.

     

    Pues el fragmento excluido es el padre en tanto agente de la castración, es decir, en tanto ejecutor de la ley que separa al niño de la madre constituyéndoles en sujetos separados.

     

     

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