4. La risa de Arthur


 

 

 

Jesús González Requena

Análisis de Textos Audiovisuales, 2021

2021-03-01 (1)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

 

 

 

  • Pablo Iglesias y el Joker
  • La agresión – violonchelo y percusión
  • Una risa dolorosa, cargada de angustia
  • Asistencia Social
  • El diario íntimo de Arthur
  • La asistente social y la madre
  • Drogas y cian
     

     

     

     

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    Pablo Iglesias y el Joker


  •  

    Antonio me han enviado este enlace:

     


     

     

    Ven hasta que punto alcanza el evidente impacto social de la película.

     

    Lo que hace obligado llamar la atención sobre ciertos efectos en extremo inquietantes de su cruce con la política, tal y como, lo tienen en pantalla, se manifestaba aquí mismo, en España, hace muy poco tiempo.

     

    Un político -Pablo Iglesias, de Unidas Podemos- le dice a otro político de un partido rival -Marcos de Quinto, de Ciudadanos-, via Twitter, que no le importa que le llame payaso porque Hay pocas profesiones más hermosas y dignas que la de payaso.

     

    ¿Quién podría no estar de acuerdo con eso?

     

    Pero sucede que, cuando afirma ser Payaso a muncha honra, como ilustración del payaso que le honra ser, de entre todos los payasos imaginables, Iglesias escoge al Joker.

     

    Ahora bien, sucede que el Joker, no es propiamente un payaso, o es, en todo caso, un payaso siniestro.

     

    Ya saben, un psicópata capaz de asesinar a su madre, a la mujer que ama, y al hombre al que admira.

     

    No creo que los auténticos payasos, los que trabajan en esa hermosa y digna profesión, se sientan cómodos con tal imagen.

     

    Y lo más inquietante de todo es que, dado que Pablo Iglesias se está dirigiendo a su antagonista político –Payaso a mucha honra, señor de Quinto– una amenaza de violencia parece acompañar a su interpelación.

     

    Algo así como: mucho cuidado conmigo, señor de Quinto, que yo podría ser como el Joker.

     

     

     


    La agresión – violonchelo y percusión

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    Retomaremos pronto el asunto del color, que tanto nos ocupó el otro día, pero creo oportuno comenzar hoy prestando atención a la notable elaboración del plano sonoro que tiene lugar en la escena del apaleamiento de Arthur.

     

    Por tanto, por favor, abran sus oídos.

     

    Recuerden que la escena se inicia con la alegre música del pianista callejero

     



     

    Luego, en la persecución, se imponen los ruidos de la calle

     



     

    Y, tras ellos, son los jadeos angustiados de Arthur los que alcanzan el primer plano sonoro:

     



     

    Hasta que se ven interrumpidos por un golpe en extremo violento:

     


    •(golpe)


    •[groans]

     

    Llegan luego los gritos de los adolescentes violentos

     


    •Boy 2: Oh, shit! Good hit.


    •Boy 1: Come on! Beat his ass up.


    •Boy 1: Come on!

     

    Y, justo entonces, entra un nuevo tema musical.

     

    Uno en extremo diferente al que, por obra del pianista, abría la escena.

     

    concéntrense en escucharlo:

     


    •Boy 1: This guy’s weak. He can’t do nothing.


    •Boy 1: Harder! Harder!


    •Boy 1: Beat


    •Boy 1: him up. Take his stuff.


    •Boy 1: Let’s go, let’s go!


    •Boy 1: Come on. Let’s go!




     

    Y bien, analicémoslo.

     

    Aunque debo confesarles, y lo lamento, que mi escasa cultura musical no estará a la altura necesaria.

     


    •Boy 1: This guy’s weak. He can’t do nothing.


    •Boy 1: Harder! Harder!


    •Boy 1: Beat


     

    ¿Se han dado cuenta del momento en el que ha comenzado a escucharse ese lento y cadencioso tema protagonizado por instrumentos de cuerda?

     


    •Boy 1: This guy’s weak. He can’t do nothing.

     

    Justo en el instante en que el cabecilla de la banda adolescente pronuncia la palabra weak.

     

    Es decir: Débil.

     

    Y, así, en cierto sentido, la música viene a dar toda su resonancia existencial a esa debilidad que hace de Arthur una fácil víctima de los adolescentes salvajes.

     


    •Boy 1: Harder! Harder!


    •Boy 1: Beat

     

    Adolescentes -recuerden lo que les decía el otro día sobre el adolescente y la máscara- que agreden al payaso tanto más cuanto ellos temen percibirse a sí mismos como payasos, y lo niegan con un exorcismo primitivo, proyectando el payaso que temen ser en el otro, y agrediéndole para así separarse de él -de esa imagen de sí mismos como los ridículos payasos que temen ser.

     


    •Boy 1: him up. Take his stuff.


    •Boy 1: Let’s go, let’s go!


    •Boy 1: Come on. Let’s go!


     

    Así pues, hasta aquí, el tema musical da expresión sonora, como les decía, al desgarrado padecimiento no solo de Arthur, sino también de los chavales que le agreden y que vuelcan su violencia sobre él, en su calidad de débil, constituyéndole en el chivo expiatorio de su propio sufrimiento.

     

    Pero atiendan ahora al nuevo elemento que va a introducirse en el tema musical.

     



     

    ¿Lo han oído? Una percusión rítmica ha comenzado a escucharse y, con ella, la línea sonora mayor, la de lo que parecen violonchelos, ha ido acelerando su ritmo y su intensidad.

     

    Y, así, lo que empezó como un lamento, se ha ido tiñendo progresivamente de un cierto acento marcial.

     

    De modo que la música dibuja por anticipado la transformación

     


     

    del pobre débil payaso

     


     

    en el Joker.

     

    Es decir: de la víctima en el victimario.

     

    Y es que el espectador quiere ver al Joker lo antes posible.

     

    ¿Como podría no ser así si su nombre coincide con el nombre mismo del film?

     

    Y bien, la música lo anuncia. Y eso cobra forma, extraordinariamente potente, en el plano que sigue y abre la escena siguiente.

     

     

     

     

     

     


    Una risa dolorosa, cargada de angustia

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    Véanla completa:

     


    •Arthur: [strained laughing]

     

    La escena arranca con un largo gran primer plano de Arthur, sostenido durante nada menos que 36 segundos, sin que se pronuncie en él ni una sola palabra, de modo que es solo su risa lo que se escucha.

     


    •Arthur: [Clears throat]


    •Arthur: [continues laughing]


    •Arthur: Hal

    •Arthur: [chuckling]


    •Arthur: [laughing]


    •Arthur: [Wheezes]


    •Arthur: [grunts]

     

    Solo risa, les digo.

     

    Pero una risa tan jovial a ratos como en otros dolorosa y, siempre, cargada de angustia.

     

    Solo en la escena siguiente se nos informará del motivo patológico de esa risa:

     


     

    Pero, como les digo, eso será solo más tarde,

     


     

    pues se trata ahora de presentarnos esa risa, precisamente, sin información alguna que la explique y contextualice -la escala del plano y el total desenfoque del fondo excluyen por ahora toda referencia al espacio en el que nos encontramos.

     

    En su ambivalencia radical, se mezcla una burla que puede llegar hasta el escarnio, sin por ello hacer desaparecer la evidencia de un extremo sufrimiento.

     

    Lo que viene a darle el aspecto de una suerte de expresión metafísica sobre el absurdo del mundo.

     


     

    La risa prosigue todavía en un plano más alejado que comienza ya a incluir elementos de contextualización.

     


    •Arthur: [laughing]


    •Arthur: [Wheezes]

     

    Con su jersey marrón, Arthur aparece rodeado totalmente de cian.

     


    •Arthur: [Clears throat]


    •Arthur: [laughing tearfully]


     

     

     

     

     

     

     


    Asistencia Social

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    Es un plano sobrecargado de -suponemos- multitud de dosieres de las mil formas de miseria que ocupan a los servicios sociales de Gotham.

     

    ¿Qué les parece el modo en el que una máquina de escribir ocupa el primer término, interponiéndose entre la cámara y el cuerpo del personaje? Yo diría que lo aprisiona, pero no es solo eso.

     

    A la vez, sugiere verle ya reducido a un nuevo e inútil informe que, sobre él, con esa misma máquina, habrá de escribirse de inmediato.

     

    Igualmente lo aprisiona el cartel sobre las drogas que se encuentra justo sobre su cabeza.

     

    Como ven, el tema de la debilidad se mantiene en primer plano, aunque ensombrecido por la inquietante potencia y desmesura de esa risa que acabamos de escuchar.

     


    •Arthur: [Arthur chuckles]


    •Arthur: [Arthur sniffles]

     

    Arthur se encuentra igualmente aprisionado por la mirada desconfiada de su asistente social, quien parece mezclar su preocupación por Arthur con un atisbo de desprecio al que se sumaría la sospecha de que pudiera estar burlándose de ella.

     

    Es básicamente la misma mirada que recibirá en la escena siguiente de

     


     

    la madre -también negra- del niño al que Arthur tratará de hacer reir en el transporte público.

     


     

    Y por cierto que este estar rodeado de negros sitúa al personaje en lo más bajo de la escala social, dado que, incluso para estos, aparece señalado como alguien todavía más degradado en la escala social que ellos mismos.

     

    Y no pierdan de vista que son, a la vez, mujeres.

     

    Con lo que se inicia una cuenta que hace, de la madre de Arthur, la tercera mujer que aparece en el film.

     


     

    Volvemos entonces al gran primer plano inicial para, tras un largo silencio de ocho segundos, escuchar la interrogación de Arthur sobre su propia locura:

     



    •Arthur: Is it just me,


    •Arthur: or is it getting crazier out there?


     

    ¿Estoy loco o es todo lo demás, el mundo entero, lo que se ha vuelto loco?

     

    Y, cuando concluye la frase, sus ojos, oscurecidos, pero en los que destellan sendos puntos de luz, apuntan directamente al objetivo de la cámara.

     

    Emerge con ello, más allá de la debilidad y el sufrimiento del personaje, un fondo diabólico que participa de la misma línea de la percusión de la que hablábamos a propósito de la escena anterior.

     

    La sugerencia, entonces, es: Arthur puede llegar a ser la encarnación diabólica de la locura que reina en el mundo.

     

     


    •Social Worker: It is certainly tense.

     

    La asistente social, cuyo chaleco parece cian y cuyo fondo está desde luego bañado en ese color convierte entonces en categoría la violencia que hemos presenciado en la escena anterior:

     


    •Arthur: Hmm.


    •Social Worker: People are upset.


    •Social Worker: They’re struggling. Looking for work.

     

    Como ven, la irradiación del cian lo invade todo en esta escena, con la sola excepción del jersey de Arthur.

     


    •Social Worker: These are tough times.


    •Arthur: [exhales]


    •Social Worker: How about you?


     

    Sólo ahora llega el plano general.

     

    Y es un plano general invadido por una doble connotación: mitad policial -las grandes lámparas del techo que concentran su luz sobre el interrogado, y mitad carcelaria -el enrejillado que protege la ventana sin cortinas.

     

    Las toneladas de dosieres inútiles -la desencantada y dura mirada de la asistente social asi lo confirma- podrían derrumbarse sobre el personaje, tan pequeño y frágil como resulta por obra del gran angular utilizado.

     

    El que todo esté virado hacia el cian confirma que es éste el color base que expresa la alienación del personaje.

     

     

     

     

     


    El diario íntimo de Arthur

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    Todo ello viene a pesar sobre la pregunta que realiza entonces la trabajadora social:

     


    •Social Worker: Have you been keeping up with your journal?

     

    Con ello, la escritura de ese diario es así designada como algo tan inutil como la que llena la infinidad de cuadernos, informes y dosieres que invaden la habitación hasta volverla asfixiante.

     

    Y con ello, a la vez, a posteriori, la risa de Arthur obtiene una autenticidad superior a la de todas las palabras que llenan los estantes, a modo de un murmullo tan incesante como vano.

     

    Arthur responde obediente:

     


    •Arthur: Yes, ma’am.

     

    Y es obligado anotar esa contracción tan habitual en inglés americano de madam, señora, que la vuelve tan semejante a mum -mamá.

     

    Les señalo con ello que el tema de la madre, tan importante en el film, está ya en acción, como lo seguirá estando en la escena siguiente, vía la madre del niño del autobús al que Arthur intenta hacer reír.

     


    •Social Worker: Great.

     

    Y es en cierto modo una respuesta maternal -aunque desencantada- la que da la asistente social.

     

    Pero observen como el great estimulante se convierte en seguida en una requisitoria de confesión:

     


    •Social Worker: Did you bring it with you?

     

    Y así lo entiende el propio Arthur, quien parece acostumbrado a que le le exija confesar sus más íntimos pensamientos.

     

    Insisto: se está ya, implícitamente, aunque el espectador ni siquiera sepa todavía que existe, hablando del mundo materno de Arthur.

     

    ¿Cuál es el modo que adquiere la resistencia de Arthur a requisitorias como esa?

     


     

    Una suerte de resistencia pasiva y burlona, que no deja de contener una amenaza latente que la asistente social procura frenar de inmediato con un golpe de autoridad:

     


    •Social Worker: Arthur.


    •Social Worker: Last time, I asked you to bring your journal


    •Social Worker: with you for these appointments.

     

    Así, deja bien claro que su pedido es una orden.

     

    Pues, como veremos en seguida, la obediencia es el precio de las drogas que Arthur precisa.

     

     

    Su diario íntimo es convertido, así, en público, aun cuando su destino no sea otro que el de ser olvidado en las estanterías de la asistencia social.

     


    •Social Worker: Can I see it?

     

    Extrema la tensión, en cualquier caso, que esa orden produce sobre él.

     

    Sus piernas -cubiertas por unos pantalones de color cian- se agitan nerviosas, mientras sus manos hacen el esfuerzo de contenerlas y luego se esconden igualmente nerviosas entre ellas.

     

    Es, junto a la risa, la segunda manifestación de la extrema dificultad que Arthur experimenta a la hora de contener la pulsión que presiona desde el interior de su cuerpo.

     

    Por lo demás, el encuadre escogido no deja de suscitar la presencia de su sexo entre las piernas, como si en cierto modo el personaje se viera afectado por una orden de desnudamiento.

     



    •Arthur: I’ve been using it as a journal,


    •Arthur: but also as a joke diary.


     

     

     

     

     

     

     


    La asistente social y la madre

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    ¿Se está burlando de mí? -se pregunta silenciosamente de nuevo la asistente social.

     

    El caso es que el diario íntimo queda convertido así, simultáneamente, en un diario de chistes.

     

    De modo que la intimidad y el chiste se mezclan conjugándose en una suerte de burla sarcástica tanto sobre el propio Arthur como sobre el mundo que le rodea.

     


    •Arthur: Funny thoughts or observations.


    •Arthur: I think I told you


    •Arthur: I’m pursuing a career in stand-up comedy.


     

    Arthur quiere convertirse en un cómico.

     

    Sólo más tarde sabremos que eso es menos un deseo que la orden recibida de su madre.

     



    •Social Worker: No, you didn’t.

    •Arthur: I think I did.

     

     

    Ven la larvada crítica que contiene la respuesta de Arthur.

     

    De un Arthur -insistamos en la idea que la composición sugiere- reducido al estatuto de uno más entre los miles de informes de la asistencia social.

     

    Es más que probable, sin embargo, que nunca haya llegado a decirle eso a su cuidadora. Qué, en esa su esquizofrenia de la que da cuenta tan expresivamente su diario, confunda con facilidad a la asistente social con su propia madre.

     

    Por la que, por lo demás, constataremos pronto que se siente tan poco escuchado como por aquella.

     

     


    •Social Worker: “l Just hope my death makes more sense than my life.”

     

    He aquí uno de esos momentos que evidencian hasta qué punto hay que desconfiar tanto del doblaje como del subtitulado traducido.

     

    Pues está frase que verbaliza el sinsentido del mundo que latía en la sufriente risa inicial es traducido de manera absurda por No imagino que mi muerte me traiga más dolores que mi vida.

     

    Sin duda, en ambos casos se trata de las ideas suicidas del personaje, pero no es en el dolor sino en la ausencia de sentido donde la frase original pone el acento.

     

    Y la cosa llega aún más lejos cuando nos damos cuenta de que lo que la asistente social lee no es lo mismo que ha escrito Arthur en su cuaderno y que podemos traducir así: solo espero que mi muerte dé más centavos que mi vida.

     

    Se dan cuenta de cual es la expresión coloquial que late en el enunciado realmente escrito en el cuaderno de Arthur: No vales un centavo.

     

    A través de ella, la temática del sentido queda reducida a la de los centavos con los que éste pueda cuantificarse.

     

    De modo que, en un mundo sin valores simbólicos, es solo la económica -la dineraria- la dimensión que establece el valor.

     



     

    Es el riesgo de suicidio lo que ahora valora la inquisitiva mirada de la mujer.

     

    En esa evaluación se insertan las preguntas que siguen:

     


    •Arthur: [laughs]






    •Social Worker: How does it feel to have to come here?



    •Social Worker: Does it help to have someone to talk to?

     

     

    Arthur medita su respuesta:

     


    •Arthur: I think I felt better when I was locked up in the hospital.

     

    Como ven, viene a decir que no le sirven de nada, que se sentía mejor encerrado en el hospital psiquiátrico.

     

    En seguida comprenderemos que solo asiste a esas entrevistas con el fin de obtener las recetas de las drogas que necesita para mentener contenida su psicosis.

     

    Lo que no llega a decir, pero que el segundo visionado del film permite deducir, es que nada le supone encontrar allí a alguien con quien hablar, porque, de hecho, eso es algo que ya tiene.

     

    Se trata, claro está, de alguien de quien el espectador todavía no sabe nada, pero que, como ya les he anticipado, protagoniza de manera latente toda esta escena -tanto como la escena entera de la vida de Arthur-: su madre.

     

     

     

     


    Drogas y cian

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    •Social Worker: And have you thought more about


    •Social Worker: why you were locked up?

     

    La pregunta de la psiquiatra sugiere cierto acto excepcional que habría motivado el internamiento.

     

    Es notable, sin embargo, que nunca se nos diga nada sobre ese acto.

     

    Pues si la pregunta da paso al flashback que entonces tiene lugar,

     



    •Arthur: [head thudding]

     

    éste, al menos aparentemente, no explica nada.

     



     

    Pero mucho dice, a pesar de todo.

     

    Pues el caso es que incluso allí, en el encierro total en su aislamiento psiquiátrico, Arthur se sentía mejor que fuera, donde sin duda tiene con quien hablar.

     

    Ven la idea que, de todo ello, se deduce -pero que, insisto, solo habrá de cuajar a posteriori-: que es para él mejor estar encerrado y aislado en el psiquiátrico que sentirse encerrado fuera, en el piso de su madre.

     

    Por eso, Arthur necesita un suplemento de drogas para soportarlo:

     


    •Arthur: Who knows?





    •Arthur: I was wondering if you could ask the doctor to increase my medication.


     

    La asistente revisa su ficha:

     





    •Social Worker: Arthur, you’re on seven different medications.

     

    Es una cifra bíblica la que mide la enormidad de medicamentos que Arthur consume.

     


    •Social Worker: Surely, they must be doing something.

     

    Y sin duda eso tiene sus efectos, pues el mundo entero se vuelve de color cían para él.

     


    •Arthur: I just don’t want to feel so bad anymore.


     

    Aquí le tienen, aprisionado por el gran puente de hierro del comienzo, a la vez que encerrado en un autobús cian.

     

     

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