31. Dios, cielo, ave, mujer

 

 

 

 

 

Jesús González Requena
Psicoanálisis y Análisis Textual, 2019
sesión del 2019-12-20 (4)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2020

 

 

 

 

 

 

 

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Ave, cielo, Dios

 

Ciertamente el hecho es del todo inverosimil: una elegante mujer, con abrigo de pieles y zapatos de tacón, en un fuera borda, en el centro de una apacible bahía, a cielo descubierto y a plena luz del día, agredida por una gaviota.

 

Podría tratarse de un sintagma surrealista, caracterizable por la yuxtaposición en el espacio y en el tiempo de una serie de objetos -a veces también de espacios- en principio incompatibles, y por ello también incoherentes entre sí.

 

Atendamos a los elementos básicos del suceso:

 


 

Desde el cielo

 


 

desciende un ave que agrede en la cabeza a una mujer.

 


 

Ahora bien, la conjunción entre el cielo y el ave suscita las más intensas resonancias en nuestra mitología.

 

Observen como eso se articulaba plásticamente

 


 

en uno de nuestros más grandes pintores, José de Ribera, dicho el Españoleto:

 


 

Se trata de su Trinidad, en la que el Espíritu Santo se manifiesta como encarnación misma de la palabra redentora del Dios Padre.

 

¿Por qué un ave es escogida como imagen del Espíritu Santo? Yo diría que porque vuela, y lo que vuela comparte ciertas propiedades con la palabra.

 

Y me refiero ahora, claro está, no a la palabra escrita, sino a la palabra enunciada, esa que sale de la boca con la respiración y el aliento y que es por eso a la vez viento y calor.

 

Es el pneuma de los griegos que ya en Anaxímenes de Mileto comparecía como el elemento primero que hubo de originar todos los otros.

 

El cristianismo lo traducirá por espíritu y lo entronizará, en el Génesis, como la dimensión esencial del Dios creador.

 

Ciertamente, la gaviota de Los pájaros posee un notable parecido con esa ave de la mitología cristiana.

 


 



 

Con la salvedad, de que ésta no es portadora de la palabra redentora, sino del horror.

 

No trae un mensaje, sino que, como les decía hace un momento, constituye un puro acto de violencia.

 

 

 


Dos vírgenes de 11 años

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Pero si atendemos a la relación del cielo, de Dios y del ave en nuestra mitología, debemos atender igualmente a la relación de este conjunto con la mujer.

 

Y ello no solo porque, obviamente, Melanie lo sea, sino también porque el ataque de la gaviota sucede dos veces, y en ambos casos la víctima es una mujer:

 




•Cathy: Hey! No touching allowed!


 

Lo ven, la cosa sucede dos veces.

 



 

Y sucede dos veces afectando a las dos mujeres que tienen en común la cifra once.

 



 

En ambos casos ello sucede bien cerca del mar.

 

Y en el segundo, pero probablemente en los dos, la mujer tocada

 



 

es una virgen.

 

 

 


Dios, cielo, ave, mujer

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Y bien, la relación del ave y la mujer es, en la historia de la pintura occidental, de largo alcance.

 


 

Véanla tal y como se plasma en La Inmaculada de Ribera.

 

En su momento les mostré La Coronación de la Virgen de Velázquez:

 


 

Es fácil constatar que constituye el eslabón intermedio entre la Trinidad y la Inmaculada.

 


 

De modo que no forzamos en nada el asunto si suscitamos la relación de estas imágenes con Los pájaros:

 


 

Como saben, porque hace ya bastante que les invité a que exploraran el asunto, el tema pictórico donde mejor se traza esa relación -y con mayor vigor narrativo- es en el de la Anunciación.

 


 

En él está siempre presente, Junto a la Virgen, esa figura alada que es la del ángel.

 


 

El ángel del Señor visita a María,

 


 

la Virgen, quien muchas veces aparece leyendo,

 


 

y le trae el mensaje del Señor.

 


 

Lo ven ahí, escrito en esa cinta de la que es portador.

 

Y es que, como supongo saben, los ángeles son los mensajeros de la palabra de Dios.

 

De ahí su condición de seres alados.



 

Vean como lo narra Lucas:

 

«(…) fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. (…)
Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.»

 

No deben confundir al ángel, por más que tenga alas, con el Espíritu Santo, del cual el primero es solo mensajero y anunciador.

 

El ángel, los ángeles, son, como les digo, solo portadores de la palabra de Dios, es decir, sus mensajeros.

 

A veces presentan rasgos masculinos y otras femeninos -no deberían irse de Madrid sin conocer las ángelas que Goya pintó en San Antonio de La Florida-, pero son, en cualquier caso, entes asexuados, tan leves como sus alas.

 


 

Bien diferente es el Espíritu Santo, por más que se empeñen en decir lo contrario los teólogos modernos.

 

No es mi intención, desde luego, discutir con ellos, pues lo que a mí me interesa no es la teología, sino la mitología abordada desde un punto de vista psicoanalítico.

 

Y para ésta es una constatación obligada que el Espíritu Santo es necesariamente masculino, dado que la Virgen María es una mujer.

 

Pues el Espíritu Santo viene a cubrirla
con su sombra.

 

Tal diferencia se hace patente por la presencia del Espíritu Santo, junto al ángel Gabriel, en la mayor parte de las representaciones de la Anunciación.

 


 

Si les muestro muchas imágenes

 


 

sin dejarles tiempo suficiente para verlas con el detenimiento que la mayor parte de ellas merecen

 


 

es porque lo que me interesa más ahora

 


 

es que tomen conciencia de la magnitud,

 


 

de la relevancia cultural del asunto.

 


 

El pájaro vuela hacia ella.

 




 

la toca con su mensaje,

 


 

La inunda con sus rayos.

 


 

Y la penetra con su espíritu.

 

La penetra con la palabra divina de la que es portadora y que, así, la deja embarazada.

 


 

¿Se dan cuenta de cuál es la estructura simbólica que late en todo ello y de la que todo ello es expresión? Les hablé, en una sesión anterior, de la simbólica de la tierra y del arado, donde el arado masculino surcaba la tierra femenina.

 

La simbólica que encontramos aquí es posterior y mucho más refinada -más alta en la escala de espiritualidad, como diría el Freud de El Moisés.

 

En ella lo femenino comparece como el cuerpo y lo masculino como la palabra.

 


 

La palabra del Dios Padre.

 

De ese Dios padre que tiene un pajarito que es el Espíritu Santo.

 

Vean ahí la fundamentación que da nuestra mitología a la función simbólica del padre. Es la palabra de la ley, pero en la medida -este es el filo cristiano del asunto- en que es la palabra del amor.

 


 

Lo que está en juego es la redención del ser humano del pecado original de la materia, es decir, de lo real.

 


 

Es decir, en suma, de la pulsión.

 


 

 


Mitología y eficacia simbólica

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Esto puede parecerles un asunto religioso. Sin duda lo es, pero lo es en la medida en que es en primer lugar un asunto mitológico.

 

Toda religión es mitología o no es más que mera abstracción teológica que a muy pocos interesa.

 

Y, por lo que a nosotros respecta, a la hora de pensar toda mitología, debemos plantear la cuestión de su eficacia en términos psicoanalíticos, es decir, simbólicos.

 

Lo esencial del tema mitológico del embarazo místico de la virgen -pues de tal se trata- tiene por objeto la constitución del fruto de su vientre, es decir, su hijo, como un ser sagrado.

 

Es decir, también, como un ser constituido por la palabra y, por eso, de la madre separado.

 

Y por cierto que si algo necesita toda mujer que da a luz, es que le llegue una palabra de ese orden, capaz de permitirle diferenciarse, separarse, de esa emergencia real de su propio cuerpo.

 

Y que permita a la vez, a esa emergencia carnal, real, constituirse a su vez en un ser igualmente diferenciado, con respecto al cual ella pueda y deba renunciar a su dominio.

 

Como ven, todo apunta a contener el poder arcaico, originario, absoluto, de la madre sobre su hijo.

 

Pues no piensen que sea solo el niño Jesús el que obtiene tal condición de sagrado. Lo tiene, desde que el mito cristiano se instituye, todo nuevo hijo. la Eso es precisamente lo que se celebra en Noche Buena: la condición de sagrado de todo niño que nace. Es fácil deducir de ello el motivo del repudio hacia el Belén que manifiestan tantos de nuestros contemporáneos.

 

 

 

 


Los pájaros de la diosa arcaica

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Ven hasta donde alcanza todo eso que constitye el fondo de resonancias simbólicas de la escena de la bahía.

 

 

Pues también aquí un ave visita a la mujer en su soledad, la sorprende con su visita y la toca.

 

Pero, a la vez, asistimos a una inversión siniestra del mito de la Anunciación.

 

Pues si el rayo de luz divina en el que viaja el Espíritu Santo toca y penetra dulcemente a la mujer, El pájaro de Hitchcock, en cambio, la hiere con brutalidad.

 

Más no por ello deja de transmitirle un mensaje.

 

Solo que el suyo es un mensaje que excluye las palabras: un puro mensaje de agresión.

 

Y ello porque, como ya les dije, en el cielo de Los pájaros no hay ningún Dios Padre, ningún padre simbólico que enuncie, con su palabra, la ley.

 



 

De modo que nuestras vírgenes reciben un mensaje siniestro, dado que es la negación misma del Espíritu Santo lo que desciende sobre ellas.

 

Les decía que

 


 

la gaviota que ataca a Melanie

 


 

se parece mucho a la paloma del espíritu Santo.



 

Con la salvedad, entonces, de que la paloma del espíritu Santo es blanca, y la gaviota de Los pájaros, en cambio, es gris:

 




 

Pues es la paloma de la diosa arcaica que reina en el universo loco de los pájaros.

 


 

 

 

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