7. La demanda de Melanie

 

 

 

 

 

 

Jesús González Requena
Psicoanálisis y Análisis Textual, 2019
sesión del 2019-10-04 (4)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2020

 

 

 

 

 

 

 

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Una planta en la que nada sucede

 

Tercera escena.

 


 

Como ven, la posición de cámara suscita de inmediato el eje de la verticalidad.

 

Ello da su sentido al hecho de que esta tienda de animales posea dos plantas, en una de las cuales, conviene anotarlo, no va a suceder nada.

 

Tal es su irrelevancia narrativa que, mientras la atraviesa, nuestra protagonista no se dentiene ni por un momento a mirar nada de lo que hay en ella.

 


 

-parece evidente que sabe a dónde va, de modo que nada le interesa excepto lo que pueda encontrarse en esa sección de pájaros, a la que asciende decididamente.

 

Y bien, porque todo va a suceder arriba, la cámara se encuentra ya allí, mostrando la planta de abajo en un acentuado picado, y haciendo bien visible la barandilla que conduce hasta ella. -Y por cierto: no solo la barandilla, sino también, a la derecha, parte de una gran jaula dorada. Tan dorada, podemos señalarlo desde ahora mismo, como el cabello de Melanie.

 

Si arriba, en un cielo que ha dejado de ser celestial, están los pájaros y, abajo, en la tierra, los hombres, la escena que ahora comienza se va a desarrollar en un nivel intermedio.

 

En un lugar lleno de pájaros, pero de pájaros, todos ellos, todavía enjaulados.

 

Se dan cuenta, supongo, que la topología del film invierte la topología simbólica mayor de nuestra mitología por lo que se refiere al eje de la verticalidad.

 

Pues arriba ya no está Dios, sino los pájaros -aunque hay que añadir que, como ya sabemos, con los pájaros, junto a ellos, hay también una diosa.

 

En cualquier caso, por esa vía, ese arriba -el que fuera el lugar de lo bueno, de lo elevado, de lo noble y de lo divino- se ha tornado siniestro.

 

Pero todo esto no le quita, a esa planta de abajo, nada de su relevancia. Una relevancia que, por lo demás, se hace evidente desde el momento en que constatamos que ha elevado considerablemente el presupuesto -me refiero al económico- de la escena por lo que se refiere a la complejidad del decorado construido.

 

Pero hay otro motivo para ese primer piso en el que no sucede nada. Pues, gracias a él, esta tienda de pájaros no es solo una tienda de pájaros

 


 

sino una tienda de animales, en general, una tienda de mascotas -la tienda de mascotas Davidson. O, como me recordaba Lorenzo Torres hace bien poco, la tienda de mascotas del hijo de David.

 

Ahora bien, las mascotas, ¿no son algo de la índole de lo familiar? Como lo son los perros, los gatos y también los pajaritos enjaulados.

 

Y bueno, traduzcan esta expresión –lo familiar– al alemán: lo heimlich. Eso familiar que puede volverse unheimlich, es decir, siniestro.

 

 


Melanie y la jaula dorada

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Idéntico dorado, ¿no les parece? el del cabello de Melanie y el de la gran jaula que rodea sin reparar ni por un momento en ella.

 

Como, por cierto, son idénticos el negro del ave que se encuentra en su interior y el del vestido que ciñe su cuerpo.

 

Y la rima plástica llega aún más lejos, pues la curva superior de la jaula no es diferente de la que dibuja la parte superior de la cabeza de Melanie, tal y como queda determinada por obra de su ceñido moño.

 

De nuevo, pues, designada la relación entre la mujer y los pájaros. Y, ahora, de forma mucho más elaborada por obra de esta densa relación metafórica.

 

Pues si esa energía pulsional que, en forma de pájaros negros, amenaza con desbocarse haciendo añicos el universo del relato, la jaula dorada aparece ahora como lo que la contiene de su desbordamiento.

 

Una pregunta, entonces, se nos impone con solo seguir el despliegue de la metáfora -y una que se encuentra en el eje mismo de la interrogación de Melanie-: ¿qué puede llegar a suceder cuando esa otra jaula que es su ceñido, incluso rígido, moño llegue a deshacerse? Es decir, para expresarlo en términos coloquiales: ¿qué puede pasar si ella llega a desmelenarse?

 

Que nada hay de forzado en esto que les digo quedará, por lo demás, confirmado por el texto mismo dentro de bien poco:

 

•Mitch: Back in your gilded cage, Melanie Daniels.


 

Pero no nos apresuremos.

 

Basta con constatar por ahora que, de ello, Melanie nada sabe. Por eso pasa junto a esa jaula y ese pájaro sin prestarles la menor atención.

 


 

Y porque ella no la mira, el espectador tampoco repara en su presencia.

 

Es probable incluso que, acabada la película, salido del cine el espectador tras su primer visionado de Los pájaros, no recuerde haber visto ahí, al final mismo de la escalera, un gran pájaro negro en una jaula dorada.

 

Cosa notable, porque esta jaula y el pájaro que se encuentra en su interior reaparecerán de manera a constante a lo largo de la secuencia y llegarán a alcanzar una presencia en extremo relevante en la fase final de la escena que ahora comienza.

 

El que la conciencia del espectador no acuse su presencia se deberá a que esa relevancia afectará a la puesta en escena, más no al desarrollo de la narración. Es notable hasta que punto la conciencia -y la memoria consciente- del espectador tiende a desatender incluso los aspectos más relevantes de la puesta en escena, reteniendo tan solo los actos y sucesos que determinan el devenir de la narración.

 

Y no obstante, a pesar de todo, resulta imposible decir que el espectador no haya visto eso en lo que no repara y que, por eso, luego no recuerda.

 

Pues es un hecho que el espectador se ve afectado, en el plano emocional, por múltiples factores como éste que sin embargo no llegan a ser acusados por su consciencia.

 

Localizamos ahí, de nuevo, el inconsciente en acción, como sujeto esencial de la experiencia estética.

 

Y por cierto, hablando de esas cosas en las que ni ella ni la conciencia del espectador reparan: noten en qué medida se intensifica el sonido de los pájaros cuando Melanie alcanza su planta. Oímos incluso un segundo silbido, pero ahora ya no procedente de un niño, sino directamente de un pájaro.

 

Diríase que fuera ella, al pisar la pajarería, la que desencadenara el estallido sonoro de los pájaros: como si los excitara. O como si la reconocieran.

 

Hay un célebre precedente de esto en el cine estadounidense: se trata de Cat Poeple,La mujer pantera-, de Jacques Tourneur.

 

Pero que de tales cosas ella no sabe nada es algo que queda acreditado en el diálogo que sigue:

 


•MacGruder: Oh, hello, Miss Daniels.


•Melanie: Have you ever seen so many gulls?


•Melanie: What do you suppose it is?


 

Melanie se interesa por la presencia de las gaviotas como si se tratara de algo que no tuviera que ver con ella.

 

Pero podemos invertir el orden del enunciado: aunque entiende que eso no tiene que ver con ella, se siente, sin embargo, por ello interesada.

 


La demanda de Melanie

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La respuesta de la señora MacGruder

 


•MacGruder: There must be a storm at sea. That can drive them inland,


•MacGruder: you know.

 

no deja de tener paras nosotros cierta relevancia, pues habla de una tormenta marina y suscita con ello la presencia de ese mar asociado al tridente de la diosa de la victoria.

 

Por lo demás, les llamo la atención sobre el hecho de que el mar es una presencia constante en los films de Hitchcock, donde aparece casi siempre asociado a un oscuro fondo de culpa.

 

Si quieren refrescar el asunto, no tienen más que revisitar Rebecca, film donde esa diosa oscura que es la propia Rebecca retorna, llegado el momento, del mismo fondo del mar.

 

En lo que sigue, la puesta en escena pasa a desarrollarse sobre la dialéctica del plano contraplano.

 


•MacGruder: I was hoping you’d be a little late.


•Melanie: Oh, but you said 3:00.


•MacGruder: Oh, I know.

•MacGruder: I know. I’ve been calling all morning.


•MacGruder: Oh, Miss Daniels,


•MacGruder: you have no idea. They are so difficult


•MacGruder: to get. Really, they are.

 

¿Qué les parece lo más notable de este diálogo?

 

Yo diría que el hecho de que en él tarda mucho en nombrarse aquello de lo que se trata.

 

Y porque eso se demora, nos vemos obligados a prestar atención a la posición de las mujeres sobre eso enigmático que está en juego pero de lo que por ahora nada sabemos.

 

El acento mayor recae, desde luego, en Melanie, cuyo carácter a la vez refinado y soberbio se deja ver en seguida frente esa tendera que -tanto por su edad como por su aspecto ingenuo e inofensivo- está ahí tan solo para permitir el despliegue de la demanda de Melanie.

 

Y es que es precisamente de eso de lo que se trata: sea lo que sea lo que está en juego, es algo que moviliza la demanda de Melanie, la mujer, en el campo del deseo.

 

Veámoslo:

 


•MacGruder: I was hoping you’d be a little late.


•MacGruder: You see, he hasn’t arrived yet.


 

Hay, en primer lugar, una urgencia en Melanie, pues ha llegado antes de la hora en busca de eso que desea y que no ha llegado todavía.

 

Y por cierto que eso que ella desea, sea lo que sea, queda consignado por la cifra 3:

 


•Melanie: Oh, but you said 3:00.

 

Digamos de paso que este es uno de los puntos que asocian de la manera más estrecha el trayecto de Melanie con el de la Marion de Psycho.

 

Si no dan con ello, yo mismo se lo mostraré el próximo día.

 

El caso es que eso que ella desea y que está marcado por la cifra tres, es, nos dice la señora MacGruder, algo extraordinariamente difícil:

 


•MacGruder: Oh, I know.


•MacGruder: I know. I’ve been calling all morning.



•MacGruder: Oh, Miss Daniels,


•MacGruder: you have no idea.


•MacGruder: They are so difficult


•MacGruder: to get. Really, they are.


•MacGruder: We have to get them from India,


 

A partir de aquí, el plano contraplano se estrecha: de los simétricos planos medios de ambas mujeres con escorzos reversibles pasamos a sendos primeros planos.

 

Cambio de régimen que obedece a consignar un nuevo aspecto de eso, sea lo que sea, que ella desea:

 


•MacGruder: when they’re just baby chicks, and then…


•Melanie: This one won’t be a chick, will he?

 

No es, ciertamente, un polluelo lo que ella desea.

 


•MacGruder: Certainly not. Oh, no, certainly not.

 

Llega por fin el momento en que se pone nombre a eso en busca de lo cual Melanie se ha presentado ahí antes de tiempo -poco antes de que den las tres:

 


•MacGruder: This will be a full-grown mynah bird.


•MacGruder: Full-grown.

 

Se trata, nos dice la señora MacGruder, de un pájaro Mina bien crecidito.

 

Pero no es eso todo, pues lo que concita del todo la demanda de la mujer en el campo del deseo no es sin más un pájaro lo suficientemente crecido, sino, además:

 


•Melanie: And he’ll talk?

 

Un pájaro que hable.

 

Ahí es nada.

 

 

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