4. Oreja cortada y boca enmudecida

 

 


ir al índice del libro

 

 

 


Oreja cortada y boca enmudecida

 

Tras este tercer fallo -a la tercera va la vencida- cuando busca una nueva piedra con la que intentar dar en el blanco, Jeffrey tiene una segunda y no menos angustiante visión:

 



 

Una oreja cortada, macilenta ya, y llena de hormigas, se impone a su visión -y a la nuestra en plano detalle- en el que es el tercer plano subjetivo del film.

 

Vemos pues cómo esto se asocia con la imagen anterior del padre en el hospital, incapaz de hablar, es decir, enmudecido.

 

Pues un patente lazo semántico conecta esas dos cosas que, como hemos constatado, han constituido dos shocks visuales -dos visiones siniestras- y que han tenido lugar en


 

el primero y

 


 

el tercero de los planos subjetivos de Jeffrey.

 

Una boca que no puede hablar y una oreja -que por estar cortada- no puede oír.

 

Expresión extrema de una comunicación interrumpida.

 

Es la circulación de la palabra, en tanto palabra dicha y oída, lo que está en juego.

 

¿Se dan cuenta hasta donde alcanza la cosa? Basta para comprenderlo con que modifiquemos los términos de estos dos enunciados introduciendo en ellos al padre.

 

Pues si se trata de la boca de un padre que no puede hablar, llegará el momento en que sabremos que

 


 

la oreja cortada pertenece a otro padre, uno que, desde luego, ya no puede oír.

 

Les decía hace bien poco que, en el relato maravilloso el héroe se adentraba en el bosque a efecto de cierta tarea que le había sido otorgada por determinado destinador simbólico.

 

Y les decía también que, con respecto a esto, en Blue Velvet encontrábamos todo lo contrario:

 

un héroe se adentra en el bosque de lo real sin que ninguna tarea-guía le haya sido destinada, dado que el que debería ser su destinador natural, el padre, ha enmudecido y nadie ha venido a ocupar su lugar.

 

¿No les parece que ello da su sentido al segundo plano subjetivo?




 

La ausencia de guía que capaz de señalar la dirección del trayecto encuentra así su expresión en el plano del fallo de puntería de Jeffrey.

 

Y, por lo demás, la oreja es sin duda la designación de cierto secreto, dado que su poseedor algo debió oír antes de perderla, y por eso ella comparece ahora ahí depositada como un enigma.

 

El enigma que, como saben, Jeffrey hace suyo de inmediato.

 

 

 

 


Hormigas buñuelescas

volver al índice

 

Y no menos notable es que, cuando ha enmudecido la palabra del padre -esa que es después de todo la destinada a introducir sentido en el trayecto del hijo- a la vez que se nos muestra ese órgano de la audición ya inservible, se hace oír en la banda sonora un creciente ruido de chicharras.

 

 



 

Un sonido sin sentido, inarticulado, matérico y hormigueante que por ello no deja de corresponder bien al movimiento de las hormigas que vemos en el interior de la oreja.

 

En cualquier caso, por su carácter de miembro amputado, su visión no puede por menos que suscitar la angustia ligada a la pérdida de la integridad corporal.

 

¿No les parece que cierto fantasma de castración late al fondo? El pasado día les hablaba,

 


 

a propósito de la metáfora vascular de la manguera atascada del señalamiento del lado biológico, natural, del cuerpo, el desdibujamiento de sus límites con la naturaleza que lo rodea.

 


 

La idea retorna aquí acentuada con la imagen de esta oreja entre la hierba, en un proceso de descomposición que conduce a su disolución con la materia del mundo.

 

¿Y qué me dicen de las hormigas que recorren esa oreja?

 


 

¿No ven en ellas una influencia directa del cine de Buñuel y Dalí?

 












 

Fue en extremo brillante la metáfora que dibujaron Dalí y Buñuel: el movimiento de las hormigas en esa mano traducía bien la sensación de hormigueo de una mano pillada por una puerta, tanto como el hormigueo mismo del deseo.

 

Se dan cuenta que es una traducción metafórica

 



 

bien semejante a la de la manguera-vena atascada que acabamos de recordar.

 

Pues estas hormigas en la oreja cortada sugieren el hormigueo de las chicharras en el oído de Jeffrey tanto como el deseo de saber que esa misma oreja suscita en él.

 

 

 


La muerte y el sexo

volver al índice

 

Un deseo de saber que se ve confrontado a la vez con dos enigmas elementales: el saber de la muerte y el saber del sexo, dos cuestiones que golpean contundentemente a todo adolescente.

 

Pues es evidente que el colapso del padre y el encuentro de la oreja conducen de inmediato a Jeffrey a la confrontación con la experiencia sexual:

 



 

Se dan cuenta como se ordenan ambas cuestiones:

 


 

Y esta confrontación hace visible de pronto que el tema de la enfermedad, de cierto déficit orgánico, aparece ligado no solo al sr. Beaumont, sino igualmente a Frank.

 

Por lo demás, nos damos cuenta entonces de que son los dos campos mayores de problemática del cuerpo los que aquí se suscitan:

 

enfermedad y muerte por un lado sexualidad por el otro.

 

Y, por lo demás, en ambos casos, cierta percepción siniestra se impone: pues las hormigas devoran esa oreja

 


 

como devoraban la mano del personaje masculino de La Edad de Oro.

 

¿Qué hacer con eso?

 


 

Hay que intentar reparar ese desgarro que se ha producido en el mundo.

 

Hay que buscar otro padre, y a ser posible uno que tenga la más cierta relación con la ley, es decir, un policía.

 

En la esperanza de que su ley sea capaz de contener el siniestro agujero que se ha abierto en el mundo.

 


Comisaría, corte, tijeras

volver al índice

 


 

Pero pueden ustedes darse cuenta de la dificultad: incluso el emblema de la policía de Lumberstone es un árbol caído.

 

Y cortado, como la propia oreja.

 

De hecho, la visualización del corte es tan masiva en Blue Velvet

 



 

como lo será en la siguiente obra del cineasta, la serie televisiva Twin peaks.

 

¿No les parece que podemos localizar en ello, de nuevo, cierta sugerencia a la temática de la castración? El otro día les hablaba en el debate del texto de Freud sobre lo siniestro, donde éste suscitaba el asunto de la castración a propósito de la amenaza que recibe el protagonista del relato de ETA Hoffman bajo la forma del anuncio de la llegada del hombre de arena que arranca los ojos de los niños.

 

Y ello, allí también, estaba relacionado con la presencia de dos figuras paternas opuestas: el padre del protagonista y Coppelius.

 

Que no estamos mal encaminados al suscitar este asunto nos lo confirma la tercera canción del film -junto a Blue Velvet y Misterios del amorIn dreams, compuesta e interpretada por Roy Orbison

 


•Ben: A candy-colored clown they call the Sandman

 

Incluso el nombre del pueblo, Lumberton, remite a ello, pues puede ser traducido literalmente como tonelada de madera.

 


 

Una tonelada de madera patentemente cortada.

 

Se dan cuenta, es el corte lo que se impone, aquí tanto como a propósito de la oreja cortada.

 


 

Una vez aislado este aspecto -el del corte, en el que resuena bien patentemente la temática de la castración- nos damos cuenta de que nos encontramos ante un hilo mayor del film.

 

¿Cuál será su próxima manifestación? No hay duda sobre ello:

 


• (sonido metálico de las tijeras cortando)

las tijeras…

 


•Frank: Daddy’s coming home.

 

volver al índice

 

 

 

Safe Creative #2005103952971