Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual
El dormitorio de la zarina (Octubre, Eisenstein)
Sesión del 11/05/2007
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2013
- Esfinges
- Una imagen se ha deslizado…
- Atendiendo a lo que disuena
- Algebra visual: el niño, el zar y la esfinge
Esfinges
Decía Ulises en el debate del último día que la esfinge de Octubre no es una esfinge griega, sino egipcia.
Y dado que las esfinges egipcias tienen cabeza masculina y no femenina, a diferencia de las esfinges griegas, eso cortocircuitaría la referencia a Edipo que les sugerí en el debate como vía para orientar el abordaje de la esfinge de Octubre.
Tiene razón, sin duda, en lo primero. Pero no necesariamente en lo segundo.
Examinemos la cuestión más detenidamente.
Sin duda, la esfinge que Eisenstein nos presenta en Octubre es egipcia. Forma parte de una serie de esfinges egipcias que el zar Nicolás I compró a principios del siglo XIX para colocarlas en un malecón del río Neva.
Lo que desde luego nos aleja de Edipo…
Pero no del todo. Pues sucede que ese conjunto de esfinges procedían del templo de difuntos del faraón Amenhotep III, sito en la antigua Tebas.
Se trata de la Tebas egipcia, desde luego, no esa otra Tebas griega que fuera la ciudad de Edipo.
Pero el nombre… el nombre es un significante que invita a un deslizamiento.
Máxime en un erudito en historia del arte como Eisenstein, quien además era lector de Freud.
Y, por lo demás, hay esfinges egipcias y esfinges egipcias.
Desde luego, la que nos muestra Octubre es bastante diferente de la gigantesca esfinge de Guiza de la que nos habló Ulises.
Echémosle un vistazo.
¿Tremenda, verdad?
Pero hay que añadir, de un aspecto mucho más duro y masculino que la de Octubre.
Y, por lo demás, sin nemes ni pedestal, ni siquiera la barba postiza que identifica a los faraones.
Y dotada de un cuerpo tremendo.
Descomunal.
Muy diferente por todo ello de la elegante -y yo diría que de rasgos delicadamente femeninos- de Octubre.
Y por cierto que -junto a la barba rota- ese pedestal nos permite confirmar que la imagen que localizó Ulises en la web corresponde a la misma escultura que filmó Eisenstein para Octubre.
Insisto en sus rasgos femeninos, no habituales en las esfinges egipcias.
Y no me refiero sólo a la de Guiza. Tampoco los tienen las de esta avenida de esfinges de Luxor:
Ni tampoco ésta otra que es la del Museo del Louvre:
Todas ellas son, como la de Guiza, marcadamente masculinas.
¿Que a dónde quiero llegar con ello?
Pues a precisar la cuestión.
Ésta, que sin duda es la esfinge preferida de Eisenstein de entre las 14 que tiene San Petersburgo -pues es la única que incluyó en su film-, es seguramente la de rasgos más femeninos de la serie -esto, desde luego, es una intuición: ni he visitado la ciudad ni he podido encontrar fotos de la serie completa.
Recentremos la cuestión.
Las esfinges griegas y las egipcias comparten la combinación de busto humano y cuerpo de león.
De modo que las diferencias son: busto masculino y sin alas en las egipcias
frente a busto femenino y con alas en las griegas.
Esta es la que nos presentó Ulises el otro día como ilustración de la esfinge griega, pues reúne sin duda sus rasgos iconológicos.
Pero más en sentido literario que propiamente icónico.
Pues es, de hecho, una recreación moderna -supongo que del XVIII o del XIX. Y ha sido dotada de cuerpo de león, desde luego, pero hay que añadir, de león al modo egipcio, en ningún caso al modo de la esfinge griega.
Pues es del todo diferente el cuerpo de león de la esfinge griega, como podemos ver en la imagen que sigue:
Y bien, en cierto modo, la de Eisenstein, con siglos de anticipación, pareciera participar de esa mixtura:
«En San Petersburgo hay un total de 14 esfinges de granito y hierro fundido. Dicen que en los fríos mediodías de enero o en las noches blancas de junio la capital del norte permanece así de inmóvil y enigmática, por lo que a veces suelen llamarle “La esfinge del Norte”.»
«Es música del deshielo
en ríos primaverales,
llamado de los veleros
que surcan lejanos mares.
Es la Esfinge contemplando
el oleaje apacible,
Jinete de Bronce volando
en su corcel inmovible.
La añoranza que sentíamos
ante el Neva y su misterio,
cuando el negro día batíamos
con noches blancas de fuego.»
[Alexandr Blok, A la Casa Pushkin, 1880-1921]
Una imagen se ha deslizado…
Las masas se han rebelado contra el padre zar.
Lo han castrado, despedazado,
derribado.
¿Y entonces?
Entonces estalla la alegría entre los burgueses.
Alegría, entusiasmo, al que se suma la iglesia, en su voluntad por entronizar al gobierno provisional.
Por más que parece existir una obvia contradicción en los términos: ¿larga vida a un gobierno denominado provisional?
En todo caso, estimo obligado llamar la atención sobre una imagen que se ha deslizado en esta imaginería del entusiasmo burgués ante la caída del zarismo y la entronización del Gobierno Provisional.
¿Qué es esto?
¿Qué pinta aquí?
En cualquier caso, es la segunda escultura que aparece en la película, siendo ésta otra la primera:
Es hora de abordar una línea de lectura del film de la que hasta ahora no nos hemos ocupado: la de sus estatuas. Pues Octubre está lleno de estatuas.
Y bien, ésta, ¿qué hace aquí?
Pero claro, para responder a ello es necesario primero responder a la pregunta por el aquí.
Quiero decir: ¿dónde está?
Es decir, todavía: de qué va este segmento -resulta obligado utilizar este término, pues en Octubre es muchas veces casi imposible utilizar el concepto convencional de secuencia, dado que las relaciones espaciales y temporales entre los planos son muchas veces vagas e indeterminadas.
Y estamos por cierto ante un ejemplo intenso de esa indeterminación.
Con respecto a este obispo, ¿dónde se encuentran estos burgueses que gritan entusiasmados?
Todo parece indicar que no en un mismo espacio concreto.
Desde luego no en la iglesia donde el obispo reza y donde oscila el incensario.
Pero si el concepto de secuencia, por ello mismo, se muestra inutilizable, sí podemos usar, en cambio, el de escena.
Una escena que, como las fantasmáticas, no presupone un espacio concreto dotado de una temporalidad realista.
Pero que, sin embargo, posee una neta unidad determinada por cierto acto que en ella se suscita y en torno al cual todo se dispone -independientemente de las propiedades espacio-temporales en las que eso tiene lugar.
¿Qué acto, en este caso?
La proclamación, y la bendición del Gobierno Provisional.
Atendiendo a lo que disuena
Ahora bien, volvamos a nuestra cuestión.
Si de eso se trata, ¿qué pinta aquí esta imagen?:
¿Cómo podría encajar en tal escena? Aparentemente no hay manera. Pero entonces, ¿qué hacer, entonces, con ella?
Ya saben que una norma fundamental del método es atender a lo que disuena, a lo que parece no encajar, a aquello que hiende el orden lógico, convencional, verosímil, de la cadena significante.
A ello pues.
Al examinar la cadena en la que se inserta, descubrimos otro plano que, aunque más suavemente, disuena igualmente con la serie.
Se trata de éste:
Y disuena por motivos precisos.
¿Cuáles?
Como ven, se trata de la única mujer en una serie repleta de primeros planos de figuras acentuadamente masculinas.
Pero hay dos o tres cosas más que la diferencian igualmente del resto de las imágenes de la serie.
En primer lugar, la luz que recibe: es más intensa que la de cualquiera de los hombres, diríase que natural y, además, es la única en la que la figura se encuentra iluminada desde abajo.
Y, por otra parte, la dirección de la mirada: esa única mujer es la única figura de la serie que mira hacia abajo.
¿Hacia dónde?
Todo sugiere un efecto de raccord de mirada entre ella y la figura que la sigue:
¿Una madre que mira entusiasmada a su hijo?
Esa intensa luz que recibe desde abajo y que subraya su entusiasmo, ¿no podría proceder de él?
¿Acaso no parece una estatua dorada?
La estatua, en cualquier caso, de un niño que mira hacia arriba.
Ahora bien, ¿la serie en su conjunto, no podría girar también sobre ello?
¿No podría tratarse de la ceremonia de un bautizo?
Comienza con abrazos y parabienes.
Sigue con lo que podría ser el canto ortodoxo con el que comienza una ceremonia.
En ella, algo se anuncia.
Y algo se bendice.
Eso mismo que las bocas masculinas proclaman con entusiasmo.
Y, a la vez, ceremonialmente:
Se anuncia y se bendice un nacimiento, al que se desea una larga vida.
¿El de un niño? ¿El del Gobierno Provisional?
Y ¿bien, por qué no? Podría tratarse del bautizo del Gobierno Provisional. Eso haría de este niño una metáfora del mismo, desde luego.
Algebra visual: el niño, el zar y la esfinge
Una que coloca allí, entonces, para ello, a un niño y a su madre.
Pero entonces el padre…
¿Quién es el padre?
¿Alguno de estos?
No, pues ellos son de carne y hueso, como la mujer misma.
Si el hijo tiene algo de estatua, entonces, el padre no puede ser otro que una estatua.
Pero claro, el problema es que ese padre ya no está.
De modo que:
Y en la economía visual del film, sólo otra escultura poseerá la potencia visual suficiente como para ocupar su lugar: ¿Se dan cuenta ahora de la importancia de la discusión sobre el género de la esfinge?