La escena y el deseo de la madre


Todo sobre mi madre, All About Eve

 
 


 
 
 
 

Jesús González Requena
Seminario impartido en el curso de verano El camino del Cine Europeo VIII,
UNED, Pamplona, 1/09/2011
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2015

 
 

 

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Todo, doble vínculo

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Un título tremendo, ¿no les parece?

Tremendo por ese todo sobre la madre tanto como por su régimen enunciativo: la primera persona –.

Diríase que el cineasta temblara en el momento en el que firma la película que lleva ese título.

La madre

y el hijo.

¿Y cómo es calificado ese hijo en el momento mismo de su presentación?

Como alguien que escribe, desde luego, pero también como lo que la pantalla del televisor devuelve de él mismo en espejo.

Sometido al régimen del uno, es decir, de la identificación absoluta.

Esteban: ¡Mamá!

Manuela: ¿Qué?

Esteban: La película va a empezar.

Manuela: Voy, Voy.

Y bien, es del todo notable la película que va a empezar.

De ahí que cobre tal relevancia la pantalla del televisor.

Sonido del televisor: Eva al desnudo.

Esteban: Qué manía de cambiar el título. All about Eve significa Todo sobre Eva.

El título español es Eva al desnudo. El original, en cambio, Todo sobre Eva.

Como ven, Almodóvar da toda su importancia al título original del film.

Reclama deletrearlo.

De modo que nosotros debemos hacerlo también.

Manuela: Todo sobre Eva suena raro.

Sonido del televisor: Mientras se publique el nuevo bombardeo sobre Getisburg y otra vez la guerra.

Sonido del televisor: Lo que bombardearon en pocos años.

Sonido del televisor: Yo no estuve allí.

Sonido del televisor: La crítica tenía razón.

Y es tal la importancia de ese título que hemos visto escrito en la pantalla y luego oído pronunciar al personaje a cuyo plano subjetivo accedemos ahora, que nos es dado, además, ver como es escrito.

Y escrito ¿dónde?

En el cuaderno del hijo, desde luego, pero también, a la vez, sobre la pantalla.

Y sin embargo el espectador, a poco que haya visto la célebre película de Mankiewicz interpretada por Bette Davis

y Anne Baxter,

no puede por menos que interrogarse por esta elección.

Hay claro está, un motivo: ambas hablan sobre el mundo del teatro y, a través de él, sobre el tema de la representación.

Pero, sin embargo, ¿qué pueden tener que ver esas geniales y malvadas actrices que protagonizan Eva al desnudo con esa bondadosa madre que protagoniza Todo sobre mi madre y que es, por tanto, en todo opuesta a ellas?

Y bien, cuando se dicen eso, entonces, dan exactamente con la clave aunque, seguramente, sin tomar conciencia de ello.

En todo opuesta, es decir: es exactamente al revés.

Ahora bien, ¿no es al revés como vemos escribirse el título del film sobre la pantalla?

Manuela: ¿Qué escribes?

Esteban: Nada.

Esteban: Futuros premios Pulitzer.

Manuela: ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!

Aunque, qué quieren que les diga, la protagonista del film sólo comenzará a serlo de veras cuando su hijo haya muerto.

Pues, desde luego, no lo es ahora. ¿O es que no la ven y oyen reírse de su hijo cuando éste afirma su deseo de ser escritor?

Come, mocoso, viene a decirle.

Manuela: Por favor, venga come, que tienes que hacer unos kilitos.

Pero eso, reírse de él y decirle que tiene que hacer unos kilitos, es, todavía, poco: cabe intensificar el maltrato diciéndole al hijo, por ejemplo, que es probable que en vez de escritor acabe siendo un prostituto.

Manuela: Por si en algún momento tienes que hacer la carrera para mantenerme.

Esteban: Para hacer la carrera no hace falta kilos, sino un buen rabo.

Manuela: ¿Quién te ha enseñado a ti a hablar así?

Es asombroso como el espectador de Todo sobre mi madre experimenta, y luego olvide en seguida, este trazado casi perfecto de la relación de doble vínculo impuesta por el discurso de la madre:

Esteban: Tu preguntaste.

Manuela: Era una broma.

Era una broma que él debe aceptar como una broma, pero a la que no puede responder bromeando.

¿Era una broma?

Oigan el subrayado de fondo, procedente de Eva al desnudo:

Sonido del televisor: Sí, nena, sí, todo era pura broma.

Esteban: ¿Y tú?

Manuela: ¿Yo qué?

Sonido del televisor: De todas las mujeres del mundo eras la que menos puede quejarse.

Y oigan atentamente la respuesta, pues emerge en dos planos:

Sonido del televisor: Yo ya he sido capaz de hacer cualquier cosa por ti.

Manuela: Yo ya he sido capaz de hacer cualquier cosa por ti.

Sonido del televisor: Talento, fama, dinero,

Lo que deben escuchar así: si yo no he sido, como la Margot Chaning interpretada por Bette Davis en Todo sobre Eva, esa mujer de entre todas las del mundo que no podría quejarse de nada, es porque he renunciado a todo por tí.

Tal es la losa aniquilante que Manuela deposita sobre su hijo adolescente.

De modo que no debería extrañarles el suicidio encubierto que, muy poco después, tiene lugar en el cierre de la obertura del film cuyo título es Todo sobre mi madre.

Manuela: Come.


La escena y el deseo de la madre

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Sonido del televisor (Karen): miles de personas esperan noche y día para verte,

Sonido del televisor (Karen): haga frío o llueva.

Sonido del televisor (Margo): Cazadores de autógrafos. No son personas, son animalillos que acuden en tropel como los coyotes.

Sonido del televisor (Karen): Son tu público, tus admiradores.

Sonido del televisor (Margo): Qué van a admirar esos. Son delincuentes juveniles, retrasados mentales, no son

Sonido del televisor (Margo): público de nadie.

Sonido del televisor (Margo): Nunca vieron una comedia. Ni siquiera han traspasado las puertas de un local.

Sonido del televisor (Karen): Bueno, ahí hay una que sí lo ha hecho.

Sonido del televisor (Karen): La he traído para que te vea. Adelante, Eva.

Sonido del televisor (Eve): Creí que se había olvidado de mí.

Sonido del televisor (Karen): Nada de eso.

Sonido del televisor (Karen): Margot, aquí tienes, es Eva Harrington.

Sonido del televisor (Eve): ¿Cómo está, querida?

Sonido del televisor (Eve): Encantada.

Esteban: ¿No te gustaría ser actriz?

Manuela: Bastante me ha costado ser enfermera.

Esteban: Si fueses actriz yo escribiría papeles para ti.

Manuela: De jovencita estuve en un grupo de aficionados. No lo hacía nada mal.

Es menos evidente el deseo de ella, de ocupar totalmente la escena.

Pero, ¿en qué medida su hijo comparece como uno más de esos animalillos que acuden en tropel como los coyotes?

Manuela: Puedo tener alguna foto por ahí.

Esteban: Me encantaría verla.

Manuela: Luego la busco.

Manuela: Mira Esteban. He encontrado una foto.

Les decía: ocupar totalmente la escena, haciendo imposible todo lugar tercero y, así, imponiendo la economía narcisista del uno, la de la identificación primordial.

Manuela: Hacíamos un espectáculo sobre textos de Boris Vian. Cabaret para intelectuales.

Por más que el hijo anhela la presencia de un tercero que medie y así ordene su relación con la madre.

Para que ella no lo sea Todo.

Para que ella no lo sea Todo, con mayúsculas, tal y como esta palabra figura en el título del film.

(…)

Huma Rojo es, literalmente, gigante. Llena totalmente el campo visual de Esteban

Ahora bien, ¿quién es Huma Rojo?

La encarnación del deseo de Manuela, su madre -pues, recuérdenlo, Manuela quiso ser actriz. Y, por eso mismo, la referencia absoluta del deseo para Esteban.


El motor mismo de su escritura.

Y observen que el motivo de la inversión especular sigue presente, dado que la mesa se convierte en espejo que refleja invertido ese acto de escritura.

El Rojo funde por eso a Manuela en Huma Rojo.

Manuela se sabe amada por su hijo.


Manuela: ¡Ah!

Pero la intensidad de ese amor es del orden de la pulsión y de la ceguera.

Manuela: Mira por dónde vas cuando cruzas la calle.

¿Ven ustedes ese reinado absoluto del uno del que les hablaba?

Como en Solaris, la película de Tarkovski, el joven y efímero protagonista de Todo sobre mi madre habita totalmente el planeta materno.

Manuela: ¿En qué pensabas?

Esteban: En nada. Es que había tenido una idea.

Manuela: Una idea. Dale las entradas al señor.

Portero: Buenas noches.

Manuela: Gracias, señor.

Y el poder de su mirada todo lo absorbe.

Huma: ¿Por qué me miras así? ¿Estoy horrenda?

-No, no. Estás más guapa que nunca. Mira.

-Mira, Debe ser el caballero ese que viene a buscarte.


El deseo de la madre y la muerte del hijo

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(…)

Esteban: Quiero pedirle un autógrafo a Mar Rojo.

Huma: ¿Un autógrafo? ¿Con este tiempo?

Esteban: Pero qué tiene que ver.

Lo que ahora sucede en Todo sobre mi madre encuentra su partitura en Todo sobre Eva, y precisamente en la secuencia inmediatamente anterior a aquella a la que pertenecían los planos de aquel film que nos han sido mostrados en la escena anterior de éste.

No entiendan esto como un galimatías: es solo una confirmación suplementaria de ese estar al revés de una película con respecto a la otra.

Pero veamos la escena de referencia.

Por si no la conocen, les diré que la película comienza

con la recepción, por Eva, del más prestigioso premio teatral de Broadway, mientras que Margo,

la anterior diva a la que ésta ha desbancado, la mira con odio y mientras la que las presentara y fuera amiga de ambas, Karen,

la contempla con un interesado asombro que hace desencadenar un recuerdo que se extenderá a todo el film, convertido en un largo flash-back;

Karen: ¿Cuándo fue? ¿Hace cuánto tiempo? Parece que toda una vida. Lloyd decía que, en el teatro, una vida es una temporada y cada temporada una vida. Estamos en junio.

Karen: fue a principios de octubre. Tan sólo el octubre pasado.

Karen: Lloviznaba. Recuerdo que le pedía al taxista que esperara.

Karen: ¿Dónde estaba ella? Extraño. Me había acostumbrado tanto a verla allí, noche tras noche, así que me vi buscando a una chica con la que nunca había hablado. Preguntándome dónde estaría.

Eve: ¿Sra. Richards?

Y bien, ahí la tienen, a Eva: la joven ambiciosa que, a cualquier precio, conseguirá llegar a estrella.

Su posición, en el callejón de la puerta trasera del teatro, es del todo equivalente a la que ocupan Manuela y su hijo en el comienzo de Todo sobre mi madre.

(…)

Manuela: Oye, y si no sale nadie…

Esteban: Espera un poquito… Es mi cumple…

Una empleada: Mira, pues ya está aquí el otoño.

Un empleado: Adiós.

Una empleada: Hasta mañana.

Un empleado: Hasta mañana.

Esteban: Te ha emocionado mucho Inma Cruz, ¿Verdad?

Manuela: No, ella no, Estela. Hace veinte años con el grupo de mi pueblo hacíamos una versión del tranvía. Yo hacía de Estella. Tu padre de Kobalsky.

El deseo escénico de la madre y la ausencia del padre aparecen simultáneamente, como dos temas íntimamente conectados.

Esteban: Algún día tendrás que contármelo todo sobre mi padre.

Esteban: No basta que me digas que murió cuando yo naciera.

Manuela: No es un asunto fácil de contar.

Esteban: Me imagino.

Esteban: Si no, ya me lo habrías contado. Estuve a punto de pedírtelo como regalo de cumpleaños.

Manuela: No estoy segura de que sea un buen regalo.

Esteban: Te equivocas. Para mí no hay regalo mejor.

Manuela: Entonces te lo contaré todo cuando lleguemos a casa.

Nina: Esto del teatro es peor que ser monja de clausura.

Nina: ¡Taxi!

Para que comprendan lo que sucede a continuación, conviene primero que contemplen la partitura que lo determina:

Karen: Aquí está.

Karen: Me parecía raro, de pronto, que no estuviera aquí.

Eve: ¿Por qué pensaba que no iba a estar?

Karen: ¿Y por qué iba a estar? Semanas enteras viendo a Margo Channing entrar y salir del teatro cada noche.

Eve: ¿Le importa que hable con usted?

Karen: En absoluto

Eve: La he visto tan a menudo… He hecho acopio de todo mi valor.

Karen: ¿Sólo para hablar con la esposa de un autor?


Karen: Soy una celebridad de la menor talla.

Eve: Es la mejor amiga de Margo Channing. Usted y su esposo siempre están con ella.

Eve: Y el señor Simpson, ¿Cómo es?

Karen: ¿Bill Simpson? Es director.

Eve: Es el mejor.

Karen: Él estaría de acuerdo. Dígame, ¿qué hace desde que llega Margo hasta que se va?

Karen: ¿Esperar acurrucada contra esa puerta?

Eve: No. Veo la obra.

Karen: ¿Ve la obra? ¿Ha visto todas las representaciones de la obra?

Eve: Sí.

Karen: Pero, ¿no le resulta, aparte de todo, caro?

Eve: Verla de pie no cuesta mucho. Me las arreglo.

Karen: Voy a llevarle hasta Margo.

Eve: No.

Karen: Sí. Tiene que conocerla.

Eve: No, sería importunarla. Estaría tan cohibida…

Karen: No hay otra como usted. No podría haberla.

Eve: De haberlo sabido… En otra ocasión. ¡Con este aspecto!

Karen: Así está bien. Por cierto, ¿cómo se llama?

Eve: Eve. Eve Harrington.

Huma: Para ti todo lo que no sea salir y ponerte hasta el culo de todo lo que pilles es ser monja

Huma: de clausura.

Nina: ¡Pues sí!

Nina: Alfonso doce 30.

(Esteban llama a la puerta del taxi)

Manuela: Vámonos, déjalo ya.

Manuela: ¡Esteban! ¡Esteban!

Manuela: ¡No! ¡No! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!

Manuela: ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío, por favor!

Manuela: ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!

Manuela: ¡Hijo mío! ¡Ah! ¡Ah!

¿Se dan cuenta de lo que ha sucedido?

Es perfectamente formulable: está, en primer lugar, la estrella deseada,

constituida en modelo de valor -de deseo- absoluto:

Está, en segundo lugar, la mujer que la desea,

es decir, la mujer que desea ser como ella,

identificarse en ella -y, por tanto, arrebatarle su lugar, suplantarla, devorarla, incorporarla.

Y está, en tercer lugar, la figura mediadora

que hace posible el tránsito de la una a la otra,

permitiendo cubrir el abismo que las separa.

En ese sentido les decía que había algo de suicidio en la carrera loca del hijo de Manuela hasta Huma Rojo: corre el trayecto del deseo de su madre y en cierto modo se sacrifica para hacerlo posible.


Un final ambivalente

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Y recuerden ustedes que, llegado el momento, Manuela se convertirá, como Eva, en secretaria personal de la estrella y, más tarde, llegará a subir a la escena y triunfar en ella.

¿Qué por qué, sin embargo, el trayecto posterior de Manuela y el de Eva serán tan diferentes?

Yo diría que ese es el exorcismo mayor del film: si yo muero -y el sujeto que dice yo es el del título: “Todo sobre mi madre“-, si desaparezco, si soy yo quien se sacrifica, ella ya no tendrá que sacrificarse por mí y podrá realizar su deseo.

Podrá descubrir lo vacuo de ese deseo. Se dará cuenta, entonces, de lo que ha perdido. Y quizás llegue, más tarde, a ser una verdadera madre.

Ese es el trayecto del film. Que devuelve esa estupenda madre en la que Manuela se convierte finalmente.

Y sin embargo, en su desenlace, el final no deja de depositar una duda.

De hecho, las imágenes de Manuela y Huma que les estoy presentando ahora corresponden a los dos últimos planos del film.

Veamos cómo se llega hasta ellos.

Manuela: ¿Molesto?

Agrado: ¡Manuela!

Agrado: ¡Mi Manolita!

La foto de Esteban está ahí desde el comienzo. Puede vérsela ahora en la esquina inferior izquierda del plano:

Y Almodóvar nos obliga a verla al colocar a Huma y Agrado en el espejo, para que conduzcan nuestra mirada hasta ella.

Es cierto que queda oculta, estrujada, por el abrazo de las amigas, pero habrá de reaparecer en seguida.

Huma: Bueno, bueno, que es mía también.

Manuela: Hola.

Agrado: Qué guapa que estas. Cómo te ha crecido el pelo.

Manuela: Y a ti también, muchísimo.

Claro está, en seguida que se aparte Huma, pues Manuela sólo puede verla a ella ahora.

Huma: No, eso es peluca, para la obra.

Como ven, ahí está todo el tiempo.

Pero tarda tanto en verlo Manuela…

Manuela: Oye que tienes abierto el pendiente. Espérate que te lo ponga bien.

Y, sin embargo, percibe hasta el último detalle de Huma.

Tarda tanto Manuela en ver esa foto… que la pregunta es: ¿cuándo lo hará?

Huma: Aprende, bruta.

Agrado: Mu bruta.

Agrado: Pero a ver quién te cuida mejor que yo.

Huma: Que maravilla lo de tu hijo.

Tampoco la ve ahora, aun cuando se encuentra frente a ella.

Huma: O sea que ha negativizado el virus así, de la noche a la mañana.

Pero no es de su hijo del que hablan ahora, sino del otro Esteban, el niño nacido de su exmarido y Rosa.

Manuela: Sí. El caso de Esteban demuestra que el virus puede desaparecer.

Manuela: Todavía no se sabe cómo. Lo están investigando, pero es un milagro.

Agrado: Yo lo sabía. Lo que yo he rezado por ese niño.

Huma: ¿Dónde vais a vivir en Barcelona?

Huma: ¿Por qué no te instalas con nosotras?

Agrado: Claro, mujer.

Manuela: No. Vamos a quedarnos en casa de los abuelos. No sabes la ilusión que le hace a la madre de Rosa. Ha cambiado tanto esa mujer, tanto.

Voz de un empleado del teatro: Tercera, cinco minutos.

Huma: Me tengo que ir.

Sólo ahora ve Manuela la foto de su hijo.

¿Cuándo?

Cuando Huma se tiene que ir.

Manuela: Tienes la foto de Esteban.

Huma: Lola me la dio antes de morir.

Huma: La tengo en depósito hasta que aparecieras tú.

Manuela: Quédatela.

Y qué extrema la ambigüedad de este obsequio. Él te pertenece, pues murió por ti, parece decir ahora la dura mirada de Manuela.

Pero eso es sólo otra manera de decir que fue el deseo de la propia Manuela el que condujo a su hijo hasta ella.

Huma: Gracias.

Impresionante, igualmente, el componente maníaco de la mirada de Huma cuando recibe el presente.

Y al fondo, entre ambas, en este continente donde solo las mujeres constituyen la referencia absoluta, ya no Esteban, sino una de sus reinas indiscutibles -la Cleopatra de Elisabeth Taylor.

Manuela: ¿Nina?

Huma: Me voy.

Agrado: Nina se casó. Vive en su pueblo.

Agrado: Ha tenido un niño. Gordo y horroroso. Feísimo.

Agrado: Feísimo, feísimo.

Huma: Te veo luego.

Y éste es el último plano del film, dando a la imagen de Huma, también al final, el máximo protagonismo.

El film concluye entonces con una dedicatoria final.

Cargada ella todavía, si cabe, de un suplemento de ambigüedad.

Pues la película no está dedicada a las madres, sino a las personas que quieren ser madres, es decir, que actúan en ese sentido. Es decir, todavía, que interpretan el papel de madres.

Pues, obsérvenlo, no parece quedar espacio aquí para otro acto que el de la interpretación.

Incluso por lo que a los hombres se refiere, de los cuales el único acto que se les reconoce no es el acto sexual -y, sin embargo, sin él, ¿cómo podría ser madre una mujer?- sino el acto de convertirse en mujeres, de representar a mujeres, de representar a madres…
 
 

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