11. Marineros

Jesús González Requena
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual
El dormitorio de la zarina (Octubre, Eisenstein)
Sesión del 13/04/2007
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2013

 

 

 


La identificación de Eisenstein con el Zarevich

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En su momento llegamos hasta aquí: hasta estas dos fotografías, de Eisenstein y Alexis, vestidos igual.

Y no de cualquier cosa sino, muy precisamente de marineros.

Pues, como les decía, era normal que el zarevich, a esa edad, vistiera habitualmente de marinero.

Y recuerden, por lo demás, que podemos considerar textualmente -fotográficamente, en este caso- probada la intensa -pero inconsciente- identificación de Eisenstein con el Zarevich:

Y así, cuando se había convertido en el cineasta más famoso de la Rusia de su tiempo, esa identificación que se enmascaraba en la retórica del osado gesto provocador vanguardista y de la que, por ello mismo, él carecía de conciencia, le impulsó a ocupar el trono que en la fecha de rodaje de Octubre, si la revolución de Octubre no hubiera tenido lugar, ocuparía ya el zarevich Alexei, convertido en Zar.

Y por lo demás, recuérdenlo, ese zarevich es, después de todo, uno de los protagonistas del film.

Él está también ahí, sustentando este plano subjetivo, convocado a la escena primordial.


Y por eso está ahí su nudo.


El discurso de doble vínculo de la madre

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Eisenstein: The knot that binds, capítulo sobre el divorce of pop and mom, 1946:

«Fui un nudo que no logró unir y retener a una familia dividida, a los padres que se divorciaban.

«En realidad, a nadie le importa que mis padres se divorciaran en 1909.»

Les llamé la atención sobre la ambivalencia semántica de bind, a la vez nudo y atasco.

Y la mejor prueba de esa ambivalencia es que es que ese Bind, como sustantivo, es la palabra que escogió Gregory Bateson para nombrar eso que en español traducimos como el lazo del doble vínculo.

Y por cierto, ¿no es un ejemplo perfecto de discurso de doble vínculo el de esa madre del cineasta que le abandona en Riga dejándole con el padre y marchándose a vivir, -¿dónde si no?- a San Petersburgo, a la vez que le dirige cartas de amor diciéndole lo que le quiere y que tiene muchas ganas de verle?

Y si sólo fuera eso. Pero está además ese otro dato, aparentemente sin importancia, pero sin embargo realmente decisivo: que, aunque deja allí a su hijo, no duda en llevarse sus muebles:

«Después mamá se fue.

«Después llegaron los de la mudanza.

«Después se llevaron los muebles. (Los muebles habían sido la dote de mamá).

«Las habitaciones se volvieron inmensamente grandes y absolutamente vacías.»

¿No podía haber dejado esos muebles para el hijo, como signo de su presencia?

Llevándoselos, los convierte en bienes para ella superiores a su propio hijo.

Y bien, si realmente se trata de eso, de poner en escena cómo las habitaciones se volvieron inmensamente grandes y absolutamente vacías, ¿se les ocurre un escenario mejor que el palacio de Invierno de San Petersburgo tal y como lo fotografía Eisenstein?

Y hay, por lo demás, otro dato que confirma lo que les digo hasta el punto de constituir una prueba inapelable.

Se trata de algo que puede leerse en ese otro texto autobiográfico que es El niño de Riga.

En él, el cineasta cuenta que el libro que leía cuando tenía esos doce años en los que se produjo el divorcio de sus padres era la Historia de la Revolución francesa de Minier.

Todo está, entonces, ahí:

Eisenstein: The knot that binds, capítulo sobre el divorce of pop and mom, 1946:

«Fui un nudo que no logró unir y retener a una familia dividida,

«a los padres que se divorciaban.

«En realidad, a nadie le importa que mis padres se divorciaran en 1909.”»

Su fracaso a la hora de ser el nudo que mantuviera unidos a sus padres, y, a la vez, el nudo real al que el quedó atado para siempre.

Les mostré como esa historia afloraba en Octubre.


La angustia del marinero

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Pues bien, insisto, si no hay duda de que si el zarevich es uno de los protagonistas del film,

no la hay tampoco de que otro de sus protagonistas es un marinero.

Un marinero perplejo.

Aunque decir eso es decir poco. Yo diría más bien que es un marinero angustiado.

Y uno, también, empalmado.

Tan empalmado como obsesionado

porque tiene en la cabeza, clavado en su inconsciente, lo que en esa caja de madera cerrada está escondido.

En su misma cabeza, escatológicamente obsesionada, se encuentra el misterio del origen:


Las cuatro hermanas del zarevich

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Aquí le tienen, al zarevich marinerito, rodeado, y seguramente querido, por sus cuatro hermanas mayores.

Y no puede sernos indiferente que fueran cuatro sus hermanas, pues son cuatro mujeres las que abren la secuencia del dormitorio de la zarina:

Cuatro mujeres que tapan y luego descubren la cama de la zarina.

Claro que en principio les parecerá que exagero, que de unas a otras hay mucha diferencia: de edad, de aspecto…

Y desde luego, tienen razón. Pero yo también la tengo, como lo prueba esta otra fotografía:

Aquí pueden ver ahora a esas mismas hermanas que, más tarde, prisioneras ya de la Revolución, llegaron a poseer este otro aspecto, en parte motivado por la enfermedad que les obligó a cortarse sus cabellos.

Es asombroso el poder de sugerencia de las fotografías.

Ahora sí, las hermanas del zarevich se nos descubren sorprendentemente próximas a las cuatro soldados que guardan el dormitorio de la zarina en Octubre.


La zarina

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Y la zarina… ¿cómo era la zarina?

Aquí la tienen, rodeada con toda su familia, marinerito incluido.

¿No les recuerda a nadie? A mí sí.

Hay, pienso, un llamativo parecido físico entre la mujer escogida para poner en escena ese gesto de dolor y de goce que se encuentra en el núcleo de la escena del dormitorio de la zarina y la propia zarina, la madre del heredero Alexis.

Rasgos semejantes, semejante figura y estructura corporal y facial…

Pero, ¿y si ensayamos a introducir a la madre del propio cineasta en esta serie?

Lamentablemente, sólo dispongo por ahora de una foto de ella, y una en la que todavía es demasiado joven -Eisenstein tenía solo dos años cuando fue realizada.

Pero volvamos al joven marinero:

Estas fotografías lo muestran ahora a sus 12 años, al borde de la revolución.

Abrazado a su madre, querido por ella -la encarnación, por eso, del deseo de Eisenstein a sus doce años: recuperar a su madre, ser querido, no ser abandonado por ella.

Y bien, todo se congeló para Eisenstein, como él mismo confiesa, a sus 12 años.

E igualmente, pero de otra manera, todo se congeló para el zarevich nada más cumplir 13 años: llegó la revolución y, poco después, una sórdida muerte.

Y bien: dos niños vestidos de marineros.

Es obligado ponerlos en relación con este otro niño marinero:

Sólo nos detiene, en la comparación, el cambio del color del uniforme.

Pero incluso en esto la figura del zarevich se descubre de pronto como el nexo entre el Eisenstein de 12 años y los marineros de Octubre.

Véanlo:


El triángulo del cine burgués

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Para que vean hasta qué punto el sentido esencial del texto puede llegar a contradecir a su sentido tutor, les ofrezco estas breves palabras con las que en 1934 describía Eisenstein la intención política que su consciencia consideraba el objetivo primordial de su trabajo:

«Llevábamos a la pantalla la acción colectiva de las masas, en contraste con el individualismo y el «triángulo» del cine burgués.»

(Eisenstein: Del teatro al cine, 1934)

Y por cierto que esa obsesión, la de romper con el triángulo burgués, ha sido quizás la obsesión por antonomasia de las vanguardias del siglo XX.

De todas las vanguardias, la nacionalsocialista y la leninista incluidas.

Ahora bien, contradiciendo sus propias palabras, su film muestra hasta qué punto lo que llama el triángulo burgués no es un triángulo burgués.

Es, sencillamente, el triángulo edípico cuya existencia hace posible, para el sujeto, una posición diferenciada.

De hecho, basta con mirar de cerca Octubre para constatar como aparecen los triángulos por todas partes. De hecho, hemos visto unos cuantos al comienzo de la sesión de hoy.

Así este:


O éste:

Y entre ambos éste, el más extraño:

Especialmente extraño porque está presidido por la mirada -y el enigma- de la esfinge:

Y bien: sobre este enigma versará nuestro trabajo en la fase final del seminario de este año.