Hable con ella, Bodas de Sangre, Yerma
Jesús González Requena
Seminario impartido en el curso de verano El camino del Cine Europeo VIII,
UNED, Pamplona, 1/09/2011
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2015
- Benigno y El amante menguante
- El increíble hombre menguante / Hable con ella
- Las mujeres, chocando con lo real
- La bruja como función móvil de lo monstruoso
- Como no hay varón capaz, el homosexual se hace cargo de la tarea
- Restitución de la posición heterosexual
- El increíble hombre menguante / Hable con ella
Benigno y El amante menguante
En la escena fantasmática almodovariana que El amante menguante presenta, es la propia novia, tan intensamente activa como científica, la que provoca su incesante decrecimiento.
No solo es activa, sino incluso violenta.
Y por cierto que, bien arraigada en la estela del poder materno, su investigación versa sobre la alimentación, como el propio Benigno nos explica.
Benigno: Y Amparo. Su novia, que es científica.
Benigno: Amparo está investigando la fórmula de una dieta experimental que va a ser la bomba en el mundo de la nutrición.
Y él es un amante tan abnegado… quiere dar tanta pruebas de amor como el propio Benigno.
Ella dice que no, que no lo haga…
Pero no con demasiada convicción, dado que a la vez ha cogido su cuaderno para tomar notas de los efectos del experimento.
Más allá de la broma, atiendan al entusiasmo de ella.
Todo parece indicar que la clave de la fórmula de la dieta experimental que va a ser la bomba en el mundo de la nutrición estriba en sus poderes afrodisíacos.
Pero sucede que el reverso de ese poder afrodisíaco consiste en que es tal su eficacia que quien lo toma agota del todo su energía amorosa.
Benigno: Pero el tiempo pasaba. Por mucho que trabajaba, amparo no terminada de encontrar el antídoto.
Benigno: Y el pobre Alfredo menguaba día a día.
Benigno: Para que ella no sufriera, alfredo se fue de casa.
Benigno: Abandonó Madrid,
¿Sabían que Almodóvar dejó su pueblo manchego a los 22 años para irse a vivir a Madrid?
¿Y no encuentran cierta semejanza sonora entre Alfredo y Pedro Almodóvar?
«Alfredo»
Pedro Almodóvar»
Se intensifica si cambiamos el orden entre nombre y apellido,
«Alfredo»
Almodóvar, Pedro»
colocando primero el nombre, como se hace habitualmente, por cierto, en las filmografías:
«Alfredo»
«Almodóvar, Pedro»
Benigno: y volvió al pueblo con su madre, con la que no se hablaba desde hacía diez años, porque era tremenda.
Y tremendo puede ser sinónimo de gigantesco.
Benigno: A Amparo ni siquiera le había dicho donde vivía.
Benigno comienza a excitarse mientras masajea el cuerpo de Alicia.
Pero es evidente que eso, darle masajes, lo ha hecho ya muchas veces sin tales efectos.
De modo que es ahora el cuento que cuenta, la película que ha visto, la que introduce el suplemento que le lleva a excitarse, por primera vez, ante ese cuerpo que vive como deslumbrante y gigantesco.
Benigno: En la película pasan muchas cosas,
Benigno: pero lo importante…
Lo importante, lo que le hace posible, por primera vez, acceder a una fantasía erótica con una mujer, estriba en el modo de relación que el cuento le ofrece.
La única posible para quien, como les digo, concibe a la mujer como un ser gigantesco e inabordable.
Benigno: es que después de años de remordimientos y estudios,
Benigno: Amparo descubre la dirección de la madre de Alfredo.
Benigno: Y se presenta.
No hay duda, Alfredo ha huido de Amparo refugiándose en la casa de su madre,
como ahora va a huir de su madre refugiándose en Amparo.
De modo que el bolso de Amparo es como la casa de la Madre… en un círculo sin salida que conducirá al amante menguante, como ustedes saben, a la muerte.
Y por cierto que su aparición se produce en un lugar bien preciso:
en la Filmoteca Española de Madrid.
El increíble hombre menguante / Hable con ella
De modo que El amante menguante remite, de manera evidente, a El increíble hombre menguante,
la película de Jack Arnold de 1957 que no es difícil imaginar como parte de las pesadillas cinematografías de Pedro Almodóvar.
Se dan cuenta de la paradoja.
Pues lo propio de un amante, en cuanto tal, es su capacidad de crecer: el decrecimiento, por contra, es la realidad misma de su impotencia.
Por si no conocen esa pequeña obra maestra del cine de terror, les diré que cuenta la historia de un hombre recién casado que en su viaje de novios
es objeto de contaminación por una extraña nube tóxica
que hará que, a partir de entonces, su tamaño vaya menguando progresivamente.
Y bueno, estos jóvenes recién casados son de clase media baja, no pueden permitirse alquilar un barco como este mucho tiempo.
Yo diría que no más de un día, lo justo para la noche de bodas.
Y ya saben lo que es fácil que suceda esa noche: que se salga de ella preguntando algo así como ¿qué ha pasado?
Louise: Scott, ¿qué ha sido eso?
Scott: No lo sé- Una neblina.
Louise: Mira el pecho.
Siendo una película de terror, El increíble hombre menguante, como Hable con ella, incluye algunas excelentes escenas melodramáticas. Por ejemplo ésta.
Louise: ¿Quieres que conduzca, querido?
Ella, la joven esposa, comienza a dudar de la capacidad de conducir de su marido.
Scott: No, estoy bien.
Y él, en esa misma medida, comienza a dudar de su capacidad de estar a la altura del deseo de su esposa.
Scott: Louise… Quiero que pienses sobre nosotros. Sobre nuestro matrimonio. Puede que pasen cosas terribles. Rus obligaciones tienen un límite.
Louise: Un momento. Yo te quiero. ¿No lo sabes?
Scott: Amas a Scott Carey. Tiene un tamaño y un modo de pensar.
Y es que Scott sabe que, después de todo, el tamaño importa.
Scott: Todo eso está cambiando.
Louise: No ha cambiado nada.
Louise: Cuando nos casamos, lo que dije iba en serio. Mientras lleves el anillo de casado, seré tuya.
Mientras que puedas, mientras que tengas la fuerza necesaria para llevar, para soportar ese anillo, le dice ella.
Y vean con que contundencia se desploma melodramáticamente la escena:
Louise: Venga, vámonos a casa.
Espléndida la deteriorada textura de la alfombrilla de ese coche sobre la que ha caído la alianza de Scottie, cuyos dedos se hacen también cada vez un poco más pequeños.
(…)
Louise: ¿Scott? Scott, he
Louise: He dado de baja la línea.
Scott: ¿Qué?
A partir de ese momento, como ustedes comprenderán, la relación de esa pareja se vuelve inconcebible.
Louise: Que he dado de baja la línea. Intentarán ponernos otro número la semana que viene.
Scott: ¿Cómo que “intentarán”?
Louise: Van a intentarlo. Hay mucha gente a la cola.
Aun cuando, si lo piensan bien, corresponde literalmente, al menos por lo que a las diferencias de escala se refiere, a la relación de un niño pequeño con su madre.
Por cierto, ¿se dan cuenta de eso que han olvidado ya? Me refiero a lo gigantesca que fue una vez, y durante mucho tiempo, su madre para cada uno de ustedes.
Así, Scott es un niño que, a la vez, se comporta como un pequeño dictador.
Scott: ¿No les has dicho quién es tu marido? Scott Carey, el fenómeno menguante.
Louise: No.
Scott: Usa tu influencia. Soy un gran tipo. Famoso.
Louise: Por favor, no sigas.
Scott: Hay muchos periodistas afuera. ¿Por qué no se lo cuentas?
Scott: Dales una nueva perspectiva paras sus periódicos.
Scott: ¿O me lo guardo para mi libro?
Y a la vez, lo que no deja de ser notable, en un escritor, es decir, en un artista desesperado.
¿Nos devolverá el fenotipo de cierto artista desgarrado y sufriente de las vanguardias modernas?
Scott: Sí, haré eso. Un capítulo entero dedicado a los teléfonos. Y otro chiste para que el mundo se ría.
Y está a la vez la otra cara de la cosa: la presencia de una mujer gigante y, a la vez, también ella sufriente.
Louise: Scott, la gente lo sabe. No se ríen de ti.
Scott: ¿No?
Louise: No.
Ahora bien, ¿qué hacen esos pajaritos ahí?
Y muy especialmente el de la derecha, el que está más cerca de la cabeza de la mujer.
¿No lo reconocen?
Se trata, desde luego, del pájaro que presenciara el asesinato de Marion, la protagonista de Psicosis, el film de Alfred Hitchcock, en manos de la madre de Norman.
Exactamente del mismo pájaro.
Curioso hecho que no podemos atribuir al equipamiento de utillaje de la productora, porque se trata de dos films producidos por dos diferentes empresas:
Paramount en el caso de Psicosis,
y Universal en el de El increíble hombre menguante.
Y dado que El increible hombre menguante fue estrenada en 1957 y Psicosis en 1960, todo empuja a deducir que Hitchcock debió ver el film de Arnold y quedarse prendado de ese pájaro -los pájaros, supongo que lo saben, le obsesionaban y le atemorizaban- hasta el punto de incorporarlo a su film.
Y, después de todo, ¿no tenía Norman algo del propio Scott?
¿Que fue Norman quien lo hizo, quien asesinó a Marion?
Desde luego que no, pues Norman nunca fue otra cosa que un apéndice, un complemento de su madre.
Y es totalmente identificado con ella,
con el cuchillo de cocina de ella, con el que mata a Marion.
Marion y Norman, por lo demás, son las dos caras de la víctima de la madre loca que habita Psicosis.
Lo que, por lo demás, el film proclama haciendo que el nombre de cada uno sea un anagrama del nombre del otro.
Como ven, también es posible localizar una bruja malvada aquí.
Scott: ¿Por qué no? Es gracioso, ¿no? Lo es. ¿Ves lo gracioso que soy? Un nió que parece un hombre. Vamos, Louise,
Scott: ríete. Sé como los demás. No pasa nada.
Scott: ¿Por qué no puedes mirarme? Mírame ¡Mírame!
Louise: (Llorando) Basta, Scott.
(Suena el teléfono)
Las mujeres, chocando con lo real
El caso es que la mujer inmensa y sufriente de El increíble hombre menguante bien podría tener que ver con esta otra:
Y, así, la escena inicial de Hable con ella nos devuelve, a la vez, el drama de la mujer que nos es presentada en primer término como el drama de la madre: el drama de una mujer que avanza ciega, chocando con lo que tiene delante, incapaz de protegerse de ello.
Después de todo, ¿no son de la misma índole los acontecimientos que han sumido a Alicia y a Lidia en sus respectivos estados coma?
Pues ellas también avanzaban a ciegas, ciegamente empujadas por la pulsión que las habitaba, hasta chocar con lo real de la manera más brutal.
Ciegas, solas, perdidas, arrasadas por su pulsión.
Sin hombre alguno capaz de hacerse cargo de ellas.
Pues tan solo encuentran a su paso hombres como éste que, en la escena, intenta evitar que las bailarinas choquen con las sillas que se interponen a su paso.
Hombres que, por eso, sirven de bien poco, pues, aun cuando logran apartar las sillas, no pueden eliminar las paredes, y los choques con éstas son mucho más brutales.
La bruja como función móvil de lo monstruoso
Y por cierto que tampoco carece de buenas intenciones el pequeño Scott:
Scott: Cariño, lo siento. Debo de estar volviéndome loco para hablarte así.
Louise: No cariño, estoy bien.
Louise: Se lo que debes de estar sufriendo.
Scott: ¿De verdad? Sí, Para ti también ha sido una pesadilla. Quizás hayamos perdido la esperanza.
Louise: Scott, hay muchas cosas por las que tener esperanza. Un día los médicos podrían encontrar la antitoxina.
Pero, en cualquier caso, ¿cómo podría ese diminuto personaje alimentar la chimenea, ahora ya por siempre apagada, de esta mujer gigantesca?
Scott: Claro. Lou, vámonos de aquí antes de que nos volvamos locos.
Scott: Donde nadie pueda encontrarnos.
Louise: De acuerdo, Scott. Buscaré algún sitio. Intenta no preocuparte.
Scott: Eso lo dejaré a los médicos. Llevo dos días de retraso con el libro.
Como les he sugerido ya, también aquí, como en tantos textos de la vanguardia, el acto de escritura ocupa el lugar del ausente acto narrativo.
Quizás se pregunten ustedes que dónde está la bruja aquí.
Pero sucede que, como En hable con ella, aquí también está en el mismo lugar.
Y es que es la otra cara de esta mujer gigantesca y sufriente cuya chimenea está negra y apagada.
¿Lo dudan?
Deberían tener en cuenta que la bruja es una función móvil de lo monstruoso.
Así, recuerden que en La bella durmiente de Perrault se prolonga en la madre ogresa de la segunda parte, o bien, en el caso de Disney, en el siniestro dragón que tiene prisionera a a la bella durmiente.
En caso es que en El increíble hombre menguante esta imagen
no puede ser considerada independiente de esta otra:
Y claro está, ese gato tiene su autonomía y sus exigencias, en la misma medida en que ese fantasma materno no cesa de aumentar sus locas dimensiones:
(…)
Podríamos resumir la pesadilla del film así: plano:
y contraplano:
Y si no están de acuerdo conmigo, explíquenme por qué Jack Arnold escogió un gato que tenía el mismo color de piel que el cabello de su actriz.
Como no hay varón capaz, el homosexual se hace cargo de la tarea
Y bien, como no hay ahí ningún hombre capaz de hacerse cargo de la mujer, de su pulsión brutal o de su sueño absoluto -tales son los dos extremos del arco de lo femenino que el film dibuja- deberá de ser el homosexual, Benigno, el hombre menguante, quien se haga cargo de esa tarea.
Tal es, entonces, su fantasía: realizar el deseo de la diosa madre -¿pues no fue la madre la que, con su envergadura corporal, podría haber aplastado al bebé recién nacido?
No hay duda: la mujer es la tierra en un paisaje bañado por la luz de la luna.
A él corresponderá entonces colmar su hendidura, ofrecerse como el falo que ella no tiene: reintroducirse en ella para calmarla, saciarla y completarla.
Al precio, sin duda, de su aniquilación.
Imposible no retener las imágenes que, en El increíble hombre menguante, responden a éstas:
¿No es cierta viscosa tela de araña la que mantiene a Benigno atrapado en casa de su madre?
Pero Scottie está decidido a combatir al monstruo, por más que sean precarias sus armas: un par de alfileres, uno de ellos doblado, y un hilo de costura
Impresionante plano, ¿no es cierto?
Junto a los alfileres e hilos de costura, las tijeras, también ellas pertenecientes al ámbito de las tareas domésticas de la madre.
Supongo que comprenden su ingeniosa estrategia. Una vez clavado el alfiler en la araña y éste atado por un hilo a las tijeras,
habrá de permitir arrojar a la araña por el precipicio… del borde de la mesa.
Sí, pero son tan pesadas las grandes tijeras de la madre…
Y es tan frágil su hilo…
De modo que la pesadilla prosigue.
Y, como ustedes saben, en las pesadillas, el que huye tropieza y cae una y otra vez.
Y otra, y otra vez.
Supongo que saben cuál es el aspecto más hórrido de las arañas: su boca y su barriga se confunden
construyendo la más siniestra imagen de un sexo oral y devorador.
Pero Scottie, con todo, es capaz de su acto heroico.
¿Y Benigno?
También él, desde luego.
Pues observarán ustedes que aquí la escena fantasmática de devoración no está menos presente, por más que sea objeto, como veremos en seguida, de la más elaborada sublimación.
Se trata, pues, de una ceremonia a la vez de retorno al origen absoluto y de autoaniquilación.
Una inmolación, en suma, a la diosa madre.
Pero una que alcanza, finalmente, un fruto inesperado:
Alicia despierta.
Restitución de la posición heterosexual
Y aparece ahí finalmente, para ella, un hombre capaz de hablarle de verdad.
Observen el rojo asiento vacío que se encuentra en el centro del plano, ubicado justo entre Marco y Alicia.
No podríamos decir que se interponga entre ellos, pues actúa como una conjunción: se trata, no hay duda posible, de la función mediadora de Benigno quien, después de todo, ha logrado realizar la más sorprendente operación de bricolaje simbólico: Alicia ha revivido y Marco está, por fin, en condiciones de abordarla.
Si lo piensan bien, este plano es casi una fórmula: la de la solución del problema de la buena distancia por lo que a la mujer se refiere.
Pues, como les decía, el problema de Benigno era que estaba demasiado cerca, del todo atrapado y, por eso mismo, inmovilizado en su sumisión.
Y el de Marco, a su vez, que estaba demasiado lejos, en franca huida.
Como ven, es ciertamente emocionante cómo el homosexual se escribe ahí a la vez que se borra, una vez que ha puesto las condiciones para restituir la necesaria posición del varón heterosexual, es decir, la del hombre capaz de responder al deseo de la mujer.
Al precio, eso sí, de que él mismo quede, necesariamente, del otro lado de la escena, separado por un abismo de ese campo de la naturaleza, de lo real, en el que la mujer es.