10. De la novela a la película. La nada y lo real

 

Jesús González Requena
Edipo II. Del odio a la promesa
Seminario Psicoanálisis y Análisis Textual 2015/2016
sesión del 13/11/2015 (2)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2016

 

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  • De la novela a la película: el humeral y el desierto
  • En el humeral los indios no están
  • No hay sitios en lo real
  • Novela / película
  • Lo real no es razonable
  • Algo, todo, nada y lo real
  • Los indios emergen del desierto
  • Homo homini lupus
  • El tópico de la acientificidad del psicoanálisis
  • Los indios emergen del desierto
  • Los sacramentos y lo real 

     


    De la novela a la película: el humeral y el desierto


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    Pero volvamos a lo concreto.

     

    O más bien, reformulemos en lo concreto del análisis textual de The Searchers todas estas consideraciones que venimos de realizar.

     

    Les hablaba del interés que ofrece el análisis comparado de la novela y el film que la adapta. A este propósito quiero señalarles una pequeña diferencia, aparentemente sin importancia, que se da entre la novela y el film.

     

    Tiene que ver con las dos escenas que siguen a la que nos ocupó el último día.

     

    En la novela, ambas escenas, la del fallo en el intento de ahuyentar los caballos de los indios y la del ataque de estos al grupo, tienen lugar en un mismo espacio, que corresponde bien al humeral de la primera de esas dos escenas del film.

     

     

    En el film, en cambio, el asunto se despliega en dos escenas diferentes en dos espacios bien diferenciados, incluso opuestos: la primera en la ciénaga, la segunda en el desierto de Monument Valley

     

     

    -incluso a riesgo de incurrir en una notoria inverosimilitud, dada la incongruencia que supone postular la proximidad de ambos espacios.

     

    ¿Cuál es el efecto de este cambio aparentemente menor?

     

    No lo busquen, encuéntrenlo en el lugar donde se encuentra: en la letra misma del texto. El modo de resolver los problemas del análisis textual no es tan diferente del de las matemáticas: los problemas solo pueden resolverse cuando son formulados correctamente.

     

    ¿Qué sucede en la novela?

     

    Que los indios están donde el grupo espera encontrarlos, pero, en vez de lograr sorprenderlos, se ve sorprendido por ellos cayendo en una emboscada.

     

    ¿Qué sucede en la película?

     

    Que, bien por el contrario, los indios no están donde el grupo espera encontrarlos; que es en otro lugar y en otro momento, no en el que los buscadores esperan, donde caen en la emboscada que aquellos les tienden.

     

    ¿Se dan cuenta del asunto? Sólo en la película los indios son, con toda precisión, lo real.

     

    Pasemos al detalle.

     

     


    En el humeral los indios no están

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    Del desierto al humeral.

     

    Y siempre la figura de Ethan separada, aislada del grupo.

     

    Pues muy semejante fue el comienzo de la escena anterior:

     

     

     

     

     

    Del día a la noche. Con o sin caballo. Donde antes había polvo y arena, ahora hay agua y vegetación. Pero Ethan siempre avanzando centrado, decidido, permanente, constante, perpetuo -ya saben, los significados del nombre Ethan.

     


     

    Buscan a los indios, pero solo encuentran su propio reflejo en el agua.

     

     

    Pues los hombres, cuando buscan, sólo pueden encontrar lo que buscan. Y solo pueden buscar lo que conocen.

     

    (crickets chirping, frogs croaking)

     

    Se oyen sonidos, pero no palabras.

     

     

    Y las figuras se enfangan a la vez que se confunden con sus reflejos.

     

    Clayton: Well, they was here.

     

    Han estado aquí.

     

    Ethan: Sure. They was here.

     

    Ethan lo confirma: estuvieron aquí.

     

    Ethan: And now they’re out there, waiting to jump us.

     

    Pero ya no están aquí.

     

    Y es que, como les decía, los indios no están nunca en el mismo sitio, son imprevisibles e inconstantes, no pueden ser encontrados pues están siempre en otro lugar, nunca donde se los espera.

     

    Y a la vez, pueden saltar sobre nosotros en cualquier momento.

     

     


    No hay sitios en lo real

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    Son en cambio ellos, como veremos en la escena que sigue, los que te encuentran.

     

    Pues lo real siempre está ahí, pero no está, sin embargo, en ningún sitio, porque no hay sitios en lo real.

     

    ¿No se han parado nunca a pensar en ello? ¿Qué podría ser un sitio sino un lugar al que se podría volver?

     

    Y por eso debe tener un lugar en un mapa, una ubicación que lo vuelva pensable y previsible. Pero nada de ello hay en lo real.

     

    Quiero decir: lo real no tiene mapa, el mapa es uno de los intentos de convertir lo real en una realidad conocida y previsible.

     

    Piénsenlo bien: no es posible buscar lo real, sólo pueden buscarse los objetos y los sitios -los sitios, después de todo, no son otra cosa que los espacios donde reaparecen los objetos, y eso es precisamente lo propio del objeto: reaparecer.

     

    Lo real, en cambio, no puede ser buscado porque no es un objeto ni un sitio, sino la ausencia del objeto en el sitio esperado.

     

    Lo real no puede ser buscado: por el contrario, te golpea cuando menos te lo esperas -ya saben: cuando la silla se rompe y uno se cae…

     

    Volvamos al caso del mapa y el territorio.

     

    Porque ustedes tienen un mapa creen que pueden volver a un sitio -a ese sitio que tienen marcado en su mapa-, pero cuando llegan, cuando creen que han vuelto, se dan cuenta de que ese sitio es ya otro sitio, porque son otros los objetos que lo pueblan -y ello si se tiene la suerte de que allí se encuentren objetos, es decir, cosas susceptibles de ser investidas por el deseo.

     

    También de eso, dicho sea de paso, habla de manera asombrosa The Searchers:

     

     

     

     

     

     

     

     

    Pero sería prematuro ocuparnos ahora de ello.

     

     

    Ahora, nuestros personajes están perdidos en la niebla.

     

    Ethan: Any more orders, captain?

     

    Y los discursos comienzan a desorientarse, a perderse en la niebla de lo real…

     

    Clayton: Yes. We’ll keep on going.


    (Indian call)

     

    ¿Es realmente una llamada india?

     

    Obviamente, los subtituladores se han extralimitado: no está claro que sean los indios. Más bien parece que estos hace un buen rato que se han marchado. Pero precisamente por eso podemos decir que es lo indio, en su incertidumbre radical, lo que se escucha.

     


    Novela / película

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    Vean la confirmación:

     

     

    A un lado como al otro, en todas direcciones y en niguna…

     

    Ethan: Well?

     

    El desafío sigue vivo.

     

    Por cierto, es momento de señalarles que en la novela de Le May el predicador ya no está presente en esta parte del viaje, pues, hundido por su responsabilidad al haberse dejado engañar por los indios, no parte con el grupo tras el entierro de Martha.

     

    De hecho, ni siquiera existe, como tal, la figura de Clayton, con su peculiar combinación de predicador y ranger de Texas.

     

    El que comandaba la primera salida, en la novela, era el padre de Brad, ranchero cuáquero -lo que hacía de él, en cierto modo, un predicador- dotado de un entidad y vigor muy superior a la del Jorgensen de la película.

     

    De modo que en la novela, a estas alturas, es Ethan -aunque allí recibe el nombre de Amos- el que lidera el grupo.

     

    Como en la película, es un personaje duro, cargado de odio hacia los indios, pero no es tan permanente, constante, perpetuo.

     

    Veamos otros dos detalles diferenciales notables que lo demuestran.

     

    Primero: el Amos de la novela aguarda al final del entierro para partir, en vez de interrumpir la ceremonia, como hace Ethan -y ya saben la relevancia que eso tiene en el cineasta de los ceremoniales funerarios por antonomasia.

     

    Y Segundo: en la novela es Amos quien se plantea la posibilidad de ahuyentar los caballos de los indios para así poder negociar con ellos.

     

    De nuevo percibimos en qué medida la talla superior de la película se debe a la honda intelección de sus enunciados: pues solo en la película -que no en la novela- alcanza Ethan tan alta densidad por lo que se refiere a su saber de lo real. Y solo en ella está presente el conflicto entre la ley jurídica y la ley simbólica.

     

    Y ya que estamos en ello, anotemos otras diferencias notables.

     

    Tampoco existen en la novela las escenas iniciales de la llegada de Ethan,

     

     

    la entrega del sable

     

     

    y el broche.

     

     

    ni los primeros choques de Ethan

     

     

    con Martin primero

     

     

    y luego con Clayton.

     

    La novela, en cambio, comienza con Aaron

     

     

    -llamado allí Henry- descubriendo la amenaza de los indios que acechan la casa, y con el grupo persiguiendo a los que todavía piensan meros ladrones de reses.

     

    Nada hay pues en la novela de esas escenas que nos permitieron, el año pasado, dibujar la ontogénesis del sujeto a partir de la llegada del padre simbólico.

     

    Y, por ello mismo, tampoco nada de lo que despliega la densidad de éste del lado de una ley simbólica que lo coloca más allá de los límites del orden social y cultural tal y como estos cristalizan en forma de ley jurídica.

     


    Lo real no es razonable

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    Ethan: Well?

     

    Ethan confronta al predicador con la inanidad de su discurso: ya saben, es imposible arrebatar a los indios sus caballos, es imposible negociar con ellos…

     

    O si ustedes prefieren: lo real no es razonable.

     

    «Innumerables veces se ha planteado la pregunta por el fin de la vida humana; todavía no ha hallado una respuesta satisfactoria, y quizá ni siquiera la consienta. Entre quienes la buscaban, muchos han agregado: Si resultara que la vida no tiene fin alguno, perdería su valor. Pero esta amenaza no modifica nada. Parece, más bien, que se tiene derecho a desautorizar la pregunta misma. Su premisa parece ser esa arrogancia humana de que conocemos ya tantísimas manifestaciones. Respecto de la vida de los animales, ni se habla de un fin, a menos que su destinación consista en servir al hombre. Lástima que tampoco esto último sea sostenible, pues son muchos los animales con que el hombre no sabe qué hacer -como no sea describirlos, clasificarlos y estudiarlos-, y aun incontables especies escaparon a este uso, pues vivieron y se extinguieron antes que el hombre estuviera ahí para verlas.»

     

    [Freud: El malestar en la cultura]

     

     

    Lo real carece de sentido, no responde a razón alguna. Sencillamente, es.

     

    No se pliega al buen orden de nuestros discursos -porque, ¿qué otra cosa es la razón, sino la propiedad de nuestros discursos más rigurosos y mejor formalizados?

     

    Si lo dudan, no tienen más que leer a Descartes: para él la razón no es otra cosa que el orden mismo de las matemáticas. De lo que no termina de darse cuenta -aunque ese es probablemente el motivo de sus más íntimas pesadillas- es de que nada hay tan opuesto a lo real como las matemáticas. Pues las matemáticas no son otra cosa que el destilado más puro del significante tal y como lo describiera Saussure: pura diferencialidad, sin materialidad alguna.

     

    Lo real es, en cambio, todo lo contrario. Materialidad a lo bestia, sin razón ni sentido.

     

     

    Fíjense como Clayton afirma su mando y como Ford resalta esa afirmación:

     

    Clayton: You wanna quit, Ethan?

     

    ¿Lo han visto?

     

    Sin duda: el brillo de su insignia.

     

    Y por cierto que esa insignia, a la vez, porque hace serie en la figura de Charlie, actúa como emblema de la ley jurídica en la que se reúne la colectividad social, esa misma colectividad de la que Ethan se sabe, por su propio saber, excluido.

     

     

    El suyo es otro brillo.

     

    Sin duda singular,

     

    Ethan: That’ll be the day.


     

    pero no menos brillante,

     

     

    pues incluso es capaz de oscurecer el de la insignia.

     

    Clayton: Horses.

    Charlie: Horses.



     


    Algo, todo, nada y lo real

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    Clayton: Keep on going.

     

    Como les dije, lo real no se busca: se encuentra, sencillamente porque no está donde se lo busca.

     

    Y es que lo que se busca es algo y, precisamente, lo real no lo es -no es algo.

     

    Aunque tampoco es nada, sencillamente porque la nada no existe: lo opuesto a algo no es nada, sino lo real.

     

    De hecho, la nada es una abstracción filosófica en todo equivalente al número cero. Es la negación de algo, el nombre de la ausencia del objeto.

     

    La nada es el vacío, pero nada está vacío, todo está lleno de lo real.

     

    Y puestos a hacer ontología, ¿qué decir de Todo?

     

    Que, como la nada, es una abstracción conceptual, sin duda.

     

    Pero, a diferencia de la nada, encuentra un soporte en cierta experiencia humana: ya saben, la de ese sentimiento oceánico que Freud remonta a la vivencia narcisista del yo-todo en el origen.

     


    Los indios emergen del desierto

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    Los indios emergen del desierto mismo.

     

    Son su destilado, su materialización antropomórfica.

     


     

    A su cabeza, el jefe Cicatriz, pero es pronto para hablar de ese nombre tan notable, porque todavía no ha sido introducido en el film.

     

    Si todavía no exhibe su penacho de plumas de gran guerrero es no solo porque Ford querrá dar toda su resonancia ritual al gesto de ponérselo antes del combate, sino también porque quiere que reconozcamos de inmediato al indio que robó a Debbie y que, antes que como rostro, emergió como la encarnación de la sombra de la lápida:

     


     

    Literalmente: su sombra se funde con la lápida a la vez que parece tragarse a la niña.

     

    Y por cierto que, obviamente, esta imagen, como señalábamos el año pasado, no existe en la novela. Ni siquiera en el guion del film.

     

     

    Como ven, ahora que se acerca el combate, el enemigo cobra la forma de la encarnación de la más íntima pesadilla fordiana.

     

    Y ello hasta sus últimas consecuencias,

     

     

    Porque si exhibe la misma pintura de guerra de entonces, se adorna también con el broche-medalla que Ethan regalara a Debbie -el que pudimos identificar como objeto de una donación simbólica de su feminidad.

     


    Homo homini lupus

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    Quizás me objeten ustedes: ¿pero no decía que los indios son lo real? Pues aquí cobran una forma en extremo humana…

     

    Sí, pero es que, llegado el momento, los otros hombres son también lo real para el hombre. ¿Acaso no es eso la guerra?

     


     

    Ustedes tienden a pensar, de películas como éstas, los westerns por ejemplo, que son esquemáticas, maniqueas, que oponen el bien al mal de manera simplificada…

     

    Y, sin embargo, ¿no les colocan, de manera directa, inmediata, con esa magnitud radical de lo humano que es la agresividad?

     

    >

     

    «el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. Homo homini lupus(…) Esa agresión cruel aguarda por lo general una provocación, o sirve a un propósito diverso cuya meta también habría podido alcanzarse con métodos más benignos. Bajo circunstancias propicias, cuando están ausentes las fuerzas anímicas contrarias que suelen inhibirla, se exterioriza también espontáneamente, desenmascara a los seres humanos como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie.»

     

    [Freud: El malestar en la cultura]

     

     


    El tópico de la acientificidad del psicoanálisis

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    Me expresaba alguien de entre ustedes el otro día su preocupación por ese tópico que tanta gente repite con una pasmosa desenvoltura: que el psicoanálisis es una cosa muy antigua, que no es científico, que la piscología científica ha avanzado mucho…

     

    Bueno, ya saben, esa psicología científica que ha avanzado mucho es la misma que afirma que el psicoanálisis da demasiada importancia a la sexualidad y la violencia. Y pasan en seguida a afirmar que la violencia y los problemas sexuales son, sencillamente, efectos del mal aprendizaje. Que con una buena educación sexual y ciudadana el sexo se convierte en una amable fuente de placer y la agresividad desaparece.

     

    Pardiez, ¿eso les parece científico? ¿Pueden tomarse en serio esa ingenua creencia de que el ser humano estaría habitado por un buen salvaje que emergería con solo implementar la educación apropiada?

     

    ¿Que el psicoanálisis no es científico? Invito habitualmente a realizar una investigación científica estrictamente cuantitativa: ¿cuál es el porcentaje, sobre el total de las películas, en las que se da un conflicto sexual y un choque violento, ya sean mezclados o en paralelo?

     

    Háganlo y tendrán la prueba de la solidez científica del psicoanálisis tanto como de la capacidad de autoengaño de esos psicólogos que se autodenominan a sí mismos científicos y que sin embargo no se dan cuenta, ni siquiera, de a qué van al cine cuando van al cine.

     

    ¿Que a qué van?

     

    A saber de lo real, dos de cuyos nombres señeros son el sexo y la violencia.

     


    Los indios emergen del desierto

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    La precisión fordiana: los indios son lo real, están tan fundidos con el desierto que a veces resultan casi invisibles.

     

     

    Pero en cualquier momento pueden convertirse en visibles: definen, con su presencia, los confines del desierto que rodea al grupo de buscadores.

     

    Clayton: Keep moving. Keep moving.

     

    Están por todas partes.

     

    Y su asociación con el desierto del que emergen se manifiesta en las más sorprendentes rimas visuales.

     

     

     

     


     

    Pues poseen la forma misma del desierto.

     

     

     

     

     

    -¿No les parece que una imagen como ésta podría encontrarse el fondo de la inspiración escenográfica de Dune, de David Lynch?

     

    Las curvas irregulares de los indios frente a la recta de los buscadores.

     

    ¿Acaso las matemáticas de los hombres no buscan dominar lo real a través de su sometimiento a la geometría?

     

     

    Y los indios se confunden una y otra vez con el horizonte.

     

    Ethan: Well, Reverend, looks like you got yourself surrounded.

     

    Escuchen a Ethan: lo real no es lo imposible, sino lo que, cuando llega la hora de la verdad, te rodea por todas partes.

     

    Clayton: Yeah, and l figure on getting myself un-surrounded.

     


    Los sacramentos y lo real

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    Clayton: Mose, how far is the river?

     

    ¿Y bien, como han respondido históricamente los hombres a lo real?

     

    Mose: l’ve been baptized, Reverend. l’ve been baptized.

     

    Claro está: con los sacramentos.

     

    Les he dicho que en esta película todos los sacramentos están presentes -o si la palabra sacramento les pone nerviosos, digan ceremonias o rituales de paso. Aunque debo advertirles que, si así hacen, pierden de vista, o al menos desdibujan lo que la palabra sacramento pone en primer término.

     

    ¿Qué?

     

    Que lo sagrado está en juego. Que, en ellos, es en torno a lo sagrado donde esos ritos y ceremonias encuentran su sentido y justifican su disposición.

     

    Y bien: primero el funeral y el enterramiento

     

     

    -pero del que ya hemos visto que falta el cuerpo -Debbie no está- y que el cadáver del indio ha sido desenterrado.

     

    Llega ahora el bautismo; aunque no hay duda de que es un bautismo de fuego, tampoco hay duda -el río ha sido nombrado- de que es uno de agua.

     

    Vendrá, más tarde, el matrimonio, aunque también la suya será una ceremonia quebrada e inconclusa.

     

     

     

     

    Nesby: Shut up, you old fool.

     

    Y la locura de Moss es nombrada una vez más.

     

    Pero, les insistiré, también una vez más, que su locura consiste, sencillamente, en que habita del todo el desierto de lo real. De ahí su proximidad inmediata al campo de lo sacramental.

     

    La risa de Moss está muy cerca de la risa nietzschiana -con la salvedad de que Ford, a diferencia de Nietzsche, no ve en ella signo de salud alguna.

     

    Nesby: Thank you kindly. Thank you.

    Clayton: You better get yourself set for another one…

    Clayton: …because when l holler, l want you to move out of here like Billy B. Jigger.

    Clayton: Let’s go!



    (lndlans whooplng)

    (Gunshots)

    (Gunshots)


     

    Podría decirse que las aguas del mar Rojo se abren para los buscadores como se cerrarán dentro de nada para sus perseguidores.

     

    ¿Por qué no formularlo así en un film tan preñado de referencias bíblicas?

     

     

    Es por lo demás un Dios todavía bien bárbaro y tribal el que, cobrando la forma de un río -en la Iliada pueden encontrar algo semejante- protege a su tribu y aniquila a la tribu de sus enemigos.

     

    Pongan esto a cuenta de lo que les decía, con Freud, el otro día en el debate: que en la Biblia es posible levantar acta de la transformación histórica de la idea de Dios.

     

     

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