28. El mar de Rebecca

 

 

 

 

 

Jesús González Requena
Psicoanálisis y Análisis Textual, 2019
sesión del 2019-12-20 (1)
Universidad Complutense de Madrid
de esta edición: gonzalezrequena.com, 2020

 

 

 

 

 

 

 

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La locura y el mar

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•(starts engine)




 

Melanie desciende en línea recta hacia la bahía.

 

Directamente hacia la casa blanca.

 



 

Según llega al muelle, comienza a escucharse el sonido de las gaviotas.

 



 

El reciente contacto con la locura de la maestra de Bahia Bodega, nos conduce a a intuir algo mejor la locura emergente en Melanie.

 


 

Y, de hecho, todos menos ella misma lo perciben. ¿Como no hacerlo si es tan extremado el brillo de su jaula?

 


•Melanie: Do you have a boat for Miss Daniels?


•Man: Yes, ma’am.

 

Todos se vuelven para mirarla.

 

Y cosa notable: cuando oímos a los pajaritos del amor, dejamos de oír a las gaviotas. Como si fueran dos sonidos del todo incompatibles entre sí.

 


•Man: It’s the one right below.





 

Está loca, piensa el barquero.

 

Mientras, el sonido de las gaviotas parece hacer eco a su pensamiento.

 

 

El hombre arranca el motor fuera borda y su sonido tapa el de las gaviotas -esta va a ser una dialéctica sonora mayor en las escenas de la bahía.

 




 

Es un plano subjetivo del hombre el que nos muestra a Melanie internándose en las aguas marinas.

 

¿Por qué el mar precede a la llegada casa de la señora Brenner?

 

¿Por qué, antes, un mar de lluvia había precedido a la llegada a la casa de la señora Bates?

 


 

¿Por qué si luego, en el resto de ambas películas, el mar o la lluvia estarán, en lo esencial, ausentes?

 

 


Rebecca y el mar

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Yo diría que por lo mismo por lo que Maxim de Winter tantea la posibilidad del suicidio al borde de un acantilado en el comienzo mismo de Rebecca.

 






•Mrs. de Winter: No! Stop!


•Maxim: What the devil are you shouting about?


 

Porque el mar, a partir de Rebecca, es, en Hitchcock, el mar de la culpa.

 

Pues conviene recordar que esto no era así antes de Rebecca, cuando el mar aparecía como el horizonte abierto de la libertad. Pero eso era así cuando Hitchcock vivía todavía en Inglaterra y el mar era el camino para salir de allí.

 

Pero a partir de Rebecca, una vez que esa partida ha tenido lugar y se ha producido la separación de la madre que permanece en Inglaterra, todo cambia absolutamente.

 


•Mrs. Danvers: I watched you go down, just as I watched her a year ago.


•Mrs. Danvers: Even in the same dress, you couldn’t compare.


•Mrs. de Winter: You knew it. You knew that she wore it, and yet you deliberately suggested I wear it.

 

Ha pasado más de una hora de película.

 

Maxim de Winter se ha casado con la muchacha que había impedido su suicidio.

 

Ella es la protagonista del film -pues, como en Psycho y The Birds, se trata también aquí de una mujer.

 

Está desesperada por ver a su marido obsesionado por su anterior esposa muerta, Rebecca, de la que todos dicen que era la más maravillosa y bella de las mujeres, pero a la que no veremos nunca en el film.

 

Por su afán de atraer la atención de su marido -es decir: de despertar su deseo-, ha caído en la trampa que le ha tendido la señora Danvers, el ama de llaves de la casa, fanática de Rebecca, quien le ha hecho vestir en la fiesta de disfraces las mismas ropas que un año antes vistiera Rebecca, lo que ha provocado una violenta conmoción en su marido.

 

•Mrs. de Winter: Why do you hate me? What have I done to you that you should ever hate me so?

 

¿Lo han oído?

 

Debería sonarles:

 


•Marnie: Why don’t you love


•Marnie: me, Mama?



•Marnie: I’ve always wondered why you don’t.

•Mrs. de Winter: Why do you hate me? What have I done to you that you should ever hate me so?

 

Claro está, la señora Danvers no es la madre de la protagonista, ni Rebecca…

 

Y sin embargo…

 

Sin embargo ella es quien pone rostro al fantasma de Rebecca en el film, sobre todo a partir del momento en que escuchemos a Maxim contar hasta que punto Rebecca era un ser cruel y odioso que solo se había casado con él por su dinero.

 

Ella le dominaba:

 

•Maxim: Oh, I was carried away by her,


•Maxim: enchanted by her as everyone was.

 

 


La locura en el mundo del señor de Winter

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Y le dominaba tan intensamente que le había convertido en su pajarito.

 

¿O no ven esa gran jaula de pájaros que se encuentra ahora junto a él?

 


 

Será un motivo escenográfico constante en este larga escena

 


 

de la que ahora solo puedo mostrarles algunos fragmentos.

 

El caso es que, mientras Maxim describe su relación con Rebecca, escuchamos algo que nos recuerda esa incapacidad de amar que escuchamos confesar a Lydia Brenner el día pasado:

 


•Maxim: She was incapable of Iove or tenderness or decency.

 

Y, en relación con esa incapacidad de amar emerge la sensación de autodesprecio tan característica del cineasta:

 

•Maxim: You despise me, don’t you? As I despise myself.

 

Ella le volvía loco, como loco acabó Scottie, el protagonista de Vertigo.

 


•Maxim: You thought I was mad.Perhaps I was. Perhaps I am mad. It wouldn’t make for sanity, would it? Living with the devil?

 

Y es que la locura es un horizonte habitual para los personajes hitchcockianos.

 

Volvamos aquí:

 


•Mrs. Danvers: You tried to take her place, you Iet him marry you.


•Mrs. Danvers: I’ve seen his face, his eyes. They’re the same as those first weeks after she died.


•Mrs. Danvers: I used to Iisten to him walking up and down, up and down,


•Mrs. Danvers: all night Iong, night after night, thinking of her, suffering torture because he’d Iost her.

 

¿No les parece que estamos oyendo una historia muy semejante a la de Scottie con Madelaine, donde esta joven señora de Winters viene a ocupar el lugar de Judy?

 



•Mrs. de Winter: I don’t want to know. I don’t want to know


•Mrs. Danvers: You thought you could be Mrs. de Winter, Iive in her house, walk in her steps, take the things that were hers. But she’s too strong for you.

 

Y de hecho ambas, tanto la Judy de Vertigo como la protagonista de Rebecca, se perciben tan despreciables con el propio señor de Winters.

 



•Mrs. Danvers: You can’t fight her. No one ever got the better of her. Never. Never.


•Mrs. Danvers: She was beaten in the end, but it wasn’t a man, it wasn’t a woman. It was the sea.

 

Aquí lo tienen: el mar.

 

Solo el mar fue capaz de vencerla.

 


•Mrs. de Winter: Oh, stop it. Stop it. Oh, stop it.




•Mrs. Danvers: You’re overwrought, madam. I’ve opened a window for you. A Iittle air will do you good.





•Mrs. Danvers: Why don’t you go? Why don’t you Ieave Manderley?

•Mrs. Danvers: He doesn’t need you. He’s got his memories. He doesn’t Iove you. He wants to be alone again with her.


•Mrs. Danvers: You’ve nothing to stay for. You’ve nothing to Iive for, really, ave you? Look down there.


•Mrs. Danvers: It’s easy, isn’t it?

 

En el fondo, la protagonista de Rebecca y el señor de Winters -como Judy y Scottie- son dos caras de una misma posición psíquica, igualmente débil y cargada de autodesprecio, tanto como fascinada por el vacío y el vértigo.

 


•Mrs. Danvers: Why don’t you?

•Mrs. Danvers: Why don’t you?


•Mrs. Danvers: Go on.


 

Y bien próximos a la locura

 


 


 

 


La hora de resurrección de Rebecca -5 y 11

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•Mrs. Danvers: Go on. Don’t be afraid.

•(explosion)


•(people clamoring)


•Man 1: Shipwreck.

•Man 2: Ship on the rocks


•Man 2: Come on, everybody, down to the bay.


•MAN 3: Notify the coast guard.

•Man 4: She’s aground.


•Mrs. de Winter: Maxim Maxim


•Man 1 : Ship ashore.


•Man 2: Come on Come on, everybody.


•Man 2: Come on Come on


•Mrs. de Winter: Maxim Maxim


•(people clamoring)



 

¿Qué les ha parecido ese reloj? ¿Se han dado cuenta de la hora que marcaba? Las cinco y once minutos.

 

Y bien, ese es el reloj que marca la resurrección de Rebecca.

 

 

¿Recuerdan lo que les dije sobre el error que todo el mundo cometía con Vertigo? Consistía en no reparar en la falacia contenida en la afirmación de la belleza de Carlotta Valdés:

 



 





•Mrs. de Winter: Frank, have you seen Maxim anywhere?


•Frank: Not since about half an hour ago. I thought he’d gone up to the house.


•Mrs. de Winter: No, he hasn’t been in the house at all, and I’m afraid something might have happened


•Mrs. de Winter: to him.


•Mrs. de Winter: Frank, what’s the matter? Is anything wrong?


•Mrs. de Winter: There is something wrong. Well … The diver who went down to inspect the bottom of the shipcame across the hull of another boat.

•Frank: A Iittle sailboat.

•Mrs. de Winter: – Frank, is it…

•Frank: Yes.

•Frank: It’s Rebecca’s.


 


Winter’s Grace

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En 1928, once años antes del rodaje de Rebecca, Hitchcock, ya el más famoso director de cine británico,

 


 

se compró una lujosa mansión campestre. Vean como la describe Spoto:

 

«(…) en el pueblecito de Shamley Green, a unos seis kilómetros al sur de Guildford. (…) era una propiedad llamada Winter’s Grace (…) Era una casa estilo Tudor de estuco blanco y madera, con ventanas emplomadas, casi una docena de habitaciones, espacio para recibir invitados, y un impresionante techo catedralicio en el comedor/salón principal. Enormes jardines posteriores, una franja de terreno extendiéndose hasta una granja adyacente, y un pintoresco arroyo completaban una propiedad con un gran encanto… y un gran lujo.

«Era una enorme casa de campo, diseñada para los ricos y su círculo, situada en una zona privilegia de Surrey donde se retiraban los miembros del Parlamento, junto con los miembros de la alta sociedad de Mayfair y alguna gente importante del teatro.»

 

Como ven, no hay duda de que Hitchcock, en su calidad de dueño de Winter’s Grace, era ya el señor de Winter, por más que nuestro biógrafo no se dé cuenta de ello.

 

Supongo que por el hecho de que la novela de Dapne Du Maurier se publicó en 1938.

 

El caso es que Hitchcock, en cuanto la leyó, quiso llevarla al cine y convenció de ello a David O’Shelznick, lo que habría de convertir a Rebecca en su primera película norteamericana.

 

Pienso que a estas alturas no tendrán duda de que el argumento de la novela le permitía a Hitchcock profundizar en su propia escena fantasmática sin que ello se hiciera perceptible, dado que se trataba de una novela de éxito de una autora bien diferente a él mismo.

 

Podría darles múltiples pruebas de ello, pero me limitaré a dos.

 

La primera estriba en que siendo, gracias a O’Shelznick, como ya saben, una adaptación fiel, Hitchcock incluyó en ella una escena inexistente en la novela y que emparejaba todavía más la mansión del señor de Winter con Winter’s Grace: me refiero a aquella en la que Maxim proyecta la película realizada en el viaje de novios.

 

 

Como saben, Hitchcock había hecho construir en Winter’s Grace una sala de proyección cinematográfica.

 



 

Y ahí tienen, una vez más, las eternamente presentes aves hitchcockianas.

 

Pero la que me importa especialmente es la segunda prueba:

 




 

«Finalmente compró también una casa adyacente, más pequeña, y trasladó a ella a su madre después de partir él hacia América en 1939. La casa grande, que hubiera sido poco práctica para una mujer de edad que vivía sola, fue vendida con un enorme beneficio.»

 

De modo que Winter’s Grace, como Manderley, poseía dos casas: una gran mansión y una casa adyacente y más pequeña.

 

La única diferencia relevante entre ambas casas era que Winter’s Grace no se encontraba junto al mar como Manderley.

 

Pero fue precisamente el mar -todo un Océano- lo que Hitchcock puso de distancia entre sí mismo y su madre cuando abandonó Inglaterra para instalarse en Hollywood.

 

Y la madre quedó allí, al otro lado del Océano, en la casita pequeña de la que fuera la mansión de Winter.

 

Quedó, en suma, en la pequeña casa adyacente, esa que en el film es la casita de la playa donde el señor de Winter, en un ataque de ira, mató accidentalmente a su venerada, amada y odiada esposa que se burlaba de él mientras que le escupía en el rostro su impotencia.

 

Pero su cadáver no permaneció allí, sino que fue hundido en ese mar que había quedado constituido ya, desde la partida de Hitchcock a Estados Unidos, en el mar de la culpa.

 

 

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