5. Los elementos de un cuadro paranoico


El hombre invisible, La novia de Frankenstein, Hitler

 

 

Jesús González Requena

El Monstruo y la Diosa (James Whale, Mary Shelley)

Seminario impartido en el

Seminario de Investigación II de la Maestría en Comunicación y Medios

Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura IECO/FACARTES

Universidad Nacional de Colombia

Bogotá, 18/02/2010

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2014

 

 

 

 


La presencia de Flora

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Realmente Kemp está enamorado de Flora:

Ahí tienen su retrato, presidiendo su cuarto de estar de hombre soltero.

Pero lo que me interesa es hacerles ver hasta que punto Flora está en el centro del conflicto. Vean, por ejemplo, como Whale acusa la presencia de la entrada silenciosa del invisible Griffin:

Griffin: Siéntate, maldito imbécil. Voy a avivar el fuego.

Griffin: ¿Me has oído? ¡Siéntate! A menos que quieras que te parta la cabeza.

Como ven, ella está en el centro del conflicto.

Griffin: ¡Siéntate!

Podríamos decir incluso que ella sostiene ciertos raccords de la escena. Así, por ejemplo, el que sigue.

Griffin: Quiero que me escuches con atención.

Y, desde luego, ella la preside: ¿acaso no es la única imagen que puede verse cuando tratamos de ver a Griffin?

Es ésta una escena, por cierto, llamativa en su disposición erótica, pues no hay duda de que el hombre invisible, sentado tan cerca de Kemp, está totalmente desnudo.

Griffin: ¿Tienes una venda larga?

(Kemp asiente con la cabeza)

Griffin: Bien. ¿Y unas gafas oscuras?

(Kemp asiente con la cabeza)

Griffin: Bien. Ve a buscarlas. Rápido. Préstame un batín, un pijama y unos guantes. Te sentirás mejor si me ves. ¿Verdad?

Pienso que se dan cuenta del fondo perverso en el que se juega la escena: te sentirás mejor si me ves vestido en vez de tenerme desnudo delante de ti.

Y todo ello acompañado por el tono autoritario e imperativo de la voz de Griffin, que termina de dotar a la situación de unas intensas connotaciones sadomasoquistas.

Imposible, por lo demás, no reconocer la extremada coquetería del Hombre Invisible.

Griffin: Muy bien, Kemp.

Pero añadámoslo: esta coquetería se manifiesta en relación a Kemp, nunca en presencia de Flora.

Griffin: Ya podemos hablar de hombre a hombre.

Signifique lo que signifique hablar de hombre a hombre, lo que es un hecho es que es Flora la que centra y preside esta conversiación.

Griffin: Algún día te contaré todo. Ahora no hay tiempo.

Griffin: Comencé en secreto hace cinco años.

Observen la mano derecha de Griffin. Pareciera estar ardiendo.


Inexistencia y paranoia

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Griffin: Trabajaba cada noche hasta el amanecer. Emprendí mil experimentos, mil veces fracasé. Hasta que al fin llegó el gran día.

La megalomanía de Griffin es uno de los ingredientes de su patente paranoia.

Es éste el momento de recordar que nos encontramos en 1933, el año en el que Hitler tomó el poder en Alemania.

Kemp: Griffin, esto es espantoso.

Griffin: El gran día.

Pero vean con qué rapidez y precisión nos ofrece el film la otra cara de esa megalomanía:

Griffin: El compuesto químico definitivo. No podía quedarme aquí, Kemp. No podía permitir que vierais cómo me desvanecía.

Esa es, exactamente, la cuestión: debajo de la megalomanía hay ese sentimiento extremo de no ser, de inexistencia radical, que la megalomanía viene a enmascarar y a compensar y que tan patentemente se manifestó tanto en la figura de Caligari como en la de Adolf Hitler.

Griffin: Así que me fui a un pueblo en busca de quietud y discreción para acabar el experimento y ultimar el antídoto que me retornaría al estado visible.

Griffin: Quería regresar tal como me visteis por última vez.

Tal es el fondo de desesperación, de desvanecimiento, que late en la locura de Griffin.

¿Y se dan cuenta que en este momento el retrato de Flora ha alcanzado la centralidad absoluta,

de modo que está en el vértice superior del triángulo en cuya base se encuentran las cabezas de los dos hombres por ella afectados?

Griffin: De repente, me di cuenta. Los fármacos me habían desarrollado el intelecto. De repente comprendí el poder que tenía, el poder para gobernar, para hacer que el mundo se rindiera a mis pies. ¡Ja! ¡Ja!, ¡Ja!

Poder para que todo el mundo se rinda a sus pies, empezando, desde luego, por Kemp.

Hitler: Es nuestra voluntad y deseo que este estado y este Reich

Hitler: se fortalezcan en los milenios que están por venir. Podemos sentirnos

Hitler: felices porque sabemos que ese futuro nos pertenece por completo.

(Ovación.)

Griffin: Muy pronto arreglaremos el mundo, tu y yo.

Kemp: ¿Yo? ¿Te refieres a que…?

Kemp: Necesito un socio, Kemp.

Observen la mano derecha de Griffin, esa misma que veíamos se quemaba hace un momento y que también ahora sigue quemándose.

Observen el dedo índice estirado, señalando ostensiblemente hacia su área genital. Como ven, es una sociedad en extremo erotizada la que Griffin reclama imperativamente.

Griffin: Un socio visible que me ayude con los pequeños detalles.

Griffin: Tú eres mi socio, Kemp.

Griffin: Fundaremos el reino del terror.

Lo recordaré todavía otra vez: la película se rueda en el momento en que Hitler toma el poder en Alemania.

Griffin: Mataremos a algunos ciudadanos. A gente influyente y del pueblo por igual para demostrar que no hacemos distinciones. Tal vez hagamos descarrilar un tren o dos.

Griffin: Me basta con rodear la garganta del guardavía con estos dedos.

Griffin: Es todo.

Es la misma fórmula de la paranoia hitleriana: delirio de omnipotencia, impotencia y homosexualidad latente:

Kemp: Griffin, por el amor de Dios.

Griffin: ¿Quieres que me quite la ropa?

Kemp: No, no.


Flora, Griffin, Hitler

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¡Qué diferente será poco después la conducta de Griffin cuando está con Flora!

Por primera vez le vemos en picado, disminuido y asustado.

Griffin: ¡Flora, amor mío!

Flora: ¡Gracias a Dios que has vuelto, Jack!

Griffin: Habría vuelto contigo al instante, pero esto me lo impedía.

Griffin: Cuánto me alegro de verte.

Y como ven, hay un concepto formal constante para presentar a Flora con los hombres a los que anonada: un gran ramo de flores en un florero, sobre el fondo de una gran cristalera que hace visible un paisaje nocturno, neblinoso, de árboles sin hojas.

Griffin: Estás preciosa.

No puede extrañarnos oír ahora, dirigidas a Flora, las mismas palabras de Frankenstein dirigiera a su Elizabeth.

Griffin: Siempre me ha gustado ese extraño sombrero. Has llorado.

Y el constante interés por la belleza y la ropa de las mujeres.

Flora: Quiero ayudarte. ¿Por qué lo has hecho?

Griffin: Por ti Flora.

Flora: ¿Por mí?

Griffin: Así es, preciosa. Quería hacer algo inaudito,

Como ven, las flores rodean también totalmente a Griffin cuando está con Flora.

Griffin: lograr aquello con lo que los científicos sueñan,

Podemos decir incluso que las flores adornan a Griffin -pues, caray, casi parece que la llevara en la oreja.

Y hablando de flores:

Griffin: adquirir riqueza, fama y honor, superar a los mejores científicos de la historia. Estaba sumido en tal miseria que no podía ofrecerte nada, Flora.

Lo ven, ¿verdad? Escuchan esta explícita declaración de impotencia ante Flora: nada podía ofrecerle. Y porque nada podía ofrecerle en el plano primario de la relación del hombre con la mujer, quiso poder ofrecerle todo, el mundo entero, en otro plano.

De la misma manera que Hitler quería ofrecerle todo a la Madre Patria Alemania.

Griffin: No era más que un pobre químico.

Griffin: Muy pronto volveré contigo, Flora. El secreto de la invisibilidad está en mis libros. Trabajaré hasta dar con el antídoto.

Griffin: Existe un antídoto, Flora. Cuando lo halle, volveré contigo. Le ofreceré mi secreto al mundo, junto con todo su temible poder.

Como ven, la película es, a este propósito, insistente: sólo pertrechado con el antídoto podrá volver con ella, pues sólo entonces podrá resistir eso que él vive como su poder aniquilador.

Griffin: Las naciones del mundo me pagarán millones. La que se quede con mi secreto arrasará el mundo con ejércitos invisibles.

Flora: Jack, deja que mi padre te ayude. Ya sabes lo inteligente que es. Trabajará a tu lado hasta descubrir ese otro secreto que te permitirá volver.

Flora: Entonces pasaremos días tranquilos, bajo los árboles, después del trabajo.

Ella invoca el lugar del padre, pero ese lugar, en la paranoia, no encuentra inscripción posible.

Griffin: ¿Inteligente tu padre? ¡Ja!, ¡Ja! ¿Crees que puede ayudarme? Tiene el cerebro de una lombriz. Es un gusano comparado conmigo. ¿Acaso no lo entiendes? Tengo poder.

Griffin: Poder para gobernar y hacer que el mundo se rinda a mis pies.

Flora: Jack, escúchame. Mi padre encontró una nota en tu habitación. Sabe algo sobre la monocaína que tú desconoces.

Flora: Te altera y te cambia el comportamiento. Mi padre cree que su efecto remitirá si sabes lo que es.

Flora: Quédate con nosotros y le haremos frente juntos.

Griffin: Te hablo de poder.

Griffin: Poder para acceder a los depósitos de oro,

Griffin: A los secretos de los reyes, al sancta santórum. Poder para hacer que las multitudes corran despavoridas

Griffin: al roce de mi meñique invisible.

Griffin: Hasta la luna me teme y está muerta de miedo. El mundo entero está muerto de miedo.

(Ladridos de un perro)

Hitler: Mientras que las viejas generaciones puedan tal vez vacilar, las nuevas generaciones se han entregado a nosotros y son nuestras en cuerpo y alma.

Como ven, es absolutamente precisa la comprensión que James Whale tenía de Hitler.

Hitler: En estos momentos, un gran número de miembros del partido

Hitler: abandonan ya la ciudad.

El triunfo de la voluntad, de Leny Rienfenstahl, fue estrenada en 1934.

Es decir: el mismo año que La novia de Frankenstein.

Hitler: Mientras que ellos se encuentran todavía rememorando lo aquí vivido, otros preparan ya el próximo congreso. Una vez más el pueblo vendrá. Una vez más los alemanes vendrán aquí

Hitler: y se dejarán inspirar por nuestras ideas, por nuestro movimiento, porque la

He sugerido en otro lugar que Hitler fue la Drag Queen más influyente del siglo XX, tratando de hacer ver con ello que el histrionismo afeminado de su oratoria era la manifestación de una identificación primordial con la madre, que se manifestaba en su identificación con la madre tierra Alemania.

Hitler: idea de un movimiento es aquello que es la expresión viva de nuestro pueblo, el símbolo de nuestra nación y además, por otro lado un símbolo de eternidad. Larga vida al movimiento nacionalsocialista, larga vida a Alemania.

La multitud: ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!

La multitud: ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!

Hess: ¡El partido es Hitler! ¡Hitler es Alemania y Alemania es Hitler. Hitler. ¡Sieg heil! ¡Sieg heil! ¡Sieg heil!


Una Drag Queen feroz

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Volvamos a The Bride of Frankenstein:

Petrorius: ¡La novia de Frankenstein!

Pues bien: en La novia de Frankenstein, James Whale hace emerger la ferocidad latente en esa Drag Queen.

Novia de Frankenstein: ¡Ahhhhh!

Novia de Frankenstein: ¡Ahhhhhhhh!

Monstruo: Nosotros pertenecer al mundo de muertos.


Novia de Frankenstein: ¡Gggggg!

Novia de Frankenstein: ¡Gggggg!

En cierto modo, con esta aniquilación extrema de la compasión, la guerra mundial estaba empezando ya.


El otro retrato: la madre al fondo

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Les he hablado mucho de la centralidad absoluta de Flora en The Invisible Man

pero ahora debo hablarles de donde está su origen y su fundamento, pues también de ello nos informa el film.

De hecho empezó a hacerlo desde el principio, cuando nos habló de ese niño helado y enterrado en la nieve.

Pero hay más:

El del retrato de Flora no es el único plano detalle de retrato de mujer presente en El hombre invisible. Pues hay otro todavía más influyente que corresponde a una mujer de una generación anterior.

Seguro que no se habían dado cuenta, pero sin duda ese no fue el caso de James Whale cuando tomó la decisión de insertarlo.

Y no una, sino dos veces: retrocedamos a esa escena para confirmarlo:

Griffin: Mezclas unos productos químicos y la carne, la sangre y los huesos desaparecen.

Griffin: Te inyectas una pequeña dosis de esto todos los días durante un mes. Un hombre invisible puede gobernar el mundo.

Diríase que fuera ella la que hablara y ofreciera la pócima de la locura.

Griffin: Nadie sabrá si va o viene. Conocerá todos los secretos. Robará y matará.

Y por eso es objeto de una violencia extrema.


(El frasco es arrojado contra el retrato)

De hecho ese retrato había aparecido ya antes, en uno de los primeros estallidos de locura de Griffin.

Y es que es precisamente la frialdad gélida como la nieve lo que se encuentra al fondo del pánico que los personajes de Whale sienten ante las mujeres que les fascinan.