Las distorsiones lacanianas de Saussure

 

 

 

Jesús González Requena

Universidad Complutense de Madrid

30/10/2023

gonzalezrequena.com

 

 

 

  • Jacques Lacan, Ferdinand de Saussure, Raymond de Saussure
  • “El esquema de las dos curvas”
  • “La primacía del significante”
  • “La red del significante” y “la red del significado”
  • “El significante debe tomarse en el sentido del material del lenguaje”
  • “El significante que ya esta en lo real”
     

     

     

     


    Jacques Lacan, Ferdinand de Saussure, Raymond de Saussure


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    En su texto de 1955 La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis Lacan rinde homenaje a Ferdinand de Saussure cuando, a propósito de una reflexión sobre el lenguaje que ahora no hace al caso, escribe:

     

    «Si queréis saber más, leed a Saussure, y como un campanario puede incluso tapar al sol, preciso que no se trata de la firma que se encuentra en psicoanálisis, sino de Ferdinand, al que puede llamarse el fundador de la lingüística moderna.»

    Lacan, Jacques: (1955) La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, en Escritos I, traducción de Tomás Segovia, revisada por Lacan y Juan David Nasio, Siglo XXI, México, 1972., p.157]

     

    Es esta una típica manifestación de cierto estilema de la escritura -y la oratoria- lacaniana en la que la alabanza dirigida a alguien -esta vez a Ferdinand de Saussure (Ginebra, 1857-1913), el fundador de la lingüística estructural- se ve acompañada por -y diríase que es aprovechada para- la degradación a otro -en este caso a Raymond de Saussure, el psicoanalista (Ginebra, 1894-1971).

     

    Pero para comprender el contenido de esta agresión -y la estructura de esa metáfora del sol y el campanario- en necesario retener que Raymond, el psicoanalista, era hjo de Ferdinand, el lingüista. Y un hijo, por cierto, que había vivido con serias dificultades el serlo de un hombre de la talla intelectual de su padre, el fundador de la lingüística moderna.

     

    Hablamos de un estilema característico: no se trata sin más de una expresión denigratoria surgida al calor de una exposición oral, sino de un texto escrito publicado primero en L’Evolution Psychiatrique en 1955 y luego, once años más tarde, incorporado por el propio Lacan, tras la debida revisión, a sus Escritos en 1966.

     

    Cabe añadir que, aunque el comentario laudatorio hacia el padre viene justificado por el discurso en el que se incluye, no sucede lo mismo con el denigratorio dirigido al hijo, dado que en lo que sigue del texto no se presta a éste la menor atención, ni por lo que se refiere a su obra, ni por lo relacionado con su actividad psicoanalítica. Es, por tanto, desde un punto de vista teórico, un comentario absolutamente innecesario. Del todo gratuito.

     

    Lo que lo hace tanto más llamativo, si no inaudito, a este acto de agresión es que contraviene la más elemental ética profesional psicoanalítica. Pues nos encontramos ante un psicoanalista -Jacques Lacan- que ataca públicamente y por escrito a otro -Raymond de Saussure- señalando públicamente el foco del sufrimiento psíquico del segundo: la vivencia de su de minusvalía psíquica con respecto a su célebre padre, a través de la cruel metáfora de presentarle como el simple campanario que tapa la visión del sol, su el padre.

     

    En suma: Jacques Lacan, psicoanalista, se burla públicamente -en un texto escrito de difusión pública- de un ser humano utilizando como motivo de su burla el foco del sufrimiento psíquico del burlado. Y, dado que el objeto de la burla es igualmente psicoanalista, y perteneciente a la misma generación del burlador, es obligado constatar que esa burla se realiza en la escena abierta, publica, del psicoanálisis de su tiempo.

     

    Ya hemos señalado que ese acto de agresión es del todo gratuito por lo que se refiere al contenido teórico del discurso. Pero es obligado añadir que, al menos desde el punto de vista psicoanalítico, ningún acto es gratuito. Todo acto participa de un determinado proceso de deseo y posee, por ello mismo, un determinado sentido. Tanto más uno de contenido agresivo.

     

    Difícil, pues, no considerar que la agresión encuentra su sentido en el deseo de Lacan de ser públicamente reconocido -de promoverse el mismo a la categoría de- hijo simbólico, heredero primero, en el campo del psicoanálisis- de Ferdinand de Saussure. Aún al precio de desplazar de ese lugar del hijo real, al que denigra acusándole de no estar a la altura de su padre.

     

    La cuestión que nos preguntaremos en lo que sigue es si Lacan, quien, como puede verse, invitaba a todos a leer a Saussure, lo había leído él mismo realmente. Pues, como explicaremos en lo que sigue, hay claros indicios de lo contrario: de que su lectura hubo de ser tan apresurada y superficial como fragmentaria.

     

     

     

     


    “El esquema de las dos curvas”

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    Es sabido que la distinción entre el significante y el significado está en la base de la teoría lingüística de Ferdinand de Saussure y que éste la expresó sirviéndose de un gráfico que Lacan nombra como el esquema de las dos curvas:

     


     

    «En el nivel superior, Saussure sitúa la sucesión de lo que llama pensamientos -sin la menor convicción, ya que su teoría consiste precisamente en reducir este término para llevarlo al de significado, en tanto que éste se diferencia del significante y de la cosa- e insiste sobre todo en su aspecto de masa amorfa. Por nuestra parte, lo llamaremos provisoriamente la masa sentimental de la corriente del discurso, masa confusa donde aparecen unidades, islotes, una imagen, un objeto, un sentimiento, un grito, un llamado. Es un continuo, mientras que por debajo, el significante está ahí como la pura cadena del discurso, sucesión de palabras, donde nada es aislable.»

    Lacan: Jacques: (1955-1956) El Seminario 3, Las Psicosis, Traducción de Juan Luis Delmont-Mauri y Diana Silvia Rabinovich, autorizada por Jacques-Alain Miller, Buenos Aires, 1984, p. 373]

     

    Sucede, sin embargo, que Saussure
    no presenta este esquema como uno destinado a expresar la oposición del significante y el significado -oposición de la que no habla Saussure en ningún momento, pues para él las relaciones ente el significante y el significado son de asociación (p.127) o, si se prefiere, de correspondencia-, sino como uno que tiene por objeto mostrar cómo la lengua se organiza sobre la articulación de los planos del pensamiento
    (A) y del sonido (B).

     

    «Para darse cuenta de que la lengua no puede ser otra cosa que un sistema de valores puros, basta considerar los dos elementos que entran en juego en su funcionamiento: las ideas y los sonidos.

    «Psicológicamente, hecha abstracción de su expresión por medio de palabras, nuestro pensamiento no es más que una masa amorfa e indistinta.

    Filósofos y lingüistas han estado siempre de acuerdo en reconocer que, sin la ayuda de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de manera clara y constante. Considerado en sí mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada está necesariamente delimitado. No hay ideas preestablecidas, y nada es distinto antes de la aparición de la lengua.

    «Frente a este reino flotante, ¿ofrecen los sonidos por sí mismos entidades circunscriptas de antemano? Tampoco. La substancia fónica no es más fija ni más rígida; no es un molde a cuya forma el pensamiento deba acomodarse necesariamente, sino una materia plástica que se divide a su vez en partes distintas para suministrar los significantes que el pensamiento necesita. Podemos, pues, representar el hecho lingüístico en su conjunto, es decir, la lengua, como una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez sobre el plano indefinido de las ideas confusas (A) y sobre el no menos indeterminado de los sonidos (B). Es lo que aproximadamente podríamos representar en este esquema:»


    [Saussure, Ferdinand de: (1907-1911) Curso de lingüística general, Ed. Losada, Buenos Aires. 1945, p. 136]

     

    Señalemos, en primer lugar, que es Lacan y no Saussure quien habla de dos curvas, pues el segundo hace referencia a dos planos. Aunque esto puede parecer irrelevante, conviene dejarlo señalado dada la presencia insistente de la idea de dos curvas entrecruzadas -las que nombrará sin mayor explicación como la cadena significante y la del discurso- en su discurso inmediatamente posterior [Lacan, Jacques: (1957-1958) El Seminario 5, Las formaciones del inconsciente, Texto establecido por, Jacques-Alain Miller, traducción de Enric Berenguer, Paidós, Buenos Aires, 1999.]. Dos curvas que, por esta vía -la de la transformación no declarada del plano en curva-, parecerán imbuirse de un prestigio saussuriano, por más que en ningún momento explique cómo esas dos cadenas encontrarían su anclaje teórico en la obra de Saussure. Solo en un segundo momento hace suyos los términos de Saussure y habla ya de dos niveles, nombrando explícitamente uno -el nivel superior– y refiriéndose al otro como el que se situaría por debajo de éste.

     

    En cualquier caso, la comparación del texto lacaniano con el saussuriano al que hace explícita referencia obliga a constar que, si es correcta la descripción que hace Lacan del nivel superior, el plano A de Saussureen el que hace suya la expresión masa amorfa-, está en cambio absolutamente distorsionada la correspondiente al nivel inferior -el que está por debajo.

     

    Como puede verse, mientras Saussure identifica el plano B de su gráfico como el de los sonidos, Lacan, en cambio, lo reconoce como el plano del significante: por debajo, el significante está ahí como la pura cadena del discurso, sucesión de palabras, donde nada es aislable. La oposición de su caracterización con la de Saussure es total, por más que Lacan -en lo que parece una en extremo apresurada lectura- la ignore: lejos de reconocer el plano B como Saussure lo hace, es decir, como una masa igualmente continua, amorfa e indistinta, lo identifica como el plano del significante, pura cadena del discurso, sucesión de palabras. Cuando, huelga decirlo, si algo caracteriza al significante saussuriano es su carácter discreto y segmentable, del mismo modo que lo propio de una cadena es la discriminación de los eslabones que la componen.

     

    Es sobre esta distorsión -nunca reconocida- de teoría saussuriana donde Lacan querrá encontrar el fundamento de la su afirmación de la primacía del significante [Lacan, Jacques: (1956) Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista, traducción de Tomás Segovia, en Escritos, vol. II, Siglo XXI, México, 1980.]:

     

    «el significante no sólo desempeña en [el inconsciente] un papel tan importante como el significado, sino que desempeña el papel fundamental. En efecto, lo que caracteriza al lenguaje, es el sistema del significante en cuanto tal. El juego complejo del significante y del significado plantea problemas a orillas de los cuales nos mantenemos, porque no hacemos aquí un curso de lingüística. Pero han entrevisto lo suficiente para saber que la relación del significante y del significado dista mucho de ser, como se dice en teoría de conjuntos, bi-unívoca.»

    [Lacan, Jacques: (1955-1956) El Seminario 3, Las Psicosis, p. 171-172]

     

     


    “La primacía del significante”

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    Sucede, sin embargo, que en Saussure esa relación es, precisamente, biunívoca. Nada lo muestra mejor que su propio gráfico, donde las líneas punteadas verticales que atraviesan ambos planos dibujan los lugares de los significados para el plano A y de los significantes para el plano B.

     

    En Saussure, ninguno de ellos -ni el significante ni el significado- prexiste, es anterior o tiene prevalencia sobre el otro, pues ambos aparecen simultáneamente por efecto de la articulación que la lengua produce entre ambos planos por la vía de esos cortes -las líneas verticales- que permiten la aparición de unos y otros.

     

    Por ello, en ningún caso preexisten a esa articulación. En ningún caso están ahí antes los significantes dispuestos para producir significados en el campo del pensamiento como parece pensar Lacan.

     

    Y, en rigor, parece obligado señalar que la teoría de la primacía del significante presenta un déficit con respecto al pensamiento propiamente estructural. Pues lo que hace es invertir en la fórmula tradicional que pensaba el significante como algo subordinado a la idea -al significado-, es decir, como su mero vehículo. La solución estructural no puede consistir el invertir los términos y hacer ahora del significante la matriz del significado. Por el contrario: el pensamiento estructural pasa, precisamente, por la comprensión del carácter indisociable de ambos planos.

     

    Digamos de paso que la insistencia de Lacan en presentar los planos A y B de Saussure en términos de nivel superior y del nivel que está por debajo, del todo ausente en Saussure, no deja de recordar el modo en el que el pensamiento marxista define las relaciones entre la superestructura y la infraestructura.

     

    En cualquier caso, subyace en Lacan el presupuesto de que la forma solo estaría en el significante y que sólo a través de él alcanzaría al significado, de modo que éste queda reducido a ser efecto del significante. Idea, digámoslo una vez más, del todo contradictoria con la teoría saussuriana, para la que el significante y el significado solo existen en tanto partes asociadas del signo. Y que, por tanto, tanto el uno como el otro, por obra de su copresencia en el signo, poseen forma. Y, muy precisamente, forma diferencial:

     

    «Todo lo precedente viene a decir que en la lengua no hay más que diferencias. Todavía más: una diferencia supone, en general, términos positivos entre los cuales se establece; pero en la lengua sólo hay diferencias sin términos positivos. Ya se considere el significante, ya el significado, la lengua no comporta ni ideas ni sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente diferencias conceptuales y diferencias fónicas resultantes de ese sistema.»

    [Saussure, Ferdinand de: (1907-1911) Curso de lingüística general, p. 144]

     

    Toda parece indicar que la lectura que hizo Lacan de Saussure no llegó hasta aquí, pues entonces habría debido reconocer que ese juego de diferencias que constituye la lengua se da no solo en el campo del significante sino, igualmente, en el del significado. Su afirmación de la primacía del significante sobre el significado es producto de la atribución sólo al plano de los significantes de lo que, como acabamos de leer, es en Saussure el rasgo mayor de la lengua.

     

     

     

     

     


    “La red del significante” y “la red del significado”

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    La sorprendente incomprensión de Lacan de la teoría saussuriana y de sus conceptos fundamentales se manifiesta con no menor claridad en La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis (1955) donde llega a caracterizar la red del significante como sincrónica y a la red del significado como diacrónica:

     

    «La primera red, la del significante, es la estructura sincrónica del material del lenguaje en cuanto que cada elemento toma en ella su empleo exacto por ser diferente de los otros […]

    La segunda red, la del significado, es el conjunto diacrónico de los discursos concretamente pronunciados, el cual reacciona históricamente sobre el primero, del mismo modo que la estructura de éste gobierna las vías del segundo.»

    [Freud, Sigmund: (1955) La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, en Escritos I, traducción de Tomás Segovia, revisada por Lacan y Juan David Nasio, Siglo XXI, México, 1972, p. 157-158]

     

    Bastará con un par de citas de Saussure para constatar hasta qué punto Lacan se aleja de los planteamientos teóricos del lingüista cuando, sin embargo, afirma apoyarse en ellos:

     

    «Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático de nuestra ciencia, y diacrónico todo lo que se relaciona con las evoluciones. Del mismo modo sincronía y diacronía designarán respectivamente un estado de lengua y una fase de evolución.»

    [Saussure, Ferdinand de: (1907-1911) Curso de lingüística general, p. 107]

     

    «El objeto de la lingüística sincrónica general es establecer los principios fundamentales de todo sistema idiosincrónico, los factores constitutivos de todo estado de lengua. Muchas de las cosas ya expuestas en las páginas precedentes pertenecen más bien a la sincronía; así las propiedades generales del signo pueden considerarse como parte integrante de esta última, aunque nos hayan servido para probar la necesidad de distinguir las dos lingüísticas.»

    [Saussure, Ferdinand de: (1907-1911) Curso de lingüística general, p. 125]

     

    Las propiedades generales del signo -siendo la primera de ellas la articulación del significante y el significado- son, afirma Saussure de manera inequívoca, sincrónicas.

     

    Pero más allá de esta evidente distorsión del texto saussuriano se encuentra una mayor que constituye el presupuesto de la cita que ahora nos ocupa. Se trata de la afirmación de la existencia, en el lenguaje, de dos redes diferenciadas, la del significante y la del significado, que no encuentra soporte alguno en la teoría de Saussure pues, para ésta, hay una sola red: la configurada por esas líneas verticales del gráfico que dan nacimiento, simultáneamente, a los significantes y a los significados.

     

     

     

     


    “El significante debe tomarse en el sentido del material del lenguaje”

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    No menor incomprensión de la teoría saussuriana se manifiesta en la afirmación de que el significante debe tomarse en el sentido del material del lenguaje:

     

    «Los detengo aquí un instante para que sientan hasta qué punto son necesarias las categorías de la teoría lingüística con las que intenté familiarizarlos el año pasado. Recuerdan que en lingüística existen el significante y el significado, y que el significante debe tomarse en el sentido del material del lenguaje.»

    [Lacan, Jacques: (1955-1956 (03) El Seminario 3, Las Psicosis, p. 51]

     

    Lo que sostiene la teoría lingüística –de Saussure- es exactamente lo contrario:

     

    «el significante lingüístico […] en su esencia, de ningún modo es fónico, es incorpóreo, constituido, no por su sustancia material, sino únicamente por las diferencias que separan su imagen acústica de todas las demás.»

    [Saussure, Ferdinand de: (1907-1911) Curso de lingüística general,
    p. 143]

     

    El significante no es material, con independencia de la materia con la que pueda manifestarse. Es, por el contrario, incorpóreo, está constituido no por su sustancia material, sino por las diferencias que lo separan de los demás significantes.

     

     

     


    “El significante que ya esta en lo real”

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    Concluiremos esta revisión del peculiar manejo que hace Lacan de la obra saussuriana con una consideración sobre el movimiento posterior que le llevará a dotar al significante de un estatuto propiamente metafísico:

     

    «Este significante que tiene sus leyes propias, sean o no reconocibles en un fenómeno dado, ¿es esto lo que se designa como Es [Ello]? Planteamos esta pregunta -y la resolveremos. Para comprender algo de lo que hacemos en el análisis, hay que responder -sí.

    «El Es del que se trata en el análisis, es significante que ya está en lo real, significante incomprendido. Ya está ahí, pero es significante, no se trata de no sé qué propiedad primitiva y confusa correspondiente a no sé qué armonía preestablecida, hipótesis a la que vuelven siempre quienes no dudare en llamar esta vez Espíritus débiles.»

    [Lacan, Jacques: (1956-1957) Seminario 4, La relación de objeto, texto establecido por Jacques-Alain Miller, traducción de Enric Berenguer, Paidós, Buenos Aires, Paidós, 1994, p. 51]

     

    Si durante un tiempo pudo parecer operatoria de la diferencia que proponía Lacan entre lo simbólico y lo real, esta queda inutilizada -o confundida absolutamente- cuando identifica el significante con el Ello freudiano -esa dimensión real del sujeto donde habitan y desde donde empujan sus pulsiones.

     

    Se trata, en cualquier caso, de un movimiento radicalmente opuesto al saussuriano, en el que el sistema de diferencias que la lengua introduce en el continuo amorfo e indiferenciado de lo real participa, con relación a éste, de la distinción kantiana entre los aprioris que conforman la cosa para mí de la cosa en sí -es decir: de lo real.

     

    ¿Ello habla? [Lacan, Jacques: (1957) El psicoanálisis y su enseñanza, en Escritos, vol. II, traducción de Tomás Segovia, Siglo XXI, México, 1980.] En rigor no. Ello solo ruje. Es el lenguaje -el orden semiótico y el orden simbólico- el que convierte sus rugidos -y sólo hasta cierto punto- en signos y símbolos -síntomas, actos fallidos, sueños…

     

    En otros términos: querer localizar el significante en lo real es inutilizar los conceptos mismos de la
    lengua -a la que Lacan se refiere como lo simbólico– y de lo real, a la vez que desdibujar el de significante. Pues la productividad de aquellos consiste, precisamente, en su oposición, que viene determinada por la diferencia existente entre las líneas verticales del gráfico de Saussure y las corrientes amorfas -reales- que recortan.