32. Desasosiego e improvisaciones – La fijación predisponente de la psicosis


 

 

 

Jesús González Requena

Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

2021-01-08 13 (1)

Universidad Complutense de Madrid

de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

 

  • Un inesperado e inhabitual desasosiego
  • Las improvisaciones
  • Mad, hungry, angry
  • La fijación predisponente de la psicosis
  • El error de memoria: la escena de amor y la escena del crimen
     

     

     

     

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    Un inesperado e inhabitual desasosiego


  •  

    En el penúltimo capítulo de la larga entrevista de François Truffaut, el dedicado a Los pájaros, Hitchcock -contra lo que era habitual en él en sus entrevistas, dado su carácter comedido, burlón y distante- se sintió empujado a hacer una inesperada confesión:

     

    «A.H. Me gustaría exponerle las emociones que sentí… Siempre me he vanagloriado de no leer nunca el guión mientras ruedo una película. Me sé completamente de memoria el film. Siempre he tenido miedo de improvisar en el plato, porque en ese momento, aunque hay tiempo para tener nuevas ideas, no lo hay para examinar la calidad de estas ideas. Hay demasiados obreros, electricistas y tramoyistas […]

    «Pero durante el rodaje de The Birds me sentí muy agitado, lo que resulta raro, pues normalmente bromeo mucho durante el rodaje y suelo tener un humor excelente. Por la noche, cuando volvía a casa y me reunía con mi mujer, continuaba estando emocionado, nervioso. Sucedió algo que era totalmente nuevo para mí: me puse a estudiar el guion durante el rodaje, y lo encontré lleno de imperfecciones. La crisis por la que pasé despertó en mí algo nuevo desde el punto de vista creador.»

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock, p. 248-249]

     

    Notable declaración de Hitchcock sobre el inesperado e inhabitual desasosiego con el que vivió el rodaje de Los pájaros.

     

    Sin duda, en él que hay que situar la decisión de suprimir la escena de amor que nos ocupó el último día.

     

    La nueva percepción de esas imperfecciones que de pronto descubre en el guion -con la angustia que late en esa agitación, en esa nerviosidad emocionada- desencadenan un proceso de introducción de cambios e improvisaciones insólito en el modo de hacer del cineasta.

     

    Algo, de manera insólita, empujaba por emerger.

     

    Todo indica que se acercaba, en una escala desconocida hasta entonces, a lo que yo no dudaría en llamar su escena fantasmática central.

     

    Resultan, a este propósito, en extremo reveladoras las dos improvisaciones -es él el que emplea esta palabra- que a continuación señala.

     


     

    «Llevé a cabo algunas improvisaciones. Por ejemplo, toda la escena del ataque exterior a la casa, del cerco de la casa por los pájaros que no se ven, fue improvisada en el estudio. Nunca me había ocurrido esto, pero no tardé en decidirme y dibujé rápidamente los distintos movimientos de los personajes en la habitación. Decidí hacer que la madre y la niña se movieran en busca de un refugio. Ahora bien, no había refugio ninguno para ellas. Pero les ordené que hicieran varios movimientos contradictorios para que se movieran como animales, como ratas que huyen en todas direcciones.

    «En cuanto a Melanie Daniel, la filmé deliberadamente a distancia, pues quise demostrar que se apartaba… de nada. ¿De qué iba a apartarse? Está cada vez más acorralada contra la pared. Retrocede, se aleja, pero ni siquiera sabe de qué se aleja.

    «Todo esto se me ocurrió enseguida, de una manera fácil, llevado por el estado emocional en que me encontraba.»

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock, p. 249]

     

    Nunca me había ocurrido esto.

     

    Como ven, Hitchcock insiste en lo insólito -y desconcertante para él- del surgimiento de esas improvisaciones.

     

     


    Las improvisaciones

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    La primera de ellas es la escena del ataque exterior a la casa, en cuya descripción destaca su dato mayor: la invisibilidad de los pájaros atacantes.

     

    Lo que viene a coincidir con lo que les sugería en su momento a propósito de la escena en la que los pájaros penetraban en la casa por la chimenea.

     

    Les invitaba entonces a pensar esa escena en ausencia de toda presencia visual de los pájaros.

     

    Y bien, eso lo que se realiza en esta escena improvisada:

     







     

    Melanie trata de apartarse… de nada.

     

    Ahora bien, ¿no les parece entonces que es la casa misma -invadida por el sonido de los pájaros- la fuente de la amenaza?

     

    Y constaten como la cita acaba con un nuevo señalamiento sobre lo alterado del estado emocional en el que se encontraba.

     

    De modo que, enseguida, de manera fácil, emergían contenidos inesperados pero percibidos como necesarios, pues eran los apropiados paras superar esas imperfecciones.

     

    La segunda improvisación que Hitchcock cita es la relativa a la adopción del punto de vista de Melanie, polarizado sobre la madre, en la escena de la visita del policía.


     

    «Los movimientos de Melanie, y su expresión, indican la creciente inquietud que siente por la madre, por la conducta extraña de la madre. Toda esta visión de la realidad es algo que sólo pertenece a Melanie y por eso se reúne con Mitch y le dice: «Creo que voy a quedarme aquí esta noche.» Para reunirse con Mitch debe atravesar la estancia; pero la recojo siempre en primer plano durante este trayecto, pues la inquietud y el interés que siente en esos momentos exigen que conservemos la misma dimensión de la imagen en la pantalla. […]

    «Emocionalmente, la dimensión de la imagen es muy importante, sobre todo cuando uno utiliza esta imagen para crear una identificación con el público. Y Melanie representa al público en la escena, cuyo significado es el siguiente: “Mira, la madre de Mitch se está trastornando un poco.”»

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock, p. 250-251.]

     

    Como les decía el otro día, la adopción del punto de vista de Melanie tenía por objeto señalar la conducta extraña de la madre.

     

    Es como si solo en pleno rodaje terminara por emerger en la conciencia del cineasta la locura de la madre como el asunto central del film.

     

     


    Mad, hungry, angry

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    Me detengo por un momento para anotar una observación que me ha hecho llegar Eva: en el libro que tienen en la esquina inferior izquierda del cuadro, a efectos de lo que parece una cuidada superposición de un libro pequeño sobre otro más grande y grueso, puede leerse verticalmente la palabra Mad.

     

    Lo que podemos traducir por loco.

     

    O, quizás mejor aquí, loca.

     

    Pero, como veremos en seguida, no solo eso.

     

    Pero antes de realizar esa matización, debo referirme a cierto acto fallido que cometí el último día

     


     

    y sobre el que algunos profesores aquí presentes -Jaime López, Lorenzo Torres- me han llamado la atención, cosa que desde luego les agradezco, porque eso hace de este espacio realmente el laboratorio que pretende ser.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    El asunto consiste en que leí hungry donde ponía angry y dije hambrientos donde debería haber dicho…

     

    pero, ¿como deberíamos traducir aquí angry?

     

    El caso es que curiosamente, en una sesión anterior que seguramente ustedes recordarán, la del 27 de noviembre, yo mismo les había llamado la atención sobre la homofonía existente entre hungry y angry, a propósito de esta escena anterior:

     



    •Melanie: That’s very kind of you. No, I’m not angry.

     

    Les llamé entonces la atención sobre lo cerca que en la lengua inglesa están las palabras enfadoangry– y hambre
    -hungry.

     

    Y les observaba a ese propósito que la envidia más primaria es la envidia hambrienta del niño pequeño que ve como se hermanito le arrebata el pecho materno.

     

    Recuerden también que este plano


     

    venía precedido de éste otro:

     


     

    Es decir, que estaba cargado de la terrible envidia que Annie, Annie la de los Velas Negras, es decir, Annie la Loca, sentía en ese momento de Melanie.

     

     


    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    El motivo de mi lapsus consistía en mi percepción de que esas palabras de Melanie replicaban a estas otras anteriores de Mitch:

     

    MITCH (attempting to be serious): What it was, probably…

    MELANIE: Mmm?

    MITCH: They’re probably hungry, that’s all. This was a bad summer. They eat berries and… and nuts, you know, and the hills are all burned out, so they’re probably searching for food wherever they can get it.

     

    Pero que réplicaban, no a la afirmación de que ellos, los pájaros tienen
    hambre -They’re probably hungry-, sino a que eso sea todo -that’s all.

     

    Eso no es todo, vendría entonces a señalar Melanie, porque lo realmente importante es lo que encierra ese hambre.

     

    Su peculiaridad.

     

    Leámoslo así:

     

    MITCH: They’re probably hungry

    (…)

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    Pero es evidente que aquí,

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    y también probablemente allí -en la escena en la que Melanie hablaba por teléfono con Mitch- la palabra enfado es insuficiente.

     

    Pues son los pájaros los que están angry.

     

    Debemos entonces prestar atención al campo semántico asociado al significante angry: enojado, enfadado, furioso, airado, colérico, amenazador, inflamado, agriado.

     

    En principio tenderíamos a traducir angry por furiosos.

     

    Pero nos lo impide la presencia de su furia en la frase inmediatamente siguiente –salieron furiosos de la chimenea.

     

    Nos queda entonces coléricos y agriados.

     

    Y pienso que estas dos palabras, pero sobre todo la segunda, son las más apropiadas para traducir angry aquí.

     



     

    MITCH: They’re probably hungry

    (…)

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     


     

    Les decía hace un momento que Mad se traduce por loco.

     

    Pero, a poco que se asomen ustedes al traductor de Google, comprobarán que Mad es definido como very angry.

     

    De modo que estaríamos ante una locura agria, o agriada.

     

    Como la que podría provocar -recuerden que nos detuvimos el año pasado en esta expresión- la mala leche.

     

    Pues, ¿acaso la mala leche no es una lecha agriada?

     

     


    La fijación predisponente de la psicosis

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    Es el mejor señalamiento de lo que Freud llamaría la fijación predisponente de la particular psicosis e la que nos introduce el film.

     

    Vean como aparece esta expresión -punto de fijación de la psicosis- en Freud:

     

    «El desenlace de la dementia praecox […] es, en general, más desfavorable que el de la paranoia; no triunfa, como en esta última, la reconstrucción, sino la represión. La regresión no llega hasta el narcisismo exteriorizado en el delirio de grandeza, sino hasta la liquidación del amor de objeto y el regreso al autoerotismo infantil. Por tanto, la fijación predisponente debe de situarse más atrás que en el caso de la paranoia, o sea, estar contenida al comienzo del desarrollo que partiendo del autoerotismo aspira al amor de objeto.»

    [Freud: (1911) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, p.71.]

     

    Como ven, se trata de una reflexión centrada en la diferencia entre la esquizofrenia -tal es lo que nombra aquí la expresión dementia praecox- y la paranoia.

     

    Observen que, si el desenlace de la primera es más
    desfavorable que el de la segunda, ello se debe a que la fijación predisponente -es decir: el punto y momento de la fijación de la pulsión que estaría en el origen de la posterior psicosis- sería más temprano.

     

    Así, en la esquizofrenia, ese punto sería anterior a la aparición del objeto

     

    y habría que situarlo en los tiempos del autoerotismo infantil.

     

    Ven hasta qué punto nos encontramos en un territorio netamente preedípico.

     

    Lo que indica que algo falló en el tiempo en el que debía nacer el objeto, es decir, en el tiempo en el que sabían alumbrase, simultáneamente, el objeto y el sujeto.

     


    El error de memoria: la escena de amor y la escena del crimen

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    Volvamos ahora al ya señalado error de memoria de Hitchcock a propósito de la ubicación de la escena omitida. Les recuerdo el asunto.

     

    Este es el orden de las escenas que figura en el guion:

     


     

    Y este otro, el orden en el que lo recuerda Hitchcock en su entrevista con Truffaut.

        


     

    Un error de recuerdo que, debemos anotarlo, no puede atribuirse a la lejanía en el tiempo de lo recordado, pues la entrevista -publicada en 1966- no era más que tres años posterior al estreno sel film que había tenido lugar en 1963.

     

    El asunto es que es así como queda todo en la versión final del film.

     


     

    Observen que tenemos entonces dos -digámoslo así- declaraciones de Hitchcock, la una consistente en el guión mismo y la otra en lo dicho a Truffaut en la entrevista.

     

    Si no escogemos una u otra, sino que contemplamos ambas, constatamos que la escena omitida rodea a la escena del descubrimiento del cadáver del granjero hasta fundirse con ella y, finalmente, desaparecer en ella.

     

    Cabría preguntarse entonces: ¿expulsada por ella? ¿O absorbida por ella?

     


     

    Les recuerdo que una es identificada por el propìo Hitchcock como la escena de amor:

     

    «F. Truffaut: ¿llegó usted a rodar escenas que estaban en el guión, pero que luego suprimió en el montaje?

    «A. Hitchcock: Sólo una cosa o dos después de que la madre descubra el cadáver del granjero. En primer lugar, había una escena de amor entre la chica y el muchacho. Tenía lugar mientras que la madre se iba a llevar a la niña a la escuela. Melanie se ha colocado el abrigo de piel en los hombros y, a lo lejos, ve a Mitch que está quemando a los pájaros muertos.”»

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock, p. 248.]

     

    ¿Cuál es la denominación que conviene a la otra? Hitchcock, en la entrevista, no la categoriza como a la primera, sino que se refiere a ella por su contenido narrativo -la escena, dice, en la que la madre descubre el cadáver del granjero.

     

    ¿Cómo categorizarla entonces? Este es un asunto que se suscitará más tarde en el film:

     


    •Deputy: ‘Cause I just got back from Dan Fawcett’s place, that’s why.


    •Mitch: He was killed last night by birds.

     

    Mitch sostiene que el granjero fue matado por los pájaros.

     

    Pero ya saben cómo enseguida el policía le corrige.

     

    Aunque, antes de ello,

     


    •Sam: What?

    debemos anotar que la comida se hace de nuevo presente en la escena pues el cocinero del restaurante es el personaje escogido para manifestar el asombro producido por las palabras de Mitch.

     

    Aquí lo tienen:

     


    •Deputy: Now, hold it, Mitch. You don’t know that for a fact.

     

    El agente de la ley objeta la interpretación de Mitch, la cual, según dice, no corresponde a los hechos.

     

    -Es decir: en cierto modo, viene a catalogarla como delirante.

     



    •Mrs. Bundy: What are the facts, Mr.


    •Mrs. Bundy: Malone?



    •Deputy: The Santa Rosa Police think it’s a felony murder.

     

    Se trata de un crimen, afirma no solo el agente presente, sino también toda una institución policial –la policía de Santa Rosa.

     

    De modo que si ésta es categorizada como la escena de amor,


     

    esta otra, lo es como la escena del cirmen.

     


     

    Y, así, es la escena del crimen la que absorbe o expulsa a la escena de amor.

     

    Veamos cómo somos conducidos hasta ella.

     

     

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    31. La escena omitida


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-18 12 (2)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • 5º fundido en negro, 3ª noche
  • A la mañana siguiente
  • La escena omitida
  • Un fallo de la memoria
  • La escena omitida
  • Una imposible escena de amor
     

     

     

     

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    5º fundido en negro, 3ª noche


  •  


    •Al: Sure is peculiar.


    •(Shovel grating)



     

    Denso fundido en negro de casi cinco segundos.

     

    Es el quinto de los siete fundidos en negro que contiene la película.

     

    El primero y el séptimo enmarcan el texto: uno se encuentra en su comienzo

     


     

    y otro sella su final,

     


     

    evitando la palabra fin y haciendo posible ese efecto final de retorno al comienzo del que ya nos ocupamos.

     

    El segundo y el sexto acotan los límites del relato.

     

    El segundo lo inicia

     



     

    y el sexto establece su final.

     


     

    Un final que, como les digo, por su caracter inconcluso -ausencia de la palabra fin- y por su solución formal -retorno a la imagen del globo terraqueo-, sugiere un bucle que devuelve al comienzo al modo de las pesadillas que se repiten una y otra vez.

     

    Los otros tres son interiores al relato, marcan las tres noches que contiene.

     

    El tercero señala la primera noche:

     


     

    Dura tres segundos y medio.

     

    El cuarto la segunda noche:

     


     

    Dura 4 segundos.

     

     

    Y el quinto la tercera y última noche:

     


    •Al: Sure is peculiar.


    •(Shovel grating)




     

    Es el más largo, dura casi cinco segundos.

     

    Así pues, el relato se extiende por cuatro días y tres noches.

     

    Pero solo tres días en Bahía Bodega. De modo que aquí comienza el último, que es también el tercero de los días en Bahía Bodega.

     

    El tercer día, tras la la tercera noche.

     

    ¿Que sucede en esta tercera noche? La muerte de Dan Fawcett.

     

    Pero es ésta una muerte que es elidida, de modo que solo sabremos de ella más tarde, cuando Lydia encuentre el cadáver.

     

     

     


    A la mañana siguiente

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    •(Shovel grating)


     

    Todo parece indicar que Mitch quema los pájaros muertos del día anterior.

     


     

    Mientras, Melanie, sin haberse quitado siquiera el camisón que comprara en Brinkmayer, se pinta los labios ante el espejo.

     

    Todo, en el dormitorio que le ha sido asignado, remite al pasado y resulta congruente con el camisón que viste.

     


    •Lydia: Mitch, Mitch. Mitch!


     

    Oye a Lydia reclamar imperativamente -hasta por tres veces: el tres otra vez- la atención de Mitch.

     


    •Mitch: Yes, Mother?


     

    Sí, madre, contesta Mitch -una vez más, la palabra madre en su boca.

     


    •Lydia: I’m going to drop Cathy off now.


    •Lydia: I’ll probably drive over to the Fawcett farm.

     

    Lydia informa que va a llevar a Cathy al colegio y anuncia su visita a Dan Fawcett -el campesino que encontrará muerto.

     

    De modo que ella y Mitch van a quedar solos en la casa.

     


    •Mitch: : Okay.


    •(Vehicle starting)

     

    El punto de vista de Melanie es reactivado a través de un plano subjetivo.

     


     

    Ve a Lydia alejarse y siente con ello un cierto alivio.

     


     

    Es bien visible la satisfacción que ello genera en Melanie, quien se dispone a arreglarse para su nuevo intento de seducción de Mitch.

     


     

     

     

     

     

     


    La escena omitida

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    Saben lo que sucede a continuación.

     

    Lydia llega a casa del granjero y encuentra su cadáver producido por un nuevo ataque de los pájaros.

     

    Pero la cosa no fue siempre así.

     

    Entre estas dos secuencias hubo otra que Hitchcock llego a rodar pero que finalmente excluyó de la versión final.

     

    Habiendo sido destruida, no es posible visionarla, pero podemos saber de ella tanto por el guion como por algunas imágenes de su rodaje y por las declaraciones que hizo Hitchcock a François Truffaut y que se hallan reunidas en el libro El cine según Hitchcock:

     

    «F. Truffaut: ¿llegó usted a rodar escenas que estaban en el guión, pero que luego suprimió en el montaje?

    «A. Hitchcock: Sólo una cosa o dos después de que la madre descubra el cadáver del granjero. En primer lugar, había una escena de amor entre la chica y el muchacho. Tenía lugar mientras que la madre se iba a llevar a la niña a la escuela. Melanie se ha colocado el abrigo de piel en los hombros y, a lo lejos, ve a Mitch que está quemando a los pájaros muertos.”»

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock, p. 248.]

     

    Como ven, se trata de una escena de amor.

     

    De modo que

     


     

    en principio este plano era uno subjetivo de Melanie, lo que se conecta con el gesto de pintarse lo labios de ésta,

     


     

    tanto como con su satisfacción por la partida de Lydia.

     



     

    Curiosa combinación: un camisón como podría ser el de la madre y, sin embargo, sobre él el abrigo de visón.

     

    Observen que Melanie no ha rehecho su moño, sino que por primera vez va en busca de Mitch con el cabello suelto.

     

    De modo que se ha soltado el pelo: está dispuesto a todo.

     

    Ahora bien, en tal caso, ¿Por qué no se ha vestido, por qué conserva puesto ese feo y anticuado camisón?

     

     

    Todo parece indicar que hay en ello una confirmación de la idea que cristalizó en Lydia la noche anterior:

     


    •Melanie: My things are in the car. Do you want to go with me?


    •Cathy: All right.

     

    que Melanie pretende sustituirla,

     


    •Al: Well, anything else I can do, Mitch?


    •Mitch: No, thanks, AI.


    •Mitch: We’ll be all right.


    •Al: Good night, Lydia.


    •Al: Sure is peculiar.


     

    ocupar su puesto.

     


     

    Y, así, vestir un camisón del tipo de los que podemos imaginar que usa Lydia, solo que cubierto con un caro y suntuoso abrigo de visón.

     

    De modo que, debajo del visón, el camisón de la madre: tal es el encuadre incestuoso de la escena.

     

     

     

     


    Un fallo de la memoria

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    ¿Por qué omitió finalmente Hitchcock esta escena que había llegado a rodar y montar? Antes de responder a ello, conviene constatar la dificultad de la memoria de Hitchcock para localizar su ubicación, lo que es del todo congruente con las dudas sobre ella que le llevaron a excluirla finalmente.

     

    Vean a lo que me refiero: en este breve párrafo, por lo que se refiere a esa ubicación, da dos indicios contradictorios.

     

    Por una parte, afirma que la escena de amor se encuentra después de que la madre descubra el cadáver del granjero.

     

    Pero, por otra afirma que tenía lugar mientras que la madre se iba a llevar a la niña a la escuela.

     

    Ven la contradicción: o lo uno o lo otro, porque la madre lleva la niña al colegio antes de ir a visitar al granjero.

     

    Poco más adelante en la entrevista, Hitchcock parece pronunciarse por la primera ubicación:

     

    “A. Hitchcock: …Y la escena […] se terminaba con un beso. Luego volvíamos a la madre que regresaba trastornada de la visita a la granja.”

    [Truffaut, François; Hitchcock, Alfred: (1966) El cine según Hitchcock.]

     

    Es decir, la escena se ubicaría justo después del descubrimiento por Lydia del cadáver del granjero.

     

    Pero Hitchcock se equivoca: he consultado el guion y resulta que no es así.

     

    En él esta escena omitida de cuyo contenido nos vamos a ocupar de inmediato aparece inmediatamente después de la partida de Lydia y antes del descubrimiento del cadáver de Fawcett.

     

    Como ven, Hitchcock encontraba serios problemas a la hora de colocar en su film la preceptiva -de acuerdo con los cánones del cine de Hollywood de su tiempo- escena de amor.

     

     


    La escena omitida

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    Pero veamos cómo era la escena de acuerdo con las indicaciones del guion.

     

    Melanie sale de su habitación y llama a Mitch dos veces sin obtener respuesta:

     

    MED. SHOT – MELANIE

    turning from the window. She goes to the bedroom door, CAMERA FOLLOWING. She opens the door.

    MELANIE: Mitch?

    There is no answer.

    MELANIE: Mitch?

     

    Desciende las escaleras comprobando que no hay nadie en la casa y se detiene sonriente ante la jaula de los pájaros del amor:

     

    FULL SHOT – MELANIE

    coming down the steps from the attic room. The house is empty.

    The CAMERA FOLLOWS her into the dining room, where she stops at the cage of lovebirds, bends down to them with a smile on her face.

     

    Introduce uno de sus dedos en la jaula y responde al piar de los pájaros imitándolo con su propio pío, pío.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE AND THE BIRDS

    She smiles and pokes her finger into the cage. The birds TWEET at her.

    MELANIE (imitating them): Chee-chee-chee-chee-chee.

     

    Como ven, tiene ganas de jugar. Con los pajaritos del amor, con Mitch.

     

    Luego se sirve un café y mira por la ventana viendo a Mitch trabajar fuera.

     

    FULL SHOT – MELANIE

    leaving the cage. She walks to the sideboard upon which is an electric coffee percolator which is plugged into the wall.

    She feels it with her hand. It is hot. She pours a cup, then peers out of the side window.

     


     

    LONG SHOT – MELANIE’S P.O.V.

    Mitch on the shore, working with a rake in his hands. A thin column of smoke is climbing the sky.

    MED. SHOT – MELANIE

    carrying the cup of coffee. She sets it down for a moment to put on her fur coat, which is hanging on the hall stand. She picks up the cup again, walks to the front door and EXITS.

     

    Se pone entonces su abrigo y sale al exterior

     

    Es un bello día.

     

    Melanie respira profundamente el aire fresco de la mañana.

     


     

    FULL SHOT – MELANIE

    coming out of the house and into the garden, carrying the cup of coffee. It is a beautiful day. She sips at her coffee and then breathes deeply of the air.

    CLOSE SHOT – HER FACE

    fresh, rested. There is a contentment in her which we have not seen before. She looks off toward the shore.

    LONG SHOT – MITCH

    on the shore, working with the rake. The thin column of smoke is climbing the sky.

    FULL SHOT – MELANIE

    coming out of the house and into the garden, carrying the cup of coffee. It is a beautiful day. She sips at her coffee and then breathes deeply of the air.

    CLOSE SHOT – HER FACE

    fresh, rested. There is a contentment in her which we have not seen before. She looks off toward the shore.

    LONG SHOT – MITCH

    on the shore, working with the rake. The thin column of smoke is climbing the sky.

     

    Hay una alegría en ella que no hemos visto antes.

     

    ¿Está a gusto ahí, ocupando el lugar de Lydia?

     


     

    MED. SHOT – MELANIE

    She turns her attention away from Mitch, and walks to the end of the garden toward the shore. A wind is blowing off the water, moving white puffs of cloud swiftly across the sky, whipping the full short shirt of muumuu about her legs as she walks. She stands there silhouetted against the sky for a moment.

     

    Se multiplican los signos de un inesperado esplendor: el viento sobre el agua, empujando las nubes, moviendo su falda en torno a sus piernas.

     

    Su silueta recortándose sobre el cielo de la mañana.

     

    En su entrevista con Truffaut, Hitchcock es más explícito sobre la actitud de ella:

     

    Hitchcock [a Truffaut]: Melanie se ha colocado el abrigo de piel en los hombros y, a lo lejos, ve a Mitch que está quemando a los pájaros muertos. Se acerca a él y se deja entender que gira un poco a su alrededor.

     

    Y sin embargo, hay algo ominoso en el silencio reinante.

     


     

    SLOW PAN

    as Melanie scans the horizon. There isn’t a bird anywhere in sight. The day is still and clear, but somehow ominous in its silence. Her gaze comes to rest on Mitch and the thin column of smoke again. In the distance, Mitch sees her and raises his arm in greeting. She waves back at him. He puts the rake down and begins walking toward the house.

     

    Es este un dato chocante pues, ¿cómo puede haber silencio cuando el viento hace que la falda de su camisón golpee sus piernas?

     

    En cualquier caso, sus miradas terminan por encontrarse, se saludan y Mitch comienza a caminar hacia ella.

     

    De modo que la idea de la presencia de algo ominoso precede de manera inmediata al contacto de sus miradas.

     

    El caso es que Melanie aguarda entusiasmada a que Mitch, por fin, llegue hasta ella.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    There is anticipation on her face now. She watches Mitch coming toward her, her eyes glowing.

    FULL SHOT – MITCH

    closer to the house now.

    CLOSE SHOT – MELANIE

    waiting, anticipating.

     

    Pero entonces, una vez más, Mitch se desvía, apartándose de ella.

    MED. SHOT – MITCH

    He stops, looks at her, and then turns toward the house.

     

    Esta vez, la perplejidad de Melanie se manifiesta en su rostro, llegando a cobra la forma de una mirada herida.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    as first surprised, and then puzzled. The back screen DOOR CLATTERS shut off screen. A small hurt look crosses her face.

     

    En su entrevista con Truffaut Hitchcock es aún más preciso por lo que se refiere a los sentimientos de Melanie en este momento:

     

    “Hitchcock [a Truffaut]: De pronto, da media vuelta y entra en la casa. ¿Qué es lo que no va bien? Melanie se siente decepcionada y yo filmo esta decepción para mostrar que Melanie se interesa realmente por Mitch y para darle importancia al hecho de que no ha completado su trayecto hacia ella.”

     

    Hitchcock lo dice con toda claridad.

     

    Por nuestra parte solo tenemos que añadir la cláusula una vez más.

     

    Pues, una vez más Mitch no ha completado su trayecto hacia ella.

     

    Ven que expresiva formulación se desliza de esa impotencia de fondo del personaje que no he dejao de señalarles en todo momento.

     

    Pero esta vez Mitch vuelve hacia ella con una camisa limpia.

     

    FULL SHOT – MELANIE

    as she turns away from the house and begins walking in the garden, sipping idly at her coffee. A screen DOOR CLATTERS again. She turns.

    Mitch is coming out of the house, from the front door, wearing a different shirt, buttoning it as he walks to her.

     

    Y Melanie le recibe feliz.

     


     

    TWO SHOT – MELANIE AND MITCH

    MITCH: I wanted to change my shirt.

    Melanie is uncomprehending.

    MITCH: It smelled of the fire.

    MELANIE (nodding): It’s hard to believe anything at all happened yesterday, isn’t it? It’s so beautiful and still now.

     

    Por cierto, permítanme que en este punto les muestre un par de imágenes que se conserva del rodaje:

     


     

    ¿Ven con qué intensidad mira Hitchcock a su actriz? Diríase que incluso se ve como ella intenta ignorar esa mirada.

     


     

    Melanie recibe a Mitch tan feliz que improvisa una de sus historias humorísticas estilo Berkley.

     

    Léanla.

     

    MELANIE: (pause; then sagely) think I’ve got it all figured out, by the way.

    MITCH: Really? Tell me about it.

    MELANIE: (secretively) It’s an uprising.

    MITCH: Of birds?

    MELANIE: Certainly, of birds.

    Mitch grins.

    MELANIE: It all started several months ago with a peasant sparrow up in the hills, a malcontent. He went around telling all the other sparrows that human beings weren’t fit to rule this planet, preaching wherever anyone would listen…

    MITCH: Growing a beard…

    MELANIE: (delighted) Yes, of course, he had to have a beard! ‘Birds of the world, unite!’ he kept saying, over and over…

    MITCH: So they united.

    MELANIE: Not at first. Oh yes, a few sparrows out for kicks…

    MITCH: Well, they’ll go along with anything.

    MELANIE: Sure. But eventually, even the more serious-minded birds began to listen. “Why should humans rule?” they asked themselves.

    MITCH: Hear!

    MELANIE: Why should we submit ourselves to their domination?

    MITCH: Hear, hear!

    MELANIE: And all the while, that sparrow was getting in his little messages. Birds of the world, unite!

    MITCH: Take wing!

    MELANIE: You have nothing to lose but your feathers.

    They both burst out laughing, then fall into silence, then laugh again and finally are silent. The garden is deathly still.

     

    ¿Qué les parece lo más notable de esta conversación entre Mitch y Melanie? Que, por primera vez desde que se han visto en Bahía Bodega, Mitch no nombra a su madre.

     

    Sin embargo, por otra parte, no se les escapará la contrapartida e ello: que, incluso cuando tratan de bromear, no dejan ambos de hablar a los pájaros.

     

    Pues estos han invadido el universo del relato tan intensamente que ya nada es posible sin ellos.

     

    Y como han visto, entre broma y broma, se desliza de nuevo la idea de la conspiración.

     

    Por lo demás, el que los pájaros y Lydia ocupan en lo fundamental un mismo lugar, queda probado de inmediato por el giro que a continuación da Mitch a la conversación:

     


     

    MITCH (attempting to be serious): What it was, probably…

    MELANIE: Mmm?

    MITCH: They’re probably hungry, that’s all. This was a bad summer. They eat berries and… and nuts, you know, and the hills are all burned out, so they’re probably searching for food wherever they can get it.

     

    El hambre.

     

    Un hambre devoradora sobre la que es imposible bromear, por más que Melanie lo intente:

     

    MELANIE: With my little sparrow leading team.

    She laughs, and Mitch joins her, but it is hollow this time. Like children who have told themselves a too realistic horror story, they are becoming a little frightened.

     

    Reparen en el que el guion no los describe como adultos, sino como niños asustados por la historia de terror que se cuentan a sí mismos.

     

    Niños asustados que se encuentran ahora en el mismo lugar donde el día anterior tuvo lugar el ataque de los pájaros a los niños durante la fiesta infantil.

     


     

    MITCH: It’s so damn quiet out there.

    MELANIE: It was like that yesterday.

    MITCH: What do you mean?

    MELANIE: After the gulls attacked.

    MITCH: I hadn’t thought of that. (pause) And then the swifts came.

    MELANIE: It makes you feel as if they’re… they’re waiting or… resting… or….

    MITCH (trying to make it light again): No, they’re having a meeting, Melanie. Your sparrow is standing on a soap box and…

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face dead serious.

    CLOSE SHOT – MITCH

    MITCH: …waving his little wings…

    His voice trails. His face becomes serious, too. Again, the garden is silent.

     

    Son ya inútiles los esfuerzos de Mitch por seguir bromeando.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    están hambrientos.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    Salieron furiosamente de la chimenea -de la casa de Lydia.

     

    CLOSE SHOT – MELANIE

    her face set and grim, her eyes serious, her words coming slowly and with the chill of horror on them.

    MELANIE: They were angry, Mitch. They came out of the chimney in fury. (pause) I had the feeling they wanted each and every one of us dead.

     

    Y nos quieren a todos muertos.

     

    Hambrientos, furiosos, mortíferos.

     

    Lo que sigue -¿pero cómo es eso posible?- es el beso, elemento requerido de lo que se entiende -ha sido el propio Hitchcock quien ha utilizado la expresión- como una escena de amor.

     

    TWO SHOT – MELANIE AND MITCH

    He takes her in his arms suddenly, to comfort her. She goes to him longingly.

    MITCH: Melanie, Melanie…

    MELANIE: I’m frightened, Mitch.

    MITCH: No, no…

    MELANIE: I’m frightened and confused and I… I think I want to go back to San Francisco where there are buildings and… and concrete and…

    MITCH: Melanie…

    MELANIE: …everything I know.

    She looks up at him suddenly.

    CLOSE SHOT – MELANIE

    MELANIE: Oh damn it, why did you have to walk into that shop?

    They kiss suddenly and fiercely. On their kiss,

    DISSOLVE

     

    Vean cómo termina Hitchcock el resumen de la escena que ofrece a Truffaut:

     


     

    “A. Hitchcock [a Truffaut]: …Y la escena continuaba, evolucionaba, cobraba un tono grave, y se terminaba con un beso. Luego volvíamos a la madre que regresaba trastornada de la visita a la granja. “

     

     

     


    Una imposible escena de amor

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    Pero, ¿ha sido esta una escena de amor? Mas bien una escena de amor imposible.

     

    Pero esto puede entenderse mal.

     

    Ed mejor decir: una imposible escena de amor.

     

    Pues el hambre furiosa de los pájaros, si es sexual en su sentido más primario, oral, no es para nada erótico, en nada participa de una relación de objeto.

     

    Lo diría, simplificando, así: hay pulsión, pero no deseo.

     

    Les reconozco que esta manera de diferenciar los conceptos de pulsión y deseo no está en Freud, aunque tampoco la veo contradictoria con la teoría freudiana.

     

    Pues recuerden la idea básica de Freud sobre la psicosis: en la psicosis, dice, hay una retirada total de la libido del mundo exterior y, consiguientemente, una reversión de la libido sobre el yo.

     

    Una regresión radical al narcisismo primario, anterior a toda relación de objeto.

     

    Cero deseo, por tanto, y, a la vez, pulsión desbocada.

     

    De modo que la escena excluida lo es por buen motivo.

     

    Sencillamente, es una escena imposible, dado que es un beso imposible.

     

    ¿Hemos perdido entonces el tiempo ocupándonos de ella?

     

    Desde luego que no, pues hemos encontrado esos tres términos tan precisos a propósito de todo lo que se sucede en el film: hambre, furia, muerte.

     

    Y, sobre todo: nos ha permitido encontrar ese tan notable error de memoria del cineasta que hemos constatado, pero al que todavía no menos interrogado.

     

    Hagámoslo.

     

    ¿Por qué ese error de memoria que lleva a Hitchcock a afirmar que la escena se encontraba después y no antes de la escena del encuentro por Lydia del cadáver del granjero?

     


     

    Pues era de toda lógica que estuviera antes -donde de hecho aparece en el guion,

     


     

    dado que después de la siniestra imagen del granjero con las cuencas de los ojos vacías sería todavía más imposible.

     

    Y, sin embargo, siendo un falso recuero, contiene determinada verdad.

     

    La verdad misma de la imposibilidad de la escena de amor.

     

     

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    30. La construcción paranoica


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-18 12 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • Freud, Tristán e Isolda
  • Freud: el proceso mudo que precede al delirio
  • Encadenado: Mitch y el trozo de carne fría
  • Policía, ley, realidad
  • Lydia bajo el punto de vista de Melanie
  • Los dos planos en los que se escinde la escena
  • La construcción paranoica
  • bricolaje mágico
  • Pájaro muerto, trozo de carne fría, once años
  • Certeza, proyección y disociación
  • La posición imposible del cuadro del padre
  • Inversión final del punto de vista
     

     

     

     

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    Freud, Tristán e Isolda


  •  

    Estaba yo estos días repasando los escritos de Freud sobre la psicosis y hete aquí que me encuentro una referencia -a la que en su momento no presté atención y que desde luego había olvidado- a Tristán e Isolda en su relación con el tema del fin del mundo.

     

    Se encuentra en el libro dedicado al caso de la paranoia del presidente Schreber.

     

    Allí, cuando analiza el delirio de Schreber de la gran catástrofe, del fin del mundo, introduce al pie de la página la siguiente nota:

     

    «Una variedad, motivada de otra suerte, del «sepultamiento del mundo» sobreviene en el apogeo del éxtasis amoroso (Tristán e Isolda, de Wagner); aquí no es el yo, sino un objeto, el que absorbe todas las investiduras dadas al mundo exterior.»

    «[Freud: (1911) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, p. 64.]

     

     

     


    Freud: el proceso mudo que precede al delirio

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    Saben ustedes que los locos deliran: dan por reales, y con una inusual certidumbre, cosas y sucesos que solo ellos ven, que no encuentran lugar alguno en la realidad que reconocen los demás.

     

    Pues bien, esos delirios que se interpretan como los síntomas de la locura son para Freud todo lo contrario: esfuerzos de curación.

     

    Propiamente, un intento de reconstrucción de la realidad psíquica que se ha visto desintegrada.

     

    De modo que para Freud el núcleo de la enfermedad no se encuentra en el delirio mismo, sino en la previa desintegración psíquica de la realidad del individuo.

     

    Desintegración que, piensa Freud, sería el producto de una retirada de la libido del mundo externo:

     

    «El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura libidinal que hasta entonces les había dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él (…) El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor.»

    [Freud (1911) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Caso Schreber), p. 65.]

     

     

    Lo más interesante del caso es que esa catástrofe interior que también en Schreber cobra la forma del fin del mundo es la proyección de esa retirada de la libido del mundo exterior y su consiguiente repliegue hacia el interior que constituye, piensa Freud, un suceso en sí mismo mudo:

     

    «Diremos, pues: el proceso de la represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la libido de personas -y cosas- antes amadas. Se cumple mudo; no recibimos noticia alguna de él, nos vemos precisados a inferirlo de los procesos subsiguientes. Lo que se nos hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce la libido a las personas por ella abandonadas.»

    [Freud (1911) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Caso Schreber), p. 65.]

     

    Eliminen aquí el término represión, pues solo manifiesta un esfuerzo, en este texto todavía temprano -1910- de pensar la psicosis con los conceptos propios del proceso neurótico.

     

    De hecho, no tiene sentido hablar de represión ante un proceso mudo, pues lo propio de la represión neurótica es que habla constantemente a través del síntoma.

     

    Concéntrense, en cambio, en lo otro: en que ese proceso (…) se cumple mudo,
    no recibimos noticia alguna de él,
    nos vemos precisados a inferirlo de los procesos subsiguientes.

     

    De modo que, con respecto a ese -digámoslo así- apagón del mundo, el delirio aparece como un esfuerzo de restablecimiento.

     

    Y a ello se debe la más sorprendente peculiaridad que atribuye Freud a las psicosis:

     

    «La indagación psicoanalítica de la paranoia sería de todo punto imposible si los enfermos no poseyeran la peculiaridad de traslucir, aunque en forma desfigurada, justamente aquello que los otros neuróticos esconden como secreto.»

    [Freud: (1910) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Caso Schreber), p. 11.]

     

    Tambien aquí, por el carácter temprano del texto, deben surprimir la expresión otros neuróticos dado que, como vimos en la sesión pasada, más tarde Freud diferenciará netamente la neurosis de la psicosis.

     

    Lo que importa, en cualquier caso, es que los psicóticos dejan traslucir justamente aquello que los (…) neuróticos esconden como secreto.

     

     


    Encadenado: Mitch y el trozo de carne fría

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    Todo encadenado nos depara algo. Así también éste.

     



     

    Ahí tienen el plano con el trozo de carne fría, instalado en el vientre de Mitch.

     

    Y la cosa es consecuente, pues ese es exactamente el plato de Mitch.

     

    Recuerden:

     




     

    Fue Mitch quien, en el comienzo del ataque, lo dejó ahí.

     

    Y el cineasta estableció el encuadre de modo que esa ubicación quedara bien determinada.

     


     

    Cathy ha quedado anonadada, como congelada, en el sitio que ocupara en otro momento Melanie.

     

    Pero estrechamente aprisionada entre Lydia y Mitch.

     

     


    Policía, ley, realidad

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    Pero la novedad de la escena estriba en la presencia del policía.

     

    Es decir, la presencia de un representante de la ley.

     

     

    Por cierto que su situación en el plano corresponde al lado en el que sabemos que se encuentra -aunque no lo vemos por ahora- el cuadro del padre.

     

    Les decía el otro día que una manera de contemplar la escena anterior -la del ataque de los pájaros por la chimenea- era ignorando la presencia los pájaros.

     

    Y bien, la presencia del policía ahí viene, precisamente, a instituir ese punto de vista, pues él no contempla la posibilidad -es decir, la realidad-, de los pájaros agresores.

     

     

    Y, sin embargo, tiene en sus manos un pajarito muerto con el que no sabe qué hacer.

     

     


    Lydia bajo el punto de vista de Melanie

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    En primer término, a la derecha, Melanie, observando atentamente la escena.

     

    Su punto de vista es activado desde el principio y va a estar presente de manera sistemática durante toda la escena, excepto en su movimiento final.

     

    Ahora bien, ¿no les parece que hay demasiada oscuridad en la figura de Melanie? Una oscuridad poco congruente con la iluminación del conjunto del plano.

     

    Como si ella estuviera viendo la película desde fuera.

     

    Pero, a la vez, como si fuera su película.

     

    Y desde el primer momento, en el centro de su campo de visión, se encuentra Lydia.

     


    •Al: That’s a sparrow, all right.



    •Mitch: We know what it is, Al.


    •Al: Did you have alight burning or something?


    •Mitch: Yes,


    •Mitch: but

     

    Melanie concentra toda su atención en la conducta de la madre:

     


    •Mitch: there wouldn’t have been that much light going up the chimney.


    •Al: ‘Cause sometimes birds are attracted by light, you know.

     

    Las frutas caídas. La cafetera tumbada sobre el suelo.

    La vajilla rota: el microcosmos del estallido psíquico de Lydia.

     

    En sus manos, los trozos de una taza rota exhiben los perfiles más hirientes -bien saben ustedes lo que puede cortar la loza rota.

     


    •Al: Sure is a peculiar thing.


    •Mitch: Well, all right, but we’ve got to do something about it!


    •Al: I don’t think


     

    La cámara -y la mirada de Melanie- sigue atentamente el desplazamiento de Lydia, que introduce en escena por primera vez entero el cuadro del padre.

     

    Está torcido, y su piano desordenado, con una de sus figurillas, precisamente la masculina, caída.

     


    •Al: I get you, Mitch. Do about what?


    •Mitch: Well, the birds invaded


    •Mitch: the house.

     

     


    Los dos planos en los que se escinde la escena

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    Como ven, la escena se ha escindido en dos planos: por una parte, en la banda sonora, el diálogo entre Mitch y el policía. Por otra, en la imagen, los desplazamientos erráticos de Lydia seguidos atentamente por Melanie, con una concentración creciente que es acusada por el aumento de la escala de los sucesivos contraplanos de Melanie.

     



     

     

    Dos planos, por lo demás, ciertamente escindidos, pues el diálogo en el que interviene el policía es uno sobre la realidad, en el que se discute la plausibilidad del ataque de las aves.

     


    •Al: What’s more likely,



    •Al: they got in the room

     

    Mientras que Lydia está ensimismada en la certeza de ese ataque y en los estragos que ha producido.

     

    Sabe que eso ha sucedido.

     

     

     


    La construcción paranoica

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    •Al: and was just panicked. That’s all.


    •Mitch: All right, I’ll admit a bird will panic in an enclosed room,


     

    Comprendemos ahora uno de los motivos de la adopción del punto de vista de Melanie: marcar como significativa y enigmática la conducta de Lydia, por más que nos resulte, como a la propia Melanie, inaccesible su sentido.

     

    Así, el punto de vista de Melanie hace que veamos la conducta trastornada de Lydia como dotada de un determinado sentido. Pero eso sí, insistimos en ello, uno inaccesible.

     

    Y qué notables las palabras de Mitch: admito que un pájaro entre en pánico en una habitación cerrada.

     

    Como ven, podría estar hablando de su propio pánico, eternamente encerrado en este salón.

     


    •Mitch: but they didn’t just get in. They



    •Mitch: came in, right down the chimney.

     

    Mientras que el policía trata de someter lo sucedido al buen orden de la realidad verosímil, Mitch se desliza imperceptiblemente hacia la construcción paranoica: no solo entraron por la chimenea, lo hicieron con alguna intención.

     

    No se si se dan cuenta de que, por esta vía, la mirada de Melanie y las palabras de Mitch convergen en un común sesgo paranoide: hay un sentido oculto, tan denso como impenetrable.

     

    Lo sorprendente es el contraste de tono emocional: Mitch está nervioso, angustiado, mientras que Melanie lo contempla todo con extrema frialdad: con una mirada atenta, analítica, carente de matiz emocional.

     

    Como si en nada se sintiera afectada por lo que ha sucedido.

     

     


    bricolaje mágico

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    Es éste, por otra parte, un plano de doble punto de vista, pues en el convergen los puntos de vista de Melanie y Lydia.

     

    Lydia deposita ahí los fragmentos hirientes de su vajilla.

     

    Lo que indica… ¿Qué?

     

    Que se propone recomponerlos.

     

    Diríase que pretendiera realizar una suerte de bricolaje mágico, por el que intentara reconstruir su mundo recomponiendo la vajilla rota a partir de sus pedazos.

     

    Y precisamente la vajilla: los instrumentos con los que alimenta a su familia.

     

    Es, en primer término, una reacción defensiva: de todo lo sucedido, localiza una parte -la taza rota- en la que centra su atención, de modo que eso le permite ignorar -expulsar de su conciencia- el resto.

     

    Quiero decir: la vajilla rota le devuelve un problema cognitivo, lógico, en el que ocupa su conciencia a la vez que excluye el contenido afectivo del suceso en su conjunto, en la medida en que éste le resulta intolerable.

     

     

     

     


    Pájaro muerto, trozo de carne fría, once años

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    El caso es que deposita esos trozos ahí, junto a un pájaro muerto y el plato con el trozo de carne fría.

     

    Están también presentes, esas rodajas de tomate que permitieron, en el final de la escena anterior, visibilizar con un intenso rojo el lugar de la carne:

     



     


    •Al: My wife found a bird in the back seat of her car once.


    •Lydia: Tell him about the party.


    •Mitch: That’s right. We had a party here this afternoon for Cathy, for her birthday.

     

    Lydia atraviesa la conversación con su certeza delirante: dile lo de la fiesta.

     

    Y el policía pregunta por la edad de la niña:

     


    •Al: How old is she?


    •Mitch: Eleven!

     

    Han oído con que disgusto ha contestado Mitch a la pregunta del policía sobre la edad de Cathy, como si eso fuera algo del todo irrelevante.

     

     

    De modo que, para él, el cumpleaños de Cathy se ha vuelto irrelevante.

     

    Es por eso notable que deba ser el policía el que recuerde la importancia de ese undécimo cumpleaños.

     

    Y Melanie ve a Lydia destrozada, tratándose de recomponer de su desintegración, una quizá bien semejante a la que ella misma hubo de vivir a sus once años.

     


    •Mitch: In the middle


    •Mitch: of the party, some seagulls came down at the children!

     

    Nueva acentuación del punto de vista de Melanie:

     




     

     



    •Mitch: Miss Daniels was attacked by a gull only yesterday.


    •Al: Yeah.

     

    Un terrible plato de trozos de loza rota parece estar preparando Lydia ahora.

     

     


    Certeza, proyección y disociación

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    •Al: Were the kids bothering the birds or something?

     

    ¿Los niños molestaron a los pájaros?, pregunta el policía.

     

    Y esa mención a los niños, la posibilidad de que molestaran a los pájaros, atrae a Lydia a la conversación, para proclamar, por segunda vez, con su certeza inapelable:

     


    •Al: ‘Cause if you make any kind of a disturbance near them, they’ll just come after you.


    •Al: Al, the children were playing a game.


    •Lydia: Those gulls attacked.

     

    Esas gaviotas atacaron.

     

    Ellas, las gaviotas, tienen la culpa.

     

    Cuando la violencia contenida en Lydia ha encontrado su materialización en lo real a través de los brutales ataques de los pájaros -en suma: cuando su pulsión se ha realizado en lo real-, ella no ha podido vivirlo de otra manera que como un violento shock que ha provocado la cristalización de una disociación: su odio, su violencia, su agresividad, ha sido proyectada sobre los pájaros.

     

    Ellos atacaron a los niños.

     

    de manera que ella misma puede pensarse como una más de sus víctimas, como una madre débil y amorosa preocupada y ofendida por la violencia de los pájaros hacia los niños.

     

    De esa índole fue la disociación final de Norman, el protagonista de Psicosis, cuando, ya detenido y totalmente identificado con la madre, tomando la voz de ésta, culpa de todo a su hijo a la vez que se manifiesta a sí misma como la más pacífica de las ancianas, incapaz de matar a una mosca.

     


    •Al: Now, Lydia, “attack” is a pretty strong word,

     

    Se está volviendo loca, piensa Melanie.

     

    Es ciertamente notable que el punto de vista de Melanie sea utilizado ahora así, no para mostrarnos su angustia ante los ataques de los pájaros, sino para señalar la locura creciente de Lydia.

     


    •Al: don’t you think?


     

    Ese trozo de loza en su mano derecha podría ser un arma.

     


    •Al: I mean, birds just don’t go around attacking people without no reason. You know what I mean?


    •Al: The kids probably scared them, that’s all.


     

    Lydia se deshace del arma para culpar a las aves:

     



    •Lydia: These birds attacked.


     

    Es en el contexto de esa disociación en el que se produce una sorprendente novedad: Lidia se aproxima al cuadro de su marido, ese padre al que hasta ahora no ha nombrado ninguno de los Brenner.

     


    •Al: You got quite a mess here, I


    •Al: ‘ll admit that.


     

    La concentración de Melanie aumenta, tanto como aumenta nuevamente la escala del plano.

     


     




     

     

     

     

     


    La posición imposible del cuadro del padre

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    •Al: Maybe you ought to put some


    •Al: screen on top of your chimney.

     

    Deberías cubrir la chimenea con una tela metálica, dice el policía.

     

    Y, justo entonces, Lydia dirige su atención hacia el cuadro del padre.

     

    La disociación -la proyección al exterior, la expulsión y negación de la violencia que la habita- le permite ahora aproximarse al retrato de su marido como la más amante de las esposas.

     

    Se dispone a poner recto el cuadro del padre. Intenta, así, restaurar ese altar que hasta ahora ha ignorado.

     


    •Al: You want some help cleaning up?


    •Mitch: No. I can handle it.

    •Lydia; (Gasps)

     

    Pero no puede hacerlo, ni siquiera puede tocarlo, pues, en el mismo momento en que lo intenta, un pájaro muerto se desprende y cae de él y ella siente como si un calambre la hubiera atravesado, viéndose obligada a soltar el cuadro de inmediato con un grito de pavor.

     

    Ven en lo que se ha convertido el alter del padre: en altar de la castración del padre.

     

    El pájaro que hemos visto caer era uno como el que hace un momento veíamos en la mesa

     


     

    entre la loza rota y el trozo de carne.

     

    Y bien, Vuelvo a lo que les decía el otro día sobre la escena primaria. Si su contenido canónico estriba en un acto sexual percibido como violento por el que el padre castra a la madre -es decir: destituye de su omnipotencia a la imago primordial- encontramos aquí, en el paisaje de la psicosis, su reverso: un padre castrado por la madre.

     

    Castrado, sobre todo, del don de la palabra.

     

    Pues tal es lo que está en juego en el hecho de que no se le nombre.

     

    Es el vacío nuclear que en el lugar de la función simbólica del padre.

     


    •Mitch: It shouldn’t be too much of a job.



     

    Como les anuncié, el cuadro del padre sigue torcido.

     

    A pesar de que un azar del rodaje hizo que, en el plano anterior, al soltarlo Lydia, quedara recto.

     


    •Mitch: No. I can handle it.

    •Lydia; (Gasps)

     

    La enunciación del film -su autor si ustedes prefieren- solo puede verlo torcido, de modo que es fácil imaginar al cineasta dando la orden de torcerlo de nuevo para que resulte así:

     


    •Mitch: It shouldn’t be too much of a job.


     

    El caso es que Lydia y él no hacen mala pareja.

     

    Observen que la escala de la figura del cuadro está ajustada con la de la imagen de Lydia en el plano, son congruentes en sus dimensiones, por más que una sea corpórea y la otra solo pintada.

     

    Por cierto, ¿saben que hay ahora en el centro del plano?

     


     

    El corazón del padre.

     

    Un padre con corazón -calor, afecto, de eso hablará Lydia a Melanie en una conversación posterior-, pero un padre un padre torcido y mudo, incapaz de constituir una referencia simbólica.

     



    •Melanie: I’ll take Cathy up to bed.



    •Melanie: I think I should stay, don’t you?


     

    Se conforma así en la imagen un conjunto familiar -con el antiguo reloj y el cuadro de la que podría ser una calle londinense- en el que Melanie ha pasado a ocupar el lugar de Lydia:

     


    •Mitch: It would be nice if you could.

     

    Lydia despierta de su confusión al oír la oferta de Melanie y el entusiasmo con el que Mitch la acoge.

     

    Reaparece entonces la mujer inteligente y dura, vigilante y amenazante, a cuya atenta mirada nada escapa.

     

     

     


    Inversión final del punto de vista

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    Y con ello se produce, en lo que sigue, una inversión total del punto de vista.

     

    Les insisto en que hasta aquí la escena entera se ha construido a partir del punto de vista de Melanie, en todo momento focalizado sobre Lydia y el enigma que parece haber en el interior de su cada vez más patente locura.

     





     

     




     

     

    Sin embargo, a partir de aquí, el punto de vista se invierte

     



    •Melanie: My things are in the car. Do you want to go with me?

     

    Y así, con Lidia, contemplamos como esa mujer que tanto se le parece -en su figura, su vestido, su moño…- se muestra dispuesta a suplantarla, a ocupar su lugar…

     

    Incluso a posesionarse de Cathy.

     


    •Cathy: All right.


    •Al: Well, anything else I can do, Mitch?


    •Mitch: No, thanks, AI.


    •Mitch: We’ll be all right.


    •Al: Good night, Lydia.


    •Al: Sure is peculiar.


     


     

    Poderoso final de plano que confirma el protagonismo de Lydia en el film.

     

    Pues no solo se cierra la escena con su punto de vista, sino con la evidencia de que un oscuro pensamiento cristaliza en ella.

     

    La vemos pensar.

     


     

    Comprender.

     


    •Al: Sure is peculiar.

     

    incluso diríase que ver la imagen interior de un acto necesario.

     

     

     

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    29. Imaginería de un brote psicótico


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-11 (3)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • El encierro consumado y el ciclo de la repetición
  • Pajaros del amor / pájaros del alimento
  • Lydia, el plato de roast beef y el cuchillo brillante
  • Miradas hostiles entre mujeres semejantes
  • Justo ahora
  • Una chimenea siniestra
  • Lydia tiene la cabeza a pájaros
  • Nuevas figuras del encierro
  • Hogar, caos, locura
     

     

     

     

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    El encierro consumado y el ciclo de la repetición


  •  



     

    Por obra del encadenado, la mirada de las niñas que cerraba la escena anterior se transforma en la mirada de Lydia.

     

    Pero la de ésta es una mirada que no se nos muestra, opaca, quizás abisal.

     

    La nueva escena comienza con un brillante y complejo plano que presenta un constante montaje interno.

     

    Y uno, por cierto, altamente expresivo.

     


    •Mitch: Would you like some mustard with that?


    •Melanie: No, thank you.

     

    Ven con que contumacia se impone el ciclo de la repetición.

     


     

    Pues ya están ahí otra vez, madre e hijo en torno a la mesa de comer.

     


    •Mitch: Would you like some mustard with that?

     

    Mitch ocupa, con toda comodidad, su papel como proveedor de alimentos, en una nueva manifestación de esa su incesante identificación materna.

     

    Basta, para confirmarlo, con comparar este plano con con aquel otro de la escena previa a la cena:

     


     

    Prácticamente la misma posición y actitud.

     


    •Melanie: No, thank you.

     

     

     

     


    Pajaros del amor / pájaros del alimento

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    Una poderosa modificación del plano tiene lugar ahora:

     


    •Cathy: Why didn’t Annie stay for dinner?

     

    a efectos del travelling de retroceso, ha entrado en cuadro la jaula de los pajaritos tanto como Cathy, a la vez que oímos los trinos de aquellos.

     

    La pregunta de Cathy va dirigida diretamente a su hermano, como señalando su culpa porque Annie no esté ahí como, en tales casos, sucede habitualmente.

     


    •Mitch: Said something about going home to take a call from her sister in the east.



    •(Chirping)

     

    El piar insistente de los pájaros parece desmentir la excusa improvisada por Mitch.

     

    Algo pasa, en todo caso, con los pajarios del amor, como bien percibe Cathy:

     


    •Cathy: What’s the matter with them?

     

    Pero Lydia se apresura a ocultarlos y silenciarlos, a la vez que niega toda diferencia entre ellos y el resto de los pájaros.

     


    •Lydia: What’s the matter with all the birds?


     

    Por lo demás, la tela con la que los tapa es blanca como lo era la de la venda que cubría los hojos de Cathy un instante antes del ataque.


     

    Permitanme que eleve esta diferencia al plano teórico.

     

    Sin duda, en el film, todos los pájaros tienen que ver con el sexo, tanto los ligados a la alimentación -los que atacan y muerden- como al objeto erótico -los pajaritos del amor.

     

    Pero existen entre unos y otros una diferencia esencial a la que Cathy se aferra tanto como Lydia la niega.

     

    Es la diferencia decisiva que separa al narcisismo primordial a la relación de objeto.

     

    En ambas se manifiesta la libido, pero en dos modalidades tan diferenciadas que Freud llegó incluso a hablar de dos libidos diferenciadas: la libido narcisista y la libido objetal.

     

    En mi opinión, por lo que se refiere el circuito de esa libido narcisista, del que participa la madre desde luego, pero no como objeto diferenciado, sino como imago primordial, no corresponde hablar de deseo.

     

    Pienso más oportuno limitar esta noción a allí donde propiamente puede hablarse objeto y de sujeto.

     

    Allí, en suma, donde el Edipo se ha manifestado.

     

    Les señalo esto porque, en lo que sigue, se asfixian totas las formas de deseo que han acompañado al espectador hasta aquí.

     

     


    Lydia, el plato de roast beef y el cuchillo brillante

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    •Cathy: Where did you want this coffee?


    •Mitch: Here on the table, honey.


    •Lydia: Hurry up with yours, Mitch.


    •Lydia: I’m sure Miss Daniels wants to be on her way.

     


     

    Lydia expresa sin reparo alguno su deseo de que Melanie se vaya lo antes posible.

     

    O más bien, enuncia una orden en ese sentido que es la prolongación directa del gesto por el que ha tapado y enmudecido a los pajaritos del amor.

     

    Ven la incomodidad con la que Mitch lo escucha, y ven como el oído de Melanie que lo ha escuchado igualmente entra justo entonces en cuadro.

     


     

    Ven también el contraste ente la satisfacción de Lydia ante la perspectiva de la desaparición de Melanie y la atención con la que Melanie la escucha, propia de quien se siente acechado.

     

    ¿No encuentran un no sé qué de ave de presa en Lydia en este momento?

     


    •Cathy: I think you ought to stay the night, Melanie.


     

    Y vemos de inmediato el desagrado con el que Lydia escucha las palabras de Cathy, quien expresa a Melanie directamente su deseo de que pase la noche en la casa, sin ni siquiera dirigirse a ella.

     

    En la mano izquierda de Lydia, el plato de roast beef.

     

    En la otra, un cuchillo brillante.

     


    •Cathy: We have an extra room upstairs and everything.


     

    Cathy insiste.

     

    Supongo que han observado como ese brillante

     


     

    cuchillo de Lydia

     


     

    se aproximaba a la cabeza de Melanie.

     


     

    Véanlo ahora, confundido con el plano de la comida, justo en el lugar…

     


     

    ¿En qué lugar?

     

    En el lugar donde manaba la sangre producida por el ataque de la gaviota:

     


     

    Como ven, una confirmación suplementaria de la esencial ligazón de la gaviota agresora con Lydia.

     


    •Mitch: That road can be a pretty bad one at night, too.


     

    Ven la diferencia entre Cathy y Mitch: entre el carácter de la primera y la pusilanimidad del segundo: pues Mitch no se atreve a contravenir las ordenes de su madre, sino que tan solo busca argumentos con los que sortearlas.

     


    •Melanie: If I go across to Santa Rosa, I’ll come out on the freeway much earlier, won’t I?

     

     

     

     


    Miradas hostiles entre mujeres semejantes

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    •Lydia: Yes, and the freeway is much quicker.



    •Mitch: But she’ll be hitting all the heavy traffic going back to San Francisco.

     

    Preciso dibujo de la tensión entre las dos mujeres:

     


     

    Quieres quedarte, maldita.

     


     

    Esa maldita

     


     

    quiere que me vaya.

     


     

    Melanie siente la agresión visual que recibe.

     


     

    se siente hostilizada y se manifiesta hostil.

     

    Y, finalmente, enfrente a Lydia con la mirada.

     


     

    No encuentro demasiado aventurado afirmar que el cruce de las miradas hostiles de ambas es el anuncio de un nuevo ataque de los pájaros que va a producirse dentro de un instante.

     

    Pero antes de eso debemos detenernos en la posición de Mitch frente a ellas.

     

    La de él y, claro está, la nuestra, la de los espectadores, en tanto el plano se conforma como semisubjetivo.

     

    Y henos aquí de nuevo confrontados a la notable semejanza entre ambas mujeres, sus vestidos, collares y peinados.

     

     


    Justo ahora

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    El caso es que, sin gran entusiasmo, se disponen todos a comer.

     

    Pero saben que no les veremos hacerlo, pues son las aves, los alimentos alados, los que se van a abalanzar sobre ellos de inmediato.

     

     


    •(Loud chirping)

    •Cathy: Just

     

    Justo ahora, como parece anunciar Cathy, aun cuando esta palabra, just, encadenada a la frase de la que forma parte, tenga el sentido de solo.

     


    •Cathy: listen to those lovebirds.

     

    Escucha a los pájaros del amor, dice Cathy.

     


     

    Qué interesante plano éste, y que intenso cambió se produce en él con solo una mínima transformación.

     

    La que va de aquí


     

    a aquí.

     


     

    Es una angulación típicamente hitchcockiana: un acentuado picado en gran primer plano que en principio responde a la voluntad de acusar como la implícita discusión sobre ella entre Mitch y su madre resuena en su cabeza.

     

    Pero que, con esa mínima transformación, anticipa la insólita imagen que comienza a configurarse ante ella.

     



    •Cathy: listen to those lovebirds.

     

    ¿Pero y si no son ellos?

     

    ¿Y si los pájaros del amor, como el filtro de Tristan e Isolda, puede convertirse en su contrario?

     

    Atiendan a como levanta los ojos Melanie cuando escuchamos la palabra lovebirds:

     


     

    Como si esa palabra le abriera los ojos.

     


    •Melanie: Mitch

     

    Plano subjetivo de Melanie: solo un pequeño pajarito.

     

    Pero uno que ciertamente no es del amor pues -aunque tiene su misma forma y tamaño-, es negro y no verde como aquellos.

     

    Es realmente notable la capacidad de Hitchcock para hacer de una forma diminuta y en principio amable como la de ese pajarito la manifestación de la amenaza extrema.

     


     

    La boca de Melanie se abre en gesto de asombro.

     

    Y entonces el caos, procedente del interior de esa negra chimenea, estalla en el interior de la casa:

     



     

     

     

     


    Una chimenea siniestra

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    Lo que sigue puede ser contemplado como la imaginería más apropiada del estallido de un brote psicótico. Claro está: de uno visto no desde el exterior, sino desde el interior mismo del psicótico.

     

    Pues como les dije, esa es la diferencia mayor entre Psicosis y Los pájaros.

     


     

    Todo comienza en la chimenea.

     


     

    de la que sale una turba de pájaros negros como el carbón que asemejan, como ya les anticipé, por tratarse de una chimenea, un fuego negro, siniestro.

     

    Uno que excluye todo calor -y todo color.

     

    ¿Y cómo no constatar que si la chimenea hubiera estado encendida -si un fuego acogedor latiera en el interior de ese hogar- a estos pájaros les sería imposible penetrar con su mensaje de horror?

     

    Imposible no retener aquí las resonancias simbólicas de la chimenea: por una parte, el calor doméstico y familiar; por otra, el fuego sexual.

     

    Y bien, en la misma medida en que la casa puede comparecer como símbolo de la mujer, su chimenea puede ser entendida como sus genitales.

     

    En todo caso, es el suyo, insistamos en ello, un fuego negro.

     

    Y en esa misma medida, nada ardiente, sino frío.

     


     

    El orden del grupo familiar se desintegra.

     


    •(Birds screeching)


    •Mitch: Cover your faces! Cover your eyes!

     

     

     

     

     


    Lydia tiene la cabeza a pájaros

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    Y las palabras de Mitch vienen a localizar el lado más siniestro de la escena: cubríos los rostros, cubríos los ojos.

     

    Resuena al fondo el grito del Coppelius de El hombre de arena reclamando los ojos de Nataniel.

     


     

    Si hace bien poco veíamos a Lydia cerrando ventana y cortinas para protegerse del exterior, Mitch debe ahora abrirlas para tratar de expulsar una locura que emana del interior.

     





     

    Pero parece ser en Lydia donde los pájaros prefieren concentrarse.

     


     

    Extraordinario plano.

     

    Imagínenlo sin pájaros:

     


     

    ¿No les parecería entonces la más expresiva imagen de alguien que sufre un ataque de locura? Para lo que, por lo demás, no es necesario prescindir de los pájaros, sino colocarlos en el interior de su cabeza.

     

    Pues una vieja expresión coloquial describe al loco como alguien que tiene la cabeza a pájaros, es decir, llena de pájaros que revolotean como estos, sin dirección alguna.

     

    Dicho de otra manera: en Los pájaros, por oposición a Psicosis, no es la realidad objetiva la que se nos muestra, sino esa otra realidad, o lo que queda de ella, en la que habita el psicótico. Su realidad psíquica.

     

     


    Nuevas figuras del encierro

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    De modo que hay que cegar la chimenea, como más tarde -les mostré ya esa imagen- se cegará la puerta.

     

    Y, así, el encierro en la casa Brenner comienza a hacerse absoluto.

     

    Por otra parte, y en diferente escala, ¿no corresponde esta imagen del cegamiento de la chimenea a la anterior de Lydia cubriendo los pajaritos del amor?


     

    La cosa es tan exactamente así que la tela que Mitch utiliza para tratar inútilmente de ahuyentar a los pájaros

     


     

    es la misma que la madre utilizó por tapar a los lovebirds:

     


     

    Les he señalado ya que los pájaros del amor, aun siendo pájaros, son pájaros opuestos a los pájaros que atacan, pues estos tienen el estatuto de alimentos persecutorios mientras que los otros son emblema del deseo propiamente dicho, dirigido a un objeto.

     

    Es este el momento, sin embargo, de retener lo que les une, en cuanto unos y otros son pájaros: unos y otros

    son manifestación de la pulsión, ambos tienen que ver con la sexualidad.

     

    Y bien,


     

    estos dos actos hacen serie con el primer acto de la escena:

     


     

    el gesto de Lydia de correr las cortinas.

     

    Comienza aquí uno de los hilos locos del film:

     

    Cubrir,

     


     

    tapar,

     


     

    cerrar, encerrarse, eslabones de una cadena que llegará a alcanzar una representación tan extrema como extremadamente agobiante:

     


     

    Porque, ¿no les parece que en cierto aspecto esta es la imagen más terrorífica de la película?

     


    Hogar, caos, locura

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    ¿Y qué me dicen de este hombre que agita inútilmente una tela en el interior de su cuarto de estar? ¿No dirían que también él se hubiera vuelto loco? Un loco que da vueltas por el interior del salón de su casa familiar, una casa que hace mucho tiempo debería ya haber abandonado.

     










     

    Melanie acude en socorro de la madre y la saca de allí.

     

    Pues incluso ella, como Mitch y Annie, se siente obligada a hacerse cargo de su angustia.

     







     

    También Mitch logra salir de allí.

     

    De allí, digo, ¿de dónde?

     

    Del hogar familiar, convertido el el núcleo de un caos insoportable.

     

    Pues bien, ¿no les parece que eso da todo su sentido a aquella pregunta de Melanie -la Melanie abandonada a los 11 años- sobre la que les llamé la atención el otro día?

     


    •Melanie: You mean it’s better to be ditched?

     

    Como les decía, esa pregunta venía a introducir esa misma posibilidad: la de que alguien prefiriera ser abandonado a tener que salir huyendo del hogar familiar.

     




     

    Y así éste queda vacío.

     

    Vacío pero convertido en el espacio caótico de los pájaros.

     

    Un nuevo plano vacío, nuevamente asociado a los pájaros y su vuelo, pero esta vez uno interior, el de ese espacio doméstico donde, después de todo, se encuentra su origen de la locura que preside el film.

     

    Es uno radicalmente vacío, pues está totalmente vacío de sentido.

     

    Pero no vacío de comida, pues no solo están las aves revoloteando por todas partes, sino que en la mesa baja que se encuentra en primer término, siempre intocado, el plato de roast beef frío.

     

     

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    28. La tercera vez y el tercero que falta


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-11 (2) Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • Encerrados bajo la atenta vigilancia de la tarta
  • El lugar canónico del héroe el relato clásico
  • La tercera vez y la interrogación de las mujeres
  • No hay tercero capaz de contener la furia loca de la madre
  • Retorna la comida que aguarda
  • El velo ha sido arrancado de la mirada de las niñas
     

     

     

     

     

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    Encerrados bajo la atenta vigilancia de la tarta


  •  

    Y ahora, volvamos aquí:

     


     

    Podemos decir que el niño corre a esconderse debajo de la mesa de la tarta.

     

    Pero podemos decir también que el niño es absorbido por esa mesa y esa tarta. Pues esconderse bajo la mesa es la manera más directa de quedar sometido al reino del alimento.

     

    A propósito de este plano,

     


     

    el otro día no entendí bien a Lorenzo

     


     

    cuando hablaba de caos

     


     

    en su zona derecha.

     


     

     

    Solo más tarde me di cuenta de que se refería

     


     

    a las formas visuales de los niños y las aves en su movimiento.

     


     

    Es, ciertamente, un movimiento caótico que contrasta vivamente, en su extremo dinamismo, -y la -, con el estatismo absoluto de la mesa, por lo demás objeto de una fotografía hiperdefinida.

     

    Formas borrosas e inestables, entonces, frente a otras absolutamente definidas.

     

    Observen, a este propósito, el recipiente del ponche o la tarta misma: imágenes hiperdefinidas que permiten reconocer la delgada asa del cazo de servir el ponche o leer birthday Cathy escrito sobre la tarta.

     

    ¿Y qué me dicen de las velas? La cosa es ciertamente notable: están todas ahí, las 11, pero una se haya caída, tumbada sobre la tarta.

     

    ¿Cómo encontrar una confirmación más precisa de lo que les decía el último día?

     

     

    Me refiero a ese estallido psíquico que es también una congelación del tiempo psíquico en los 10 años, dada la imposibilidad de encender las velas del once cumpleaños.

     

    Y debe reconocerse el rigor del film a este propósito, pues más tarde,

     


     

    cuando vemos a todos refugiarse en la casa, la tarta seguirá presentando tan solo 10 velas en pie.

     

    Pero volvamos aquí:

     


     

    Atendamos al final del plano:

     


     

    Notable: una gaviota ha chocado con la mesa de modo que algunos vasos se han caído y se ha derramado el ponche de uno de ellos.

     

    La pregunta es: ¿se acusa ese desorden en los ulteriores planos de esa mesa?

     



     

    Ciertamente no: la mesa reaparece perfectamente ordenada.

     

    No hay ningún vaso caído.

     

    Pero un notable cambio se ha producido en ella: ahora todos los vasos están ahora bocabajo

     


     

    De modo que la fiesta ha terminado, sin haber llegado a comenzar realmente.

     

    Nadie ha bebido ni comido.

     

    Pues, como les vengo diciendo, en esta película no se ve a ningún ser humano comer.

     

    Solo sólo las aves las que lo hacen.

     

    Y así todos, pero sobre todo Cathy y lo otros niños, quedan ahí encerrados,

     


     

    en la casa de Lydia, bajo la atenta vigilancia de la tarta.

     

     


    El lugar canónico del héroe el relato clásico

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    La casa está ahora llena de mujeres.

     

    Y, con ellas todos, los niños.

     


     

    Cathy se encuentra abrazada a Lydia, asida por las manos de ésta.

     



    •Lydia: Have they gone, Mitch?

     

    Y ante la puerta, en su justo puesto de guardián del espacio interior -como tantas veces lo formulara el cine clásico hollywoodiano-, el varón.

     

    Tras él, las cuatro protagonistas del film.

     

    Ocupando pues el lugar canónico del héroe el relato clásico: el del guardián de la puerta que se abre al espacio interior.

     

    Tras él, en principio bajo su protección, aterrorizadas, las cuatro mujeres que protagonizan el film.

     

    Luego la cámara avanza para centrarse en Annie y Melanie, mientras las otras se retiran al interior.

     


    •Mitch: I think so.


    •Lydia: Is anyone hurt?

     

     

     


    La tercera vez y la interrogación de las mujeres

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    •Woman: Jenny got a scratch down her cheek, but it’s nothing.


    •Annie: That makes three times.

     

    Esto hace la tercera vez, dice Annie.

     

    Y diríase, por la dureza de sus respectivas miradas, que cada una echara a la otra la culpa de lo sucedido.

     


     

    Tres veces.

     

    La primera fue el ataque de la gaviota a Melanie.

     


     

    La segunda, la gaviota que se rompió el cuello chocando con la puerta de Annie.

     


     

    Y ésta es la tercera, que comienza con el ataque a Cathy,

     


     

    pero que se convierte en seguida en un ataque a todos los niños de once años.

     


     

    Pero hay otra serie en relación directa con ésta: la de esa interrogación que Melanie y Annie comparten cada vez más estrechamente: se manifiesta, por primera vez, en el porche de Annie cuando ambas se preguntaban por la emigración de las aves.

     


     

    Prosigue, luego, ante la puerta de Annie abierta a la noche, cuando la gaviota chocó con ella.

     


     

    Y así llegamos a ésta, que es ya la tercera.

     


     

    Como ven,

     


     

    es una interrogación compartida

     


     

    que retorna tanto como

     


     

    se intensifica.

     

    Y bien, podemos poner en relación ambas series:

     




     

     

    Y observen que ambas series se sitúan totalmente en el ámbito de lo femenino.

     

    Es pues el dibujo de la pregunta tal y como se formula en el interior femenino.

     

    Por otra parte, las tres veces que ahora Annie confirma

     


    •Annie: That makes three times.


     

    Corresponden bien a la cuenta atrás de la propia Annie al comienzo de la secuencia:

     


    •Annie: All right. Here we go. One…


     


    •Annie: Two…


    •Annie: Three…


     


    •Annie: That makes three times.

     

     

    Y por si esas presencias de la cifra tres fueran demasiado pocas, aparece, de inmediato, una tercera: pues a continuación Melanie recuenta las tres irrupciones de los pájaros.

     



    •Melanie: Mitch, this isn’t usual, is it?


    •Melanie: The gull when I was in the boat yesterday,

     

     

     

     

     


    No hay tercero capaz de contener la furia loca de la madre

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    •Melanie: the one at Annie’s last night, and now…


    •Mitch: Last night? What do you mean?


    •Melanie: A gull smashed into Annie’s front door.

     

    De modo que hay una saturación masiva de la presencia de la cifra tres: tres veces tres.

     

    Pero ese tres que así retorna tan insistentemente en esta secuencia designa el lugar tanto como constata la ausencia de la llegada de ese héroe capaz de hacer frente a la amenaza -ese héroe que constituyera el rasgo más característico del relato clásico.

     

    Ya saben hasta qué punto eso incomodó al guionista de la película.

     

    Para nada comparece aquí ese héroe de la palabra que Melanie creyó ver en Mitch en San Francisco, y del que ahora reclama que se haga cargo de su angustia:

     


    •Melanie: Mitch, what’s happening?




    •Mitch: I don’t know.

     

    Pero, como ven, Mitch carece de respuesta.

     

    Se lo he dicho muchas veces, no hay héroe en este relato.

     

    No hay tercero capaz de contener la furia loca de la madre.

     

    El vacío en el campo de la palabra se hace, así, cada vez más intenso, hasta que llegue el momento del enmudecimiento total.

     

     

     

     


    Retorna la comida que aguarda

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    Por lo demás, ya saben: es la madre la que habla por boca de Mitch:

     


    •Mitch: Do you have to go back to Annie’s?


    •Melanie: No. I have my things in the car.


    •Mitch: Stay and have something to eat before you start back. I’d feel a lot better.


     

    De nuevo, cerrando ahora todo el bloque de la fiesta, retorna, como en su mismo comienzo, la comida pendiente que aguarda:

     


    •Mitch: Well, actually, I’m trying to get you to stay for dinner.


    •Mitch: A lot of roast beef left over.

     

     

    Ese roast beef cada vez más frío.

     


     

    La cámara, entonces, se aproxima hacia dos niñas que se asoman entre la pareja:

     


     

    Una vez más, la interrogación.

     

     

     


    El velo ha sido arrancado de la mirada de las niñas

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    Y, una vez más, articulada en femenino.

     

    Pero esta vez en forma de una pura angustia ante los poderes amenazantes del cielo.

     

    Se darán cuenta de que este plano


     

    Es la réplica final a aquel otro de Cathy,

     


     

    con sus ingenuos ojos tapados por un pañuelo blanco, solo un instante antes de que el ataque se desencadenara.

     

    De una manera demasiado violenta, demasiado traumática, el velo ha sido arrancado de la mirada de las niñas.

     

    Imposible salir de casa.

     

    Es decir: imposible separarse de la madre.

     

    Lo impide el pánico a un mundo exterior que es la prolongación de la presencia de aquella, dada la ausencia de ese tercero, el padre, que capaz de operar como representante de un mundo exterior de ella separado.

     

    De modo que el film, a estas alturas de su devenir, dibuja un escenario intensamente fóbico.

     

    Y por cierto que alguna vez el propio Hitchcock confesó el temor que él mismo sentía hacia las aves.

     

     

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    27. La instancia que observa desde el exterior


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-11 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

     

  • Magritte
  • formaciones delirantes y alucinaciones
  • Psicosis
  • La descomposición de la personalidad psíquica
  • El delirio de ser observado
  • la instancia que observa desde el exterior en Los pájaros
     

     

     

     

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    Magritte


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    A propósito de la escena del ataque en la fiesta infantil les hablaba de Magritte, pero luego he pensado que, en ausencia de imágenes, eso resultaba muy abstracto.

     

    De modo que recuerden:

     


    René Magritte: (1938) La memoria

     

    Esta imagen basta, desde luego, para poner en relación Los pájaros con Magritte.

     

    Pero hay muchas otras.

     

    Por ejemplo:

     


    René Magritte (1939) The present

     

    Magritte es especialmente sensible a lo que de ave, es decir,

     


    René Magritte (1948) Prince Charming


     

    de pulsional,

     


    René Magritte: (1963) la grande famille

     

    hay en el hombre.

     


    René Magritte (1964) Man in a Bowler Hat

     

    con la mujer. Y está también el asunto de la relación del ave

     


    René Magritte: (1946) La magie noire

     

    Todo parece indicar que en esta disociación de frialdad -en la parte superior- y de ardor -en la inferior de la figura- tuvo que verse retratado Hitchcock.

     

    «creo que las mujeres más interesantes, sexualmente hablando, son las mujeres británicas. Creo que las mujeres inglesas, las suecas, las alemanas del Norte y las escandinavas son más interesantes que las latinas, las italianas o las francesas. El sexo no debe ostentarse. Una muchacha inglesa, con su aspecto de institutriz, es capaz de montar en un taxi con usted y, ante su sorpresa, desabrocharle la bragueta.»

    [Hitchcock, Alfred; Truffaut, François: (1966) El cine según Hitchcock, Alianza Editorial, 1974.]

     

    Pero, sobre todo, esta:

     


    René Magritte: (1927) Placer

     

    Impresionante, ¿no les parece? La relación oral más primara, caníbal, con el alimento.

     

    Es la niña la que devora al pájaro, pero las aves que la rodean podrían también devorarla a ella en cualquier momento.

     

    Y observen el estado de extrema melancolía del rostro adulto de esa niña.

     

    No es lejano del del cuadro de la joven del salón de Annie.

     

     


    formaciones delirantes y alucinaciones

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    «(…) en tantas formas y casos de psicosis los espejismos del recuerdo, las formaciones delirantes y alucinaciones presentan un carácter penosísimo y van unidas a un desarrollo de angustia (…)»

    [Sigmund Freud: (1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 196.]

     

    ¿No les parece que son estas palabras apropiadas para iniciar la sesión de hoy?

     

    Pues podríamos decir que

     


     

    las formaciones delirantes y las alucinaciones invaden el film,

     


     

    presentando un carácter penosísimo

     


     

    y unidas a la más intensa angustia.

     

    Eso ha empezado ya y, en lo que sigue, no va a cesar de intensificarse.

     

    Es una pena que contemos solo con un cuatrimestre -por más que la pasión eufemística del progresismo contemporáneo se empeñe en llamarle semestre- para poder desplegar toda su potencia de expansión.

     

     


    Psicosis

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    No sé si alguno de ustedes piensa que la inmersión en el análisis del film nos aleja del psicoanálisis.

     

    Hoy toca mostrarles por qué no es el caso.

     

    Escuchen la segunda cita de Freud que les he escogido para hoy:



     

    «Hace poco tiempo indiqué como uno de los rasgos diferenciales entre neurosis y psicosis que en la primera el yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del ello (vida pulsional), mientras que en la psicosis ese mismo yo, al servicio del ello, se retira de un fragmento de la realidad [Realitat, «contenido objetivo»]. Por lo tanto, lo decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia del influjo objetivo [Realeinflusses], y para la psicosis, la hiperpotencia del ello.»

    [(1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 193]

     

    ¿Se dan cuenta de lo que, en opinión de Freud, diferencia esencialmente las neurosis de las psicosis? En la neurosis, la realidad se impone en el yo contra el ello. En la psicosis, el ello se impone en el yo contra la realidad.

     

    Y bien, digámoslo de paso, eso eso lo que sucede en los pájaros.

     

    El ello, en forma de pájaros, arrasa la realidad.

     

    Ahora bien, Como ven, la diferencia entre neurosis y psicosis se establece utilizando los tres mismos conceptos –Yo, Ello y Realidad- pero modificando sus relaciones.

     

    Podríamos esquematizarlo así:

     

    Neurosis: yo + realidad ello

    Psicosis: yo + ello realidad

     

    Ahora bien, les llamo la atención sobre el diferente estatus de los tres conceptos escogidos.

     

    Dos de ellos corresponden a dos instancias psíquicas: el yo y el ello.

     

    Pero, ¿qué sucede con la realidad? Es decir: ¿cómo se materializa la fuera de la realidad para convertirse en aliado del yo contra el ello?

     

    Pues bien, sucede que los agentes de esa realidad son los padres, hasta que se construye en el niño esa instancia psíquica que es el superyó.

     

    Aunque esto pueda extrañarles, aunque les parezca inaudito a muchos psicoanalistas, debe decirles que me atengo estrictamente a la letra de Freud -y a una letra freudiana tan tardía como 1932:

     

    «Volvamos al superyó. Le hemos adjudicado la observación de sí, la conciencia moral y la función de ideal. De nuestras puntualizaciones sobre su génesis se desprende que tiene por premisas un hecho biológico de importancia sin igual y un hecho psicológico ineluctable; la prolongada dependencia de la criatura humana de sus progenitores, y el complejo de Edipo; a su vez, ambos hechos se enlazan estrechamente entre sí.»

    [Sigmund Freud: (1932 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 62

     

    Como ven, un hecho biológico de importancia sin igual determina la importancia de los padres en el acceso normalizado del niño a la realidad:

     

    la prolongada dependencia de la criatura humana de sus progenitores, que determina que dependa de estos la supervivencia misma del niño.

     

    Tal es el punto de partida de la configuración del superyó, que por eso se constituye simultáneamente en el fundamento del principio de realidad y en la instancia encargada de la represión, las dos condiciones que determinan el sometimiento del ello.

     

    Véanlo

     

    «A lo reprimido tenemos que atribuirle más bien una intensa pulsión aflorante, un esfuerzo por penetrar en la conciencia. La resistencia sólo puede ser una exteriorización del yo que en su tiempo llevó a cabo la represión y ahora quiere mantenerla. Desde siempre lo hemos concebido así. Puesto que suponemos en el yo una instancia particular que subroga los reclamos de limitación y rechazo, el superyó, podemos afirmar que la represión es la obra de ese superyó, el mismo la lleva a cabo, o lo hace por encargo suyo el yo que le obedece.»

    [Sigmund Freud: (1932) 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 64.]

     

    Aquí lo tienen: escrito con todas sus letras: la represión es la obra de ese superyó.

     

     

     


    La descomposición de la personalidad psíquica

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    Supongo que se habrán dado cuenta de que las dos últimas citas que acaba de presentarles proceden del texto de Freud que, a principio de curso, les invité a leer: la 31ª de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis: La descomposición de la personalidad psíquica.

     

    Les decía entonces que el título de este trabajo parecía nombrar lo que sucede en Los pájaros: una descomposición de la personalidad psíquica propia de la psicosis.

     

    Pues lo que sucede en la psicosis es, propiamente, eso: una desintegración de la personalidad psíquica.

     

    Es necesario añadir, para que no se desorienten con el texto, que Freud utiliza la palabra descomposición presente en su título de manera ambivalente, pues la emplea tanto para nombrar el proceso de desintegración psicótica como el poceso de análisis la personalidad psíquica.

     

    Y es por cierto este el sentido que va a dominar en el texto cuya parte central se ocupa de analizar la personalidad psíquica, el aparato psíquico, en los tres sistemas que lo conforman: Ello, Yo, Superyó.

     

    Lo que hace de este texto una excelente introducción a la segunda teoría del aparato psíquico -la segunda tópica, como se la suele denominar.

     

    En cualquier caso, sucede que existe una estrecha relación entre lo uno y lo otro, como se manifiesta en el siguiente párrafo de ese mismo texto:

     

    «Si arrojamos un cristal al suelo se hace añicos, pero no caprichosamente, sino que se fragmenta siguiendo líneas de escisión cuyo deslinde, aunque invisible, estaba comandado ya por la estructura del cristal. Unas tales estructuras desgarradas y hechas añicos son también los enfermos mentales. Tampoco nosotros podemos denegarles algo del horror reverencial que los pueblos antiguos testimoniaban a los locos. Ellos se han extrañado de la realidad exterior, pero justamente por eso saben más de la realidad interior, psíquica, y pueden revelarnos muchas cosas que de otra manera nos resultarían inaccesibles.»

    [Sigmund Freud: (1932 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 54-55.]

     

    Como ven, el párrafo comienza hablando de desintegración en vez de análisis.

     

    A la vez que señala la utilidad de ese proceso de desintegración para facilitar la comprensión y el análisis del aparato psíquico.

     

    Y se dan cuenta de que aquí el cristal aparece como la metáfora de la personalidad psíquica, que se manifiesta desintegrada –desgarrada y hecha añicos– en la psicosis.

     

    De modo que si el texto va a versar sobre el análisis del aparato psíquico, ello se encuentra en relación directa con el hecho de que la desintegración propia de la psicosis ofrece una luz especial para la comprensión de esa composición.

     

    Así, sucede que, si el aparato psíquico se hace añicos, no se hace añicos de cualquier manera, sino que se fragmenta siguiendo líneas de escisión cuyo deslinde,
    aunque invisible,
    estaba determinado ya por la estructura del aparato psíquico mismo.

     

    Y observen, de paso, que, contra la opción lacaniana de hablar de la psicosis como una estructura psíquica, Freud, por el contrario, habla de descomposición, es decir, de desintegración y, por tanto, de ausencia de estructura.

    En todo caso, ¿cuáles son las líneas de escisión del cristal fragmentado?

     

    Freud responde introduciendo la temática del delirio de ser observado.

     

     


    El delirio de ser observado

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    «De un grupo de estos enfermos decimos que padecen el delirio de ser observados. Se nos quejan de que sin cesar, y hasta en su obrar más íntimo, son fastidiados por la observación de unos poderes desconocidos, aunque probablemente se trata de personas; y por vía alucinatoria oyen cómo esas personas anuncian los resultados de su observación: «Ahora va a decir eso, se viste para salir, etc.». Esa observación no es por cierto idéntica a una persecución, pero no está muy lejos de esta; presupone que se desconfía de ellos, que se espera sorprenderlos en acciones prohibidas por las que deben ser castigados. ¿Qué tal si estos locos tuvieran razón, si en todos nosotros estuviera presente dentro del yo una instancia así, que observa y amenaza con castigos, con la sola diferencia de que en ellos se habría separado más tajantemente del yo y desplazado de manera errónea a la realidad exterior?»

    [Sigmund Freud (1932) 31ª conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, p. 55.]

     

    Y bien, esa instancia que así se manifiesta en la psicosis como una que observa, enjuicia y castiga es el superyó: el superyó, del que Freud dice que es una instancia situada en el interior del yo.

     

    Solo que, por tratarse de la psicosis, eso superyó aparece desplazado de su lugar natural y, así, erróneamente localizado en la realidad exterior.

     

     

     


    la instancia que observa desde el exterior en Los pájaros

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    Y bien, esa instancia que observa y vigila desde el exterior está en Los pájaros.

     


     

    Eso trataba de sugerirles cuando les decía que la cámara se quedaba arriba para desde allí mostrar a los personajes en su descenso.

     


    •Annie: All right. Here we go. One…



     

    Observen que las sombras en la parte inferior de la imagen, en primer término, vienen a subrayar, a hacer más visible esa posición de cámara en lo alto de la colina.

     

    De hecho, cuando ascendían la colina, la cámara les contemplaba ya desde arriba:

     




     

    Una posición de cámara no idéntica a ésta, pero sí bastante semejante será empleada dos veces más.

     

    Vean la primera:

     


     

    Y la segunda:

     



     

    Observen que en ambas imágenes la mesa de la tarta se encuentra en el centro del plano, de modo que esa instancia que observa pone la comida en el centro de su foco.

     

    Y les recuerdo que la cosa no concluye aquí.

     

    Todo lo contrario, llegará a su apoteosis mucho más tarde:

     


     

    en forma de plano subjetivo de los pájaros.

     

    ¿Quiere esto decir que hay superyó en la psicosis? En rigor no, y ello por una cuestión topológica: porque lo que está en el fundamento de esa instancia no aparece en su lugar, es decir, en el interior del yo como una instancia separada, sino desplazado, ubicado en la realidad exterior.

     

    ¿Qué es lo que está en el fundamento de esa instancia? Sin duda, las figuras paternas.

     

    Y bien, estás están desde luego presentes en Los pájaros, en forma de esas aves que son los alimentos persecutorios de la madre.

     

    Está, pues, presente la madre como una potencia.

     

    Y por cierto que como una potencia omnipotente.

     

    Pero no hay en rigor superyó porque esa potencia no ha sido incorporada al yo, no ha tenido lugar la identificación fundadora del superyó.

     

    ¿Cómo puedo decir esto, si no paramos de encontrar manifestaciones de identificación de todo tipo a lo largo del film?

     

    Porque la que funda el superyó no es cualquier identificación. Es una identificación con la figura tercera en tanto encarnación de la ley.

     

    Dos cosas estas -figura tercera y encarnación de la ley- esencialmente ligadas: solo en calidad de tercero, el padre puede ser portador de la ley, pues se trata de una ley que prohíbe al objeto materno.

     

    Y bien, ya hemos visto como ese tercero paterno no encuentra lugar en Los pájaros.

     

    No hay pues, propiamente, acceso a la realidad, sino relación de ello a ello entre la madre y el niño.

     

    Creo que, a la luz de este texto de 1932, podemos corregir el enunciado de 1924:

    «Hace poco tiempo indiqué como uno de los rasgos diferenciales entre neurosis y psicosis que en la primera el yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del ello (vida pulsional), mientras que en la psicosis ese mismo yo, al servicio del ello, se retira de un fragmento de la realidad [Realitat, «contenido objetivo»]. Por lo tanto, lo decisivo para la neurosis sería la hiperpotencia del influjo objetivo [Realeinflusses], y para la psicosis, la hiperpotencia del ello.»

    [(1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis, p. 193]

     

    Pues no se trata tanto de la exclusión de un fragmento de la realidad, sino, más bien, de una falla en la construcción de la realidad misma.

     

    Pues el fragmento excluido es el padre en tanto agente de la castración, es decir, en tanto ejecutor de la ley que separa al niño de la madre constituyéndoles en sujetos separados.

     

     

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    26. Ataque


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-04 (3)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • La cuenta atrás
  • El punto de vista de Annie – melodrama
  • Imágenes surrealistas para un arcaico sacrificio ritual
  • La mirada de Lydia
  • La tarta y Cathy
  • Un ave toca a una virgen
  • Un horror que procede del cielo
  • El mejor escondite
  • Niñas con cabezas de ave
  • Una tarta intocable
  • El horno opaco de la angustia
     

     

     

     

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    La cuenta atrás


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    Melanie y Mitch inician su descenso, pero la cámara no les acompaña.

     

    Por el contrario,

     


     

    deja que el plano se vacíe para luego mostrarles,

     


     

    ya avanzado su descenso, desde lo alto de la colina.

     

    Es decir, permanece en un lugar donde patentemente ya no hay nadie salvo la misma cámara y, quizás, alguna gaviota que haya podido posarse allí.

     

    No hay duda de que el ataque va a desencadenarse desde lo alto.

     



    •Annie: All right. Here we go. One…

     

    Annie ha comenzado una cuenta hasta tres.

     

    Precedida de un de acuerdo, aquí vamos, uno…

     

    que por su posición puede ser escuchado como una llamada al comienzo de la acción tanto de los niños como de los pájaros.

     


     

    Atiendan al plano que sigue: es de una admirable complejidad:

     



    •Annie: Two…


    •Annie: Three…



    •Annie: There you go.



     

    Y de un no menos admirable sentido dramático del tempo visual.

     


     

    El comienzo del plano muestra a la pareja descendiendo, pero de inmediato les deja atrás para avanzar sola, trazando por anticipado el que ha de ser el trayecto de su descenso.

     



    •Annie: Two…



    •Annie: Three…



     

    Y se detiene aquí.

     

    De modo que la panorámica que comienza con la imagen de Mitch y Melanie descendiendo de la colina


     

    concluye con la de Annie contemplando su descenso.

     


     

     

     

     


    El punto de vista de Annie – melodrama

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    Lo que proyecta, sobre lo anterior del plano, la presencia latente del punto de vista de Annie.

     

    Ella estaba ya mirándoles desde antes.

     

    Sin embargo, el ángulo de la cámara es perpendicular a la línea que traza esa mirada:

     


    •Annie: Two…


     

    Así, el dos de la cuenta hasta tres que Annie ha iniciado se escucha a mitad de camino de ese abismo que separa a Annie de su deseo.

     

    Esplendor, se dan cuenta, del melodrama: la panorámica recorre el vacío de la herida de Annie.

     


     

    Incluidos los hijos que no va a tener, y la barbacoa familiar en la que no va a llegar a cocinar.

     


    •Annie: Three…


     

    La panorámica concluye cuando alcanza al rostro de Annie y hace visible la intensidad de su mirada, a la vez dolorida y violenta.

     

    Lo que nos desplaza del melodrama al drama: pues hay tanto dolor como odio en su mirada.

     

     


    Imágenes surrealistas para un arcaico sacrificio ritual

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    Como ya les he anticipado, la cuenta de Annie que ha de dar comienzo a un juego infantil se constituye a la vez en la cuenta atrás que precede al desencadenamiento del ataque de los pájaros.

     

    Y, así, el juego de los niños va a ser sustituido por el brutal juego de los pájaros.

     

    Su primera carga energética procederá entonces de la intensidad del odio desesperado que anida en la mirada de Annie.

     

    Lo que hace de ella, en su desesperación trágica, esa Isolda de las Manos Blancas que ve llegada la hora de su venganza.

     

    ¿Y qué decir de Cathy con sus ojos vendados? Yo diría, en primer lugar, que Alfred Hitchcock me parece uno de los grandes creadores de imágenes surrealistas del siglo XX.

     

    Así ésta, que en cierto modo presenta los dos extremos de la dialéctica de la mirada.

     

    La mirada de la niña inocente, con los ojos vendados -que no ve nada todavía-, y la mirada de la mujer adulta con los ojos bien abiertos, que lo ve todo y que, en esa misma medida, odia intensamente.

     

    Todo ello rodeado por esos globos de vivos colores del fondo.

     

    Por otra parte, la imagen de Cathy con los ojos vendados no puede evitar suscitar en nosotros la representación canónica de la justicia.

     

    Es obligado anotarlo porque es la violencia más injusta, inmotivada y absurda, la que va a desencadenarse sobre ella.

     

    Pero volvamos a Annie.

     

    Si es su cuenta la que anuncia el ataque,

     



    •Annie: There you go.

     

    su gesto de empujar a la niña hacia adelante tiene algo de arcaico sacrificio ritual de iniciación.

     

    Llama también la atención la divergencia entre la dirección de la mirada de Annie y aquella otra hacia la que empuja a Cathy sin mirar hacia allí.

     

    Como si en su ensimismamiento se descuidara totalmente de la niña.

     



     

     


    La mirada de Lydia

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    Desamada, despechada, retira su mirada hacia los niños y entonces percibe la presencia de Lydia tras ella.

     


     

    Pero han notado el intenso giro que da su cuerpo al percibirla, la nueva rigidez que adquiere, y que no deja de manifestar un cierto sobresalto.

     

    Lydia, sin embargo, la ignora.

     

    Su mirada está fija en la pareja que desciende.

     

    Pero, a diferencia de la de Annie de hace un momento, carece del menor atisbo de emoción. Es fría, concentrada y calculadora.

     

    El plano concluye pues conformado de nuevo como semisubjetivo, reintroduciendo el punto de vista de Annie nuevamente con el fin de mostrarnos a través de él la presencia de Lydia y su propia mirada.

     

    Así, con Annie, vemos en Lydia la potencia amenazante que ella misma ve a Lydia.

     

    Y la madre aparece en su condición, una vez más, nutricia: con la gran tarta fundida con su cuerpo.

     

    Ni que decir tiene que la gravedad oscura de su mirada contrasta con los globos que la rodean.

     


     

    Aquí la tienen, portadora de una tarta que contiene -pueden contarlas- exactamente once velas.

     

    Y mirando con hostil irritación hacia la pareja que desciende de la colina.

     

     


    La tarta y Cathy

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    Así, la tarta cobra su autonomía y deposita su cifra: la cifra de la explosión y de la ira.

     

    O quizás la cifra en la que todo debe detenerse.

     

    O, todavía, lo uno y lo otro: pues todo puede detenerse por la vía de un estallido final.

     

    Es notable, por otra parte, cierta semejanza latente entre los planos de Lydia y de


     

    Annie.

     


     

    Las miradas de ambas coinciden en su gesto de rechazo.

     

    Pero, además, una cierta equivalencia se deja reconocer en lo que una y otra sostienen en sus manos: arriba la tarta con las once velas y, abajo, la niña con los ojos vendados.

     

    Las velas todavía sin encender son blancas como la venda que cubre los ojos de Cathy, a la vez que son de un suave naranja pálido tanto la tarta como el vestido de la niña.

     

    Ambas imágenes hablan, pues, de la inocencia un instante antes de ser perdida.

     

    Y en ambas, a la vez, esa inocencia aparece rodeada por la locura de las mujeres que las asen con sus manos -la una a la tarta y la otra a la niña- y entre las que se descubre un preciso fondo de identificación.

     



     

    Pero la función de bisagra de la mirada de Annie no concluye aquí.

     

    Tras haber conducido nuestra mirada desde la pareja a la madre, la conduce ahora hacia las gaviotas que atacan.

     


    •Boy: Look! Look!

     

    El grito de un niño –¡Mirad! ¡Mirad!-, grito que en cierto modo nombra, en su exclamación, las dos miradas que acabamos de anotar- conduce ahora la mirada de Annie desde Lydia hacia el cielo.

     



     

    Es éste ahora un plano subjetivo de Annie que contempla a la gaviota que se dispone a atacar a Cathy.

     

    De modo que la mirada de Annie que hace solo un instante se dirigía hacia la madre se dirige ahora hacia la gaviota.

     

    Podemos sintetizar así lo que llevamos de escena: porque ellos -Melannie y Mitch- se juntan, Annie y Lydia les miran con odio y las gaviotas atacan.

     

    Así pues, esa exclamación –¡Mirad! ¡Mirad!- señala en todas las direcciones:

     

    Mirad a esa escandalosa pareja que desciende la colina,

     



     

    mirad a las mujeres que la miran

     


     

    y mirad a esos pájaros que parecen convocados por sus miradas.

     


     

     

     

     


    Un ave toca a una virgen

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    Y no conviene perder de vista que la violencia que va a desencadenarse ahora viene a ocupar el lugar del encuentro amoroso que -por obra de la presencia de la madre- no ha tenido lugar en la colina.

     

    Va a desencadenarse, en primer lugar, sobre el único personaje, Cathy, que se encuentra fuera del circuito de la mirada.

     


     

    La sorpresa llega así para Cathy: en lugar del amor aguardado -por ella misma tanto como por Melanie- habrá de ser un odio cósmico -pues procedente del cielo- el que ha de ocupar su lugar.

     

    Son solo niñas de su misma edad la rodean un instante antes de que un ave gris descienda del cielo para tocarla.

     


     

    Es decir: para tocar a una virgen.

     

    Pero, ya saben, no la toca con una palabra capaz de dejarla embarazada, sino con un mordisco en su misma cabeza.

     

    El mordisco de la locura.

     

    Pues, en este escenario de pesadilla, la comida vuela y muerde.

     

    Les hablo de pesadilla y en tal contexto es posible considerar la idea de que el film entero haya sido hecho con el fin de dar forma, -y así conjurar- una determinada pesadilla.

     



    •Cathy: Hey!



    •Cathy: No touching allowed!

     

     

     

     


    Un horror que procede del cielo

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    Desde el cielo más azul, límpido y luminoso, se desencadena entonces un furioso ataque contra todos los niños que de once años.

     



    •Cathy: Hey! No touching allowed!



    •(Squawking)


    •(Squawking)


    •Annie: Oh!



    •(Birds squawking)




    •(Children screaming)

     

    El pánico a cielo descubierto, en el más radiante y luminoso de los días.

     




     

    Lydia mira al cielo con angustia, como reconociendo la agresión que desde allí se desencadena.

     


     

    Los alegres globos de la fiesta infantil

     


    •(Loud pop)

     

    estallan uno tras otro bajo la acometida de los picos de los pájaros.

     

    Y, en cierto modo, parecen estallar en la cabeza misma de la madre.

     


     

    Como si fuera su cabeza la que estuviera estallando ahora.

     

     



     

    Colores siempre vivos y saturados.

     

    El intenso verde del césped y el azul del más despejado y límpido de los cielos configuran el vivo fondo de una insólita secuencia de horror en la que todos los colores, siempre intensamente planos y saturados, van a encontrar su lugar.

     

    Se suceden los gestos desconcertados por cuanto a sus portadores les parece imposible que el horror pueda proceder de allí, del cielo, del lugar mismo de donde procede la luz.

     

    De ahí donde, en la tradición mitológica de Occidente, se localiza el origen fundador del sentido.

     

    Tal es lo que proclaman los rostros de todos: no puede ser.

     

    Y, sin embargo, es.

     

    El mundo parece haber comenzado a desintegrarse a los once años.

     


     

    Y qué me dicen de este particular

     


     

    Lacoonte…

     



     

    Ven el grado de saturación cromática que alcanza la escena.

     

    Los colores más vivos y luminosos para una escena de pesadilla.

     

     


    El mejor escondite

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    Y ahora una pregunta difícil.

     

    Díganme, ante una violencia desatada como ésta, ¿cuál podría ser el mejor lugar donde esconderse?

     


     

    Este niño lo sabe.

     



     

    Justo ahí, debajo de esa mesa que contiene la merienda de la fiesta con su tarta incluida.

     

    La comida, entonces, como protección contra el ataque de la comida, una vez que los niños de once años se han convertido en los manjares de las aves.

     

    Dicho en otros términos: la pulsión loca de la madre se alimenta de ellos.

     


     

    Y hace posible su captura, en la que todos participan introduciendo -encerrando- a todos los niños dentro de la casa.

     





    •Annie: Help me get the children into the house.



     

     

     

     

     


    Niñas con cabezas de ave

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    Un principio básico de planificación se impone: la cámara no sigue nunca los desplazamientos del vuelo de las aves; tan sólo acusa con ligeras correcciones en panorámica los inútiles y desorientados movimientos de los humanos que padecen el ataque.

     

    Así, diríase que esas aves carecieran de forma, no fueran más que una energía ciega, en constante transformación, casi invisible, que conforman, cuando alcanzan a los niños, las más insólitas -y extrañamente mitológicas- configuraciones.

     

    ¿Una niña con un ave picoteándole la cabeza? Sí, pero a la vez, una niña con cabeza de ave.

     

    Y no exenta de erotismo por el modo en que la cámara encuadra sus muslos.

     

    Extraña apoteosis surrealista: enunciados icónicos insólitos, inimaginables, de una violencia ciega y brutal.

     




     

    Es pues el régimen de la locura el que cristaliza una y otra vez cuando las garras de los pájaros se prenden de los cabellos de los niños y sus picos muerden sus cabezas.

     

    El plano es subjetivo


     

    de Melanie.

     


     

    Y cuando uno repara en ello no puede dejar de preguntarse: ¿podría ser esta escena en su conjunto una expansión metafórica del horror que Melanie conociera a sus once años? ¿Una niña sola, abandonada sobre la tierra, llorando su desesperación, quizás sintiendo que se desintegrara -como si un siniestro pájaro picoteara su cabeza?

     


     

    No deja de ser notable, a este propósito, la conformación del plano.

     

    Pues al fondo contemplamos el muelle por el que ascendió Melanie hasta la casa con sus pajaritos del amor.

     

    Y, en primer término, la valla que acota el perímetro del jardín de la casa.

     

    De modo que la niña se encuentra fuera de él, rechazada de la casa a la que Melanie ha querido acceder.

     



     

     

     

     


    Una tarta intocable

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    El jardín de la fiesta se vacía.

     

    La cámara vuelve a emplazarse en lo alto de la colina y la mesa con la tarta retorna a ocupar el centro del plano.

     


     

    Y es que esa mesa tiene un papel determinante en el modo de conclusión de la escena que sigue:

     


     

    Todos van refugiándose en la casa, mientras que la mesa de la merienda permanece impóluta en primer término.

     

    Un nuevo plano, más próximo, viene a incidir en ello.

     



    •Mitch: There you go.




    •(Sobbing)

     

    La tarta, con sus once velas sin encenderse, sigue ahí.

     

    En primer término, en el centro inferior del plano, subrayada su presencia por la columna del porche y rodeada de globos de alegres colores.

     

    Intocada.

     

    E intocable.

     

    De modo que todo estalla y se detiene en los 11 años.

     

    Es como si el ataque aboliera el cumpleaños de Cathy, como si todo tuviera que quedar congelado antes de esa fecha, en un eterno estado de latencia, a riesgo de que, en caso contrario, se desencadene el fin del mundo.

     

    ¿No les parece que esa es la amenaza que les obliga a todos a encerrarse en la casa -a no poder salir de ella, en primer lugar a Cathy, esa niña con tan extraordinario deseo de escapar de allí?

     

     

     


    El horno opaco de la angustia

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    Quiero presentarles ahora una cita de Hitchcock de alto interés, pues define el suspense -ese arte del que se supone que él era el artista mayor- en términos culinarios.

     

    «He conocido el miedo desde mi infancia… Yo personalmente odio el suspense, y es por eso por lo que nunca permitiré a nadie que haga un soufflé en mi casa: ¡mi horno no tiene puerta de cristal! ¡Tendríamos que aguardar cuarenta minutos para descubrir si el soufflé había salido bien, y esto es más de lo que puedo resistir!»

    [Donald Spoto: Alfred Hitchcock. La cara oculta del genio, p. 29]

     

    Observen, en primer lugar, que el suspense aparece directamente nombrado como miedo, lo que remite inequívocamente a la angustia.

     

    Y a una angustia que parece invadir la infancia entera.

     

    En el centro de la casa de la infancia, la cocina y, en ésta, el horno.

     

    Es pues de la madre nutricia de lo que se está hablando una vez más.

     

    ¿Acaso no es el suflé el plato que más se aproxima, tanto en su forma como en su dulzor, al pecho materno? Y el horno en que se lo cocina, ¿no es una expresiva metáfora del interior opaco de la madre?

     

    De una madre opaca, inaccesible, pues su horno
    no tiene puerta de cristal.

     

    No hay manera de saber lo que se está cocinando en su interior.

     

    Y la angustia aparece directamente asociada a esa incertidumbre. Pues a veces de él salen buenos alimentos, pero otros alimentos malos, malignos, que muerden violentamente el cuerpo de quien los ingiere.

     

     

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    25. El momento justo


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-04 (2)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • Un paseo exhibicionista
  • El brindis
  • Un persecutorio trozo de carne
  • El traje de Mitch y el abrigo de Lydia
  • Melanie coquetea
  • Deseo de redención
  • El momento justo
  • La madre prolifera
     

     

     

     

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    Un paseo exhibicionista


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    Un inesperadamente alegre aspecto presenta ahora la casa de los Brenner.

     

    Colores vivos, intensos, en un día bien soleado.

     

    Una pregunta: ¿qué les parece lo más relevante de este plano? O dicho en otros términos, ¿qué es lo que determina el encuadre elegido? Yo diría que esto:

     


     

    Que en su centro absoluto se encuentra la mesa con la comida de la fiesta.

     

    No la pierdan de vista: su papel va a ser determinante.

     

    Delante de esa mesa se encuentra Annie, organizando el juego de los niños mientras que Mitch se aleja con Melanie.

     

    Atendiendo a ello, quiero decir, a la presencia al fondo de la víctima directa de la escena de amor que comienza, es obligado señalar el curioso paseo escogido por Mitch.

     

    Sólo Imagínense que hubiera conducido a Melanie por el otro lado de la casa o bordeando la colina en la que ahora se encuentra la cámara hacia su izquierda.

     

    Hubiera sido entonces el suyo un paseo mucho más discreto.

     

    Pero el escogido es en cambio el paseo más visible.

     

    Sin duda, el motivo es mostrarle a Melanie el paisaje de la bahía. Pero eso les conduce, a la vista de todos, y a la vista de Annie especialmente, a lo alto de la colina, sin duda el lugar más expuesto también a la mirada de los pájaros.

     


     

    Parecería por un momento que se estuvieran apartando de la mirada de los otros, pero no es así.

     

    En seguida dan el giro necesario para mantenerse lo suficientemente visibles.

     


     

    Se dan cuenta: permanecen a la vista de todos.

     


     

    Y, así, han llegado a lo alto.

     



     

     

     

     


    El brindis

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    Hay algo de incongruente entre el atuendo urbano de ellos y el paisaje agreste y primitivo que les rodea.

     

    Y hay, en ello, en el modo de tal yuxtaposición, una pincelada de orden surrealista que se ve acompañada por la sintonía cromática del vestido de ella con ese paisaje.

     

    Y está también, desde luego, la sensación de vulnerabilidad que produce verles ahí arriba, a cielo descubierto, del todo indefensos ante un posible ataque de los pájaros.

     


     

    Se acerca el momento del brindis, en lo alto de la colina, a la vista de todos.

     

    Un brindis que, si por un momento retomamos el tema del juicio de Paris, es el de la elección de la más bella de entre las tres diosas.

     

     

     


    Un persecutorio trozo de carne

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    Pero vean lo que, en el diálogo, precede a ese brindis:

     


    •Melanie: No, I really shouldn’t have any more. I’m driving.


    •Mitch: Well, actually, I’m trying to get you to stay for dinner.


    •Mitch: A lot of roast beef left over.


     

    Escuchado al pie de la letra, la cosa casi bordea el escalofrío.

     

    Porque no es que la esté invitando a cenar.

     


    •Mitch: Well, actually, I’m trying to get you to stay for dinner.

     

    La está invitando a quedarse a cenar en casa, es decir, a repetir la indigesta cena familiar de la noche anterior.

     

    Una cena cuyo carácter incomible se declara ahora,

     


    •Mitch: A lot of roast beef left over.


     

    pues ha quedado mucho roast beef.

     

    Y, hay que añadir, ese roast beef que ha quedado seguirá por ahí todo el tiempo.

     

    Recuerden que se lo mostré ya en el salón de los Brenner después del ataque de los pajaritos que entran por la chimenea.

     


    •Al: they got in the room


    •Al: and was just panicked. That’s all.


    •Mitch: All right, I’ll admit a bird will panic in an enclosed room,

     

    Ahí lo tienen.

     

    Es como ven un trozo de carne, un roast beef, persecutorio.

     


    •Mitch: A lot of roast beef left over.


     

    De manera que de nuevo oímos el discurso de la madre, pues es la madre quien lleva el cómputo de lo que se puede ofrecer para cenar.

     

    •Melanie: No, I couldn’t possibly. I have to get back.



    •Mitch: All right.


     

    El brindis tiene lugar.

     

    Melanie es escogida como la más bella.

     

    Pero es la escogida ¿para qué? Les recuerdo, en cualquier caso, cuál será su destino:

     


     

     


    El traje de Mitch y el abrigo de Lydia

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    •Mitch: Cheers.


    •Melanie: Cheers.


     

    Observen como ha dispuesto el cineasta a sus personajes con respecto a la línea del horizonte: la cabeza de Mitch por encima y la de ella por debajo.

     

    Es un patrón que se mantendrá e incluso se verá acentuado a lo largo de la escena.

     


    •Mitch: Seriously, why do you have to rush off?

     

    El interrogatorio de Mitch se reanuda una vez más.

     


    •Mitch: What’s so important in San Francisco?


    •Melanie: Well, I have to get to work tomorrow morning, for one thing.

    •Mitch: You have a job?


    •Melanie: I have several jobs.


    •Mitch: What do you do?

     

    El andamiaje agresivo -y que como sabemos es en el fondo defensivo- de Mitch se manifiesta ahora por la vía de la sonrisa burlona.

     

    Desde el cielo que le enmarca -por encima de la línea del horizonte- se burla de ella, es decir, insiste en el gesto despreciativo que es su única vía de aproximación.

     

    Como acabo de indicarles, una vez más, de nuevo es el discurso de su madre el que está en juego.

     

    Y, de hecho, un dato de la puesta en escena viene a confirmarlo; me refiero al traje de Mitch:

     


     

    cuyo tejido y color se aproxima mucho al del abrigo de Lydia.

     

    Por lo demás, su estar por encima de la línea del horizonte no deja de situarle de ese lado de arriba del que procederá enseguida el ataque de los pájaros.

     

     

     

     


    Melanie coquetea

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    •Melanie: I do different things on different days.


    •Mitch: Like what?


    •Melanie: Well, on Mondays and Wednesdays,


    •Melanie: I work for the Travelers’ Aid at the airport.


    •Mitch: Helping travelers?


     

    Melanie ve el momento de reiniciar el juego galante que comenzó en la pajarería de San Francisco.

     

    Y hay que reconocer que pone en ello todo su encanto.

     



    •Melanie: No, misdirecting them. I thought you could read my character.



     

    Él, por su parte, la escucha con la mayor satisfacción.

     

    Por más que haya algo en exceso rígido en su disposición.

     

    Se dan cuenta de hasta qué punto ahora aparece ahora elevado por encima de la línea del horizonte, incluso por encima de las nubes -lo que no deja de dar cierto matiz paródico a la presentación del personaje.

     

    En cualquier caso, se mantiene la rígida verticalidad de la escena de la noche anterior en el coche.

     

    Observen, por lo demás, que el contrapicado con gran angular utilizado aleja y empequeñece su cabeza.

     

    Y está luego esa sonrisa suya, tan acartonada como imposible.

     


     

    Melanie, en cambio, aparece por debajo de la línea del horizonte, muy alta en su caso, y, como ya señalamos, próxima cromáticamente al fondo que la rodea.

     

    La línea del horizonte que tras él asciende hacia la derecha con una inclinación semejante a la de su mirada encuentra su correspondencia en la línea de tierra que la prolonga en el contraplano, ascendiendo hasta el rostro de ella.

     

    Les decía que Mitch prosigue su interrogatorio, a modo de fiscal, en la más peculiar de las cortes.

     

    A cielo descubierto, en lo alto de una colina desnuda, a la vista de los pájaros y a la vista, por tanto, de la madre, que pronto va a dictar su veredicto.

     


    •Melanie: On Tuesdays, I take a course


    •Melanie: in General Semantics at Berkeley,



    •Melanie: finding new four-letter words.


     

    Melanie coquetea con su mejor desenvoltura.

     

     


    Deseo de redención

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    •Melanie: That’s not a job,


    •Melanie: of course…


    •Mitch: You mean, you don’t have to…



    •Melanie: And on Thursdays, I have my meeting and lunch.


    •Mitch: In the underworld, l suppose.



    •Melanie: I shall disappoint you.

     

    Como les digo, Melanie coquetea.

     

    Pero a la vez quiere mostrarse redimida.

     


    •Melanie: We’re sending a little Korean boy through school.


    •Melanie: We actually raise money for it.

     

    Ahora bien, ¿quiere mostrarse redimida ante quién? ¿Ante Mitch o ante su madre? Evidentemente, ante la segunda, siquiera porque a estas alturas es evidente para Melanie que la única manera de conseguir a Mitch es gustarle a ella.

     

    Lo que conduce incluso a la puesta en escena de la contrición y el arrepentimiento.

     



    •Melanie: You see, Rome…


    •Melanie: That entire summer, I did nothing but…

     

    Destella brillante el moño de Melanie sólo un instante antes de proclamar su deseo de redención.

     



    •Melanie: Well, it was very easy to get lost there.



    •Melanie: So when I came back,


    •Melanie: I thought it was time I began…


    •Melanie: Oh, I don’t know, finding something again.


     

    Mitch, magnánimo, desde lo alto de su particular firmamento, asiente conmovido.

     


    •Melanie: So, on Mondays and Thursdays, I keep myself busy.


     

    Como les digo, Melanie pone todo su encanto, a la espera de recibir una cita.

     



     

     


    El momento justo

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    •Mitch: What about Fridays?



    •Melanie: Fridays? They’re free.




     

    Y este último doble parpadeo que tiene bastante de guiño va a ser el desencadenante.

     

    Véanlo de nuevo:

     



     

    Es el momento, se dice Melanie a sí misma, y avanza decidida hacia él.

     


    •Melanie: I sometimes go to bird shops on Fridays.



    •Mitch: I’m very glad you do.

     

    La cosa está realmente a punto de caramelo.

     

    Y digo realmente, porque es difícil encontrar un rostro más acaramelado que el de Mitch ahora, incluido en ello el exceso de maquillaje que ahora resulta especialmente visible.

     

    Pero,

     



    •Mitch: A nice, innocent, little day.

     

    ¿por qué dice esto? Y también: ¿por qué ese tono de voz?

     

    Periódicamente, se hace oír en Mitch el cambio de tono de voz a un registro impostado que hace pensar en un muñeco manejado por un ventrílocuo.

     

    ¿Quiere seguir jugando? De hecho, de nuevo busca un retruécano con el que eludir el beso que ella le reclama.

     

    Pues eso es lo que ella ha venido a buscar cuando ha avanzado hacia él.

     

    El problema de Melanie ahora es, ¿qué hacer dado que él no da ese paso?

     



    •Melanie: Oh, yes.


     

    Gana tiempo sorbiendo de su copa, busca algo que decir…

     

    Hay que reconocer que Melanie lo intenta todo.

     

    Y, así, busca con que alimentar un juego que ya debería ser innecesario.

     

    Lo que tiene más a mano es su tía Tessa.

     

    Por cierto, paréntesis, parece imposible que algo en esta película no se remita a una mujer de una generación anterior.

     


    •Melanie: I have an Aunt Tessa.


    •Melanie: Have you got an Aunt Tessa?




    •Melanie: Mine is very prim and straight-laced.


    •Melanie: I’m giving her a mynah bird when she comes back from Europe.


    •Melanie: Mynah birds talk, you know.



    •Melanie: Can you see my Aunt Tessa’s face,


    •Melanie: when this one tells us one or two of the words

    •Melanie: I’ve picked up at Berkeley?

     

    Les decía el otro día que hay un momento justo.

     

    Antes de él se yerra, pero también se yerra después de él.

     

    Solo en el momento justo se acierta.

     

    Pues bien, les recuerdo cuál era el momento justo:

     


    •Melanie: Fridays? They’re free.

     

    Ella se declara libre, es decir, disponible.

     

    Y más acentuadamente lo declara su mirada.

     

    Así, avanza lenta pero decididamente hacia él:

     




    •Melanie: I sometimes go to bird shops on Fridays.



    •Mitch: I’m very glad you do.

     

    Ahora.

     

    De modo que incluso esa última frase era innecesaria.

     

    Este es el momento en el que el habría debido besarla.

     

    Porque no lo ha hecho, sino que ha añadido la tontería hueca que sigue:

     



    •Mitch: A nice, innocent, little day.

     

    Ella, entonces, ha buscado que más decir, cómo seguir el juego cuando este debía haberse ya agotado.

     


    La madre prolifera

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    Y, por lo que a él se refiere, su discurso -sin salida al paso del acto- retorna a enroscarse de la manera más loca en su patrón materno:

     



    •Mitch: You need a mother’s care, my child.


     

    ¿A caso en la presente situación un varón podría decir a la mujer a la que desea otra cosa que son mis cuidados lo que tú necesitas?

     

    Pero Mitch, como habitado por no se sabe que cronómetro interior que se lo dictara, como si fuera ese muñeco manejado por un ventrílocuo del que les hablaba hace un momento, con su voz de nuevo impostada, tiene que nombrar a su madre una y otra vez, situándola siempre en el centro de su relación con las otras mujeres.

     


    •Mitch: You need a mother’s care, my child.


     

    Resulta evidente que lo impostado de su voz es indicio claro de que las frases que emplea provienen de otro lugar.

     

    De lo que sigue ya nos hemos ocupado en sesiones anteriores.

     

    Pero, en el punto en que nos encontramos ahora, es necesaria una nueva mirada.

     

    Porque, suscitada la madre, ésta prolifera, desdoblándose de inmediato en la madre de Melanie.

     


     

    Y, cuando de ello se trata, el moño brillante retorna.

     




    •Melanie: Not my mother’s.


    •Mitch: Oh, I’m sorry.



    •Melanie: What have you got to be sorry about?


    •Melanie: My mother? Don’t waste your time.


    •Melanie: She ditched us when I was 11 and ran off with some hotel man in the east.

     

    Atiendan a la pregunta que sigue:


    •Melanie: You know what a mother’s love is?

     

    Suena realmente peregrina.

     

    Salvo que atendamos a lo que en ella está en juego, al pie de la letra: que es una pregunta por la que Melanie declara que ella no lo sabe.

     

    Lo que constituye, por cierto, una confesión mucho más profunda que la relativa a lo sucedido en la fuente de Roma.

     

    Mitch, a su vez, experimenta una cierta dificultad para responder.

     


    •Mitch: Yes, I do.

     

    Y diríase que lo hiciera con dolor.

     

    Cree que sabe de eso de lo que nada sabe -recordemos las palabras de Annie: lo que Lydia realmente teme es ese saber de Mitch sobre su no saber nada sobre lo que es el amor de una madre.

     

    El caso es que él, cree saberlo, aunque se descubre extrañado cuando lo afirma.

     



    •Melanie: You mean it’s better to be ditched?

     

    ¿Y qué me dicen de esta otra pregunta? ¿Crees que es mejor ser abandonado?

     

    ¿Es una pregunta absurda? En principio lo parece, pues, ¿quién querría ser abandonado? Pero el que esa pregunta se escuche aquí hace plausible esa posibilidad, el deseo de poder haber sido abandonado por la madre.

     

    ¿Hubiera sido mejor haber sido abandonado que… la pesadilla que está a punto de desencadenarse en Bahía Bodega?

     


    •Mitch: No. I think it’s better to be loved. Don’t you ever see her?


    •Melanie: (voice breaking) I don’t know where she is.

     

    Oímos entonces la vocecita de la niña abandonada a sus once años.

     

    Y comprendemos el poder que Lydia, por ser madre, tiene sobre ella.

     

    Aquí tienen otra prueba palpable de lo que vengo diciéndoles todo el tiempo: que Lydia es el motivo por el que Melanie sigue ahí.

     




    •Melanie: Well, maybe I ought to go join the other children.

     

    Comprendemos ahora que un común vacío liga a esta mujer con este hombre: se trata de un mismo nudo ligado, en un caso a la frialdad -la distancia la llamaba Annie- de la madre, y, en el otro, a una forma aún más radical de frialdad: la desaparición voluntaria, inmotivada e inexplicable.

     

    Por eso, en esta película, en relación con la madre, todos son niños.

     

     

     

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    24. Tristán e Isolda

     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-12-04 (1)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • La leyenda de Tristán e Isolda: heridas y curas
  • La leyenda de Tristán e Isolda: el filtro de amor
  • Tristán e Isolda: la versión wagneriana
     

     

     

     

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    La leyenda de Tristán e Isolda: heridas y curas


  •  

    A propósito de las dudas que nos asaltaban sobre la leyenda de Tristán e Isolda el último día, he consultado dos obras que han intentado reconstruirla reuniendo los elementos de las diversas fuentes, siempre fragmentarias, del siglo XII.

     

    Cabe decir que, entre ellas se aprecian considerables contradicciones.

     

    La primera es la versión del Joseph Bédier, de 1902.

     

    La otra es de la de René Louis, de 1947, de la que conozco solo por el resumen que hace Roberto Ruiz Capellán para acompañar su traducción del texto de Béroul -la versión literaria más antigua, del siglo XII.

     

    Bédier no da el nombre de la reina de Irlanda, la madre de Isolda, mientras que es Louis quien informa de que, como su hija, se llama también Isolda.

     

     

    La primera duda que arrastrábamos el último día era relativa a si era Isolda o su madre quien curaba la herida de Tristán.

     

    Pues bien, sucede que hay dos curas, porque hay dos heridas.

     

    En la primera, la producida en el combate con Molrod, el gigante irlandés, según Bédier, es solo Isolda quien interviene, mientras que según Louis es en cambio la madre la responsable de la curación, aunque ayudada por su hija.

     

    La segunda herida y cura se produce en el segundo viaje a Irlanda, cuando Tristán solicita la mano de Isolda para su tío el rey.

     

    El rey de Irlanda ha dicho que entregará a su hija en matrimonio a quien venza al dragón que devora a sus doncellas.

     

    Tristán lucha con él y lo mata, pero resulta herido en el combate.

     

    En este caso nuestros dos autores acuerdan que esta vez participaron ambas en la cura.

     

     


    La leyenda de Tristán e Isolda: el filtro de amor

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    Por lo que se refiere al filtro, tenía razón Tecla cuando decía que, en la leyenda, solo había uno en escena.

     

    Un filtro de amor preparado por la reina Isolda y destinado a ser bebido en la noche de bodas por el nuevo matrimonio real.

     

    Ahora bien, tal y como lo presenta Bédier, aparece ligado a la muerte cuando se narra la escena en la que es bebido.

     

    «No, no era vino; era la pasión, era el bárbaro goce y la angustia sin fin; era la muerte. La muchacha llenó una copa y la presentó a su ama. Bebió a grandes tragos y luego la tendió a Tristán, que también bebió.

    En este instante entró Brangania y vio con asombro que se miraban calladamente con loco embeleso. Ante ellos estaba la copa casi vacía. Cogiola, corrió a popa y la arrojó por la borda, gimiendo:

    -¡Desgraciada! ¡Maldito sea el día en que nací y maldito el día que subí a esta nave! ¡Isolda, amiga, y vos, Tristán, habéis bebido vuestra muerte!»

    [Anónimo: Tristán e Isolda, versión de Joseph Bédier, 1902]

     

    Como ven, aquí también lo beben por error, pero es un error del todo diferente al que introduce Wagner.

     

    No hay en la leyenda un error de elección entre un filtro de amor y uno de muerte.

     

    En ésta Tristán e Isolda piden tan solo vino para calmar su sed, pero una joven sirvienta les ofrece por error una copa que contiene el en cualquier caso fatídico filtro.

     

    Por cierto que aquí en la versión de Louis no aparece error alguno, pues Bragain, la doncella de Isolda, le da conscientemente el filtro del amor.

     

    Hay en los dos textos error, pero son errores del todo diferentes que modifican el sentido de diversos aspectos de la narración.

     

    Veamos el primero.

     

    La presencia del filtro de muerte, en Wagner, está ligado al deseo de venganza de la Isolda que se siente desamada.

     

    Sin embargo, no hay tal en la leyenda, ni en la versión de Bédier, ni en la de Louis.

     

    En éstas, ella está despechada, sí, pero despechada en tanto mujer enamorada deseosa de volver a ofrecer su amor.

     

    Esto supone un importante cambio en el personaje de Isolda. Pues la Isolda de la leyenda no es vengativa como la Wagner.

     

    Por supuesto, deseó vengar la muerte de su tío -no su prometido- Molrod, pero una vez enamorada no aparece ya como una mujer vengativa, capaz de matar cuando se siente rechazada.

     

    Esta diferencia de trazado en el dibujo de Isolda se manifiesta también en el hecho de que encontremos en la leyenda el reverso de las palabras con las que la Isolda de Wagner ordenaba a Tristán que se presentara ante ella.

     

    Se las recuerdo:

     

    «transmítele las palabras de su dueña:

    que se me acerque inmediatamente,

    dispuesto a servirme.»

    [Richard Wagner: Tristan e Isolda, Acto I, escena 2]

     

    «Lo que yo he ordenado

    a ese noble siervo

    es que tema a su dueña,

    ¡a mí, Isolda!»

    [Richard Wagner: Tristan e Isolda, Acto I, escena 2]

     

    La Isolda de la leyenda le dice esto otro:

     

    «¡tú sabes que eres mi señor y mi dueño! ¡Tú sabes bien que tu fuerza me domina y que soy tu sierva!»

    [Anónimo: Tristán e Isolda, versión de Joseph Bédier, 1902]

     

    Como ven, la dueña se convierte en sierva, y el siervo, a su vez, en dueño.

     

    Simplificando: la Isolda de la leyenda no reclama ser temida.

     

    La de Wagner, en cambio, no solo lo reclama, sino que lo es.

     

    Es ella la que exige a Tristán una reconciliación a través de la muerte.

     

    Es una potencia.

     

    Como también lo es su madre.

     

    Lo que se manifiesta bien en el desdoblamiento que Wagner introduce.

     

    Veámoslo. Desdoblar el filtro en dos acentúa el doble aspecto de amor y muerte del filtro original que, como ya hemos visto, está presente en la leyenda. Pero el modo en que se hace presente modifica el sentido en que el amor y la muerte aparecen en la leyenda, pues los descontextualiza y los vuelve abstractos.

     

    Les explico lo que quiero decir con esto.

     

    Sí, en la leyenda, el filtro del amor atrae la muerte es porque no es tomado ni en el momento adecuado ni por las personas adecuadas.

     

    Nada de muerte habría en él si, como la madre de Isolda había previsto, hubiera sido bebido en su momento y en su lugar: el de la noche de la boda real.

     

    De modo que lo que vuelve mortífero a ese filtro es su uso incestuoso. Algo del todo congruente con el componente edípico propio del ciclo artúrico.

     


    Tristán e Isolda: la versión wagneriana

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    Todo cambia con los dos filtros wagnerianos.

     

    Pues estos están ahí, todo el tiempo, digamos que, desde el principio, con independencia de todo contexto de uso: y además funden finalmente sus cualidades.

     

    ¿Se dan cuenta en qué medida afecta eso a la caracterización de la madre de Isolda? Pues es del todo diferente una madre que da a su hija un filtro de amor para la noche de bodas que la que le da dos: uno de amor y otro de de muerte.

     

    Como ven, esa madre se vuelve considerablemente más oscura.

     

    Si me detengo en todo ello es no solo por corregir las dudas que se nos plantearon en el debate el pasado día, sino también, y sobre todo, porque estos datos vienen a confirmar el alejamiento de la ópera del territorio edípico en el que se desenvuelve la leyenda y, con él, del debilitamiento de la figura de Tristán y de su culpa en beneficio de la presencia preponderante de esa potencia materna.

     

    Es curioso que la indagación en la leyenda, a la vez que nos ha hecho reparar en la presencia de Isolda la de las Blancas manos en la película, nos obligue a constatar que Los Pájaros y Melancholia, por lo que a su motivo central se refiere, se encuentra mucho más cerca del Tristan e Isolda de Wagner que de la leyenda en la que esta se inspira.

     

    Lo que se manifiesta bien en lo que les he dicho del asunto de los filtros.

     

    Wagner añade, al filtro del amor de la leyenda, el filtro de muerte que en ésta no aparece.

     

    Y ello porque Isolda aparece como una potencia pulsional que reclama la muerte de ambos, de ella y de Tristán, algo de lo que no hay atisbo alguno en la leyenda.

     

    Podria decírselo a ustedes de otra manera.

     

    La Isolda de Wagner está más cerda de la mujer fatal que de la Isolda de la leyenda.

     

    Y les recuerdo que la mujer fatal es una figura que emerge en el XIX, que es también el siglo de Wagner.

     

     

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    23. La orden de la madre y la transformación de Melanie


     

     

     

    Jesús González Requena

    Psicoanálisis y Análisis Textual, 2020/2021

    2020-11-27 (4)

    Universidad Complutense de Madrid

    de esta edición: gonzalezrequena.com, 2021

     

  • La transformación de Melanie
  • La orden de la madre
  • Han perdido su camino en la oscuridad
     

     

     

     

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    La transformación de Melanie


  •  


    •Melanie: Well, I think I’ll go to sleep. It’s been a busy day.



    •Melanie: My luggage.



     

    Sólo ahora tenemos la palpable evidencia de que Annie se encuentra en el sillón que antes ocupara Melanie.

     


     

    Y es que el intercambio de papeles es ahora, en cierto modo, total, pues ese camisón es la marca del sometimiento de Melanie al mundo a la madre.

     

    Ahora bien, ¿por qué en el plano anterior Melanie ha salido de cuadro por un momento?

     


    •Melanie: Well, I think I’ll go to sleep. It’s been a busy day.


     

    Ello no era obligado.

     

    Hubiera bastado con que hubiera la cámara hubiera estado emplazada solo un poco más a la derecha para que el desplazamiento de Melanie pudiera haber sido seguido completo sin que esa salida fuera necesaria.

     

    Hay, desde luego, dos motivos.

     

    El primero, ubicar la puerta de la calle en la que en seguida sonará la llamada de los pájaros.

     

    El segundo, marcar con un suplemento de intensidad la transformación de Melanie.

     

    Una transformación que la pone en el mismo registro en el que ya encontráramos a Annie:

     


     

    Es decir: cada vez más abducida por el universo de Bahia Bodega.

     


    •Annie: That’s pretty.


    •Annie: Where’d you get that? Brinkmeyer’s?

    •Melanie: Mmm.

     

    Desde luego, el feo camisón procede de la tienda de Brickmeyer.

     

    Del mismo lugar donde Lydia compra el pienso para sus gallinas.

     

    Probablemente del interior de una de esas cajas que se veían tras Melanie, alineadas junto a las grandes caracolas.

     


     

    Buen momento este, digámoslo de paso, para insistir en la transformación de Melanie, pues su abrigo de visón se ve ya definitivamente sustituido por este camisón pueblerino.

     



    •Melanie: Do you think I should go?


     

    Cada vez se aproxima más y más Melanie a Annie:

     


     

    Y, a la vez, se desplaza lo suficiente como para que la puerta de la calle vuelva a verse completa.

     

    Por lo demás, en los dos planos que les muestro ahora se trata de la misma puerta, vista por fuera o por dentro.

     

    Y es patente que el ligero desplazamiento de Melanie que lo ha hecho posible recuerda otro que ya anotamos a propósito de Annie:

     


     

    En el interior como en el exterior, es la misma amenaza la que se dibuja, como podremos confirmar en seguida.

     



    •Annie: Well, that’s up to you.



     

     

     

     


    La orden de la madre

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    •Melanie: No, it’s really up to Lydia, isn’t it?

     

    Llegó la respuesta a la pregunta pendiente.

     

    Recuerden que les pregunté qué le había dicho Mitch a Melanie para lograr convencerla de que asistiera a la fiesta de Cathy.

     


    •Melanie: No, I wouldn’t want to disappoint Cathy, but…



    •Melanie: I see.

     

    Pues bien, aquí tienen la respuesta:

     



    •Melanie: No, it’s really up to Lydia, isn’t it?

     

    A mi madre le gustaría que vinieras -debió decirle Mitch.

     

    Y, así,

     


    •Melanie: I see.

     

    Melanie ve a Annie ante el tribunal de la madre.

     

    Y acepta gustosa su invitación.

     



    •Annie: Never mind Lydia.


    •Annie: Do you want to go?


    •Melanie: Yes.



    •Annie: Then go.



    •Melanie: Thank you, Annie.


     

     

     


    Han perdido su camino en la oscuridad

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    ¿Observan el cambio de posición de cámara sobre Annie?


     

    ¿Cuál es el motivo? Desde luego, adoptar una posición que permita seguir su desplazamiento hasta la puerta.

     

    Pero más que eso: hacer visible por primera vez el disco en relación con Annie, pero justo en el momento en el que lo que se escucha en la banda sonora es el golpe de la gaviota contra la puerta.

     


    •(Clattering)


    •Annie: Oh.

     

    De nuevo, nada de música, sino todo lo contrario.

     


    •Annie: Wonder who that can be.


    •Annie: Is someone there?

     

    ¿Hay alguien ahí?

     

    Como ven, es un golpe que Annie interpreta como una llamada.

     

    De modo que es también una llamada.

     



    •Annie: Who is it?

     

    ¿Quién es?

     


     

    La noche tiene ahora dos ojos en forma de ventanas que parecieran mirarlas.

     


    •Melanie: Look.

     

    Mira.

     



    •Annie: Poor thing.

     

    Pobrecita, dice Annie de la gaviota -pero podría estar hablando de ella misma, derrotada frente a la puerta de Lydia.

     


    •Annie: Probably lost his way in the dark.

     

    Pues, ciertamente, lo que de esa gaviota dice resulta igualmente apropiado para las dos mujeres que la contemplan -ambas han perdido su camino en la oscuridad.

     

    El caso es que esa gaviota se ha partido el cuello al chocar con la puerta.

     

    Se produce aquí, sin embargo, una patente incongruencia espacial que escapa al espectador:


     

    La cámara está más próxima a ellas en el segundo plano, pero el ángulo es bastante semejante, por lo que debería seguir viéndose tanto la casa de enfrente como la columna de madera del porche.

     

    Pero ambas han desaparecido.

     


    •Melanie: But it isn’t dark, Annie.



    •Melanie: There’s a full moon.

     

    No hay oscuridad, sino luna llena.

     


     

    Las miradas de las dos mujeres se encuentran. -Las meticulosamente alineadas nubes del fondo lo subrayan, trazando una línea que conecta los ojos de ambas.

     

    De modo que las dos mujeres comparten de nuevo, en el umbral de una puerta que se abre al vacío, una común interrogación difícilmente determinable.

     

    ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué las gaviotas se rompen el cuello contra las puertas?

     

    ¿Hasta qué punto alcanza la locura que reina en Bahía Bodega?

     

    Sigue el tercer fundido en negro del film.

     


     

    Concluye, con ello, el segundo día.

     

    De modo que, siguiendo la cronología de Psicosis, es ya día 12: el día de la muerte del padre.

     

     

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